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Las etapas; de la geopolítica*
Yvss Lecosre
f)I or geopolítica se entiende todo aquello que concierne a las riva-
lidades de poder sobre o por territorios, rivalidades por el control o
la dominación de éstos, ya sean territorios de gran o pequeña erten-
sión, rivalidades entre poderes políticos de cualquier naturaleza, y
no solamente entre Estados, sino también entre etnias, movimientos
políticos o religiosos. Estos conflictos por el territorio existen desde
hace milenios (primero por los territorios de caza), entre las tribus,
las ciudades, los imperios, los pueblos y las naciones. Algunas de
estas guerras han sido obieto de narraciones escritas por los iefes
de una guelra victoriosa (César, La guerra de Gaules), o bien for-
man parte de las memorias de quienes fueron testigos privilegiados
(Tucídides y la Guerca del Peloponeso). Empero, nos señalan que
no es sino hasta el siglo XIX que los conflictos por el territorio y las
Zonas marinas aomenzaton a ser objeto de estudios comparativos y
sistemáticos, que pennitieron comprender no sólo las fuerzas que
en éstos intervenían, sino coad¡,uvando a reflexionar principalmeirte
acerca de las múltiples características geográficas de los espacios
en disputa.
Cierto es que la geografía (en su acepción etimológica se refiere
al dibujo de la tierra y los primeros mapas) es considerada como uno
de los primeros conocimientos cientÍficos. Ésta tiene 2500 años de
existencia? y se podÍía partir del trabajo de Herodoto y sus investi-
gaciones. Herodoto había tratado de entender y precisar los eshrdios
sobre geografía mediante la observación histórica en el transcurso
de los siglos, retomand o para sus avances las observaciones reali-
zadas por los conquistadores, los navegantes y los exploradores. Al
inicio del siglo XX, después de las guelras napoleónicas, en Prusia
* Traducido del francés al español por Leidy Laura Múgica'
t- ;ccte-LT Fv-c^nC-cóq.
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!.
ft
E-
t1
Yves Lecosrp
la geografía comenzó a ser obieto de una enseñanza destinada tanto
para dirigentes de la guerra como para entornos sociales cada vez
más extensos, incluso para los estudiantes. Fue por este rnotivo que
en la lJniversidad de Berlín la geografía adquirió un carácter de dis-
ciplina universitariapara la formación de profesores del Liceo. Este
proceso de instituctonalización mantenía una cercana vinculación
con el movimiento para la unidad alemana. Esta geografía univer-
sitaria, que crea las clasificaciones y herramientas intelectuales,
se integra progresivamente por áreas cada rrez más numerosas: la
geografía de las formas del relieve, la geografía de los climas, de
la vegetación, de la población, la geografia económica,la geogra-
fía política, etc., siendo ésta últim a a partir de la cual se constituye
la geopolítica.
Prirnera etapa de la geopolítica:
la geopolítica alernana 1890-1945
Para 1887, el gran geógrafo Friedrich Ratzel contaba con una am-
plia colección de obras, entre ellas, Antropogeografia (1882) y Geo-
grafia política (1887). Rudolf Kjellén, un jurista sueco (germanó-
filo) convertido en geógrafo, mencionó por priinerayezIapalabra
Geopolitifr,r término que nace al contraer las palabras "geografía" y
"política''.
Esta geopolítica alemana reclamaba indebidamente las tesis
biológicas de Danvin, argurnentando que, entre los pueblos, la se-
lección natural era un factor de progreso equiparable al existente
entre las especies animales. Este discurso seudo-científico gozó de
un éxito aún mayor en Alemania, 1o que proporcionó una cómoda
'Justificación" científica a la expansión pangermanista. Asimismo,
el término "geopolítica" fue poco utilizado por la escuela de geogra-
fía fiancesa, la cual comenzó a desarrollarse a finales del siglo XX,
a cornparación de la escuela de geografía alemana.
I LapalabraGeopolítilc ha sido respetada tal cual aparece en el texto origi-
nal. Se prescinde de traducción debido a que es distintiva de la escuela
geopolítica alernana y sustancialmente variante de la que sería ccn pos-
terioridad la escuela geopolítica francesa (nota de la traductora).
Les grepes DE LA cnopolÍucn
En la Geografia política, Ratzel no realizaun análisis detallado de
una sifuación de conflicto concreta. Pretende establecer "leyes" de la
geografía política, y es por esto que las enuncia para probar la le-
gitimidad de cada una de ellas de acuerdo a una larga sucesión de
ejemplos históricos brevemente enunciados y seleccionados por él
desde los tiempos antiguos en diversas partes de Europa y del mun-
do. Estas "leyes" señalan, por ejemplo: ¿si un Estado posee la parte
baja de un río, es por ello que debe controlar su curso? De hecho,
había previsto la necesidad de justificar la expansión del Reich en
una sifuación geográfr,ca concreta. Los casos que refutan las supues-
tas "leyes" fueron ignorados. Este es un discurso de tipo axiomá-
tico (neo-darwiniano) acerca de la disímil capacidad biológica de
los pueblos y de las razas humanas para conquistar y organizar los
territorios de tamaño más o rnenos desigual: el Reich, en tanto que
"Estado joven", tiene una mayúscula necesidad natural de espacio
(es el famoso "espacio vital"); de ahí el reclamo al derecho sobre
el espacio, mientras que los "Estados viejos" (como Francia, desde
luego) ocupan de manera injusta vastos territorios.
Vigorosamente popular en los círculos dirigentes del Reich en la
víspera de la Primera Guerra Mundial y con posterioridad a la derro-
ta de 1918, Iapalabra geopolitik encuentra a través de los profesores
del Liceo amplia resonanciapara impulsar la denuncia de las injusti-
cias del Tratado de Versalles y preparar la venganza. La geopolítica
fue evocada por los nazis como "la ciencia alemana": fueron ellos
quienes hicieron la justificación -supuestamente científica- de las
necesidades del "espacio vital" del pueblo alemán.
De igual manera, la geopolítica era el gran argumento del hip-
nótico pacto gennano-soviético de agosto de 1939 por el que Stalin
se había dejado seducir tras la idea de r¡n pacto continental en el
que la primera etapa era dividir Polonia.lLa gravedad de este error
estratégico apareció para los soviéticos en junio de 1941, cuando la
atmada delReich no tenia entonces nada que temer al oeste (después
de la denota francesa de junio de 1940) y se lanza súbitamente a la
conquista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas [unss].
El escuadrón de defen sa nazi [sS] emprendió el exterminio de la
población judía y eslava de los territorios del fufuro Grand Reich,
la genética había sido invocada para afirmm que se trataba de razas
inferiores o impuras.
F,
I2 13
Yvgs LACOSTE
La palabra "geopoEítica" goBpeada
con una maldición y, sin ermbargo,
todavía una práctica común: L945-1980
At final de la Segunda Guera Mundial toda alusión a la geopolíti-
ca erareferente Z unu teoría específicamente nazi, por lo cual fbe
proscrita en todos los países de Europa. En contraste, en Brasil y
Ctrile la geopolíticaheredada de los militares alemanes entre las dos
guetTas, siguió siendo una referencia positiva. En Estados Unidos, el
término de geopolítica no fue utilizado como tal. Los estadouniden-
ses prefirieron el término "política intemacional" o "geoestrategia'.
En Alern ania,la palabra "geopolítica" continúa siendo tabú aún en
nuestros días.
Tanto en la IIRSS como en otros Estados "socialistas" Se trataba
de un delito grave durante décadas hablar de geopolítica e incluso
la geografía humana se había prohibido por temor a convertirse en
geopolítica. En Francia, la palabra "geopolítica" se mantuvo mo-
ralmente proscrita (notablemente durante la gueffa de Argelia baio
la influencia de una estricta vigilancia ideológica de derecha en los
oírculos intelectuales, excepto cuando se utilizó paÍasatanizar el im-
perialismo americano).2
Durante décadas los recuerdos más temibles del nazismo han
estado vinculados a la palabra "geopolítica"', sin embargo, si algún
lector indagara acerca de su significación en un diccionario, por
ejemplo en el Larousse o en el Robert,las definiciones que ahí se en-
contrarán hacen referenci a auna concepción en la que sobresale un
asombroso estoicismo natural. El Gran Larousse Universal (edición
de 1962) define la geopolítica como "el estudio de las circunstan-
cias que se entrelazan a los Estados, sus políticas y los lugares de ia
naturaleza, estos últimos determinan a los anteriores". En la última
edición del Pi gmeo Larousse (2008), la geopolítica "es el estudio de
2 Hemos respetado la referencia original de imperialismo americano, aun
cuando sea mucho más preciso referirse al irnperialismo estadouni-
dense, sobre todo porque "americano" se refiere a la construcción abs-
tracta de valores representados en su totalidad por Estados Unidos,
omitiendo al resto de los Estados que confonnan el continente.
Les prepes DE LA ceopolÍrrcn
las relaciones entre los recursos geográf,cos y la política de los Es-
tados". Para el Robert continúa siendo "el estudio de las relaciones
entre los recursos naturales de Ia geografi ay lapolítica de los Esta-
dos". Ni la menor alusión de la implicación de la geopolitica (o más
exactamente de discursos geopolíticos de algirn tipo) en las grandes
tragedias del siglo XX. ¿Es este el efecto de una regla lexicográfica
que evitaría poner en peligro una fonna de estudio (de otro modo la
disciplina) consid er ada como científi ca?
El prefljo "geo" implica a la geografía; no obstante, en los dic-
cionarios el prefijo se limita a los recursos nafurales, puesto que
éstos se consideran fundamentales a pesar de que los geógrafos se
resisten al "determinismo" de los reqursos naturales sobre las acti-
vidades humanas. Estas supuestas definiciones de la geopolítica que
perduran en los grandes círculos intelectuales ¡z que proclaman en
"la política de los Estados" el papel clave de los "recursos naturales"
han mantenido en silencio el papel de la historia. Sin embargo, la
evidencia de su importancia es considerable en cualquier problema
geopolítico, ya sea en lo que respecta a la configuración de cualquier
ftontera, o bien, en cuanto al papel de aquellos a los que les con-
cierne tal delimitación territorial. Los "datos nafurales" determinan
sensiblemente la política de los Estados, cambiándola sólo en miles
o rnillones de años, en tanto que las "leyes de la naturaleza" perma-
necen etemas, reduciéndolo lógicamente en materia de geopolítica
a los lugares comunes de género, como por ejemplo: "Inglatera es
¡.rna isla", "Japón es un archipiél?9o", o se destacalainmensidad del
territorio de Rusia.
Estas no son, evidentemente, trivialidades geográficas de género
que expliquen el devenir de la palabra "geopolítica" desde hace una
veintena de años en Francia. Su éxitp es rnucho más sobresaliente
respecto al de la geografía, la cual ,b hu reduciclo a una fastidiosa
disciplina escolar -a diferencia de la Historia- difícilmente aceptada
por los intelecfuales. La geopolítica se ha convertido en nuestros
días en una paiabra de moda. La geopolítica fue sornetida reciente-
mente a una verdadera "descalificación" semántica,tal es así que los
filósofos anglosajones "post-modemos" seducidos por los discursos
cle sus colegas en París, disertan respecto u"I?geopolítica del cono-
oirniento y de la diferencia colonial"
15
YvBs LecosrB
La súbita reaparición
de la palabra geopolítica en 1979
En enero de 1979,la palabra "geopolítica" reapareció de súbito an-
tes que en otro tipo de prensa en Le monde, periódico apreciado por
los intelectuales para describir un evento totalmente inesperado y
espectacular: la gueffa que había estallado, por una cuestión fron-
teriza, entre dos Estados comunistas, el Khmer Rouge3 y Vietnam
comunist a. Para esa época) una gueffa entre dos Estados colnunistas
resultaba impensable: a pesar de una grave contienda de tipo tertito-
rial entre la URSS y la China Popular, decidieron no hacer la guerra.
No fue únicamente el conflicto entre vietnamitas y camboyanos
lo que incidió, ya que si los americanos trataban de aprovecharse
de la situación podrían revivir la Guerra de los Treinta Años en esta
región, pero también conducirían a provocar una Tercera Guerra
Mundial si la China comunista atacaba"para castigar" a Vietnam,
pues este último país era apoyado por la URSS. La cuestión territo-
rial explícita del conflicto Vietnam-Camboya justifica el empleo del
término "geopoliticd', y los círculos de intelectuales se encontraban
tranquilos frente a este conflicto entre países cornunistas. Pocos me-
ses después de la salida de los americanos de Irán, expulsados por la
Revolución de Jomeini, este hecho fue presentado como título en
la prensa, manifestando un gran cambio geopolítico. Ernpero, 1979
llegó a su fin por un cambio geopolítico no menos significativo: la
invasión de Afranistán por los soviéticos, muy ternida porque los
soviéticos tendrían la oportunidad de esparcirse sobre los "mares
calientes".
La geopolítica apareció en la prensa como una palabra nueva
debido al largo período de olvido {urante el que la palabra estuvo
proscrita. Pero, sobre todo, porque bsta no se pudo "adherir" al dis-
curso que por decenios denotaba la oposición entre el "tnundo libre"
y el "bloque socialista". Los periodistas no sabían del todo qué po-
día signifi car lapalabra geopolítica; incluso llegaron a pensar que se
trataba de una ciencia nueva. Lo cierto es que despertó la atención
3 Jerneres Rojos (traducción al español) es el nornbre con el que se cono-
ce habitualmente al llamado Partido Comunista de Camboya y después
Partido Democrático de Kampuchea.
LES BTEP¡S DE LA GEOPOLITICA
de los lectores, sorprendidos de la importancia que podrían tomar los
datos naturales, e inquietos por las consecuencias intemacionales que
pudieran tener las rivalidades de poder sobre los territorios, inclusive
los de modestas dimensiones.
Los periodistas dernandaban explicaciones acerca de lo que era
la geopolítica,pero entre aquellos geÓgrafos consultados, la mayor
parte apenas conocían su significado, por lo que volvieron a referir-
se a la geopolítica como la ideología propia del nazisrno' Es rnás,
clurante la incorporaciÓn a la lerarquía de las ciencias que consti-
tuían la universidad, la omisión de la palabra geopolitica se con-
virtió prácticamente en una regla (tácita) desde los inicios del siglo
XX por la preocupación de la "obietividad científi'ct', so pretexto de
evitar las problemáticas referentes al poder y territorio.
Et papel de Ítrérodote,
revistt: cle geogt *f{a y geúpolíticw (L97 6}
Para combatir mejor las razones por las que hoy en día los inte-
lectuales tienen a la geografia en una encarecida apreciación, mi
orgullo de geógrafo me ha incitado a comprender los orígenes y la
razón de ser de este saber, que desde sus inicios fue políticainente
fundamental, al menos pafa aquellos que ostentaban el poder' Ello
me llevó a descubrir a HerÓdoto, el primer gran geógrafo y, al rnis-
mo tiempo, el primer gran historiador. Hace 25 siglos que dirigió
sus Enquétes sobre el Imperio Persa de Egipto. Dicho texto deve-
laba el saber histórico con el geográf,co para que los griegos co-
nocieran mejor la forma de luchar y revertir la derrota, esto para
cuando Darío lanzó de nuevo una tercera Guetra Médica contra los
persas. Ernpero, nada de eso se llevó a cabo, Sin ernbargo, un siglo
más tarde Aleiandro Magno fue guiado a Egipto y a Afganistán por
las Enquétes de la geografía. Siempre que hay oportunidad, y en la
medida de lo posible, he tratado de convencer a los intelectuales
así corno a los fufuros profesores de historia y de geografia acetca
de la importancia estratégrca del razonamiento geográfico sobre el
territorio. Es así que en L976, con el ap.oyo de un gran editor de
extrenta izquierda, Frangois Maspero, lancé la revista Hérodote en
16
L-
I7
Y/ES Lecosrn
compañía de un pequeño grupo de jóvenes inr¡estigadores, quienes
eran mis estudiantes (de "Vincennes", la farnosa lJniversidad "se-
senta y ocho') y col1 el apoyo de algunos de mis amigos geógra-
fos (no en menor relevancia) El subtítulo de la revista fue primero
Es tr o t e gi a s - Ge o gr afias -Ide o lo gía s ; actualmente, 3 0 años m ás tarde,
es todavía la principal revista de geo-qrafía y de geopolítica.
Hérodote, nos guste o no, ha desempeñado y desernp eitaráun pa-
pel preponderante en el desarrollo de análisis geopolíticos e¡ Fran-
cia. En r976 tuve la oportunidad de publicar un pequeño libro (con
la cooperación de Maspero), el cual, debido a su títuIo, provocó un
gran escándalo entre los geógrafos; a pesar de ello, el libro atrajo Ia
atención de numerosos lectores yperiodistas: La geografia, un anlla
para la gu.erra.
A comienzos de 1980, cuando la palabra "geopolítica" había to-
nrado un notable lugar en la prensa, los periodistas, para indagar
nrás acerca de ésta, se volcaron sobre el pequeño equip o de Hé-
rodote, que desdehacía,va rrarios años venía analizando los temas
que versan respecto al poder 5, la geografía. Desde L9B2,la revista
comenzó a construir una nueva concepción de la geopolitica.
A diferencia de Ratzel y de sus seguidores? que se referían a las
le-ves geopolíticas para sustentar los objetivos alemanes sobre cual-
quier territorio e ignorando los derechos de otros pueblos, Hérodote
enuncia como principio para la construcción de una nueva geopoli-
tica, honesta y eficiente, la necesidad de confrontar metódicamente
los puntos de vista de los protagonistas. En efecto , cadaproporción
de territorio que se encontraba en disputa por dos o más fu.przas
políticas era obj eto de representaciones geopolíticas contradictorias
donde convergían valores simbólicos antagónicos y argumentos his-
tóricos a favor de un determinadolperíodo de la historia en el que se
desease pasara desapercibido. I
Les grep¡s DE LA cgopolÍrtcR
La conf,orrnación pro gresiva
de la escuela geopolítica francesa
El pequeño grupo de Hérodote, con el apoyo de algunos amigos,
dirige desde hace 30 años y en función de la actualidad, un trabaio
comparativo de reflexión y de observación que /ersa sobre el análi-
sis preciso de un cierto número de casos concretos y de situaciones
geopolíticas particularmente complejas. En 1986 aparecieron, bajo
rni dirección y la de Béatrice Giblin, los tres tomos de la otta Geopo-
lítica de las regiones francesas (Fayard, 3500). Los 30 autores mos-
traron que el análisis geopolítico no se limita exclusivamente a los
conflictos entre Estados, y que éstos más bien pueden presentarse
en una misma nación, por ejemplo, las rivalidades electorales en-
tre partidos políticos. En 1988, Michel Foucher publicó Frentes y
fr"onteras, t¿n recorrido del mundo geopol,ítico (Fayard,527 páginas,
nueva edición 1991).
En octubre de 1989 inició el Primer Semiuario de Formación
Doctoral de Geopolitica en la Universidad de París VIII ("Vincen-
nes", en Saint-Denis) coincidiendo, un lnes más tarde, col1 la caída
del "Muro de Berlín". En L990, el colapso de los regímenes comu-
nistas en los países de Europa del Este significó el inició de nuevas
perspectivas geopolíticas. Y al final de 1991 el increíble anuncio de
la repentina desarticulación de la TIRSS provocó en Francia un rei-
teraclo interés por todas las cuestiones geopolíticas inherentes a ese
hecho, tanto en los círculos de derecha como de izquierda.
Posterionnente se inició un importante Diccionario de Geopo-
lítica (1700 páginas, Flammarion, 1993-1995), bajo la dirección de
quien escribe con Ia colaboración de una centena de autores, gran
parte de ellos pertenecientes a Hérodote.
Bajo la notable influencia de Hérodote, cu)/a función crítica no
se desviaba de los proyectos universitarios de jóvenes que ya habían
tenido contacto con "la historia", el Derecho, las Ciencias Políti-
cas o la geografía en diversas universidades, este grupo de jórienes
manifestó su interés por la geopolítica; deseabau dedicarse a iir-
vestigar durante algunos años, primero para obtener un DEA,4 y
4 Diptime cl'Éntdes Approfonrlies, diploma de posgrado o maestría.
L
l9
Yves LecosrB
después una tesis correspondiente a un profundo y exhaustirro
análisis de u¡ra situación geopolíti"u
"rp".?fica.
por ro anterior, en
1989, en la Universidad París vIII, se-estableció con Béatrice Giblin
y otros colegas el centro de Investigaciones y de Análisis Geopo_
lítico, cuyo objetivo era auxiliar y orientar a los estudiantes. poste-
riormente, en el año 20}0,el Centro de Investigaciones se convirtió
en el Instituto Francés de Geopolítica (actualmente se encuentra en
la universidad parís VIII), que alberga ajóvenes investigadores pro_
cedentes de distintas universidades francesas y europeas, incluyen-
do a las de Rusia y de los países de Europa centr ar. cadaaño se
realiza una treintena de investigaciones parara obtención del DEA
en geopolítica,_los dos años posteriores de investigación son para
obtener el grado de maestría, impulsando una cincuentena de tesis
de doctorado en geopolítica, Ias cuales son sustentadas y evaluadas
en un examen' Cadauna de ellas es un rneticuloso estudio acerca de
un conflicto en un detemrinado espacio, lo cual es una contribución
original a Ia reflexión teórica en geopolítica.
El éxito logrado permitió que en el año 2002,también en la Uni-
versidad de París VIII y con el mismo ímpetu, Béatrice Giblin ereara
el Instituto Francés de Geopolítica. Su piogra'ra se compone de una
investigación de maestría con dos tipts á, ,rp."ialidades: la pri_
rnera "Geopolítica, cuestiones territoriales y rivalidades de poder,,,
y Ia segunda "Geopolítica local, planificación 1, gestión de cuestio-
nes territoriales". Diversas tesis de geopoliticason sustentadas año
con año. La co-fundadora d,e Hérodote, Béatrice Giblin, está a car-
go de la dirección de una especialidad en ro que podr ía ramarse ra
geopolítica intern a (La nueva geopolítica de las rcgiones fr"ancesas-
2006).Acfualmente es una Escuela Francesa de Geopolítica.
Su influencia comienza a ser más o menos evidente en diversas
universidades, pero sobre todo en nurxerosas escuelas de comercio,
en las que acfualmente los profesores e'seña' geopolítica. Es así
que desde hace ya 30 años se ha erigido, a partir d.e Hérodote, un
grupo numeroso y relativamente coherente de jóvenes especialistas
de geopolítica (el término "geopolítico" tiene desaforfunadas con-
notaciones de política), lo cual es un caso excepcio na! anivel mun_
dial. sin embargo, estos a'álisis acercade las rivalidacles de poder
estatal o nacional no existen únicamente en Francia, también
""irt"r,en diversos países europeos, y sobre todo en Estados unidos, donde
Las srepes DE LA ceopolÍrrc¡
hay numerosos centros de investigación de "Relaciones Internacio-
nales". Esta erpresión se refiere a problemas muy sirnilares a los
que se estudian en geopolítica. Empero, los especialistas de esta úl'
tima disciplina, quienes tienen una fonnación histórica y en ciencia
política, apenas utilizan la palabra "geopolítica" ya que estaban en
contra de ésta, no sólo por el tabú que antaño se formuló alrededor
de ella, sino tarnbién por su falta de razonamiento geográfico.
El campo de la geopolítica, tal como se concibe en la Escuela
Geopolítica Francesa, es de hecho mucho más amplio que el de rela-
ciones intemacionales, ya que el primero toma en cuenta conflictos
locales, por ejemplo entre las etnias o dentro de grandes aglomera-
ciones urbanas donde hay conflictos entre bandas rivales. Si bien el
enfoque en términos de relaciones internacionales es particularmen-
te eficazpara el análisis de las relaciones diplomáticas, comercia-
les, financieras y culturales entre los Estados, la geopolítica está
mejor equipada para el estudio de los conflictos sobre "el terreno",
debido a su énfasis en el razonamiento geográfico, en especial si
se lleva a cabo a diferentes niveles de análisis espacial. El estudio
de un gran fenómeno político corno el del Islam forma parte tanto de
los estudios de las "relaciones internacionales" como de la geopo-
lítica. Sin embargo, las cuestiones referentes al acondicionamiento
del territorio de un país son abordadas con mayor eficacia con los
métodos de la geopolítica interna.
