Los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) serán aprobados por 193 líderes mundiales y contemplan 17 objetivos y 169 metas para erradicar la pobreza, reducir la desigualdad y combatir el cambio climático en los próximos 15 años. Los ODS buscan mejorar donde fallaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), pero algunos critican que los ODS son demasiado ambiciosos e ideales, carecen de un claro plan de financiamiento, y no definen bien el modelo de gobernanza entre
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LOS NUEVOS OBJETIVOS DEL DESARROLLO GLOBAL.
Manfred Nolte
A lo largo de este próximo fin de semana, Naciones Unidas celebrará en Nueva
York el 70 aniversario de su fundación. Tal efeméride bastaría para reflexionar
acerca de esta Institución internacional y de su excepcional contribución –no
exenta de espesas sombras- a la innovación política en el siglo XX y en lo que va
del XXI. No es ese el tema de hoy aunque haya alguna breve mención al asunto.
La cabecera del artículo se refiere a otro tema capital. Dos días antes de la
Asamblea General tendrá lugar la mayor concentración de Jefes de estado y de
gobierno de la historia de Naciones Unidas. Será el momento elegido por los
líderes mundiales para la aprobación de los nuevos objetivos de desarrollo
sostenible (ODS), la llamada ‘Agenda para el desarrollo post- 2015’.
El 25 de septiembre de 2015, 193 máximos dirigentes del planeta se
comprometerán con 17 Objetivos Mundiales con 169 metas, contempladas por
una generación llamada a afrontar tres retos extraordinarias en los próximos 15
años. Ser la primera en erradicar la pobreza extrema y acabar con la desigualdad
y la injusticia y la última en sufrir la amenaza del cambio climático. Los
objetivos mundiales podrían lograr estas cosas. En todos los países. Para todas
las personas. Se trata del gran programa sucesor de los ocho Objetivos de
Desarrollo del Milenio(ODM) que fueron aprobados por la Asamblea General en
septiembre de 2000 y cuyo plazo vencerá en diciembre de este año.
Los pasados ODM han representado –en palabras de Ban Ki-Moon- “la más
eficaz iniciativa mundial jamás acometida para la reducción de la pobreza”. Bajo
su supervisión y la del anterior secretario General Kofi Annan, los ODM han
logrado avances espectaculares en los campos de la reducción de la pobreza, la
salud pública, la escolarización, la igualdad entre los sexos en la educación y
otros más.
A nivel global el porcentaje de gente que vive en la pobreza extrema se ha
reducido a la mitad. La proporción de personas con ingresos inferiores a 1,25
dólares al día cayó del 47% en 1990 al 14% en 2015. Aproximadamente 900
millones de personas menos viven en condiciones de pobreza extrema que en
1990(fecha de referencia para los objetivos). Se suman a ello los avances en
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otros capítulos: 1.200 millones de seres más beben ahora agua potable, hasta el
89% de la población mundial frente al 76% anterior. En los últimos diez años la
tasa de paludismo ha disminuido un 25%, salvando 1,1 millones de vidas.
Simultáneamente, se han evitando 3,3 millones de víctimas por malaria y 22
millones más por la tuberculosis. En cuanto a la educación, la tasa de niños sin
escolarizar cayó casi a la mitad: de 102 millones a 58. Y la mortandad de los
niños de menos de 5 años ha caído igualmente a la mitad.
¿Qué cabe decir del capítulo de fracasos? Tal vez el principal desengaño se
derive de la percepción de que los mismos éxitos son insuficientes y en todo
caso relativos. Si consideramos las personas que viven con menos de 2 dólares
al día (60 dólares al mes) los resultados son escalofriantes, puesto que al día de
hoy más de 2.400 millones de personas se encuentran bajo dicho nivel mínimo
de supervivencia. Los éxitos relativos se concentran en China y la India por lo
que si excluimos los avances obtenidos por estos dos países y dirigimos nuestra
mirada al África Subsahariana o al Asia Occidental, los datos que se nos
presentan son desoladores. En esas regiones no ha existido avance, sino quizá
retroceso. Además, a otros 1.000 millones de personas les sigue faltando de
agua potable, 1.600 millones no tienen acceso a la electricidad, 3.000 millones
no cuentan con servicios de saneamiento adecuados y la cuarta parte de los
niños y niñas de los países en desarrollo están insuficiente e inadecuadamente
alimentados. Ochocientas madres mueren diariamente en el sur por causas
prevenibles relacionadas con el embarazo y el parto. Adicionalmente, se
encarama a la lista de las penalidades globales la funesta utilización de los
recursos naturales, la contaminación atmosférica y el calentamiento global.
