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como un niño
Poderoso
Claves para resetearse personal y
profesionalmente
José Miguel Sánchez
Prólogo:
Ignacio Álvarez de Mon
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como un niño
Poderoso
Claves para resetearse personal y
profesionalmente
José Miguel Sánchez
Prólogo:
Ignacio Álvarez de Mon
Poderoso como un niño. Claves para resetearse personal y profesionalmente
José Miguel Sánchez Martín
ISBN: 978-84-941845-0-5 edición en español publicada por Publicaciones Altaria S.L.,
Tarragona, España
Derechos reservados © PUBLICACIONES ALTARIA, S.L.
Primera edición: Alfaomega Grupo Editor, México, abril 2014
© 2014 Alfaomega Grupo Editor, S.A. de C.V.
Pitágoras 1139, Col. Del Valle, 03100, México D.F.
Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana
Registro No. 2317
Pág. Web: http://www.alfaomega.com.mx
E-mail: atencionalcliente@alfaomega.com.mx
ISBN: 978-607-707-974-3
Derechos reservados:
Esta obra es propiedad intelectual de su autor y los derechos de publicación en lengua
española han sido legalmente transferidos al editor. Prohibida su reproducción parcial o total
por cualquier medio sin permiso por escrito del propietario de los derechos del copyright.
Nota importante:
La información contenida en esta obra tiene un fin exclusivamente didáctico y, por lo tanto,
no está previsto su aprovechamiento a nivel profesional o industrial. Las indicaciones
técnicas y programas incluidos, han sido elaborados con gran cuidado por el autor y
reproducidos bajo estrictas normas de control. ALFAOMEGA GRUPO EDITOR, S.A. de
C.V. no será jurídicamente responsable por: errores u omisiones; daños y perjuicios que se
pudieran atribuir al uso de la información comprendida en este libro, ni por la utilización
indebida que pudiera dársele.
Edición autorizada para venta en México y todo el continente americano.
Impreso en México. Printed in Mexico.
Empresas del grupo:
México: Alfaomega Grupo Editor, S.A. de C.V. – Pitágoras 1139, Col. Del Valle, México, D.F. – C.P. 03100.
Tel.: (52-55) 5575-5022 – Fax: (52-55) 5575-2420 / 2490. Sin costo: 01-800-020-4396
E-mail: atencionalcliente@alfaomega.com.mx
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Tels.: (57-1) 746 0102 / 210 0415 – E-mail: cliente@alfaomega.com.co
Chile: Alfaomega Grupo Editor, S.A. – Av. Providencia 1443. Oficina 24, Santiago, Chile
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Argentina, – Tel./Fax: (54-11) 4811-0887 y 4811 7183 – E-mail: ventas@alfaomegaeditor.com.ar
Datos catalográficos
Sánchez, José Miguel
Poderoso como un niño. Claves para resetearse
personal y profesionalmente
Primera Edición
Alfaomega Grupo Editor, S.A. de C.V., México
ISBN: 978-607-707-974-3
Formato: 17 x 23 cm Páginas: 228
Corrección:
Alejandra Casaleiz Fuentes
© Alfaomega-Altaria 3
Claves para resetearse personal y profesionalmente
“A mis hijos Sofía y Mario,
por hacerme tan poderoso”.
© Alfaomega-Altaria 5
Claves para resetearse personal y profesionalmente
Prólogo
La personalidad adulta está condicionada, en parte, por nuestra
herencia genética y, en otra parte, por todo lo que vamos adquiriendo
por estímulos externos que nos influyen: educación, familia, cultura,
experiencias... ¿Qué pasa cuando observamos a los niños pequeños,
todavía no sometidos a nuestros esquemas de adultos? ¿Qué sucede
cuando tomamos conciencia de su inocencia, que los adultos nos
dedicamos a extirpar con el paso del tiempo? ¿Qué ocurriría si,
aunque sólo fuera por un momento, nos atreviéramos a recuperar esa
mirada inocente, sin prejuicios ni filtros, sin percepciones previas? José
Miguel Sánchez nos recuerda en este libro que tenemos mucho que
aprender de nuestros pequeños, de nosotros mismos cuando éramos
pequeños. Esta obra anima a adentrarse en un proceso de reaprendizaje
permanente, bebiendo de la fuente de sabiduría que entonces teníamos
y de la que aún disponemos. Esta receta de regeneración contiene un
poco de imaginación, algo de memoria, bastante de coraje y, sobre
todo, mucho de la inocencia dormida, que no perdida, de cuando
éramos niños también.
