El documento argumenta que el embrión merece ser considerado y tratado como un ser humano con dignidad desde el momento de la concepción. Señala que la vida comienza en la fecundación cuando se forma un nuevo individuo único con su propio genoma. Concluye que el embrión es un ser humano y una persona humana debido a su dignidad innata, y no puede ser destruido o manipulado.