Yves LacosrE, geógrafo, especialista en geopolítica. ]'{ació en L929
en Marruecos, lugar en el que pasó su infancia. Catedrático de geo-
grafia. Profesor Emérito de la Universidad París-vIII, en la cual en-
seña desde 196S. Caballero de la Legión de Honor. En septiembre
del 2000 recibió el premio Vautrin Lud del Festival, Internacionpl
de Geografía, el cual es considerado corno la antesala al Prernlo
Nobel. Fundador en 1989 del Centro de Investigación y de Análisis
de Geopolítica, centro que en 2002 se convirtió en el Instituto Fran-
cés de Geopolítica, bajo la dirección de Béatrice Giblin. Fundador
en I976 y co-director de la revista Hérodate, revista de geograrta y
geopolítica (revista trimestral publicadabajo el sello de la editorial
La Découverte).
n:
&.L
20
f)evolver legibiHidad
a las relaciones intennacionales
y los inteneses geopCIlíticos*
Drorrn BIluoN
Sun.rudas las certezasde la Guerra Fría y de la bipolaridad, el
mundo se enfrentó a nurnerosas paradojas aún rnás difíciles de des-
cribir y comprender. Si se,guiere calificar con una palabra el tablero
del aj edr ez internac ion al contemporáneo, el térm ino "cornp lej id ad"
es probablemente el prirnero que viene a la mente. Esta complejidad
se resume de varias maneras:
- desaparición de la amenaza soviética, pero multiplicaciÓn de
los conflictos;
- desarme nuclear y químico, pero proliferación atómica y ba-
lística;
ción del planeta y emergencia de las BRIC;
identitarios;
- crisis del Estado-nación, pero crecimiento de los nacionalis-
mos;
- reagrupamiento regional, pero desencadenamiento de los mi-
' cronacionalismos,
: - proliferación estatal, pero disminución del Estado como actor
central de las relaciones internacionales;
- apertura integral e inmediata del mundo gracias al desarrollo
l" los medios de de zonas gri-" de los medios de comunicacrÓn, pero emergencla
- ses y de nuevas terrae incognitae;y
!1
i
a * Traduciclo del francés al español por Zaíra Rosas Hemández.
I
i23
J
L
DIDIER BTI-I-ToN
- mayor deseo de comprender el mundo, pero simplificaciones
abusivas y recurrentes de los análisis propuestos.
Estas observaciones, no exhaustiv?s, bien indican que la rea-
lidad del mundo deviene cada vez más compleja de analizar. Se
cornprende entonces fácilmente que esas contradicciones aparentes
desconcierten a los ciudadanos que viven ellos rnismos su propia
contradicción: interpelada por los honores que ellos pueden ver en
sus pantallas de televisión, listos paramovihzarse parahacerlos de-
tener, ellos se sienten impulsados a hacerlo. Entonces el cansancio
viene rápidamente a deshacer la emoción. Al interés evidente ma-
nifestado por aquello que pasa más allá de su horizonte inmediato,
el ciudadano está paradójicamente cada vez menos en situación de
comprender las evoluciones y las dinárnicas.
Es a partir de esas constantes que mi institución, el Instituto de
Relaciones Interrtacionales y Estratégicas, trata de organizar su re-
flexiÓn y sus trabajos: hemos decidido deliberadarnente no privile-
giar las cuestiones referentes a las teorías de Relaciones Intemacio-
nales para concentrarnos en la descripción de los intereses políticos
concretos y afirmar nuestra voluntad de foijar los rnarcos de análisis
de los intereses contemporáneos que se cristalizan frente a nuestros
ojos cotidianamente. En otros términos, tratarnos de hacer obra pe-
dagogica. En este sentido, lo que nosotros realizamos en nuestras
actividades de enseñanza ceÍca de los jóvenes estudiantes, puede
perfectarnente ser trasladado a públicos más amplios y diversos, ávi-
dos de conocimientos y de marcos de análisis.
La geopolítica no es sólo una disciplina universitaria: es objeto
y vector de confrontaciones intelectuales y sobre todo políticas. Por
estarazón este trabajo se centra sobre el tema de la legibilidad de los
intereses geopolíticos y sobre los escollos que debemos superar para
alcanzar los objetivos que nos hemos planteado.
La difícil legibilidad que acabamos de evocar es, entre otras
cosas, reforzada por la nueva quiebra de los clérigos. En efecto,
cuando los intelectuales se comprometen con las grandes causas
internacionales, a fin de despertar las conciencias y presionar a
sns ciudadanos a rehusar lo inaceptable, ellos cumplen su misión
en el sentido en el que 1o refirió Jean-paul Sartre, es decir: ,.[...]
criticar la sociedad y los poderes establecidos en el nombre de una
lEVOlVen LEGIBILIDAD A LAS RELACiONES INTERNACTONALES
concepción global y dogmática del hombre".1 Salvo que lanobleza
de las motivaciones no se tradt¡zca forzosamente por la justicia del
diagnóstico y que, devenidos militantes, algunos intelectuales se ar-
riesgan a cesar de ser analistas, ya no explican más el mundo, pero
sí 1o caric aturizan a fin de dar su demostración rnás efi,caz. Entonces
traicionan a los ciudadanos induciéndolos en el error. Mientras que
su función debería ayrdar a esclarecer el horizonte tornr.entoso de
las rel acione s intern acionale s, m ás bien contribuyen frecuentem ente
a obstruirlo. Que 1o hagan por convicción sincera o por voluntad de
promoción personal puede eventualmente cambiar su culpabilidad,
pero no su grado de responsabilidad.
En 1927, Julten Benda publicó un libro célebre, La trahison des
cietrs,z en el cual castiga a los clérigos que se metían cada vezmás
a hacer el juego de las pasiones políticas. Entre los síntomas rele-
vantes, Julien Benda nota la sed del resultado inmediato, la única
preocupación del obietivo, el desprecio del argumento. En una pa-
labra, los clérigos abandonan, según é1, lo universal en beneficio
de 1o particular. Hoy en día, poniendo por delante la defensa de los
valores universales para justificar sus comprotnisos, numerosos in-
telectuales esquern atizan las realidades en lugar de analtzarlas en
su complejidad. Sin duda, las inismas causas producen los mismos
efectos y Benda veía en la motivación del compromiso pasional del
clérigo moderno, el intelectual, el interés de carrera.
Este hecho social, manifestado desde hace más de 80 años, no
ha disminuido su intensidad, lo cual puede obsen'arse y verificar-
se en estos últimos 20 años a través de los comentarios y análisis
proferidos en el curso de todos los conflictos o periodos de fuertes
tensiones que el planeta ha conocido.
Así, presentamos dos ejemplos tomados de entre otros ryil:
- Durante las Guerras de los Balcanes no se ha visto a lols defen-
sores de la causa bosnia extenderse en los medios denuncian-
do y arnplificando de fonna caricaturesca los abusos serbios.
Estos últimos ftreron bien reales, pero en la medida en que los
hechos fueron estableciclos, no fue necesario exagelarlos para
1 .Tean-Paul Sartre, Plaidoyer poLn' les intellectuels, Gallirnarcl, Coll.
"Idées", Paris, 1972,p. 13
2 Julien Benda, La trahison des clercs, L927 , Grasset, Paris, 197 5. p. 126.
24 25
DinleR BnuoN
probarlos mejor y, sobre todo, adrnitir que si los abusos efecti-
varnente existían, emanaban de los diversos campos existentes
y no de uno solo; y
- Recordemos que después de la invasión de Kuwait por Irak, en
1990, una joven mujer kurvaití interrogada por las televisoras
estadounidenses había denunciado la barbarie de los invaso-
res que desconectaron las incubadoras en las salas de materni-
dad. Hecha la verificación, se tratabade la hija del embajador
de Kuwait y la puesta en escen ahabía sido montada poi una
agencia de comunicación. El problema no era finalmente la de_
claración como tal, sino la utllización que fue hecha por tales
especialistas que no dudaban en proferir numerosos cornenta_
rios enfocados alanartralezadel régimen de Saddam Hussein.
Lo primero que debemos resartar, y que nos parece elemental
incluso trivial, es que debemos guardarnos sin parff de las explica-
ciones unilateralistas e intentar siempre, por el contrario, integrar u1
mano-io diversificado de parámetros explicativos para acercarnos a
la objetividad, la cual sabemos que es imposibl e alcanzar.
En las sociedades occidentales, en los tiempos de las utopías
salvadoras, el futuro prometedor parece haber dejado de lado el
horizonte político nacional. Las soluciones parciales o los avances
graduales se han enfocado en las grandes rupturas y los desórdenes
revolucionarios. De cualquierforma, si el radicalismo ha abandonado
el campo político interior, éste ocupa desde ahora la escena interna-
cional y la sed de cornpromiso ético es, en gran parte,proyectado más
arlá de las fronteras nacionales. Ahora bien, en el momento en que
necesitamos movilizar todos los recursos de inteligenc ia paradefinir
mejor y apreciar las evoluciones en el campo de las relaciones inter-
nacionales, llegan los espíritus brillantes, llenos de cultura, servidos
por fuertes capacidades de análisis, como los niños de cuatro años
delante de una caricatura, a clasifi car cadavez más los actores inter-
nacionales en dos categorías establecidas: los buenos y los malos.
Es el triunfo del maniqueísmo, la "disneylandización', de los intere-
ses geopolíticos.
Recordemos aquello que fue anunciado en las declaraciones del
presidente Bush por parte de nurnerosos especialistas, a menudo au-
toproclamados, después de los atentados del I I de septiembre de
DEVOLVER LEGIBILIDAD A LAS RELACIONES INTERNACIONAI-ES
2001: "aquellos que no estén con nosotros, están en nuestra contra",
la necesariacruZadacontralas fuerzas del mal, el "concepto" del Eje
del mal, etc. Así, elrazonamiento binario tuvo gran éxito, es por eso
que parece útil desarrollar algunas reflexiones al respecto, sus con-
secuencias y el contenido de los análisis que han sido mayormente
reproducidos en esos eventos porque Son muchos los que consideran
aquella fecha como fundamento de una nueva coluntura geopoliti-
ca, y debemos constatar que, después de siete años, la guerra global
contra el terrorismo, aquella que fue metida en escena por la Casa
Blanca, paramuchos analistas parece constituir el alfa y el omega de
las relaciones y los análisis geopolíticos. No sólo ese punto de vista
es particularmente discutible, sino que es singularmente peligroso
parael futuro del mundo. Es por eso que hace'faIta subrayar cuáles
son los riesgos de tales análisis, paraeventuahnente esbozar algunas
precauciones tnetodológicas.
Todo ha transcurrido muy rápido entre el 11 de septiembre y el
siguiente 7 de octubre, fecha en la que Estados Unidos, en conjun-
to con sus aliados británicos, emprendieron los bombardeos sobre
Afganist án y los campos de entreuamiento terroristas ligados a la
figura de Osama Ben Laden. En el espacio de algunas semanas hizo
falta: designar culpables, prever un plan de "respuesta" y prevenir el
riesgo de una contra-alianza.
Sobre todo, los responsables políticos debieron producir una in-
terpretación globalizante de los eventos culrs descifre no fuera ini-
cialmente evidente. No anticipada, la operación terrorista katnikaze
no tuvo nombre, autor o finalidades erplícitas y reivindicadas. Y, sin
embargo, en la noche del 11 de septiembre ésta invadió las panta-
llas de televisión de todo el mundo, QUo transmitían incesablemente
las imágenes de los atentados con un tipo de fascinación mórbida e
impotente. Esta situación de ver sin comprenper, consecuencia del
comentario, de la explicación, devino en uná r'erdadera obsesión'
Paralos medios de comunicación, en primera' que buscan con deses-
peración meter en palabras las imágenes mudas. Para los responsa-
bles políticos también, deseosos de desactivar todo movimiento de
pánico. Entonces, hicieron que cada uno mantuviera su opinión, su
juicio, despreciando una metodología no tan rigurosa.
De esta cascada, a veces caótica, de interpretaciones que se di-
cen expertas, poco a poco emerge una lectura media de los eventos,
zo 27
DrolBR Brr-uox
a lnanera del más pequeño denominador común. Mientras que se
consolide lo que conviene pronto en llamarse análisis políticamente
correcto de la crisis, sin duda no es inútil tratar de regr€sar a las con-
diciones que han presidido la elaboración de los marcos interpreta-
tivos y a los "filtros" a través de los cuales los atentados hubieran
sido percibidos. De la contemporaneidad de los eventos, de carác-
ter tan sensible, ha surgido esta labor por lo menos delicada. Si
bien el I I de septiembre no ha constituido una ruptura fundamen-
tal en el curso de las relaciones intemacionales contemporáneas
-en ese sentido, el 11-9 no equivale al9-11-, ha sido obsen,ádo,
con o sin razón, como un espejo en el cual las grandes tendencias de
los conflictos del mañana fueron llamadas a reflejarse.
El interés es, entonces, muy irnportante parapermitir difundir un
nuevo paradigma de lo internacional cuyas incidencias sobre la ges-
tión de las crisis son eminentemente negativas. Así, por ejemplo, las
explicaciones de la situación en Afganistán son de una mediocridad
intelecfual que aflige por su constante y mecánica repetición res-
pecto a la intervención dirigida por la Organización del Tratado del
Atlántico Norte [oraN] y constituyen que la punta de lanza contra
el terrorismo no es decididamente convincente.
El miedo al vacío y la búsqmeda
de un ¿nuevo? enemigo
Recordemos que en 1987 un consejero cercano de Mikhail Gorba-
chev, Gueorgui Arbatov, anunciaba maliciosamente a sus interlocu-
tores americanos: "nosotros vamos a rendir el peor de los servicios:
privarlos del enemigo". La fórmula era,por lo menos, premonitoria.
{Jnas horas después del irnpacto de los avion"rld.tonudos contra
las Torres Gemelas del world Tracle Centerde NuJva York y el Pen-
tágono en Washington, la noticia cayó sobre todos los r¡ectores de
comunicación del mundo: ¡se trata de una guerra! Estados Unidos
está en gueffa y, por consiguiente, la unión de la comunidad interna-
cional Io está también. Faltaba identificar al agresor. Rápidamente
osama Ben Laden y su organización fueron designados comandan-
tes de la operación kamikaze. Son comprensibles las razones de una
cierta efervescencia y petla que ha prevalecido:
DevoIv¡R LEGIBILIDAD A LAS RELACIONES INTERNACIONALES
- los atentados no han sido reivindicados (hará falta esperar el
inicio de los bombardeos arnericanos sobre Afganistitn para
que lo sean); y
- la def,nición misma de los objetivos enfocados por los terroris-
tas hacen preguntarse: ¿es acaso pura voluntad de destrucción
o existen objetivos precisos?
En este estado de cosas, en el que prevalece un clima de pánico,
poco irnporta que los atributos convencionales de las guerras clási-
cas hayan hecho fata, que no haya habido declaraciones de hosti-
lidades, que no hayamos estado en un enfrentamiento interestatal
y que las metas de los terroristas hayan tenido más la instrumenta-
Iización de espectacularidad que la esperanza de conquistas terri-
toriales. Había urgencia de hablar de "guerra", porque esta noción
farniliar erala única susceptible de dar sentido a los eventos )/, por
tanto, tranquiliz ar a la población.
La precipitación es una respuesta bastante banal que se da a Ia
pregunta del agresor. Ésta se organi za alrededor de una parej a de-
venida familiar desde una veintena de años: un individuo (Osama
Ben Laden, erigido cotllo una figura errblem ática del nuerro "tnal")
y un Estado (Afganistán, acusado de ser cómplice del terrorismo).
A ia par, en 1990, una dualidad había sido llamada a explicar el
conflicto de Kuwait: la de Saddam Hussein e Irali. Poco cl-espués,
Slobodan Milosevic y el Estado serbio son los responsables de que
se resuma la lectura de los conflictos ligados al esclarecimiento de
la ex-Yugoslavia, luego entonces "Ben Laden/Afganistán"' en 200I,
antes de que esto fuera de nuevo Saddarn Hussein e Irak en 2003.
Pero esta manera ideológica de pensa4 tan precipitada sobre
varios aspectos no eS totalmente convincente y debenros refutarla
PeSe a tOdO, nOS engontramOS en este momento en Llna Configltracron
que los dirigentes americanos e intemacionales sabeu uraue.iar'
La máquina medi ática logró ponerse en marcha, arrnada cle ttua
serie de informes acerca de la "nebulosa tenorista" del '-l-anittict-r
Ben I-aden" y sobre los derivados autoritarios de los talibatles cn
Afganist án. Paraque el objeto de la'Justa /enganza occicle'tal'' sea
más convincelte, se (re)descubren oportunamente los horrorcs dc
un régirnen que, nos erplica con ci.nisnro, habría mereciclo ser derrtl-
cado á pesar de que no se hubiera protegido al terrorista Ben Lade.r-
28 29
DIDIER BnIIoN
aquel que maltrata alas mujeres, viola los derechos más elementales
del hornbre e impone una intolerancia religiosa insoportable. Las
buenas conciencias se despiertan, por fin, de manera tardia.
Raros son los analistas que se sorprendieron y se mostraron des-
concentrados del pensamiento que hubo presidido a la ..puesta
en
fbnna" racionalizada anterior a los ataques del ll de septiemble.
Estarnos frente a actores que no se declaran explícitamente como
un Estado, pero que disponen de estructuas no estatales -recursos,
campos de entrenamiento, etcétera- y es necesario <conr¡ertirlos>
en Estado para proveer criterios de explicación adecuados. De he-
cho, presenciarnos una serie de relaciones muy distintas respecto
al territorio -estas organizaciones teroristas tienen apo¡zs de entre
diversos territorios estalales sin dar lealtad exclusiva a alguno de
ellos-. Sin ernbargo, hemos retom ad,o auna lectura dernasiaclo con-
vencional del espacio a través de la noción de <Estado cómplice>.
De cara a una enésima ilustración de los efectos de la privatización
de los medios de ejercicio de la violencia, se rra puesto especial én-
fasis en las corrivencias comprobadas entre socios o corl socios es-
tatales; tal como sucedió con el Mulá Omar.
La cuestión aquí no es relanzar el viejo clebate de una lectura
de las relaciones internacionales que privilegia entre Ia dimensión
interestatal ¡, ur análisis de aquellos actores que son concebidos ex-
clusivamente en una lógica transnacional, vistos corlo los sustifutos
de Estados ahora poco eficaces. Aquí lo que nos ocupa es más bien
una situación donde se desanollan relaciones cornplejas entre los Es-
tados frágiles, o fallidos, y organizaciones privadas que reivindican
una presencia activa sobre la escena intemacional, sin que la nahr-
raleza de esas relaciones pemanezca suficientemente explícita. Los
Estados locales que "albetgan" las estructuras teroristas no los con-
trolan lo suficientemente bien. Pasivos ante las fonnaciones que ellos
protegen, estos Estados se encuentran entre ra obligación de aceptar
su incapacidad de ejercer su autoridad soberanaal interior de sus fron-
teras y el deseo de captar algunos recursos materiales o simbólicos de
sus 'huéspedes". Pensemos en sornalia o Irak, por ejemplo.
Además, hemos estado confrontando una debilidad de las agen-
cias gubernamentales en el análisis y el tratamiento de los ..nuevos
riesgos", aun cuando estos análisis hayan sido descritos por ios es-
Devolvgn LEGIBiLIDAD A LAS RELACIONES INTERNACIoNALES
pecialistas en las cuestiones intemacionales y estratégicas tomadas
desde hace 20 años. Lo que sorprendió fue, por una parte, el blanco
-Estados Unidos, primera potencia mundial ), tenitorial hasta ahora
"escatirnada"- y, por otra parte, el número de víctimas civiles. Pero
el recurso que tienen las prácticas temoristas no es nuevo. Sobre
todo, no contamos más los encuentros, y sirnposios de todo tipo, las
relaciones de organizaciones nacionales, intemacionales y no gu-
berrramentales sobre los riesgcs de la proliferación de afflas o las
anlenazas terroristas, bacteriológicas, quírnicas, etcétera. Una vez
de que esta nuer¡a vulgata posterior al anuncio del fin de la Guena
Fría, todo pasó como si las consecuencias orgarLtzacionales y políti-
cas de esos nuetos parámetros no hubieran sido llevadas a ténnino.
En cualquier caso, ha empezado una brecha entre la constante y
las consecuencias, que levantándose en térrninos de decisión y de
medidas organizacionales. En los diversos rnecanisrnos de los apa-
ratos estatales, las listas de "amenazas" han sido establecidas, pero
sin realmente ser jerarquizadas -encontrábamos peleas, amenazas
nucleares y químicas, terroristas ¡z secesionistas, islamistas y parti-
cularistas, mafiosas y étnicas, etc.- sin que el modo de operación de
las instituciones encargadas de esas nuevas amenazas sea repensado
a profundidad.
En todo caso, es necesario constatar, alaluz particularmente de
los deberes de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Uni-
dos, que las instituciones estatales han estado muy mal preparaclas
para responder a estos "nuevos" desafíos identificados desde hace
tiempo. Puede ser que los erpertos y los especialistas reconocidos,
en la euforia de la posguelrafría y las cligresiones sobre el fin de la
historia, no hayan dado los rnedios para formular las observaciones
)r las recomendaciones suficientemente precisas de las estructuras
concemientes. I
No contentos con'haber acusado a Ben Laden yAfganistán como
los responsables de los disturbios ocunidos, rnedios de comúnica-
ción y tomadores de decisiones se han encargado de explorar dos
pistas "explicativas" de los atentados en una imagen simbólica: la
del islarnismo/integrismo/fanatismo, por una patte, y la del terroris-
l1ro, por otra parte. Porque,Ia "gvena' una vez declatada, se con-
virtió en un estudio de nuevas líneas de separación que convenía
establecer.
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30
DToIpR BILLTox
Pero la discusión fue eruónea de entrad a. El terrorisrno islamista
nos ha sido presentado a través de una sernártica de la locura y de la
irracionalidad, como una fuerza del m{ que se desprende de manera
incontrolable y misteriosa. Mientras que el Islam niega esas acusacio-
nes, refiere que los marcos de lectura quedaron en un plano somero cle
análisis. Este doble reduccionismo esconde una propensión, creciente
en los expefios y tomadores de clecisiones, a suscribir uira tesis del
"choque de civilizaciones" el cual se piensa habríafracasado. ¿cons-
tituiría ésta una nueva traición de los clérigos?
El uso irresponsable del concepto
de irracionalidad en el canapo geopCIlíá'ico
Toda tragedia aparece a los ojos de los que, irnpotentes, la contein-
plan corno un absurdo. Pero Lrnavezque el estupor pasó, la reflexión
debe alTancarse ala ernoción si se quiere elucidar las razones de un
pasaje aI acto homicida. Pareciera que el análisis de los eventos del
ll de septiernbre de 2001 y sus consecuencias desaforfunadamente
escapó a esta regla, mientras que un soiprendente punto de encuen-
tro fue operado entre lo absurdo cle la muerte y la irracionalidad
supuesta de sus sobrenombres: los "locos de Dios".
Más grave aún es que este marco de lectura sea, desde enton-
ces, ampliamente utilizado para explicar la evolución de la situa-
ción internacional. Que se tome por ejemplo el caso del conflicto
israelí-palestino: según la opinión común parecería, al entencler de
muchos analistas, que lapaz sería subordinada aI cese de los aten-
tados terroristas palestinos. Expresando un cierto cuadro de análi-
sis, las raíces fundamqntales del conflicto, cuestión territorial ), por
tanto política, son tota{mente descuidadas y no se toma en cuenta la
evolución de la sifuación de los intereses del conflicto. Adernás, se
pnede hacer el mismo tipo de observaciones acerca del análisis de
la degradación de la situación geopolítica de lrak, o también sobre la
evolución de la situación política libanesa.
