El artículo discute las opiniones de varios científicos españoles sobre el crecimiento de la población mundial y la necesidad de medidas para controlar la natalidad. Algunos científicos proponen eliminar las ayudas a familias numerosas y gravar más a quienes tengan más hijos. Otros creen que la natalidad bajará naturalmente con el aumento del nivel de vida. Una investigadora cuestiona las predicciones alarmistas sobre la sobrepoblación y cree que ya no es un problema grave.
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El regreso de Malthus
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Científicos españoles piden medidas de control de natalidad, como la supresión de las ayudas a las familias numerosas, para
evitar una explosión demográfica insostenible
MANUEL ANSEDE Madrid 27/04/2008 19:35 Actualizado: 27/04/2008 22:20
En 1798, el economista inglés Thomas Malthus pronosticó que la
población mundial crecería más rápidamente que el suministro de
alimentos. Malthus predijo una inminente peste de hambre que nunca se
produjo, aunque quizá no erró en el concepto, sino en el plazo. Según
Naciones Unidas, la población mundial, actualmente 6.700 millones de
personas, alcanzará los 9.200 millones en 2050. Para una parte de la
comunidad científica, es necesario implantar políticas de control de
natalidad que eviten esta bomba demográfica. La sobrepoblación,
argumentan, causará epidemias, guerras por los recursos limitados, como
la energía y el agua, y una aceleración del cambio climático. Para otros, en
cambio, el control de la natalidad es una suerte de fascismo verde, más
próximo a la eugenesia nazi que a la reflexión científica del siglo XXI.
“Con la tecnología actual, existe un techo máximo de entre 9.000 y 10.000 millones de personas, que es lo máximo que la Tierra puede
mantener”, sostiene el científico Carlos Duarte, Premio Nacional de Investigación 2007. A su juicio, la humanidad se encuentra en la
tercera ola de pesimismo maltusiano, tras la propia época de Malthus y la resurreción de sus ideas posterior a la publicación de La
bomba demográfica, de Paul R. Ehrlich, en 1968. “El control de la natalidad tiene fundamento, otra cosa diferente es que sea posible. Si
estuviéramos hablando de animales de granja, sería perfectamente factible”, añade. Duarte es contrario a establecer medidas
coercitivas como en China, donde se aplica desde hace 20 años la política de hijo único: “El control de la natalidad es deseable, pero
por las decisiones libres de los individuos”. No obstante, los gobiernos tienen, en su opinión, un margen de actuación. “En España se
está incentivando la natalidad, hay que considerar la supresión de las ayudas a las familias numerosas”, propone.
“Más hijos, más impuestos”
El investigador Miguel Ferrer, de la Estación Biológica de Doñana (CSIC), también es partidario de invertir los incentivos fiscales. “El
que tenga más hijos, que pague más impuestos. Una persona con 14 hijos utiliza más los servicios públicos, es razonable que pague
más, no menos como ahora”, opina. Ferrer admite que con menos contribuciones las coberturas sociales son difíciles de mantener.
“Pero si el sistema necesita una pirámide de población desequilibrada, habrá que replantearse el sistema, retrasando la jubilación a los
70 años, por ejemplo”, alega.
Para este científico, existe un conflicto entre los intereses del planeta y la lógica del mercado: “La Tierra tiene unos recursos limitados,
para una población limitada, pero para el mercado el número ideal de consumidores es infinito”. Ferrer, miembro del grupo de expertos
sobre cambio climático del Consejo de Europa, ha defendido en este foro el control de la natalidad, y sus colegas “han recibido bien la
propuesta”, según sus palabras. “El control de la natalidad es un tema tabú, por el lastre histórico. Se considera fascista, y nada más
lejos de la realidad”, argumenta Ferrer.
El bioquímico Santiago Grisolía, presidente de la Fundación Premios Rey Jaime I, cree que es urgente reabrir el debate iniciado por
Malthus hace dos siglos. “Los políticos no se atreven a hablar de este tema, por no ofender a los líderes religiosos, que creen en aquello
del creced y multiplicaos”, asevera. En su opinión, la población crece a un ritmo más rápido que los alimentos y ya hay una deficiencia
de arroz y maíz. Grisolía, Premio Príncipe de Asturias en 1990, es partidario de estabilizar la población a través del estado del bienestar.
“La natalidad baja al subir los estándares de vida, no hace falta cambiar la legislación”, señala.
La investigadora Teresa Castro, del Instituto de Economía, Geografía y Demografía, coincide con la propuesta de Grisolía, pero
cuestiona su alarmismo. “La explosión demográfica se preveía hace décadas, porque se pensaba que jamás iba a bajar la fecundidad,
pero ésta simpre disminuye más de lo que prevé la ONU”, apunta. “La bomba demográfica es una idea de ecologistas, pero ya no se
habla de ello en los foros internacionales. Al aumentar la educación de la mujer y su estatus, el número de hijos baja en picado. Malthus
está superado”, apostilla.
"Algunas regiones no soportan su población"
El grupo estadounidense Population Connection –fundado por el autor de La bomba demográfica, Paul R. Ehrlich, en 1968– cree
que la sobrepoblación amenaza la calidad de vida de las personas en todo el mundo. Su objetivo es “estabilizar la población en un
nivel que pueda ser asumido por los recursos de la Tierra”. Maria Starkey es su portavoz.
¿Es necesario tomar medidas radicales para evitar la sobrepoblación?
Nosotros no promovemos medidas radicales para limitar la sobrepoblación, a menos que se considere radical satisfacer los
derechos reproductivos de las mujeres. En todos los países en los que se han proporcionado anticonceptivos, a un precio
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