4. MIGUEL DE SANTIAGO
EDGAR WLADIMIR POMAQUERO TUABANDA
1 DE BACHILLERATO 1E1
29 DE DICIEMBRE DEL 2020
5 MITOS O LEYENDAS MAS CONOCIDAS DEL
ECUADOR
5. Cantuña
Cuenta una leyenda que Cantuña un indígena constructor famoso y descendiente
directo del gran guerrero Rumiñahui.
Los padres franciscanos le encargan la gran tarea construir un atrio para una
iglesia en Quito conocida como iglesia de San Francisco, la paga era
considerable, pero tenía que cumplir en plazo de seis meses, caso contrario no le
pagarían nada.
Cantuña al ver que el plazo llegaba a su fin, y la obra no estaba concluida porque
el trabajo no era nada fácil le invadió su desesperación, y su sufrimiento llegó a
oídos del Diablo.
El demonio se presentó ofreciendo realizar un pacto con las siguientes
condiciones Cantuña le entregaría su alma como pago. Cantuña aceptó, y miles
de pequeños diablillos empezaron a trabajar en cuanto la obscuridad cayó en la
ciudad.
De pronto Cantuña se dió cuenta de la rapidez con que trabajaban y que su alma
estaría destinada a sufrir castigos por toda la eternidad, así que decidió engañar al
demonio.
Cantuña tomó la última piedra de la construcción y la escondió, cuando el Diablo
creyó que había terminado la obra en el plazo establecido se acercó a Cantuña
para tomar su alma pero Cantuña le dijo ¡El trato ha sido incumplido.
Lucifer, asombrado, vio como un simple mortal lo había engañado. Así, Cantuña
salvó su alma y el diablo, sintiéndose burlado, se refugió en los infiernos sin
llevarse su paga.
6. Leyenda el gallo de la catedral
Don Ramón Ayala y Sandoval era un sujeto que tenía mucho dinero
y que además le encantaba la vida nocturna.
Entre sus aficiones preferidas destacaba el tocar la guitarra y desde
luego el beber acompañado de sus amigos. Se decía que su corazón
le pertenecía a Mariana, una joven que vivía en las cercanías de su
hacienda.
La rutina diaria de don Ramón no cambiaba en absoluto. Se
levantaba a las 6:00 de la mañana y después se disponía a
desayunar. El almuerzo consistía en un bistec asado acompañado de
papas y huevos fritos. Todo eso acompañado de una taza de
humeante y espumoso chocolate.
Luego de saciar su apetito, se dirigía a la biblioteca, en donde
disfrutaba leyendo un rato. Posteriormente, regresaba a su habitación
para tomar una “merecida” siesta.
Después se levantaba de la cama para bañarse, pues debía estar listo
para salir por la tarde. Don Ramón paseaba por las calles, hasta llegar
al local de vino de Mariana (a quien apodaban la Chola).
Ya con unas copas encima,– ¡Qué gallito! ¡Qué disparate de gallo!
Luego, don Ramón caminaba por la bajada de Santa Catalina. Entraba
en la tienda de la señora Mariana a tomar unas mistelas.
Allí se quedaba hasta la noche. Al regresar a su casa, don Ramón ya
estaba coloradito.
Entonces, frente a la iglesia de la Catedral, gritaba:
– ¡Para mí no hay gallos que valgan! ¡Ni el gallo de la Catedral!
Don Ramón se creía el mejor gallo del mundo! Una vez al pasar,
volvió a desafiar al gallo:
– ¡Qué tontería de gallo! ¡No hago caso ni al gallo de la Catedral!
En ese momento, don Ramón sintió que una espuela enorme le
rasgaba las piernas. Cayó herido.
El gallo lo sujetaba y no le permitía moverse. Una voz le dijo:
– ¡Prométeme que no volverás a tomar mistelas!
– ¡Ni siquiera tomaré agua!
– ¡Prométeme que nunca jamás volverás a insultarme!
7. – ¡Ni siquiera te nombraré!
– ¡Levántate, hombre! ¡Pobre de ti si no cumples tu palabra de
honor!
– Gracias por tu perdón gallito.
Entonces el gallito regresó a su puesto.
¿Cómo pudo bajar de la torre si ese gallo es de fierro?
Ya pueden imaginarse lo que sucedió: los amigos de don Ramón le
jugaron una broma, para quitarle el vicio de las mistelas. El hacendado
una noche se topó con un gallo de pelea, al que retó a un duelo.
8. La doncella de Pumapungo
Pumapungo, localizado en Cuenca, era el destino de descanso
preferido por los emperadores incas. Este lugar estaba
impresionantemente decorado y hoy en día es posible visitar sus
ruinas. El lugar contaba con una fuente sagrada que era usada
exclusivamente por el emperador.
También se encontraba atendido por unas doncellas conocidas como
las Vírgenes del Sol. Estas mujeres eran criadas desde pequeñas en
distintas artes y habilidades que usaban para entretener a los
emperadores.
Nina era una de las Vírgenes del Sol residentes en Pumapungo y
aunque estaba prohibido, se enamoró de uno de los sacerdotes del
templo. Este par solía reunirse en las noches de luna llena en los
jardines del lugar.
Cuando el Emperador se enteró de este hecho mandó a matar al
sacerdote, pero prohibió que se informara a Nina de esto.
La doncella al ver que su amante no acudía a sus encuentro
finalmente murió de pena moral. Se dice que hoy en día
en las mismas noches de luna llena se puede oír su
lamento entre las ruinas del lugar.
9. El Guagua Auca
Se dice que el Guagua Auca es un demonio creado por el
alma de un niño que nació y murió sin llegar a ser bautizado.
Éste aterra a borrachines en los caminos a altas horas de la
noche. Se manifiesta con un chillido incesante que desespera
a cualquiera.
Los incautos sin saberlo buscan el origen del chillido hasta
que encuentran lo que parece ser un niño envuelto en una
manta. Más tarde las personas descubren como la fisionomía
del supuesto niño cambia y se dan cuenta de que en realidad
estaban cargando a un demonio.
Cuentan que muchos han sido encontrados muertos y con
espuma en la boca como resultado del encuentro con el
Guagua Auca.
10. La veleta de la catedral de Quito
Durante la etapa colonial de Quito vivía en la ciudad un poderoso
caballero lleno de riquezas, pero también de orgullo y prepotencia. No
dudaba en insultar o despreciar a todo aquel que se cruzase por su
camino, ya que se sentía el hombre más importante del mundo.
Tanto era su desprecio por todo, que un día volviendo borracho a su
casa se detuvo frente a la majestuosa veleta en forma de gallo de la
catedral de Quito. La observó y de sus palabras solo salieron
barbaridades como “¡ese gallo es patético!”, “¡Menuda broma de
gallo!” o “Es más bien un gallito en vez de gallo”.
Para sorpresa del caballero, el gallo tomó vida y se descolgó de la
veleta, atacándole ferozmente. Le hizo heridas por todas partes y
luego volvió a su posición original.
A la mañana siguiente, el hombre despertó con todas las marcas de
picotazos y sangre por el cuerpo. No supo si fue verdad o producto de
su imaginación por los efectos del alcohol, pero desde entonces no
volvió a pasar por delante de la catedral ni abrió el pico para humillar a
nadie más.