El documento presenta 5 cuentos cortos. El primero se titula "Los 4 amigos" y narra las aventuras de 4 animales diferentes que se ayudan mutuamente. El segundo cuento se llama "El Hipopótamo Cantor" y trata sobre un hipopótamo envidioso que intenta cantar. El tercer cuento es "Las Arrugas" y habla sobre una niña que aprende lecciones de vida de las arrugas de su abuelo. El cuento número 4 es "El Árbol Mágico" y presenta a un niño que encuent
9. Uno era un simpático
ratón que destacaba por
sus ingeniosas
ocurrencias. Otro, un
cuervo un poco serio pero
muy generoso y de buen
corazón. El más elegante
y guapo era un ciervo de
color tostado al que le
gustaba correr a toda
velocidad.
Para compensar, la cuarta
de la pandilla era una
tortuguita muy coqueta
10. Como veis, no podían
ser más diferentes
unos de otros, y eso, en
el fondo, era genial,
porque cada uno
aportaba sus
conocimientos al grupo
para ayudarse si era
necesario.
11. En cierta ocasión, la
pequeña tortuga se
despistó y cayó en la
trampa de un cazador.
Sus patitas se quedaron
enganchadas en una red
de la que no podía
escapar. Empezó a
gritar y sus tres
amigos, que estaban
descansando junto al
río, la escucharon.
12. El ciervo, que era el que
tenía el oído más fino,
se alarmó y les dijo:
¡Chicos, es nuestra
querida amiga la
tortuga! Ha tenido que
pasarle algo grave
porque su voz suena
desesperada ¡Vamos en
su ayuda!
13. Salieron corriendo a
buscarla y la encontraron
enredada en la malla. El
ratón la tranquilizó:
– ¡No te preocupes, guapa!
¡Te liberaremos en un
periquete!
Pero justo en ese momento,
apareció entre los árboles
el cazador. El cuervo les
apremió:
– ¡Ya está aquí el cazador!
14. El ratón puso orden en ese
momento de desconcierto.
– ¡Tranquilos, amigos, tengo
un plan! Escuchad…
El roedor les contó lo que
había pensado y el cuervo y
el ciervo estuvieron de
acuerdo. Los tres
rescatadores respiraron muy
hondo y se lanzaron al
rescate de urgencia, en plan
“uno para todos, todos para
uno”, como si fueran los
famosos mosqueteros.
15. ¡El cazador estaba a
punto de coger a la
tortuga! Corriendo, el
ciervo se acercó a él y
cuando estuvo a unos
metros, fingió un
desmayo, dejándose
caer de golpe en el
suelo. Al oír el ruido, el
hombre giró la cabeza y
se frotó las manos:
16. – ¡Qué suerte la mía!
¡Esa sí que es una buena
presa!
Lógicamente, en cuanto
vio al ciervo, se olvidó
de la tortuguita. Cogió
el arma, preparó unas
cuerdas, y se acercó
deprisa hasta donde el
animal yacía tumbado
como si estuviera
muerto. Se agachó
sobre él y, de repente,
el cuervo saltó sobre su
17. De nada le sirvió el
sombrero que llevaba
puesto, porque el pájaro
se lo arrancó y empezó
a tirarle de los pelos y a
picotearle con fuerza
las orejas. El cazador
empezó a gritar y a dar
manotazos al aire para
librarse del feroz
ataque aéreo.
18. Mientras tanto, el ratón
había conseguido llegar
hasta la trampa. Con
sus potentes dientes
delanteros, royó la red
hasta hacerla polvillo y
liberó a la delicada
tortuga.
19. El ciervo seguía tirado
en el suelo con un ojito
medio abierto, y cuando
vio que el ratón le hacía
una señal de victoria, se
levantó de un salto, dio
un silbido y echó a
correr. El cuervo, que
seguía atareando al
cazador, también captó
el aviso y salió volando
hasta perderse entre
los árboles.
20. El cazador cayó de
rodillas y reparó en que
el ciervo y el cuervo se
habían esfumado en un
abrir y cerrar de ojos.
Enfadadísimo, regresó a
donde estaba la trampa.
21. –¡Ese pajarraco me ha
dejado la cabeza como
un colador y por si
fuera poco, el ciervo se
ha escapado! ¡Menos
mal que al menos he
atrapado una tortuga!
Iré a por ella y me iré
de aquí cuanto antes.
22. ¡Pero qué equivocado
estaba! Cuando llegó al
lugar de la trampa, no
había ni tortuga ni nada
que se le pareciera.
Enojado consigo mismo,
dio una patada a una
piedra y gritó:
23. – ¡Esto me pasa por ser
codicioso!
Debí conformarme con
la presa que tenía
segura, pero no supe
contenerme y la
desprecié por ir a cazar
otra más grande ¡Ay,
qué tonto he sido!…
24. El cazador ya no pudo
hacer nada más que
coger su arma y
regresar por donde
había venido. Por allí ya
no quedaba ningún
animal y mucho menos
los cuatro
protagonistas de esta
historia, que a salvo en
un lugar seguro, se
abrazaban como los
cuatro buenísimos
34. Erase una vez un
hipopótamo que vivía en
un río, junto a un gran
árbol solitario.
