3. Dicen, los supersticiosos, que romper un espejo es augurio de mala
suerte, siete años de mala suerte. También se cuenta que cruzar por debajo
de una escalera es de mala fortuna y, qué decir de un gato negro. Todos
saben que los gatos negros son íconos de la maldad y la superstición.
Cuenta una vieja leyenda que cercano a la costa del Caribe, un barco
naufragó. En el barco viajaba un distinguido y muy rico caballero que se
habría ahogado de no ser por uno de los pescadores locales que se arrojó al
mar y le salvó.
- ¡Gracias muchas gracias!- exclamó el caballero casi sin aliento. –
Pídame lo que quiera y con gusto se lo daré.- Añadió luego de
reponerse.
- No tiene que darme nada, cualquiera habría hecho lo mismo.- Dijo el
pescador mientras observaba un gato de pelo negro que ronroneaba
mientras rozaba, dando vueltas, el fino pantalón del caballero.
- ¡Veo que le ha llamado la atención mi gato!- expresó el caballero – un
hermoso ejemplar sin dudas, puede llevarlo con usted si lo desea.-
agregó.
- No podría llevarlo aunque quisiera. Mi esposa es muy supersticiosa y
nunca permitirá uno en la casa.- Dijo el pescador algo confundido
pues no sabía de dónde había salido aquel negro felino.
- Pero, no es un gato común este que tengo. Verá usted, no siempre fui
un elegante y distinguido caballero; hubo un tiempo, aunque sea difícil
de creer, que no poseía absolutamente nada. Mendigaba por las calles,
vivía de las limosnas que me daban algunos de los transeúntes que
pasaban por el lugar y dormía sobre un banco. Mi desdicha parecía ser
4. siempre la misma hasta que un día ocurrió algo que cambió mi
fortuna…- y así, teniendo la completa atención del pescador, el
caballero relató su historia y como había logrado hacer su riqueza.
- …no poseía nada, pero aquel pobre señor, a quien los ladrones habían
dejado allí tirado y mal herido, estaba en una situación peor que la
mía. Sintiendo compasión por él, le atendí y lo poco que tenía lo
compartí con el desconocido. Con el paso de los días el señor se fue
recuperando hasta recobrar todas sus fuerzas; agradecido me ofreció
un gato, uno negro como noche sin Luna. Me dijo que tuviera
paciencia y que esperara al tercer día de luna llena. Al cambiar la Luna
de fase y luego de tres días, el gato que ya no era negro sino de pelo
plateado, empezó a derramar lágrimas que se convirtieron en
diamantes al caer. Al amanecer, habían cientos de pequeños diamantes
esparcidos por la banca que me servía de cama. La siguiente noche, al
salir la Luna; el gato, que brillaba como plata, lloró lágrimas rojas que
se convirtieron en rubíes. Las siguientes dos noches el gato también
lloró, primero lágrimas azules que se cristianizaron en forma de
zafiros y luego verdes esmeraldas. Al caer la séptima noche de luna
llena, el gato recuperó su color original, jamás volvió a llorar y, según
pienso, no lo hará hasta que cambie de dueño.
- Pues, pensándolo bien un gato me sería de mucha ayuda. Hay unos
molestos ratones en casa que me están haciendo la vida imposible; esa
puede ser una buena excusa para que mi esposa lo acepte.- Indicó el
pescador.
5. Al llegar a la casa, el pescador, que había llegado sólo con el gato, le contó
lo sucedido a su esposa y la dicha que le traería aquel supuesto felino
mágico.
- ¡Mira que eres tonto! – expresó la esposa del pescador – pudimos ser
ricos, pero no. ¡Tenías que dejarlo todo por un gato!- agregó enfadada.
- Pero, es un gato mágico que llora diamantes.
- ¡Mágico, un gato negro! Te has dejado tomar el poco pelo que tienes,
los gatos negros sólo son buenos para la mala suerte. No lo quiero en
esta casa, habría sido una buena mascota si hubiera sido de otro color,
pero negro jamás lo aceptaré.
Ante la negativa de su esposa, al pescador no le quedó otra opción y sin
que su esposa se diera cuenta escondió el gato unos días hasta que se
presentara la Luna llena.
Pasados unos días, antes de luna llena, el gato se escapó del escondite.
Llovía a cantaros, y en búsqueda de refugio el félido se dirigió hacia la
casa.
- Miau, miau, miau.- Maullaba sin parar el gato, al que apenas se le
podían ver los resplandecientes ojos que brillaban en medio de la
noche.
- ¡De seguro es el gato negro que ha regresado!- expresó la esposa del
pescador algo asustada pues se encontraba sola en la casa.
- Miau, miau, miau. – Se escuchaba, esta vez los maullidos iban
acompañados de unos fuertes rasgueados en la puerta.
6. El viento resoplaba y las ramas secas de los árboles, que se movían con la
brisa, provocaba un sombrío sonido que la esposa del pescador describía
como sobrenatural. Ella, pensaba que los gatos negros eran emisarios de lo
maligno. Y aquel no era la excepción.
Finalmente, el gato dejó de maullar. La lluvia no paraba y fuertes
relámpagos y tronadas acompañaban la noche.
La esposa del pescador se encontraba arropada hasta la cabeza. No era la
mejor noche para estar sola, pero no podía dejarse vencer por el miedo
que se apoderaba cada vez más de ella. El silencio del gato, para ella, no
era una buena señal, - ¿acaso había encontrado la manera de penetrar en
la casa?- se preguntaba. Y de repente, sintió algo que saltó sobre la cama.
Era el gato que simplemente buscaba refugio. La pobre mujer, al ver
aquellos ojos flameantes como fuego, no le quedó otra opción y salió
despavorida de la habitación. El felino, sin otra intención más que la de
hacerle compañía, le siguió hasta la cocina. Armada con una escoba, y sin
pensar lo que hacía, la mujer arremetió con la escoba al pobre gato que
mal herido abandonó el lugar y se perdió en la noche.
- ¡Y no vuelvas!- exclamó la esposa del pescador victoriosa.
Al día siguiente, mientras jugaba cerca del jardín, una niña de no más de
diez años, encontró al minino que entre las fragosidades se lamia las heridas.
Sintiendo lástima, y pareciéndole agradable aquel noble animal, tiernamente
lo tomó entre sus brazos y lo llevó hasta su muy humilde morada. Con ayuda
de sus padres, quienes habían dado el visto bueno para que la pequeña
7. cuidara del indefenso felino, la niña pudo darle refugio y curar las lesiones
del minino.
Transcurridos unos días, y estando la Luna en su tercer día de fase llena, el
gato, que resplandecía con un hermoso color plata, empezó a llorar. Las
lágrimas se cristalizaron en hermosos y bellos diamantes.