SlideShare ist ein Scribd-Unternehmen logo
1 von 24
Downloaden Sie, um offline zu lesen
Presentación


                                            La Escuela Militar, en su permanente afán
                                            por difundir la historia patria y conservar la
                                            memoria de quienes han ofrendado su vida
                                            en aras de la nación, presenta “Nido de
                                            héroes”, un trabajo de investigación histórica
                                            destinado a rescatar a quienes, formados
                                            en el primer instituto matriz de la República,
                                            tomaron parte activa en la Guerra del Pacífico,
                                            conflicto que puso a prueba el valor y tesón de
                                            aquellos que, siendo niños, se iniciaron en la
                                            vida militar y de quienes la patria reclamó sus
                                            máximos esfuerzos.

                                      Colocados por la historia en instancias límites,
                                      los que algún día fueron cadetes de nuestra
Escuela, moldeados en el cumplimiento del deber, supieron enfrentar con valentía,
hidalguía, entereza y un profundo amor a Chile, el supremo sacrificio por la patria
amenazada.

Así, conoceremos las heroicas acciones del Subteniente Desiderio Iglesias, primer
oficial del Ejército muerto en combate durante aquel conflicto armado; del Capitán Pablo
Urízar, héroe de Tarapacá, al igual que el Capitán Martín Frías. Otros nombres, que
engalanan nuestra historia, son recordados en esta publicación, por sus actos valerosos
y por haber cumplido con el lema del Libertador de “Vencer o morir”.

Al cumplirse 130 años del inicio de la Guerra del Pacífico, la Escuela Militar pone a
disposición de la comunidad esta publicación, la cual busca resaltar las virtudes
y profesionalismo de oficiales formados en sus aulas que pasaron a la categoría de
héroes, como tantos otros en distintos períodos de nuestra historia.

Que el ejemplo de vida proporcionado por este puñado de oficiales, sea sendero
imborrable e imperecedero de los valores que abnegadamente se plasman, día a día, en
la Escuela Militar. Gracias a ella, habrán de levantar su vuelo triunfal, una tras otra, cien
águilas que constituyan el porvenir de este Ejército, al cual está confiada, de manera
inmanente, la grandeza de Chile.




                                           HUMBERTO OVIEDO ARRIAGADA
                                                        Coronel
                                             Director de la Escuela Militar

                                             1
Escuela Militar, nido de héroes de la Guerra del Pacífico


         El enorme desafío que representó para el pueblo chileno la Guerra del Pacífico,
jamás ha tenido comparación en los recuerdos de nuestra historia nacional. En este
sentido, todo el proceso de experiencias previas a este decisivo acontecimiento, tendría
como único objetivo forjar el virtuoso carácter del pueblo y del Ejército chileno.


         Los tempestuosos tiempos revolucionarios, la inminente amenaza confederada
y el profundo y sincero americanismo de 1866, pueden ser comprendidos como
manifestación inequívoca de una voluntad propia, soberana y nacional, forjada en los
campos de batalla, con el esfuerzo de generaciones de chilenos.


         No resulta arriesgado afirmar la conocida sentencia que, de manera categórica,
entrelaza la historia de nuestro país con los triunfos y procesos históricos de su Ejército.
Observando en retrospectiva y amparados en la complicidad que entrega el paso de los
años, podemos asegurar hoy, más que nunca, que las proféticas palabras pronunciadas
sabiamente por nuestro Padre de la Patria en 1817, resuenan fuertes e imperturbables
en nuestras conciencias.


         Cuando, en 1817, el General Bernardo O`Higgins pronunciaba con una
verdadera visión de estadista, que en la recientemente fundada Academia Militar estaba
“basado el porvenir del Ejército y sobre este Ejército, la grandeza de Chile”, no podía
estar menos equivocado. Si el conocido historiador don Mario Góngora no dudaba en
atribuirle a la guerra un rol fundamental en nuestro proceso de formación de Estado –
Nación, no debemos, por consiguiente, dejar de prestar vital atención a los expertos de
tal profesión.


         La Academia Militar, fundada el 16 de marzo de 1817, se transformó, con
el paso del tiempo, en una verdadera fuerza rectora de principios, valores e ideales
comunes para sus hombres, como posteriormente lo representó para sus ciudadanos.


         La trayectoria de la Escuela Militar, durante el siglo XIX, se vio constantemente
interrumpida en su funcionamiento, por una multiplicidad de factores, en la mayoría
de las ocasiones, ajenos a ella. No olvidemos que durante un largo período, este
establecimiento no fue dependiente del Ejército de Chile, sino directamente del gobierno,
dejándola supeditada a los vaivenes económicos de la época. Pero esto no impidió que
sus destacados cadetes estuviesen presentes en los principales conflictos armados que
debió enfrentar el país durante las primeras décadas de su existencia.



                                             2
Durante sus primeros sesenta años, la Escuela Militar proporcionó al país
sucesivas generaciones de jóvenes oficiales, que participaron activa y orgullosamente
en la defensa de nuestra soberanía. Fueron las cien águilas protagonistas indiscutibles
en Maipú y Yungay, prestaron vitales servicios en la defensa y fortificación de Chiloé y
cumplieron, de forma ejemplar, su heredada labor de los viejos tercios españoles en la
conocida línea de la frontera araucana.


          Aunque resulta algo complejo realizar una periodización de las diversas
etapas de la Escuela Militar, tomando, para ello, como único parámetro, una selección
cronológica, nos parece más apropiado realizar un análisis de su historia basado en
los aportes y contribuciones hechos por sus diferentes directores. Nos interesan, de
sobremanera, las obras emprendidas durante la era del Coronel Antonio De La Fuente
Pérez de Arce y la dirección del Coronel Emilio Sotomayor Baeza, bajo cuyos períodos
se formaron y modelaron el carácter y los conocimientos de un selecto grupo de cadetes,
que sabrían responder dignamente, en el campo de batalla, a la instrucción recibida en
años anteriores.


        Pero con anticipación a la consciente dirección de los mencionados directores,
la Escuela Militar atravesó, durante el régimen del General José Santiago Aldunate Toro,




                                     Columna chilena marchando en la sierra peruana.



                                           3
por su recordada edad de oro, como se le conoce a su período de mando entre los
año 1847 y 1861, conocida esta por haber sido forjada bajo su hábil orientación, esa
generación de brillantes oficiales que tanto se distinguieron en el Ejército y en la Marina,
que fueron los valientes líderes en la Guerra del Pacífico, en la cual, haciendo honor a
su maestro, supieron llenar de gloria a la patria.


             Discípulos de Aldunate fueron los principales jefes del Ejército y de la Marina,
que prestaron honroso servicio y abnegado heroísmo durante la Guerra del Pacífico.
Recordados pupilos fueron el Comandante Yávar y el Capitán Thompson, que cayeron
como bravos, uno a la cabeza de sus Granaderos en Chorrillos y el otro, como
Comandante del Huáscar en la rada de Arica; el Almirante Riveros, Comandante en
Jefe de la Escuadra en la Guerra del Pacífico; el General Maturana, ilustrado y valiente
Jefe del Estado Mayor en la Campaña de Lima; el bravo General Lagos; los Generales
Velásquez, Amunátegui, Canto, Holley, Cortés, Novoa, Alejandro y Eustaquio Gorostiaga;
los Coroneles Urízar, Beauchemin, Castro, Muñoz Bezanilla, Wood, Seguel, Ekers, León
y Fierro; el Almirante Simpson, los Capitanes de navío Lynch, López, Vidal y Sánchez y
tantos otros que así, en el Ejército como en la Armada, han dado gloria a las armas de
la patria.


             Si bajo esta dirección se formaron los principales jefes y mandos militares que
condujeron a la victoria a las armas chilenas, coronando con laureles el esfuerzo y el
estudio proporcionado por su alma mater, con la conducción de sus sucesores De La
Fuente y Sotomayor se modeló la generación de cadetes que alcanzó la gloria en el
campo de batalla, proporcionando a nuestro país el virtuosismo de su juventud y a la
Escuela Militar, el más alto reconocimiento de su calidad, que reside invariable en su
naturaleza educadora.


              Podemos enumerar a un conjunto de jóvenes cadetes que, durante estos
años, recibieron los primeros esbozos de su educación militar y que, posteriormente,
extendería la gloria y renombre de su institución. Nombres como Rudesindo Molina,
Martín Frías, José Olano, José Ignacio Silva, Desiderio Iglesias, Clodomiro Varela,
Carlos Severín, Tristán Chacón y Ricardo Santa Cruz, entre otros, que experimentaron
sus primeras instrucciones en dicho establecimiento de educación militar.


             Cuando las sombrías noticias provenientes del desolado territorio septentrional
notificaban la inminente amenaza que sobrecogía a todo ciudadano patriota, un selecto
grupo de jóvenes oficiales hizo eco del llamado de la patria, dejando atrás a sus familias
y amigos, abandonando sus sagrados deberes en sus regimientos o reparticiones, para
cambiar de manera extrema los húmedos y exuberantes bosques de la Araucanía, por



                                               4
los inhóspitos y estériles parajes del desierto de Atacama y, posteriormente, por los
áridos litorales de la costa y agrestes e impresionantes valles de la sierras peruanas.



Subteniente Desiderio Iglesias

        Determinante para los objetivos chilenos resultaba ser
el dominio del mar. Una vez conseguido este, logró el Ejército
delinear su sendero imparable hasta Lima, la conocida ciudad
de los virreyes, siendo Pisagua un laurel más en su corona
de éxito y gloria, distinguiéndose en esta ocasión un joven
cadete, que se integraba henchido de honor en el distinguido
grupo de las más recordadas cien águilas.


        El Subteniente Desiderio Iglesias había realizado, en
los primeros años de su juventud, algunos estudios básicos en la Academia Militar,
debiendo alejarse de ella al momento de su disolución. Cuando la corriente de entusiasmo
bélico que, en forma de avalancha, descendió sobre el país en los primeros meses
de 1879, se convirtió en el momento oportuno para que el joven Iglesias obtuviera un
puesto de aspirante a oficial en el 1º de Línea Buin y, hallándose en Antofagasta recibió,
el 13 de agosto de 1879, con gran regocijo, su titulo de Subteniente.


        Le correspondió ser, a Iglesias, uno de los oficiales más jóvenes de su unidad,
encontrando en esta la amistad y camaradería que sería recordada en años postreros.
Este niño de buen carácter, regordete, alegre y buen camarada, se transformó,
rápidamente, en el hombre que propagaría aún más la fama del recordado Buin.


        Para la realización de la Campaña de Tarapacá era fundamental escoger con
previsión el lugar más adecuado para el desembarco de las tropas chilenas. Soberanos
del mar, era necesario, ahora, ser señores de la tierra, transformándose, de esta manera,
Pisagua en el primer escalón a la victoria.


        A las 8 de la mañana del 2 de noviembre de 1879, las fuerzas chilenas
irrumpieron de manera sorpresiva en Pisagua, enfrentándose de forma valerosa a una
guarnición de 1.400 soldados aliados, fuertemente atrincherados en la cima, dispuestos
a vender caro cada palmo de su territorio.


        Un incesante fuego de artillería dio el saludo a las bravas armas chilenas,
las cuales comenzaron el ascenso hacia la cima. Fue en este instante cuando una




                                              5
sorpresiva bala puso término a la temeraria vida del Subteniente Iglesias. Habiendo
recibido el 1º de Línea Buin la orden de desembarcar como primera unidad en la playa
de Pisagua, será el Subteniente Iglesias, al mando de su sección, el primero en cumplir
esa orden, y cuando apenas había puesto un pie en tierra, una bala le atravesó la
garganta, matándolo de manera instantánea. Correspondió, de esta manera, a aquel
entusiasta niño el honor de ser el primer oficial muerto en la guerra, un particular oficial
representante de la juventud chilena, aquella que con tanto atrevimiento y arrojo se
precipitó al llamado de la patria.


         Desiderio Iglesias no tan solo se convirtió en el primer oficial en alcanzar
la gloria en los desérticos parajes que constituía el teatro de operaciones del norte,
sino que, además, se constituyó en el primer representante de la Escuela Militar en
conseguir, durante la guerra, el primer laurel para esta Institución, lográndolo en uno de
los enfrentamientos claves para el desarrollo posterior del conflicto.


         El Asalto y Toma de Pisagua, del 2 de noviembre de 1879, es considerado
fundamental para los propósitos chilenos, puesto que en él radicaría el avance de las
fuerzas terrestres. El éxito de esta empresa posicionó a las fuerzas chilenas un espacio




                                                                 Desembarco en Pisagua.


                                             6
como cuña entre el ejército aliado de Tarapacá y el de Tacna y abrió un importante
acceso al territorio enemigo.


          Fue, en este momento, en que Iglesias señaló el sendero de honor y gloria a
seguir por sus ex compañeros de escuela, los cuales harían gala de sus conocimientos y
virtudes en el campo de batalla. Aunque fue el primero, no le correspondió ser el último
en ostentar dicha distinción, sumándose tras de sí lo más notable de su generación,
como de anteriores promociones.



Capitán Pablo Urízar

          Urízar ingresó a la Escuela Militar en 1870,
destacándose,      durante      su   permanencia      en    dicho
establecimiento, en los cursos de Historia de Chile, Ordenanza
General del Ejército, Contabilidad, Documentación Militar y
Artillería, en los cuales obtuvo notas con el grado de distinción.
Tan gratos recuerdos guardó de su añorada escuela, que
cuando debió defender sus estudios de arquitectura, presentó
como examen de grado para recibir su título una composición
en dibujo y por escrito de una Academia Militar en vasta
escala.


          En 1871 egresó de dicho establecimiento, siendo ascendido a Alférez del
Regimiento de Artillería, el 20 de julio de dicho año. Retirado del servicio en 1876, es
llamado otra vez al servicio activo por las exigencias de la guerra que, de improviso,
estalló en nuestro horizonte norte en febrero de 1879.