Los niños son nuestros grandes maestros del día a día. Sus respuestas, sus
preguntas, lo que hacen, lo que no, sus intereses, sus conversaciones…
Ellos no se complican la vida más allá de lo que la vida se complica
por sí misma. Cada momento, cada situación, es única, intensa, plena,
digna de ser vivida con una total presencia. Si hay que reírse, se ríen, sin
más, porque es lo que toca. Si es momento de llorar, lloran. ¿Por algún
motivo? Claro, siempre lo hay. Pero el llanto fluye natural, abrupto a
veces, silencioso y pausado otras, pero sale al exterior, se manifiesta,
no se queda enquistado.
La primera característica que destacaría de nuestros pequeños maestros
es la presencia. Presencia vital, existencial, de ánimo, que requiere plena
atención y devoción. “Estamos a lo que estamos” dirían ellos. Pasado
y futuro no existen en sus mentes. Lo pasado queda, en el mejor de
los casos, en el recuerdo. Lo futuro, a no ser que sea inmediato, forma
parte de un devenir que les es ajeno. Ellos viven el hoy, el aquí y ahora,
lo exprimen. ¿Resultado? Aprovechan mucho mejor su tiempo y lo viven
más intensamente, más plenamente. Vivir no es acumular tiempo sino
© Alfaomega-Altaria
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PODEROSO COMO UN NIÑO
darle pleno sentido a lo vivido. Vivir es vivir bien, no vivir mucho, y eso
exige presencia, intensidad y plenitud. Como diría el gran Séneca, nos
distraemos en tiempos que no nos pertenecen y abandonamos el único
que tenemos a nuestro alcance, el presente.
La segunda cualidad que me llama la atención es su espontaneidad.
Sus sentimientos, pensamientos, acciones y sensaciones fluyen con
naturalidad, afloran, se destapan, se manifiestan como una extensión
natural de ellos mismos. Alegría, tristeza, pereza, ilusión, risa, llanto,
concentración, distracción… forman parte de un repertorio que no se
debe más que a sí mismo. Porque soy, estoy, y porque estoy, actúo. Sin
más. Eso habla de mí, de cómo soy, de lo que siento y quiero. ¿Bueno o
malo? Esas categorizaciones vienen después. Por supuesto que el “deber
ser” es importante, pero no hasta el punto de ahogar el “ser natural”;
porque es ahí, en ese “ser natural”, donde fluimos y nos encontramos
más a gusto, más auténticos. Mucha gente, durante su edad adulta,
se somete, consciente o inconscientemente, a limitaciones, cortapisas,
barreras que, finalmente, anulan su natural y espontánea forma de ser.
Renuncian a sí mismos.
La tercera condición que observo como dominante en los niños es la
acción. Si ven una oportunidad de algo, la cogen, saltan sobre ella,
interactúan y, de esta forma, aprenden. Actuar es su modo natural de
aprender y, en consecuencia, errar forma parte de ese aprendizaje. El
error no es más que información. Los mayores adscribimos otra serie de
valoraciones al error, claramente negativas, que nos impiden sacarle
todo su jugo. Nos va mucho en el envite. Tendemos a pensar que somos
nuestros resultados, lo que obtenemos. Nos hacemos un flaco favor
cuando hacemos depender nuestra valía personal y nuestra autoestima
de los objetivos alcanzados. Cuando los resultados son los deseados,
contentos, cuando no, insatisfacción y, en cualquier caso, en el proceso
hasta llegar a ellos, angustia. Cuántos buenos profesionales sufren hasta
llegar a los ansiados objetivos año tras año. La alegría por la consecución
dura unas horas, minutos a veces. La agonía hasta llegar allí ocupa el
resto del tiempo.
