4. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
“Nadie puede estar al servicio de dos amos.
Porque despreciará a uno y querrá al otro; o al
contrario, se dedicará al primero y no hará caso
del segundo. No podéis servir a Dios y al
dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados
por la vida, pensando qué vais a comer o beber,
ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a
vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el
cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni
siembran ni siegan, ni almacenan y, sin
embargo, vuestro Padre celestial los alimenta.
¿No valéis vosotros más que ellos?
(Sigue)
5. ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá
añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os
agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios
del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni
Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno
de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo
y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no
hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No
andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué
vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se
afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo
que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad
el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por
añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana,
porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día
le bastan sus disgustos.”
6. Estaba Jesús hablando del verdadero tesoro que
debemos tener, que está en el cielo y en la gracia de
unión con Dios que vamos teniendo ya aquí en la tierra.
7. El hecho es que se da una realidad, la de que muchos,
aun de los que se llaman cristianos, ponen su tesoro, y
por lo tanto su interés principal, en las cosas materiales,
representadas por el dinero.
Hoy nos dice
Jesús que quien
se deja llevar por
el dinero, de tal
modo que se
hace como
servidor de él,
necesariamente
se separa del
servicio de Dios.
8. Al dinero lo llama a veces Jesús con la palabra
“Mammón”, que era un ídolo, porque en realidad hay
muchos que están al servicio del dinero, como si fuese
un verdadero ídolo.
En este caso
el dinero no
está a
nuestro
servicio,
sino que la
persona
sirve al
dinero, la
persona está
como
esclavizada.
9. Hoy Jesús nos habla del “agobio” que causa la
búsqueda de bienes materiales. De ese agobio
no puede proceder una vida equilibrada y en paz.
10. Hoy termina Jesucristo diciendo que lo
que nos interesa es buscar el Reino de
Dios y su justicia. Y todo lo demás se nos
dará por añadidura.
15. No dice Jesús
que no se
busque el
alimento y el
vestido, o lo que
sea
verdaderamente
necesario para
la vida familiar.
Lo que dice Jesús es que pongamos un
orden en nuestra búsqueda, teniendo un
orden correcto en las apreciaciones.
16. Hoy nos habla Jesús de
algo muy importante
para que vivamos en
paz. Tendremos un
orden correcto en
nuestra vida si
comprendemos bien y
sabemos vivir bajo la
Providencia de Dios. Es
un dogma de nuestra fe
que no es fácil entender;
pero que proviene del
amor de Dios que vela
por nosotros.
17. Jesús nos pone dos ejemplos para estar
bajo la Providencia de Dios:
Las aves del
cielo que ni
siembran, ni
siegan.
18. Y los lirios del campo que ni trabajan ni
hilan.
19.
20. Dios es el Creador de todo. Pero al crear las cosas, no las
dejó abandonadas. No es como un fabricante de algo
que, después de hacerlo lo vende y se desentiende de lo
que pase con su producto. Dios no sólo da el ser y el
existir, sino que mantiene a su criatura.
Y si es libre
como el ser
humano, le
da el poder
de actuar y
llevarlo a
término.
21. Reconocer esta dependencia
completa con respecto al
Creador es fuente de
sabiduría y de libertad, de
gozo y de confianza. Dice el
libro de la Sabiduría (el
último escrito del Ant. Test.),
hablando con el Creador:
“Amas a todos los seres y no
aborreces nada de lo que
hiciste; pues, si odiaras algo,
no lo habrías creado. ¿Cómo
subsistiría algo, si tú no lo
quisieras? o ¿cómo se
conservaría, si tú no lo
hubieras llamado?” (11, 2425).
22. Dios ama la vida, la de
cada uno. Y por eso
nos va sustentando y
nos va preparando para
la definitiva. Esta vida
es transitoria. Dios ha
creado las cosas “en
estado de camino”.
Tendemos hacia una
perfección última que
hay que alcanzar, a la
que Dios nos ha
destinado. El plan de
Dios lo expone san
Pablo al principio de la
carta a los Efesios.
