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Perspectivas integradoras del siglo xxi
1. REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN
INSTITUTO UNIVERSITARIO DE LA FRONTERA
“IUFRONT”
SAN CRISTOBAL
Perspectivas Integradoras del Siglo XXI
Nombre: Fatina Agelvis CI:24.743.249
SAN CRISTOBAL Agosto – 2015
2. Naím desarrolla su análisis con base en dos vectores. El primero es lo que
caracteriza como tres grandes revoluciones: i) la revolución del más, referida al
aumento de todo: niveles de vida, educación, salud, países, esperanza de vida,
información, relaciones con otras personas, etc.; se trata de cambios cuantitativos
pero también cualitativos que hacen que muchos de los factores que permitían
ejercer el poder dejen de ser eficaces; ii) la revolución de la movilidad significa que
todos estos cambios se expanden y circulan cada vez más; más gente, dinero,
productos, tecnología, información, estilos de vida se mueven a menor coste y a
más lugares; los migrantes transfieren más remesas a sus lugares de origen, pero
también transfieren ideas, aspiraciones, técnicas e incluso movimientos religiosos
y políticos que minan el poder y el orden establecido en sus lugares de origen; el
autor demuestra con cifras que las remesas son más importantes para esas
economías que la inversión extranjera y que la ayuda económica de los países
ricos El segundo vector del análisis es la fragmentación del poder que resulta en la
confrontación entre los gobernantes o los grandes poderes tradicionales y los
múltiples micropoderes. El autor representa la correlación de fuerzas entre ambos
o la impotencia de los primeros frente a estos últimos con la imagen de Gulliver
atado al suelo por miles de liliputenses que le impiden moverse. El poder de los
micropoderes reside en su capacidad de vetar, contrarrestar, combatir y limitar el
margen de maniobra de los grandes actores, y tienen la ventaja de que al ser más
pequeños son más ágiles, además de que su estructura es menos rígida que la de
los grandes poderes. Su estrategia es el desgaste, el sabotaje, el socavamiento y
la obstaculización a los primeros. Cuando vemos el poder que tiene un solo
hombre, como los informáticos Snowden o Hervé Falciani, para demostrar la
vulnerabilidad de un servicio de seguridad nacional del país más poderoso del
planeta, o bien para desvelar información confidencial del banco hsbc con la lista
de 130 mil evasores fiscales de diferentes países, es difícil contestar esta tesis de
Naím. De igual manera, prácticas antidemocráticas como el separatismo regional,
la xenofobia, las campañas contra los inmigrantes y los fundamentalismos
religiosos se benefician de la degradación del poder. Uno de los síntomas más
evidentes y problemáticos de la degradación del poder es la capacidad de veto de
los actores pequeños. Se trata de un recurso cada vez más socorrido tanto al
interior de los países, en los parlamentos, como en la comunidad internacional. De
acuerdo con Naím, la proliferación de organizaciones dedicadas a la cooperación
internacional en numerosos temas permite a los países que cuentan con más
organizaciones de este tipo ejercer un mayor poder de veto y no siempre en
defensa de los principios universales. Al mismo tiempo, el aumento del poder de
veto de los pequeños países obedece a que los países grandes ya no disponen de
los mismos premios y represalias que tenían antes y que les permitía orientar el
destino de los países pequeños; por ejemplo, “las donaciones privadas
(personales y de instituciones) a países pobres ya alcanzan, y a veces superan, a
3. las que hacen los gobiernos con las economías más grandes” (Naím, 2014: 302).
Esta tendencia, sostiene, irá en aumento. Pero esta fragmentación excesiva del
poder y la incapacidad de los principales actores de ejercer el liderazgo son tan
peligrosas como la concentración del poder en unas pocas manos. Además,
dificulta los intentos de acción colectiva para resolver eficazmente problemas
como la proliferación nuclear, el cambio climático o la inseguridad cibernética. En
este contexto, afirma, surgen demagogos inexpertos y mal intencionados, a
quienes denomina terribles simplificadores; sujetos que aprovechan la desilusión y
la incertidumbre provocados por los cambios rápidos. La solución, sostiene, es
muy difícil pero indispensable: dar más poder a quienes nos gobiernan, aunque no
confiemos en ellos; para ello, los partidos políticos deberán adaptarse a las
necesidades del siglo xxi.