El nuevo Plan de desarrollo representa una mejora significativa en comparación
con las Metas del Milenio, pues reconoce la compleja relación entre la
sostenibilidad de los servicios del ecosistema, la erradicación de la pobreza, el
desarrollo económico y el bienestar humano. De ahí que el nuevo consenso se
traduzca en unos ‘Objetivos de desarrollo sostenible’. Por otra parte, la nueva
agenda es única, universal y contiene objetivos y responsabilidades para todos
los países del mundo, incluidos los ricos y desarrollados.
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¿Cuales son las grandes objeciones inicialmente lanzadas a la nueva propuesta
de los ODS? Las reduciremos a tres.
1.-Idealismo: Un proyecto vago y aspiracional, una ambición aplaudible pero
desmesurada. Los ODS han registrado una explosión en el número de
objetivos(de 8 a 17) y de metas(de 18 a 169) tan amplios y envolventes que
abarcan a la totalidad de las variables sociales políticas y económicas influyentes
en la problemática del desarrollo del sur. Una concentración de objetivos haría
el plan más realista y viable. William Easterly, profesor de la Universidad de
Nueva York y referente mundial en desarrollo ha expresado que “los ODS son
una vaga colección de tópicos que fracasará en todos los frentes. Me hacen
sentirme bastante nostálgico de los ODM.” La indefinición alcanza a la
valoración de indicadores y a modos y criterios de seguimiento. Solo el 29% de
los ODS están correctamente desarrollados, y en muchos se observa ausencia de
cuantificación y aún contradicciones como reconoce ‘The International Council
for Science’, una fabrica de ideas con sede en Paris, cuyos miembros son 122
organizaciones científicas nacionales que representan a 142 países. Y aun queda
por desarrollar el conjunto de indicadores que requerirán de una exquisita
minuciosidad en la recogida de datos, fiabilidad, información de alta calidad y
los mejores medios tecnológicos para la evaluación del progreso de metas y
objetivos.
2.-Indefinición en las fuentes de financiación del proyecto: El plan deberá pasar
de los ‘millardos’ (miles de millones) de los ODM a los billones necesarios
aunque inalcanzables de los ODS. En un entorno de menor crecimiento global e
intereses nacionales dispares los gobiernos han mostrado poco apetito para
financiarlos, y la reunión de Naciones Unidas en Adís Abeba este verano
escuchó palabras grandilocuentes pero comprometió pocos recursos adicionales
para ayudar a los países más vulnerables. Se citan los tradicionales cauces de la
ayuda oficial al desarrollo junto a fondos privados, a través de las asociaciones
mixtas que la ONU consagra en el ODS 17, así como de procesos, como la
‘Iniciativa de Energía Sostenible para Todos’ o el ‘Mecanismo Global de
Financiamiento’. Junto a ellos fondos internos, obtenidos directamente de las
arcas de países del Sur en desarrollo, además de las reformas fiscales internas y
la abolición de los paraísos fiscales. Perocasi todo está por concretar.
3.-Y en tercer lugar la ausencia de un modelo de gobernanza para las
potenciales asociaciones de actores que inciden en la implementación de los
ODS lo que confiere al proyecto un factor de vulnerabilidad y una merma de
responsabilidad y transparencia. Los ODS llaman a un ‘partenariado’
(asociación) global entre Naciones Unidas y el sector privado para asegurar las
inversiones necesarias estimadas en 2,5 billones de dólares anuales, algo que
recuerda a la ‘Iniciativa de Rediseño Global’ propuesta en Davos en 2012 y que
transformaba a Naciones Unidas en una asociación público-privada en la que
las grandes corporaciones participaban conjuntamente con los Estados en la
gobernanza global. O sea que el llamado empoderamiento (titularidad) de los
ODS abre nuevos caminos pero sin aclarar el como y el cuanto del nuevodiseño.
Jeffrey Sachs, profesor de Harvard, Director del Instituto de la Tierra en la
Universidad de Columbia y Director del ‘Proyecto del Milenio de Naciones
Unidas’ reconoce la dificultad de la implementación del nuevo acuerdo
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histórico: “Los ODS constituyen una agenda extensa y compleja. Que funcione o
no es una cuestión abierta. Pero existe al menos un debate formidable. Y la
percepción de que se trata de un marco sensato. No digo que estemos asistiendo
a un nuevo amanecer, pero al menos los gobiernos del mundo están diciendo
que necesitamos intentarlo”.
Después de 70 años, Naciones Unidas sigue inspirando a la Humanidad, y los
ODS plasman un deseo irreversible de hacer del planeta un lugar más justo,
habitable y solidario. Aunque, como ha resumido Jason Kickel, tal vez el
problema resida en que los nuevos ODS de Naciones Unidas intentan salvar el
mundo sin transformarlo.