Para regresar al l1 de septiembre, calificados de lado a lado por
los medios de comunicación de "fanáticos" y de "furiosos", los ka-
mikazes rápidamente han sido clasificados como vectores de una
empresa terrorista sifuados fuera del carnpo racional. De ahí la uti-
.
DEVOI-VER LEGIBILIDAD A LAS RELACIoNES INTERNACIoNALES
lización cada vez más frecuente de las rnetáforas médicas en los
comentarios rnediáticos: "virus" del temorismo o del miedo, "conta-
gio" del islarnismo o "cáncer" del integrismo. Al paso, los llamados
se multiplican a una rnovilización colectiva contra un "mal" para el
cual ningún antídoto ha sido encontrado.
Cuestionable desde entonces que se traten de describir las di-
námicas sociales o de los sistemas de decisión, este recurso de las
metáforas médicas es particularmente problemático en el caso del
análisis de los atentados del 11 de septiernbre de 2001, )/ desde sus
consecuencias, en vista de la intensidad de las emociones suscitadas
por los eventos, y sobre todo las repercusiones durables que éstos
han generado tanto sobre los marcos de análisis del sistema intema-
cional colno sobre la gestión d,e los infonles intercornunitarios en
el seno de las sociedades multiculturales de Europa del Oeste )'de
América del Norte, particulannente.
Es que las pseudoteorías acerca de la "conversión fanática"
impiden entender, en primer lugar, el pase hacia el terrorismo. En
muchos análisis, la adopción de convicciones islamistas y el enrola-
miento en las organizaciones tenoristas son generalmente rodeados
de un cierto misterio. Se multiplicaron los reportajes de esta gente
joven, en otro tiempo buenos estudiantes que un día abandonaron
sus relaciones familiares y hábitos sociales. El contraste entre esos
años de esfudios y "el horror" de su trayectoria ulterior introduce en
escena una "metamorfosis" inexplicable. He aquí a los seres "hechi-
zados". Como si el "maL" se estuviera subrepticiarnente adueñando
de individuos prometidos a las bellas carreras y las integraciones
exitosas en sLls sociedades de recepción occidentales. Pero precisa-
mente lo que se refiere al virus no se explica ni se trata. Se puede
nada más tratar de erradicarlo. Podemos imaginar que el diagnósti-
co politico, sus interpretaciones, podrían acaÍreaÍ responsabilidades
políticas sociales de la defensa de los derechos democráticos.
Antes de postular un contagio viral o una intervención diabó-
lica, será sin duda más efic az interrogar los efectos paradójicos
de la confrontación de las otras culturas en jóvenes musulmanes
migrantes en los países occidentales, la difícil gestión de síntesis
identitarias producidas por el descubrimiento de la rnodernidart
tecnológica y del consumistno, así óomo las incidencias del pa-
L
JJ
Drorpn Blll-loN
saje de una inserción comunitaria a un modo de vida fuertemente
individualizado. No estamos en presencia de fenómenos mágicos
o patológicos, pero sí de dinámicas soci¿les y políticas que convie-
nen analizar si se desea tratar de impedir el paso a esas formas de
radicalismo extremo. Reflejar en términos de "irracionalidades" y
de "locura" es olvidar que estamos hablando de actores sociales que
se despliegan con base en convicciones, intereses, estrategias y que
son también capaces de instrumentalizar selectivamente las temá-
ticas populares (defensa de la fe, de los intereses de Palestina o de
un Oriente-Próximo liberado de la influencia american a, etcétera) al
igual que sus interlocutores/adversarios occidentales.
La presentación del pase del terrorismo kamikaze como un acto
"irtacional" es igualmente torcid a en otro aspecto. En una época
donde "el cero muertos" se convirtió en la regla, sacrificar su rtida
a una "causa", la que sea, deja incrédulos a la marvor parte de los
obserrtadores, especialmente a los occidentales. Pero esto no hace
que el terrorismo sea "irracional", si es que lo racional supone una
evaluación coherente de las relaciones entre los fines y los medios
patalograrlo. Afin de cuentas, en un universo ávido de imágenes, la
prácfica terrorista tiene una marcada eficacia, puesto que ésta des-
cansa en la búsqueda de una espectacularidad maximal. Más fre-
cuente, una confusión parece ser operada entre el juicio sobre los
fines y la evaluación de la "racionalidad" de los medios. La destruc-
ción terrorista puede parecernos totalmente condenable, esto no im-
pide constituir una herramienta muy competente y, luego entonces
de un cierto modo "racional".
Se puede cuestionar Ia importancia acordada haciendo una co-
rrelación del peligro terrorista/islamista, y estimar que no se trata de
facili{ades de lenguaje sin incidencia real sobre la gestión de las cri-
sis o dobre las percepciones dei Islam en nuestras sociedades. Esto
será justamente obligar alafuerza a ciertos substratos ideológicos
en nuestras sociedades occidentales. El más poderoso de entre ellos
es, sin duda, el de un enfrentamiento -históricamente reconstruido-
entre la racionalidad de las Luces "occidentales" y un "obscurantis-
mo bárbaro", cuya prolongación en un Islam estigmati zado por su
"retraso social", su visión retrasada del lugar de las mujeres en la
sociedad y su gestión autoritaria de las relaciones entre religión y
DSVOIVER LEGIBILIDAD A LAS RELACIoNES INTERNACIoNALES
política, fue visto por algunos. Porque es cierto que se trata de una
nueva etapa de "las cruzadas", €s decir, las democracias contra el
"fanatismo islarnista" que ha sido terna tanto en los discursos del
presidente americano George W Bush, corlro en los rnedios, en la
boca y bajo la pluma de numerosos analistas que se apropian del
título geopolitólogo. Regresar a las cuestiones referentes al Islam y
al islanrismo ayudará amesurar lafuerzade las líneas así utilizadas.
La centralidad del análisis
de las distintas forrnas del Islar¡r
Bastaron varios resbalones verbales (George W. Bush, Silvio Ber-
lusconi -esta última declaración en El Fígaro del 28 de septiembre
de 2001. "[...] falta ser conscientes de nuestra suprem acia, de la su-
perioridad de la civllización occidental. El Occidente continuará im-
poniéndose a los pueblos. Esto 1'¿ ha resultado exitoso con el mundo
comunista y con una parte del mundo islámico') para que los renom-
blados responsables políticos v una miríada de intelectuales compro-
nretidos llamaran unánimemente a un deber de relativización.
Según ellos, vna amalgama entre ten-oristas, integristas y mu-
sulmanes "ordinarios" no era aceptable. En otras palabras, eristían
diferencias entre "buenos" y "malos" -musulmanes-, y en térrninos
más políticarnente correctos, entre los musulmanes "moderados" y
"radicales". Dicho sea de paso, una diferencia cualitativa ha tarnbién
sido operadaentre los Estados árabes que se dicen "modernos" del
Golfo árabe-pérsico ,v los extremistas talibanes. Esto seguramente
lleva a un problema si pensamos en la naítraleza de los regírnenes
políticos y sociales de la región.
Querer introducir los matices segurarnente revela un trámite lne-
todológico que hace falta adoptar. Sin embargo, la gama de mati-
ces propuesta resulta en una aterradora pobreza: el único criterio
considerado es aquel que "clasifi,ca" las dir¡ersas formas del Islam
según un continuutil que va del menos al más extremista. Como si
no se diera cuenta de que interogar al Islarn se-uitn su concellción cle
"fanatismo" consllbstancial, tiene por efecto oonfiontar la opinión
según la cual esa religión es, por sí sola" r¡iolenta e intolerante, a
34
DrorgR Bu-lrox
menos de estar inserta en un marco laico y democrático ... Lateoria
del"containment" difundida en los tiempos de la Guerua Fría parece
así tener delante de ella las bellas perspectivas de reconversión.
El problema en este caso es doble:
- Por un lado, esta sabia distinción entre "moderados" y "extre-
mistas": pocos son los que han propuesto un análisis suficien-
temente detallado de las corrientes de interpretación del Islam
según las comunidades musulmanas consideradas (sunitas,
chiitas, salafistas, wahabitas, soufistas, etc.); y
- En su seno misrno, culr¿s diferencias no son prioritariamente de
"radicalismo", ni de teología. Se trata, antes que todo, de los de-
bates recurrentes sobre la organización social o política deseada
que fueron totalmente eludidos. La presencia de interpretacio-
nes contrastantes de la Sharia en los Estados mismos que son la
fuente del derecho (Afganistán, Arabia Saudita, Irán, Pakistán,
Sudán, etcétera), el papel jugado por las pertenencias familia-
res y socioprofesionales, los factores generacionales o aun la
relación con la cultura dominante en los modos de las prácticas
del Islam no reciben más atención. La sola declinación retenida
desafortunadamente fue aquella del ertremismo.
Sabemos que desde el comienzo de los años ochenta, a causa de
la revolución iraní, una nueva islarrofobia se desarrolló en numerosos
países, amplificada por el temor difbndido que se instaló en el seno de
la opinión pública especialmente desde el 11_de septiembre y por los
atentados jihadistas que desde entonces contribuyeron con su montón
de muertos en diversas regiones del mundo. Nadie sueña con cuestionar
el traumatismo que constituyen esos eventos. Por el contrario, lo que
debemos refutar radicalmente es toda explicación maniqueista, que re-
chazanala causa primera de la religión de Mahoma y de sus epígonos.
Es también vano juzgar ellslam basándose en Osama Ben Laden o los
talibanes, como sería aberrante evaluar el catolicismo desde el punto
de vista de la Santa Inquisición, las conversiones forzadas del periodo
colonial o los actos de los curas pedófilos.
Así, la condena sin apelación de los responsables de los crí-
menes terroristas no se debe reducir a la criminalizacíón de la
religión musulmana, esta posición terminará por confrontar los
DEVoLVER LEGIBILIDAD A LAS RELACIONES INTERNACiONALES
contenidos del
.,choque de civilizaciones". La religión solarnente se
vuelve medio paraexpresar el descontento social o las frustraciones
culturales cuando es activada e instrumentalizada en el registro por
los responsables políticos. Interrogarse en esas condiciones sobre el
catácterbeligerante o no del Islam es tan absurdo como preguntarse
si el catolicismo o protestantismo -en el nombre de los cuales nume-
rosas gueras fueron conducidas en el pasado- deben ser considera'
dos como indicadores de asesinato o de conflictos violentos. En este
sentido, todos los textos sagrados son interpretados, retrabajados e
instrume ntalizados para recibir una traducción política.
Si se desea comprender la dinárnica trágrca de los desafíos terro-
ristas que asaltan a una lista de países cada vez rnás larga, es un buen
mémdÁ dejar el Corán a los teólogos e interesarse más prosaicamente
en los musulmales y Sus prácticas concretas. Por un lado, porque el
..mundo musulmán" solamente es un tema genérico que eilnascara
las realidades extraordinariamente contrastadas; por el otro, porque el
Islam de los rnusulmanes hoy día recobra los fenómenos complejos
que acompañan los procesos de inundializactón )/ tocan cuestiones
también sensibles como la individualizactón de las prácticas religio-
sas o Ia comunttarizaciln c1el grupo religioso que se distingue con
tanta perseverancia en el seno del cristianismo o del judaísmo.
Como Cliver RoY señala con fuetza'
[...] todo el discurso culturalista descansa sobre una confusión
constante entre cultura )'religión )'tennina dando vueltas escogien-
do hacer de la cultura o de la religión la causa determinante' Aga-
ffamos solamente, a lo mejor, una correlación propia a un mornento
de la historia 1r Que nunc'a se repite"'3
Sobre todo, al enfocarse en distinguir una "versión rnoderad a" de
una versión fanati zadadel Islarn, los pa¡tidarios de la relativización
cometieron el mismo elTor de rnétodo due los ctrenunciadores de un
Islam asesino. En ambos casos, no han considerado que la religión,
al instar del nacionalismo, no constituye por sí sola prescripción
política, pero proporciona una especie de repertorio de acciÓn, de
enr¡oltura, .n
"l
cual pueclen ser descargados paradigmas políticos.
y es en función del tipo de la organrzación política que se suele aso-
ciar con incidentes sociales variados en relación a la religión.
ffilmondiaIisd,seui1-racoulerudesidées,Paris,p.i3.
36
*5,
:rLi
37
Drol¡R Bllllox
Al hablar de aplicación literal del dogma o alabar un regreso a
las fuentes, deben ser corxprendidos no corllo los hechos de e'i-
dencia, pero sí como los sloga,?.r que pe.nniten a aquellos que los
utllizan disponerse en el campo político en beneficio del apoyo so-
cial que proporciona el campo religioso. Éstas son precisamente las
condiciones de un uso político de ciertas relecfuras del lslam que los
teóricos del "Islam político" en la rínea de oliver Roy o de Frangois
Burgat en Francia, habían intentado explorar en Ios años ochenta.
Así, los eventos de estos 10 últirnos años muestran que las instru-
mentalizaciones de referentes com o ra d¡íhad son, sobre todo, el he-
cho de actores que no aspiran necesariamente a la toma de poder
político en el seno de un Estado.
No hay automatización en las relaciones sociales ni de sentido
definido de una ¡ez por todas. solamente sistemas de interacción
entre actores sociales, enfrentamientos y relaciones de fuerza para
hacer prevalecer ciertos cuadros de sentido sobre otros. La misma
propuesta nos incita a criticar vivarnente labanalización de los dis-
cursos sobre el "cla.slt de civilizaciones".
sel peligro de las profecías auÉo-reaÉizadoras
sabemos que al fin del periodo de la Guerra Fría, Samuel Hunt-
ington, politólogo en busca del modelo de interpretación del futuro
(des)orden mundial, había redactado su artícuro "The clash of ci-
vilizations", publicado en Foreign Affairs en el verano de 1993, y
suscitó una polémica muy viva. En él anunciaba la venida de una
nueva era donde los enfrentamientos ya no opusieran príncipes,
reyes o emperadores como entre 1648 ,v lg15, ni Estados-nación
como en el siglo XX, ni tampocc las ideologías corno en el curso
del siglo XX, pero sí civilizaciones. Conceptu alizadas como el nivel
más elevado de identificación coinún de ros grlrpos humanos, éstas
serían destinadas a enfrentarse, por una parte, porque se opondrían
a las elecciones tanto esenciales como alapertenencia religiosa, y,
por otra parte, porque la mundialización liberal, multiplicando los
puntos de contacto ha hecho crecer considerablemente las interac-
ciones entre estas culturas dernasiado diferentes para entenderse. En
b'voI-vpn LEGIBIL'DAD A LAS RELACI.NES INTERNACT.NALES
los conflictos ideológicos, lo que habría que preguntar sería: .,/,de
qué lado estás?"
Pero porque los pueblos podrían elegir su oampo, ellos ta¡rbién
podrían cambiarse. O en los conflictos entre civilización la pregunta
deviene: "¿Quién eres tú?"; en este caso los cambios no son mas po-
sibles y nos devuelven a un esencialismo extremaclamente penrerso
y peligroso.
En esta construcción, una de las líneas de clasificación más pro-
funda es, según Huntington, la que pondría cara a cara,la civlhza-
ción occidental y el resto del mundo, y en particular a la civili zación
nrusulmana, de las cuales la historiaya es rica en enÍientamientos
y rivalidades. Desarrollada y tnatizada ulterionlente en una obra,
esta tesis -que es más sutil que la presentación caricaturesca que
a nrenudo se hace- había encontrado vivas críticas que denuncia-
ban poco a poco su esquematismo, la delimitación de los contornos
civilizacionales y, sobre todo, su etnocentrismo apenas disimulado
erigiendo a la civilización occidental en modelo a defender contra
potenciales agresores. Así, el impulso recayó no sólo a causa de las
críticas metodológicas, sino también porque la tesis parecía tener
menos pertinencia confonne se difi.lndían los conflictos locales, lla-
mados de baja intensidad, donde los parámetros civtlizacionales re-
queridos estaban lejos de ser reunidos. Se constata en el seno mismo
de Medio Oriente o
"n
Áfrjca subsah ariana.
En esta lógica parece constatarse haber vivido el fin de la his-
toria, r,isión propuesta por Francis Fukuyarn a. Lo que tratamos de
decir es que una tesis pausada en el tiernpo no es sinónimo de su
prescipción, ya que cacla nueva crítica contribuye a conferirle una
concepción nueva y a menudo basta con repetirla hasta la saciedad
para que se conforme como una verdad probadu y recupere su va*
lidez, y vigencia. ¿Acaso, el Il de septiernbre habrá bastado ¡rara
reactivar el f,antasma de "la guerra de religiones"? ¿Es r,'erdacl c¡trc
Oussama Ben Laden y sus epígonos, no dejan de manejar tllia rctti-
rica de djihad y de declarar que quieren destruir una civilizaci(rn clc
judeo-cristianos que ellos detestan? Existen de todas fom¿ts las di-
ferencias de talla entre el discurso de legitimación profericlt) por trlla
minoría y las dinárnicas sociales cle una situación detenlrinacla ¿,1'..s
pertinente, por ejernplo, considerar que lbs extrernistas irl¿¡riclcscs
son representativos del catolicismo y cle toclos los católicos'/
3B
39
DIDIER Bu-uox
Independientemente de las críticas obligadas, y sin que sea ne-
cesario caricaturizar,Iatesis de Huntington debe ser tomada en con-
sideración. Si bien la dinámica de los atentados registrados estos
últimos años no será la expresión del clash civilizacional, calificar-
lo, pensarlo así podría contribuir a dar una cierta profundidad a este
tipo de clasificación. Se podría así comparar este fenómeno con las
frecuentes dinámicas que conducen aun crack bursátil. Puede even-
fualmente bastar que una mayoría de accioirarios sea convencida
de que una acción -entonces rentable- está al borde de la depre-
ciación y porque cada uno se apresura a rrenderla. ésta se hunde
efectivamente. Se ha visto demasiadas profecías autorealizadoras
-las self-fulfilling prophecy- en el curso del últirno decenio cotlto
para no prestar atención al riesgo que conlleva la banalización de
un discurso, incluso moderado, sobre las incompatibilidades entre
civilizaciones occidentales y rnusulmanas.
Sin ernbargo, en vez de tratar de limitar una vez más las visiones
reduccionistas y caricaturescas sobre el Islam )' la homogeneidad
civilizacional de Occidente, nos detendremos brevemente en la po-
sibilidad de considerar las culfuras y los sistemas de valores conlo
actores principales en las relaciones intemacionales. ¿Qué es lo que
gobierna al mundo: las fuerzas materiales, las ideas o los valores?
La pregunta movilizó a teóricos y estudiantes de relaciones intema-
cionales. Por un lado, acampan los realistas convencidos de que los
asuntos exteriores estaban mudos por el golpe entre Estados en bus-
ca de poder, hombres cuvos intereses contrapuestos percibían en la
guerra la manera de desnudar toda rir¡alidad. Por otro lado, algunos
idealistas intentaron defeircler un acercamiento haciendo de los va-
lores y convicciones más o menos universalizantes, un motor de las
relaciones internacionales clonde el deseo de paz y cooperación po-
día tener un lugar determinado. Al releer la historia de las relaciones
internacionales, parecería qlre en los practicantes, por lo menos, el
dilema hubiera sido separado en favor de una lectura de lo interna-
cional como dominado por la rivalidad entre los actores buscando
rnaximizar su influencia, sus recursos y su seguridad, aunque fuese
en detrimento de los otros.
Considerar que los valores pudieran aparecer como la prirnera
guía de elección de alianzas da risa. A lo más, las referencias de la
dernocracia, los derechos del hornbre o la defensa de las libertades
DPVOT-VER LEGIBILIDAD A LAS RELACIONES INTERNACIONALES
fueron r¡istos como los recursos simbólicos hábilmente manipulados
por los dirigentes para enmascarar su Realpolitik. Hasta el 11 de sep-
tiembre de 2001, además, nadie se priva, especialmente en Francia,
de subrayar las incoherencias de la política exterior americana y las
inflexiones tan col.unturales de sus llamados a la democracia en fun-
ción de las exigencias del momento. Recordemos la existencia de un
otro l1 de septiembre,23 años antes. El curso de las relaciones con el
Irak de saddam Hussein constituye más recientemente otro ejemplo.
Sin embargo, ningún analista manifestó su so{presa' al día si-
guiente del 11 de septiembre de 2001, delante el poder ahora listo
a esos rnismos valores de democracia,libertad y derechos del hom-
bre, que parecen hoy divi,ilidos por todos los representantes de la
"cívllízacrón occidental". Cuando Estados Unidos, encabezado por
George W. Bush, evocó la necesidad de defender "nuestros" ideales
contra las fuerzas del Oscurantismo, raras fueron las VOces que Se
elevaron para criticar esa aseveración. Sin embargo, algunos años
antes, dichas afirmaciones hubieran hecho reír a muchas personas.
Hizo falta que el traumatismo fuera grande para que asistiéramos a
nna cierta religación en el discurso sobre los valores divididos, muy
próximo al recnrdecimiento ideológico de confrontación. De hecho,
es de la oposición entre una democracia universal y el progreso, y
SuS "fuerzas OscurantiStaS", Qü€ Se trata en numerOSOS artiCulOs e
interr¡enciones dependientes de sus problemáticas. Cada uno va a su
estrofa, también los que explican no caer en la trampa de la vulgata
reduccionista.
El tratamiento concedido a las dectraraciones de Ben Laden y los
mienrbros de su organización no es menos preocupante: cuando el
terrorista saudí declara actuar para denunciar las maldades de Pa-
lestina e lrak, sus propósitos son obligados por el anuncio de sus
objetivos reales. Los actores de la "internacional terrorista"' los
palestinos que se regocijan de los atentados, los afganos revolto-
sos por los bombardeos sobre las poblaciones civiles, etcétera, son
más bien los valores comrlnes que tres son atribuidos. valores que
serían destinados a recibir una traducción política única, en el acon-
tecilriento teruorista. De repente ya no se trata de actores políticos
y sociales buscando movilízar a las poblaciones musuhnanas' por
cierto muy heterogéneas, sobre tal o cüal proyecto. No, las ideas,
los valores, tendrían apatentemente hoy una voluntacl autónorna y
.*.
4l
DToTER BILLIoN
desencarnada... ¿No sería, en definitiva, indispensable romper con
esta r¡isión esencialista si queremos evitar lo peor?
Desde septiembre de 200L, una plétora de certezas fue docta-
mente enunciada. Estas conciernen específicamente a:
- la existencia de una guerra, de la cual se ha repetido ad nal¿-
seam que será larga y difícil;
- la naturaleza de los enemigos y amenazas a combatir, el Islam
y el terrorisrno; y
- la adhesión a los valores civilizacionales que constituyen las
separaciones del mañana.
Aunque éste debate demostró sus límites, hace falta de todas
formas admitir que siete años más tarde estamos en la miima po-
sición intelectual. Una nueva capaprotectora de plomo pesa sobre
los intereses o los temas de las relaciones internacionales. Como
lo denuncia Hubert Védrine: "I"Jn puritanismo protocolario y una
rnogigatería gestual que han invadido los espíritus de los nuevos
censores> mediáticos y otros, y que han tomado el lugar de los gran-
des debates".4
Un margen de cuestionamiento persiste. Pero se reduce con más
frecuencia desde entonces a discusiones contradictorias sobre la po-
Iitica americana o sobre el porvenir de la mundi alizactón Las con-
vicciones políticas sobre la ofensiva oscurantista que sería lanzada
contra la civilización occidental o las tendencias guerreras de un
Islam enfermo parecen tristemente consensuales. Los especialistas
de las ciencias políticas, de las relaciones internacionales o de la
geopolítica se deben por lo tanto resistir al anre de los tiempos, a sus
simplificaciones abusivas que, si no son detenidas, podrían devenir
realidades intangibles, que poco pueden interesar al mundo,'l
I
Diuipn Bii-r,roN. Graduado en historia y geografia, tiene además un
doctorado en ciencias políticas. Es miembro del Instituto de Rela-
ciones Intemacionales y Estratégicas (trus) desde 1991.
4 Hnbert Védrine, Continuer l'Histoire, Fayard, Paris, Z0A7,p. 142.
La ordenar;üón det territorio
como objeto de refiexÉén geCIpolítÉca.