          Al tener conocimiento del avance de los aliados hacia el norte, el Coronel
Sotomayor resolvió, inicialmente, presentar combate en las llanuras de Santa Catalina;
pero más tarde cambió su resolución, debido a la disminución de sus fuerzas motivada
por el envío de una columna hacia la quebrada de Tana. Eligió como posición defensiva
las alturas del cerro de San Francisco, las que, por sus condiciones topográficas
favorables a la defensa, podrían compensar su inferioridad numérica.


          Fue en aquel lugar en que supo Urízar poner en evidencia los prácticos
conocimientos de su férrea educación militar, recibiendo como recompensa de su




                                             7
abnegado servicio, una traicionera bala que hábilmente propinaron las armas bolivianas.
Herido de gravedad en su hombro derecho, el cual fue destrozado por el impacto, decide
seguir mandando a sus hombres, pero es retirado del campo de batalla, para venir a
morir con los suyos en el puerto de Valparaíso, un 29 de octubre del recordado año de
1879.


         Aquel oficial que se distinguió en Calama y que ahora es recordado como
mártir de su unidad, cimentó el camino a seguir por sus compañeros, sentenciando en
Antofagasta proféticas palabras, memorias de un pasado distante. Fiel a su deber, se le
escuchó una vez comentar: “¡Volveré con el escudo o sobre el escudo!”, eterna lección
para las futuras generaciones.


         A las 17 horas, el combate había terminado y los chilenos quedaron dueños del
campo de batalla; pero por órdenes superiores no se inició de inmediato una persecución
que habría significado el término de la campaña y habría evitado la desastrosa acción
de Tarapacá.


         Pisagua había dado paso a Dolores, cerro en el cual encontró el Capitán Pablo
Urízar la consagración de su brillante carrera.



Capitán José Ignacio Silva

         Aunque la ruta de las fuerzas chilenas hacia Lima será
recordada por sus brillantes y resonantes victorias, un episodio,
en particular, enluta de manera especial nuestro recuerdo y
nos sobrecoge de orgullo. En aquella inhóspita quebrada de
Tarapacá, aún es posible recrear la heroica resistencia del
Comandante Eleuterio Ramírez y sus hombres.


         Luego de la victoria en Dolores, una fuerza de exploración chilena, al mando
del Teniente Coronel Vergara, marchó hacia la zona y descubrió al adversario en la
quebrada de Tarapacá. Ante ello, solicitó refuerzos al General Escala, quien le envió
una División integrada por las unidades que no habían tomado parte en Dolores. Estas
fueron el Segundo de Línea, el Batallón Chacabuco y el de Artillería de Marina; al mando
marchó el Coronel Luis Arteaga. Pensando que el enemigo estaba en retirada, la División
– sin tomar providencias logísticas necesarias - partió con el agua, víveres y municiones
que cada soldado pudo transportar.




                                             8
Su principal falla fue ignorar que el enemigo tenía fuerzas superiores y que, al
dividir sus 23 mil combatientes en tres débiles columnas, aumentaba las posibilidades
de un desastre.


         El resultado obtenido no fue alentador para ninguno de los dos bandos. Había
costado numerosas bajas, especialmente para el Regimiento 2º de Línea, que perdió
más del 50% de sus efectivos, a su Comandante Eleuterio Ramírez y al Segundo
Comandante, el Teniente Coronel Bartolomé Vivar. Las tropas aliadas, que también
habían tenido severas pérdidas, abandonaron el campo de batalla rumbo hacia Arica,
dejando en manos chilenas la provincia de Tarapacá.


         Pero gracias a ello, hoy tenemos el privilegio y el orgullo de contar, al interior
de nuestro panteón de héroes, con el inmortal Ramírez, quien fue secundado, en su
recordada hazaña, por un selecto grupo de oficiales que supo pagar, con sus vidas,
los votos ofrendados a la patria. Destacan, entre estos, por su valerosa conducta y
admirable comportamiento, dos jóvenes oficiales de lo más distinguido que ha entregado
la Escuela Militar. Supieron, estas águilas, imitar con decidida convicción lo realizado
por sus predecesores.


         Recordados por su valerosa actuación en la esquiva quebrada de Tarapacá,
destacan el Capitán del Regimiento 2º de Línea don José Ignacio Silva y su par, el
Capitán del Regimiento Chacabuco don Martín Frías, ambos fieles al ejemplo entregado
por Ramírez.


         Nacido en Santiago en 1852, Silva ingresó a la Escuela Militar en el año de
1869, gracias al apoyo de su padre, un apreciable comerciante y de su tío, un respetable
miembro de la Corte de Apelaciones de Santiago.


         Poco tiempo alcanzó a estar en tal noble institución el inquieto José, puesto
que a los pocos meses fue llamado al servicio activo en el Ejército, guardián, por aquel
entonces, de la frontera araucana. Durante los cinco meses que permaneció Silva al
interior de la Escuela Militar, se vio enfrentado a sobrepasar difíciles obstáculos, todos
ellos planificados para proporcionarle una sólida y duradera formación militar, que tanto
provecho traería en su vida profesional, la cual quedaría en evidencia en los áridos
campos peruanos.


         Antes de egresar de este noble establecimiento, Silva debió rendir examen
en Geometría y Dibujo de Paisaje, siendo aprobado en estos con nota distinguida.
Pero esta no es tan solo la única asignatura que le correspondió afrontar, sino que



                                            9
además, aprobó con esfuerzo las asignaturas de Aritmética, Álgebra, Trigonometría
Esférica, Gramática Castellana, Geografía descriptiva, Francés, Catecismo e Historia
Sagrada, Historia Antigua (griega, romana y moderna), Artillería, Dibujo Lineal aplicado
a la arquitectura, Táctica de Infantería y Caballería y Ordenanza General del Ejército,
lo que describe el amplio abanico que cubría el plan de estudios de la Escuela Militar
a mediados del siglo XIX, estructurado para proporcionar, a los cadetes, una extensa
gama de conocimientos indispensables en su profesión.


        Como mencionábamos, Silva, antes de alcanzar la gloria en Tarapacá, forjó
su carácter y probó su templanza en la rebelde región de Arauco, obteniendo amplio
reconocimiento de parte de sus jefes, los cuales vieron en él un importante modelo a
seguir para los demás soldados y oficiales que estaban a su mando.




                                                        Combate de Pampa Germania.

        Luego del encuentro del Estero Meco, sus superiores supieron resaltar ante
las autoridades el coraje y arrojo demostrado por Silva en dicha ocasión, el cual pasará
a las gloriosas memorias de la historia militar, como el primer encuentro de armas del
entonces joven Alférez.




                                           10
Si en la localidad de Reibu, Silva tuvo su bautizo de fuego, en Tarapacá
alcanzó su consagración. Quiso el destino que nuestro inmortal soldado perteneciera,
en distintos períodos, a diferentes unidades, cada una de ellas presentes en los más
decisivos momentos de nuestra historia. Aunque era Silva un experimentado hombre de
caballería, le correspondió trasladarse, en 1876, al glorioso Regimiento 1º de Línea Buin,
en la condición de Capitán de dicho cuerpo. Más tarde, por disposición y necesidad del
servicio, pasó a incorporarse, ya en el teatro de operaciones, al Regimiento 2° de Línea,
conservando su anterior graduación.


         Desempeñó el Capitán Silva, durante la primera campaña, todos los servicios
y actividades que, con fatigas, le cupieron al 2º de Línea entre Calama, Pisagua y
Tarapacá. En aquella desamparada aldea estuvo a punto de morir a causa de una fiebre
generada por el cansancio, las penurias y el clima.


         Aunque el cansancio y la fiebre hacían estragos con su cuerpo, esto no aminoraba
su espíritu, aquel que lo hizo levantarse de su convalecencia y presentarse en el campo
de batalla el fatídico y memorable 27 de noviembre de 1879. Destrozada su compañía en
el fondo de la garganta peruana, el Capitán Silva cogió del suelo un rifle, último préstamo
de sus soldados y, peleando hombro con hombro con estos, cayó en campo abierto,
protegiendo la retirada del sacrificado regimiento y la vida de su comandante.


         No fue el Capitán José Ignacio Silva la única águila en inmolarse en la recordada
quebrada de Tarapacá, siguiendo el heroico ejemplo del Comandante Ramírez. Junto
con él, también halló idéntico destino el Capitán del Chacabuco, Martín Frías.



Capitán Martín Frías

         Oriundo de la ciudad de Santiago, ingresó a tierna
edad a la Academia Militar, transformándose esta en su principal
escuela de vida. Fue cadete efectivo en dicho establecimiento
desde el 13 de enero de 1863, permaneciendo en este por
más de dos años. En 1865, egresado de la Escuela Militar,
fue incorporado al 3° de Línea en calidad de Subteniente. En
sus trece años de servicio, desarrolló una distinguida carrera
como miembro de este batallón. Trágico destino fue el que le
arrebató la vida con solo treinta años, cumpliendo su deber en
el campo del honor. Breve existencia para quien supo dar a
Chile inmenso honor.



                                            11
Comandante Ricardo Santa Cruz

         La victoria en el Campo de la Alianza o Batalla de
Tacna se transformó, para nuestras fuerzas, en un gran paso
para el cumplimiento del plan previamente trazado, pero dicho
triunfo no estuvo exento de un alto costo de vidas. Las fuerzas
aliadas prestaron férrea resistencia en su defensa, elevando
honrosos laureles para sus instituciones.


         La Batalla de Tacna se desarrolló en el contexto de
la Campaña de Tacna y Arica durante la Guerra del Pacífico.
En febrero de 1880, catorce mil hombres del Ejército chileno se habían embarcado en
Pisagua, en una flota de 15 transportes, escoltados por las naves de guerra Cochrane y
Magallanes. El convoy incluía lanchas portatorpedos, balsas y lanchas planas capaces
de llevar más de 100 hombres, especialmente construidas para facilitar el desembarco.


         La principal consecuencia de la victoria de Tacna fue el fin de la alianza peruano-
boliviana. Numerosos factores incidieron en la decisión de Bolivia de retirarse de la guerra.
Entre estos se cuentan la pérdida de los ingresos que generaban las aduanas de Arica,
Mollendo y Cobija, ocupadas por Chile, los problemas políticos internos y la escasez de
armas, municiones y espíritu guerrero, en un país agobiado por el conflicto.


         En el sagrado suelo de Tacna sucumbió, por el deber contraído hacia la patria
en su juventud, una serie de oficiales formados, años atrás, en las aulas de la Escuela
Militar. Nos referimos, especialmente, al Comandante del Regimiento Zapadores,
Ricardo Santa Cruz; al Capitán de Zapadores, Rudesindo Molina; al Teniente del
Regimiento Coquimbo, Clodomiro Varela y al Subteniente del Regimiento Santiago,
Carlos Severín.


         Descendiente de una de las más antiguas familias de Santiago, el Comandante
Ricardo Santa Cruz nació el 6 de julio de 1847, en Cartagena, ubicada, por aquel
entonces, en el Departamento de Melipilla. A la edad de trece años y cuando dirigía
la Academia Militar con las leyes de Esparta en la mano el rígido y consciente General
Aldunate, Ricardo Santa Cruz fue colocado en aquel establecimiento por su celosa
madre, el 24 de febrero de 1861. Más de tres años permaneció el Cadete Santa Cruz
al interior de la Institución, en la cual, al igual que otros de sus compañeros, recibiría
los primeros esbozos de su futura brillante carrera militar. Quiso el destino que el joven
Cadete Santa Cruz regresase a sus aulas en 1874, para servir en ellas en la calidad de
ayudante, como retribución justa por los conocimientos adquiridos en su formación.



                                             12
Realizó, si no con brillo, con solidez, sus estudios profesionales, pues esta era
la tendencia más marcada de su personalidad. A la edad de 17 años cambió sus libros
por la espada, incorporándose como Subteniente en el Batallón 2° de Línea, en el año de
1865.


         Participó, de manera entusiasta y distinguida, en defensa de su patria cuando esta
se vio amenazada por las incursiones españolas. No titubeó en adentrarse en los húmedos
territorios araucanos, para llevar a estos la fuerte convicción del gobierno por incorporarlos
soberanamente. Esto le valió el importante reconocimiento por parte de sus superiores,
que vieron en su persona a uno de los jefes idóneos para el Regimiento de Zapadores,
organizado por el ministro Prats en 1877, con el objetivo de ir desmontando, poco a poco, la
Araucanía y sus selvas. Ricardo Santa Cruz fue nombrado, a la edad de 29 años, segundo
jefe de ese cuerpo y, desde ese día hasta la Batalla de Tacna, fue su comandante.


         Cupo a Santa Cruz el honor de ser el primer jefe que pusiera pie en tierra
peruana, saludado por un diluvio de balas que respetó su alta talla. Le correspondió
también, si no la fortuna, la honra de romper, con sus zapadores, el fuego en Tarapacá,
manteniéndose solo con la mitad de su batallón, que iba a la descubierta, durante una
larga hora contra todo un ejército. Ricardo Santa Cruz alentaba a los suyos, corriendo a
caballo de un extremo a otro de las filas, y sus propios soldados se maravillaban cómo
escapaba ileso.


         En todas ellas sobrevivió y dio elevados ejemplos de arrojo y valentía. Pero su
impresionante carrera solo vino a detenerse en los áridos campos de Tacna. Puesto a
la cabeza de su regimiento desplegado en orden disperso, a la extrema derecha de los
aliados, una bala de rifle, anticipándose casi al combate de fila a fila, vino a penetrarle
el bajo vientre, atravesándole en todos sus pliegues una manta, que a modo de antiguo
“huaso” chileno, llevaba atada a la cintura. Sin descender del caballo, fue conducido el
desdichado joven por el cirujano de su cuerpo a retaguardia, donde recibió la primera
curación. Al día siguiente, lleno de serenidad, de satisfacción y casi de orgullo por haber
cumplido su deber, expiró en los brazos de su inseparable amigo Domingo Toro Herrera,
a quien confió sus últimos votos y sus últimas ternuras de esposo y de padre.


