Historia Clínica y Consentimiento Informado en Odontología
Un Ensayo sobre la conducta humana.
1. ¿LIBERTAD O ALIENACIÓN?. Un ensayo sobre el
comportamiento humano.
Ignacio González Sarrió.
Doctor en Psicología Jurídica. Perito Judicial y Forense.
Desde el origen de la humanidad el hombre ha tratado de entender y dar una
explicación a los hechos generados en torno suyo, no siendo su propia conducta
una excepción. El recorrido es largo iniciándose con la filosofía greco-romana,
pasando por el racionalismo de la ilustración, hasta llegar al empirismo de
nuestros días, sin dejar de lado las corrientes existencialistas posteriores a las
dos grandes guerras mundiales.
Así, el ser humano, movido por su inagotable sed de saber y su innata
curiosidad, ha buscado desvelar los orígenes y causas que rigen su propio
comportamiento. Una de las principales razones para ello la podemos encontrar
en la natural reacción, que produce en el hombre, el desconocimiento de algo.
Así, ante lo desconocido y lo imprevisible, surge en nosotros un sentimiento de
inseguridad, expectación o alarma. Necesitamos conocer para sentirnos
seguros. Tenemos, por tanto, una tendencia natural a identificar, catalogar,
clasificar y juzgar aquello que se nos presenta y, la conducta de nuestros
semejantes, no es una excepción.
Las diferentes corrientes de conocimiento que han tratado de acercarse al
entendimiento del comportamiento humano han priorizado, dependiendo del
momento histórico en el que se encontrasen, unos aspectos frente a otros, esto
es, dándole un mayor peso a los factores biológicos, sociales, culturales o
sociales. Finalmente, y en la actualidad, la psicología y otras ciencias sociales y
de la salud, se encuadran en un "modelo bio-psico-social", a la hora de explicar
el comportamiento humano, concediéndole un mismo valor a los tres ejes.
No obstante es conveniente, llegados a este punto, y partiendo del mencionado
modelo bio-psico-social, hacer algunas matizaciones al mismo. En primer lugar
cabe decir que el peso de cada factor no será nunca proporcionalmente el
mismo siendo, por tanto, necesario el planteamiento de "caso único" a la hora
de producir hipótesis explicativas de la conducta de una persona.
Por otra parte es necesario especificar que se entiende por cada uno de los ejes
del modelo. Por "biológico" se entiende todo aquello que es hereditario,
congénito, esto es, innato. Es decir aquello con lo que nacemos, con lo que
2. partimos de base. También se suman los aspectos de naturaleza física que son
adquiridos con el paso del tiempo pero que no dependen de otros factores.
Por "psicológico" se entienden todos aquellos elementos que pertenecen a la
esfera de la "psique" del individuo, sin embargo, aquí encontraremos aspectos
que pueden entenderse como congénitos (rasgos caracteriológicos), y otros que
se irán incorporando a la personalidad producto del aprendizaje (bagaje
experiencial del individuo).
Por último, por "social", entendemos todos aquellos elementos que rodean al
individuo, desde su nacimiento, y que conforman el ambiente en el que tendrá
que desenvolverse, esto es, familia, escuela, sociedad, barrio, comunidad, país,
iguales...
Dicho lo cual, podemos comprender la relevancia que, sobre la forma de ser de
cada uno de nosotros, tienen aspectos tales como el lugar donde nacemos, el
momento histórico, la familia, el poder adquisitivo de los padres, la cultura, los
valores, etc.
Por tanto, el niño nace en el seno de una familia, cuyos padres movidos por sus
propios valores y creencias le educaran siguiendo unos "estilos educativos"
determinados. Dichos estilos educativos, así como la propia estructura familiar,
irá dotando al menor de un sentido de la realidad y de sí mismo. Poco a poco el
niño irá interaccionado con el resto de los miembros de la familia y con otras
personas significativas de su entorno más cercano. Estas interacciones
generaran dinámicas, esto es fuerzas, (tiras y aflojas entre ellos) de las cuales
surgirán los roles (papel otorgado al individuo por el resto de miembros de la
familia).
Con el inicio de las interacciones sociales con otros adultos significativos
(profesores) e iguales, el rol familiar se verá ampliado y reforzado (o no). Poco a
poco, el niño irá desarrollando un concepto más elaborado del mundo, de sí
mismo y de los demás.
Llegados a este punto surgen las principales tensiones y frustraciones. El niño
tratará de dar satisfacción a sus necesidades e intereses, no obstante, estos se
verán confrontados con las necesidades e intereses de los demás. Y no solo esto,
tendrá que ir poco a poco adecuando su conducta a un sistema altamente
complejo de normas, reglas y expectativas sociales, educacionales e
institucionales. Ya no verá cumplidos sus deseos, surgirán los primeros
conflictos interpersonales y las emociones intensas de naturaleza límbica
carecerán de la suficiente maduración cortical como para verse refrenadas.
3. A medida que el niño asume las reglas sociales va entendiendo
progresivamente la complejidad del mundo, produciéndose una lenta
acomodación a este. El desarrollo de su personalidad dependerá en gran
medida de las estrategias de afrontamiento que emplee, de los aprendizajes
obtenidos, de la interpretación resultante de sus propios fracasos y éxitos y del
rol que le es conferido por padres, hermanos, adultos relevantes e iguales.
