1. San Juan, Puerto Rico - Viernes 17 Noviembre 2006. Vidas Únicas
Héctor y su problema positivo
Carmen Millán Pabón / End.cmillan@elnuevodia.com
De niño, las escuelas le rechazaban porque entendían que su perlesía cerebral severa era un
obstáculo insalvable en su educación. Hoy en día es un empleado estrella y un recurso valioso
para personas impedidas.
Noticia
Rubén Urrutia/END
Solo por la fuerza de la ley, Héctor Méndez Fernández logró la entrada al sistema escolar que
maestros, directores y superintendentes le negaron.Cuando era niño, mostraba intensos
movimientos involuntarios debido a su condición de perlesía cerebral severa. Su cociente
intelectual no estaba relacionado con sus problemas motores, pero nadie parecía entenderlo.
"Me siento afortunado, autorrealizado. Me siento un hombre completo. Tengo mi propia casa,
auto propio, trabajo. Tengo amigos, que me buscan"
2. Irónicamente, los educadores aguadillanos que apostaban a la “inhabilidad de aprender” del niño
que querían encasillar erróneamente con la etiqueta de “impedimentos múltiples”, nunca llegaron
a alcanzar las glorias académicas que Héctor logró años después.
Awilda Fernández –la amorosa madre de Héctor- se transformó en una leona rabiosa en más de
una ocasión para obligar a las escuelas a que aceptaran a su hijo. En una ocasión lo pusieron “a
prueba” por un mes antes de determinar si era “merecedor” de ingresar a una institución
académica. Entonces, Awilda aceptó con lágrimas de frustración disimulando la humillación de
que no entendieran lo que para ella era obvio: que su hijo podía hacer el trabajo.
En sexto grado –cuando Héctor había requeteprobado ser un estudiante de 4.00 puntos- la lucha
fue para que le asignaran un “trabajador 1” que lo asistiera en el baño, lo ayudara a llevarse la
comida a la boca y a tomar apuntes en las clases.Los obstáculos también persiguieron “al
muchacho de la silla de ruedas” en forma de barreras arquitectónicas desde escuela elemental
hasta el Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico.
En contra de todos los que apostaron que no podría ingresar a ningún programa de la prestigiosa
institución, terminó un bachillerato de educación en salud y completó el grado de maestría en
investigación evaluativa con un promedio de 3.80. Las apuestas corrían mil a tres a que se trataba
de un “error de juicio”. Su madre lo asistió en las clases sólo el primer año en el Recinto. El
aseguró siempre que podía y un profesor estuvo pendiente de que así fuera. Eso fue hace más de
13 años. Desde entonces, Héctor demuestra que se ganó los títulos con su talento intelectual
desde el puesto que ocupa como oficial de evaluación de productividad y de los puntos de
referencia, de todos los programas del Instituto Filius: el primer y único centro multidisciplinario
y multicampus de la UPR que realiza investigaciones y adiestramientos en las áreas de
impedimentos humanos.
A Filius -dice- llegó por un tropezón. Nicolás Linares, director del Instituto literalmente
“tropezó” con él en un pasillo de la escuela de Aguadilla donde el joven cursaba estudios de
escuela superior. Lo conoció, se preocupó y posteriormente se ocupó de enviarlo al Children's
Hospital en Boston, donde el doctor Howard Shane, experto en comunicación alternativa lo
evaluó para determinar su potencial en el uso de la tecnología de comunicación, o tecnología
asistiva, que ha permitido que otros conozcan sus pensamientos. Linares había descubierto el
diamante oculto en el carbón: un joven “gifted” (dotado) que muchos educadores seguían
pasando por alto porque se quedaban mirando sólo la condición que demostraba su cuerpo
inquieto y desobediente.
Después de aquel glorioso tropezón con el que ahora es su jefe, Linares lo encaminó en la
trayectoria universitaria: primero en el Colegio Regional de Aguadilla, donde Héctor terminó un
grado asociado en biología y posteriormente en el Recinto de Ciencias Médicas, donde siempre
estuvo pendiente de su protegido. Con el brillo al descubierto, Linares se quedó el diamante.
En su trabajo, Héctor, que ahora tiene 34 años, es considerado un “empleado estrella”, no sólo
por su labor, sino por lo rápido que lo ejecuta a pesar de su condición neuromuscular. Es
extremadamente responsable, cumple con todas las fechas límite. No ceja ante lo que algunos
consideran obstáculos y esa actitud ha influido positivamente en el ambiente del Instituto.
3. Héctor ofrece conferencias sobre sensibilidad y asistencia tecnológica que siempre terminan en
ovaciones. “Habla” asistido del equipo técnico que convierte en voz mecánica todo lo que él
escribe en el teclado.
