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No tentarás a tu Dios
1. NO TENTARÁS A TU DIOS
1R DOMINGO DE CUARESMA – CICLO A
«No nos dejes caer en la tentación», rezamos en el Padrenuestro.
Cuando Jesús nos enseñó esta oración sabía muy bien que necesitamos
ayuda, porque vencer las tentaciones no es fácil. Sin la fuerza y la lucidez
que nos da la oración ante Dios, nos costará mucho no caer. ¿Por qué?
Porque el tentador es inteligente. Nunca nos tienta con cosas malas.
Como decía santa Teresa, se disfraza de ángel de luz y sus ofertas
parecen ser de lo más beneficiosas, oportunas y solidarias. ¿Con qué
tienta el diablo a Jesús? Con lo mismo que nos tienta a todos nosotros.
Se vale de nuestras necesidades y buenas intenciones y promete
satisfacerlas todas. El demonio se nos presenta como el gran
humanitario que viene a resolver nuestros problemas… siempre que lo
adoremos a él. ¿Sufrimos carencia económica, pan, alimento? Él nos da
fórmulas para ser ricos. Es la primera tentación: priorizar el bienestar
material por encima de todo. ¿Nos falta salud? Con la segunda tentación
el diablo abre las puertas a lo milagroso, a lo mágico, a lo sobrenatural.
Nos ofrece manipular los poderes celestiales a nuestro favor… siempre
que le escuchemos. ¿Queremos que en el mundo reinen la paz y el
amor? Con poder personal haremos lo que nos propongamos: él nos lo
dará… si le adoramos. El demonio, en fin, nos ofrece pan, fama, poder,
salud, dinero y amor. Nos dice que su camino es humano, próspero, de
éxito. ¡Basta seguirlo! Pero Jesús lo rechaza con energía y decisión.
El diablo engaña. No quiere alimentarnos, ni vernos sanos y felices, sino
destruirnos. Ofrece cosas buenas, pero con medios malos: los medios
de la manipulación emocional, la violencia del poder, la trampa de la
seducción. La Iglesia también debe estar alerta ante estas sutiles
tentaciones. Para construir el reino de Dios no vale cualquier medio. Sí,
hemos de luchar contra el hambre y la injusticia, hemos de ayudar a la
gente y buscar la salud de cuerpo y alma. Pero no podemos usar los
medios del mundo, que van contra la libertad de la persona y su
integridad. No podemos reducir el reino de Dios a la prosperidad
material y al éxito, tampoco podemos implantarlo a la fuerza. No
podemos usar la coacción ni el deslumbramiento místico. Los medios
de Jesús son muy humildes y sencillos. Su arma fue la palabra, su
alimento, su mismo cuerpo. Su corona y su trono, la cruz. Ejerció su
2. reinado haciéndose servidor de todos y entregándose hasta las últimas
consecuencias: dar su vida por amor.
Claro que el camino de Jesús parece menos brillante y, sobre todo, más
sacrificado y difícil que el fácil camino del tentador. Por eso necesitamos
su ayuda para superar la prueba. ¡Pero la tenemos! La primera lectura
del Génesis nos muestra a Adán y Eva, que caen en la tentación de la
serpiente, tan atractiva. ¡Seréis sabios como Dios! ¿Quién puede
resistirse a esta promesa? Pero san Pablo en su carta nos recuerda que
la salvación de Jesús es mucho mayor, más poderosa y de más alcance
que el fallo de Adán y Eva. Si el primer pecado acarreó la muerte, la
obediencia amorosa de Jesús trae una vida desbordante y eterna a
todos, sin excepción. Con su ayuda podemos vencer todas las
tentaciones que nos ofrecen una imagen distorsionada del reino de Dios.
Con él, ya formamos parte de este reino que se está construyendo, aquí
y ahora.