La siguiente cualidad que admiro en los niños, la creatividad, deriva
directamente de todo lo anterior. Son creativos porque no tienen nada
que perder y todo que ganar. Son creativos por la diversión de serlo.
Sí, diversión, los niños juegan y se divierten, inventan y crean. Todo
esto es un auténtico anatema en la mayoría de las organizaciones
en las que trabajamos. La presión por el resultado, el negocio, pesan
PODEROSO COMO UN NIÑO
© Alfaomega-Altaria 7
demasiado. Las cúpulas directivas piden creatividad e innovación, pero
la mayor parte de las veces lo hacen con la boca pequeña. El énfasis
fundamental está en los resultados, como sea, la autoridad y el control.
La primera pregunta que uno se hace al llegar a una organización
es “¿quién manda aquí?”. Un niño, en cambio, preguntaría: “¿A qué
jugamos?”. Los más pequeños sienten el gozo de crear, más allá del
resultado exitoso o no de la creación; resultado que, en la mayor
parte de las ocasiones, es incierto y ambiguo pero, a la vez, excitante
y retador. Qué paradoja de la vida, a menudo, para lograr el objetivo,
especialmente si es complicado y difícil, habría que olvidarse de él.
Finalmente, las últimas características que creo que definen más a
nuestros pequeños son la sinceridad y la autenticidad. Ofenden las
respuestas, nunca las preguntas. Ellos afrontan las respuestas con mucha
más naturalidad que nosotros y por eso no temen a las preguntas. No
se complican la vida con interpretaciones enrevesadas, ni buscan
segundas o terceras intenciones. Expresan lo que ven y cuestionan
lo que no entienden, sin más. Son francos, directos, transparentes,
confiados y confiables. Los adultos tenemos un mundo interior de juicios e
interpretaciones que nubla y malea nuestra capacidad de ver, observar
y analizar el mundo exterior. Vamos con caretas por la vida y nos
acostumbramos tanto a ellas que ya no somos capaces de diferenciar
lo ficticio de lo real, la verdad de la mentira. Uno de los conceptos
más de moda hoy es el “liderazgo auténtico”. Es decir, actuar, como
líder, en coherencia con los propios valores y de acuerdo a unos
principios éticos superiores. Los adultos, por desgracia, encontramos en
el entramado y enrevesado mundo organizacional, múltiples vericuetos
por los que corremos el riesgo de perdernos. Nuestros jóvenes maestros
se manifiestan como son. Qué pena que al ir haciéndose mayores vayan
incorporando esas caretas, escaparates artificiales disimuladores de una
realidad que hay detrás; esas caretas que se vuelven tan familiares que
nos hacen parecer que es cómo somos, en vez de cómo aparentamos.
En Poderoso como un niño, José Miguel Sánchez, de la mano de los
protagonistas, Jorge y Elena, nos invita a “recuperar las conductas
poderosas de la infancia”. José Miguel apela a aquellas formas de
actuación que fueron nuestras, que reflejaban nuestra mejor versión
y que, sin embargo, por el complicado y avieso devenir de los
acontecimientos, abandonamos. Ese abandono, en el fondo, acaba
siendo personal, nos abandonamos. Esta obra es una magnífica llamada
a nosotros mismos, a nuestro yo más auténtico, a aquel que fuimos,
cuando éramos niños, y que nunca debimos dejar de ser. Siempre
Prólogo
© Alfaomega-Altaria
8
PODEROSO COMO UN NIÑO
estamos a tiempo de llevar a cabo este tipo de ejercicios, por costosos
que inicialmente resulten, al final, merece la pena el esfuerzo. En este
sentido, este libro representa una estimulante provocación que el lector
no debería desaprovechar. Recuperemos al niño que llevamos dentro
y, como niños, disfrutemos del viaje. Gracias, José Miguel, por esta
entrañable invitación.
