2. Hoy el evangelio nos habla de un ciego que va
al encuentro de Jesús.
Mc 10,46-52
Dice así:
3. En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus
discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de
Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo
limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
"Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí." Muchos lo
regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:
"Hijo de David, ten compasión de mí." Jesús se detuvo
y dijo: "Llamadlo." Llamaron al ciego, diciéndole:
"Ánimo, levántate, que te llama." Soltó el manto, dio un
salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: "¿Qué quieres
que haga por ti?" El ciego le contestó: "Maestro, que
pueda ver." Jesús le dijo: "Anda, tu fe te ha curado." Y
al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
4. Jesús, acomodándose a la cultura de aquel tiempo, solía
hablar en parábolas; pero hay sucesos que son como
parábolas vivientes.
A pesar de
la realidad
del milagro,
esta
curación
del ciego
tiene
mucho de
parábola y
de
enseñanza
religiosa.
5. En el caso concreto de los apóstoles este suceso era
como una parábola para ellos: Jesús les había dicho
que iba a Jerusalén para entregarse por nosotros
y, sin embargo,
ellos seguían
discutiendo
quiénes iban a
ser los
principales en
aquel reino.
Estaban como
ciegos.
6. Dice el evangelio que
el ciego Bartimeo
estaba “al borde del
camino”; y termina
diciendo que el que
ya no era ciego
seguía a Jesús “por
el camino”. Es
interesante
comprender todo el
sentido de “camino”.
7. Seguir a Jesús significaba “estar en el camino”.
Así se llamaban los cristianos primitivos. Por eso
san Pablo, cuando era perseguidor de los
cristianos, iba a encarcelar a todos los que eran
adictos al “camino”.
8. Es curioso que aquí
tenga nombre el ciego
curado. Se llamaba
Bartimeo, que significa
hijo de Timeo. Es muy
posible que el hecho
de seguir a Jesús en el
camino signifique que
luego fue un buen
cristiano, siendo una
persona conocida.
9. Por eso podemos,
al menos en parte,
identificar “ciegos
espirituales” con
los que están “al
borde del
camino”. Jesús
llamaba a los
fariseos: “ciegos”
y “guías de
ciegos”.
10. Aquellos fariseos
decían tener buena
vista espiritual; pero
en realidad estaban
ciegos, porque no
comprendían los
mensajes de
misericordia, perdón y
bondad, que predicaba
Jesús. Lo peor era que
además eran guías
espirituales de
personas que se
sentían ciegos.
11. A veces vamos por caminos equivocados. Debemos
pedir a Jesús, que es el Camino, que nos enseñe el
camino.
17. Dios quiere que nos dejemos guiar
por Él, como hacían los santos.
Dejarse guiar por Dios es difícil,
porque muchas veces los caminos
de Dios no son los que nosotros
hemos creído ser los mejores. A
veces parece que nos lleva a la
muerte, pero es a la resurrección y
la vida.
18. Jesús iba de camino hacia Jerusalén. Ya estaba
cerca, a unos 30 kilómetros, en una hondonada
junto al mar Muerto. Iba a comenzar la ascensión
hacia la ciudad.
En realidad
toda su vida
había sido un
caminar en vía
recta hacia la
entrega por
nosotros:
muerte que
terminaría en
vida y alegría.
19. Aquel camino, de Jericó a Jerusalén, era terreno y
ascensional. Pero era también una especie de parábola,
porque para Jesús era un camino ascensional hacia la
entrega total al Padre. Esta era una enseñanza viva para
los apóstoles.
20. Hay muchos ciegos espirituales, porque cuando uno se
deja llevar por el egoísmo, el afán de dinero, la vida
cómoda, todo lo material, aunque diga que entiende de
religión, en realidad no entiende,
porque si
no tienen la
vivencia de
estar con
Jesús y
seguirle en
su vida, en
realidad
son ciegos.
21. Hay muchos que
no ven ni siquiera
el “camino”. Hay
muchos que no
ven el sentido de
la vida. Sólo ven
lo material, que
se acaba; pero
nuestras ansias
son mayores.
Muchos son
ciegos
espirituales.
22. Hay otras cegueras en individuos y en
sociedades. Cuando hay muchos que mueren
de hambre o muchos niños sin escuelas o
nacionalismos falsos por egoísmos, es que hay
mucho de ceguera espiritual.
23. Si tenemos un
poco de fe,
gritemos,
como aquel
ciego, a Jesús
que pasa.
Bartimeo
aprovechó la
ocasión. Quizá
no iba a volver
la ocasión del
paso del
Señor.
43. Jesús pasa a nuestro
lado. Hay personas
ateas, para quienes
haría falta un milagro
de acercamiento a
Dios. Jesús no fuerza,
sino que debemos
saberlo acoger con fe.
Qué terrible es si no
nos damos cuenta.
Decía san Agustín:
“Tengo miedo de que
el Señor pase de
largo”.
44. Jesús pasa de muchas
maneras. Puede ser por
medio del hermano
necesitado. Pasa en los
acontecimientos
favorables y adversos.
