1. Eurolandia bien valía una misa.
Manfred Nolte
Se atribuye a Enrique IV de Francia la célebre frase „Paris bien vale una
misa‟(„Paris vaut bien une messe‟), cuando fracasadas las vías políticas para
sortear el veto de Felipe II y de la Liga católica a su acceso a la corona gala dada
su fe calvinista, abrazó el catolicismo para alcanzar el trono un 25 de julio de
1593. Parece claro que el cambalache de religiones no respondía a una
convicción sincera, pero en todo caso los fines perseguidos se reputaron por el
monarca de mayor relevancia pública que la simulada reclusión de su
conciencia y la historia acabó reconociendo en el gesto oportunista un acto de
realismo político. Enrique IV es considerado por los estudiosos como uno de los
gobernantes sobresalientes del país vecino, volcado en mejorar las condiciones
de vida de sus súbditos. Se dice que esta fue su insobornable prioridad.
Relato similar cabe atribuir, cambiando lo que haya que cambiar, al Presidente
del Banco Central europeo, cuando el 26 de julio de 2012, con el proyecto de la
zona euro tambaleándose ante la inminente quiebra financiera de la economía
española –la cuarta del continente- decidió abandonar las tradiciones
reduccionistas, meramente antiiflacionarias, del Organismo emisor europeo y
acometer –no sin riesgo estatutario- una serie de proclamas ajenas a la
ortodoxia proverbial profesada por el eurosistema bancario.
Las manifestaciones de Mario Draghi en aquella fecha, por las que la Institución
que representaba haría “todo lo necesario” para preservar el euro, con el
amenazante alegato final “créanme: será suficiente” no solo abrieron un tiempo
de cambio profundo en la interpretación de los cometidos del Banco Central
Europeo, sino que auparon de las cuerdas del ring el cuerpo inerme de la
economía española, en K.O. técnico, y con ella el controvertido proyecto del
euro, vapuleado a su vez por una crisis multifactorial sin solución precisa. Como
no podía ser de otra manera, frente a la expectativa de todos y el escepticismo
de muchos, los primeros rechazos procedieron del grupo formado por Alemania
y sus „halcones‟. Para justificar el nuevo talante, en un comunicado del 2 de
agosto, el guardián del euro denunciaba de oficio “la severa disfuncionalidad en
la formación del precio de los mercados de bonos de la eurozona”: primas
excepcionalmente altas en los precios de los bonos soberanos de algunos países
y una fragmentación financiera que impiden el normal funcionamiento de la
política monetaria. “Las primas de riesgo relacionadas con el temor a la
reversibilidad del euro son inasumibles y deben de ser encaradas de un modo
drástico”.
Semanas antes, el 9 de junio de 2012, el Eurogrupo declaraba haber sido
informado de que las autoridades españolas iban a presentar en breve una
solicitud formal de ayuda financiera, que acogían de manera favorable. El 20 de
Julio del mismo año el estado español y el Fondo de Rescate europeo firmaban
el „memorando de entendimiento‟ que articulaba un préstamo de hasta 100.000
millones de euros sujeto a 32 estrictas condiciones „urgentes‟ dictadas por un
triunvirato de instituciones, Comisión Europea, BCE y FMI que los medios
consagrarían como la „Troika‟. El calendario de reestructuración del sector
2. bancario español, se extendía hasta diciembre de 2013, fecha en que el acuerdo
debería estar implementado en su totalidad.
Es justamente la condicionalidad del programa de rescate bancario español lo
que permite a Mario Draghi desplegar el resto de su potencial armamentístico:
el programa de „Transacciones monetarias directas‟ („Outright monetary
transactions‟) por el que el BCE, siempre con la contrapartida de estrictos
ajustes internos en las economías afectadas, se comprometía a la compra
ilimitada de bonos de los referidos emisores en problemas. El gobierno de Rajoy
dedicó semanas a deshojar la margarita de acudir a este nuevo programa, pero
el tiempo comprado que jugó en su favor y la celeridad y rigor aplicados ala
restructuración bancaria inclinaron finalmente la balanza hacia el lado
abstencionista.
Catorce meses después, España se sitúa en una frágil tesitura de estabilidad
relativa, debida a dos factores heterogéneos que se citan aquí en un esfuerzo
simplificador. El primero se refiere a la economía real y se basa en el tirón de las
exportaciones que, a su vez, tiene mucho que ver con la reforma laboral y más
aun con la devaluación interna consiguiente a la sucesiva reducción de los costes
laborales unitarios .
Pero en lo financiero, que hace al núcleo del presente comentario, la superación
de la crisis es mérito mayoritario de la audacia de un banquero llamado Mario
Draghi, que ha saltado al cuadrilátero financiero europeo y gana asaltos solo con
amagar. Claro que los agentes del mercado tienen que creerse las amenazas y
que estas deben de venir tejidas con los atributos que de toda la vida han
acompañado a las políticas de verdad: indefinida en el tiempo, ilimitada en su
cuantía y transparente en los parámetros de su ámbito de aplicación. Mario
Draghi tiene aquella credibilidad que se traslada a los mercados. Es un
revolucionario („game changer‟) y para nuestro país sido el hombre necesario
que se atrevió a complicarse la vida para rescatarnos sin pasarnos la factura,
aunque tan solo fuese porque era la condición necesaria para salvar Eurolandia.
Hoy, la prima de riesgo española se aleja consistentemente del perverso récord
histórico del 24 de julio de 2012 (649 puntos básicos), cotiza a 245 por encima
del „bund‟ alemán, ha batido de nuevo a la deuda italiana y lo que es más
importante ha recortado en unos 5.000 millones de euros el servicio anual de
nuestra deuda exterior.