         Por esto, el nombre glorioso de Ricardo Santa Cruz habrá de figurar con brillo,
después de la prueba del fuego, en la larga lista de los que cumplieron con el juramento
de sus grandes almas, siendo los primeros en la pelea y los primeros en el sacrificio.




                                              13
Batalla de Huamachuco.

Capitán Rafael Rudesindo Molina

         Como habíamos mencionado, Santa Cruz no fue la
única vida que cobró la victoria sobre la Alianza. El Capitán don
Rafael Rudesindo Molina, muerto instantáneamente por un balazo
recibido en la frente al acometer, a la cabeza de su compañía,
el fuerte boliviano que cerraba la extrema derecha de la línea
enemiga en el Campo de la Alianza, había nacido en la aldea de
Maipo el 1 de noviembre de 1853 y fue hijo de don Diego Molina y
de doña Rita Molina, ambos fundadores del lugar.


         Educado en la Academia Militar desde 1869, primero como pensionista y
después, en virtud de su mérito y brillantes exámenes, de cadete agraciado, entró al
Ejército en calidad de Subteniente del 7º de Línea el 20 de julio de 1870, y sirvió durante
diez años en las fronteras. Fue allí gobernador de Purén y fundador de Traiguén, a
cuyo sitio le había seguido su joven esposa, doña Borja Reinoso, con quien contrajo
matrimonio en Santiago en 1873.


         Ascendió a Capitán en la víspera de la Batalla de Tacna, el 10 de abril de 1880,
terminando en aquel encuentro campal su lucida carrera, cayendo al lado de su jefe, habiendo
alcanzado a la edad de veinte y siete años un honroso puesto y un nombre sin tacha.




                                             14
Teniente Clodomiro Varela

         También sucumbió, en el campo del honor en la
Batalla de Tacna, el Teniente Clodomiro Varela, del Regimiento
Coquimbo, joven audaz y temerario que fue fiel representante
de los bravos hombres de su, entonces, provincia. Vio la luz,
este osado Teniente, en las cercanías de Elqui, en el año de
1858. Era un joven serio y casi melancólico. Su padre, don
Marcos Varela, le había enviado en 1864 al liceo serenense y
su madre, la señora Arismenia Rojas le obtuvo, algo más tarde,
un puesto en la Academia Militar en Santiago. Continuó, así, el
joven coquimbano durante tres años en aquel establecimiento,
hasta que este fue disuelto en 1876.


         Cuando el redoblar de tambores anunciaba los lejanos ecos de tiempos de
guerra, se alistó presto en el Batallón Coquimbo, con el mismo grado de Subteniente que
tenía en la Guardia Nacional de La Serena. En esa condición peleó en San Francisco y
su conducta lo hizo digno de un ascenso.


         Llegada la hora de la prueba, el Teniente Varela se mostró merecedor de aquella
confianza de sus superiores, pero la fortuna le fue infiel y no correspondió, en tal ocasión,
a su generosa entrega. Enfermo de tercianas, abandonó su lecho en la víspera de la
batalla y entró al combate, acompañando al valeroso Coronel Gorostiaga en calidad de
ayudante, junto con el bizarro Capitán serenense, don Federico Cavada. Marchaba aquel
grupo a la cabeza del batallón que iba a decidir la batalla cuando, a medio camino, el
nutrido plomo de las alturas que descendía a raudales, derribó sus caballos. Continuaron
desmontados los tres dignos coquimbanos y apenas habían avanzado unos pocos pasos,
los tres volvieron a ser heridos y el Teniente Varela cayó sólo para elevarse entre los
heroicos hombres del Ejército de Chile.



Subteniente Carlos Severín

         Por último, la Batalla de Tacna que abriría
decisivamente el sendero hacia Lima, exigió nuevamente
un tributo de joven sangre chilena, esta vez oriunda de su
principal puerto. El Subteniente del Regimiento Santiago, don
Carlos Severín, nació en Valparaíso el 2 de junio de 1860. Con




                                             15
sus jóvenes trece años, lo encontramos estudiando en la Escuela Militar, recibiendo
aquellos esenciales conocimientos que le serían de gran utilidad en su desempeño en el
campo de batalla. Al igual que sus compañeros de armas, sería el Campo de la Alianza
su lecho final. Una azarosa bala le atravesó la frente en plena contienda al joven oficial
de dieciocho años, lo cual puso inmediatamente fin a su vida, pero hizo nacer eterna su
leyenda.


Capitán Tristán Chacón

           Luego de la victoria en Tacna, la fortaleza de Arica
se presentaba inaccesible, pero no por eso inalcanzable. El
mando chileno tomó la decisión de capturar la plaza fortificada
de Arica, con la finalidad de asegurar la línea de abastecimiento
para la Campaña de Lima y para no dejar a sus espaldas una
posición tan riesgosa, una vez que se iniciara el avance. A
su turno, el Coronel Francisco Bolognesi, Comandante de la
Plaza de Arica, consideró que la retirada de las fuerzas aliadas del Campo de la Alianza
obedecía a la intención del mando peruano de ocupar una posición más fuerte, para
librar allí la batalla decisiva, por lo que resolvió defender la posición hasta el último
cartucho.


           Correspondió al Ejército vivir una jornada victoriosa más, incorporando un nuevo
personaje en su ya vasta galería de héroes. Nos referimos al Capitán del Regimiento 3°
de Línea don Tristán Chacón, quien era hijo pródigo de Talagante, al igual que muchos
otros bravos compañeros de armas. A la edad de siete años, jugaba alegremente a los
soldados en la calle ancha de su pueblo y como era ágil y regordete, su buen padre
lo denominó con orgullo con el glorioso nombre que electrizaba al travieso chico. Le
llamaban en su casa “el General Bulnes”, entonces en el apogeo de su renombre. Nacido
el 17 de agosto de 1850, obtuvo, con tan solo dieciséis años, una beca efectiva en la
Academia Militar, y después de cuatro años de bien aprovechados estudios, alcanzó el
grado de Subteniente en el ejército de línea. Tuvo esto lugar el 12 de enero de 1870.
El Alférez Chacón fue destinado al 3° de Línea y desde que pisó los umbrales de su
cuartel en las fronteras, no abandonó un solo instante la bandera de su cuerpo. Todo lo
contrario. No la abandonó, como más adelante lo veremos, ni aun para morir.


           Aunque la fortuna le sonreía en cada expedición y encuentro que enfrentaba,
quiso el destino pronunciarse de manera contraria. Le correspondió el puesto de la




                                             16
Asalto y toma del Morro de Arica.

vanguardia en Arica y al mando de los valientes Comandantes Gutiérrez y Castro,
marchó el Capitán Chacón con su compañía desplegada en guerrillas al asalto del
Fuerte Ciudadela, llave del Morro y de la plaza y he aquí cómo uno de sus compañeros
de armas, que le vio caer y morir en el momento del asalto, cuenta su prematuro fin:
“Llegaba con su compañía al pie de las trincheras, i sus últimas palabras, antes de
ser herido, fueron éstas:- “¡A la carga, niños!” En estos momentos recibió un balazo”.
De todas suertes, el Capitán Chacón sucumbía al dar el grito de victoria en una de las
acciones de guerra más memorables que tenga recuerdo la historia militar de la América
española.


        La historia registra actos de valor y heroísmo entre atacantes y defensores,
pero el hecho es que tras 55 minutos de encarnizado combate cuerpo a cuerpo, en
el que descollaron el corvo y la bayoneta, la bandera chilena flameaba en el tope del
Morro. La ruta hacia Lima quedaba despejada.




                                          17
Mayor José Olano

         Cuando el año de 1880 llegaba a su fin y las puertas
de la ciudad de los virreyes se veía cada vez más próxima,
aconteció un importante encuentro bélico, el 27 de diciembre,
entre las fuerzas chilenas y peruanas, conocido principalmente
como Combate de El Manzano. Le correspondió resaltar
y alcanzar el máximo reconocimiento patrio al Mayor del
Regimiento Curicó, don José Olano.


         Olano no tan solo es recordado por su valentía y osadía, sino que, además,
por ser el vivo retrato de un joven riguroso, trabajador y sensato. Este niño que se
transformó en hombre, a causa del los vaivenes azarosos del destino y por la fuerza
de la necesidad, quedó huérfano a temprana edad, siendo el único responsable de
su pequeño hermano, tras la sucesiva muerte de su madre y de dos de sus hermanos
mayores. Hubiera parecido que este niño había venido al mundo sólo para correr
aventuras. Mientras estuvo con su padre, vivió en México y en San Francisco, lugar este
último en el cual quedó abandonado a su merced. Luego de este acontecimiento, no dudó
en trabajar rápidamente como lavador de platos durante cinco años, asegurándose, de
este modo, el alimento y el sustento para su pequeño hermano. Pero esto no aminoró su
espíritu, sino al contrario, lo templó en el calor de la fragua de su inocencia. Postergando
aquellos intereses típicos de la niñez, dejó los juegos y diversiones por una vida de
trabajo y cuidados a su hermano menor.


         En San Francisco consiguió trabajo en un buque con destino a la ciudad de
Valparaíso, aprovechando el masivo tráfico existente entre estos dos puertos, en plena
fiebre del oro californiano. Durante semanas, compartió sin quejas su escuálida ración
con su hermano, debiendo turnarse los escasos momentos de sueño, antes de tener
que volver a trabajar.


         En Chile, encontró el cuidado y protección de un lejano tío, pero no pasaría
mucho tiempo antes de que el andariego y aventurero niño – hombre decidiera construir
su propio camino. Y así fue como joven se presentó, sin mayores antecedentes
y credenciales que su propia experiencia, ante la primera autoridad de la nación, el
mismísimo Presidente de la República don Manuel Montt quien, sorprendido ante tal
personalidad, decidió conceder la solicitud expresada por Olano, consistente en una
beca para poder incorporarse como cadete efectivo al interior de la Escuela Militar.




                                             18
Ingresó a la Academia el 17 de mayo de 1859, y cuatro años más tarde,
después de exitosos estudios, Olano egresó con el grado de Alférez, siendo destinado,
no obstante su endeble físico, al codiciado Regimiento de Cazadores a Caballo. Pero su
inquieto espíritu no tan solo se conformó con aquellos conocimientos, sino que además
agregó a su haber, estudios completos de medicina, ingeniería y educación.


         En el Combate de El Manzano, una bala lo derribó herido de muerte en la
primera descarga disparada en el bosque y en la oscuridad, por el sorprendido enemigo.
Su fin dejó, como legado, una vida dedicada al servicio, sacrifico y honor.




                                                                      Batalla de Chorrillos.
Comandante Tomás Yávar

         Aunque el sendero a Lima ya estaba señalado por las
célebres victorias mencionadas, se enfrenta a un último desafío.
Aquel 13 de enero de 1881, se llevó a cabo la primera de dos
decisivas batallas para las fuerzas chilenas, las que abrirían las
puertas de la ansiada capital. Los defensores presentaron lo más
ilustre e inocente de su juventud, mientras que los expedicionarios
exhibieron lo más veterano y experimentado de sus fuerzas. En su
árido suelo, se inmortalizaron altivos nombres, ejemplares de una
prolongada tradición de excelencia y valor. Alcanzaron el máximo
reconocimiento nacional y la gratitud perpetua de todo un pueblo.



                                             19
La Batalla de Chorrillos fue una de las más sangrientas de la guerra. El ejército
peruano, que combatió valerosamente, tuvo cerca de un 60% de bajas. De los 20.000
hombres que lo constituían, solo 8.000 se replegaron hacia la línea defensiva de
Miraflores. Los chilenos perdieron unos 3.300 hombres entre muertos y heridos, siendo
la I División la que más sufrió en su ataque al morro Solar.


         Destacó en estas acciones el recordado Tomás Yávar, quien ingresó a la
Academia Militar en 1847, egresando de ella el año 1851, quedando bajo las órdenes de
su hermano José Tomás. Dada su vocación y preferencia, fue asignado y encuadrado
en el glorioso Regimiento de Granaderos a Caballo. Recibió su bautismo de fuego en la
acción de Illapel y, en 1878, fue nombrado comandante del regimiento.


         Durante la guerra le correspondió realizar la fatigosa y extenuante marcha por
tierra, desde Pisco a Lurín, antesala de Lima. Cuando Lagos ordenó cargar a los cuerpos
de caballería de Granaderos y Carabineros, el Ejército entero se detuvo largo rato, como
delante de un brillante torbellino y al dar la vuelta los ensangrentados y polvorosos
jinetes, se alcanzó oír un inmenso rumor en todas las columnas de infantería, que arma
al brazo aguardaban el éxito de aquella terrible arremetida.


         Cargando a la altura del tercer escuadrón, es decir, más adelante del puesto del
deber, una bala peruana había llegado de frente sobre el pecho del Comandante Yávar,
y atravesándole la mano izquierda que sostenía la brida, fue a detenerse en sus entrañas,
causándole la muerte. El Comandante Yávar había fallecido digno de los antiguos Granaderos
de San Martín y digno del Ejército en que su memoria ha sido siempre honra y victoria



Teniente Coronel Baldomero Dublé Almeida

         Junto con Yávar, cayó abatido uno de los más bravos,
prolijos y capaces oficiales que el Ejército chileno ofrendó al
país. Nos referimos al Teniente Coronel de Ingenieros Baldomero
Dublé Almeida. Nacido en el puerto de Valparaíso en 1843, fue
descendiente de una familia militar, siendo hermano menor del
bravo Comandante del Atacama, don Diego Dublé Almeida.


