calendario de tandeos macrosectores xalapa mayo 2024.pdf
Ecuador y el flautista de Hamelin
1. 1
ECUADOR Y EL FLAUTISTA DE HAMELÍN
Latinoamérica, nuestra Patria grande, es un colosal mosaico de etnias y culturas.
Desde México hasta Argentina y Chile se extiende una multicolor alfombra de razas,
tradiciones y costumbres que, si bien enriquece la idiosincrasia continental, es un reto para
la imprescindible labor de la unidad plurinacional. Pero, de cualquier modo, es mucho más
lo que nos une que lo que nos separa. Y por eso José Martí, el gran prócer cubano, afirmó:
“Pueblo y no pueblos, decimosde intento, por no parecernos que hay más que uno del Bravo
a la Patagonia. Una ha de ser, pues lo es, América”.
Para Martí, tal América es la nuestra: la indígena, negra e ibérica. En oposición a la
potencia norteña que se atribuyó de forma exclusiva el patronímico, a fin de aplicarlo en su
sentencia monroista “América para los americanos”, con el significado geopolítico de: “todo
para nosotros, los gringos”, al punto de tomarse el nombre del continente para su exclusivo
uso nacional: Estados Unidos de América (USA, en inglés), resultando así un país sin
nombre propio, pues, si bien México es el nombre de los Estados Unidos Mexicanos,y Brasil
el de los Estados Unidos do Brasil, habría que suponer que el nombre específico de USA es
América. ¿Fue esa la intención de los padres fundadores de la gran nación…? Tal vez podría
mejor llamarse Estados Unidos de Angloamérica, y seguiría siendo USA, ¡claro que con el
permiso de Canadá, Jamaica, Islas Vírgenes Británicas, y otros miembros de la
Commonwealth en esta parte del Atlántico. Ese “secuestro histórico” obliga a que la unión
supranacional concebida por Bolívar lleve en su nombre la necesaria referencia a sus raíces
culturales, algo así como Estados Unidos de Latinoamérica (EUL), refrendando el
patronímico con que somos reconocidos sus hijos en el mundo: latinoamericanos.
Todos los latinoamericanos somos parecidos en cuanto a historia compartida, mismo
idioma y cultura común. El rasgo principal podría ser la tozudez y voluntad ibéricas (no digo
hispanas, pues, además de España, está también Portugal), traídas al Nuevo mundo por
aventureros conquistadores capaces de desafiar al océano y vencer selvas y montañas en
territorios dominados por culturas indígenas en varios casos muy poderosas, como incas y
aztecas. Tal rasgo batallador parece propio del mundo latino desde el imperio romano,
forjador, por la fuerza de las armas, de esa cultura en la era antigua, hasta las monarquías
peninsulares que libraron cruentas guerras contra la ocupación musulmana, para crear
nuevas potencias e imperios en la Europa feudal.
2. 2
Sin proponer una teoría etnológica, y empleando términos anómalos, me permito
dividir toda la cultura latinoamericana en tres categorías: la indiada, la negritud, el parnaso.
La indiada hace referencia a los pueblos originarios de nuestras tierras, aquellos que
encontraron aquí los conquistadores ibéricos, y en su mayoría fueron exterminados, por lo
que sólo persisten herederos de grandes imperios: aztecas y mayas en territorio mexicano
y centroamericano, e incas en las regiones andinas, o tribus poco contactadas refugiadas en
la profundidad amazónica. Diversas nacionalidades indígenas pueden hoy mencionarse
dentro del mosaico plurinacional latinoamericano, con varios millones de personas:
tarahumaras, quechuas, waoranies, tsáchilas, guaraníes, araucanos, mapuches, aymaras,
maya yucateco, achuar, cañari, shuar, garífunas, lacandones, miskitus… hasta algo más de
500 nacionalidades repartidas en el subcontinente, según informe de National Geographic.