Ignacio Álvarez de Mon
Profesor de IE Business School, escritor y coach ejecutivo
© Alfaomega-Altaria 9
Índice general
Prólogo........................................................................................... 5
Agradecimientos........................................................................ 11
¿A quién va dirigido el libro?................................................... 13
Convenciones generales.......................................................... 13
¿Cómo está estructurado el libro?.......................................... 14
Capítulo 1. En la encrucijada .................................................. 15
Capítulo 2. Una luz en el camino ............................................ 33
Capítulo 3. Descubriendo realidades.
Hacia una nueva cultura............................................... 55
Capítulo 4. Compromiso .......................................................... 71
Capítulo 5. Pasión ...................................................................... 81
Capítulo 6. Comunicación ...................................................... 93
Capítulo 7. Confianza.............................................................. 109
Capítulo 8. Solidaridad............................................................ 121
Capítulo 9. Capacidad de interrelación.............................. 129
Capítulo 10. Gestión del error ................................................ 141
Capítulo 11. Agilidad para aprender ................................... 157
Capítulo 12. Creatividad e innovación ................................ 173
Capítulo 13. Lenguaje víctima............................................... 185
Capítulo 14. Miedo a asumir riesgos ..................................... 201
Capítulo 15. Celebrar.............................................................. 215
© Alfaomega-Altaria 11
Claves para resetearse personal y profesionalmente
Agradecimientos
Este libro ha sido posible gracias a la inestimable ayuda de Alexandra
Tapia.
Desde hace muchos años me animó a escribirlo y cuando en 2012 por
fin le hice caso, ella siempre estuvo allí. Leía lo que yo iba escribiendo,
corregía aquello que necesitaba ser corregido y ponía su estilo de es-
critora conocedora de la materia y del arte de la escritura, en aquellas
partes donde yo andaba más espeso.
Tenerla a mi lado durante este proceso y aprovechar su experiencia
como escritora de tres novelas ha hecho que “Poderoso como un niño”
sea mejor libro de lo que podría haber sido. Gracias, Alexandra.
Quiero también agradecer a Ignacio Álvarez de Mon, profesor y
director durante muchos años del área de Dirección de RR. HH. del IE
Business School y gran escritor que ha tenido la amabilidad de redac-
tar un magnífico prólogo que me llenó de entusiasmo cuando lo tuve
en mis manos. Una vez más muestra su talento como escritor diciendo
tanto en tan poco espacio.
Sólo puedo decir que ha sido un honor ser prologado por Ignacio,
alguien excepcional como persona y como profesional.
No quiero olvidar a Cynthia Fernández, directora de publicaciones del
IE Business School, que, aunque nos conocimos hace sólo un año, me
ha ayudado incansablemente en el proceso de edición de este libro.
Nunca olvidaré su inestimable ayuda.
Por último, quiero darle las gracias a Charo Carrillo, mi editora en
Altaria, que desde el primer momento apostó por mi libro y ha sido de
gran ayuda en esta mi primera incursión en el mundo literario.
© Alfaomega-Altaria 13
Claves para resetearse personal y profesionalmente
¿A quién va dirigido este libro?
Este libro va dirigido a:
• Cualquier persona que forme parte de una organización, inde-
pendientemente del tamaño o el sector en el que se encuentre.
• Profesionales que quieran poner en marcha cambios en la gestión
del talento de su organización, en este caso, empresarios, directivos
y mandos intermedios.