         Sus primeras instrucciones las recibió en el colegio
alemán de Scheel, establecimiento que albergó en sus aulas a
otros insignes hermanos que hondo reconocimiento les brindaría




                                             20
la patria. Entre ellos podemos mencionar a los hermanos Juan José e Ignacio Latorre,
junto a Carlos y Ernesto Condell y, por último, Luis y Altamira Castillos.


         Incorporado a la Escuela Militar el 25 de abril de 1857, cuando tenía apenas
catorce años, logró sobresalir en los estudios matemáticos y, especialmente, en álgebra,
topografía y fortificación, en cuyos exámenes obtuvo votos unánimes de distinción.


         Sin atención a su corta edad, fue nombrado “Brigadier” en la Academia Militar,
es decir, superior de sus condiscípulos en cuanto al régimen interno del establecimiento.
Por la misma causa y siendo todavía alumno, fue elegido profesor y ayudante militar de
la Academia.


         Obtuvo, en esta, la mayor parte de los premios, sobresaliendo siempre en los
ramos de matemáticas y de dibujo. El Comandante Dublé fue uno de nuestros más
elegantes paisajistas y el mejor delineador de fortalezas que existió, tal vez, en el
ejército de la época.


         Luego de una brillante carrera militar, que lo llevó a desempeñar diversos y
altísimos cargos tanto en Chile como en Europa, Dublé Almeida fue nombrado Jefe de
Estado Mayor de la Cuarta División.


         Luego de la toma del morro Solar, los dos hermanos, Baldomero y Diego,
se dirigieron rumbo a Chorrillos, lugar en el que a poco andar, se encontraron con el
comandante de la división de la cual Baldomero Dublé era Jefe de Estado Mayor. Don
Emilio Sotomayor se hallaba allí, a caballo, acompañado de varios jefes y oficiales.


         La resistencia del poblado se tornaba cada vez más persistente y tenaz. Al ser
capturado un oficial peruano, este se apresuró a observar que esa fuerza se entregaría
si alguien iba a intimidarles la rendición. Resoluto, Baldomero Dublé se ofrece para el
caso y tomando la venía del General Sotomayor, se dirigió al interior de la población
acompañado del ayudante Rojas y su asistente, los tres a caballo y el oficial peruano,
a pie.


         El fuego dentro de la ciudad era muy sostenido, tanto de parte de los defensores
que estaban en el interior de las casas, como de los soldados chilenos. Al llegar a una
esquina junto a la cual había un numeroso grupo de soldados chilenos, estos previnieron
a Dublé que no continuase, porque desde una casa de alto, que le mostraron, asesinaban




                                            21
a todo aquel que osaba pasar. Continuó su marcha y al llegar a las inmediaciones del
lugar que le habían indicado como peligroso, el enemigo desde el interior de los altos
hizo una mortífera descarga, cayendo muerto el oficial peruano que los guiaba y Dublé,
herido de gravedad en su pierna derecha.


         Protegido y rescatado por nuestros soldados, el temerario Comandante debió
realizar el extenuante trayecto de Chorrillos a Valparaíso, para por fin, encontrar a
mediados de febrero de 1881, eterno reposo en la ciudad de Santiago.


         Aunque la herida fatal hizo estragos en su cuerpo durante semanas, esto no
aminoró su espíritu, el mismo que lo llevó a sobreponerse en su frágil y enfermiza infancia,
doblegando la fatiga física y convirtiéndose en uno de los más capaces, eficientes y
valerosos oficiales que el Ejército y la Escuela Militar han entregado al país.


                          El porvenir del Ejército, la grandeza de Chile.


         Describir o resumir en tan pocas palabras la vida de quienes ofrendaron, sin
remordimiento, su existencia en la defensa e ideales de su país, resulta una labor
permanentemente inconclusa. Parafraseando a un distinguido Primer Ministro inglés,
nunca en la historia de Chile tantas personas le debieron tanto a tan pocos, puesto que
en aquella hora decisiva, las tres naciones presentaron lo más gallardo y virtuoso de su
juventud, mezclada esta con la sabia experiencia de sus connotados veteranos.


         Pero el porvenir del Ejército y, por consiguiente, la grandeza de todo Chile,
estaba reservado a un selecto puñado de jóvenes estudiantes que se integraron a la
Escuela Militar, la que con el paso del tiempo les entregaría valiosos conocimientos que
resultarían vitales en su futuro como importantes jefes de los más distinguidos cuerpos
y unidades militares del país.


         Una rápida mirada nos permite comprender cuáles fueron las principales
cualidades que compartieron quienes formaron parte de este grupo de admirables
oficiales. En su mayoría, todos debieron afrontar, de manera decidida, el penoso tránsito
de niño a hombre, transcurriendo esto último al interior de las formadoras aulas de la
Escuela Militar. Con tan solo doce o trece años, eran educados en el estricto arte de
mandar y dirigir a hombres que depositarían su confianza y su vida en sus decisiones.


         Lo anterior trae ante nuestra memoria, que todos ellos, más que ser jefes u
oficiales, eran verdaderos líderes, los cuales comandaban con férrea disciplina, pero




                                             22
con bondadoso trato, a los depositadores de sus esperanzas. El liderazgo ejercido
más allá del cumplimiento del deber los hizo sucumbir en las primeras líneas del frente
enemigo, siempre alentando a los suyos y entregando el primer ejemplo, el cual era
imitado fervorosamente por los que los veían caer llenos de orgullo y satisfacción por el
deber cumplido.


        Con el objetivo de ir siempre adelante, estos jóvenes oficiales son el selecto
ejemplo del heroísmo y valor que se ha anidado por años en las aulas de la Escuela
Militar. Durante generaciones, esta institución se ha constituido en la verdadera maestra
de quienes comandarían a miles de hombres, guiándolos hacia la victoria.


        La Guerra del Pacífico puso a prueba los cimientos mismos de nuestra cohesión
nacional, examen del cual salimos airosos, no sin antes pagar una altísima cuota de
vidas jóvenes, lo mejor que posee un país para construir su futuro.


        Por último, aunque la Escuela Militar no creaba ni forjaba héroes, sí los educó
y los guió para el cumplimiento de su glorioso destino. Todo lo vivido anteriormente por
nuestros jóvenes oficiales, los preparó para aquel momento.


        Las acertadas decisiones que asumieron en momentos extremos, fueron el
resultado de los conocimientos y experiencias adquiridas durante su niñez, adolescencia
y juventud, las mismas que hoy nos hace, con orgullo, llamarlos héroes.


        Este “nido de héroes” tan solo delineó y perfeccionó la grandeza que ya poseían,
obteniendo lo mejor de sí mismos. No les construyó las alas, sino les enseñó a volar y
a seguir un sendero de honor, gloria y valor, pilares fundamentales en los cuales están
cimentados el porvenir de este Ejército y la grandeza de Chile.




                                           23
Revista Nido de Héroes

Weitere ähnliche Inhalte

Was ist angesagt?

Colosos de piedra y sal (José Miguel Caradeuc Gallardo)
Colosos de piedra y sal (José Miguel Caradeuc Gallardo)Colosos de piedra y sal (José Miguel Caradeuc Gallardo)
Colosos de piedra y sal (José Miguel Caradeuc Gallardo)
academiahistoriamilitar
 

Was ist angesagt? (16)

Anuario N° 4 [ Año 1987 - 1988]
Anuario N° 4 [ Año 1987 - 1988]Anuario N° 4 [ Año 1987 - 1988]
Anuario N° 4 [ Año 1987 - 1988]
 
Anuario N° 12 [ Año 1997]
Anuario N° 12 [ Año 1997]Anuario N° 12 [ Año 1997]
Anuario N° 12 [ Año 1997]
 
Anuario N° 19 [ Año 2004]
Anuario N° 19 [ Año 2004]Anuario N° 19 [ Año 2004]
Anuario N° 19 [ Año 2004]
 
El combate naval de jambelí 25-jul-1941
El combate naval de jambelí   25-jul-1941El combate naval de jambelí   25-jul-1941
El combate naval de jambelí 25-jul-1941
 
Los Héroes de Tarapacá. Por Eduardo Arriagada Aljaro
Los Héroes de Tarapacá. Por Eduardo Arriagada AljaroLos Héroes de Tarapacá. Por Eduardo Arriagada Aljaro
Los Héroes de Tarapacá. Por Eduardo Arriagada Aljaro
 
Páginas
 Páginas Páginas
Páginas
 
Diario de un soldado
Diario de un soldadoDiario de un soldado
Diario de un soldado
 
Anuario N° 5 [ Año 1989-1990]
Anuario N° 5 [ Año 1989-1990]Anuario N° 5 [ Año 1989-1990]
Anuario N° 5 [ Año 1989-1990]
 
El Día del Arma de Ingenieros y el Desembarco, Asalto y Toma de Pisagua.
El Día del Arma de Ingenieros y el Desembarco, Asalto y Toma de Pisagua.El Día del Arma de Ingenieros y el Desembarco, Asalto y Toma de Pisagua.
El Día del Arma de Ingenieros y el Desembarco, Asalto y Toma de Pisagua.
 
279
279279
279
 
26386 103624-1-pb
26386 103624-1-pb26386 103624-1-pb
26386 103624-1-pb
 
El ejercito-de-chile-en-visperas-de-la-guerra-del-pacifico-1866-1879
El ejercito-de-chile-en-visperas-de-la-guerra-del-pacifico-1866-1879El ejercito-de-chile-en-visperas-de-la-guerra-del-pacifico-1866-1879
El ejercito-de-chile-en-visperas-de-la-guerra-del-pacifico-1866-1879
 
La insurreccion civico militar del 27 n; ultimo capitulo
La insurreccion civico militar del 27 n; ultimo capituloLa insurreccion civico militar del 27 n; ultimo capitulo
La insurreccion civico militar del 27 n; ultimo capitulo
 
Colosos de piedra y sal (José Miguel Caradeuc Gallardo)
Colosos de piedra y sal (José Miguel Caradeuc Gallardo)Colosos de piedra y sal (José Miguel Caradeuc Gallardo)
Colosos de piedra y sal (José Miguel Caradeuc Gallardo)
 
Libreto21demayo
Libreto21demayoLibreto21demayo
Libreto21demayo
 
Faros, boyas y fanales del ecuador
Faros, boyas y fanales del ecuadorFaros, boyas y fanales del ecuador
Faros, boyas y fanales del ecuador
 

Andere mochten auch (6)

Revista Coleccion Fotografica
Revista Coleccion FotograficaRevista Coleccion Fotografica
Revista Coleccion Fotografica
 
Revista Liderazgo
Revista LiderazgoRevista Liderazgo
Revista Liderazgo
 
Presentación pz abril 27, 2012
Presentación pz abril 27, 2012Presentación pz abril 27, 2012
Presentación pz abril 27, 2012
 
Operaciones de Información
Operaciones de InformaciónOperaciones de Información
Operaciones de Información
 
Sistema Educativo de la Escuela Militar
Sistema Educativo de la Escuela MilitarSistema Educativo de la Escuela Militar
Sistema Educativo de la Escuela Militar
 
Sistema De Formación Conductual
Sistema De Formación ConductualSistema De Formación Conductual
Sistema De Formación Conductual
 

Ähnlich wie Revista Nido de Héroes

Historia militar del ecuador aspt. zumbana edgar
Historia militar del ecuador aspt. zumbana edgarHistoria militar del ecuador aspt. zumbana edgar
Historia militar del ecuador aspt. zumbana edgar
zantytaz
 
CAJAMARCA - SAN PABLO
CAJAMARCA - SAN PABLOCAJAMARCA - SAN PABLO
CAJAMARCA - SAN PABLO
teresianas5to
 
Tradiciones de las armas
Tradiciones de las armasTradiciones de las armas
Tradiciones de las armas
wilmwercaiza
 

Ähnlich wie Revista Nido de Héroes (20)

Anuario N° 1 [ Año 1983]
Anuario N° 1 [ Año 1983]Anuario N° 1 [ Año 1983]
Anuario N° 1 [ Año 1983]
 
la historia del arma de la caballeria blindada
la historia del arma de la caballeria blindadala historia del arma de la caballeria blindada
la historia del arma de la caballeria blindada
 
Anuario N° 20 [ Año 2005]
Anuario N° 20 [ Año 2005]Anuario N° 20 [ Año 2005]
Anuario N° 20 [ Año 2005]
 
Revista de infantería
Revista de infanteríaRevista de infantería
Revista de infantería
 
Historia militar Zumbana Edgar
Historia militar Zumbana EdgarHistoria militar Zumbana Edgar
Historia militar Zumbana Edgar
 
Historia militar del ecuador aspt. zumbana edgar
Historia militar del ecuador aspt. zumbana edgarHistoria militar del ecuador aspt. zumbana edgar
Historia militar del ecuador aspt. zumbana edgar
 
Anuario N° 3 [ Año 1986]
Anuario N° 3 [ Año 1986]Anuario N° 3 [ Año 1986]
Anuario N° 3 [ Año 1986]
 
Anuario Nº 26
Anuario Nº 26Anuario Nº 26
Anuario Nº 26
 
DISCURSO DEL MINISTRO DEL INTERIOR 1883.
DISCURSO DEL MINISTRO DEL INTERIOR 1883.DISCURSO DEL MINISTRO DEL INTERIOR 1883.
DISCURSO DEL MINISTRO DEL INTERIOR 1883.
 