CoxaffiüeÉos, esÉraÉegñas de actorcs
y representaciones*
PFlrr-rpps SueRA
EI-iste terto es un argumento para entender el enfoque oeeopolítico
en un nuevo dominio: el de las políticas de ordenación del teritorio,
principalmente apartir del ejemplo francés en el que destacalarela-
ción entre la ordenación y la geopolítica. Asimisrno busca demostrar
el interés y la necesidad de semejante planteamiento y esclarecer sus
implicaciones teóricas y metodológicas.
Ordenación y geopolítica: ¿cuáles re[eciones?
El lugar de la ordenación en !a concepcióm habitual
de la geopolítica
Para la gran mayoríade quienes la utilizan, sean periodistas, respon-
sables políticos o curiosos, la palabra "geopolítica" está asoc jada a
realidades con caracteristicas muy precisas: 1) la existencia de un
conflicto dificil; 2) laoposición entre Estados (conflicto de frontera)
o un Estado y los grupos organizados, guerrillas, movimientos po-
líticos, religiosos o étnicos, en ocasiones terroristas, que en ciertos
casos actúan sobre el territorio de ese Estado con miras a la toma del
poder o la constitución de un nuevo Estado (rebeliones separatistas);
3) con el objetivo del control militar y político de un territorio; 4)
* Traducido del francés al español por Zaírad.o.ur Hernánclez ), Federico
.Tosé Saracho López.
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42
PHU-lppe SusRe
en fin, por regla general, un nivel elevado de violencia (guerra, gue-
rrilla, atentados) efectivo o potencial. y 5) una fuerte mediati zación.
Estas características no ernanan de imperativos teóricos. En su
definición de "geopolítica", Lacoste sólo habla de "rivalidades de
poder por o sobre el (los) territorio (territorios)" (Lacoste, 1993),
siendo una definición muy amplia que incluye potencialmente toda
clase de conflictos. Estas rivalidades de poder sólo son el resultado
de la historia científica y mediática de la palabra "geopolítica" (su
utilización anterior a la Segunda Guerra Mundial por una serie de
autores -Mackinder, Spykm an, la Geopolitik alemana de Hausho-
fer y Ratzel- para calificar los sistemas ampliamente globales de
teorización de las relaciones internacionales), las condiciones de su
retorno a finales de los años setenta (el conflicto entre China y Viet-
nam en 1979) y el enonne impacto del conflicto israelí-palestino,
que juega un rol arquetipo, de modelo del conflicto geopolítico.
Esta lista de criterios siempre parece excluir los conflictos en torno
a proyectos o polÍticas de ordenación, pues son poco violentos, su
cobertura rnediática es mu)/ reducida y el Estado no es siempre una
parte involucrada, y cuando lo es, como lo veremos, se presenta en
modalidades muy diferentes.
Esta concepción de conflicto dominante de la geopolítica en lu-
gar de las cuestiones de orclenación ten'itorial es secundario. Ciertas
ordenaciones -poco numerosas- son reconocidas corno factores que
agravaÍL o desencadenan los conflictos entre Estados (que a menu-
do mantienen además malas relaciones), especialmente cuando se
refieren a recursos hidráulicos (programa GAp de construcción de
represas sobre los ríos Tigris y Éufrates por Turquía, objetado por
Siria, bombeo de la capa freíttica de Cisjordania por Israel, etcéte-
ra) o el transporte del petróleo y el gas (conflicto Georgia,rRusia y
el oleoducto Bakou-Tiblissi-Ceyha). Otros son tomados en cuenta
solamente porque están al serrricio de proyectos innegablemente
geopolíticos.
Así, la política de colonización israelita en Cisjordania se tradu-
ce en una serie de operaciones de urbanización (ia construcción cle
colonias) ,la realización de una nue/a red carretera que permita evi-
tar las agloineraciones árabes y segmente aún más el espacio pales-
tino o el funcionamiento de un tranvía a Jerusalén que debe pennitir
LA oRDEN¡cTÓN DELTERzuToRio CoMO OBJETO DE REFLEXTÓX CEOPOIÍUCE
la anexión de la ciudad árabe,finalizando con la construcción de un
"muro" (qu" los israelitas prefieren llam ar "valla de seguridad" o
"barcera de separación"). Detrás de estos proyectos están presentes
empresas de construcciÓn, planos de arquitectos o de ingenieros,
mercados públicos, asfalto, hormigÓn, redes, maquinaria de obra,
como en cualquier operación de urbanismo o de orclenación. En-
tonces los actores y las acciones son relevantes en el campo de la
técnica. Pero esta dimensiÓn técnica está al servicio de objetivos
finales que son incuestionablemente geopolíticos. Por otro lado, la
construcción de una caffetera (liansatnazÓnica de Brasil), de una
vía fénea (Pekín-Lhassa), de una nueva capital (Anliara, Brasilia,
Abuja o Nigeria), puede ser considerada, de hecho, un acto geopo-
lítico, porque responde a un proyecto geopolítico (el control de la
colonización de un territorio, el reforzamiento de la unidad nacio-
nal). Sin embargo, estos casos pennanecen como excepcionales y
son vistos como una dimensión marginal de la geopolítica-La or'Je-
nación interviene aquí, sea (en un reducido número de casos) como
un detonante de conflictos geopolíticos, o como un simple rnedio
al servicio de una estrategia geopolítiaz,Y no como un objeto en sí
mismo geopolítico.
La ordenación: ¿los territorios si¡'l conflictos
o e! confricto sin tenritorio?
Por su lado, la ordenación, en la representación dominante, por tnu-
cho tiempo fue reducida a su sola realidad técnica, mientras que
su dimensión política y geopolítica se mantenía sistemáticamente
oculta. Y todavía así se enseña en la mayoría de las forrnaciones
universitarias y así es definida en la cuasi-totalidad de diccionarios
de geografiao de ordenación.1
1 Ver en particular para Francia: Théry Brunet Ferras, Les mots de la
géographie,7992, Choay Merlin, Dictionna.ire de l'w'banisnte et de
i'aménagement, 2000; Charvet Barret, Sivignon Dupuy, Dictionnaire
de géographie huntaine, 2000; Léy et Lussault, Dictiortnaire de Ia
géigriphie et de I'espace des société.s, 2003. Hay que hacer excepción
á la obra de Yves Lacoste, De la géopolitique aux paysages [Lacoste,
2003], y el Dictionnaire de géopolitiqué, dirigido por el tnistno autor
[Lacoste, 1993].
-.
,
!i
üL-_
45
PHILIPPE SugRa
La unanimidad que emana de estas obras es bastante sorprenden-
te y tiene sentido. La ordenación es presentada como una unión de
teorías (saberes o saber-pensar) y de técnicas (saber-hacer), al ser_
Vicio de objetivos eminentemente consensuares: ..Er
mejorarniento
de las condiciones y del cuadro de vida de las poblaciones',, ,.el
desamollo económico" y "la puesta en valor del territorio,,, SU
..ree-
quilibrio", "su disposición',, ..el
equipamiento,,, ..la
organ i'ación del
espacio"- "una mejor distribución de poblaciones y actividades,,. se
considera que es puesta en rnarcha por u' actor general, global o
englobante, siempre definido de manera indiferenciada: ..u]r
grupo
humano", "las sociedades que producen )i ocupan esos temitorios,,,
'bna colectividad", "los poderes públicos". Las contradicciones de
interesesl los conflictos que pueden atravesar a este actor preten_
didamente unificado, los desacuerdos que pueden oponerlo a otros
actores (empresas, poblaciones elegidas, asociaciones) carecen de
un nombre.
ciertamente, estas def,niciones no refleja'el conju'to de los tra-
bajos de inrzestigación, y mucho menos la realidad ie las prácticas
profesionales en el ámbito de la ordenación, ya que los que practican
la ordenación no pueden hacer como si los conflictos o" pooer no
existieran. Al contrario, necesariamente los deben tener en cuenta,
evaluar las posiciones que sus proyectos tienden a suscitar, ya sea
del lado de los electos, de otras instituciones, de instifucion.. d" lu
población, reconocer los posibles apoyos, el portador electo sobre
el cual apo)/arse, o dejar pasar este aspecto confictivo significaría
t'er los proyectos atascarse o ser remitidos al interior de un cafón.
Los habilitadores (ordenadores) hacen pues cad.adía geopolítica sin
llamarla asÍ. Pero incluso desconectadas de la realidad las defini-
ciones de las prácticas de ordenación no están carentes de peso y
significación, pues los diccionarios tienen autoridad, su funciár, y.u
i"1i es pt'ecisar las bases científicas de la disciplina por la unión de
los "practicantes" de la ordenación (expertos, profesores, inl,estiga-
dores, sin olvidar a los estudiantes) y proctuciien cierta lnanera una
doctrina de lo que debe ser la ordenación.
LE ONNENECTÓN NEITERRITORIO CO4O OBJETO DE REFLEXION GEOPOLITICA
IJn carsrpo de iu'nvesÉügación abasldomado
por Hos geógrafos
Del lado de la investigación, el interés de los geógrafos franceses
y europeos por los conflictos en torno a las políticas de ordenación
aparece todavÍa limitado. Desde la tesis pionera de Béatice Giblin,
actualmente directora del IFG, se dio un amplio espacio a los con-
flictos entre actores sobre los grandes casos de ordenación del te-
r:ritorio de la región Nord-Pas-de-Calais,2 una decena de tesis sus-
tentadas solamente en Francia integtanla dimensión del conflicto
y/o las rivalidades entre actores en el análisis de los procesos de
' ordenación.3
se añaden las publicaciones de algunos investigadores reconoci-
dos (generahnente más habilitadores -ordenadores- que geógrafos
puros): last bt¿t not least, Hérodoto consagró seis números y va-
rias decenas de artículos desde el año 2000 y del núm. 100, titulado
"Ecologie et géopolitique", de las cuestiones de ordenación, desde
un aceroarniento evidentemente geopolítico, mientras que la Nou-
velle géopolitique des régions frangaises volvía igualmente sobre
un gran número de conflictos de ordenación mayores, habiendo pe-
sado los equilibrios políticos y la conf,guración geopolítica de las
regiones concernientes (Giblin y otros, 2005). En España hay que
notar en particulat laobra de Oriol Nello, profesor de la lJniversidad
Autónoma de Barcelona, después promovido a director de Plani-
ficación de la Generalidad de Cataluña: ¡Aquí, no! Les conflictes
territorials a Catalunya (I'{e11o, 2003) y el I 'Anuari ktt'itorial de
Catalunya, public ado cada año desde 2003 por la Societat Catalana
d'Ordenacio del Territori, que censa y analtzalos conflictos en torno
a los proYectos de ordenaciÓn'
contrastando con el desinterés de muchos geógrafos' tanto so-
ciólogos como politÓlogos han invertido mucho tiempo en estas
cuestiones en múltiples trabajos de investigación, publicaciones y
coloquios con dos objetivos principales: los conflictos de oposición
a los proyectos mismos (principalmente cuestionando el concepto
La Ré gi on, t e rri toi re s poli ti qtte s. Le N o rd-P as - cle -C aI ai s,F ay ard, I 9 90'
La mitad de ellas fue iedactada en el marco del Centro de lnvestigacio-
nes yAnálisis Geopolítico de la l]niversidad de París vIIt.
2
J
É
I
E
ü.
,3-:.
47
Puiuppg SUBRA
de Nirnby,a inventado por los sociólogos norteamericanos, anarizan-
do las formas que rerristen las movilizaciones y la acción colectiva,
finalmente las ideologías y los discursos oposiiores) y las experien_
cias de concentración, de mediación y de dernoc raciaparticipativa.5
Estos trabajos son, con frecuencia, de excelente realización, pero
adolecen de un defecto ma)/or: su incapacidad de comprender el te_
rritorio como un factor decisivo en los conflictos que analizan. por
otra parte, de manera significativa están casi siempre desprovistos
de mínimo un mapa.6 A los territorios sin conflicto qr" ,ro, propo-
nen numerosos geógrafos, nos responden 10s sociólogos y los poli-
tólogos con los conflictos sin territorio.
Esta dificultad de numerosos geógrafos parapensar la ordenación
bajo un ángulo político o geopolítico es unu
"r"rtión
epistemoló_
gicamente interesante. Éstu se explica sin duda por la historia de la
geografia misma como disciplina intelecfual, por la voluntad de los
geógrafos de salirse der rol que históricamente fue interpretado por
ellos (informar y aconsej ar al príncipe) y por la naturaleza de los
lazos que mantienen la geografía y los geógrafos con una serie de
ciencias (particularmente la economía, la sociología, la historia o
incluso la lingüística para la geografía human a" o lageología y la
Ln oRosNnclóx DELTERRTToRTo coMo oBJETo DE REFLEXIÓN ceopolÍrlc¡.
climatolo giaparala geografía física) de las cuales los geógrafos ex-
traenla infonnación y ciertos razonamientos que enriquecen nuestro
análisis de la realidad.
Todo pasa corlo si los geógrafos asumieran mal el hecho cle que
la geografía, al igual que la historia, es una ciencia de síntesis, cuya
primera particularidad (rnuy preciada) es la de abordar la realidad
taio el ángulo, no de el tiempo, sino del espacio, con toda 1a com-
pt"¡iaua y Ia riqueza qtre éste supone (el análisis rnulti-escalatio,
las interaccion"s entre las diferentes dimensiones de una realidad
geográfic a, etcétera). De ahí que hay muchas tentativas por reformar
la geografía como ciencia "indiscutible", el episodio de la "choré-
inatique,, entre otros, pero también la moda, en un tiempo, de la
geografía cuantitatir¡a y más recientemente lá ambiciÓn de muchos
de modelar la geografiapolítica misma. Afirmar la cientificidad de
la geografía implicaba entonces jugar con su dimensión técnica en
detrimento de su dimensión política'
En esta concepción de la ordenaciÓn, los actores políticos son
irnplícitamente confinados a un papel restringido: ratificar las pro-
pori"ioor.s técnicas, validarlas políticatnente, apoyarlas para eyitar
que los proyectos no se realicen. El conflicto, que contrapone a resi-
dentes, ecologistas, tnaestros de obra o responsables políticos entre
ellos, es finatrmente percibido por muchos geógrafos, pero también
por practicantes de ia ordenación, como un fenómeno parasitario'
qu" p"rt rrba lo que debería ser el ideal de los procesos de orde-
nación: puesta en rnarcha de las buenas respuestas elaboradas por
técnicos y especialistas competentes. Estudiar el conflicto, las es-
trategias desplegadas por los actores para conquistar o consen/ar
sus posiciones de poder territorial, las relación de fuerzas entre esos
actores, es en esta concepción un objeto de investigaciÓn ilegítima,
indigno de la geografía. Asimismo, recordgmos que esta cuestión
del poder y los ,orrni"tos es el corazÓnde lob trabajos de otras cien-
cias humanas.
4 El término Nimby es el acrónimo de la expresión ingresa l{ot In My
Back Ya.t"d ("No en mi patio trasero,' o
..No
en mi jardíi',) y designa los
movimientos de oposición a proyectos de ordenación qu" -orrii zan a
Ios residentes motivados solamente por la localización geográf,ca de
sus proyectos.
E'Francia léase particularrnente ros trabajos del equipo INERTS en lo
que concieme al debate púbrico (ya que numerosos conflictos concier_
nen a la infraestructura de transporteslFourniau, 2001]), de los sociólo_
gos Martine Revel y sophie Allain, y también de los politólogos cécile
Blatrix, Loic Blondiaux y Arthur Jobert [Revel et af.,20071. para una
bibliografía más completa para Francia r.er [subra, 2007].yer también
parartalia los trabajos de Luigi Bobbio [Bobüio, zeppetella, 1999] y de
!-uigi P ellizzoni lp ellizzoni, 2005 I .
_ver,
por ejemplo, la tan detalladamonografía consagrada por Jacques
Lolive del conflicto de rcv Méditerranée [Lorive, tiee1, que no ,o*_parte ni la representación de ros principales actoies de ia tposición y
de. sus campos de influencia, ni un *upu de los principales'puntos dlcristalización del conflicto, de manifesiaciones o de bloqueos de esta_
ciones, ¡ni un simple mapa d,el trazad.o de la línea!
48
THILIPPE SUBRA
La influencia de las nivalidades poríÉicas
sobre las poríúicas de ordenación: eE e¡ermpro
del proyecto de Gran parís y der Barnio R.ojo
Las decepciones der proyecÉo de Gru¡zd p{rrís
del presidente Sarkozy
En junio de 2007, Nicolás Sarkory- anunciaba un relance volunta-
rista de ordenación de la Isla de FranciaT y se pronunciaba a fa'orde la creación de una comunidad urbanu,
"quivulente
en parÍs a la
Greater London Councir de Lo'dres. I_ln año después, er proyecto
de Grand Paris sigue en stancJ by. Er secretario de Estado y Desa-
rrollo de la región capital nombrado por sarkozy entnarzode 200g,
christian Blanc,s decidió dar prioridad a la definición de algunas
grandes operaciones de ordenación: el desarrollo ), la _o¿"iliru_
ción del área de la Defensa, la ordenación del territorio situado entre
ParÍs y el aeropuerto Roiss¡,-Qharles De Gaull e,laconstitución de
un cluster (polo) tecnológico y científico al sur y la creació' de un
centro de negocios al este de la aglomeración. La cuestión de la go_
bentanzade la aglomeración se postergó para más tarde, a finales de
2009,paralos meses de las elecciones regionales de 2010.
En efecto, debilitado por Ia fuerte baja en su popuraridad ypor los resultados de las eleccione, *urri"ipales y cantonales de
primavera,e elpresidente de la República si*pr"mente'o disponía,
en 2008, de la relación de fuerzas que Ie perrnitiera impon", a lo,electos francilianos una reorganizu.iór, qu- la mayoría observaba
con desconfianza, incluso en su propio campo.
Región de 12 millones de habitantes, que engloba er conjunto de laaglomeración de parís.
IJn diputado de derecha, antiguo poc de Air France y antiguo presi_
dente de la RATO, la sociedao puutica que adrninistra el rnetro de parís.
Es. conocido por sus cualidadés de negociador, principalmente cuando
evitó una guerra civil en Nouvelle-calédonie en'l9gg entre melanesios
y europeos> y por sus nexos con la izquierda.
Ganadas por la oposición tanto .n it"-¿á-r'rance como en el resto del país:
Bertrand Delanoé ha sido fácilmente reelegido en parís, varias ciudades
irnportantes han sido conquistadas o reconquistadas por la izquierd4 Quecontrola seis de los ocho departamentos de la Ile-de-France.
Le oRoBNeclóN DEL TERRrroRro coMo oBJETo DE REFLEXTóN csopolÍrice
Esta retirada táctica es tan interesante de analizar que práctica-
mente todos los actores electos, tanto de derecha como de izquierda,
círculos econórnicos e investigadores, concuerdan en lo siguiente:
- En la necesidad de reactivar la ordenación de la Isla de Francia
pararcforzar el capital en la competencia que libran las gran-
des ciudades del mundo )/ sobre el riesgo de una ruptura de
París en relación con Londres y otras capitales europeas, colllo
Franlcfurt o Madrid, para combatir las graves disfunciones que
conoce la aglomeración (crisis de vivienda, crisis de transpor-
te, desarrollo de la segregación).
- Sobre el hecho de que la actual dispersiÓn de poderes es un
obstáculo mayor a la recúperación de la ordenación regional.
La idea de un Gran París, por otro lado, había sido lanzada en 2005
en un manifiesto firrnado por una veintena de arquitectos, geógrafos
y urbanistas, cuyo buen nombre era conocido por ser de izquierda, y
publicado por el Nouvel obsen¡atetn, (una revista de noticias de iz-
quierda). La municipatidad parisina (y socialista) de Berkand Dela-
noé, por otro lado, estaba comprometida desde hacía muchos años
en esta dirección y atada a un diálogo inforrnal con los electos de las
comunas lirnítrofes en el marco de una "conferencia metropolitana".
Es deci5 con el fin de conocer si el proyecto podía patecer consen-
sual, transpartidista y de interés general.
trmtereses u¡:banos e Énatereses geopolíticos
6Cómo explicar en esas condiciones laretirada del gobiemo? ¿Cómo
descifrar la gran complejidad de posiciones tomadas tanto de unos '
corno de otros, las múltiples r4aniobras subteiráneas utilizadas para
contradecir la iniciativa presi{encial, sin tomar en cuenta las riva-
lidades de poderes, las relaciones entre los actores y servicios del
Estado, grandes electos, colectividades territoriales, los actores eco-
nómicos, sus estrategias, Ias relaciones de fiierza, es decir hacer uso
de las herramientas, los métodos del análisis geopolítico?
El debate rápidamente se polarizó en torrro a tres cuestiones cla-
t'e: el status de la futura estructura intercomunal (comunidad urbana
o estrucfura de cooperación infonnal, asociativa, por ejemplo); su
perímetro más o menos arnplio y su financiamiento.
.t
'l'
:1:
..-
':a
t:-:
:=:
.::
.::5
,-:
'j.,
--ra
:+i.
50
PsrLrppp Sugne
Pero más allá de esas cuestiones técnicas, lo que se perfila y que
cada actor tiene evidentemente en la cabeza es la cuestión del poder.
¿Quién controlaría una eventual comqnidad urbana? ¿La derecha
o la izquierda?lo ¿Quién la presidiría? ¿El alcalde de París (quien
espera ser el candidato socialista en las próximas elecciones presi-
denciales) o un candidato electo del suburbio? ¿Cuál sería el peso
de las diferentes corrientes políticas, en particular de los electos co-
munistas del "barrio rojo" y de los electos de derecha de los subur-
bios residenciales del oeste, su capacidad parapensar las decisiones
estratégicas? ¿En qué devendrían las actuales estructuras de poder
que son los departamentos y las eskucturas intercomunales? ¿Qué
pennanecería en términos de pgder en la región, en los departamen-
tos de la gran corona, dejados al margen de la reagrupación, en la
Dirección Regional de Equipamiento?
Los otros dos debates que dividen los cargos de elección fran-
cilianos se refieren al contenido de la política de ordenación y a
la cuestión de la fiscalizacíón. ¿Hace falta constmir masivamente
viviendas sociales, en particular en los suburbios ricos del oeste?
¿Hace falta reequilibrar laregión hacia el este, de manera más bien
voluntarista -cosa que no se ha hecho hasta ahora- limitando el de-
sarrollo de La Defensa? ¿Hace faltaproseguir la construcción de una
red de autopistas regional con larealización de una serie de infraes-
tructuras violentamente discutidas por los residentes y denunciadas
por los ecologistas o hacer oscilar lo esencial de los financiamientos
de los transportes públicos?
En fin, ¿hace falta organizar una transf,erencia masiva de recur-
sos fiscales de las colectividades más ricas (París, los municipios
y los departamentos de los suburbios del oeste) hacia los más po-
bres (el antiguo barrio rojo)? L1 lucha por el poder institucional está
entonces estrechamente ligadal a una serie de conflictos de fondo.'
Aquellos que tomen el control de Grand Paris, si sucede algún día,
estarán en una posición de fuerza para definir las grandes orienta-
ciones de la ordenación regional. Pero lo que está en juego en la
10 A la vista de los resultados de las elecciones municipales y cantonales
de 2008, no cabe duda que una comunidad urbana de París, cualquiera
que sea eltrazado geográfico reservado, será dominada por la izquierda
al menos hasta 2014, fecha de las próxirnas elecciones locales.
LR onoeNeclóN nelrERzuToRro coN,ro oBJETo DE REFLEXIóN GEopolÍrtce
cuestión de Grand Paris son también las carreras de los diferentes
responsables políticos y el equilibrio de fuerzas entre las grandes
corrientes políticas.
Esta dimisión geopolítica (¿quién controlará los territorios loca-
les?) influencia de manera decisiva la colocación de un nue/o lugar
de poder (el Grand Paris) y entonces la puesta en marcha de las po-
líticas de ordenación.