• También será de gran interés para el público en general porque,
aunque está enfocado a situaciones del ámbito empresarial, trata
de conductas del ser humano que pueden llevarse a la vida per-
sonal para mejorar las relaciones con otras personas y recuperar
una actitud que era natural en la infancia y se ha ido olvidando
en la edad adulta.
Resumen del libro
“PODEROSO COMO UN NIÑO” es la historia de un directivo que, de la
mano de su mentora, repasa las doce claves para cambiar el modelo
de gestión que quiere llevar a cabo en su empresa y se embarca en la
preparación de un cambio cultural en su organización.
“PODEROSO COMO UN NIÑO” es la sugerente historia de Jorge, quien
desde hace cinco años es director general de una compañía con una
trayectoria de éxito. Ahora el entorno ha cambiado y se empieza a
producir una desaceleración de los resultados, unida al desgaste de
los equipos que dirige y al suyo propio.
De la mano de Elena, antigua profesora de Universidad y ahora su
mentora, van analizando cada uno de los elementos clave para gene-
rar un cambio cultural en la empresa que empiece en él mismo como
responsable último del equipo.
Trabajan desde la perspectiva de un concepto nuevo que es el de
“resetearse”. Este concepto está basado en la idea de que el ser hu-
mano cuando es niño tiene una serie de conductas poderosas, que se
van perdiendo en la edad adulta. Recuperar estos comportamientos
en el ámbito empresarial y en otros, es la clave del éxito.
© Alfaomega-Altaria
14
PODEROSO COMO UN NIÑO
Cuando hablamos del concepto “resetear” se trata de recuperar
algo que ya tuvimos, partir de algo que ya sabíamos hacer de forma
natural y que dominamos en una época de nuestra vida. No hay que
deshacerse de nada, hay que volver a despertar lo que estuvo ahí, pero
que se ha ido durmiendo.
Dicho de otro modo, circuitos neuronales que se activaron de niño, al
dejar de usarse quedaron desconectados. Se trata de volver a conec-
tar esos circuitos, una vez pulsada la tecla “reset”, para llevar a cabo
las conductas que necesitamos y que ya teníamos en la infancia. Es
recuperar lo que sabíamos hacer.
¿Cómo está estructurado el libro?
El libro trabaja doce temas en los que se van extrapolando conduc-
tas de la infancia a comportamientos actuales de los profesionales en
el entorno organizacional. Los niños son y se sienten seres poderosos y,
sin embargo, los adultos en el entorno organizacional pierden la mayor
parte de ese poder, de forma inconsciente en muchos casos.
Los 12 temas que se trabajan en la obra son los siguientes:
1. Compromiso
2. Pasión
3. Comunicación
4. Confianza
5. Solidaridad
6. Capacidad de interrelación
7. Gestión del error
8. Agilidad para aprender
9. Creatividad e innovación
10. Lenguaje víctima
11. Miedo a asumir riesgos
12. Celebrar
Escrito en formato de diálogo entre los protagonistas, en este libro
se va desgranando cada uno de los temas y al final de cada capítulo
hay un diario de aprendizajes y de propuestas de cambio en la orga-
nización, donde se hace un resumen de las claves analizadas por los
protagonistas en sus conversaciones.
En la
encrucijada
1
© Alfaomega-Altaria
16
Capítulo 1
En la encrucijada
Aquella mañana, cuando sonó el despertador, me levanté, fui al
cuarto de baño, me miré en el espejo y me sentí muy cansado. Durante
unos segundos pensé “no puedo más”, pero rápidamente otra voz en
mi cabeza me dijo “vamos, llegas tarde y hoy tienes que defender los
presupuestos para el próximo año”.
Era un día clave y tenía que estar al cien por cien, una vez más. A
las 8:30 h empezaba la reunión de presupuestos para el año siguiente
con el Consejo de Administración.
Me di una ducha y me puse el traje y la corbata. No sé por qué, pero
elegí una corbata azul, tal vez fue porque inconscientemente ése era
el color que definía cómo me sentía: neutro o más bien neutralizado
por el cansancio y el peso de la responsabilidad.
