1. PESIMISMO O CAUTELA.
Manfred Nolte
Hay quien contemplando a un perro mover la cola es capaz de interpretar que, en
realidad, es la cola la que agita al can. Similar inconsistencia se encuentra en la
conocida historia de Pedro y el lobo, pero en versión particular, y es que, a
diferencia de lo sucedido en la fábula, el lobo nunca apareció para devorar las
ovejas, sino que la acumulación de falsas alarmas condujo finalmente a los
lugareños del cuento a cambiar pastores, mover apriscos y modificar conductas,
de tal manera que los excesos de sus imaginaciones condujeron a análogos
sinestros que los que hubiera causado el animal en un ataque real.
Nos acecha día a día un sentimiento de creciente pesimismo económico que
puede acelerar los problemas de una coyuntura por la que transitamos
gradualmente a la baja. Ya se ha dicho hasta la saciedad que las economías
centrales, entre ellas España, se encuentran en desaceleración. Pero ello no obsta
para que sigan registrando valores macroeconómicos alejados de la crisis,
relativamente sanos y robustos: baja inflación, crecimientos de PIB positivos y
empleo en recuperación, e incluso -en países como Alemania o Estados Unidos-
en máximos históricos.
Si el pesimismo económico llegase a ser apreciable y sostenido provocaría lo que
en la jerga económica se define como una ‘profecía autocumplida’. El sociólogo
Robert Merton, a quien se atribuye la expresión, la definió hace ya tiempo, en
1948, de la siguiente manera: “Una profecía autocumplida es una predicción que
se convierte en realidad, debido a la influencia positiva entre la creencia y el
comportamiento. La profecía autocumplida es, al principio, una definición falsa
de la situación que evoca un nuevo comportamiento, que hace realidad la falsa
concepción original. Esta validez de la profecía autocumplida perpetúa un
reinado de error.” El filósofo Karl Popper en su obra ‘La pobreza del Historicismo’
la denomina ‘efecto Edipo’, “porque el Oráculo jugaba un papel determinante en
la secuencia de eventos que llevaban a la realización de la profecía. Durante un
tiempo pensé que el efecto Edipo era tema exclusivo de las ciencias sociales. Pero
hasta en la biología, las expectativas a menudo juegan un papel de atraer al
presente lo que solo es una expectativa.”
2. Es cierto que el pesimismo debe su recrudecimiento, en buena medida, a hechos
objetivos. Los mercados financieros han mostrado en 2018 una volatilidad
notable y en particular las bolsas de valores pueden haber culminado la fase
alcista del ciclo, en particular las bolsas americanas. El S&P está registrando el
peor diciembre desde la gran crisis de 1931. La incertidumbre se cierne sobre
todas ellas. Salvo un rally de fin de año, absolutamente improbable, todos los
parqués del planeta cerrarán 2018 en negativo, con porcentajes significativos en
Shanghái y Atenas (-25%), Turquía (-22%), Frankfurt (-18%) y un número
importante en torno al -15%, entre ellos Madrid. Sin embargo, correcciones del
20%, no abruptas, indicadoras de cambio de ciclo, son siempre dolorosas, pero
no deberían teñir de pesimismo inmovilista el panorama de la economía real.
Estas correcciones tienen en cuenta que la economía productiva se desacelera y
que los beneficios empresariales recortan su tasa de crecimiento, un 4,4% para la
Eurozona frente al 10% estimado a principios de año. En Estados Unidos una
desaceleración desde el 21% de incremento de las ganancias en 2108 a un solo
dígito en 2019.
Las políticas de reducción de liquidez de la FED y del BCE al proceder a la venta
de sus balances de Bonos también inquietan al mercado. En general los modelos
de las grandes casas de análisis sugieren un riesgo creciente de recesión en el
tiempo, pero su limitado porcentaje no debe arrastrarnos a una inquietud
temerosa. Los grandes problemas están ahí y oscilan en su intensidad de una
semana a otra: El retorno notable a proteccionismos y nacionalismos, el pulso
sino-americano, el Brexit, Italia, los chalecos amarillos, el adiós de Draghi, las
crecientes posiciones de gobiernos anti europeístas, el precio del crudo y de las
grandes monedas-vehículo, a los que se agregan los problemas peculiares de cada
zona y de cada país. En nuestro caso, entre muchos otros, la menor demanda de
bienes y servicios con origen en la Eurozona y la inestabilidad política que
produce el insoportable fiasco de Cataluña.
Pero aun así y todo, a pesar de las nubes que se divisan en el horizonte,
admitiendo que a medio plazo se avecina el cambio de ciclo productivo, las
variables fundamentales en las economías centrales y emergentes se sostienen y
gozan de una aceptable estabilidad. Demos las cifras por conocidas.
La conclusión es que no debe cederse a un pesimismo que anticipe siniestros que
no responden a la realidad de hoy. El pesimismo irracional debe ceder la
iniciativa a su hermana más aventajada que es la cautela, una estrategia activa y
vigilante que tiene en cuenta la dificultad de navegar en escenarios inciertos, pero
sin rendirse.