1. Acerca de la denominada crisis política
En documento anterior (“La política”, marzo 2023) tipifiqué el estado, para ese momento, de la
actuación del presidente Gustavo Petro Urrego). Argüía algo así como que el ejercicio de aplicación
de la ciencia política deviene, en ocasiones, en opciones que contrarían un modelo, un programa o
toda una ideología. Para el caso del presidente, diríase que estaba adportas de cruzar esa línea que
lo separa de la denominada “política tradicional opuesta al cambio” Una debilidad preocupante.
Inclusive la observación relacionada con la insubsistencia de las ministras María Isabel Urrutia
(Deportes) y Patricia Ariza (Cultura) denotaba que había una una tendencia un tanto lesiva hacia la
conciliación con quienes han ejercido formas perniciosas y antidemocráticas. Y de hecho empezaba
a mostrarse una actuación que hería de manera sutil, pero grave la razón de ser básica, no tanto del
modelo político programático; sino fundamentalmente el principio ideológico base del Pacto
Histórico. Y se creaba,entonces, una especie de vacío que, en perspectiva, obligaba a repensar
muchos aspectos en términos de confianza y credibilidad. No tanto en los términos de la inteligencia
artificial de Sergio Fajardo cuando tipificó de manera sesgada y grosera la situación como un
“quilombo”.
La complejidad del estado actual de cosas, como se expresaba antes, convoca a una especie de
reorientación del análisis. Porque, en verdad a la ligera, expresa otro bandazo. Y es que el asunto de
una implementación política sólida de cambio, no significa necesariamente deconstruir algo
alcanzado y relativamente sólido, en términos del equipo ministerial. Para decirlo en preciso, desde
ya, deplorable decisión la renuncia de la ministra de Salud Carolina Corcho y del ministro de
Hacienda José Antonio Ocampo.
Entonces, tal parece que cada crisis en el proceso de discusión de la reformas propuestas (Salud,
Laboral, Pensional) vamos a lidiar con remezones políticos. Reitero que esto traduce una debilidad
de fondo; aunque en superficie pueda aparecer como “pulso sólido en defensa de la ideología que
subyace la política de cambio”.
Aunque, en fin de cuentas, podría decirse que no es cuestión de nombres sino de la tendencia que
se reafirma, no es muy clara la diferencia en términos de calidades y carácter entre Carolina Corcho
y Guillermo Alberto González. Inclusive Ella es mucho más que él. Tal vez la diferencia es que es
menos incómodo para los opositores a la reforma, él que ella. Respecto al nuevo ministro de
Hacienda, Ricardo Bonilla, su capacidad de trabajo y su preparación técnica y teórica es
incuestionada. En verdad puede ser un buen conductor en términos del Plan Nacional de Desarrollo y
de cierta confianza en el manejo económico hacia la moderación del crecimiento inflacionario. Sin
embargo debería haberse mantenido la opción más gruesa e integral del ex-ministro José Antonio
Ocampo. En esa misma visión comparativa (con la precisión en términos de su ámbito) analizo lo que
pueda ser la actuación de la nueva ministra de agricultura Jhenífer Mojica en reeplazo de la ex-
mnistra Cecilia López.
Insisto: Es una decisión que traduce cierta expresión de retaliación en contra de los conductores de
los tres partidos políticos que hacían parte de la Coalición de Gobierno. Un antes y un después,
como perogrullada, dirían quienes les cuesta redimensionar y actualizar el análisis político que
requiere la situación social, política y económica del país. Queda claro que refiero a quienes, de una
u otra manera, no han endosado su capacidad de reflexión y libertad de pensamiento.