Esa “ayudita” es necesaria porque para la mayoría de las personas, la expresión oral de Héctor es
ininteligible, como es usual en las personas con su condición. Lo que no es común es la
aguerrida actitud con que enfrenta la vida a diario.Vive solo en el primer piso de la residencia
que compró. Remodeló el segundo piso y lo tiene alquilado. Paga sus cuentas con cheques
aunque no puede escribir a mano.
Para llegar al trabajo, que le queda a 5 minutos de distancia, se tiene que levantar a las 4:00 de la
mañana. Le toma un promedio de 3 horas levantarse de la cama, mudarse a la silla de baño,
desplazarse hacia el baño, ducharse, afeitarse, impregnarse el peinado con gel, y vestirse siempre
combinado, impecable y con el planchado que “filetea” su mamá, que lo visita todos los días.
Desayuna y cena asistido de una máquina que le pone la cucharada de comida en la boca.
Los días que no cuenta con la asistencia de las manos mágicas de Awilda, sale desabotonado y
ocultando con la faldeta de la camisa el pantalón a medio cerrar. Sabe que tan pronto llegue a la
oficina lo ayudan a domar los botones.
A eso de las 7:00 de la mañana, pone la silla de ruedas motorizada en “high” y arranca cuando
llega el servicio de la Autoridad Metropolitana de Autobuses (AMA). Abotonado o no, recibe el
día y a todos los que saluda con su espectacular sonrisa enmarcada en la siempre acicalada barba.
Cuando alguien osa preguntarle si se peina y afeita sin ayuda, contesta con una carcajada y una
pregunta: “¿Qué me querrás decir?”
Y es que para Héctor no hay situaciones que lo hagan sentir “diferente”.
“Sólo tengo un problema. Aunque es positivo, es un problema. Es que yo no me siento persona
con impedimentos. Eso es lo que me motiva a levantarme cada mañana”, comentó, esforzándose
para que quien lo escucha por primera vez lo entienda aunque sea leyéndole los labios.
Su esfuerzo para comunicarse verbalmente es tal, que en ocasiones, se le alborotan manos y
piernas; el tronco se levanta con descontrol de la silla, y el cuello le vuelca la cabeza hacia la
derecha.
Las dificultades que vive Héctor cada segundo de su vida pudieran desesperar a los que no
conocen de milagros.Sin embargo, él y su constante sonrisa opacan los movimientos
involuntarios que de vez en cuando hacen que apriete la bocina de la silla motorizada sin
proponérselo.Héctor usa el sistema de internet Messenger y “chatea” con sus amigos. Además de
ser su otro “instrumento” de conversación, le sirve de recurso para pedir ayuda inmediata en caso
de que le surja alguna emergencia en la oficina.
Su sentido del humor parece no agotarse. Cuando ofrece la dirección de su correo electrónico y
explica lo que es el “pratp”, o “Puerto Rico Assisted Technology Program” admite –si le
preguntan- lo que muchos dudarían: “Hablo inglés. De que me entiendan, ¡eso es otra cosa!”
Sus compañeros lo han incluido en sus vidas, en sus actividades y en las de sus familias y él los
ha incluido a ellos, que ya conocen sus gustitos y le buscan el almuerzo de pollo con mofongo
que tanto le gusta. Después, lo alimentan llevándole la comida a la boca.
4. Migdalia Alvarez –compañera de trabajo en Filius- se ha convertido en su “otra mamá”. Tan
dentro de la piel lo adoptó, que convirtió a sus hijos Andrés y Valeria en ahijados de Héctor.
Gregory Brito –otro de los compañeros de labores- ya es un pana que lo considera como un igual
y lo lleva a sus actividades favoritas: montar las olas rebeldes del Escambrón, a Piñones, a jugar
billar, al cine y a lo que surja.
“Me siento afortunado, autorrealizado. Me siento un hombre completo. Tengo mi propia casa,
auto propio, trabajo. Tengo amigos, que me buscan”, expresó con seguridad, sin miedo a
incomprensiones y sin espacio para mendigar sentimientos de pena.Finalizada la conversación,
Héctor le da una vuelta de 180 grados a su silla de ruedas motorizada y se ubica frente a la
pantalla de la computadora que alegra una foto de Andrés y Valeria como “desktop”.
El joven profesional continúa elaborando el último informe. Oprime las teclas con la ayuda de un
plástico que las aisla, de manera que el dedo no le juegue la travesura de tocar dos letras a la vez
ya que no controla el sistema de motor fino. Su ayudante, Mariela Correa se sienta a su lado y le
consulta.
Es un día más de mucho trabajo para un hombre afortunado de haber estudiado y de trabajar en
lo que le gusta, aportándole a la sociedad, rodeado de personas que lo quieren y lo respetan por
lo que es. Un hombre completo que sólo tiene un problema positivo.