El i¡rterés particular del nnbarnio rojo"
Entre los intereses geopolíticos locales, el futuro del "barrio rojo"
tiene en Francia un lugar particulannente importante. El ténnino de
"barrio rojo" designa alavezel sistema de control territorial y de las
poblaciones establecidas por ese partido a partir de los años treinta
alrededor de París (principalments al norte y al este) y la realidad
geográfica del territorio mismo. El suburbio rojo es el principal (y
el último) bastión del pc en un contexto de espectacular retroceso
a nivel nacional (I7% de las voces en las presidenciales en 1981,
menos del2oA en 2007). Su supervivencia es indispensable para el
PC como fuerza política nacional ya sea que este teritorio cese de
reducirse o que el Partido Comunista pierda el control de los nuevos
municipios en cadaelección, cualquiera de las dos seria en beneficio
de la derecha, de los socialistas o de los ecologistas.
Este retroceso histórico, irresistible y al mismo tiempo relativa-
mente lento (ya que los alcaldes comunistas son más populares que
el partido y a menudo son excelentes alcaldes), se explica principal-
mente (además de los factores políticos que juegan a nivel nacional:
la desaparición de la URSS, etcétera) por tres fenómenos sociopolíti-
cos maYores:
l. el declive numérico de la clase obrera (pues la industria fran-
cesa está en crisis y se instala en los alrededores de las ciuda-
des);
2. la emergencia de un nuevo proletariado, compuesto de per-
sonas de origen extranjero, a menudo en una gran sifuación
precaria (desempleo, baja califrcación, empleos temporales
o interinos), poco pohtizadas, qtle se abstienen masivamente
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  • 1. . tl onzcrlcz Ag-* yat L* ..*F"'t.{o (*c,nd') L2c1 4) fulc-!% ía_ L c7 fl'h ?t P?t".,- ^"tqE- -h- ns'M éx:ca t' (J$'.lA L'' Las etapas; de la geopolítica* Yvss Lecosre f)I or geopolítica se entiende todo aquello que concierne a las riva- lidades de poder sobre o por territorios, rivalidades por el control o la dominación de éstos, ya sean territorios de gran o pequeña erten- sión, rivalidades entre poderes políticos de cualquier naturaleza, y no solamente entre Estados, sino también entre etnias, movimientos políticos o religiosos. Estos conflictos por el territorio existen desde hace milenios (primero por los territorios de caza), entre las tribus, las ciudades, los imperios, los pueblos y las naciones. Algunas de estas guerras han sido obieto de narraciones escritas por los iefes de una guelra victoriosa (César, La guerra de Gaules), o bien for- man parte de las memorias de quienes fueron testigos privilegiados (Tucídides y la Guerca del Peloponeso). Empero, nos señalan que no es sino hasta el siglo XIX que los conflictos por el territorio y las Zonas marinas aomenzaton a ser objeto de estudios comparativos y sistemáticos, que pennitieron comprender no sólo las fuerzas que en éstos intervenían, sino coad¡,uvando a reflexionar principalmeirte acerca de las múltiples características geográficas de los espacios en disputa. Cierto es que la geografía (en su acepción etimológica se refiere al dibujo de la tierra y los primeros mapas) es considerada como uno de los primeros conocimientos cientÍficos. Ésta tiene 2500 años de existencia? y se podÍía partir del trabajo de Herodoto y sus investi- gaciones. Herodoto había tratado de entender y precisar los eshrdios sobre geografía mediante la observación histórica en el transcurso de los siglos, retomand o para sus avances las observaciones reali- zadas por los conquistadores, los navegantes y los exploradores. Al inicio del siglo XX, después de las guelras napoleónicas, en Prusia * Traducido del francés al español por Leidy Laura Múgica' t- ;ccte-LT Fv-c^nC-cóq. :, = !. ft E- t1
  • 2. Yves Lecosrp la geografía comenzó a ser obieto de una enseñanza destinada tanto para dirigentes de la guerra como para entornos sociales cada vez más extensos, incluso para los estudiantes. Fue por este rnotivo que en la lJniversidad de Berlín la geografía adquirió un carácter de dis- ciplina universitariapara la formación de profesores del Liceo. Este proceso de instituctonalización mantenía una cercana vinculación con el movimiento para la unidad alemana. Esta geografía univer- sitaria, que crea las clasificaciones y herramientas intelectuales, se integra progresivamente por áreas cada rrez más numerosas: la geografía de las formas del relieve, la geografía de los climas, de la vegetación, de la población, la geografia económica,la geogra- fía política, etc., siendo ésta últim a a partir de la cual se constituye la geopolítica. Prirnera etapa de la geopolítica: la geopolítica alernana 1890-1945 Para 1887, el gran geógrafo Friedrich Ratzel contaba con una am- plia colección de obras, entre ellas, Antropogeografia (1882) y Geo- grafia política (1887). Rudolf Kjellén, un jurista sueco (germanó- filo) convertido en geógrafo, mencionó por priinerayezIapalabra Geopolitifr,r término que nace al contraer las palabras "geografía" y "política''. Esta geopolítica alemana reclamaba indebidamente las tesis biológicas de Danvin, argurnentando que, entre los pueblos, la se- lección natural era un factor de progreso equiparable al existente entre las especies animales. Este discurso seudo-científico gozó de un éxito aún mayor en Alemania, 1o que proporcionó una cómoda 'Justificación" científica a la expansión pangermanista. Asimismo, el término "geopolítica" fue poco utilizado por la escuela de geogra- fía fiancesa, la cual comenzó a desarrollarse a finales del siglo XX, a cornparación de la escuela de geografía alemana. I LapalabraGeopolítilc ha sido respetada tal cual aparece en el texto origi- nal. Se prescinde de traducción debido a que es distintiva de la escuela geopolítica alernana y sustancialmente variante de la que sería ccn pos- terioridad la escuela geopolítica francesa (nota de la traductora). Les grepes DE LA cnopolÍucn En la Geografia política, Ratzel no realizaun análisis detallado de una sifuación de conflicto concreta. Pretende establecer "leyes" de la geografía política, y es por esto que las enuncia para probar la le- gitimidad de cada una de ellas de acuerdo a una larga sucesión de ejemplos históricos brevemente enunciados y seleccionados por él desde los tiempos antiguos en diversas partes de Europa y del mun- do. Estas "leyes" señalan, por ejemplo: ¿si un Estado posee la parte baja de un río, es por ello que debe controlar su curso? De hecho, había previsto la necesidad de justificar la expansión del Reich en una sifuación geográfr,ca concreta. Los casos que refutan las supues- tas "leyes" fueron ignorados. Este es un discurso de tipo axiomá- tico (neo-darwiniano) acerca de la disímil capacidad biológica de los pueblos y de las razas humanas para conquistar y organizar los territorios de tamaño más o rnenos desigual: el Reich, en tanto que "Estado joven", tiene una mayúscula necesidad natural de espacio (es el famoso "espacio vital"); de ahí el reclamo al derecho sobre el espacio, mientras que los "Estados viejos" (como Francia, desde luego) ocupan de manera injusta vastos territorios. Vigorosamente popular en los círculos dirigentes del Reich en la víspera de la Primera Guerra Mundial y con posterioridad a la derro- ta de 1918, Iapalabra geopolitik encuentra a través de los profesores del Liceo amplia resonanciapara impulsar la denuncia de las injusti- cias del Tratado de Versalles y preparar la venganza. La geopolítica fue evocada por los nazis como "la ciencia alemana": fueron ellos quienes hicieron la justificación -supuestamente científica- de las necesidades del "espacio vital" del pueblo alemán. De igual manera, la geopolítica era el gran argumento del hip- nótico pacto gennano-soviético de agosto de 1939 por el que Stalin se había dejado seducir tras la idea de r¡n pacto continental en el que la primera etapa era dividir Polonia.lLa gravedad de este error estratégico apareció para los soviéticos en junio de 1941, cuando la atmada delReich no tenia entonces nada que temer al oeste (después de la denota francesa de junio de 1940) y se lanza súbitamente a la conquista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas [unss]. El escuadrón de defen sa nazi [sS] emprendió el exterminio de la población judía y eslava de los territorios del fufuro Grand Reich, la genética había sido invocada para afirmm que se trataba de razas inferiores o impuras. F, I2 13
  • 3. Yvgs LACOSTE La palabra "geopoEítica" goBpeada con una maldición y, sin ermbargo, todavía una práctica común: L945-1980 At final de la Segunda Guera Mundial toda alusión a la geopolíti- ca erareferente Z unu teoría específicamente nazi, por lo cual fbe proscrita en todos los países de Europa. En contraste, en Brasil y Ctrile la geopolíticaheredada de los militares alemanes entre las dos guetTas, siguió siendo una referencia positiva. En Estados Unidos, el término de geopolítica no fue utilizado como tal. Los estadouniden- ses prefirieron el término "política intemacional" o "geoestrategia'. En Alern ania,la palabra "geopolítica" continúa siendo tabú aún en nuestros días. Tanto en la IIRSS como en otros Estados "socialistas" Se trataba de un delito grave durante décadas hablar de geopolítica e incluso la geografía humana se había prohibido por temor a convertirse en geopolítica. En Francia, la palabra "geopolítica" se mantuvo mo- ralmente proscrita (notablemente durante la gueffa de Argelia baio la influencia de una estricta vigilancia ideológica de derecha en los oírculos intelectuales, excepto cuando se utilizó paÍasatanizar el im- perialismo americano).2 Durante décadas los recuerdos más temibles del nazismo han estado vinculados a la palabra "geopolítica"', sin embargo, si algún lector indagara acerca de su significación en un diccionario, por ejemplo en el Larousse o en el Robert,las definiciones que ahí se en- contrarán hacen referenci a auna concepción en la que sobresale un asombroso estoicismo natural. El Gran Larousse Universal (edición de 1962) define la geopolítica como "el estudio de las circunstan- cias que se entrelazan a los Estados, sus políticas y los lugares de ia naturaleza, estos últimos determinan a los anteriores". En la última edición del Pi gmeo Larousse (2008), la geopolítica "es el estudio de 2 Hemos respetado la referencia original de imperialismo americano, aun cuando sea mucho más preciso referirse al irnperialismo estadouni- dense, sobre todo porque "americano" se refiere a la construcción abs- tracta de valores representados en su totalidad por Estados Unidos, omitiendo al resto de los Estados que confonnan el continente. Les prepes DE LA ceopolÍrrcn las relaciones entre los recursos geográf,cos y la política de los Es- tados". Para el Robert continúa siendo "el estudio de las relaciones entre los recursos naturales de Ia geografi ay lapolítica de los Esta- dos". Ni la menor alusión de la implicación de la geopolitica (o más exactamente de discursos geopolíticos de algirn tipo) en las grandes tragedias del siglo XX. ¿Es este el efecto de una regla lexicográfica que evitaría poner en peligro una fonna de estudio (de otro modo la disciplina) consid er ada como científi ca? El prefljo "geo" implica a la geografía; no obstante, en los dic- cionarios el prefijo se limita a los recursos nafurales, puesto que éstos se consideran fundamentales a pesar de que los geógrafos se resisten al "determinismo" de los reqursos naturales sobre las acti- vidades humanas. Estas supuestas definiciones de la geopolítica que perduran en los grandes círculos intelectuales ¡z que proclaman en "la política de los Estados" el papel clave de los "recursos naturales" han mantenido en silencio el papel de la historia. Sin embargo, la evidencia de su importancia es considerable en cualquier problema geopolítico, ya sea en lo que respecta a la configuración de cualquier ftontera, o bien, en cuanto al papel de aquellos a los que les con- cierne tal delimitación territorial. Los "datos nafurales" determinan sensiblemente la política de los Estados, cambiándola sólo en miles o rnillones de años, en tanto que las "leyes de la naturaleza" perma- necen etemas, reduciéndolo lógicamente en materia de geopolítica a los lugares comunes de género, como por ejemplo: "Inglatera es ¡.rna isla", "Japón es un archipiél?9o", o se destacalainmensidad del territorio de Rusia. Estas no son, evidentemente, trivialidades geográficas de género que expliquen el devenir de la palabra "geopolítica" desde hace una veintena de años en Francia. Su éxitp es rnucho más sobresaliente respecto al de la geografía, la cual ,b hu reduciclo a una fastidiosa disciplina escolar -a diferencia de la Historia- difícilmente aceptada por los intelecfuales. La geopolítica se ha convertido en nuestros días en una paiabra de moda. La geopolítica fue sornetida reciente- mente a una verdadera "descalificación" semántica,tal es así que los filósofos anglosajones "post-modemos" seducidos por los discursos cle sus colegas en París, disertan respecto u"I?geopolítica del cono- oirniento y de la diferencia colonial" 15
  • 4. YvBs LecosrB La súbita reaparición de la palabra geopolítica en 1979 En enero de 1979,la palabra "geopolítica" reapareció de súbito an- tes que en otro tipo de prensa en Le monde, periódico apreciado por los intelectuales para describir un evento totalmente inesperado y espectacular: la gueffa que había estallado, por una cuestión fron- teriza, entre dos Estados comunistas, el Khmer Rouge3 y Vietnam comunist a. Para esa época) una gueffa entre dos Estados colnunistas resultaba impensable: a pesar de una grave contienda de tipo tertito- rial entre la URSS y la China Popular, decidieron no hacer la guerra. No fue únicamente el conflicto entre vietnamitas y camboyanos lo que incidió, ya que si los americanos trataban de aprovecharse de la situación podrían revivir la Guerra de los Treinta Años en esta región, pero también conducirían a provocar una Tercera Guerra Mundial si la China comunista atacaba"para castigar" a Vietnam, pues este último país era apoyado por la URSS. La cuestión territo- rial explícita del conflicto Vietnam-Camboya justifica el empleo del término "geopoliticd', y los círculos de intelectuales se encontraban tranquilos frente a este conflicto entre países cornunistas. Pocos me- ses después de la salida de los americanos de Irán, expulsados por la Revolución de Jomeini, este hecho fue presentado como título en la prensa, manifestando un gran cambio geopolítico. Ernpero, 1979 llegó a su fin por un cambio geopolítico no menos significativo: la invasión de Afranistán por los soviéticos, muy ternida porque los soviéticos tendrían la oportunidad de esparcirse sobre los "mares calientes". La geopolítica apareció en la prensa como una palabra nueva debido al largo período de olvido {urante el que la palabra estuvo proscrita. Pero, sobre todo, porque bsta no se pudo "adherir" al dis- curso que por decenios denotaba la oposición entre el "tnundo libre" y el "bloque socialista". Los periodistas no sabían del todo qué po- día signifi car lapalabra geopolítica; incluso llegaron a pensar que se trataba de una ciencia nueva. Lo cierto es que despertó la atención 3 Jerneres Rojos (traducción al español) es el nornbre con el que se cono- ce habitualmente al llamado Partido Comunista de Camboya y después Partido Democrático de Kampuchea. LES BTEP¡S DE LA GEOPOLITICA de los lectores, sorprendidos de la importancia que podrían tomar los datos naturales, e inquietos por las consecuencias intemacionales que pudieran tener las rivalidades de poder sobre los territorios, inclusive los de modestas dimensiones. Los periodistas dernandaban explicaciones acerca de lo que era la geopolítica,pero entre aquellos geÓgrafos consultados, la mayor parte apenas conocían su significado, por lo que volvieron a referir- se a la geopolítica como la ideología propia del nazisrno' Es rnás, clurante la incorporaciÓn a la lerarquía de las ciencias que consti- tuían la universidad, la omisión de la palabra geopolitica se con- virtió prácticamente en una regla (tácita) desde los inicios del siglo XX por la preocupación de la "obietividad científi'ct', so pretexto de evitar las problemáticas referentes al poder y territorio. Et papel de Ítrérodote, revistt: cle geogt *f{a y geúpolíticw (L97 6} Para combatir mejor las razones por las que hoy en día los inte- lectuales tienen a la geografia en una encarecida apreciación, mi orgullo de geógrafo me ha incitado a comprender los orígenes y la razón de ser de este saber, que desde sus inicios fue políticainente fundamental, al menos pafa aquellos que ostentaban el poder' Ello me llevó a descubrir a HerÓdoto, el primer gran geógrafo y, al rnis- mo tiempo, el primer gran historiador. Hace 25 siglos que dirigió sus Enquétes sobre el Imperio Persa de Egipto. Dicho texto deve- laba el saber histórico con el geográf,co para que los griegos co- nocieran mejor la forma de luchar y revertir la derrota, esto para cuando Darío lanzó de nuevo una tercera Guetra Médica contra los persas. Ernpero, nada de eso se llevó a cabo, Sin ernbargo, un siglo más tarde Aleiandro Magno fue guiado a Egipto y a Afganistán por las Enquétes de la geografía. Siempre que hay oportunidad, y en la medida de lo posible, he tratado de convencer a los intelectuales así corno a los fufuros profesores de historia y de geografia acetca de la importancia estratégrca del razonamiento geográfico sobre el territorio. Es así que en L976, con el ap.oyo de un gran editor de extrenta izquierda, Frangois Maspero, lancé la revista Hérodote en 16 L- I7
  • 5. Y/ES Lecosrn compañía de un pequeño grupo de jóvenes inr¡estigadores, quienes eran mis estudiantes (de "Vincennes", la farnosa lJniversidad "se- senta y ocho') y col1 el apoyo de algunos de mis amigos geógra- fos (no en menor relevancia) El subtítulo de la revista fue primero Es tr o t e gi a s - Ge o gr afias -Ide o lo gía s ; actualmente, 3 0 años m ás tarde, es todavía la principal revista de geo-qrafía y de geopolítica. Hérodote, nos guste o no, ha desempeñado y desernp eitaráun pa- pel preponderante en el desarrollo de análisis geopolíticos e¡ Fran- cia. En r976 tuve la oportunidad de publicar un pequeño libro (con la cooperación de Maspero), el cual, debido a su títuIo, provocó un gran escándalo entre los geógrafos; a pesar de ello, el libro atrajo Ia atención de numerosos lectores yperiodistas: La geografia, un anlla para la gu.erra. A comienzos de 1980, cuando la palabra "geopolítica" había to- nrado un notable lugar en la prensa, los periodistas, para indagar nrás acerca de ésta, se volcaron sobre el pequeño equip o de Hé- rodote, que desdehacía,va rrarios años venía analizando los temas que versan respecto al poder 5, la geografía. Desde L9B2,la revista comenzó a construir una nueva concepción de la geopolitica. A diferencia de Ratzel y de sus seguidores? que se referían a las le-ves geopolíticas para sustentar los objetivos alemanes sobre cual- quier territorio e ignorando los derechos de otros pueblos, Hérodote enuncia como principio para la construcción de una nueva geopoli- tica, honesta y eficiente, la necesidad de confrontar metódicamente los puntos de vista de los protagonistas. En efecto , cadaproporción de territorio que se encontraba en disputa por dos o más fu.przas políticas era obj eto de representaciones geopolíticas contradictorias donde convergían valores simbólicos antagónicos y argumentos his- tóricos a favor de un determinadolperíodo de la historia en el que se desease pasara desapercibido. I Les grep¡s DE LA cgopolÍrtcR La conf,orrnación pro gresiva de la escuela geopolítica francesa El pequeño grupo de Hérodote, con el apoyo de algunos amigos, dirige desde hace 30 años y en función de la actualidad, un trabaio comparativo de reflexión y de observación que /ersa sobre el análi- sis preciso de un cierto número de casos concretos y de situaciones geopolíticas particularmente complejas. En 1986 aparecieron, bajo rni dirección y la de Béatrice Giblin, los tres tomos de la otta Geopo- lítica de las regiones francesas (Fayard, 3500). Los 30 autores mos- traron que el análisis geopolítico no se limita exclusivamente a los conflictos entre Estados, y que éstos más bien pueden presentarse en una misma nación, por ejemplo, las rivalidades electorales en- tre partidos políticos. En 1988, Michel Foucher publicó Frentes y fr"onteras, t¿n recorrido del mundo geopol,ítico (Fayard,527 páginas, nueva edición 1991). En octubre de 1989 inició el Primer Semiuario de Formación Doctoral de Geopolitica en la Universidad de París VIII ("Vincen- nes", en Saint-Denis) coincidiendo, un lnes más tarde, col1 la caída del "Muro de Berlín". En L990, el colapso de los regímenes comu- nistas en los países de Europa del Este significó el inició de nuevas perspectivas geopolíticas. Y al final de 1991 el increíble anuncio de la repentina desarticulación de la TIRSS provocó en Francia un rei- teraclo interés por todas las cuestiones geopolíticas inherentes a ese hecho, tanto en los círculos de derecha como de izquierda. Posterionnente se inició un importante Diccionario de Geopo- lítica (1700 páginas, Flammarion, 1993-1995), bajo la dirección de quien escribe con Ia colaboración de una centena de autores, gran parte de ellos pertenecientes a Hérodote. Bajo la notable influencia de Hérodote, cu)/a función crítica no se desviaba de los proyectos universitarios de jóvenes que ya habían tenido contacto con "la historia", el Derecho, las Ciencias Políti- cas o la geografía en diversas universidades, este grupo de jórienes manifestó su interés por la geopolítica; deseabau dedicarse a iir- vestigar durante algunos años, primero para obtener un DEA,4 y 4 Diptime cl'Éntdes Approfonrlies, diploma de posgrado o maestría. L l9
  • 6. Yves LecosrB después una tesis correspondiente a un profundo y exhaustirro análisis de u¡ra situación geopolíti"u "rp".?fica. por ro anterior, en 1989, en la Universidad París vIII, se-estableció con Béatrice Giblin y otros colegas el centro de Investigaciones y de Análisis Geopo_ lítico, cuyo objetivo era auxiliar y orientar a los estudiantes. poste- riormente, en el año 20}0,el Centro de Investigaciones se convirtió en el Instituto Francés de Geopolítica (actualmente se encuentra en la universidad parís VIII), que alberga ajóvenes investigadores pro_ cedentes de distintas universidades francesas y europeas, incluyen- do a las de Rusia y de los países de Europa centr ar. cadaaño se realiza una treintena de investigaciones parara obtención del DEA en geopolítica,_los dos años posteriores de investigación son para obtener el grado de maestría, impulsando una cincuentena de tesis de doctorado en geopolítica, Ias cuales son sustentadas y evaluadas en un examen' Cadauna de ellas es un rneticuloso estudio acerca de un conflicto en un detemrinado espacio, lo cual es una contribución original a Ia reflexión teórica en geopolítica. El éxito logrado permitió que en el año 2002,también en la Uni- versidad de París VIII y con el mismo ímpetu, Béatrice Giblin ereara el Instituto Francés de Geopolítica. Su piogra'ra se compone de una investigación de maestría con dos tipts á, ,rp."ialidades: la pri_ rnera "Geopolítica, cuestiones territoriales y rivalidades de poder,,, y Ia segunda "Geopolítica local, planificación 1, gestión de cuestio- nes territoriales". Diversas tesis de geopoliticason sustentadas año con año. La co-fundadora d,e Hérodote, Béatrice Giblin, está a car- go de la dirección de una especialidad en ro que podr ía ramarse ra geopolítica intern a (La nueva geopolítica de las rcgiones fr"ancesas- 2006).Acfualmente es una Escuela Francesa de Geopolítica. Su influencia comienza a ser más o menos evidente en diversas universidades, pero sobre todo en nurxerosas escuelas de comercio, en las que acfualmente los profesores e'seña' geopolítica. Es así que desde hace ya 30 años se ha erigido, a partir d.e Hérodote, un grupo numeroso y relativamente coherente de jóvenes especialistas de geopolítica (el término "geopolítico" tiene desaforfunadas con- notaciones de política), lo cual es un caso excepcio na! anivel mun_ dial. sin embargo, estos a'álisis acercade las rivalidacles de poder estatal o nacional no existen únicamente en Francia, también ""irt"r,en diversos países europeos, y sobre todo en Estados unidos, donde Las srepes DE LA ceopolÍrrc¡ hay numerosos centros de investigación de "Relaciones Internacio- nales". Esta erpresión se refiere a problemas muy sirnilares a los que se estudian en geopolítica. Empero, los especialistas de esta úl' tima disciplina, quienes tienen una fonnación histórica y en ciencia política, apenas utilizan la palabra "geopolítica" ya que estaban en contra de ésta, no sólo por el tabú que antaño se formuló alrededor de ella, sino tarnbién por su falta de razonamiento geográfico. El campo de la geopolítica, tal como se concibe en la Escuela Geopolítica Francesa, es de hecho mucho más amplio que el de rela- ciones intemacionales, ya que el primero toma en cuenta conflictos locales, por ejemplo entre las etnias o dentro de grandes aglomera- ciones urbanas donde hay conflictos entre bandas rivales. Si bien el enfoque en términos de relaciones internacionales es particularmen- te eficazpara el análisis de las relaciones diplomáticas, comercia- les, financieras y culturales entre los Estados, la geopolítica está mejor equipada para el estudio de los conflictos sobre "el terreno", debido a su énfasis en el razonamiento geográfico, en especial si se lleva a cabo a diferentes niveles de análisis espacial. El estudio de un gran fenómeno político corno el del Islam forma parte tanto de los estudios de las "relaciones internacionales" como de la geopo- lítica. Sin embargo, las cuestiones referentes al acondicionamiento del territorio de un país son abordadas con mayor eficacia con los métodos de la geopolítica interna. Yves LacosrE, geógrafo, especialista en geopolítica. ]'{ació en L929 en Marruecos, lugar en el que pasó su infancia. Catedrático de geo- grafia. Profesor Emérito de la Universidad París-vIII, en la cual en- seña desde 196S. Caballero de la Legión de Honor. En septiembre del 2000 recibió el premio Vautrin Lud del Festival, Internacionpl de Geografía, el cual es considerado corno la antesala al Prernlo Nobel. Fundador en 1989 del Centro de Investigación y de Análisis de Geopolítica, centro que en 2002 se convirtió en el Instituto Fran- cés de Geopolítica, bajo la dirección de Béatrice Giblin. Fundador en I976 y co-director de la revista Hérodate, revista de geograrta y geopolítica (revista trimestral publicadabajo el sello de la editorial La Découverte). n: &.L 20