Tnfg manuel alomia guerra
Tnfg manuel alomia guerraTnfg manuel alomia guerra
Tnfg manuel alomia guerra
 
Anuario N° 13 [ Año 1998]
Anuario N° 13 [ Año 1998]Anuario N° 13 [ Año 1998]
Anuario N° 13 [ Año 1998]
 
CAJAMARCA - SAN PABLO
CAJAMARCA - SAN PABLOCAJAMARCA - SAN PABLO
CAJAMARCA - SAN PABLO
 
15 CCSS 4° UNIDAD 4 SES. 3 (3) (1).pdf
15 CCSS    4° UNIDAD 4 SES. 3 (3) (1).pdf15 CCSS    4° UNIDAD 4 SES. 3 (3) (1).pdf
15 CCSS 4° UNIDAD 4 SES. 3 (3) (1).pdf
 
Anuario N° 21 [ Año 2006]
Anuario N° 21 [ Año 2006]Anuario N° 21 [ Año 2006]
Anuario N° 21 [ Año 2006]
 
Tradiciones de las armas wcw
Tradiciones de las armas wcwTradiciones de las armas wcw
Tradiciones de las armas wcw
 
Tradiciones de las armas
Tradiciones de las armasTradiciones de las armas
Tradiciones de las armas
 
Armas y servicios benavides
Armas y servicios benavidesArmas y servicios benavides
Armas y servicios benavides
 
Villacis
VillacisVillacis
Villacis
 
Tradiciones de las armas
Tradiciones de las armas Tradiciones de las armas
Tradiciones de las armas
 
Tradiciones de las armas
Tradiciones de las armasTradiciones de las armas
Tradiciones de las armas
 

Kürzlich hochgeladen

Proyecto de aprendizaje dia de la madre MINT.pdf
Proyecto de aprendizaje dia de la madre MINT.pdfProyecto de aprendizaje dia de la madre MINT.pdf
Proyecto de aprendizaje dia de la madre MINT.pdf
patriciaines1993
 
5.- Doerr-Mide-lo-que-importa-DESARROLLO PERSONAL
5.- Doerr-Mide-lo-que-importa-DESARROLLO PERSONAL5.- Doerr-Mide-lo-que-importa-DESARROLLO PERSONAL
5.- Doerr-Mide-lo-que-importa-DESARROLLO PERSONAL
MiNeyi1
 
La empresa sostenible: Principales Características, Barreras para su Avance y...
La empresa sostenible: Principales Características, Barreras para su Avance y...La empresa sostenible: Principales Características, Barreras para su Avance y...
La empresa sostenible: Principales Características, Barreras para su Avance y...
JonathanCovena1
 
Criterios ESG: fundamentos, aplicaciones y beneficios
Criterios ESG: fundamentos, aplicaciones y beneficiosCriterios ESG: fundamentos, aplicaciones y beneficios
Criterios ESG: fundamentos, aplicaciones y beneficios
JonathanCovena1
 
6.-Como-Atraer-El-Amor-01-Lain-Garcia-Calvo.pdf
6.-Como-Atraer-El-Amor-01-Lain-Garcia-Calvo.pdf6.-Como-Atraer-El-Amor-01-Lain-Garcia-Calvo.pdf
6.-Como-Atraer-El-Amor-01-Lain-Garcia-Calvo.pdf
MiNeyi1
 
Curso = Metodos Tecnicas y Modelos de Enseñanza.pdf
Curso = Metodos Tecnicas y Modelos de Enseñanza.pdfCurso = Metodos Tecnicas y Modelos de Enseñanza.pdf
Curso = Metodos Tecnicas y Modelos de Enseñanza.pdf
Francisco158360
 
FORTI-MAYO 2024.pdf.CIENCIA,EDUCACION,CULTURA
FORTI-MAYO 2024.pdf.CIENCIA,EDUCACION,CULTURAFORTI-MAYO 2024.pdf.CIENCIA,EDUCACION,CULTURA
FORTI-MAYO 2024.pdf.CIENCIA,EDUCACION,CULTURA
El Fortí
 

Kürzlich hochgeladen (20)

Proyecto de aprendizaje dia de la madre MINT.pdf
Proyecto de aprendizaje dia de la madre MINT.pdfProyecto de aprendizaje dia de la madre MINT.pdf
Proyecto de aprendizaje dia de la madre MINT.pdf
 
Presentacion Metodología de Enseñanza Multigrado
Presentacion Metodología de Enseñanza MultigradoPresentacion Metodología de Enseñanza Multigrado
Presentacion Metodología de Enseñanza Multigrado
 
origen y desarrollo del ensayo literario
origen y desarrollo del ensayo literarioorigen y desarrollo del ensayo literario
origen y desarrollo del ensayo literario
 
ACERTIJO DE POSICIÓN DE CORREDORES EN LA OLIMPIADA. Por JAVIER SOLIS NOYOLA
ACERTIJO DE POSICIÓN DE CORREDORES EN LA OLIMPIADA. Por JAVIER SOLIS NOYOLAACERTIJO DE POSICIÓN DE CORREDORES EN LA OLIMPIADA. Por JAVIER SOLIS NOYOLA
ACERTIJO DE POSICIÓN DE CORREDORES EN LA OLIMPIADA. Por JAVIER SOLIS NOYOLA
 
LA LITERATURA DEL BARROCO 2023-2024pptx.pptx
LA LITERATURA DEL BARROCO 2023-2024pptx.pptxLA LITERATURA DEL BARROCO 2023-2024pptx.pptx
LA LITERATURA DEL BARROCO 2023-2024pptx.pptx
 
Qué es la Inteligencia artificial generativa
Qué es la Inteligencia artificial generativaQué es la Inteligencia artificial generativa
Qué es la Inteligencia artificial generativa
 
Supuestos_prácticos_funciones.docx
Supuestos_prácticos_funciones.docxSupuestos_prácticos_funciones.docx
Supuestos_prácticos_funciones.docx
 
5.- Doerr-Mide-lo-que-importa-DESARROLLO PERSONAL
5.- Doerr-Mide-lo-que-importa-DESARROLLO PERSONAL5.- Doerr-Mide-lo-que-importa-DESARROLLO PERSONAL
5.- Doerr-Mide-lo-que-importa-DESARROLLO PERSONAL
 
SELECCIÓN DE LA MUESTRA Y MUESTREO EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pdf
SELECCIÓN DE LA MUESTRA Y MUESTREO EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pdfSELECCIÓN DE LA MUESTRA Y MUESTREO EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pdf
SELECCIÓN DE LA MUESTRA Y MUESTREO EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pdf
 
La empresa sostenible: Principales Características, Barreras para su Avance y...
La empresa sostenible: Principales Características, Barreras para su Avance y...La empresa sostenible: Principales Características, Barreras para su Avance y...
La empresa sostenible: Principales Características, Barreras para su Avance y...
 
Sesión de clase: Fe contra todo pronóstico
Sesión de clase: Fe contra todo pronósticoSesión de clase: Fe contra todo pronóstico
Sesión de clase: Fe contra todo pronóstico
 
Caja de herramientas de inteligencia artificial para la academia y la investi...
Caja de herramientas de inteligencia artificial para la academia y la investi...Caja de herramientas de inteligencia artificial para la academia y la investi...
Caja de herramientas de inteligencia artificial para la academia y la investi...
 
Criterios ESG: fundamentos, aplicaciones y beneficios
Criterios ESG: fundamentos, aplicaciones y beneficiosCriterios ESG: fundamentos, aplicaciones y beneficios
Criterios ESG: fundamentos, aplicaciones y beneficios
 
6.-Como-Atraer-El-Amor-01-Lain-Garcia-Calvo.pdf
6.-Como-Atraer-El-Amor-01-Lain-Garcia-Calvo.pdf6.-Como-Atraer-El-Amor-01-Lain-Garcia-Calvo.pdf
6.-Como-Atraer-El-Amor-01-Lain-Garcia-Calvo.pdf
 
Curso = Metodos Tecnicas y Modelos de Enseñanza.pdf
Curso = Metodos Tecnicas y Modelos de Enseñanza.pdfCurso = Metodos Tecnicas y Modelos de Enseñanza.pdf
Curso = Metodos Tecnicas y Modelos de Enseñanza.pdf
 
CALENDARIZACION DE MAYO / RESPONSABILIDAD
CALENDARIZACION DE MAYO / RESPONSABILIDADCALENDARIZACION DE MAYO / RESPONSABILIDAD
CALENDARIZACION DE MAYO / RESPONSABILIDAD
 
Infografía EE con pie del 2023 (3)-1.pdf
Infografía EE con pie del 2023 (3)-1.pdfInfografía EE con pie del 2023 (3)-1.pdf
Infografía EE con pie del 2023 (3)-1.pdf
 
Power Point: Fe contra todo pronóstico.pptx
Power Point: Fe contra todo pronóstico.pptxPower Point: Fe contra todo pronóstico.pptx
Power Point: Fe contra todo pronóstico.pptx
 
Dinámica florecillas a María en el mes d
Dinámica florecillas a María en el mes dDinámica florecillas a María en el mes d
Dinámica florecillas a María en el mes d
 
FORTI-MAYO 2024.pdf.CIENCIA,EDUCACION,CULTURA
FORTI-MAYO 2024.pdf.CIENCIA,EDUCACION,CULTURAFORTI-MAYO 2024.pdf.CIENCIA,EDUCACION,CULTURA
FORTI-MAYO 2024.pdf.CIENCIA,EDUCACION,CULTURA
 

