1. FISCALIDAD COMPETENTE
Manfred Nolte
Es más que previsible que en al año que acaba de debutar, 2022, el Gobierno de
la nación elabore la enésima propuesta de reforma fiscal para su implementación
en 2023. A tal fin, en abril de 2021 convocó un equipo de 17 llamados expertos o
sabios para que, de aquí a un mes, en el próximo mes de febrero entregue un
documento de recomendaciones orientado a la referida reforma de nuestro
sistema tributario. Aunque el proyecto mire permanentemente por el retrovisor
a los comicios de mayor o menor ámbito geográfico que tengan próximamente
lugar, y de esta manera la agresividad de las medidas tenga siempre en cuenta su
potencial coste político, la realidad es que detrás de la referida reforma
sobrevuela la utopía beligerante del ala más radical del ejecutivo -y de algunos
otros moderados oportunistas- para subir los impuestos del país a niveles
utópicos en los que se sitúan otras economías privilegiadas de nuestro entorno,
teniendo en cuenta el parámetro de la presión fiscal, pero olvidando otros
elementos de asimilación esenciales.
La expectación despertada por el documento que verá la luz en febrero próximo
nos aconseja a volver sobre algunos aspectos del siempre espinoso y
controvertido tema de la fiscalidad, en evitación de frustración de unos y males
mayores para otros.
En una economía occidental y moderna como la española nadie discute la
necesidad ineludible de la existencia de una tributación coactiva acorde y
congruente con el conjunto del ‘corpus’ económico que posee la nación. Tiene este
su tratamiento en la Constitución española y su carácter no solamente es el del
sostenimiento de los gastos públicos presupuestarios -que se erige en central-
sino también de otras finalidades extrafiscales. El presupuestopúblico tiene una
2. vital función orientadora de la economía de un país promoviendo su acción
multisectorial beligerante.
Ejemplo de objetivos extrafiscales lo constituye el de la redistribución de la renta
donde el impuesto adquiere el carácter de estabilizador automático, al sujetarse
a la proporcionalidad de la renta generada por cada contribuyente. Un tercer
objetivo es su utilización como herramienta disuasoria buscando la mayor
eficiencia de la economía. Esta finalidad extrafiscal persigue desincentivar
actividades que se consideren nocivas o bien en estimular actuaciones
protectoras admitiendo que determinados impuestos especiales, por ejemplo,
sobre el tabaco, pueden cumplir un fin social erigiéndose el tributo en
instrumento de la política sanitaria. Los tributos que pagan los contribuyentes
por este concepto retornan a la comunidad bajo la forma de otras iniciativas
sociales. Un cuarto fin es el de la política económica anticíclica en periodos de
crisis, para aliviarla y si es posible revertirla, aunque rara vez se hace apelación a
la elevación de los impuestos o se realiza esta con extrema cautela.
No siempre se logran estos objetivos, por mala praxis o por falta de recursos,
dando entrada el tesoro de la nación al endeudamiento público que -si es
desmesurado- puede afectar a la progresividad y a la eficiencia del sistema
tributario.
Pero en lo que ahora nos concierne, el mayor de los errores se sitúa en el afán
utópico y desmedido de elevar sin tino ni realismo la recaudación aludiendo al
criterio de otros países que registran una proporción de impuestos a PIBsuperior
a la nuestra.
En una encuesta del CIS del verano de 2020, a la pregunta de “¿Diría Vd. que lo
que los españoles pagamos en impuestos es mucho, regular o poco?, el 84,5%
entendió que ‘regular o mucho’ y solo el 10,1% contestó ‘poco’. Y ello entre otras
razones porque el estado no se lo merece. De ahí que señaláramos al principio de
estas líneas que ‘nuestra tributación coactiva debía ser acorde y congruente con
el conjunto del ‘corpus’ económico que constituye la nación’, aludiendo al retorno
del estado, a su eficiencia y a su nivel de corrupción. De hecho, en la encuesta
citada un alto porcentaje de los encuestados manifiesta que se pagan impuestos
en demasía.
De ahí la calificación de desnortada y sin fundamente la pretensión del gobierno
de una elevación brutal de la presión fiscal.
ESFUERZO FISCAL(en la fecha de la encuesta) Su contenido se enlaza
directamente con las pretensiones del gobierno, desnortadas y sin fundamento,
de subir 5 puntos de PIB en impuestos, aunque ello no implique que ‘en abstracto’
a todos nos halagaría figurar en la cúspide de los países de mayor tributación.
Y ello porque las fantasías del Gobierno se construyen sobre un índice, la
presión fiscal (Impuestos/PIB) poco representativode la equidad de un sistema
fiscal. La equidad tributaria nos remite al concepto alternativo de esfuerzo fiscal,
que es igual a la presión fiscal dividida entre el PIB per cápita. La idea es que a
3. alguien que gana 100, pagar la mitad de sus ingresos como impuestos le supone más
esfuerzo que a alguien que gana 200.
Para entenderlo mejor basta comparar el ‘esfuerzo fiscal’ de un danés cuya
presión media fiscal (45,4%) sobre la ‘renta per cápita’ danesa (52.000
euros/año) es inferior al ‘esfuerzo fiscal’ del contribuyente español cuya presión
media (35,8%) gira sobre la ‘renta per cápita’ española (24.000 euros/año). La
renta disponible de un danés (28,392 euros) siempre será superior a la de un
español (19.800 euros), aunque su presión fiscal sea superior. Adicionalmente,
no puede obviarse aquí la extrema incompatibilidad que representan países con
paros del 17% (España, en series de 20 años) e inferiores al 5% (Dinamarca).
Estos datos son previos a la pandemia. El indicador de esfuerzo fiscal obtenido
en 2021 se sitúa un 11% por encima de los niveles observados antes de la
pandemia, aunque la economía sigue un 6% por debajo del PIB de hace dos años.
Aunque la presión fiscal española (35,8%) se sitúa en una zona media/baja entre
los países centrales, su ‘esfuerzofiscal’ está a la cabeza de la tabla comparativa de
países.
Mientras Alemania -el nuevo ministro de Finanzas alemán ha expresado su
intención de reducir en 30.000 millones de euros los impuestos que pagan los
alemanes-, nosotros vamos en sentido contrario a la historia.
Posibles desatinos del gobierno, como los que se pretenden cometer, solo se
explican por el repetido y desafortunado trueque mental de priorizar la ideología
y poner poca o nula atención en la competencia y en la racionalidad.