Fui a la cocina sin hacer mucho ruido porque todos en casa dormían.
Eran las 5:45 h y no quería despertarlos. Vi que quedaba algo de café
de la tarde anterior y lo calenté en el microondas. Me quedé durante un
minuto mirando cómo la bandeja daba vueltas en el interior de forma
rutinaria hasta que el sonido del temporizador le indicaba que había
que parar y la bandeja se quedaba quieta.
Por un momento me sentí identificado con aquella bandeja que se
movía en una rutina anodina y que no tomaba sus propias decisiones,
sino que era manejada por un temporizador que era quien daba la
orden para que se pusiera en funcionamiento o para que se parase.
Cada vez con más frecuencia yo también me sentía de aquel modo en
mi “exitosa” carrera profesional, y esto estaba empezando a propagarse
hacia el ámbito personal de mi vida.
Bip, bip, bip.
© Alfaomega-Altaria 17
Claves para resetearse personal y profesionalmente
El sonido del temporizador me sacó de mis pensamientos y de forma
casi automática, abrí la puerta, saqué la taza, puse un poco de azúcar
y me bebí rápidamente el café. No me dejó muy buen sabor y aunque
no quería perder tiempo, paré un momento para lavarme los dientes.
Tomé mi maletín y salí de casa. Ni siquiera me acerqué a las habita-
ciones de mis hijos para verlos dormidos antes de salir hacia el trabajo.
Todavía no había amanecido cuando me adentré en la autovía
camino de la oficina. Por mi cargo en la empresa tenía chófer, pero
aquella mañana no me pareció adecuado pedirle a Juan que me
viniera a recoger tan temprano y yo mismo conduje a la oficina. Era
muy pronto y aun así ya había bastantes ejecutivos que, como yo, se
disponían a iniciar una larga jornada de trabajo.
Puse la radio sin pensar mucho qué era lo que quería escuchar. Tenía
sintonizada una emisora de música que sonó por defecto y eso fue lo
que dejé. Mientras, iba pensando en los retoques que quería hacer sobre
la presentación que tenía preparada para la reunión, con el objetivo
de dar un enfoque algo diferente a cómo lo había trabajado con el
equipo la tarde-noche anterior, ya que no me convencía totalmente.
Habíamos logrado aumentar las ventas con respecto al último año, sin
embargo, todo apuntaba a que no alcanzaríamos el presupuesto de
éste. Sabía que la reunión iba a ser difícil, incluso dura, y quería llevarlo
todo muy bien argumentado.
Pensé que yo mismo haría los cambios al llegar y enviaría un correo
electrónico a mi equipo explicando las modificaciones para que las
pudieran conocer antes de comenzar la reunión.
Después de algo más de media hora al volante, llegué a la oficina,
aparqué el coche en mi plaza de garaje, pasé mi tarjeta por el lector
del torno de entrada y pulsé el botón del ascensor a la última planta
del edificio, donde estaba ubicado mi despacho. Como cada maña-
na, encendí las luces, dejé el maletín, me quité la chaqueta y mientras
© Alfaomega-Altaria
18
PODEROSO COMO UN NIÑO
arrancaba el ordenador me dispuse a prepararme un café muy carga-
do en la cafetera que tenía en mi despacho. En cuanto todo estuvo
dispuesto, me lancé a realizar los cambios sobre la presentación que
traía en mente.
Al cabo de una hora y media, la gente empezó a llegar a sus pues-
tos de trabajo y yo ya tenía todo como lo había previsto. Casi no me
había dado cuenta de que hacía un rato que había amanecido, el día
estaba nublado y gris.
Me quedé unos segundos observando a través del cristal de mi des-
pacho y vi sus caras. Eran un reflejo de cómo me sentía yo también.
Se los veía cansados y como autómatas. No vi a nadie compartir una
sonrisa entre ellos. Hacían lo mismo que yo, lo de todas las mañanas,
dejando sus cosas en el mismo sitio y dando los mismos pasos de siempre.