Revista Nido de Héroes

  • 1. Presentación La Escuela Militar, en su permanente afán por difundir la historia patria y conservar la memoria de quienes han ofrendado su vida en aras de la nación, presenta “Nido de héroes”, un trabajo de investigación histórica destinado a rescatar a quienes, formados en el primer instituto matriz de la República, tomaron parte activa en la Guerra del Pacífico, conflicto que puso a prueba el valor y tesón de aquellos que, siendo niños, se iniciaron en la vida militar y de quienes la patria reclamó sus máximos esfuerzos. Colocados por la historia en instancias límites, los que algún día fueron cadetes de nuestra Escuela, moldeados en el cumplimiento del deber, supieron enfrentar con valentía, hidalguía, entereza y un profundo amor a Chile, el supremo sacrificio por la patria amenazada. Así, conoceremos las heroicas acciones del Subteniente Desiderio Iglesias, primer oficial del Ejército muerto en combate durante aquel conflicto armado; del Capitán Pablo Urízar, héroe de Tarapacá, al igual que el Capitán Martín Frías. Otros nombres, que engalanan nuestra historia, son recordados en esta publicación, por sus actos valerosos y por haber cumplido con el lema del Libertador de “Vencer o morir”. Al cumplirse 130 años del inicio de la Guerra del Pacífico, la Escuela Militar pone a disposición de la comunidad esta publicación, la cual busca resaltar las virtudes y profesionalismo de oficiales formados en sus aulas que pasaron a la categoría de héroes, como tantos otros en distintos períodos de nuestra historia. Que el ejemplo de vida proporcionado por este puñado de oficiales, sea sendero imborrable e imperecedero de los valores que abnegadamente se plasman, día a día, en la Escuela Militar. Gracias a ella, habrán de levantar su vuelo triunfal, una tras otra, cien águilas que constituyan el porvenir de este Ejército, al cual está confiada, de manera inmanente, la grandeza de Chile. HUMBERTO OVIEDO ARRIAGADA Coronel Director de la Escuela Militar 1
  • 2. Escuela Militar, nido de héroes de la Guerra del Pacífico El enorme desafío que representó para el pueblo chileno la Guerra del Pacífico, jamás ha tenido comparación en los recuerdos de nuestra historia nacional. En este sentido, todo el proceso de experiencias previas a este decisivo acontecimiento, tendría como único objetivo forjar el virtuoso carácter del pueblo y del Ejército chileno. Los tempestuosos tiempos revolucionarios, la inminente amenaza confederada y el profundo y sincero americanismo de 1866, pueden ser comprendidos como manifestación inequívoca de una voluntad propia, soberana y nacional, forjada en los campos de batalla, con el esfuerzo de generaciones de chilenos. No resulta arriesgado afirmar la conocida sentencia que, de manera categórica, entrelaza la historia de nuestro país con los triunfos y procesos históricos de su Ejército. Observando en retrospectiva y amparados en la complicidad que entrega el paso de los años, podemos asegurar hoy, más que nunca, que las proféticas palabras pronunciadas sabiamente por nuestro Padre de la Patria en 1817, resuenan fuertes e imperturbables en nuestras conciencias. Cuando, en 1817, el General Bernardo O`Higgins pronunciaba con una verdadera visión de estadista, que en la recientemente fundada Academia Militar estaba “basado el porvenir del Ejército y sobre este Ejército, la grandeza de Chile”, no podía estar menos equivocado. Si el conocido historiador don Mario Góngora no dudaba en atribuirle a la guerra un rol fundamental en nuestro proceso de formación de Estado – Nación, no debemos, por consiguiente, dejar de prestar vital atención a los expertos de tal profesión. La Academia Militar, fundada el 16 de marzo de 1817, se transformó, con el paso del tiempo, en una verdadera fuerza rectora de principios, valores e ideales comunes para sus hombres, como posteriormente lo representó para sus ciudadanos. La trayectoria de la Escuela Militar, durante el siglo XIX, se vio constantemente interrumpida en su funcionamiento, por una multiplicidad de factores, en la mayoría de las ocasiones, ajenos a ella. No olvidemos que durante un largo período, este establecimiento no fue dependiente del Ejército de Chile, sino directamente del gobierno, dejándola supeditada a los vaivenes económicos de la época. Pero esto no impidió que sus destacados cadetes estuviesen presentes en los principales conflictos armados que debió enfrentar el país durante las primeras décadas de su existencia. 2
  • 3. Durante sus primeros sesenta años, la Escuela Militar proporcionó al país sucesivas generaciones de jóvenes oficiales, que participaron activa y orgullosamente en la defensa de nuestra soberanía. Fueron las cien águilas protagonistas indiscutibles en Maipú y Yungay, prestaron vitales servicios en la defensa y fortificación de Chiloé y cumplieron, de forma ejemplar, su heredada labor de los viejos tercios españoles en la conocida línea de la frontera araucana. Aunque resulta algo complejo realizar una periodización de las diversas etapas de la Escuela Militar, tomando, para ello, como único parámetro, una selección cronológica, nos parece más apropiado realizar un análisis de su historia basado en los aportes y contribuciones hechos por sus diferentes directores. Nos interesan, de sobremanera, las obras emprendidas durante la era del Coronel Antonio De La Fuente Pérez de Arce y la dirección del Coronel Emilio Sotomayor Baeza, bajo cuyos períodos se formaron y modelaron el carácter y los conocimientos de un selecto grupo de cadetes, que sabrían responder dignamente, en el campo de batalla, a la instrucción recibida en años anteriores. Pero con anticipación a la consciente dirección de los mencionados directores, la Escuela Militar atravesó, durante el régimen del General José Santiago Aldunate Toro, Columna chilena marchando en la sierra peruana. 3
  • 4. por su recordada edad de oro, como se le conoce a su período de mando entre los año 1847 y 1861, conocida esta por haber sido forjada bajo su hábil orientación, esa generación de brillantes oficiales que tanto se distinguieron en el Ejército y en la Marina, que fueron los valientes líderes en la Guerra del Pacífico, en la cual, haciendo honor a su maestro, supieron llenar de gloria a la patria. Discípulos de Aldunate fueron los principales jefes del Ejército y de la Marina, que prestaron honroso servicio y abnegado heroísmo durante la Guerra del Pacífico. Recordados pupilos fueron el Comandante Yávar y el Capitán Thompson, que cayeron como bravos, uno a la cabeza de sus Granaderos en Chorrillos y el otro, como Comandante del Huáscar en la rada de Arica; el Almirante Riveros, Comandante en Jefe de la Escuadra en la Guerra del Pacífico; el General Maturana, ilustrado y valiente Jefe del Estado Mayor en la Campaña de Lima; el bravo General Lagos; los Generales Velásquez, Amunátegui, Canto, Holley, Cortés, Novoa, Alejandro y Eustaquio Gorostiaga; los Coroneles Urízar, Beauchemin, Castro, Muñoz Bezanilla, Wood, Seguel, Ekers, León y Fierro; el Almirante Simpson, los Capitanes de navío Lynch, López, Vidal y Sánchez y tantos otros que así, en el Ejército como en la Armada, han dado gloria a las armas de la patria. Si bajo esta dirección se formaron los principales jefes y mandos militares que condujeron a la victoria a las armas chilenas, coronando con laureles el esfuerzo y el estudio proporcionado por su alma mater, con la conducción de sus sucesores De La Fuente y Sotomayor se modeló la generación de cadetes que alcanzó la gloria en el campo de batalla, proporcionando a nuestro país el virtuosismo de su juventud y a la Escuela Militar, el más alto reconocimiento de su calidad, que reside invariable en su naturaleza educadora. Podemos enumerar a un conjunto de jóvenes cadetes que, durante estos años, recibieron los primeros esbozos de su educación militar y que, posteriormente, extendería la gloria y renombre de su institución. Nombres como Rudesindo Molina, Martín Frías, José Olano, José Ignacio Silva, Desiderio Iglesias, Clodomiro Varela, Carlos Severín, Tristán Chacón y Ricardo Santa Cruz, entre otros, que experimentaron sus primeras instrucciones en dicho establecimiento de educación militar. Cuando las sombrías noticias provenientes del desolado territorio septentrional notificaban la inminente amenaza que sobrecogía a todo ciudadano patriota, un selecto grupo de jóvenes oficiales hizo eco del llamado de la patria, dejando atrás a sus familias y amigos, abandonando sus sagrados deberes en sus regimientos o reparticiones, para cambiar de manera extrema los húmedos y exuberantes bosques de la Araucanía, por 4
  • 5. los inhóspitos y estériles parajes del desierto de Atacama y, posteriormente, por los áridos litorales de la costa y agrestes e impresionantes valles de la sierras peruanas. Subteniente Desiderio Iglesias Determinante para los objetivos chilenos resultaba ser el dominio del mar. Una vez conseguido este, logró el Ejército delinear su sendero imparable hasta Lima, la conocida ciudad de los virreyes, siendo Pisagua un laurel más en su corona de éxito y gloria, distinguiéndose en esta ocasión un joven cadete, que se integraba henchido de honor en el distinguido grupo de las más recordadas cien águilas. El Subteniente Desiderio Iglesias había realizado, en los primeros años de su juventud, algunos estudios básicos en la Academia Militar, debiendo alejarse de ella al momento de su disolución. Cuando la corriente de entusiasmo bélico que, en forma de avalancha, descendió sobre el país en los primeros meses de 1879, se convirtió en el momento oportuno para que el joven Iglesias obtuviera un puesto de aspirante a oficial en el 1º de Línea Buin y, hallándose en Antofagasta recibió, el 13 de agosto de 1879, con gran regocijo, su titulo de Subteniente. Le correspondió ser, a Iglesias, uno de los oficiales más jóvenes de su unidad, encontrando en esta la amistad y camaradería que sería recordada en años postreros. Este niño de buen carácter, regordete, alegre y buen camarada, se transformó, rápidamente, en el hombre que propagaría aún más la fama del recordado Buin. Para la realización de la Campaña de Tarapacá era fundamental escoger con previsión el lugar más adecuado para el desembarco de las tropas chilenas. Soberanos del mar, era necesario, ahora, ser señores de la tierra, transformándose, de esta manera, Pisagua en el primer escalón a la victoria. A las 8 de la mañana del 2 de noviembre de 1879, las fuerzas chilenas irrumpieron de manera sorpresiva en Pisagua, enfrentándose de forma valerosa a una guarnición de 1.400 soldados aliados, fuertemente atrincherados en la cima, dispuestos a vender caro cada palmo de su territorio. Un incesante fuego de artillería dio el saludo a las bravas armas chilenas, las cuales comenzaron el ascenso hacia la cima. Fue en este instante cuando una 5
  • 6. sorpresiva bala puso término a la temeraria vida del Subteniente Iglesias. Habiendo recibido el 1º de Línea Buin la orden de desembarcar como primera unidad en la playa de Pisagua, será el Subteniente Iglesias, al mando de su sección, el primero en cumplir esa orden, y cuando apenas había puesto un pie en tierra, una bala le atravesó la garganta, matándolo de manera instantánea. Correspondió, de esta manera, a aquel entusiasta niño el honor de ser el primer oficial muerto en la guerra, un particular oficial representante de la juventud chilena, aquella que con tanto atrevimiento y arrojo se precipitó al llamado de la patria. Desiderio Iglesias no tan solo se convirtió en el primer oficial en alcanzar la gloria en los desérticos parajes que constituía el teatro de operaciones del norte, sino que, además, se constituyó en el primer representante de la Escuela Militar en conseguir, durante la guerra, el primer laurel para esta Institución, lográndolo en uno de los enfrentamientos claves para el desarrollo posterior del conflicto. El Asalto y Toma de Pisagua, del 2 de noviembre de 1879, es considerado fundamental para los propósitos chilenos, puesto que en él radicaría el avance de las fuerzas terrestres. El éxito de esta empresa posicionó a las fuerzas chilenas un espacio Desembarco en Pisagua. 6
  • 7. como cuña entre el ejército aliado de Tarapacá y el de Tacna y abrió un importante acceso al territorio enemigo. Fue, en este momento, en que Iglesias señaló el sendero de honor y gloria a seguir por sus ex compañeros de escuela, los cuales harían gala de sus conocimientos y virtudes en el campo de batalla. Aunque fue el primero, no le correspondió ser el último en ostentar dicha distinción, sumándose tras de sí lo más notable de su generación, como de anteriores promociones. Capitán Pablo Urízar Urízar ingresó a la Escuela Militar en 1870, destacándose, durante su permanencia en dicho establecimiento, en los cursos de Historia de Chile, Ordenanza General del Ejército, Contabilidad, Documentación Militar y Artillería, en los cuales obtuvo notas con el grado de distinción. Tan gratos recuerdos guardó de su añorada escuela, que cuando debió defender sus estudios de arquitectura, presentó como examen de grado para recibir su título una composición en dibujo y por escrito de una Academia Militar en vasta escala. En 1871 egresó de dicho establecimiento, siendo ascendido a Alférez del Regimiento de Artillería, el 20 de julio de dicho año. Retirado del servicio en 1876, es llamado otra vez al servicio activo por las exigencias de la guerra que, de improviso, estalló en nuestro horizonte norte en febrero de 1879. Al tener conocimiento del avance de los aliados hacia el norte, el Coronel Sotomayor resolvió, inicialmente, presentar combate en las llanuras de Santa Catalina; pero más tarde cambió su resolución, debido a la disminución de sus fuerzas motivada por el envío de una columna hacia la quebrada de Tana. Eligió como posición defensiva las alturas del cerro de San Francisco, las que, por sus condiciones topográficas favorables a la defensa, podrían compensar su inferioridad numérica. Fue en aquel lugar en que supo Urízar poner en evidencia los prácticos conocimientos de su férrea educación militar, recibiendo como recompensa de su 7
  • 8. abnegado servicio, una traicionera bala que hábilmente propinaron las armas bolivianas. Herido de gravedad en su hombro derecho, el cual fue destrozado por el impacto, decide seguir mandando a sus hombres, pero es retirado del campo de batalla, para venir a morir con los suyos en el puerto de Valparaíso, un 29 de octubre del recordado año de 1879. Aquel oficial que se distinguió en Calama y que ahora es recordado como mártir de su unidad, cimentó el camino a seguir por sus compañeros, sentenciando en Antofagasta proféticas palabras, memorias de un pasado distante. Fiel a su deber, se le escuchó una vez comentar: “¡Volveré con el escudo o sobre el escudo!”, eterna lección para las futuras generaciones. A las 17 horas, el combate había terminado y los chilenos quedaron dueños del campo de batalla; pero por órdenes superiores no se inició de inmediato una persecución que habría significado el término de la campaña y habría evitado la desastrosa acción de Tarapacá. Pisagua había dado paso a Dolores, cerro en el cual encontró el Capitán Pablo Urízar la consagración de su brillante carrera. Capitán José Ignacio Silva Aunque la ruta de las fuerzas chilenas hacia Lima será recordada por sus brillantes y resonantes victorias, un episodio, en particular, enluta de manera especial nuestro recuerdo y nos sobrecoge de orgullo. En aquella inhóspita quebrada de Tarapacá, aún es posible recrear la heroica resistencia del Comandante Eleuterio Ramírez y sus hombres. Luego de la victoria en Dolores, una fuerza de exploración chilena, al mando del Teniente Coronel Vergara, marchó hacia la zona y descubrió al adversario en la quebrada de Tarapacá. Ante ello, solicitó refuerzos al General Escala, quien le envió una División integrada por las unidades que no habían tomado parte en Dolores. Estas fueron el Segundo de Línea, el Batallón Chacabuco y el de Artillería de Marina; al mando marchó el Coronel Luis Arteaga. Pensando que el enemigo estaba en retirada, la División – sin tomar providencias logísticas necesarias - partió con el agua, víveres y municiones que cada soldado pudo transportar. 8
