Politicas publicas para el sector agropecuario en México.pptx
(285)centimos de euro
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¿QUÉ PASARÁ SI DESAPARECEN LOS CENTIMOS DE EURO?
Manfred Nolte
Desde los albores de la humanidad los individuos utilizaron el trueque de
mercancías para abastecerse de otros productos necesarios entregando a cambio
sus sobrantes de uso no inmediato. Con el paso del tiempo este sistema tosco y
poco divisible llevó a utilizar algunos bienes especiales como medios generales
de pago para facilitar los intercambios, a medida que prosperaba la división del
trabajo. Bienes de alto valor en relación a su volumen, suficientemente
disponibles, fácilmente almacenables, transportables, divisibles, inalterables e
imperecederos. De esta manera surgió el dinero, desde la obsidiana de Anatolia
en 12.000 a.C. pasando por los metales preciosos en pepitas o lingotes, hasta la
acuñación por troquelamiento, que se erige en el sistema moderno de
funcionamiento, previo al actual.
Hasta fechas relativamente recientes las monedas valían su valor intrínseco,
esto es, el valor de mercado del metal precioso que contenían. Valor facial y
valor intrínseco eran una misma cosa. En la actualidad son los gobiernos
quienes establecen y controlan el dinero de curso legal, también llamado
‘fiduciario’, ya que los ciudadanos ‘tienen fe’ en un trozo de papel o a monedas
fraccionarias sin valor intrínseco, por el aval del Gobierno y sus autoridades
monetarias que regulan su emisión buscando el equilibrio del sistema de pagos
y la economía del país. A este tipo de dinero (y solo a este tipo, con exclusión del
dinero contable o escritural) hace relación el título de la columna, en particular
a las monedas de uno y dos céntimos de euro actualmente en circulación en los
19 países que componen la Eurozona y algunos pequeños Estados más.
Resulta que en el caso de las dos monedas alevines de la serie del euro el valor
intrínseco es superior al valor facial o de cambio. Desde que se introdujera el
euro en el año 2002, se han acuñado ya 46.000 millones de monedas de 1 y 2
céntimos equivalentes a un total de 137 monedas por persona. El material
elegido para su producción fue el cobre. Desde entonces, este material ha
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visto aumentado su precio en un 425%, lo que ha disparado el coste de
fabricación de las monedas. Concretamente, el coste de acuñar una moneda de 1
céntimo es 1,65 céntimos, mientras que el de acuñar cada moneda de 2 céntimos
es de 1,94 céntimos, según asegura la Comisión Europea. Para un valor de las
monedas de aproximadamente 714 millones de euros los sobrecostes de
producción ascienden a 1.400 millones de euros. Dadas las cifras que se
manejan a nivel agregado de la Eurozona el despilfarro puede considerase
calderilla(valga la redundancia), pero la tolerancia a una incongruencia
manifiesta y el posible destino a otros fines productivos o sociales de las
cantidades dilapidadas, aviva el debate de su continuidad en el seno de los
países que la utilizan.
Algunos ya han eliminado las monedas de uno y dos céntimos. Éste es el caso de
Bélgica, Finlandia u Holanda (y en estos días Irlanda) donde no se acuñarán
nuevas monedas de las denominaciones referidas, aunque continuarán siendo
de curso legal y bajo un régimen voluntario y consensuado.
El principal recelo de la población se refiere al riesgo inflacionista que puede
existir con la desaparición de los céntimos. Dado que los precios se redondearán
a cero o cinco céntimos se teme que todos los redondeos se efectúen al alza con
las consecuencias inflacionistas consiguientes. Sin embargo, los estudios
realizados en España estiman casi despreciable el impacto, limitando la
inflación inducida a una horquilla de entre el 0,1 y 0,11 por ciento, casi
insignificante.
Dos argumentos principales sugieren que la eliminación de la pequeña calderilla
no tendría efectos inflacionistas. En primer lugar la previsible reducción de los
‘precios sicológicos’ o precios reclamo, aquellos que tratan de evitar la unidad de
euro superior. En ausencia de céntimos, lo más normal es que el precio
sicológico de 4,99 se redondee por defecto a 4,95 antes que por exceso a 5 euros.
En segundo lugar, el efecto del ‘precio efectivo’. Aunque los comerciantes
devuelven el cambio exacto a los clientes, estos apenas utilizan estas
monedas para pagar sus gastos. Los ciudadanos las manejan como piezas sin
valor y no las reintroducen en los canales de pago. Céntimo y dos céntimos
acaban acumulándose a las propinas de los bares, se ingresan en la hucha del
nieto o duermen en un cajón olvidado.
Adicionalmente alguno de los países arriba citados ha adoptado la supresión de
céntimos mediante el “redondeo sueco”. Consiste este en que cualquier precio
finalizado en 1, 2, 6 y 7 céntimos se redondea hacia abajo, por ejemplo. Y
cualquier precio finalizado en 3, 4, 8 y 9 céntimos se redondea hacia arriba. Esta
regla no se aplica sobre cada producto, sino sobre el total de la compra y solo si
se paga con efectivo. Si el pago se realiza con tarjeta o cualquier otro medio
telemático, se tendrá en cuenta el importe real, no el ajustado. Aparentemente
este “redondeo sueco” apenas afectaría a los precios.
Entre dimes y diretes, desde Bruselas, (web Bruselas:
http://ec.europa.eu/transparency/regdoc/rep/1/2013/ES/1-2013-281-ES-F1-
1.Pdf ) que asiste sonrojada a una caso flagrante de dispendio e ineficacia se
barajan cuatro posiciones alternativas, que tienen, cada una de ellas, sus
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partidarios y sus detractores. Son las siguientes. Consiste la primera en no
introducir ningún cambio, lo que seguiría suponiendo un mini escandalo de
gestión, grandes pérdidas económicas, a cambio de no alterar los hábitos de los
consumidores. La segunda se refiere a ahorrar costes de producción, utilizando
otros metales más baratos incurriendo en un proceso de fabricación mas
eficiente. La tercera sería la más drástica: retirarla de golpe fijando unas reglas
comunes de redondeo. La última consistiría en una transición gradual, de tal
manera que los consumidores pudiesen habituarse paulatinamente a la
supresión de estas monedas y modificar paulatinamente sus hábitos. Es el caso
recientemente adoptado por Irlanda donde la iniciativa es voluntaria aunque las
monedas de 1 y 2 céntimos seguirán siendo de curso legal y los consumidores
tendrán el derecho de exigir la devolución del cambio exactosi lo desean.
Una anécdota final: Según el Centro Español de la Información del Cobre,
retirarlas serviría para recuperar más de 7.000 toneladas de cobre con el que se
podría equipar más de 260.000 viviendas con tuberías, colocar en más 230.000
hogares instalaciones eléctricas o poner 575.000 equipos de energía solar en
casas. Claro que la Real Casa de la Moneda tendría la última palabra sobre su
aplicación y destino.