Sonó el teléfono, era Paloma, mi secretaria que me indicaba que mi
jefe y su equipo ya habían llegado a la oficina para la reunión.
Y así dio comienzo el día.
La reunión fue larga, se prolongó hasta las 18:30 h. Como esperaba,
fue una reunión dura. No logramos convencerlos. Nos incrementaron la
cifra de ventas prevista para el año siguiente y nos redujeron significa-
tivamente los presupuestos de gastos para los seis primeros meses del
año, hasta ver cómo se iba desarrollando el primer semestre.
De regreso a mi despacho, todavía quedaba bastante gente traba-
jando, con sus ojos pegados a sus ordenadores, como máquinas insen-
sibles aferradas a su rutina de cada día. Y por otro lado, allí estaba yo,
agotado y decepcionado por el resultado de la reunión.
No obstante, había algo que comenzaba a rondar mi cabeza y
que me empezaba a preocupar más todavía que las conclusiones del
Consejo de Administración, las cuales reconozco que eran previsibles.
© Alfaomega-Altaria 19
Claves para resetearse personal y profesionalmente
Y es que, empezaba a sentir que el entorno de trabajo en la empresa
distaba mucho de lo que a mí me habría gustado construir. Desde hacía
unos días, observaba a la gente y veía el desgaste en sus rostros y en
la manera en la que se movían, en el modo en que se relacionaban
entre ellos.
Mientras iba hacia mi despacho, observé el ambiente. La verdad es
que la oficina estaba ubicada en un edificio moderno en el centro de
la ciudad, los espacios eran amplios y el mobiliario actual, tal vez un
poco gris, pero aparentemente adecuado para una empresa como
la nuestra.
Yo era el director general y las personas, cuando se cruzaban con-
migo, siempre me saludaban con una sonrisa, pero me daba cuenta
de que sólo la ponían en su rostro para acompañar el saludo al jefe. Al
pasar por delante de uno de los despachos que estaba cerrado, pero
cuyo interior podía verse a través del cristal, observé a dos de mis co-
laboradores enzarzados en una conversación cuya violencia se podía
apreciar desde fuera pese a no oírse; sus caras y su comunicación no
verbal eran claros indicativos de la negatividad y del enfrentamiento
que se estaba produciendo entre ellos.
Llegué a mi despacho, miré el portafirmas que Paloma me había
dejado sobre la mesa, había un montón de cosas que tenía que ver en
detalle y que requerían de toda mi atención, sin embargo, yo me sentía
bajo mínimos. Lo aparté a un lado y lo dejé para revisar al día siguiente
a primera hora. Miré el correo electrónico en la pantalla del ordenador,
tenía más de 80 mensajes abiertos en la bandeja de entrada, los había
leído rápidamente en mi smartphone durante el día, pero no había po-
dido responderlos porque estaba inmerso en la reunión. Me quedé una
hora más dando salida al correo electrónico, aunque estaba realmente
agotado. Al final, cuando me quedaban 55 mensajes pendientes de
revisión y respuesta, decidí dejarlo para el día siguiente.
© Alfaomega-Altaria
20
PODEROSO COMO UN NIÑO
Eran las 19:30 h, llamé a Juan, que me esperaba en la planta baja,
y le indiqué que estaba cerrando el ordenador y que nos íbamos para
casa. Creo que se alegró porque ese día podría llegar un poco más
temprano a la suya, después de dejarme a mí.
Durante el trayecto en coche no hablé prácticamente nada con
él. Iba dándole vueltas en mi cabeza a la idea de qué era lo que es-
taba ocurriendo en la empresa, por qué nos sentíamos tan cansados,
por qué sentía el hastío de mis colaboradores con esta intensidad. La
nuestra era una empresa de éxito, líderes en nuestro sector y envidiados
desde fuera, sin embargo, el entorno que yo observaba a mi alrededor
había dejado de ser competitivo y atractivo y se había convertido en
anodino. Sentía cómo las personas estaban tan desgastadas que ya
no les quedaban fuerzas para seguir afrontando los duros tiempos que
estábamos viviendo desde hacía ya cuatro años, no sólo en nuestra
empresa o nuestro sector, sino en general en todos los mercados.