  • 9. Su principal falla fue ignorar que el enemigo tenía fuerzas superiores y que, al dividir sus 23 mil combatientes en tres débiles columnas, aumentaba las posibilidades de un desastre. El resultado obtenido no fue alentador para ninguno de los dos bandos. Había costado numerosas bajas, especialmente para el Regimiento 2º de Línea, que perdió más del 50% de sus efectivos, a su Comandante Eleuterio Ramírez y al Segundo Comandante, el Teniente Coronel Bartolomé Vivar. Las tropas aliadas, que también habían tenido severas pérdidas, abandonaron el campo de batalla rumbo hacia Arica, dejando en manos chilenas la provincia de Tarapacá. Pero gracias a ello, hoy tenemos el privilegio y el orgullo de contar, al interior de nuestro panteón de héroes, con el inmortal Ramírez, quien fue secundado, en su recordada hazaña, por un selecto grupo de oficiales que supo pagar, con sus vidas, los votos ofrendados a la patria. Destacan, entre estos, por su valerosa conducta y admirable comportamiento, dos jóvenes oficiales de lo más distinguido que ha entregado la Escuela Militar. Supieron, estas águilas, imitar con decidida convicción lo realizado por sus predecesores. Recordados por su valerosa actuación en la esquiva quebrada de Tarapacá, destacan el Capitán del Regimiento 2º de Línea don José Ignacio Silva y su par, el Capitán del Regimiento Chacabuco don Martín Frías, ambos fieles al ejemplo entregado por Ramírez. Nacido en Santiago en 1852, Silva ingresó a la Escuela Militar en el año de 1869, gracias al apoyo de su padre, un apreciable comerciante y de su tío, un respetable miembro de la Corte de Apelaciones de Santiago. Poco tiempo alcanzó a estar en tal noble institución el inquieto José, puesto que a los pocos meses fue llamado al servicio activo en el Ejército, guardián, por aquel entonces, de la frontera araucana. Durante los cinco meses que permaneció Silva al interior de la Escuela Militar, se vio enfrentado a sobrepasar difíciles obstáculos, todos ellos planificados para proporcionarle una sólida y duradera formación militar, que tanto provecho traería en su vida profesional, la cual quedaría en evidencia en los áridos campos peruanos. Antes de egresar de este noble establecimiento, Silva debió rendir examen en Geometría y Dibujo de Paisaje, siendo aprobado en estos con nota distinguida. Pero esta no es tan solo la única asignatura que le correspondió afrontar, sino que 9
  • 10. además, aprobó con esfuerzo las asignaturas de Aritmética, Álgebra, Trigonometría Esférica, Gramática Castellana, Geografía descriptiva, Francés, Catecismo e Historia Sagrada, Historia Antigua (griega, romana y moderna), Artillería, Dibujo Lineal aplicado a la arquitectura, Táctica de Infantería y Caballería y Ordenanza General del Ejército, lo que describe el amplio abanico que cubría el plan de estudios de la Escuela Militar a mediados del siglo XIX, estructurado para proporcionar, a los cadetes, una extensa gama de conocimientos indispensables en su profesión. Como mencionábamos, Silva, antes de alcanzar la gloria en Tarapacá, forjó su carácter y probó su templanza en la rebelde región de Arauco, obteniendo amplio reconocimiento de parte de sus jefes, los cuales vieron en él un importante modelo a seguir para los demás soldados y oficiales que estaban a su mando. Combate de Pampa Germania. Luego del encuentro del Estero Meco, sus superiores supieron resaltar ante las autoridades el coraje y arrojo demostrado por Silva en dicha ocasión, el cual pasará a las gloriosas memorias de la historia militar, como el primer encuentro de armas del entonces joven Alférez. 10
  • 11. Si en la localidad de Reibu, Silva tuvo su bautizo de fuego, en Tarapacá alcanzó su consagración. Quiso el destino que nuestro inmortal soldado perteneciera, en distintos períodos, a diferentes unidades, cada una de ellas presentes en los más decisivos momentos de nuestra historia. Aunque era Silva un experimentado hombre de caballería, le correspondió trasladarse, en 1876, al glorioso Regimiento 1º de Línea Buin, en la condición de Capitán de dicho cuerpo. Más tarde, por disposición y necesidad del servicio, pasó a incorporarse, ya en el teatro de operaciones, al Regimiento 2° de Línea, conservando su anterior graduación. Desempeñó el Capitán Silva, durante la primera campaña, todos los servicios y actividades que, con fatigas, le cupieron al 2º de Línea entre Calama, Pisagua y Tarapacá. En aquella desamparada aldea estuvo a punto de morir a causa de una fiebre generada por el cansancio, las penurias y el clima. Aunque el cansancio y la fiebre hacían estragos con su cuerpo, esto no aminoraba su espíritu, aquel que lo hizo levantarse de su convalecencia y presentarse en el campo de batalla el fatídico y memorable 27 de noviembre de 1879. Destrozada su compañía en el fondo de la garganta peruana, el Capitán Silva cogió del suelo un rifle, último préstamo de sus soldados y, peleando hombro con hombro con estos, cayó en campo abierto, protegiendo la retirada del sacrificado regimiento y la vida de su comandante. No fue el Capitán José Ignacio Silva la única águila en inmolarse en la recordada quebrada de Tarapacá, siguiendo el heroico ejemplo del Comandante Ramírez. Junto con él, también halló idéntico destino el Capitán del Chacabuco, Martín Frías. Capitán Martín Frías Oriundo de la ciudad de Santiago, ingresó a tierna edad a la Academia Militar, transformándose esta en su principal escuela de vida. Fue cadete efectivo en dicho establecimiento desde el 13 de enero de 1863, permaneciendo en este por más de dos años. En 1865, egresado de la Escuela Militar, fue incorporado al 3° de Línea en calidad de Subteniente. En sus trece años de servicio, desarrolló una distinguida carrera como miembro de este batallón. Trágico destino fue el que le arrebató la vida con solo treinta años, cumpliendo su deber en el campo del honor. Breve existencia para quien supo dar a Chile inmenso honor. 11
  • 12. Comandante Ricardo Santa Cruz La victoria en el Campo de la Alianza o Batalla de Tacna se transformó, para nuestras fuerzas, en un gran paso para el cumplimiento del plan previamente trazado, pero dicho triunfo no estuvo exento de un alto costo de vidas. Las fuerzas aliadas prestaron férrea resistencia en su defensa, elevando honrosos laureles para sus instituciones. La Batalla de Tacna se desarrolló en el contexto de la Campaña de Tacna y Arica durante la Guerra del Pacífico. En febrero de 1880, catorce mil hombres del Ejército chileno se habían embarcado en Pisagua, en una flota de 15 transportes, escoltados por las naves de guerra Cochrane y Magallanes. El convoy incluía lanchas portatorpedos, balsas y lanchas planas capaces de llevar más de 100 hombres, especialmente construidas para facilitar el desembarco. La principal consecuencia de la victoria de Tacna fue el fin de la alianza peruano- boliviana. Numerosos factores incidieron en la decisión de Bolivia de retirarse de la guerra. Entre estos se cuentan la pérdida de los ingresos que generaban las aduanas de Arica, Mollendo y Cobija, ocupadas por Chile, los problemas políticos internos y la escasez de armas, municiones y espíritu guerrero, en un país agobiado por el conflicto. En el sagrado suelo de Tacna sucumbió, por el deber contraído hacia la patria en su juventud, una serie de oficiales formados, años atrás, en las aulas de la Escuela Militar. Nos referimos, especialmente, al Comandante del Regimiento Zapadores, Ricardo Santa Cruz; al Capitán de Zapadores, Rudesindo Molina; al Teniente del Regimiento Coquimbo, Clodomiro Varela y al Subteniente del Regimiento Santiago, Carlos Severín. Descendiente de una de las más antiguas familias de Santiago, el Comandante Ricardo Santa Cruz nació el 6 de julio de 1847, en Cartagena, ubicada, por aquel entonces, en el Departamento de Melipilla. A la edad de trece años y cuando dirigía la Academia Militar con las leyes de Esparta en la mano el rígido y consciente General Aldunate, Ricardo Santa Cruz fue colocado en aquel establecimiento por su celosa madre, el 24 de febrero de 1861. Más de tres años permaneció el Cadete Santa Cruz al interior de la Institución, en la cual, al igual que otros de sus compañeros, recibiría los primeros esbozos de su futura brillante carrera militar. Quiso el destino que el joven Cadete Santa Cruz regresase a sus aulas en 1874, para servir en ellas en la calidad de ayudante, como retribución justa por los conocimientos adquiridos en su formación. 12
  • 13. Realizó, si no con brillo, con solidez, sus estudios profesionales, pues esta era la tendencia más marcada de su personalidad. A la edad de 17 años cambió sus libros por la espada, incorporándose como Subteniente en el Batallón 2° de Línea, en el año de 1865. Participó, de manera entusiasta y distinguida, en defensa de su patria cuando esta se vio amenazada por las incursiones españolas. No titubeó en adentrarse en los húmedos territorios araucanos, para llevar a estos la fuerte convicción del gobierno por incorporarlos soberanamente. Esto le valió el importante reconocimiento por parte de sus superiores, que vieron en su persona a uno de los jefes idóneos para el Regimiento de Zapadores, organizado por el ministro Prats en 1877, con el objetivo de ir desmontando, poco a poco, la Araucanía y sus selvas. Ricardo Santa Cruz fue nombrado, a la edad de 29 años, segundo jefe de ese cuerpo y, desde ese día hasta la Batalla de Tacna, fue su comandante. Cupo a Santa Cruz el honor de ser el primer jefe que pusiera pie en tierra peruana, saludado por un diluvio de balas que respetó su alta talla. Le correspondió también, si no la fortuna, la honra de romper, con sus zapadores, el fuego en Tarapacá, manteniéndose solo con la mitad de su batallón, que iba a la descubierta, durante una larga hora contra todo un ejército. Ricardo Santa Cruz alentaba a los suyos, corriendo a caballo de un extremo a otro de las filas, y sus propios soldados se maravillaban cómo escapaba ileso. En todas ellas sobrevivió y dio elevados ejemplos de arrojo y valentía. Pero su impresionante carrera solo vino a detenerse en los áridos campos de Tacna. Puesto a la cabeza de su regimiento desplegado en orden disperso, a la extrema derecha de los aliados, una bala de rifle, anticipándose casi al combate de fila a fila, vino a penetrarle el bajo vientre, atravesándole en todos sus pliegues una manta, que a modo de antiguo “huaso” chileno, llevaba atada a la cintura. Sin descender del caballo, fue conducido el desdichado joven por el cirujano de su cuerpo a retaguardia, donde recibió la primera curación. Al día siguiente, lleno de serenidad, de satisfacción y casi de orgullo por haber cumplido su deber, expiró en los brazos de su inseparable amigo Domingo Toro Herrera, a quien confió sus últimos votos y sus últimas ternuras de esposo y de padre. Por esto, el nombre glorioso de Ricardo Santa Cruz habrá de figurar con brillo, después de la prueba del fuego, en la larga lista de los que cumplieron con el juramento de sus grandes almas, siendo los primeros en la pelea y los primeros en el sacrificio. 13
  • 14. Batalla de Huamachuco. Capitán Rafael Rudesindo Molina Como habíamos mencionado, Santa Cruz no fue la única vida que cobró la victoria sobre la Alianza. El Capitán don Rafael Rudesindo Molina, muerto instantáneamente por un balazo recibido en la frente al acometer, a la cabeza de su compañía, el fuerte boliviano que cerraba la extrema derecha de la línea enemiga en el Campo de la Alianza, había nacido en la aldea de Maipo el 1 de noviembre de 1853 y fue hijo de don Diego Molina y de doña Rita Molina, ambos fundadores del lugar. Educado en la Academia Militar desde 1869, primero como pensionista y después, en virtud de su mérito y brillantes exámenes, de cadete agraciado, entró al Ejército en calidad de Subteniente del 7º de Línea el 20 de julio de 1870, y sirvió durante diez años en las fronteras. Fue allí gobernador de Purén y fundador de Traiguén, a cuyo sitio le había seguido su joven esposa, doña Borja Reinoso, con quien contrajo matrimonio en Santiago en 1873. Ascendió a Capitán en la víspera de la Batalla de Tacna, el 10 de abril de 1880, terminando en aquel encuentro campal su lucida carrera, cayendo al lado de su jefe, habiendo alcanzado a la edad de veinte y siete años un honroso puesto y un nombre sin tacha. 14
  • 15. Teniente Clodomiro Varela También sucumbió, en el campo del honor en la Batalla de Tacna, el Teniente Clodomiro Varela, del Regimiento Coquimbo, joven audaz y temerario que fue fiel representante de los bravos hombres de su, entonces, provincia. Vio la luz, este osado Teniente, en las cercanías de Elqui, en el año de 1858. Era un joven serio y casi melancólico. Su padre, don Marcos Varela, le había enviado en 1864 al liceo serenense y su madre, la señora Arismenia Rojas le obtuvo, algo más tarde, un puesto en la Academia Militar en Santiago. Continuó, así, el joven coquimbano durante tres años en aquel establecimiento, hasta que este fue disuelto en 1876. Cuando el redoblar de tambores anunciaba los lejanos ecos de tiempos de guerra, se alistó presto en el Batallón Coquimbo, con el mismo grado de Subteniente que tenía en la Guardia Nacional de La Serena. En esa condición peleó en San Francisco y su conducta lo hizo digno de un ascenso. Llegada la hora de la prueba, el Teniente Varela se mostró merecedor de aquella confianza de sus superiores, pero la fortuna le fue infiel y no correspondió, en tal ocasión, a su generosa entrega. Enfermo de tercianas, abandonó su lecho en la víspera de la batalla y entró al combate, acompañando al valeroso Coronel Gorostiaga en calidad de ayudante, junto con el bizarro Capitán serenense, don Federico Cavada. Marchaba aquel grupo a la cabeza del batallón que iba a decidir la batalla cuando, a medio camino, el nutrido plomo de las alturas que descendía a raudales, derribó sus caballos. Continuaron desmontados los tres dignos coquimbanos y apenas habían avanzado unos pocos pasos, los tres volvieron a ser heridos y el Teniente Varela cayó sólo para elevarse entre los heroicos hombres del Ejército de Chile. Subteniente Carlos Severín Por último, la Batalla de Tacna que abriría decisivamente el sendero hacia Lima, exigió nuevamente un tributo de joven sangre chilena, esta vez oriunda de su principal puerto. El Subteniente del Regimiento Santiago, don Carlos Severín, nació en Valparaíso el 2 de junio de 1860. Con 15