23. La Providencia divina es la
disposición por la cual
Dios va conduciendo su
obra hacia la perfección.
El dogma cristiano es que,
si Dios ha creado las
cosas, debe estar
sustentándolas, porque
ellas no se sustentan por
sí mismas. Tiene cuidado
de las cosas pequeñas y
de los grandes
acontecimientos. Hoy nos
habla de los pájaros y de
las flores.
24. No quiere decir que Dios directamente esté actuando en
cada cosa, aunque puede hacerlo. Pero su bondad y
grandeza es tal que actúa en unas criaturas a través de
otras. Esto no es signo de debilidad, sino de más amor.
Por ejemplo:
Dios
alimenta a
las aves,
pero no les
lleva el
alimento al
nido.
25. El problema para comprender la Providencia es cuando
entramos en el campo humano y en la libertad humana.
Cuando Dios creó
a los seres
humanos les dijo:
“Sed fecundos y
multiplicaos,
llenad la tierra y
sometedla”. Dios
quiere que
colaboremos con
Él al dominar y
trabajar la tierra
para mejorarla.
26. Después se habla sobre la
armonía con el bien y la
relación con nuestros
prójimos. Sabemos que
hay gente buena y gente
mucho menos buena. Dios
quiere dirigir todo, pero
respeta nuestra libertad,
que es el don más grande
que nos ha dado. Y aquí
entra la dificultad de
comprender la Providencia
divina en contraste con el
mal que existe.
27. Y aquí viene la gran pregunta. Si Dios, siendo
infinitamente bueno, cuida bien al mundo entero, ¿Por
qué hay tantos males? Es difícil dar una respuesta
sencilla y rápida. Podíamos decir que todo el conjunto de
la fe cristiana es la respuesta a la pregunta.
Lo cierto es
que Dios
todo lo hizo
bien, pero
existe el
drama del
pecado.
28. Dios no sólo nos creó,
sino que sale a nuestro
encuentro con sus
alianzas. Podemos
recordar a Moisés. Sobre
todo se hace presente
por medio de Jesús con
su encarnación redentora
y con toda su vida.
También con el don del
Espíritu, con la Iglesia y
los sacramentos y la
llamada a una vida más
plena y dichosa.
El problema y misterio es que se puede aceptar o
rechazar libremente.
29. Otra gran pregunta: ¿Y cuál es el mal? Muchas historias
se podrían contar. Un ejemplo: Dicen de un rey que un
día quiso ir a cazar por la selva sólo con su buen criado.
El rey se cortó en un dedo (malo). Aunque el criado lo
vendó, el rey se enfadó y lo metió en un pozo (malo).
Llegaron unos salvajes y cogieron al rey para sacrificarlo
a su dios (malo).
Se dieron cuenta que tenía dañado el
dedo, querían una víctima perfecta, y
lo dejaron libre (bueno). El rey
arrepentido fue a sacar al criado del
pozo contándole lo sucedido y
pidiéndole perdón. El criado le dice:
me ha salvado la vida, pues si me
cogen a mi, me matan (Todo había
sido bueno).
30. Muchas
veces no
sabemos
cuál es
lo bueno
y cuál es
lo malo.
Dios sí lo sabe. Lo cierto es que de todo podemos sacar
un bien. En verdad que Dios podía haber creado un
mundo mucho más perfecto; pero le pareció bien crear el
que tenemos, que está en camino de perfección.
31. A veces nos fijamos sólo en lo malo y no estimamos las
muchas cosas buenas que hay. Por ejemplo, si
pudiéramos ver el alma de los santos, de aquellos que se
sacrifican heroicamente por los demás, aunque sólo fuera
un alma en gracia. Aun en la creación hay muchísimas
cosas buenas y hermosas.
32. Dice san Agustín, que
Dios no sería
totalmente bueno y
poderoso si no pudiera
hacer surgir un bien de
todo mal. Sin embargo
hay mucha gente que,
por no entender la fe,
se quejan de Dios y
hasta le echan la culpa
a Dios de todos los
males que suceden.