Pasa con su palabra, en
los sacramentos,
especialmente en la
Eucaristía.
45. En realidad cuanto más estemos metidos en lo material,
más ahogamos la voz del Señor. Cuanto más limpia
esté el alma, mejor veremos la luz de Dios.
Jesús pasa a
nuestro lado.
Sepamos
aprovechar las
ocasiones,
sobre todo
cuando
sentimos la
voz suave del
Señor en lo
profundo del
corazón.
46. Entre nosotros y a
nuestro alrededor
los ojos espirituales
suelen estar
demasiado
infeccionados: por
apegos a placeres,
ideales vacíos, por
este mundo artificial
que sólo ve lo
mundano y no ve lo
espiritual, que será
lo permanente y
eterno.
47. Lo peor es que no
saben cómo salir
de esa ceguera,
porque no les han
hablado de Jesús y
de su amor
redentor. No tienen
personas que sean
capaces de
conducirles hacia
Jesús, que es la
verdadera
Salvación.
Hay muchos
ciegos en la vida.
48. Aquel ciego, Bartimeo,
fue al encuentro de
Jesús, no sólo porque
pasó Jesús, sino
porque hubo personas
que le hablaron antes
de Jesús. Bartimeo
había tenido la suerte
de haber oído hablar de
Jesús. Alguno le habría
contado cosas
grandiosas sobre Él, y
en su corazón tenía la
esperanza de poderse
encontrar con Él.
49. Por eso, cuando
oye que es Jesús
el que pasa, se
pone a gritar. Le
llama “hijo de
David”, que es lo
mismo que
Mesías, y
continúa gritando.
50. Y luego pudo llegar al encuentro con Jesús, porque hubo
personas que le dijeron: “Ánimo, que te llama”. Y le
condujeron a su presencia. Todos nos necesitamos: los
que están más ciegos necesitan de otros no tan ciegos
para ir hacia Jesús.
51. No es fácil acudir a la
llamada del Señor,
cuando estamos
atados a las cosas
mundanas. Hay que
saltar y dejar muchas
cosas. El manto que
tenía para abrigarse de
noche y recoger las
limosnas, ahora ve que
le sobra, porque quiere
acudir de prisa.
Dice el evangelio que,
cuando el ciego supo que
Jesús le llamaba, saltó y
dejó el manto.
52. Cuando sentimos que Jesús pasa junto a
nosotros o por dentro de nosotros, debe brotar la
alegría, porque Jesús es fuente de alegría.
53. Hoy la 1ª lectura es del profeta Jeremías. Muchas veces
aparece este profeta como anunciador de desastres, Es
porque el pueblo no participa del paso del Señor. Pero
hoy nos expresa el gozo y la alegría por la participación
en el gozo del Señor.
Jeremías 31, 7-9
54. Así dice el Señor: “Gritad de alegría por
Jacob, regocijaos por el mejor de los
pueblos: proclamad, alabad y decid: El
Señor ha salvado a su pueblo, al resto de
Israel. Mirad que yo os traeré del país del
norte, os congregaré de los confines de la
tierra. Entre ellos hay ciegos y cojos,
preñadas y paridas: una gran multitud
retorna. Se marcharon llorando, los guiaré
entre consuelos: los llevaré a torrentes de
agua, por un camino llano en que no
tropezarán. Seré un padre para Israel, Efraín
será mi primogénito.”
55. A veces no son sólo los otros, sino nosotros
mismos los que estamos “al borde del camino”.
Como el ciego del
evangelio debemos
clamar al Señor.
56. Aquel ciego
oyó al
principio que
varios de la
gente,
egoístas
ellos, le
pedían que se
callase, que
les dejase en
paz; pero el
ciego gritaba
más.
No es fácil, porque encontraremos dificultades.
57. Si nos sentimos ciegos como Bartimeo, no sólo
debemos acudir al Salvador, sino que desde lo más
profundo del ser nos debe salir un grito verdadero y
esperanzador. Por todo ello gritemos, porque Jesús nos
escucha y nos llamará, como llamó al ciego.
74. Hay otra lección sublime que Jesús les da a los
apóstoles en este suceso: Es que, además de que Él es el
camino por donde debemos pasar a la gloria, es también
la luz para alumbrar este camino.
75. Jesús es la luz que ilumina nuestro ser para que
veamos claro cuál es el sentido de la vida. Además del
camino, Él es “la verdad y la vida”. Nos ilumina para
que veamos la certeza de la verdad y el valor de esta
vida y de la vida total.
76. A los apóstoles les dice: “Vosotros sois la luz del mundo”.
No somos productores de la luz, pero sí transmisores de
esa luz que nos quiere infundir Jesucristo.
Jesús es
la luz,
pero
también
quiere
que
seamos
luz para
otros.
77. Terminamos hoy pidiendo a
Jesús que abra nuestros ojos
del alma para que le podamos
ver a Él, “luz de luz”, ahora de
modo espiritual y un día
plenamente, de modo que
nuestro amor sea también
pleno y verdadero.