  • 7. f)evolver legibiHidad a las relaciones intennacionales y los inteneses geopCIlíticos* Drorrn BIluoN Sun.rudas las certezasde la Guerra Fría y de la bipolaridad, el mundo se enfrentó a nurnerosas paradojas aún rnás difíciles de des- cribir y comprender. Si se,guiere calificar con una palabra el tablero del aj edr ez internac ion al contemporáneo, el térm ino "cornp lej id ad" es probablemente el prirnero que viene a la mente. Esta complejidad se resume de varias maneras: - desaparición de la amenaza soviética, pero multiplicaciÓn de los conflictos; - desarme nuclear y químico, pero proliferación atómica y ba- lística; ción del planeta y emergencia de las BRIC; identitarios; - crisis del Estado-nación, pero crecimiento de los nacionalis- mos; - reagrupamiento regional, pero desencadenamiento de los mi- ' cronacionalismos, : - proliferación estatal, pero disminución del Estado como actor central de las relaciones internacionales; - apertura integral e inmediata del mundo gracias al desarrollo l" los medios de de zonas gri-" de los medios de comunicacrÓn, pero emergencla - ses y de nuevas terrae incognitae;y !1 i a * Traduciclo del francés al español por Zaíra Rosas Hemández. I i23 J L
  • 8. DIDIER BTI-I-ToN - mayor deseo de comprender el mundo, pero simplificaciones abusivas y recurrentes de los análisis propuestos. Estas observaciones, no exhaustiv?s, bien indican que la rea- lidad del mundo deviene cada vez más compleja de analizar. Se cornprende entonces fácilmente que esas contradicciones aparentes desconcierten a los ciudadanos que viven ellos rnismos su propia contradicción: interpelada por los honores que ellos pueden ver en sus pantallas de televisión, listos paramovihzarse parahacerlos de- tener, ellos se sienten impulsados a hacerlo. Entonces el cansancio viene rápidamente a deshacer la emoción. Al interés evidente ma- nifestado por aquello que pasa más allá de su horizonte inmediato, el ciudadano está paradójicamente cada vez menos en situación de comprender las evoluciones y las dinárnicas. Es a partir de esas constantes que mi institución, el Instituto de Relaciones Interrtacionales y Estratégicas, trata de organizar su re- flexiÓn y sus trabajos: hemos decidido deliberadarnente no privile- giar las cuestiones referentes a las teorías de Relaciones Intemacio- nales para concentrarnos en la descripción de los intereses políticos concretos y afirmar nuestra voluntad de foijar los rnarcos de análisis de los intereses contemporáneos que se cristalizan frente a nuestros ojos cotidianamente. En otros términos, tratarnos de hacer obra pe- dagogica. En este sentido, lo que nosotros realizamos en nuestras actividades de enseñanza ceÍca de los jóvenes estudiantes, puede perfectarnente ser trasladado a públicos más amplios y diversos, ávi- dos de conocimientos y de marcos de análisis. La geopolítica no es sólo una disciplina universitaria: es objeto y vector de confrontaciones intelectuales y sobre todo políticas. Por estarazón este trabajo se centra sobre el tema de la legibilidad de los intereses geopolíticos y sobre los escollos que debemos superar para alcanzar los objetivos que nos hemos planteado. La difícil legibilidad que acabamos de evocar es, entre otras cosas, reforzada por la nueva quiebra de los clérigos. En efecto, cuando los intelectuales se comprometen con las grandes causas internacionales, a fin de despertar las conciencias y presionar a sns ciudadanos a rehusar lo inaceptable, ellos cumplen su misión en el sentido en el que 1o refirió Jean-paul Sartre, es decir: ,.[...] criticar la sociedad y los poderes establecidos en el nombre de una lEVOlVen LEGIBILIDAD A LAS RELACiONES INTERNACTONALES concepción global y dogmática del hombre".1 Salvo que lanobleza de las motivaciones no se tradt¡zca forzosamente por la justicia del diagnóstico y que, devenidos militantes, algunos intelectuales se ar- riesgan a cesar de ser analistas, ya no explican más el mundo, pero sí 1o caric aturizan a fin de dar su demostración rnás efi,caz. Entonces traicionan a los ciudadanos induciéndolos en el error. Mientras que su función debería ayrdar a esclarecer el horizonte tornr.entoso de las rel acione s intern acionale s, m ás bien contribuyen frecuentem ente a obstruirlo. Que 1o hagan por convicción sincera o por voluntad de promoción personal puede eventualmente cambiar su culpabilidad, pero no su grado de responsabilidad. En 1927, Julten Benda publicó un libro célebre, La trahison des cietrs,z en el cual castiga a los clérigos que se metían cada vezmás a hacer el juego de las pasiones políticas. Entre los síntomas rele- vantes, Julien Benda nota la sed del resultado inmediato, la única preocupación del obietivo, el desprecio del argumento. En una pa- labra, los clérigos abandonan, según é1, lo universal en beneficio de 1o particular. Hoy en día, poniendo por delante la defensa de los valores universales para justificar sus comprotnisos, numerosos in- telectuales esquern atizan las realidades en lugar de analtzarlas en su complejidad. Sin duda, las inismas causas producen los mismos efectos y Benda veía en la motivación del compromiso pasional del clérigo moderno, el intelectual, el interés de carrera. Este hecho social, manifestado desde hace más de 80 años, no ha disminuido su intensidad, lo cual puede obsen'arse y verificar- se en estos últimos 20 años a través de los comentarios y análisis proferidos en el curso de todos los conflictos o periodos de fuertes tensiones que el planeta ha conocido. Así, presentamos dos ejemplos tomados de entre otros ryil: - Durante las Guerras de los Balcanes no se ha visto a lols defen- sores de la causa bosnia extenderse en los medios denuncian- do y arnplificando de fonna caricaturesca los abusos serbios. Estos últimos ftreron bien reales, pero en la medida en que los hechos fueron estableciclos, no fue necesario exagelarlos para 1 .Tean-Paul Sartre, Plaidoyer poLn' les intellectuels, Gallirnarcl, Coll. "Idées", Paris, 1972,p. 13 2 Julien Benda, La trahison des clercs, L927 , Grasset, Paris, 197 5. p. 126. 24 25
  • 9. DinleR BnuoN probarlos mejor y, sobre todo, adrnitir que si los abusos efecti- varnente existían, emanaban de los diversos campos existentes y no de uno solo; y - Recordemos que después de la invasión de Kuwait por Irak, en 1990, una joven mujer kurvaití interrogada por las televisoras estadounidenses había denunciado la barbarie de los invaso- res que desconectaron las incubadoras en las salas de materni- dad. Hecha la verificación, se tratabade la hija del embajador de Kuwait y la puesta en escen ahabía sido montada poi una agencia de comunicación. El problema no era finalmente la de_ claración como tal, sino la utllización que fue hecha por tales especialistas que no dudaban en proferir numerosos cornenta_ rios enfocados alanartralezadel régimen de Saddam Hussein. Lo primero que debemos resartar, y que nos parece elemental incluso trivial, es que debemos guardarnos sin parff de las explica- ciones unilateralistas e intentar siempre, por el contrario, integrar u1 mano-io diversificado de parámetros explicativos para acercarnos a la objetividad, la cual sabemos que es imposibl e alcanzar. En las sociedades occidentales, en los tiempos de las utopías salvadoras, el futuro prometedor parece haber dejado de lado el horizonte político nacional. Las soluciones parciales o los avances graduales se han enfocado en las grandes rupturas y los desórdenes revolucionarios. De cualquierforma, si el radicalismo ha abandonado el campo político interior, éste ocupa desde ahora la escena interna- cional y la sed de cornpromiso ético es, en gran parte,proyectado más arlá de las fronteras nacionales. Ahora bien, en el momento en que necesitamos movilizar todos los recursos de inteligenc ia paradefinir mejor y apreciar las evoluciones en el campo de las relaciones inter- nacionales, llegan los espíritus brillantes, llenos de cultura, servidos por fuertes capacidades de análisis, como los niños de cuatro años delante de una caricatura, a clasifi car cadavez más los actores inter- nacionales en dos categorías establecidas: los buenos y los malos. Es el triunfo del maniqueísmo, la "disneylandización', de los intere- ses geopolíticos. Recordemos aquello que fue anunciado en las declaraciones del presidente Bush por parte de nurnerosos especialistas, a menudo au- toproclamados, después de los atentados del I I de septiembre de DEVOLVER LEGIBILIDAD A LAS RELACIONES INTERNACIONAI-ES 2001: "aquellos que no estén con nosotros, están en nuestra contra", la necesariacruZadacontralas fuerzas del mal, el "concepto" del Eje del mal, etc. Así, elrazonamiento binario tuvo gran éxito, es por eso que parece útil desarrollar algunas reflexiones al respecto, sus con- secuencias y el contenido de los análisis que han sido mayormente reproducidos en esos eventos porque Son muchos los que consideran aquella fecha como fundamento de una nueva coluntura geopoliti- ca, y debemos constatar que, después de siete años, la guerra global contra el terrorismo, aquella que fue metida en escena por la Casa Blanca, paramuchos analistas parece constituir el alfa y el omega de las relaciones y los análisis geopolíticos. No sólo ese punto de vista es particularmente discutible, sino que es singularmente peligroso parael futuro del mundo. Es por eso que hace'faIta subrayar cuáles son los riesgos de tales análisis, paraeventuahnente esbozar algunas precauciones tnetodológicas. Todo ha transcurrido muy rápido entre el 11 de septiembre y el siguiente 7 de octubre, fecha en la que Estados Unidos, en conjun- to con sus aliados británicos, emprendieron los bombardeos sobre Afganist án y los campos de entreuamiento terroristas ligados a la figura de Osama Ben Laden. En el espacio de algunas semanas hizo falta: designar culpables, prever un plan de "respuesta" y prevenir el riesgo de una contra-alianza. Sobre todo, los responsables políticos debieron producir una in- terpretación globalizante de los eventos culrs descifre no fuera ini- cialmente evidente. No anticipada, la operación terrorista katnikaze no tuvo nombre, autor o finalidades erplícitas y reivindicadas. Y, sin embargo, en la noche del 11 de septiembre ésta invadió las panta- llas de televisión de todo el mundo, QUo transmitían incesablemente las imágenes de los atentados con un tipo de fascinación mórbida e impotente. Esta situación de ver sin comprenper, consecuencia del comentario, de la explicación, devino en uná r'erdadera obsesión' Paralos medios de comunicación, en primera' que buscan con deses- peración meter en palabras las imágenes mudas. Para los responsa- bles políticos también, deseosos de desactivar todo movimiento de pánico. Entonces, hicieron que cada uno mantuviera su opinión, su juicio, despreciando una metodología no tan rigurosa. De esta cascada, a veces caótica, de interpretaciones que se di- cen expertas, poco a poco emerge una lectura media de los eventos, zo 27
  • 10. DrolBR Brr-uox a lnanera del más pequeño denominador común. Mientras que se consolide lo que conviene pronto en llamarse análisis políticamente correcto de la crisis, sin duda no es inútil tratar de regr€sar a las con- diciones que han presidido la elaboración de los marcos interpreta- tivos y a los "filtros" a través de los cuales los atentados hubieran sido percibidos. De la contemporaneidad de los eventos, de carác- ter tan sensible, ha surgido esta labor por lo menos delicada. Si bien el I I de septiembre no ha constituido una ruptura fundamen- tal en el curso de las relaciones intemacionales contemporáneas -en ese sentido, el 11-9 no equivale al9-11-, ha sido obsen,ádo, con o sin razón, como un espejo en el cual las grandes tendencias de los conflictos del mañana fueron llamadas a reflejarse. El interés es, entonces, muy irnportante parapermitir difundir un nuevo paradigma de lo internacional cuyas incidencias sobre la ges- tión de las crisis son eminentemente negativas. Así, por ejemplo, las explicaciones de la situación en Afganistán son de una mediocridad intelecfual que aflige por su constante y mecánica repetición res- pecto a la intervención dirigida por la Organización del Tratado del Atlántico Norte [oraN] y constituyen que la punta de lanza contra el terrorismo no es decididamente convincente. El miedo al vacío y la búsqmeda de un ¿nuevo? enemigo Recordemos que en 1987 un consejero cercano de Mikhail Gorba- chev, Gueorgui Arbatov, anunciaba maliciosamente a sus interlocu- tores americanos: "nosotros vamos a rendir el peor de los servicios: privarlos del enemigo". La fórmula era,por lo menos, premonitoria. {Jnas horas después del irnpacto de los avion"rld.tonudos contra las Torres Gemelas del world Tracle Centerde NuJva York y el Pen- tágono en Washington, la noticia cayó sobre todos los r¡ectores de comunicación del mundo: ¡se trata de una guerra! Estados Unidos está en gueffa y, por consiguiente, la unión de la comunidad interna- cional Io está también. Faltaba identificar al agresor. Rápidamente osama Ben Laden y su organización fueron designados comandan- tes de la operación kamikaze. Son comprensibles las razones de una cierta efervescencia y petla que ha prevalecido: DevoIv¡R LEGIBILIDAD A LAS RELACIONES INTERNACIONALES - los atentados no han sido reivindicados (hará falta esperar el inicio de los bombardeos arnericanos sobre Afganistitn para que lo sean); y - la def,nición misma de los objetivos enfocados por los terroris- tas hacen preguntarse: ¿es acaso pura voluntad de destrucción o existen objetivos precisos? En este estado de cosas, en el que prevalece un clima de pánico, poco irnporta que los atributos convencionales de las guerras clási- cas hayan hecho fata, que no haya habido declaraciones de hosti- lidades, que no hayamos estado en un enfrentamiento interestatal y que las metas de los terroristas hayan tenido más la instrumenta- Iización de espectacularidad que la esperanza de conquistas terri- toriales. Había urgencia de hablar de "guerra", porque esta noción farniliar erala única susceptible de dar sentido a los eventos )/, por tanto, tranquiliz ar a la población. La precipitación es una respuesta bastante banal que se da a Ia pregunta del agresor. Ésta se organi za alrededor de una parej a de- venida familiar desde una veintena de años: un individuo (Osama Ben Laden, erigido cotllo una figura errblem ática del nuerro "tnal") y un Estado (Afganistán, acusado de ser cómplice del terrorismo). A ia par, en 1990, una dualidad había sido llamada a explicar el conflicto de Kuwait: la de Saddam Hussein e Irali. Poco cl-espués, Slobodan Milosevic y el Estado serbio son los responsables de que se resuma la lectura de los conflictos ligados al esclarecimiento de la ex-Yugoslavia, luego entonces "Ben Laden/Afganistán"' en 200I, antes de que esto fuera de nuevo Saddarn Hussein e Irak en 2003. Pero esta manera ideológica de pensa4 tan precipitada sobre varios aspectos no eS totalmente convincente y debenros refutarla PeSe a tOdO, nOS engontramOS en este momento en Llna Configltracron que los dirigentes americanos e intemacionales sabeu uraue.iar' La máquina medi ática logró ponerse en marcha, arrnada cle ttua serie de informes acerca de la "nebulosa tenorista" del '-l-anittict-r Ben I-aden" y sobre los derivados autoritarios de los talibatles cn Afganist án. Paraque el objeto de la'Justa /enganza occicle'tal'' sea más convincelte, se (re)descubren oportunamente los horrorcs dc un régirnen que, nos erplica con ci.nisnro, habría mereciclo ser derrtl- cado á pesar de que no se hubiera protegido al terrorista Ben Lade.r- 28 29
  • 11. DIDIER BnIIoN aquel que maltrata alas mujeres, viola los derechos más elementales del hornbre e impone una intolerancia religiosa insoportable. Las buenas conciencias se despiertan, por fin, de manera tardia. Raros son los analistas que se sorprendieron y se mostraron des- concentrados del pensamiento que hubo presidido a la ..puesta en fbnna" racionalizada anterior a los ataques del ll de septiemble. Estarnos frente a actores que no se declaran explícitamente como un Estado, pero que disponen de estructuas no estatales -recursos, campos de entrenamiento, etcétera- y es necesario <conr¡ertirlos> en Estado para proveer criterios de explicación adecuados. De he- cho, presenciarnos una serie de relaciones muy distintas respecto al territorio -estas organizaciones teroristas tienen apo¡zs de entre diversos territorios estalales sin dar lealtad exclusiva a alguno de ellos-. Sin ernbargo, hemos retom ad,o auna lectura dernasiaclo con- vencional del espacio a través de la noción de <Estado cómplice>. De cara a una enésima ilustración de los efectos de la privatización de los medios de ejercicio de la violencia, se rra puesto especial én- fasis en las corrivencias comprobadas entre socios o corl socios es- tatales; tal como sucedió con el Mulá Omar. La cuestión aquí no es relanzar el viejo clebate de una lectura de las relaciones internacionales que privilegia entre Ia dimensión interestatal ¡, ur análisis de aquellos actores que son concebidos ex- clusivamente en una lógica transnacional, vistos corlo los sustifutos de Estados ahora poco eficaces. Aquí lo que nos ocupa es más bien una situación donde se desanollan relaciones cornplejas entre los Es- tados frágiles, o fallidos, y organizaciones privadas que reivindican una presencia activa sobre la escena intemacional, sin que la nahr- raleza de esas relaciones pemanezca suficientemente explícita. Los Estados locales que "albetgan" las estructuras teroristas no los con- trolan lo suficientemente bien. Pasivos ante las fonnaciones que ellos protegen, estos Estados se encuentran entre ra obligación de aceptar su incapacidad de ejercer su autoridad soberanaal interior de sus fron- teras y el deseo de captar algunos recursos materiales o simbólicos de sus 'huéspedes". Pensemos en sornalia o Irak, por ejemplo. Además, hemos estado confrontando una debilidad de las agen- cias gubernamentales en el análisis y el tratamiento de los ..nuevos riesgos", aun cuando estos análisis hayan sido descritos por ios es- Devolvgn LEGIBiLIDAD A LAS RELACIONES INTERNACIoNALES pecialistas en las cuestiones intemacionales y estratégicas tomadas desde hace 20 años. Lo que sorprendió fue, por una parte, el blanco -Estados Unidos, primera potencia mundial ), tenitorial hasta ahora "escatirnada"- y, por otra parte, el número de víctimas civiles. Pero el recurso que tienen las prácticas temoristas no es nuevo. Sobre todo, no contamos más los encuentros, y sirnposios de todo tipo, las relaciones de organizaciones nacionales, intemacionales y no gu- berrramentales sobre los riesgcs de la proliferación de afflas o las anlenazas terroristas, bacteriológicas, quírnicas, etcétera. Una vez de que esta nuer¡a vulgata posterior al anuncio del fin de la Guena Fría, todo pasó como si las consecuencias orgarLtzacionales y políti- cas de esos nuetos parámetros no hubieran sido llevadas a ténnino. En cualquier caso, ha empezado una brecha entre la constante y las consecuencias, que levantándose en térrninos de decisión y de medidas organizacionales. En los diversos rnecanisrnos de los apa- ratos estatales, las listas de "amenazas" han sido establecidas, pero sin realmente ser jerarquizadas -encontrábamos peleas, amenazas nucleares y químicas, terroristas ¡z secesionistas, islamistas y parti- cularistas, mafiosas y étnicas, etc.- sin que el modo de operación de las instituciones encargadas de esas nuevas amenazas sea repensado a profundidad. En todo caso, es necesario constatar, alaluz particularmente de los deberes de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Uni- dos, que las instituciones estatales han estado muy mal preparaclas para responder a estos "nuevos" desafíos identificados desde hace tiempo. Puede ser que los erpertos y los especialistas reconocidos, en la euforia de la posguelrafría y las cligresiones sobre el fin de la historia, no hayan dado los rnedios para formular las observaciones )r las recomendaciones suficientemente precisas de las estructuras concemientes. I No contentos con'haber acusado a Ben Laden yAfganistán como los responsables de los disturbios ocunidos, rnedios de comúnica- ción y tomadores de decisiones se han encargado de explorar dos pistas "explicativas" de los atentados en una imagen simbólica: la del islarnismo/integrismo/fanatismo, por una patte, y la del terroris- l1ro, por otra parte. Porque,Ia "gvena' una vez declatada, se con- virtió en un estudio de nuevas líneas de separación que convenía establecer. :: ::l :: i. : ':: il ¡¡ tu, 30
