TEMA: LA DEMANDA , LA OFERTA Y EL PUNTO DE EQUILIBRIO.pdf
(312)long interpretar el estado del bienestar
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INTERPRETAR EL ESTADO DEL BIENESTAR.
Manfred Nolte
La economía es la disciplina que estudia la asignación de recursos escasos con
posibles usos alternativos. Si los bienes fuesen ilimitados no habría necesidad
de administrarlos y si no fueran susceptibles de usos optativos, tampoco. Para
bien o para mal vivimos en un mundo de recursos escasos.
Lo cual remite directamente a la economía del estado del bienestar, lo que a su
vez implica a la sostenibilidad de las cuentas públicas. De esta sostenibilidad y
del crecimiento de la productividad depende básicamente el futuro de la
economía española. Sin crecimiento de la productividad de los factores y sin
unas cuentas públicas sostenibles, el resto de objetivos económicos navegarán
con rumbo incierto, en la estela de la salida de la crisis. Y la realidad es que el
incremento de nuestra productividad es nula y nuestra sostenibilidad fiscal
improbable y amenazada. Hablemos de sostenibilidad fiscal y de la viabilidad
del estado del bienestar.
A estas alturas del debate social nacional no debe quedar duda, en términos
generales de lo que entendemos por gasto social o estado del bienestar. Se trata
del conjunto organizado de sistemas de seguridad social pública, de pensiones,
de transferencias y subsidios y de la financiación y provisión pública de servicios
tales como la sanidad, la educación, el cuidado de niños y mayores y las
prestaciones de desempleo y otras emergencias laborales. Aunque no todos los
países ni todas las ideologías comparten el mismo discurso subyacente, en la
vieja Europa de las conquistas sociales se reputa al moderno estado del
bienestar como una herramienta decisiva para erradicar la penuria económica
entre las minorías desfavorecidas de la sociedad. En determinados países ha
contribuido significativamente a una distribución mas igualitaria de la renta y
la riqueza de sus ciudadanos.
Como el estado del bienestar se financia con los presupuestos públicos son los
impuestos en primera instancia las que deben cubrir el gasto presupuestario en
su conjunto y su componente más importante, el gasto social. En España, el
resto de gastos revisten solo una importancia secundaria. Sucede que con las
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crisis, los ingresos suelen colapsarse y los gastos sociales se multiplican por lo
que el déficit se dispara dando lugar a un mecanismo perverso: la financiación
de gasto corriente mediante la emisión de deuda. Esto es lo que ha ocurrido en
nuestro país a raíz de 2009, momento en que los ingresos fiscales caen en un 6%
del PIB(unos 60.000 millones de euros) y el gasto social se dispara hasta el
limite de provocar una déficit del 11%. Dado que dicho déficit corriente se
financia con deuda, esta alcanza la astronómica cifra del billón de euros.
Antes de hablar de la viabilidad futura del sistema de protección social hay que
hacer inventario de la trayectoria 2008-2015, tratando de evitar auto flagelarnos
innecesariamente por el simple procedimiento de hacer honor a la verdad
reflejada en las estadísticas oficiales. Y es que, si bien es verdad que en 2011 se
produjeron importantes recortes en sanidad, educación y protección social, al 31
de diciembre de 2015 el conjunto de gastos sociales eran superiores a los
registrados en vísperas de la gran crisis, en 2007, todo ello sin contar las
pensiones y el desempleo donde el crecimiento del gasto entre fechas ha sido
notable. De modo que la botella puede interpretarse según la habitual
disyuntiva de medio llena o medio vacía en función del periodo computado.
Entre 2010 y 2015 el déficit publico(¡el déficit, no el gasto!) se redujo del 11 al 5
por ciento, seis puntos porcentuales, equivalentes a unos 60.000 millones de
euros. Pero la comparación con los niveles previos a la crisis es equilibrada y
aun superavitaria. O sea, entre el inicio de la crisis y el día de hoy los gastos
sociales se han mantenido intactos. Una conclusión inmediata es que si ha sido
posible recortar las partidas de gasto entre 2011 y 2015 es porque las subidas
registradas entre 2003 y 2009 eran ineficientes, y que dichas ineficiencias se
han subsanado parcialmente, o se han compensado con modestas
contribuciones del usuario. Recuérdese también que el recorte del déficit de 6
puntos porcentuales entre 2010 y la actualidad ha tenido lugar mediante una
disminución del gasto del 2,5% y una elevación de los ingresos del 3,5%.
Evolución del Gasto social(2003-2014) en % del PIB. Fuente: FEDEA
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El déficit fiscal español, o sea, en su gran porcentaje, el déficit de las
prestaciones sociales en España, se sitúa en el 5% y aumentando, según las
primeras estimaciones a febrero de 2016. De ese 5, tres puntos corresponden al
servicio de la deuda, con lo que el déficit primario –el más estructural y rebelde-
se halla en el 2%. Simplemente para mantener la nave económica a flote se
estima que España debería computar un superávit primario cercano al 1,5%.
La pregunta del millón es si hemos ido demasiado lejos en nuestro gasto, o
alternativamente nos hemos quedado cortos en la recaudación de los impuestos
que lo financian, o una combinación de ambas cosas. Es muy difícil contestar a
dicha pregunta. Una primera aproximación al tema consistiría en comparar los
gastos en sanidad, educación, y protección social de España con los de los países
de la Unión Europea(UE28).
Las cifras señalan que entre 2006 y 2014 el gasto social total de la UE28 creció
2,6 puntos de PIB pasando del 45,6% al 48,2%, mientras que en España
ascendió 6 puntos de PIB del 38,3% al 44,5%. En ambos años el gasto medio de
la Unión es superior al de España, pero el de nuestro país ha crecido mucho
más, recortando drásticamente las diferencias.
Fuente: FEDEA, 2016
Alternativamente, una importante corriente de opinión se remite a la menor
presión fiscal que se registra en España, alrededor del 34% del PIB, situada en
los puestos de cola del ranking europeo que encabeza Dinamarca con un 50,9%.
Aunque resulta aparentemente convincente, la realidad está enmascarada. En
primer lugar porque dicho porcentaje poco difiere de países como
Alemania(36,1%), Luxemburgo(37%) o la media de la OCDE(34,4%). Pero sobre
todo, debido a que el indicador de la presión fiscal es poco adecuado ya que no
considera el impacto del paro masivo en la estructura de los ingresos del fisco.
¿Es realista comparar la presión fiscal española del 34% con un 27% de
desempleo al de los países centrales que registran tasas de paro meramente
estacionales? España puede registrar una menor presión fiscal pero no un
menor esfuerzo fiscal.
De lo anterior se concluye que si el déficit fiscal debe necesariamente reducirse
queda por realizar un ejercicio inteligente de optimización de los gastos fiscales
renunciando a eslóganes populistas que aspiran más a consagrar el liderazgo de
un estado protector mastodóntico, que a buscar la eficiencia y por lo tanto la
sostenibilidad de los mismos. Sostener el estado del bienestar significa redoblar
su eficiencia desde el presupuesto económico básico de una sociedad
competitiva, colaboradora y responsable, con un crecimiento económico
vigoroso que aumente los ingresos fiscales y con la obsesión permanente por
adelgazar los costes de transformación. Competitividad, crecimiento económico
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y eficiencia organizativa de la vasta construcción de la protección social son los
pilares de su sostenibilidad. Porque las conquistas no solo hay que defenderlas
sino también merecerlas luchando y contribuyendo a su excelencia.