1. EMPRENDIMIENTO Y EMPLEABILIDAD.
Manfred Nolte
El emprendimiento en su doble aspiración para abordar la creación de una
microempresa o adoptar la categoría de trabajador autónomo juega un papel
central en cualquier mercado de trabajo, en los países desarrollados y mucho
más aún en aquellos que no lo son. Refiriéndonos al censo laboral español, y a
pesar de los vaivenes de la crisis, el autoempleo individual o colectivo mantiene
unos registros altamente significativos. A fecha 31 de diciembre de 2014, estaba
compuesto por más de tres millones de trabajadores por cuenta propia
(3.125.806) lo que supone el 18,5 por ciento del total de los trabajadores dados
de alta en la Seguridad Social. De ellos, 1.945.548 son autónomos personas
físicas, de los cuales casi un 20,4 por ciento (398.477) tienen trabajadores
contratados (775.590).
Estructura de empleo por tamaño de Empresa ,2015. Fuente: Comisión Europea.
Conforme señala el registro publicad0 por el Directorio Central de Empresas del
2. Instituto Nacional de Estadística del total de 3,2 millones de empresas, 1,6
millones son personas físicas, es decir, profesionales y autónomos: el 51% del
total de empresas en España, es decir, la mitad del tejido empresarial español
está representado por personas físicas. Si tenemos que clasificar el tejido
empresarial en función del número de trabajadores en España, el 40,5% del
empleo se concentra en microempresas, esto es, empresas de menos de 10
trabajadores, porcentaje que es menor del 20% en países como Alemania o el
Reino Unido. En cambio, la contribución al empleo de las empresas grandes, de
más de 250 trabajadores en España es del 27%, frente al 33% en la Unión
Europea-28, 37,0% en Alemania o 46,1% en Reino Unido.
Pero, ¿es el emprendimiento en pequeña escala una fuente productiva de
calidad o acaso no pasa de ser un remedio temporal y pasivo, una especie de
espejismo con una menguada visibilidad de crecimiento en el medio y aun en el
corto plazo? Una gran parte de la literatura que trata de la competitividad
empresarial alude sobre todo a los recursos, capacidades y conocimientos
específicos de las empresas. Pero otros análisis empíricos ponen el énfasis en el
tamaño. ¿Tan importante es el tamaño empresarial para la transformación
productiva? ¿Y qué incidencia tiene en la creación sostenida de puestos de
trabajo?
Observando aquellos retos específicos que las empresas tienen en función de su
tamaño, podemos indicar que las pequeñas unidades productivas apenas elevan
el nivel de su productividad y son las que mayores dificultades de
competitividad observan. Y una de las derivadas inmediatas de esta
circunstancia – hecho muy significativo- es su escasa empleabilidad. Es uno de
los hallazgos obtenidos en un reciente análisis elaborado por IVIE y la
Fundación BBVA: el emprendimiento en España no ha aportado generación de
empleo neta más allá de la creación del puesto de trabajo de quien abandona la
lista del paro y adopta la decisión de crear un pequeño negocio societario o
autónomo.
El informe destaca que España crea muchas empresas, pero la baja tasa de
supervivencia y el reducido tamaño condicionan su productividad. Para
construir un modelo productivo asentado sobre las mejoras de la productividad,
como es el ideal deseado por todos los modelos económicos, España necesitaría
aumentar la densidad numérica de empleados de su tejido empresarial. En otras
palabras, empresas de mayor tamaño evolucionando desde la multitud de
microempresas de la actualidad. La otra acción inmediata debería orientarse a
la reducción de la elevada mortalidad que sufren las microempresas en sus
primeros años de vida y a la elevada rotación que les acompaña. Mas del 60% de
este tipo de unidades productivas no llega a los cinco años, un fenómeno por
otra parte no muy distinto del que acece en otros países europeos, como
Francia(48%), Italia(54%) o Reino Unido(58%). La supervivencia de los
proyectos emprendedores está muy condicionada por el bajo perfil tecnológico y
formativo de los nuevos empresarios que acometen en su mayoría actividades
de reducido valor añadido. A ello cabe agregar que las nuevas iniciativas llegan
desprovistas de los recursos financieros mínimos para adquirir una talla
generadora de economías de escala.
Según otro influyente estudio sobre idéntica materia titulado ‘Global
3. Entrepreneurship Monitor, España 2014’ el perfil del emprendimiento español
corresponde más por la búsqueda de explotar oportunidades (71%) que por la
pura necesidad, si bien el emprendimiento por necesidad ha aumentado
signicativamente en los años de crisis y carece de una aspiración firme de
crecer. Presenta un sesgo hacia las actividades vinculadas al consumo local
(53%) y se concentran en el sector servicios (70%). Siete de cada diez
manifiestan no tener vocación internacional durante sus primeros 3-4 años de
existencia, lo que contrata con el fuerte deterioro de la demanda doméstica
durante los años de la crisis. Finalmente, el porcentaje de iniciativas de nuevos
negocios impulsadas por empleados desde el interior de sus respectivas
organizaciones (start-ups) muestra una ligera disminución en comparación al
dato observado en 2011.
Otro informe clásico ‘Doing Business’ viene a recordar que el clima de negocio
en España es claramente menos proclive a actividades de emprendimiento en
relación al de países desarrollados y el resto de nuestros socios europeos:
España se sitúa como uno de los países con mayor dificultad para abrir negocios
(por procedimientos y duración), aunque haya mejorado ligeramente en los
últimos anos.
A tenor de estos resultados surge la conclusión inmediata de que las
Instituciones públicas y una normativa agresiva, mucho mas allá de las tímidas
reformas acometidas sobre el emprendimiento, deben orientarse a favorecer el
crecimiento del tamaño empresarial, habida cuenta de la apabullante suma de
argumentos que se apiñan empíricamente a favor de dicha propuesta.
España suele enorgullecerse de ser “un país de pymes”: no en vano, el 73% de los trabajadores
está ocupado en una pyme, mientras que en la Unión Europea ese porcentaje desciende al 66%.
Pero nuestras pymes son como media bastante menos productivas que las de nuestros pares
europeos. Por ejemplo, el número de microempresas (compañías con menos de 10 trabajadores)
asciende en España al 40,5% de total, mientras que en Alemania es menos de la mitad (19,5%).
Más preocupante todavía, sin embargo, es que la productividad de un trabajador en una
microempresa alemana es en promedio un 70% superior al de una española, mientras que entre
las grandes empresas la brecha es inferior al 30%. ¿A qué se debe semejante rémora de
eficiencia entre nuestras pymes?
En España hay aproximadamente 3,5 millones de empresas de las cuales sólo el 0,1% califican
como “grandes empresas” (más de 250 trabajadores). Pese a ser poco más de 3.500 compañías,
proporcionan más de cinco millones de empleos (el 37% del total de empleo privado), han
concentrado el menor porcentaje de despidos durante esta crisis y abonan un salario que es un
45% superior al medio: el propio Instituto Nacional de Estadística constata que “el salario
aumenta con el tamaño de la empresa”, hasta el punto de que las empresas con más de 250
empleados ofrecen un salario que duplica el las compañías con menos de 10 trabajadores (en
2013, 2.667 euros mensuales frente a 1.329 euros). No en vano, según la OCDE, la productividad
de los trabajadores en las grandes empresas de manufacturas, servicios y construcción más que
duplica la productividad de las empresas de hasta diez trabajadores: es esa superior
productividad la que permite sostener esos superiores niveles salariales.
A su vez, esa elevada productividad también permite que apenas 3.500 empresas sean
responsables de generar —de nuevo según el informe Entrepreneurship at Glance 2014 de la
OCDE— el 32% de todo el PIB privado de nuestro país y de concentrar más de la mitad de todas
nuestras exportaciones. Es más, las grandes empresas son mucho más proclives y capaces de
fomentar la innovación de productos, procesos, marketing y organización interna: mientras que
menos del 20% de las pymes invierte en estas materias, más del 50% de las grandes compañías
lo hace.
4. Las ventajas vinculadas al tamaño no sólo se concentran en las grandes empresas de más de 250
trabajadores, sino en las empresas medianas de rango superior (entre 50 y 250 trabajadores):
pese a constituir sólo el 0,6% de las empresas total, proporcionan el 15,2% del empleo y abonan
salaros un 70% superior a las de menos de 10 trabajadores merced a que la productividad de sus
trabajadores casi la duplica. Además, son responsables del 20% del PIB privado y de más del
20% de las exportaciones.
Es decir, existe una clara relación positiva entre tamaño empresarial y actividad exitosa.
POR QUÉ ESPAÑA NECESITA MUCHAS MÁS GRANDES EMPRESAS
ACTUALIDAD ECONÓMICA 27 ENERO, 2015
JUAN RAMON RALLO.