Vanguardias del s. XIX y XX. Arte visual Plástico en el Perú.
El multiculturalismo
1. • El proceso político-social de los 80s y 90s en el que la existencia del ‘otro’ se
volvió determinante haciendo entrar en crisis la hegemonía de la cultura
blanca, afectó también al campo de la creación artística en medida que fue
necesaria la reubicación del arte de las culturas colonizadas, las minorías
emergentes, áreas periféricas o las absolutamente aisladas hasta entonces del
sistema o contrasistema occidental, lo cual supuso reconocer la existencia de
ese ‘otro’ múltiple, su capacidad transgresora y alteridad, utilizando
estrategias muy diversas, defensoras tanto de un nuevo internacionalismo
entendido desde una perspectiva global como de una necesaria perduración
de la diferencia.
Por Kenia Noriega
Arte Contemporáneo y Actual, 2018
2. «El nuevo internacionalismo o globalización, tiene su origen en la ‘Aldea global’
de Marshall McLuhan, no implica la renuncia a las diferencias sino la aceptación
de esas diferencias en una unidad totalizadora, que permite que los ‘artistas
otros’ sin renunciar a su propia cultura plagada de mestizajes e hibridaciones,
reivindiquen esas diferencias en el mainstream occidental, sistema que a manera
de círculo cerrado, proyecta su forma de concebir la realidad a las culturas
permeables afectadas por este proceso. La multiculturalidad resultante que
supone una posición ideológica pero que sin duda está contaminada por
intereses políticos y económicos, plantea problemas de identidad, alteridad,
diferencia, singularidad, enraizamiento, racismo, xenofobia, nacionalismo, etc.,
problemas todos ellos relacionados, en último término, con la deconstrucción
del centralismo moderno». Guasch, A. (2005)
3. «Cuando descubrimos que hay varias culturas, en vez de una y, en consecuencia, en
el momento en que reconocemos el fin de una especie de monopolio cultural, sea
este ilusorio o real, nos sentimos amenazados con la destrucción de nuestro propio
descubrimiento. De repente, resulta posible que existan otros, que nosotros
mismos seamos un otro entre otros». Ricoeur , P. (1955)
4. Tal como ocurrió en Magiciens de la Terre, macromuestra parisina que reunió
obras de artistas contemporáneos occidentales, y lo que ellos consideraban
artistas de áreas marginales y desconocidos en los circuitos habituales del arte
contemporáneo; o en The Other History, Afro-Asian Artists in post-war Britain,
donde Rasheed Araeen calificó de ecléctica la obra de los artistas subyugados
por lo occidental; o en Cocido y Crudo, de los últimos intentos por fomentar
desde occidente la circulación intercultural del arte, donde Dan Cameron
mostraba la oposición entre lo civilizado y lo primitivo, el discurso colonizador
ha consistido en resaltar la otredad a partir de los cánones estandarizados de lo
occidental, tendiendo a caer como escribió Hal Foster en su ensayo ‘The Artist
as Ethnographer’ en la xenofobia o xenofilia, que conducen nuevamente a un
hermetismo en que el ‘otro’ es relegado a segundo plano del yo revalorizado.
5.
6. En contraparte al discurso colonizador, surgieron bienales como la de La Habana
en 1984, con el propósito de convertirse en un lugar de encuentro del arte y
producción artística del tercer mundo, y como un espacio abierto de
confrontación, desde naciones en vías de desarrollo hacia la mirada del arte
occidental, emergiendo desde la periferia nuevas propuestas de expresión
necesarias ante el agotamiento del discurso endogámico de quienes se
consideraban el centro, procurando articular la cultura, tendiendo a diluir las
fronteras en experiencias intersubjetivas y colectivas, y situando las prácticas de
estos artistas en una oposición más dirigida hacia la liberación de su identidad
de las etiquetas exóticas y primitivas. De esta manera el discurso descolonizador
establece relaciones de desarrollo histórico rompiendo con la centralización y
neutralización de la cultura.
7. Como afirmó Ery Camara,
“la universalidad no es propiedad exclusiva de ninguna
civilización porque solo se reconoce en la relación de todas
las civilizaciones”.
El verdadero multiculturalismo supone el reconocimiento,
sin el cual cualquier conciliación universalizante resulta
estéril o ilusoria, del otro en su identidad y en su alteridad.