  • 16. sus jóvenes trece años, lo encontramos estudiando en la Escuela Militar, recibiendo aquellos esenciales conocimientos que le serían de gran utilidad en su desempeño en el campo de batalla. Al igual que sus compañeros de armas, sería el Campo de la Alianza su lecho final. Una azarosa bala le atravesó la frente en plena contienda al joven oficial de dieciocho años, lo cual puso inmediatamente fin a su vida, pero hizo nacer eterna su leyenda. Capitán Tristán Chacón Luego de la victoria en Tacna, la fortaleza de Arica se presentaba inaccesible, pero no por eso inalcanzable. El mando chileno tomó la decisión de capturar la plaza fortificada de Arica, con la finalidad de asegurar la línea de abastecimiento para la Campaña de Lima y para no dejar a sus espaldas una posición tan riesgosa, una vez que se iniciara el avance. A su turno, el Coronel Francisco Bolognesi, Comandante de la Plaza de Arica, consideró que la retirada de las fuerzas aliadas del Campo de la Alianza obedecía a la intención del mando peruano de ocupar una posición más fuerte, para librar allí la batalla decisiva, por lo que resolvió defender la posición hasta el último cartucho. Correspondió al Ejército vivir una jornada victoriosa más, incorporando un nuevo personaje en su ya vasta galería de héroes. Nos referimos al Capitán del Regimiento 3° de Línea don Tristán Chacón, quien era hijo pródigo de Talagante, al igual que muchos otros bravos compañeros de armas. A la edad de siete años, jugaba alegremente a los soldados en la calle ancha de su pueblo y como era ágil y regordete, su buen padre lo denominó con orgullo con el glorioso nombre que electrizaba al travieso chico. Le llamaban en su casa “el General Bulnes”, entonces en el apogeo de su renombre. Nacido el 17 de agosto de 1850, obtuvo, con tan solo dieciséis años, una beca efectiva en la Academia Militar, y después de cuatro años de bien aprovechados estudios, alcanzó el grado de Subteniente en el ejército de línea. Tuvo esto lugar el 12 de enero de 1870. El Alférez Chacón fue destinado al 3° de Línea y desde que pisó los umbrales de su cuartel en las fronteras, no abandonó un solo instante la bandera de su cuerpo. Todo lo contrario. No la abandonó, como más adelante lo veremos, ni aun para morir. Aunque la fortuna le sonreía en cada expedición y encuentro que enfrentaba, quiso el destino pronunciarse de manera contraria. Le correspondió el puesto de la 16
  • 17. Asalto y toma del Morro de Arica. vanguardia en Arica y al mando de los valientes Comandantes Gutiérrez y Castro, marchó el Capitán Chacón con su compañía desplegada en guerrillas al asalto del Fuerte Ciudadela, llave del Morro y de la plaza y he aquí cómo uno de sus compañeros de armas, que le vio caer y morir en el momento del asalto, cuenta su prematuro fin: “Llegaba con su compañía al pie de las trincheras, i sus últimas palabras, antes de ser herido, fueron éstas:- “¡A la carga, niños!” En estos momentos recibió un balazo”. De todas suertes, el Capitán Chacón sucumbía al dar el grito de victoria en una de las acciones de guerra más memorables que tenga recuerdo la historia militar de la América española. La historia registra actos de valor y heroísmo entre atacantes y defensores, pero el hecho es que tras 55 minutos de encarnizado combate cuerpo a cuerpo, en el que descollaron el corvo y la bayoneta, la bandera chilena flameaba en el tope del Morro. La ruta hacia Lima quedaba despejada. 17
  • 18. Mayor José Olano Cuando el año de 1880 llegaba a su fin y las puertas de la ciudad de los virreyes se veía cada vez más próxima, aconteció un importante encuentro bélico, el 27 de diciembre, entre las fuerzas chilenas y peruanas, conocido principalmente como Combate de El Manzano. Le correspondió resaltar y alcanzar el máximo reconocimiento patrio al Mayor del Regimiento Curicó, don José Olano. Olano no tan solo es recordado por su valentía y osadía, sino que, además, por ser el vivo retrato de un joven riguroso, trabajador y sensato. Este niño que se transformó en hombre, a causa del los vaivenes azarosos del destino y por la fuerza de la necesidad, quedó huérfano a temprana edad, siendo el único responsable de su pequeño hermano, tras la sucesiva muerte de su madre y de dos de sus hermanos mayores. Hubiera parecido que este niño había venido al mundo sólo para correr aventuras. Mientras estuvo con su padre, vivió en México y en San Francisco, lugar este último en el cual quedó abandonado a su merced. Luego de este acontecimiento, no dudó en trabajar rápidamente como lavador de platos durante cinco años, asegurándose, de este modo, el alimento y el sustento para su pequeño hermano. Pero esto no aminoró su espíritu, sino al contrario, lo templó en el calor de la fragua de su inocencia. Postergando aquellos intereses típicos de la niñez, dejó los juegos y diversiones por una vida de trabajo y cuidados a su hermano menor. En San Francisco consiguió trabajo en un buque con destino a la ciudad de Valparaíso, aprovechando el masivo tráfico existente entre estos dos puertos, en plena fiebre del oro californiano. Durante semanas, compartió sin quejas su escuálida ración con su hermano, debiendo turnarse los escasos momentos de sueño, antes de tener que volver a trabajar. En Chile, encontró el cuidado y protección de un lejano tío, pero no pasaría mucho tiempo antes de que el andariego y aventurero niño – hombre decidiera construir su propio camino. Y así fue como joven se presentó, sin mayores antecedentes y credenciales que su propia experiencia, ante la primera autoridad de la nación, el mismísimo Presidente de la República don Manuel Montt quien, sorprendido ante tal personalidad, decidió conceder la solicitud expresada por Olano, consistente en una beca para poder incorporarse como cadete efectivo al interior de la Escuela Militar. 18
  • 19. Ingresó a la Academia el 17 de mayo de 1859, y cuatro años más tarde, después de exitosos estudios, Olano egresó con el grado de Alférez, siendo destinado, no obstante su endeble físico, al codiciado Regimiento de Cazadores a Caballo. Pero su inquieto espíritu no tan solo se conformó con aquellos conocimientos, sino que además agregó a su haber, estudios completos de medicina, ingeniería y educación. En el Combate de El Manzano, una bala lo derribó herido de muerte en la primera descarga disparada en el bosque y en la oscuridad, por el sorprendido enemigo. Su fin dejó, como legado, una vida dedicada al servicio, sacrifico y honor. Batalla de Chorrillos. Comandante Tomás Yávar Aunque el sendero a Lima ya estaba señalado por las célebres victorias mencionadas, se enfrenta a un último desafío. Aquel 13 de enero de 1881, se llevó a cabo la primera de dos decisivas batallas para las fuerzas chilenas, las que abrirían las puertas de la ansiada capital. Los defensores presentaron lo más ilustre e inocente de su juventud, mientras que los expedicionarios exhibieron lo más veterano y experimentado de sus fuerzas. En su árido suelo, se inmortalizaron altivos nombres, ejemplares de una prolongada tradición de excelencia y valor. Alcanzaron el máximo reconocimiento nacional y la gratitud perpetua de todo un pueblo. 19
  • 20. La Batalla de Chorrillos fue una de las más sangrientas de la guerra. El ejército peruano, que combatió valerosamente, tuvo cerca de un 60% de bajas. De los 20.000 hombres que lo constituían, solo 8.000 se replegaron hacia la línea defensiva de Miraflores. Los chilenos perdieron unos 3.300 hombres entre muertos y heridos, siendo la I División la que más sufrió en su ataque al morro Solar. Destacó en estas acciones el recordado Tomás Yávar, quien ingresó a la Academia Militar en 1847, egresando de ella el año 1851, quedando bajo las órdenes de su hermano José Tomás. Dada su vocación y preferencia, fue asignado y encuadrado en el glorioso Regimiento de Granaderos a Caballo. Recibió su bautismo de fuego en la acción de Illapel y, en 1878, fue nombrado comandante del regimiento. Durante la guerra le correspondió realizar la fatigosa y extenuante marcha por tierra, desde Pisco a Lurín, antesala de Lima. Cuando Lagos ordenó cargar a los cuerpos de caballería de Granaderos y Carabineros, el Ejército entero se detuvo largo rato, como delante de un brillante torbellino y al dar la vuelta los ensangrentados y polvorosos jinetes, se alcanzó oír un inmenso rumor en todas las columnas de infantería, que arma al brazo aguardaban el éxito de aquella terrible arremetida. Cargando a la altura del tercer escuadrón, es decir, más adelante del puesto del deber, una bala peruana había llegado de frente sobre el pecho del Comandante Yávar, y atravesándole la mano izquierda que sostenía la brida, fue a detenerse en sus entrañas, causándole la muerte. El Comandante Yávar había fallecido digno de los antiguos Granaderos de San Martín y digno del Ejército en que su memoria ha sido siempre honra y victoria Teniente Coronel Baldomero Dublé Almeida Junto con Yávar, cayó abatido uno de los más bravos, prolijos y capaces oficiales que el Ejército chileno ofrendó al país. Nos referimos al Teniente Coronel de Ingenieros Baldomero Dublé Almeida. Nacido en el puerto de Valparaíso en 1843, fue descendiente de una familia militar, siendo hermano menor del bravo Comandante del Atacama, don Diego Dublé Almeida. Sus primeras instrucciones las recibió en el colegio alemán de Scheel, establecimiento que albergó en sus aulas a otros insignes hermanos que hondo reconocimiento les brindaría 20
  • 21. la patria. Entre ellos podemos mencionar a los hermanos Juan José e Ignacio Latorre, junto a Carlos y Ernesto Condell y, por último, Luis y Altamira Castillos. Incorporado a la Escuela Militar el 25 de abril de 1857, cuando tenía apenas catorce años, logró sobresalir en los estudios matemáticos y, especialmente, en álgebra, topografía y fortificación, en cuyos exámenes obtuvo votos unánimes de distinción. Sin atención a su corta edad, fue nombrado “Brigadier” en la Academia Militar, es decir, superior de sus condiscípulos en cuanto al régimen interno del establecimiento. Por la misma causa y siendo todavía alumno, fue elegido profesor y ayudante militar de la Academia. Obtuvo, en esta, la mayor parte de los premios, sobresaliendo siempre en los ramos de matemáticas y de dibujo. El Comandante Dublé fue uno de nuestros más elegantes paisajistas y el mejor delineador de fortalezas que existió, tal vez, en el ejército de la época. Luego de una brillante carrera militar, que lo llevó a desempeñar diversos y altísimos cargos tanto en Chile como en Europa, Dublé Almeida fue nombrado Jefe de Estado Mayor de la Cuarta División. Luego de la toma del morro Solar, los dos hermanos, Baldomero y Diego, se dirigieron rumbo a Chorrillos, lugar en el que a poco andar, se encontraron con el comandante de la división de la cual Baldomero Dublé era Jefe de Estado Mayor. Don Emilio Sotomayor se hallaba allí, a caballo, acompañado de varios jefes y oficiales. La resistencia del poblado se tornaba cada vez más persistente y tenaz. Al ser capturado un oficial peruano, este se apresuró a observar que esa fuerza se entregaría si alguien iba a intimidarles la rendición. Resoluto, Baldomero Dublé se ofrece para el caso y tomando la venía del General Sotomayor, se dirigió al interior de la población acompañado del ayudante Rojas y su asistente, los tres a caballo y el oficial peruano, a pie. El fuego dentro de la ciudad era muy sostenido, tanto de parte de los defensores que estaban en el interior de las casas, como de los soldados chilenos. Al llegar a una esquina junto a la cual había un numeroso grupo de soldados chilenos, estos previnieron a Dublé que no continuase, porque desde una casa de alto, que le mostraron, asesinaban 21
  • 22. a todo aquel que osaba pasar. Continuó su marcha y al llegar a las inmediaciones del lugar que le habían indicado como peligroso, el enemigo desde el interior de los altos hizo una mortífera descarga, cayendo muerto el oficial peruano que los guiaba y Dublé, herido de gravedad en su pierna derecha. Protegido y rescatado por nuestros soldados, el temerario Comandante debió realizar el extenuante trayecto de Chorrillos a Valparaíso, para por fin, encontrar a mediados de febrero de 1881, eterno reposo en la ciudad de Santiago. Aunque la herida fatal hizo estragos en su cuerpo durante semanas, esto no aminoró su espíritu, el mismo que lo llevó a sobreponerse en su frágil y enfermiza infancia, doblegando la fatiga física y convirtiéndose en uno de los más capaces, eficientes y valerosos oficiales que el Ejército y la Escuela Militar han entregado al país. El porvenir del Ejército, la grandeza de Chile. Describir o resumir en tan pocas palabras la vida de quienes ofrendaron, sin remordimiento, su existencia en la defensa e ideales de su país, resulta una labor permanentemente inconclusa. Parafraseando a un distinguido Primer Ministro inglés, nunca en la historia de Chile tantas personas le debieron tanto a tan pocos, puesto que en aquella hora decisiva, las tres naciones presentaron lo más gallardo y virtuoso de su juventud, mezclada esta con la sabia experiencia de sus connotados veteranos. Pero el porvenir del Ejército y, por consiguiente, la grandeza de todo Chile, estaba reservado a un selecto puñado de jóvenes estudiantes que se integraron a la Escuela Militar, la que con el paso del tiempo les entregaría valiosos conocimientos que resultarían vitales en su futuro como importantes jefes de los más distinguidos cuerpos y unidades militares del país. Una rápida mirada nos permite comprender cuáles fueron las principales cualidades que compartieron quienes formaron parte de este grupo de admirables oficiales. En su mayoría, todos debieron afrontar, de manera decidida, el penoso tránsito de niño a hombre, transcurriendo esto último al interior de las formadoras aulas de la Escuela Militar. Con tan solo doce o trece años, eran educados en el estricto arte de mandar y dirigir a hombres que depositarían su confianza y su vida en sus decisiones. Lo anterior trae ante nuestra memoria, que todos ellos, más que ser jefes u oficiales, eran verdaderos líderes, los cuales comandaban con férrea disciplina, pero 22
  • 23. con bondadoso trato, a los depositadores de sus esperanzas. El liderazgo ejercido más allá del cumplimiento del deber los hizo sucumbir en las primeras líneas del frente enemigo, siempre alentando a los suyos y entregando el primer ejemplo, el cual era imitado fervorosamente por los que los veían caer llenos de orgullo y satisfacción por el deber cumplido. Con el objetivo de ir siempre adelante, estos jóvenes oficiales son el selecto ejemplo del heroísmo y valor que se ha anidado por años en las aulas de la Escuela Militar. Durante generaciones, esta institución se ha constituido en la verdadera maestra de quienes comandarían a miles de hombres, guiándolos hacia la victoria. La Guerra del Pacífico puso a prueba los cimientos mismos de nuestra cohesión nacional, examen del cual salimos airosos, no sin antes pagar una altísima cuota de vidas jóvenes, lo mejor que posee un país para construir su futuro. Por último, aunque la Escuela Militar no creaba ni forjaba héroes, sí los educó y los guió para el cumplimiento de su glorioso destino. Todo lo vivido anteriormente por nuestros jóvenes oficiales, los preparó para aquel momento. Las acertadas decisiones que asumieron en momentos extremos, fueron el resultado de los conocimientos y experiencias adquiridas durante su niñez, adolescencia y juventud, las mismas que hoy nos hace, con orgullo, llamarlos héroes. Este “nido de héroes” tan solo delineó y perfeccionó la grandeza que ya poseían, obteniendo lo mejor de sí mismos. No les construyó las alas, sino les enseñó a volar y a seguir un sendero de honor, gloria y valor, pilares fundamentales en los cuales están cimentados el porvenir de este Ejército y la grandeza de Chile. 23