Propuesta para mejorar la formación de antropólogos y su inserción laboral
1. Sobre la desgracia de estudiar Ciencias Sociales, y una propuesta de programas pedagógicos
responsables.
(Nota: ya conseguí trabajo y ahora busco antropólogos para un proyecto, más información acá)
Soy antropólogo. Recién graduado y buscando puesto. Tras haber estudiado 6 años en la universidad
(aunque sólo 4 de ellos fueron por obligación, el resto por confusión) he encontrado un conflicto entre
lo que aprendí y lo que puedo hacer. Resulta, en primera instancia, que dentro de lo poco que aprendí
no aprendí a hacer nada. El primer obstáculo que afronté fue cómo llenar una hoja completa, más allá
de nombres y teléfonos para que se constituyera en un curriculum vitae. ¿Cómo poner de manera
elegante en una hoja, que supuestamente debe ser mi pasaporte al mundo laboral, que sé hablar de
algunos capítulos de Levi-Strauss (como los jeans), o que a pesar de haber visto solamente unas
cuantas vasijas, sé distinguir un trasto (porque sí, a pesar de lo coloquial que suene, el nombre técnico
es ese) Kalima de uno Tairona? Dado el caso que logren ver más allá de los nombres y no parezca todo
esto un colash surrealista de pantalones, discotecas y parques nacionales, claramente se darán cuenta
que analiza libros a partir de trozos, y que habla de culturas extintas sin conocer además sus vestigios.
Mejor dicho, un culebrero. Ante las dificultades, empieza uno a entender las preguntas de todos los
amigos de los papás, cuando en plena reunión se dirigían a uno con una legítima curiosidad y decían,
"...y...como en qué trabaja un antropólogo?" Claro, a los amigos de los papás un antropólogo les
contesta en tono intelectual (jugando con la mochila a pesar de estar en un matrimonio) que el mundo
está entrando en la era de Acuario, y que ahora todo tiende hacia las ciencias sociales y los proyectos
multidisciplinarios. Que las empresas cada vez más tienen antropólogos en sus filas para hacer
seguimiento de proyectos, evaluación de impacto social. Pero claro, vivimos en un país en el que la
gente no come cuento, y la era de Acuario no llegó más que a los cocteles y reuniones, y el mejor
resultado que llegaron a darle a un antropólogo fue una noche de romance con una cautivada estudiante
de administración de empresas que acababa de ser echada por su novio (con quien a propósito volvió a
mas tardar una semana después de semejante desliz profesional).
Los pocos directivos de empresas importantes que han sufrido también el peso de Acuario, le dan una
cita a uno que otro antropólogo. Esto es aún más incómodo que intentar llenar la hoja de vida ¿Qué le
puede decir uno al gerente de una empresa que se dedica a hacer páginas web? ¿Que en la India no
comen vacas, porque con la boñiga hacen las casas...o que hay indios (porque para este momento uno
ya ha perdido cualquier voluntad para hacer la distinción entre indígenas e indios) que queman todo lo
que tienen para ganar estatus en sus pueblos? Hay unos pocos osados (o más bien pendejos) que se
atreven a contar todo esto en una de esas oportunidades, y claro, son ellos los que nos dan la fama de
marihuaneros. La universidad nos enseña ampliamente cómo hablar de la pobreza. Somos diestros
hablando de la importancia que tienen en algunas culturas (como en los Paeces) los periodos de
austeridad. Somos capaces de hablar en términos académicos del desarrollo. De las consecuencias de la
globalización. De la poca aplicabilidad de las teorías de la tercera vía (aplicadas de cualquier modo) en
el caso Colombiano. De las economías alternativas. Somos capaces de hablar de todo esto, pero a la
hora de vivir la pobreza (y entiéndase por pobreza el no tener plata para ir a cine, no promedios de
productividad per cápita ni nada por el estilo) en el tercer mundo daríamos todo por que en este país
talaran la mitad del bosque amazónico con tal de tener trabajo. Leímos Antropología de la pobreza,
pero debería ser complementado por un segundo volumen llamado "Antropología es la pobreza".
Cuando por fin entendí que un trabajo como el que buscaba más que difícil era utópico, empecé a
preguntarle a mis compañeros de carrera en qué estaban trabajando ellos. La mayoría dedicados al
sector pedagógico me dijo que era uno de los trabajos más difíciles que hubieran podido imaginarse.
Claro, podría ser diferente si dictaran clases para antropólogos, en facultades de antropología.
Desgraciadamente los pocos que llegaron a dictar clases en universidades, dictaban clases del estilo de
2. Nietzsche para diseñadores industriales y Platón para Licenciados en deporte. Mientras los unos no
entendían por qué sencillamente Zaratustra no grabó un disco, los otros eran un claro contraejemplo del
diogénico proverbio mente sana en cuerpo sano gracias a las contusiones cerebrales ocasionadas por el
boxeo. Siendo este el mejor ejemplo de trabajar como docente tras ser profesional en antropología, los
otros tienen necesariamente que ser en colegios y con adolescentes. Ahora bien, sé perfectamente
cuáles fueron las consecuencias de la hegemonía conservadora en el sistema pedagógico; sé muy bien
los intentos modernistas que hicieron los fundadores de la Caro y Cuervo; conozco el sistema educativo
lancasteriano...pero todo esto no me serviría más que para entender el origen de Cabeza y Cola. No hay
absolutamente nada en mi hoja de vida que me permita afrontar un endemoniado grupo de adolecentes
en una aburrida (porque claro, si les cuento lo que sé los aburriría como me aburrieron a mí mis
profesores de sociales en mi también endemoniada adolescencia) clase de colegio.
Definitivamente dentro de los programas antropológicos deben ser tenidos en cuenta factores múltiples
que afectarán la vida laboral de los individuos que se sometan voluntariamente a tan traumático futuro.
En primer lugar, se debería montar un programa de tratamiento colectivo para alejar las personas desde
una edad temprana de las ciencias sociales. Campañas publicitarias que dijeran cosas como, si te
dedicas a estudiar la pobreza, ¿quién te pagará? Según Marx el hombre se realiza a través de su trabajo:
no lo estudies o no podrás realizarte...inclusive publicidad más agresiva, como hacer presentaciones
públicas frecuentes de holocausto caníbal puede llegar a ser una buena idea. Para quienes no logren ser
disuadidos de tan absurdo fin, podrían hacerse modificaciones estratégicas en los programas para que
sea más fácil afrontar la profesionalidad de la antropología. Incluir cursos como: Adolescentes:
personas que adolecen de sentido común, Modernidad: Word y Excel, Posmodernidad: Power Point, y
también sería bueno cambiar el enfoque de algunas clases. Sustituir Problemas antropológicos del
desarrollo, por Problemas del desarrollo como antropólogo. Conservar, desde luego, las pocas clases
que por ahora significan beneficios prácticos para los estudiantes: Seminario de Amor y erotismo,
Cultura y alimentación y otros más que entrenan al individuo en la resolución de problemas a los que se
verán expuestos. El poco sentido práctico que tienen las clases dictadas en los departamentos de
antropología hacen de esta una ciencia abstracta. Una ciencia sin oficio que se ha convertido por eso en
una ciencia de coctel. Sea esta una oportunidad para decirle a todos los antropólogos, embriones y
profesionales, ¡cojan oficio