  • 12. DToIpR BILLTox Pero la discusión fue eruónea de entrad a. El terrorisrno islamista nos ha sido presentado a través de una sernártica de la locura y de la irracionalidad, como una fuerza del m{ que se desprende de manera incontrolable y misteriosa. Mientras que el Islam niega esas acusacio- nes, refiere que los marcos de lectura quedaron en un plano somero cle análisis. Este doble reduccionismo esconde una propensión, creciente en los expefios y tomadores de clecisiones, a suscribir uira tesis del "choque de civilizaciones" el cual se piensa habríafracasado. ¿cons- tituiría ésta una nueva traición de los clérigos? El uso irresponsable del concepto de irracionalidad en el canapo geopCIlíá'ico Toda tragedia aparece a los ojos de los que, irnpotentes, la contein- plan corno un absurdo. Pero Lrnavezque el estupor pasó, la reflexión debe alTancarse ala ernoción si se quiere elucidar las razones de un pasaje aI acto homicida. Pareciera que el análisis de los eventos del ll de septiernbre de 2001 y sus consecuencias desaforfunadamente escapó a esta regla, mientras que un soiprendente punto de encuen- tro fue operado entre lo absurdo cle la muerte y la irracionalidad supuesta de sus sobrenombres: los "locos de Dios". Más grave aún es que este marco de lectura sea, desde enton- ces, ampliamente utilizado para explicar la evolución de la situa- ción internacional. Que se tome por ejemplo el caso del conflicto israelí-palestino: según la opinión común parecería, al entencler de muchos analistas, que lapaz sería subordinada aI cese de los aten- tados terroristas palestinos. Expresando un cierto cuadro de análi- sis, las raíces fundamqntales del conflicto, cuestión territorial ), por tanto política, son tota{mente descuidadas y no se toma en cuenta la evolución de la sifuación de los intereses del conflicto. Adernás, se pnede hacer el mismo tipo de observaciones acerca del análisis de la degradación de la situación geopolítica de lrak, o también sobre la evolución de la situación política libanesa. Para regresar al l1 de septiembre, calificados de lado a lado por los medios de comunicación de "fanáticos" y de "furiosos", los ka- mikazes rápidamente han sido clasificados como vectores de una empresa terrorista sifuados fuera del carnpo racional. De ahí la uti- . DEVOI-VER LEGIBILIDAD A LAS RELACIoNES INTERNACIoNALES lización cada vez más frecuente de las rnetáforas médicas en los comentarios rnediáticos: "virus" del temorismo o del miedo, "conta- gio" del islarnismo o "cáncer" del integrismo. Al paso, los llamados se multiplican a una rnovilización colectiva contra un "mal" para el cual ningún antídoto ha sido encontrado. Cuestionable desde entonces que se traten de describir las di- námicas sociales o de los sistemas de decisión, este recurso de las metáforas médicas es particularmente problemático en el caso del análisis de los atentados del 11 de septiernbre de 2001, )/ desde sus consecuencias, en vista de la intensidad de las emociones suscitadas por los eventos, y sobre todo las repercusiones durables que éstos han generado tanto sobre los marcos de análisis del sistema intema- cional colno sobre la gestión d,e los infonles intercornunitarios en el seno de las sociedades multiculturales de Europa del Oeste )'de América del Norte, particulannente. Es que las pseudoteorías acerca de la "conversión fanática" impiden entender, en primer lugar, el pase hacia el terrorismo. En muchos análisis, la adopción de convicciones islamistas y el enrola- miento en las organizaciones tenoristas son generalmente rodeados de un cierto misterio. Se multiplicaron los reportajes de esta gente joven, en otro tiempo buenos estudiantes que un día abandonaron sus relaciones familiares y hábitos sociales. El contraste entre esos años de esfudios y "el horror" de su trayectoria ulterior introduce en escena una "metamorfosis" inexplicable. He aquí a los seres "hechi- zados". Como si el "maL" se estuviera subrepticiarnente adueñando de individuos prometidos a las bellas carreras y las integraciones exitosas en sLls sociedades de recepción occidentales. Pero precisa- mente lo que se refiere al virus no se explica ni se trata. Se puede nada más tratar de erradicarlo. Podemos imaginar que el diagnósti- co politico, sus interpretaciones, podrían acaÍreaÍ responsabilidades políticas sociales de la defensa de los derechos democráticos. Antes de postular un contagio viral o una intervención diabó- lica, será sin duda más efic az interrogar los efectos paradójicos de la confrontación de las otras culturas en jóvenes musulmanes migrantes en los países occidentales, la difícil gestión de síntesis identitarias producidas por el descubrimiento de la rnodernidart tecnológica y del consumistno, así óomo las incidencias del pa- L JJ
  • 13. Drorpn Blll-loN saje de una inserción comunitaria a un modo de vida fuertemente individualizado. No estamos en presencia de fenómenos mágicos o patológicos, pero sí de dinámicas soci¿les y políticas que convie- nen analizar si se desea tratar de impedir el paso a esas formas de radicalismo extremo. Reflejar en términos de "irracionalidades" y de "locura" es olvidar que estamos hablando de actores sociales que se despliegan con base en convicciones, intereses, estrategias y que son también capaces de instrumentalizar selectivamente las temá- ticas populares (defensa de la fe, de los intereses de Palestina o de un Oriente-Próximo liberado de la influencia american a, etcétera) al igual que sus interlocutores/adversarios occidentales. La presentación del pase del terrorismo kamikaze como un acto "irtacional" es igualmente torcid a en otro aspecto. En una época donde "el cero muertos" se convirtió en la regla, sacrificar su rtida a una "causa", la que sea, deja incrédulos a la marvor parte de los obserrtadores, especialmente a los occidentales. Pero esto no hace que el terrorismo sea "irracional", si es que lo racional supone una evaluación coherente de las relaciones entre los fines y los medios patalograrlo. Afin de cuentas, en un universo ávido de imágenes, la prácfica terrorista tiene una marcada eficacia, puesto que ésta des- cansa en la búsqueda de una espectacularidad maximal. Más fre- cuente, una confusión parece ser operada entre el juicio sobre los fines y la evaluación de la "racionalidad" de los medios. La destruc- ción terrorista puede parecernos totalmente condenable, esto no im- pide constituir una herramienta muy competente y, luego entonces de un cierto modo "racional". Se puede cuestionar Ia importancia acordada haciendo una co- rrelación del peligro terrorista/islamista, y estimar que no se trata de facili{ades de lenguaje sin incidencia real sobre la gestión de las cri- sis o dobre las percepciones dei Islam en nuestras sociedades. Esto será justamente obligar alafuerza a ciertos substratos ideológicos en nuestras sociedades occidentales. El más poderoso de entre ellos es, sin duda, el de un enfrentamiento -históricamente reconstruido- entre la racionalidad de las Luces "occidentales" y un "obscurantis- mo bárbaro", cuya prolongación en un Islam estigmati zado por su "retraso social", su visión retrasada del lugar de las mujeres en la sociedad y su gestión autoritaria de las relaciones entre religión y DSVOIVER LEGIBILIDAD A LAS RELACIoNES INTERNACIoNALES política, fue visto por algunos. Porque es cierto que se trata de una nueva etapa de "las cruzadas", €s decir, las democracias contra el "fanatismo islarnista" que ha sido terna tanto en los discursos del presidente americano George W Bush, corlro en los rnedios, en la boca y bajo la pluma de numerosos analistas que se apropian del título geopolitólogo. Regresar a las cuestiones referentes al Islam y al islanrismo ayudará amesurar lafuerzade las líneas así utilizadas. La centralidad del análisis de las distintas forrnas del Islar¡r Bastaron varios resbalones verbales (George W. Bush, Silvio Ber- lusconi -esta última declaración en El Fígaro del 28 de septiembre de 2001. "[...] falta ser conscientes de nuestra suprem acia, de la su- perioridad de la civllización occidental. El Occidente continuará im- poniéndose a los pueblos. Esto 1'¿ ha resultado exitoso con el mundo comunista y con una parte del mundo islámico') para que los renom- blados responsables políticos v una miríada de intelectuales compro- nretidos llamaran unánimemente a un deber de relativización. Según ellos, vna amalgama entre ten-oristas, integristas y mu- sulmanes "ordinarios" no era aceptable. En otras palabras, eristían diferencias entre "buenos" y "malos" -musulmanes-, y en térrninos más políticarnente correctos, entre los musulmanes "moderados" y "radicales". Dicho sea de paso, una diferencia cualitativa ha tarnbién sido operadaentre los Estados árabes que se dicen "modernos" del Golfo árabe-pérsico ,v los extremistas talibanes. Esto seguramente lleva a un problema si pensamos en la naítraleza de los regírnenes políticos y sociales de la región. Querer introducir los matices segurarnente revela un trámite lne- todológico que hace falta adoptar. Sin embargo, la gama de mati- ces propuesta resulta en una aterradora pobreza: el único criterio considerado es aquel que "clasifi,ca" las dir¡ersas formas del Islam según un continuutil que va del menos al más extremista. Como si no se diera cuenta de que interogar al Islarn se-uitn su concellción cle "fanatismo" consllbstancial, tiene por efecto oonfiontar la opinión según la cual esa religión es, por sí sola" r¡iolenta e intolerante, a 34
  • 14. DrorgR Bu-lrox menos de estar inserta en un marco laico y democrático ... Lateoria del"containment" difundida en los tiempos de la Guerua Fría parece así tener delante de ella las bellas perspectivas de reconversión. El problema en este caso es doble: - Por un lado, esta sabia distinción entre "moderados" y "extre- mistas": pocos son los que han propuesto un análisis suficien- temente detallado de las corrientes de interpretación del Islam según las comunidades musulmanas consideradas (sunitas, chiitas, salafistas, wahabitas, soufistas, etc.); y - En su seno misrno, culr¿s diferencias no son prioritariamente de "radicalismo", ni de teología. Se trata, antes que todo, de los de- bates recurrentes sobre la organización social o política deseada que fueron totalmente eludidos. La presencia de interpretacio- nes contrastantes de la Sharia en los Estados mismos que son la fuente del derecho (Afganistán, Arabia Saudita, Irán, Pakistán, Sudán, etcétera), el papel jugado por las pertenencias familia- res y socioprofesionales, los factores generacionales o aun la relación con la cultura dominante en los modos de las prácticas del Islam no reciben más atención. La sola declinación retenida desafortunadamente fue aquella del ertremismo. Sabemos que desde el comienzo de los años ochenta, a causa de la revolución iraní, una nueva islarrofobia se desarrolló en numerosos países, amplificada por el temor difbndido que se instaló en el seno de la opinión pública especialmente desde el 11_de septiembre y por los atentados jihadistas que desde entonces contribuyeron con su montón de muertos en diversas regiones del mundo. Nadie sueña con cuestionar el traumatismo que constituyen esos eventos. Por el contrario, lo que debemos refutar radicalmente es toda explicación maniqueista, que re- chazanala causa primera de la religión de Mahoma y de sus epígonos. Es también vano juzgar ellslam basándose en Osama Ben Laden o los talibanes, como sería aberrante evaluar el catolicismo desde el punto de vista de la Santa Inquisición, las conversiones forzadas del periodo colonial o los actos de los curas pedófilos. Así, la condena sin apelación de los responsables de los crí- menes terroristas no se debe reducir a la criminalizacíón de la religión musulmana, esta posición terminará por confrontar los DEVoLVER LEGIBILIDAD A LAS RELACIONES INTERNACiONALES contenidos del .,choque de civilizaciones". La religión solarnente se vuelve medio paraexpresar el descontento social o las frustraciones culturales cuando es activada e instrumentalizada en el registro por los responsables políticos. Interrogarse en esas condiciones sobre el catácterbeligerante o no del Islam es tan absurdo como preguntarse si el catolicismo o protestantismo -en el nombre de los cuales nume- rosas gueras fueron conducidas en el pasado- deben ser considera' dos como indicadores de asesinato o de conflictos violentos. En este sentido, todos los textos sagrados son interpretados, retrabajados e instrume ntalizados para recibir una traducción política. Si se desea comprender la dinárnica trágrca de los desafíos terro- ristas que asaltan a una lista de países cada vez rnás larga, es un buen mémdÁ dejar el Corán a los teólogos e interesarse más prosaicamente en los musulmales y Sus prácticas concretas. Por un lado, porque el ..mundo musulmán" solamente es un tema genérico que eilnascara las realidades extraordinariamente contrastadas; por el otro, porque el Islam de los rnusulmanes hoy día recobra los fenómenos complejos que acompañan los procesos de inundializactón )/ tocan cuestiones también sensibles como la individualizactón de las prácticas religio- sas o Ia comunttarizaciln c1el grupo religioso que se distingue con tanta perseverancia en el seno del cristianismo o del judaísmo. Como Cliver RoY señala con fuetza' [...] todo el discurso culturalista descansa sobre una confusión constante entre cultura )'religión )'tennina dando vueltas escogien- do hacer de la cultura o de la religión la causa determinante' Aga- ffamos solamente, a lo mejor, una correlación propia a un mornento de la historia 1r Que nunc'a se repite"'3 Sobre todo, al enfocarse en distinguir una "versión rnoderad a" de una versión fanati zadadel Islarn, los pa¡tidarios de la relativización cometieron el mismo elTor de rnétodo due los ctrenunciadores de un Islam asesino. En ambos casos, no han considerado que la religión, al instar del nacionalismo, no constituye por sí sola prescripción política, pero proporciona una especie de repertorio de acciÓn, de enr¡oltura, .n "l cual pueclen ser descargados paradigmas políticos. y es en función del tipo de la organrzación política que se suele aso- ciar con incidentes sociales variados en relación a la religión. ffilmondiaIisd,seui1-racoulerudesidées,Paris,p.i3. 36 *5, :rLi 37
  • 15. Drol¡R Bllllox Al hablar de aplicación literal del dogma o alabar un regreso a las fuentes, deben ser corxprendidos no corllo los hechos de e'i- dencia, pero sí como los sloga,?.r que pe.nniten a aquellos que los utllizan disponerse en el campo político en beneficio del apoyo so- cial que proporciona el campo religioso. Éstas son precisamente las condiciones de un uso político de ciertas relecfuras del lslam que los teóricos del "Islam político" en la rínea de oliver Roy o de Frangois Burgat en Francia, habían intentado explorar en Ios años ochenta. Así, los eventos de estos 10 últirnos años muestran que las instru- mentalizaciones de referentes com o ra d¡íhad son, sobre todo, el he- cho de actores que no aspiran necesariamente a la toma de poder político en el seno de un Estado. No hay automatización en las relaciones sociales ni de sentido definido de una ¡ez por todas. solamente sistemas de interacción entre actores sociales, enfrentamientos y relaciones de fuerza para hacer prevalecer ciertos cuadros de sentido sobre otros. La misma propuesta nos incita a criticar vivarnente labanalización de los dis- cursos sobre el "cla.slt de civilizaciones". sel peligro de las profecías auÉo-reaÉizadoras sabemos que al fin del periodo de la Guerra Fría, Samuel Hunt- ington, politólogo en busca del modelo de interpretación del futuro (des)orden mundial, había redactado su artícuro "The clash of ci- vilizations", publicado en Foreign Affairs en el verano de 1993, y suscitó una polémica muy viva. En él anunciaba la venida de una nueva era donde los enfrentamientos ya no opusieran príncipes, reyes o emperadores como entre 1648 ,v lg15, ni Estados-nación como en el siglo XX, ni tampocc las ideologías corno en el curso del siglo XX, pero sí civilizaciones. Conceptu alizadas como el nivel más elevado de identificación coinún de ros grlrpos humanos, éstas serían destinadas a enfrentarse, por una parte, porque se opondrían a las elecciones tanto esenciales como alapertenencia religiosa, y, por otra parte, porque la mundialización liberal, multiplicando los puntos de contacto ha hecho crecer considerablemente las interac- ciones entre estas culturas dernasiado diferentes para entenderse. En b'voI-vpn LEGIBIL'DAD A LAS RELACI.NES INTERNACT.NALES los conflictos ideológicos, lo que habría que preguntar sería: .,/,de qué lado estás?" Pero porque los pueblos podrían elegir su oampo, ellos ta¡rbién podrían cambiarse. O en los conflictos entre civilización la pregunta deviene: "¿Quién eres tú?"; en este caso los cambios no son mas po- sibles y nos devuelven a un esencialismo extremaclamente penrerso y peligroso. En esta construcción, una de las líneas de clasificación más pro- funda es, según Huntington, la que pondría cara a cara,la civlhza- ción occidental y el resto del mundo, y en particular a la civili zación nrusulmana, de las cuales la historiaya es rica en enÍientamientos y rivalidades. Desarrollada y tnatizada ulterionlente en una obra, esta tesis -que es más sutil que la presentación caricaturesca que a nrenudo se hace- había encontrado vivas críticas que denuncia- ban poco a poco su esquematismo, la delimitación de los contornos civilizacionales y, sobre todo, su etnocentrismo apenas disimulado erigiendo a la civilización occidental en modelo a defender contra potenciales agresores. Así, el impulso recayó no sólo a causa de las críticas metodológicas, sino también porque la tesis parecía tener menos pertinencia confonne se difi.lndían los conflictos locales, lla- mados de baja intensidad, donde los parámetros civtlizacionales re- queridos estaban lejos de ser reunidos. Se constata en el seno mismo de Medio Oriente o "n Áfrjca subsah ariana. En esta lógica parece constatarse haber vivido el fin de la his- toria, r,isión propuesta por Francis Fukuyarn a. Lo que tratamos de decir es que una tesis pausada en el tiernpo no es sinónimo de su prescipción, ya que cacla nueva crítica contribuye a conferirle una concepción nueva y a menudo basta con repetirla hasta la saciedad para que se conforme como una verdad probadu y recupere su va* lidez, y vigencia. ¿Acaso, el Il de septiernbre habrá bastado ¡rara reactivar el f,antasma de "la guerra de religiones"? ¿Es r,'erdacl c¡trc Oussama Ben Laden y sus epígonos, no dejan de manejar tllia rctti- rica de djihad y de declarar que quieren destruir una civilizaci(rn clc judeo-cristianos que ellos detestan? Existen de todas fom¿ts las di- ferencias de talla entre el discurso de legitimación profericlt) por trlla minoría y las dinárnicas sociales cle una situación detenlrinacla ¿,1'..s pertinente, por ejernplo, considerar que lbs extrernistas irl¿¡riclcscs son representativos del catolicismo y cle toclos los católicos'/ 3B 39
  • 16. DIDIER Bu-uox Independientemente de las críticas obligadas, y sin que sea ne- cesario caricaturizar,Iatesis de Huntington debe ser tomada en con- sideración. Si bien la dinámica de los atentados registrados estos últimos años no será la expresión del clash civilizacional, calificar- lo, pensarlo así podría contribuir a dar una cierta profundidad a este tipo de clasificación. Se podría así comparar este fenómeno con las frecuentes dinámicas que conducen aun crack bursátil. Puede even- fualmente bastar que una mayoría de accioirarios sea convencida de que una acción -entonces rentable- está al borde de la depre- ciación y porque cada uno se apresura a rrenderla. ésta se hunde efectivamente. Se ha visto demasiadas profecías autorealizadoras -las self-fulfilling prophecy- en el curso del últirno decenio cotlto para no prestar atención al riesgo que conlleva la banalización de un discurso, incluso moderado, sobre las incompatibilidades entre civilizaciones occidentales y rnusulmanas. Sin ernbargo, en vez de tratar de limitar una vez más las visiones reduccionistas y caricaturescas sobre el Islam )' la homogeneidad civilizacional de Occidente, nos detendremos brevemente en la po- sibilidad de considerar las culfuras y los sistemas de valores conlo actores principales en las relaciones intemacionales. ¿Qué es lo que gobierna al mundo: las fuerzas materiales, las ideas o los valores? La pregunta movilizó a teóricos y estudiantes de relaciones intema- cionales. Por un lado, acampan los realistas convencidos de que los asuntos exteriores estaban mudos por el golpe entre Estados en bus- ca de poder, hombres cuvos intereses contrapuestos percibían en la guerra la manera de desnudar toda rir¡alidad. Por otro lado, algunos idealistas intentaron defeircler un acercamiento haciendo de los va- lores y convicciones más o menos universalizantes, un motor de las relaciones internacionales clonde el deseo de paz y cooperación po- día tener un lugar determinado. Al releer la historia de las relaciones internacionales, parecería qlre en los practicantes, por lo menos, el dilema hubiera sido separado en favor de una lectura de lo interna- cional como dominado por la rivalidad entre los actores buscando rnaximizar su influencia, sus recursos y su seguridad, aunque fuese en detrimento de los otros. Considerar que los valores pudieran aparecer como la prirnera guía de elección de alianzas da risa. A lo más, las referencias de la dernocracia, los derechos del hornbre o la defensa de las libertades DPVOT-VER LEGIBILIDAD A LAS RELACIONES INTERNACIONALES fueron r¡istos como los recursos simbólicos hábilmente manipulados por los dirigentes para enmascarar su Realpolitik. Hasta el 11 de sep- tiembre de 2001, además, nadie se priva, especialmente en Francia, de subrayar las incoherencias de la política exterior americana y las inflexiones tan col.unturales de sus llamados a la democracia en fun- ción de las exigencias del momento. Recordemos la existencia de un otro l1 de septiembre,23 años antes. El curso de las relaciones con el Irak de saddam Hussein constituye más recientemente otro ejemplo. Sin embargo, ningún analista manifestó su so{presa' al día si- guiente del 11 de septiembre de 2001, delante el poder ahora listo a esos rnismos valores de democracia,libertad y derechos del hom- bre, que parecen hoy divi,ilidos por todos los representantes de la "cívllízacrón occidental". Cuando Estados Unidos, encabezado por George W. Bush, evocó la necesidad de defender "nuestros" ideales contra las fuerzas del Oscurantismo, raras fueron las VOces que Se elevaron para criticar esa aseveración. Sin embargo, algunos años antes, dichas afirmaciones hubieran hecho reír a muchas personas. Hizo falta que el traumatismo fuera grande para que asistiéramos a nna cierta religación en el discurso sobre los valores divididos, muy próximo al recnrdecimiento ideológico de confrontación. De hecho, es de la oposición entre una democracia universal y el progreso, y SuS "fuerzas OscurantiStaS", Qü€ Se trata en numerOSOS artiCulOs e interr¡enciones dependientes de sus problemáticas. Cada uno va a su estrofa, también los que explican no caer en la trampa de la vulgata reduccionista. El tratamiento concedido a las dectraraciones de Ben Laden y los mienrbros de su organización no es menos preocupante: cuando el terrorista saudí declara actuar para denunciar las maldades de Pa- lestina e lrak, sus propósitos son obligados por el anuncio de sus objetivos reales. Los actores de la "internacional terrorista"' los palestinos que se regocijan de los atentados, los afganos revolto- sos por los bombardeos sobre las poblaciones civiles, etcétera, son más bien los valores comrlnes que tres son atribuidos. valores que serían destinados a recibir una traducción política única, en el acon- tecilriento teruorista. De repente ya no se trata de actores políticos y sociales buscando movilízar a las poblaciones musuhnanas' por cierto muy heterogéneas, sobre tal o cüal proyecto. No, las ideas, los valores, tendrían apatentemente hoy una voluntacl autónorna y .*. 4l
  • 17. DToTER BILLIoN desencarnada... ¿No sería, en definitiva, indispensable romper con esta r¡isión esencialista si queremos evitar lo peor? Desde septiembre de 200L, una plétora de certezas fue docta- mente enunciada. Estas conciernen específicamente a: - la existencia de una guerra, de la cual se ha repetido ad nal¿- seam que será larga y difícil; - la naturaleza de los enemigos y amenazas a combatir, el Islam y el terrorisrno; y - la adhesión a los valores civilizacionales que constituyen las separaciones del mañana. Aunque éste debate demostró sus límites, hace falta de todas formas admitir que siete años más tarde estamos en la miima po- sición intelectual. Una nueva capaprotectora de plomo pesa sobre los intereses o los temas de las relaciones internacionales. Como lo denuncia Hubert Védrine: "I"Jn puritanismo protocolario y una rnogigatería gestual que han invadido los espíritus de los nuevos censores> mediáticos y otros, y que han tomado el lugar de los gran- des debates".4 Un margen de cuestionamiento persiste. Pero se reduce con más frecuencia desde entonces a discusiones contradictorias sobre la po- Iitica americana o sobre el porvenir de la mundi alizactón Las con- vicciones políticas sobre la ofensiva oscurantista que sería lanzada contra la civilización occidental o las tendencias guerreras de un Islam enfermo parecen tristemente consensuales. Los especialistas de las ciencias políticas, de las relaciones internacionales o de la geopolítica se deben por lo tanto resistir al anre de los tiempos, a sus simplificaciones abusivas que, si no son detenidas, podrían devenir realidades intangibles, que poco pueden interesar al mundo,'l I Diuipn Bii-r,roN. Graduado en historia y geografia, tiene además un doctorado en ciencias políticas. Es miembro del Instituto de Rela- ciones Intemacionales y Estratégicas (trus) desde 1991. 4 Hnbert Védrine, Continuer l'Histoire, Fayard, Paris, Z0A7,p. 142. La ordenar;üón det territorio como objeto de refiexÉén geCIpolítÉca. CoxaffiüeÉos, esÉraÉegñas de actorcs y representaciones* PFlrr-rpps SueRA EI-iste terto es un argumento para entender el enfoque oeeopolítico en un nuevo dominio: el de las políticas de ordenación del teritorio, principalmente apartir del ejemplo francés en el que destacalarela- ción entre la ordenación y la geopolítica. Asimisrno busca demostrar el interés y la necesidad de semejante planteamiento y esclarecer sus implicaciones teóricas y metodológicas. Ordenación y geopolítica: ¿cuáles re[eciones? El lugar de la ordenación en !a concepcióm habitual de la geopolítica Para la gran mayoríade quienes la utilizan, sean periodistas, respon- sables políticos o curiosos, la palabra "geopolítica" está asoc jada a realidades con caracteristicas muy precisas: 1) la existencia de un conflicto dificil; 2) laoposición entre Estados (conflicto de frontera) o un Estado y los grupos organizados, guerrillas, movimientos po- líticos, religiosos o étnicos, en ocasiones terroristas, que en ciertos casos actúan sobre el territorio de ese Estado con miras a la toma del poder o la constitución de un nuevo Estado (rebeliones separatistas); 3) con el objetivo del control militar y político de un territorio; 4) * Traducido del francés al español por Zaírad.o.ur Hernánclez ), Federico .Tosé Saracho López. :: t$ q ':i :n s ,&- 42