41. Recordemos que de todo lo que sucede, que parecen
males, como enfermedades, sufrimientos, angustias,
persecuciones, podemos sacar bienes. Dice san Pablo:
“Todo coopera al bien de los que aman a Dios”.
José, el hijo de
Jacob, vendido
por sus
hermanos, al
darse a conocer,
les decía:
“No fuisteis
vosotros quienes
me enviasteis
aquí, sino Dios…
para salvar
vuestras vidas”.
42. Todas las cosas, si las
sabemos ver por medio
de la Providencia de
Dios, nos llevarán hacia
el bien. Decía santo
Tomás Moro, cuando iba
a morir mártir en
Inglaterra por ser
católico, en una carta a
su hija: “Nada puede
pasarme que Dios no
quiera. Y todo lo que Él
quiere, por muy malo
que nos parezca, es en
realidad lo mejor”.
43. ¡Cuántas personas han visto un bien en el dolor y en la
enfermedad! Dios para estar con nosotros no quiso
quitarnos el sufrimiento, ya que tiene un valor muy
grande para la eternidad. La eternidad será más dichosa,
si la hemos ganado con nuestro propio esfuerzo. El
sufrimiento podemos convertirlo en un valor muy
meritorio.
44. Dios, para unirse con
nosotros, no nos quitó
el dolor, sino que Él vino
para compartir nuestra
vida y compartir nuestro
sufrimiento y hasta
morir en la cruz. Ha
habido algún régimen
político que ha querido
suprimir todos los
inválidos, los
incurables… sin pensar
en el valor eterno que
puede tener el
sufrimiento.
45. El sufrimiento puede tener un gran valor apostólico.
Recordamos los frutos conseguidos por los sufrimientos
de santa Teresita del Niño Jesús. Pero ha habido
muchos casos de personas enfermas ofreciendo su vida
por causas muy nobles con efectos grandiosos.
Esa
enfermedad
¿era algo
bueno o
malo?
46. El sufrir es algo
connatural al hombre,
algo propio de su
manera de ser, porque
esta vida es imperfecta.
Pero el dolor nos hace
mirar al cielo. ¡Cuántas
personas se han
acercado a Dios por el
dolor, que no se
hubieran acercado de
no haber tenido ese
dolor y sufrimiento!
Qué difícil es saber
muchas veces cuál es
lo bueno y cuál es lo
malo.
47. Habrá alguno que, por todo lo dicho, saque una idea
pesimista de la vida, como si fuese mejor tener males.
No, no. Dios quiere el bien y la felicidad. Y el principal
mandamiento que tenemos es hacer el bien a los demás.
Y a Dios
debemos pedir
el bien del alma
y del cuerpo:
Para nosotros y
para los demás.
Debemos
cooperar con la
Providencia de
Dios.
48. El problema es el mal uso de la libertad. ¡Cuánto mayor
bien material (además del espiritual) habría en el mundo
si lo que se emplea para armas de destrucción se
emplease en hacer el bien a los demás. Y lo mismo
podemos decir contra los que se dedican a fomentar
fuegos y otras cosas destructoras.
Ése es el
pecado.
Ése es el
verdadero
mal
ocasionado
por
nosotros.
49. Muchas veces el dolor
nos puede hacer
mejores y nos purifica.
Eso es verdad si
comprendemos que esta
vida es de paso, que
Dios es necesariamente
bueno y poderoso y que
algunas veces Dios con
su providencia cambia
algunas cosas en
nuestra vida o en el
mundo. Pero Dios nunca
nos abandona.
Veamos lo que nos dice hoy la primera lectura:
50. Sión decía: "Me ha abandonado
el Señor, mi dueño me ha
olvidado." ¿Es que puede una
madre olvidarse de su criatura,
no conmoverse por el hijo de
sus entrañas? Pues, aunque ella
se olvide, yo no te olvidaré.
Isaías 49,14-15
51. Terminamos con el
salmo responsorial,
que siempre es
como una
meditación de la 1ª
lectura. Nos
ponemos en las
manos de Dios y le
decimos: