El documento resume las elecciones europeas de 2014, destacando que el debate entre los líderes de los partidos españoles se centró más en ataques políticos nacionales que en temas europeos. También advierte que una baja participación ciudadana podría dar una alta representación a partidos euroescépticos y populistas, poniendo en peligro el proyecto europeo. Finalmente, argumenta que es importante votar para definir la nueva composición del Parlamento Europeo y dirigir a Europa frente a las amenazas de estas formaciones.
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LAS ELECCIONES EUROPEAS 2014.
Manfred Nolte
El debate celebrado en la 1 de Televisión española el pasado jueves día 15 entre
los cabezas de lista a las elecciones europeas Elena Valenciano y Miguel Arias
Cañete sirvió,entre otras cosas, para calibrar quien fue la ganadora y quien el
perdedor, más aun, si cabe, por las desafortunadas declaraciones posterioresdel
ex ministro popular. Contenidos aparte, en el sutil arte de la oratoria leer de
unos apuntes constituye un error capital.
Hasta ahí la dialéctica. Pero como acto de campaña e información al ciudadano
mereció el calificativo dedecepcionante. El doble monólogo inconexo de
descalificaciones aludiendo a herencias nefastas y activos dilapidados orilló el
tema europeo, la importancia de las novedades que se derivan para el
Parlamentode Estrasburgo de la aplicación del Tratado de Lisboa, y finalmente
las consecuenciase implicaciones que la decisión ciudadana de acudir o no
acudir a las urnas el próximo día 25 revisten para el proyecto europeísta. La
pequeña pantallatransmitió la imagen de un ajuste de cuentas, anticipando el
plebiscito de unas próximas elecciones nacionales sometiendo a examen la
gestión del partido actualmente en el poder. Es posible que en los
27Estadosrestantes de la Unión Europea prevalezcan similares circunstancias y
que las elecciones europeas de esta semana ensayen ramplonamente 28
elecciones nacionales. Pero de ser así hay un doble perdedor: Europa y los 507
millones de europeos representadas en los nuevos 751 europarlamentarios
elegidos.
Partimos de una construcción europea que evidencia serias fisuras. Por eso hay
que sanarlas. En particular en la Eurozona, donde milita España, una moneda
única con 18 deudas soberanas diferentes y 18 sistemas fiscales y de
prestaciones diversas, no puede funcionar coherentemente. Los países de la
eurozona han decidido compartir su soberanía monetaria, y por lo tanto
renunciar a las armas de las políticas económicas y financieras nacionales. Pero
sin el desarrollo de nuevos instrumentos económicos, financieros, fiscales y
presupuestarias comunes las disparidades se ahondan y perpetúan. Al día de
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hoy el desempleo en los países periféricos es tres veces mayor que en el norte.
La relación deuda a PIB es de casi un 50% superior y la fragmentación
financiera conduce a que los costos de endeudamiento para las empresas del sur
de Europa sean 250 puntos básicos más altos que para las empresas del norte.
Aquí entra de lleno la actualidad e importancia del Parlamento Europeo.
Europa ha supuesto la consolidación de las democracias nacionales, el vuelco de
colosales sumas de ayudas de cohesión hacia la periferia y una ola de progreso
inusitada durante la llamada década moderada. La lógica apunta al rearme de
las políticas comunes con un escenario final de mayor integración y equidad
entre países. Un eurodesconocimiento generalizado está jugando un papel
corrosivo en la construcción de la nueva gobernanza europea. Debe recordarse
que la aspiración central de mayor equilibrio democrático en las Instituciones
europeas ha incrementado los poderes de su Parlamento en cada nuevo
Tratado. A partir del Tratado de Lisboa, el Europarlamento tiene un poder
legislador paritario con los Gobiernos representados en el Consejo Europeo. La
práctica totalidad de las iniciativas comunitarias requieren su aprobación o
visto bueno. Origina o influye en más del 50% de las normativas que se
despachan en sus países miembros y se ha dotado de nuevos poderes en la
aprobación del Presupuesto de la Unión, donde se incluye la asignación y
distribución de los ingentes fondos de ayudas públicas. De igual manera, el
Tratado de Lisboa prevé por primera vez para los presentes comicios una
elección „indirecta‟ del Presidente de la Comisión –el sustituto de Durao
Barroso- por la que la propuesta del Consejo Europeo deberá ser ratificada por
el Parlamento Europeo, “teniendo en cuenta el resultado de la elecciones” a
dicho Parlamento.
Acudir a las votaciones del próximo domingo es una acto de afirmación
democrática frente al Euroescepticismo. Si ello no bastara, hay que apelar a la
conciencia del voto útil para definir la composición del nuevo espectro
parlamentario y la futura dirección de Europa, crecientemente amenazada por
las formaciones populistas y eurófobas de distinto significado. No se trataría ya
de replicar unos plebiscitos nacionales para extraer consecuencias domésticas
del reparto de fuerzas, sino de ejercitar la vocación europeísta de los partidos
que lo profesan y evitar que los enemigos declarados del proyecto europeo
logren una alta representación que hagan tambalear sus cimientos. Estos van
desde la extrema izquierda, como Syriza en Grecia o Izquierda Unida en España,
a la extrema derecha, como el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia, el
Partido para la Libertad de Geert Wilders en Holanda, Amanecer de oro en
Grecia o el Partido Popular danés, un movimiento antieuropeo y xenófobo que
desea “afirmar la independencia de Dinamarca y garantizar la libertad de sus
ciudadanos dentro de su propio país”. En Gran Bretaña crece el UKIP de Nigel
Farage, y florecen en Italia el Movimiento 5 Estrellas del cómico Beppe Grillo y
la Liga del Norte. La mayoría de los países de Europa Central y Oriental tienen
partidos populistas, algunos abiertamente racistas.
Una participación ciudadana inferior al 43% registrada en 2009 erosionará
seriamente la credibilidad del Parlamento de la Unión. Las encuestas así lo
vaticinan. A seis días de las elecciones es probable que con la baja tasa de
participación referida,el conjunto de partidos euroescépticos alcance casi un
tercio de los 751 escaños en liza. Es evidente que si los fundadores de la Unión,
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Schuman, Monnet, Adenauer o Spinelli resucitaran de sus tumbas no darían
crédito al panorama descrito.
ANEXO.
Porcentaje de voto en las elecciones de 2009 y predicción de voto para las de 2014.