La negritud es resultado de la importación de mano de obra esclava proveniente de
África en la etapa colonial, para sustituir a pueblos indígenas exterminados por los
conquistadores, lo que ocurrió en regiones carentes de culturas autóctonas poderosas, como
las islas y costas continentales del mar Caribe, de modo que la población negra es notoria
en las actuales Cuba, Haití, Dominicana, Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Panamá,
Brasil…, pero menos en México, gran parte de Centroamérica, y las tierras andinas, donde
persistió la presencia azteca, maya e inca, respectivamente.
En cuanto a lo que nombro parnaso, es un concepto no vinculado a herencias étnicas,
sino sociales. Así se identifica al mítico lugar “donde habitan las musas y otras criaturas de
origen divino”, por lo que es el non plus ultra del conocimiento y la cultura. Y ocurre que en
el escenario latinoamericano hay un lugar con esas características. ¿Adivinaron…?
¡Claro…!, el llamado Cono Sur, formado por Argentina, Chile, Uruguay, y territorialmente
Paraguay, aunque esta nación quedó despojada de tal privilegio por la devastadora guerra
que entre 1864 y 1870 sostuvo contra la Triple Alianza formada por Brasil, Argentina y
Uruguay, considerado el conflicto bélico más mortífero de la historia de América Latina, que
provocó la pérdida del 70% de la población del país, donde el 95% de los hombres fueron
diezmados en desiguales batallas, debacle que condenó a la pequeña nación suramericana
a décadas de atraso y subdesarrollo, que persisten hasta la actualidad. Argentina, Chile y
Uruguay, autodefinidas como las más privilegiadas naciones de Latinoamérica (allí dicen
que si Dios es divino, su representante en la tierra es argentino), estuvieron desde inicios
del siglo XX abiertas a migraciones europeas debidas a las guerras mundiales, lo que influyó
3. 3
notablemente en su desarrollo social, pero también en sus doctrinas y prácticas políticas y
militares.
Así es posible reconocer notables diferencias socioculturales en el conglomerado de
naciones latinoamericanas, según clasifiquen en la indiada, la negritud o el parnaso. La
población con marcada ascendencia indígena (en México, Guatemala, Honduras,
Nicaragua, Ecuador, Perú, Bolivia) heredó el carácter introspectivo y contemplativo de las
culturas aborígenes, su tradicionalismo, laboriosidad y misticismo... pero, siglos de
explotación y discriminación racial han convertido a estas personas en seres desconfiados
y herméticos, más abiertos para con la madre naturaleza (Pachamama) que con la sociedad.
Los pueblos del oeste africano, de donde provenía el tráfico de esclavos hacia el
Nuevo mundo, eran libres y autosuficientes en su enfrentamiento con la terrible naturaleza
tropical donde vivían, cuyos misterios servían de motivación a los mitos y creencias que
-una vez obligatoriamente insertados, como esclavos, en la religión católica ibérica- fueron
capaces de mantener con los sincretismos que caracterizan a la cultura afroamericana. Este
empeño por conservar su libertad y tradiciones en medio de la esclavitud hizo a la negritud
irreverente y confrontativa, dada a satisfacer sus impulsos atávicos de forma impulsiva y
estruendosa, razones para la típica conducta popular, parrandera y jodedora, en las actuales
naciones caribeñas y bases de la rica y desbordante fibra musical que las caracteriza.
Pero las naciones del parnaso son diferentes: ni la introspección de la indiada, ni la
explosividad de la negritud, sino básicamente la estabilidad y control emocional de las etnias
dominantes, la profundidad de pensamiento proveniente de las avanzadas metrópolis
europeas, y donde, fatalmente, también tuvieron cabida las doctrinas del fascismo, con la
presencia, en recónditos escondites andinos, de cabecillas nazis que huyeron de Alemania
al final de la 2da Guerra Mundial (entre quienes se especula pudo estar el mismo Hitler).