En general nos encontraremos, dependiendo de los factores anteriormente
mencionados, con tres estilos de respuesta en niños y adolescentes. Las
respuestas inhibidas y evitativas; las de afrontamiento (de tipo reivindicativas)
y las prosociales de naturaleza adaptatativa. El uso de una u otra dependerá en
gran parte del proceso de interiorización que lleve a cabo el individuo. De
modo que si un niño vive las interacciones sociales como frustrantes ya por
represivas, ya por carentes de beneficios, desarrollando como consecuencia la
idea de inhabilidad o indefensión a la hora de defender sus derechos o
expectativas, tenderá a retraerse sobre sí mismo, fomentando un autoconcepto
de incapacidad y elaborando una visión del mundo y de los otros amenazante.
Este niño tenderá a la introversión y reaccionara, de forma inmediata,
inhibiéndose ante los demás como forma de evitar el conflicto al haber asociado
la idea de confrontación con la de interacción social.
Por tanto el menor que de sus relaciones sociales genera frustracción, dolor,
pérdida, evitación e inhibición desarrolla un aprendizaje cohercitivo de sus
propios fracasos, lo cual le conducirá irremisiblemente a la introversión,
represión e inadaptación social.
Frente a este encontramos el estilo de afrontamiento contrario, esto es, aquel
niño que trata de imponer por la fuerza su voluntad frente a los otros, no da su
brazo a torcer y reacciona de forma agresiva ante la frustracción. Busca el
choque y trata de dominar al resto de sus iguales. No escucha, le cuesta
empatizar, resaltando su egocentrismo como principal característica. En general
son niños que no dudarán en utilizar la fuerza para imponerse sobre los demás.
Lógicamente tanto uno como otro, son producto de estilos educativos,
dinámicas familiares y roles adjudicados que podríamos calificar de poco
adaptativos. El primero induce al niño a una baja autoestima y a la creencia de
que la evitación es la mejor forma de afrontar la vida. El segundo es un
empoderamiento patológico del menor, que le hace creer que todos deben estar
a expensas de sus necesidades, es lo que se ha venido en llamar el síndrome del
pequeño emperador.
4. Por tanto, aquel niño que convierte los errores y frustraciones en aprendizajes,
desarrollando de esta forma un mayor conocimiento del entorno y de sus
propias potencialidades, al tiempo que amplía su bagaje de conductas
adaptativas, utilizándolas estas, como instrumentos, es decir, habilidades que le
permitan alcanzar objetivos previamente definidos por él, aquel niño,
interiorizará un autoconcepto seguro de sí mismo, de sus iguales y de su
entorno.
En este sentido, toda conducta humana, adaptativa o no, normativa o no,
funcional o no, patológica o no, puede concebirse como la consecuencia de unas
presiones, fuerzas o dinámicas.
Cada individuo se mueve en un espacio, tanto físico como psicológico, que no
es otro que aquel que él mismo se gana y, al mismo tiempo, los otros dejan libre
para él.
Existen grupos sociales, familiares, educativos, que comprenden la necesidad
de la persona por su propio espacio vital como condición necesaria para el
desarrollo armónico de esta. Por contra otros grupos familiares impiden, por
sus propias características, la obtención de este espacio vital. Así familias
impermeables, cerradas, tóxicas o disfuncionales tratarán de que el niño
desarrolle un yo disarmónico, inculcándole nociones de necesidad,
insuficiencia, dependencia y falta de autonomía, asignando al niño roles
carenciales y limitantes o de servidumbre.
De modo que todo individuo se ve enmarcado y circunscrito en un contexto
social, el cual le impregna de valores y creencias, asignándole un espacio y un
rol, en la familia, en la escuela, con sus iguales, etc. Este rol se desprende
básicamente de las expectativas que los demás expresan respecto de uno
mismo. Es de esta forma como los grupos adquieren una identidad, forman sus
jerarquías, nombran a sus líderes y asignan funciones. Es así como cada uno se
define frente al grupo y el grupo define al individuo. Es así también como cada
uno encuentra su espacio vital y adopta una actitud frente al grupo. Es así como
surgen los líderes, los seguidores y los marginados. Es así como aparecen las
conductas prosociales, las conductas egoístas y las conductas de acoso.
Por tanto, no podemos esperar de un niño sin espacio vital para desarrollarse,
circunscrito en una familia disfuncional, que orbita en los márgenes de su
grupo de iguales, que ha interiorizado un concepto de sí mismo centrado en la
inseguridad e ineficacia y cuya principal estrategia de afrontamiento es la
inhivición-evitación-huída, -no podemos esperar pues- una conducta
5. socialmente adaptada, empática, asertiva, ni prosocial, sino más bien debemos
esperar angustia, soledad, desadaptación, depresión y rabia.
Por ello creo que, todo comportamiento humano, es consecuencia de las
presiones de su entorno, presiones materializadas en expectativas y falta de
espacio vital, presiones del medio familiar y social que coartan la libertad del
individuo desarrollando un sentimiento de alienación respecto de sí mismo,
esto es , una merma en la percepción de sus propias capacidades para lograr el
cambio, un sentimiento de indefensión frente a las exigencias del entorno que
generan en el individuo la idea de incapacidad y falta de autonomía.
Ignacio González Sarrió.
Doctor en Psicología Jurídica.
Perito judicial y forense.
Miembro del Turno de Peritos Forenses del Ilustre Colegio Oficial de Psicólogos.
Coordinador Grupos de Trabajo en Psicología Jurídica.
http://psicolegalyforense.blogspot.com
NºCol.cv06179.
696102043
Valencia.