35. Un día, anidó un pájaro
en el árbol y los cantos
y el volar del pájaro
despertaron en el
hipopótamo tanta
envidia que no podía
pensar en otra cosa,
lamentándose
diariamente por ser un
hipopótamo, a pesar del
pájaro, que le contaba
la suerte que tenía de
ser tan grande y nadar
tan bien.
36. Finalmente se animó a
salir del río dispuesto a
subir al árbol,
encaramarse en una
rama, y ponerse a
canta. Pero al intentar
subir al árbol, comprobó
que no tenía alas ni
garras para trepar, ni
podía saltar, al ver que
no conseguía su
objetivo, se lanzó
rabioso a dar golpes al
árbol, hasta que lo
38. Pero los hipopótamos
tampoco pueden cantar,
así que de su boca
salieron horrorosos
sonidos, y todos los
animales acudieron a
burlarse del hipopótamo
envidioso que cantaba
posado en una rama de
un árbol que estaba en
el suelo.
39. Y pasó tanta vergüenza,
que decidió no volver a
lamentar ser
hipopótamo, y
arrepentido por haber
derribado el árbol
dedicó toda su fuerza a
volver q levantarlo,
replantarlo y cuidarlo
hasta que se recupere
totalmente.
50. Era un día soleado de
otoño la primera vez
que Bárbara se fijó en
que el abuelo tenía
muchísimas arrugas, no
sólo en la cara sino por
todas partes.
51. Abuelo debería darte la
crema de mamá para las
arrugas. El abuelo
sonrío, y un montón de
arrugas aparecieron en
su cara.
52. ¿Lo ves? Tienes
demasiadas arrugas.
Ya lo sé Bárbara. Es que
soy un poco viejo...
Pero no quiero perder ni
una sola de mis arrugas.
Debajo de cada una
guardo el recuerdo de
algo que aprendí.
53. A bárbara se le abrieron los
ojos como si hubiera
descubierto un tesoro, y así
los mantuvo mientras el
abuelo le enseñaba la arruga
en la que guardaba el que
aprendió que era mejor
perdonar que guardar
rencor, o aquella otra que
decía que escuchar era
mejor que hablar, esa otra
enorme que mostraba que
es más importante que
recibir o una muy escondida
que decía que no había nada
mejor que pasar el tiempo
con los niños...
54. Desde aquel día, a
Bárbara su abuelo le
parecía cada día más
guapo, y con cada
arruga que aparecía en
su rostro, la niña
acudía corriendo para
ver qué nueva lección
había aprendido.
55. Hasta que en una de
aquellas charlas, fue su
abuelo quien descubrió
una pequeña arruga en
el cuello de la niña:¿Y
tú?¿Qué lección
guardas ahí?
56. Bárbara se quedó
pensando un momento.
Luego sonrío y dijo:
Que no importa lo
viejito que llegues a ser
abuelo, porque ¡Te
quiero!
65. Hace mucho tiempo, un
niño paseaba por un
prado en cuyo centro
encontró un árbol con
un cartel que decía: Soy
un árbol encantado, si
dices las palabras
mágicas, lo verás
66. El niño trató de acertar
el hechizo y probó con
abracadabra,
supercalifragilisticoespi
alidoso, tan-ta-ta-chán,
y muchas otras, pero
nada. Rendido, se tiró
suplicante, diciendo:
"Por favor, arbolito", y
entonces, se Abrió una
gran puerta en el árbol.
68. Entonces el niño dijo "¡
gracias, arbolito!", y se
encendió dentro del
árbol una luz que
alumbraba un camino
hacia una gran montaña
de juguetes y
chocolate.
69. El niño pudo llevar a
todos sus amigo a aquel
árbol y tener la mejor
fiesta del mundo, y por
eso se dice siempre que
"por favor" y "gracias"
son las palabras
mágicas.
83. Había una vez un niño
que cayó muy enfermo.
Tenía que estar todo el
día en la cama sin poder
moverse. Como además
los niños no podían
acercarse, sufría mucho
por ello dejó pasar los
días triste y decaído,
mirando al cielo a
través de su ventana.
84. Paso algún tiempo y
cada vez más
desanimado hasta que
un día vio una extraña
sombra en la ventana
:era un pingüino
comiendo un bocata de
chorizo que entró a la
habitación, le dio las
buenas tardes y se fue.
85. El niño quedó muy
extrañado y aún no
sabia que había sido
aquello cuando vio
aparecer por la. Misma
ventana un mono en
pañales inflando un
globo.
86. Al principio el niño se
preguntaba que sería
aquello pero al poco
mientras seguían
apareciendo personajes
locos por aquella
extraña ventana ya no
podía dejar de reír al
ver un cerdo tocando la
pandereta un elefante
saltando en cama
elástica o un perro con
gafas que solo hablaba
de política.
87. Aunque por si no le
creían no se lo contó a
nadie aquellos
personajes terminaron
alegrando el espíritu y
el cuerpo del niño y en
poco tiempo este
mejoró notablemente y
pudo volver al colegio.
Allí pudo hablar a
todos sus amigos
contándoles las cosas
tan raras que había
visto.
88. Entonces mientras
hablaba con su mejor
amigo vio asomar algo
extraño de su mochila
Le pregunto que era y
tanto le insistió que
finalmente pudo ver el
contenido de la mochila.
Allí estaban todos los
disfraces que había
utilizado su buen amigo
para intentar alegrarle.