Semejante influencia en las prácticas políticas, y sobre todo en las instituciones militares, fue
caldo de cultivo para que Argentina, Chile y Uruguay padeciesen, durante la segunda mitad
del siglo XX, de cruentas dictaduras militares (Videla, Pinochet, Bordaberry…) ¡Claro que no
fueron las únicas naciones latinoamericanas víctimas de ese mal! También tienen triste lugar
en nuestra historia personajes como Batista, Trujillo, Stroessner, Somoza, Pérez Jiménez,
Castelo Branco… En todos los casos debido a políticas antipopulares por la subordinación
de los círculos de poder nacional a intereses geopolíticos imperiales.
4. 4
Conocer estas características socioculturales permite evaluar mejor la idiosincrasia
de cada nación latinoamericana, y el más conveniente tratamiento a sus pueblos…
En la historia de Cuba existe la anécdota de un caudillo liberal para quien “el pueblo
sólo necesita una tumbadora y una botella de ron para estar tranquilo y feliz”, considerando
que al cubano, parrandero y jodedor por la negritud en sus orígenes, se le puede amaestrar
políticamente mediante la conga y la parranda. Y más recientemente, en la Cuba socialista
de Fidel Castro fue real la falta de productos de primera necesidad, pero jamás la “pipa” de
cerveza, que los fines de semana se plantaba en barrios populares de todo el país,
acompañada por grabaciones musicales de Irakere, NG-La Banda o Los Van Van, para
satisfacer la necesidad de embriaguez de ese pueblo parrandero y jodedor (la tumbadora es
instrumento de percusión con que las tribus africanas acompañan rítmicamente sus danzas,
utilizándola, además, para comunicarse en la distancia; el ron es una fuerte bebida alcohólica
derivada de la caña de azúcar, así que en Cuba ambos elementos son comunes a la cultura
tradicional; una “pipa” es un termo gigante sobre ruedas, para expender cerveza a granel en
grandes cantidades). Otro notable ejemplo de cómo el adecuado conocimiento de la
idiosincrasia popular es efectiva arma en la lucha política es el hecho de “La Chambelona”
en la Cuba de inicios del pasado siglo. Con tal nombre ganó su sitio en la historia una conga
(comparsa bulliciosa y multitudinaria) con que el Partido Liberal matizó su campaña electoral,
coreando estribillos para alabar a sus candidatos y atacar a sus oponentes, y cuya estrofa
principal decía: “¡Ahé, ahé, ahé La Chambelona! “, a cuyo ritmo de tumbadoras y cencerros
cubanos parranderos y jodedores danzaban frenéticamente para olvidar sus penas.
En estos ejemplos se evidencia cómo un acertado conocimiento de la idiosincrasia
popular resulta arma para la formación de mentalidad sumisa en manos de políticos que, al
emplearla, demuestran absoluto desprecio hacia la población, manipulándola como el
flautista de Hamelín, cuando con su música condujo a las hordas de ratas hacia el abismo.
Recientemente Ecuador experimentó un típico ejemplo de tal manipulación, cuando
el experto Jaime Durán Barba, al asesorar al candidato Guillermo Lasso en su campaña por
la Presidencia, mostró un preciso conocimiento de la idiosincrasia popular, aprovechándose
en este caso de lo típico de la indiada para lograr resultados que inicialmente parecían
inalcanzables. Todo lo contrario a lo demostrado por el expresidente Rafael Correa, quien
desde mediados de la década del 2010 había denunciado lo que definió como “el peligro de
la restauración conservadora en América Latina”. Tras la “marea rosa” que invadió a la
5. 5
región, con gobiernos progresistas en Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Bolivia
y Ecuador, las acciones de las fuerzas de derecha, aupadas por Estados Unidos en una
especie de retorno al intervencionista “Plan Cóndor” de 1970-1980, se encaminaban
agresivamente a desalojar a los gobernantes de izquierda, preferentemente enviándolos a
la cárcel por delitos de corrupción y otros en sus gestiones de gobierno. Era el retorno a los
pasados regímenes de explotación, pero sin golpes de estado, teniendo a los tribunales de
justicia y a los fiscales como instrumentos al servicio del poder burgués para instaurar
el neoliberalismo, una de las formas de renovación del capitalismo en su afán de
perpetuidad.
