1. SANTIAGO APÓSTOL
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y
se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: ¿Qué deseas? Ella contestó:
Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el
otro a tu izquierda. Pero Jesús replicó: No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces
de beber el cáliz que yo he de beber? Contestaron: Lo somos. Él les dijo: Mi
cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí
concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero
Jesús, reuniéndolos, les dijo: Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y
que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser
grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero
entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha
venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.
Mateo 20, 20-28
EL ORGULLO DE UNA MADRE
Los evangelistas, a veces, nos presentan escenas tan vívidas y humanas
que podemos imaginarlas casi como si las estuviéramos viendo. En esta
ocasión, Mateo nos presenta a la madre de los hermanos Zebedeos, los
apodados hijos del Trueno, dirigiéndose a Jesús para pedirle un favor
muy especial. Podemos visualizar a esta mujer, una de las seguidoras de
Jesús, orgullosa porque sus vástagos se cuentan entre los “favoritos” del
maestro y al grupo de discípulos no muy lejos, mirándola con recelo e
indignándose ante la pretensión de los dos hermanos.
Es curioso que no sean los dos discípulos, Santiago y Juan, quienes
eleven su petición a Jesús, directamente. Quizás quieren y no quieren,
porque intuyen que sus compañeros se les van a echar encima, y
prefieren que sea su madre quien dé la cara por ellos en algo tan
delicado. Saben que Jesús escucha a las mujeres con respeto y agrado.
Así que la envían, o quizás es ella misma quien se adelanta a formular la
petición, viendo que sus hijos no se atreven. El orgullo materno a veces
ciega un poco a las madres.
Jesús escucha con atención a la mujer. Pero cuando responde, se dirige
a sus discípulos. ¡Los conoce demasiado bien! Y aprovecha para dar una
lección, primero a los dos hermanos, y luego a todo el grupo.
2. EL CÁLIZ QUE YO HE DE BEBER
Primero les pregunta a Santiago y a Juan si serán capaces de beber su
cáliz. ¿Entienden ellos qué significa beber de esa copa? Posiblemente
todavía están pensando que el Reino de Dios llegará con gloria y
esplendor, y que Jesús subirá a un trono temporal, con poder y fuerza,
para instaurar ese reino. A buen seguro no imaginan que la gloria de
Jesús pasa por la muerte, y que su trono será una cruz. Jesús no engaña
a los suyos y no deja de recordarles que seguirlo conllevará peligro,
persecución y sufrimiento. Sus discípulos no están llamados a ser los
ministros de un rey poderoso, al modo de los reyes terrenales o el
emperador romano, sino a ser servidores, como él, a no tener
seguridades ni acomodos en esta vida, más que la certeza de saber que
Dios está con ellos siempre.
¿Serán capaces de afrontar el rechazo, la persecución y la muerte? Ellos
responden sin vacilar: Sí, podremos. ¿Son conscientes de lo que están
diciendo?
En aquel momento, todavía no estaban preparados. Pero Jesús no los
contradice: Mi cáliz lo beberéis, afirma. Sabe que ahora no, pero llegará
el día en que sus amigos, llenos del Espíritu Santo, tendrán el coraje que
les hace falta y sabrán dar la vida por él. Y así fue, años más tarde. De
hecho, no deja de ser significativo que Santiago, el mayor de los hijos del
trueno, fue el primero en morir por el evangelio, a manos de las
autoridades judías.
EL QUE QUIERA SER GRANDE, SEA EL SERVIDOR DE TODOS
Después, Jesús se dirige a todo el grupo. El resto de discípulos está
molesto con los hermanos. ¿Quiénes se han creído que son? ¿Por qué
ellos van a ocupar lugares de privilegio? En realidad, no es que aboguen
por una igualdad, el problema es que todos ellos querrían ser el primero,
el favorito, el hombre de confianza del maestro.
Jesús les da una lección de humildad. El que quiera ser primero, sea
vuestro esclavo. Con estas palabras da un revés a sus orgullos y
pretensiones. En la montaña, Jesús había predicado que felices serían
los mansos, los humildes, los pacíficos… Una y otra vez dio testimonio de
sencillez y servicio. Parece que los discípulos eran un tanto duros de
cabeza y de corazón. En la última cena, Jesús convertiría estas palabras
en gesto, agachándose para lavar los pies de sus amigos. Sería su última
3. lección, imborrable, para mostrarles que él no había venido a mandar
sino a servir; y que sus seguidores estarán siempre llamados a imitarlo.
El Reino de Dios va al revés que los reinos del mundo. En nuestras
sociedades, dos mil años después de Jesús, vemos cómo la gente sigue
persiguiendo posiciones de poder, cargos, lugares de mando,
protagonismo y notoriedad. A nadie le gusta sentirse criado, ni pasar
desapercibido. Jesús nos sigue interpelando con su ejemplo, con su
humildad, con su cruz. ¿Aprenderemos que, en el Reino, los primeros
serán los últimos? Si en algo hay que ser primero es en servicio, en
solidaridad, en bondad.
EL SENTIDO DEL MARTIRIO
Hoy, que celebramos la muerte del primero de los apóstoles, Santiago,
podemos también reflexionar sobre el sentido del martirio. La palabra
martirio no debería interpretarse exclusivamente como muerte violenta,
ni tampoco debemos confundir el concepto de mártir cristiano con otros
mártires, como los suicidas fanáticos de ciertas religiones que se dan
muerte tras cometer una matanza.
La palabra mártir en su sentido original significa testimonio. Es mártir
quien da testimonio de la verdad, es decir, de Jesús. Por dar testimonio
muchos encontraron la muerte. El mártir cristiano es el que muere, no
matando a otros, sino dando su vida por amor. Le quitan la vida, pero no
el alma. Y su muerte tiene un efecto insospechado: lejos de asustar a los
creyentes y disuadir a los que no creen, alimenta todavía más las
conversiones y se convierte en modelo y ejemplo, tal como rezan las
oraciones de las misas de mártires: la sangre derramada se convierte en
semillero de vocaciones.
En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, donde se nos relata
la muerte de Santiago, leemos una réplica de Pedro al Sanedrín. Ante la
prohibición de hablar de Jesús, Pedro contesta que tiene que obedecer
antes a Dios que a los hombres. Son las palabras valientes de un hombre
movido por la libertad de espíritu, al que nada podrá detener. La muerte
quizás acallará sus labios, pero el mensaje seguirá transmitiéndose, más
allá de su vida terrenal.
Hoy podríamos reflexionar en el sentido que el martirio tiene para
nosotros. En muchos países del mundo los cristianos aún son
perseguidos y mueren asesinados por su fe. ¿Nos solidarizamos con
ellos y con sus familias? ¿Somos conscientes del enorme valor que
4. tienen? Nosotros,aquí, en Europa, quizás nos quejamos de que la Iglesia
tiene mala prensa y los medios atacan injustamente a los cristianos. Al
menos, respetan nuestra vida y nuestra libertad. Tenemos mil
oportunidades para dar testimonio y evangelizar. ¿Qué nos frena? La
fiesta de Santiago, apóstol y patrón de España, debería hacernos
reflexionar si no podemos hacer un poco más esta gran viña del Señor,
que él ha confiado en nuestras manos.