En estos días es fácil equivocarse. La turbulencia geopolítica, las crisis económicas y las
convulsiones sociales se suceden a tal velocidad que no da tiempo de pensar con calma y
calibrar bien lo que está sucediendo en el mundo.
En este ambiente tan revuelto, algunas ideas han arraigado tanto entre expertos como en la
opinión pública internacional. A pesar de su popularidad, varias de ellas están equivocadas.
Vladímir Putin es el líder más poderoso del mundo? La economía rusa, que no iba
bien desde antes del conflicto con Ucrania, se ha debilitado aún más debido a las
severas sanciones impuestas por Estados Unidos y Europa. El valor del rublo ha
caído a su mínimo histórico, la fuga de capitales es enorme (74.000 millones de
dólares tan solo en el primer semestre) La producción de petróleo ha disminuido y
las nuevas inversiones de las que depende la producción futura se han parado.
Por otro lado, el machismo bélico de Putin le ha dado nueva vida y mayor
protagonismo a una organización que él detesta y que estaba en vías de extinción:
la OTAN. Y esta semana se confirmó el fracaso de Putin en detener el
acercamiento de Ucrania a la Unión Europea, después de que el Parlamento de
Kiev y la Euro cámara ratificaran un acuerdo de asociación. Putin seguirá siendo
un líder importante y sus actuaciones tendrán consecuencias mundiales. Después
de todo, preside autocráticamente uno de los países más grandes del mundo y su
nacionalismo lo ha hecho muy popular entre los rusos. Pero su estrategia
económica, sus relaciones internacionales y su política doméstica son
insostenibles.
Se tiende a sobreestimar el poder de EE UU. Y a la creencia de que basta con que
la Casa Blanca decida intervenir para que los problemas se arreglen o se
mitiguen. Esto nunca fue cierto, aunque antes el presidente norteamericano
gozaba de un mayor grado de libertad que ahora. Pero el mundo ha cambiado, y
el poder ya no es lo que era. Incluso el presidente de EE UU tiene menos poder
que el que tenían sus predecesores. Desde esta perspectiva, Obama se ha
4. manejado mucho mejor de lo que le conceden quienes creen que su cargo
confiere poderes casi sobrehumanos.
China: China hasta no hace tanto, era la tercera potencia económica mundial, pero
actualmente ocupa la segunda posición, habiendo apartado a Japón (que ahora
ocupa el tercer puesto) Y según el Banco mundial, entre el año 2020 y el año 2030
China bien podría ser la primera potencia económica del planeta (superando así
a Estados Unidos). Igualmente y desde el año 2003, China es también una
potencia espacial, y en ese campo incluso ya logró enviar a un hombre al espacio
exterior (habiendo hecho 14 circunvalaciones a nuestro planeta en su viaje inicial).
Y por otra parte, China ya se integró a numerosas organizaciones internacionales
de las que estaba excluido, como por ejemplo la Organización Mundial de
Comercio -OMC-(desde el 1 de enero de 2002) y la Organización de Cooperación
de Shanghái, entre varias otras. Más allá de su pujante potencial demográfico,
económico, político, y militar, China indiscutiblemente también se apoya en
su cultura, rica, antigua, y extendida por buena parte del Sudeste Asiático (su zona
natural de influencia). Indiscutiblemente el chino-mandarín es hoy día la lengua
más hablada en el mundo, ya que dicha comunidad lingüística tiene más de mil
millones de hablantes.
Sin embargo, China también presenta cierto número de importantes debilidades,
que le podrían retrasar en su ambición de constituirse en la potencia hegemónica
por excelencia.
En efecto, el país ciertamente presenta importantes riesgos de explosión social,
ligados particularmente a las notorias desigualdades entre las regiones costeras y
las ciudades importantes, frente a las zonas rurales campesinas mucho más
relegadas. Y a pesar de lo que afirman o de lo que desearían los dirigentes chinos,
los ochocientos millones de agricultores que cuenta el país, no dejan otra opción
que considerar a China como un país en vías de desarrollo.