La alerta que, con reiteración, hacía Correa pretendía preparar a los ecuatorianos
para una confrontación ideológica que tendría como escenario principal los procesos
electorales. La sentencia de que “¡Ecuador ya cambió!” fue común en sus discursos,
reafirmando la certeza de que en el país no habría una vuelta al pasado. Pero en esto el
economista se equivocó y mostró escaso conocimiento sobre la idiosincrasia popular en el
contexto de la indiada… Durante sus períodos de gobierno mucho había cambiado en el
país. La infraestructura era otra, renovada, y en muchos casos con estándares a la altura de
países desarrollados. Pero, para que una nación cambie a perpetuidad no basta con el
maquillaje de las obras materiales. Ellas son como un colorete que se borra al primer
chaparrón. Para lograr cambios sociales indelebles es indispensable transformar algo más
importante: la conciencia social. Y particularmente cuando en el conglomerado nacional
existe gran presencia de población indígena, más comprometida con la naturaleza
–la Pachamama- que con la sociedad. Y eso es una asignatura pendiente en Ecuador.
Cultura política, principios ciudadanos y memoria histórica. Estos son los tres
componentes de la conciencia social que todo proceso de transformación debe empeñarse
en fomentar en la población de un país, para lograr cambios inamovibles y perdurables en
el tiempo, capaces de resistir cualquier arremetida.
Cultura política para tener capacidad de evaluar el discurso y las acciones de los
diversos actores en la esfera de la confrontación ideológica, descubrir las falacias en las
promesas irrealizables, evidenciar la demagogia en los populismos, clarificar los intereses
de las clases y grupos sociales, reafirmar el sentido de pertenencia, asumir los compromisos
para una actuación coherente y basada en valores éticos y morales. Principios
ciudadanos para respetar la legalidad, las normas de convivencia, el derecho ajeno y la
6. 6
diversidad, ejercer la solidaridad y la ayuda mutua en las más disímiles condiciones, cumplir
las obligaciones asumidas, tanto con las autoridades como con la sociedaden general, sentir
y mostrar la condición humana por sobre todas las cosas, con honestidad y decoro. Memoria
histórica para vivir con orgullo las tradiciones patrias, la gratitud a quienes se debe
independencia, libertad y progreso, así como el repudio a los explotadores y tiranos, para
evaluar con justeza el presente a fin de no repetir sus errores en el futuro, honrar a los
símbolos de la nación, y mantener la convicción de que la mayor dimensión de cada ser
humano es la Humanidad.
Un país donde: es práctica común la violencia familiar, contra la mujer y los menores
de edad, se practica la xenofobia y la discriminación a extranjeros y a minorías étnicas, se
incrementan la criminalidad y el consumo de alcohol y drogas, los conductores en un
accidente vial se fugan sin auxiliar a las víctimas, se agrede a las autoridades cuando
intentan cumplir con su deber, habitualmente se incumplen la palabra dada y los
compromisos asumidos, los empleadores no respetan los derechos laborales de sus
empleados, la “viveza criolla” consiste en asumir como tontos a los demás… entre otros
males, está lejos de poseer aceptables niveles de conciencia social.
Y fue precisamente el conocimiento de que es pobre la conciencia social en la
población ecuatoriana, con su elevada carga de indiada étnico-cultural, lo que dio a Durán
Barba la certeza en su asesoramiento al candidato presidencial Guillermo Lasso. Un pueblo
sin cultura política, principios ciudadanos y memoria histórica es fácil de manipular
ideológicamente, incluso con simples recursos mediáticos como el uso de zapatos rojos para
“lucir más popular”, o el manejo de estribillos pegajosos como “¡Andrés, no mientas otra
vez…!”, para simplificar los procesos de pensamiento (algo así como “La Chambelona” a lo
ecuatoriano). Son herramientas del entretenimiento propio de los medios masivos de
comunicación, a que responden multitudinariamente los fanáticos de telenovelas y realities-
shows.
En definitiva, el flautista de Hamelín tocó su melodía, y los seguidores respondieron
automáticamente a su reclamo…
* Pedro Fulleda Bandera