  • 18. PHU-lppe SusRe en fin, por regla general, un nivel elevado de violencia (guerra, gue- rrilla, atentados) efectivo o potencial. y 5) una fuerte mediati zación. Estas características no ernanan de imperativos teóricos. En su definición de "geopolítica", Lacoste sólo habla de "rivalidades de poder por o sobre el (los) territorio (territorios)" (Lacoste, 1993), siendo una definición muy amplia que incluye potencialmente toda clase de conflictos. Estas rivalidades de poder sólo son el resultado de la historia científica y mediática de la palabra "geopolítica" (su utilización anterior a la Segunda Guerra Mundial por una serie de autores -Mackinder, Spykm an, la Geopolitik alemana de Hausho- fer y Ratzel- para calificar los sistemas ampliamente globales de teorización de las relaciones internacionales), las condiciones de su retorno a finales de los años setenta (el conflicto entre China y Viet- nam en 1979) y el enonne impacto del conflicto israelí-palestino, que juega un rol arquetipo, de modelo del conflicto geopolítico. Esta lista de criterios siempre parece excluir los conflictos en torno a proyectos o polÍticas de ordenación, pues son poco violentos, su cobertura rnediática es mu)/ reducida y el Estado no es siempre una parte involucrada, y cuando lo es, como lo veremos, se presenta en modalidades muy diferentes. Esta concepción de conflicto dominante de la geopolítica en lu- gar de las cuestiones de orclenación ten'itorial es secundario. Ciertas ordenaciones -poco numerosas- son reconocidas corno factores que agravaÍL o desencadenan los conflictos entre Estados (que a menu- do mantienen además malas relaciones), especialmente cuando se refieren a recursos hidráulicos (programa GAp de construcción de represas sobre los ríos Tigris y Éufrates por Turquía, objetado por Siria, bombeo de la capa freíttica de Cisjordania por Israel, etcéte- ra) o el transporte del petróleo y el gas (conflicto Georgia,rRusia y el oleoducto Bakou-Tiblissi-Ceyha). Otros son tomados en cuenta solamente porque están al serrricio de proyectos innegablemente geopolíticos. Así, la política de colonización israelita en Cisjordania se tradu- ce en una serie de operaciones de urbanización (ia construcción cle colonias) ,la realización de una nue/a red carretera que permita evi- tar las agloineraciones árabes y segmente aún más el espacio pales- tino o el funcionamiento de un tranvía a Jerusalén que debe pennitir LA oRDEN¡cTÓN DELTERzuToRio CoMO OBJETO DE REFLEXTÓX CEOPOIÍUCE la anexión de la ciudad árabe,finalizando con la construcción de un "muro" (qu" los israelitas prefieren llam ar "valla de seguridad" o "barcera de separación"). Detrás de estos proyectos están presentes empresas de construcciÓn, planos de arquitectos o de ingenieros, mercados públicos, asfalto, hormigÓn, redes, maquinaria de obra, como en cualquier operación de urbanismo o de orclenación. En- tonces los actores y las acciones son relevantes en el campo de la técnica. Pero esta dimensiÓn técnica está al servicio de objetivos finales que son incuestionablemente geopolíticos. Por otro lado, la construcción de una caffetera (liansatnazÓnica de Brasil), de una vía fénea (Pekín-Lhassa), de una nueva capital (Anliara, Brasilia, Abuja o Nigeria), puede ser considerada, de hecho, un acto geopo- lítico, porque responde a un proyecto geopolítico (el control de la colonización de un territorio, el reforzamiento de la unidad nacio- nal). Sin embargo, estos casos pennanecen como excepcionales y son vistos como una dimensión marginal de la geopolítica-La or'Je- nación interviene aquí, sea (en un reducido número de casos) como un detonante de conflictos geopolíticos, o como un simple rnedio al servicio de una estrategia geopolítiaz,Y no como un objeto en sí mismo geopolítico. La ordenación: ¿los territorios si¡'l conflictos o e! confricto sin tenritorio? Por su lado, la ordenación, en la representación dominante, por tnu- cho tiempo fue reducida a su sola realidad técnica, mientras que su dimensión política y geopolítica se mantenía sistemáticamente oculta. Y todavía así se enseña en la mayoría de las forrnaciones universitarias y así es definida en la cuasi-totalidad de diccionarios de geografiao de ordenación.1 1 Ver en particular para Francia: Théry Brunet Ferras, Les mots de la géographie,7992, Choay Merlin, Dictionna.ire de l'w'banisnte et de i'aménagement, 2000; Charvet Barret, Sivignon Dupuy, Dictionnaire de géographie huntaine, 2000; Léy et Lussault, Dictiortnaire de Ia géigriphie et de I'espace des société.s, 2003. Hay que hacer excepción á la obra de Yves Lacoste, De la géopolitique aux paysages [Lacoste, 2003], y el Dictionnaire de géopolitiqué, dirigido por el tnistno autor [Lacoste, 1993]. -. , !i üL-_ 45
  • 19. PHILIPPE SugRa La unanimidad que emana de estas obras es bastante sorprenden- te y tiene sentido. La ordenación es presentada como una unión de teorías (saberes o saber-pensar) y de técnicas (saber-hacer), al ser_ Vicio de objetivos eminentemente consensuares: ..Er mejorarniento de las condiciones y del cuadro de vida de las poblaciones',, ,.el desamollo económico" y "la puesta en valor del territorio,,, SU ..ree- quilibrio", "su disposición',, ..el equipamiento,,, ..la organ i'ación del espacio"- "una mejor distribución de poblaciones y actividades,,. se considera que es puesta en rnarcha por u' actor general, global o englobante, siempre definido de manera indiferenciada: ..u]r grupo humano", "las sociedades que producen )i ocupan esos temitorios,,, 'bna colectividad", "los poderes públicos". Las contradicciones de interesesl los conflictos que pueden atravesar a este actor preten_ didamente unificado, los desacuerdos que pueden oponerlo a otros actores (empresas, poblaciones elegidas, asociaciones) carecen de un nombre. ciertamente, estas def,niciones no refleja'el conju'to de los tra- bajos de inrzestigación, y mucho menos la realidad ie las prácticas profesionales en el ámbito de la ordenación, ya que los que practican la ordenación no pueden hacer como si los conflictos o" pooer no existieran. Al contrario, necesariamente los deben tener en cuenta, evaluar las posiciones que sus proyectos tienden a suscitar, ya sea del lado de los electos, de otras instituciones, de instifucion.. d" lu población, reconocer los posibles apoyos, el portador electo sobre el cual apo)/arse, o dejar pasar este aspecto confictivo significaría t'er los proyectos atascarse o ser remitidos al interior de un cafón. Los habilitadores (ordenadores) hacen pues cad.adía geopolítica sin llamarla asÍ. Pero incluso desconectadas de la realidad las defini- ciones de las prácticas de ordenación no están carentes de peso y significación, pues los diccionarios tienen autoridad, su funciár, y.u i"1i es pt'ecisar las bases científicas de la disciplina por la unión de los "practicantes" de la ordenación (expertos, profesores, inl,estiga- dores, sin olvidar a los estudiantes) y proctuciien cierta lnanera una doctrina de lo que debe ser la ordenación. LE ONNENECTÓN NEITERRITORIO CO4O OBJETO DE REFLEXION GEOPOLITICA IJn carsrpo de iu'nvesÉügación abasldomado por Hos geógrafos Del lado de la investigación, el interés de los geógrafos franceses y europeos por los conflictos en torno a las políticas de ordenación aparece todavÍa limitado. Desde la tesis pionera de Béatice Giblin, actualmente directora del IFG, se dio un amplio espacio a los con- flictos entre actores sobre los grandes casos de ordenación del te- r:ritorio de la región Nord-Pas-de-Calais,2 una decena de tesis sus- tentadas solamente en Francia integtanla dimensión del conflicto y/o las rivalidades entre actores en el análisis de los procesos de ' ordenación.3 se añaden las publicaciones de algunos investigadores reconoci- dos (generahnente más habilitadores -ordenadores- que geógrafos puros): last bt¿t not least, Hérodoto consagró seis números y va- rias decenas de artículos desde el año 2000 y del núm. 100, titulado "Ecologie et géopolitique", de las cuestiones de ordenación, desde un aceroarniento evidentemente geopolítico, mientras que la Nou- velle géopolitique des régions frangaises volvía igualmente sobre un gran número de conflictos de ordenación mayores, habiendo pe- sado los equilibrios políticos y la conf,guración geopolítica de las regiones concernientes (Giblin y otros, 2005). En España hay que notar en particulat laobra de Oriol Nello, profesor de la lJniversidad Autónoma de Barcelona, después promovido a director de Plani- ficación de la Generalidad de Cataluña: ¡Aquí, no! Les conflictes territorials a Catalunya (I'{e11o, 2003) y el I 'Anuari ktt'itorial de Catalunya, public ado cada año desde 2003 por la Societat Catalana d'Ordenacio del Territori, que censa y analtzalos conflictos en torno a los proYectos de ordenaciÓn' contrastando con el desinterés de muchos geógrafos' tanto so- ciólogos como politÓlogos han invertido mucho tiempo en estas cuestiones en múltiples trabajos de investigación, publicaciones y coloquios con dos objetivos principales: los conflictos de oposición a los proyectos mismos (principalmente cuestionando el concepto La Ré gi on, t e rri toi re s poli ti qtte s. Le N o rd-P as - cle -C aI ai s,F ay ard, I 9 90' La mitad de ellas fue iedactada en el marco del Centro de lnvestigacio- nes yAnálisis Geopolítico de la l]niversidad de París vIIt. 2 J É I E ü. ,3-:. 47
  • 20. Puiuppg SUBRA de Nirnby,a inventado por los sociólogos norteamericanos, anarizan- do las formas que rerristen las movilizaciones y la acción colectiva, finalmente las ideologías y los discursos oposiiores) y las experien_ cias de concentración, de mediación y de dernoc raciaparticipativa.5 Estos trabajos son, con frecuencia, de excelente realización, pero adolecen de un defecto ma)/or: su incapacidad de comprender el te_ rritorio como un factor decisivo en los conflictos que analizan. por otra parte, de manera significativa están casi siempre desprovistos de mínimo un mapa.6 A los territorios sin conflicto qr" ,ro, propo- nen numerosos geógrafos, nos responden 10s sociólogos y los poli- tólogos con los conflictos sin territorio. Esta dificultad de numerosos geógrafos parapensar la ordenación bajo un ángulo político o geopolítico es unu "r"rtión epistemoló_ gicamente interesante. Éstu se explica sin duda por la historia de la geografia misma como disciplina intelecfual, por la voluntad de los geógrafos de salirse der rol que históricamente fue interpretado por ellos (informar y aconsej ar al príncipe) y por la naturaleza de los lazos que mantienen la geografía y los geógrafos con una serie de ciencias (particularmente la economía, la sociología, la historia o incluso la lingüística para la geografía human a" o lageología y la Ln oRosNnclóx DELTERRTToRTo coMo oBJETo DE REFLEXIÓN ceopolÍrlc¡. climatolo giaparala geografía física) de las cuales los geógrafos ex- traenla infonnación y ciertos razonamientos que enriquecen nuestro análisis de la realidad. Todo pasa corlo si los geógrafos asumieran mal el hecho cle que la geografía, al igual que la historia, es una ciencia de síntesis, cuya primera particularidad (rnuy preciada) es la de abordar la realidad taio el ángulo, no de el tiempo, sino del espacio, con toda 1a com- pt"¡iaua y Ia riqueza qtre éste supone (el análisis rnulti-escalatio, las interaccion"s entre las diferentes dimensiones de una realidad geográfic a, etcétera). De ahí que hay muchas tentativas por reformar la geografía como ciencia "indiscutible", el episodio de la "choré- inatique,, entre otros, pero también la moda, en un tiempo, de la geografía cuantitatir¡a y más recientemente lá ambiciÓn de muchos de modelar la geografiapolítica misma. Afirmar la cientificidad de la geografía implicaba entonces jugar con su dimensión técnica en detrimento de su dimensión política' En esta concepción de la ordenaciÓn, los actores políticos son irnplícitamente confinados a un papel restringido: ratificar las pro- pori"ioor.s técnicas, validarlas políticatnente, apoyarlas para eyitar que los proyectos no se realicen. El conflicto, que contrapone a resi- dentes, ecologistas, tnaestros de obra o responsables políticos entre ellos, es finatrmente percibido por muchos geógrafos, pero también por practicantes de ia ordenación, como un fenómeno parasitario' qu" p"rt rrba lo que debería ser el ideal de los procesos de orde- nación: puesta en rnarcha de las buenas respuestas elaboradas por técnicos y especialistas competentes. Estudiar el conflicto, las es- trategias desplegadas por los actores para conquistar o consen/ar sus posiciones de poder territorial, las relación de fuerzas entre esos actores, es en esta concepción un objeto de investigaciÓn ilegítima, indigno de la geografía. Asimismo, recordgmos que esta cuestión del poder y los ,orrni"tos es el corazÓnde lob trabajos de otras cien- cias humanas. 4 El término Nimby es el acrónimo de la expresión ingresa l{ot In My Back Ya.t"d ("No en mi patio trasero,' o ..No en mi jardíi',) y designa los movimientos de oposición a proyectos de ordenación qu" -orrii zan a Ios residentes motivados solamente por la localización geográf,ca de sus proyectos. E'Francia léase particularrnente ros trabajos del equipo INERTS en lo que concieme al debate púbrico (ya que numerosos conflictos concier_ nen a la infraestructura de transporteslFourniau, 2001]), de los sociólo_ gos Martine Revel y sophie Allain, y también de los politólogos cécile Blatrix, Loic Blondiaux y Arthur Jobert [Revel et af.,20071. para una bibliografía más completa para Francia r.er [subra, 2007].yer también parartalia los trabajos de Luigi Bobbio [Bobüio, zeppetella, 1999] y de !-uigi P ellizzoni lp ellizzoni, 2005 I . _ver, por ejemplo, la tan detalladamonografía consagrada por Jacques Lolive del conflicto de rcv Méditerranée [Lorive, tiee1, que no ,o*_parte ni la representación de ros principales actoies de ia tposición y de. sus campos de influencia, ni un *upu de los principales'puntos dlcristalización del conflicto, de manifesiaciones o de bloqueos de esta_ ciones, ¡ni un simple mapa d,el trazad.o de la línea! 48
  • 21. THILIPPE SUBRA La influencia de las nivalidades poríÉicas sobre las poríúicas de ordenación: eE e¡ermpro del proyecto de Gran parís y der Barnio R.ojo Las decepciones der proyecÉo de Gru¡zd p{rrís del presidente Sarkozy En junio de 2007, Nicolás Sarkory- anunciaba un relance volunta- rista de ordenación de la Isla de FranciaT y se pronunciaba a fa'orde la creación de una comunidad urbanu, "quivulente en parÍs a la Greater London Councir de Lo'dres. I_ln año después, er proyecto de Grand Paris sigue en stancJ by. Er secretario de Estado y Desa- rrollo de la región capital nombrado por sarkozy entnarzode 200g, christian Blanc,s decidió dar prioridad a la definición de algunas grandes operaciones de ordenación: el desarrollo ), la _o¿"iliru_ ción del área de la Defensa, la ordenación del territorio situado entre ParÍs y el aeropuerto Roiss¡,-Qharles De Gaull e,laconstitución de un cluster (polo) tecnológico y científico al sur y la creació' de un centro de negocios al este de la aglomeración. La cuestión de la go_ bentanzade la aglomeración se postergó para más tarde, a finales de 2009,paralos meses de las elecciones regionales de 2010. En efecto, debilitado por Ia fuerte baja en su popuraridad ypor los resultados de las eleccione, *urri"ipales y cantonales de primavera,e elpresidente de la República si*pr"mente'o disponía, en 2008, de la relación de fuerzas que Ie perrnitiera impon", a lo,electos francilianos una reorganizu.iór, qu- la mayoría observaba con desconfianza, incluso en su propio campo. Región de 12 millones de habitantes, que engloba er conjunto de laaglomeración de parís. IJn diputado de derecha, antiguo poc de Air France y antiguo presi_ dente de la RATO, la sociedao puutica que adrninistra el rnetro de parís. Es. conocido por sus cualidadés de negociador, principalmente cuando evitó una guerra civil en Nouvelle-calédonie en'l9gg entre melanesios y europeos> y por sus nexos con la izquierda. Ganadas por la oposición tanto .n it"-¿á-r'rance como en el resto del país: Bertrand Delanoé ha sido fácilmente reelegido en parís, varias ciudades irnportantes han sido conquistadas o reconquistadas por la izquierd4 Quecontrola seis de los ocho departamentos de la Ile-de-France. Le oRoBNeclóN DEL TERRrroRro coMo oBJETo DE REFLEXTóN csopolÍrice Esta retirada táctica es tan interesante de analizar que práctica- mente todos los actores electos, tanto de derecha como de izquierda, círculos econórnicos e investigadores, concuerdan en lo siguiente: - En la necesidad de reactivar la ordenación de la Isla de Francia pararcforzar el capital en la competencia que libran las gran- des ciudades del mundo )/ sobre el riesgo de una ruptura de París en relación con Londres y otras capitales europeas, colllo Franlcfurt o Madrid, para combatir las graves disfunciones que conoce la aglomeración (crisis de vivienda, crisis de transpor- te, desarrollo de la segregación). - Sobre el hecho de que la actual dispersiÓn de poderes es un obstáculo mayor a la recúperación de la ordenación regional. La idea de un Gran París, por otro lado, había sido lanzada en 2005 en un manifiesto firrnado por una veintena de arquitectos, geógrafos y urbanistas, cuyo buen nombre era conocido por ser de izquierda, y publicado por el Nouvel obsen¡atetn, (una revista de noticias de iz- quierda). La municipatidad parisina (y socialista) de Berkand Dela- noé, por otro lado, estaba comprometida desde hacía muchos años en esta dirección y atada a un diálogo inforrnal con los electos de las comunas lirnítrofes en el marco de una "conferencia metropolitana". Es deci5 con el fin de conocer si el proyecto podía patecer consen- sual, transpartidista y de interés general. trmtereses u¡:banos e Énatereses geopolíticos 6Cómo explicar en esas condiciones laretirada del gobiemo? ¿Cómo descifrar la gran complejidad de posiciones tomadas tanto de unos ' corno de otros, las múltiples r4aniobras subteiráneas utilizadas para contradecir la iniciativa presi{encial, sin tomar en cuenta las riva- lidades de poderes, las relaciones entre los actores y servicios del Estado, grandes electos, colectividades territoriales, los actores eco- nómicos, sus estrategias, Ias relaciones de fiierza, es decir hacer uso de las herramientas, los métodos del análisis geopolítico? El debate rápidamente se polarizó en torrro a tres cuestiones cla- t'e: el status de la futura estructura intercomunal (comunidad urbana o estrucfura de cooperación infonnal, asociativa, por ejemplo); su perímetro más o menos arnplio y su financiamiento. .t 'l' :1: ..- ':a t:-: :=: .:: .::5 ,-: 'j., --ra :+i. 50
  • 22. PsrLrppp Sugne Pero más allá de esas cuestiones técnicas, lo que se perfila y que cada actor tiene evidentemente en la cabeza es la cuestión del poder. ¿Quién controlaría una eventual comqnidad urbana? ¿La derecha o la izquierda?lo ¿Quién la presidiría? ¿El alcalde de París (quien espera ser el candidato socialista en las próximas elecciones presi- denciales) o un candidato electo del suburbio? ¿Cuál sería el peso de las diferentes corrientes políticas, en particular de los electos co- munistas del "barrio rojo" y de los electos de derecha de los subur- bios residenciales del oeste, su capacidad parapensar las decisiones estratégicas? ¿En qué devendrían las actuales estructuras de poder que son los departamentos y las eskucturas intercomunales? ¿Qué pennanecería en términos de pgder en la región, en los departamen- tos de la gran corona, dejados al margen de la reagrupación, en la Dirección Regional de Equipamiento? Los otros dos debates que dividen los cargos de elección fran- cilianos se refieren al contenido de la política de ordenación y a la cuestión de la fiscalizacíón. ¿Hace falta constmir masivamente viviendas sociales, en particular en los suburbios ricos del oeste? ¿Hace falta reequilibrar laregión hacia el este, de manera más bien voluntarista -cosa que no se ha hecho hasta ahora- limitando el de- sarrollo de La Defensa? ¿Hace faltaproseguir la construcción de una red de autopistas regional con larealización de una serie de infraes- tructuras violentamente discutidas por los residentes y denunciadas por los ecologistas o hacer oscilar lo esencial de los financiamientos de los transportes públicos? En fin, ¿hace falta organizar una transf,erencia masiva de recur- sos fiscales de las colectividades más ricas (París, los municipios y los departamentos de los suburbios del oeste) hacia los más po- bres (el antiguo barrio rojo)? L1 lucha por el poder institucional está entonces estrechamente ligadal a una serie de conflictos de fondo.' Aquellos que tomen el control de Grand Paris, si sucede algún día, estarán en una posición de fuerza para definir las grandes orienta- ciones de la ordenación regional. Pero lo que está en juego en la 10 A la vista de los resultados de las elecciones municipales y cantonales de 2008, no cabe duda que una comunidad urbana de París, cualquiera que sea eltrazado geográfico reservado, será dominada por la izquierda al menos hasta 2014, fecha de las próxirnas elecciones locales. LR onoeNeclóN nelrERzuToRro coN,ro oBJETo DE REFLEXIóN GEopolÍrtce cuestión de Grand Paris son también las carreras de los diferentes responsables políticos y el equilibrio de fuerzas entre las grandes corrientes políticas. Esta dimisión geopolítica (¿quién controlará los territorios loca- les?) influencia de manera decisiva la colocación de un nue/o lugar de poder (el Grand Paris) y entonces la puesta en marcha de las po- líticas de ordenación. El i¡rterés particular del nnbarnio rojo" Entre los intereses geopolíticos locales, el futuro del "barrio rojo" tiene en Francia un lugar particulannente importante. El ténnino de "barrio rojo" designa alavezel sistema de control territorial y de las poblaciones establecidas por ese partido a partir de los años treinta alrededor de París (principalments al norte y al este) y la realidad geográfica del territorio mismo. El suburbio rojo es el principal (y el último) bastión del pc en un contexto de espectacular retroceso a nivel nacional (I7% de las voces en las presidenciales en 1981, menos del2oA en 2007). Su supervivencia es indispensable para el PC como fuerza política nacional ya sea que este teritorio cese de reducirse o que el Partido Comunista pierda el control de los nuevos municipios en cadaelección, cualquiera de las dos seria en beneficio de la derecha, de los socialistas o de los ecologistas. Este retroceso histórico, irresistible y al mismo tiempo relativa- mente lento (ya que los alcaldes comunistas son más populares que el partido y a menudo son excelentes alcaldes), se explica principal- mente (además de los factores políticos que juegan a nivel nacional: la desaparición de la URSS, etcétera) por tres fenómenos sociopolíti- cos maYores: l. el declive numérico de la clase obrera (pues la industria fran- cesa está en crisis y se instala en los alrededores de las ciuda- des); 2. la emergencia de un nuevo proletariado, compuesto de per- sonas de origen extranjero, a menudo en una gran sifuación precaria (desempleo, baja califrcación, empleos temporales o interinos), poco pohtizadas, qtle se abstienen masivamente 52 53