Por fin, llegué a casa. Me despedí de Juan hasta el día siguiente.
——Gracias, Juan —dije mientras abría puerta del coche—. Maña-
na salimos a la misma hora de siempre, a las siete.
——Gracias —dijo él con su habitual amabilidad—. Que descanse,
aquí estaré mañana —añadió, mostrando su disponibilidad.
Abrí la puerta y escuché las voces de mis hijos hablando entre ellos y
con Ángela, la señora que trabajaba en casa y que estaba al cuidado
de los niños.
Mi esposa, Marta, no había regresado todavía de su trabajo en una
multinacional donde era directora de marketing. Estaban en época de
campaña y tenía horarios larguísimos también.
Me quedé un segundo escuchando las voces de mis hijos. Son tres:
David, que tiene casi 5 años, Nico, el mediano, que tiene 3 y la pequeña
© Alfaomega-Altaria 21
Claves para resetearse personal y profesionalmente
Claudia que había cumplido 9 meses hacía pocos días.
Ángela acababa de bañar a los dos mayores, mientras Claudia estaba
trasteando con un pequeño peluche sobre su alfombra de juegos. Los
dos mayores estaban haciendo una carrera con sus cochecitos.
Y escuché cómo daba comienzo la carrera. Me acerqué hasta la
habitación y me quedé en la puerta observando cómo disfrutaban
con su juego. Estaban tan enfrascados en su “supercarrera” que ni se
dieron cuenta de mi presencia. Al cabo de unos minutos, Nico levantó
la cabeza y me vio.
——¡Papi! —exclamó.
Soltó el coche y vino corriendo a darme un abrazo. Me agaché y
lo abracé. Rápidamente, David dejó su coche negro y también vino
a darme un beso. Casi me tumba por la fuerza con la que me abrazó.
——¿Quién está ganando la carrera? —pregunté con una sonrisa.
——Él —dijo David con cierto tono de disgusto señalando a su her-
mano—. Es que siempre quiere ser Rayo y yo siempre tengo que
ser el negro porque sino llora y no quiere jugar —se quejó David.
——Es que a mí me gusta Rayo, papi —confesó Nico, tratando de
hacerme entender el por qué de su conducta.
——¿Juegas con nosotros? —dijo rápidamente David.
——Estoy muy cansado. Esta mañana he salido de casa cuando to-
davía era de noche —me excusé—. Quiero cambiarme de ropa y
descansar un poco, chicos. Otro día, ¿vale? —los miré esperando
que lo comprendieran— El sábado hacemos la supercarrera.
——Bueno, vale —dijo Pablo aceptando que no había más remedio y
acostumbrado ya a que yo siempre llegase cansado del trabajo.
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PODEROSO COMO UN NIÑO
——Jo, papi. Es que siempre estás cansado y nunca quieres jugar con
nosotros —intervino David sentándose en el suelo—. Y además,
hoy te has ido sin darnos un beso —dijo señalándome con su
dedito.
——Ya, lo sé; no quería despertaros porque era muy temprano —me
excusé una vez más.
——Pues a mí no me importa que me despiertes, papi —dijo Nico.
——Siempre estás trabajando y siempre estás cansado. Pues no lo
entiendo, yo también voy al cole y hago un montón de trabajos,
pero no estoy cansado —dijo David.
Se cruzó de brazos mostrando su enfado con la situación y su falta
de comprensión.
——Pues, yo no quiero ser mayor porque los mayores siempre están
trabajando en unas cosas que son muy aburridas porque siempre
están cansados —continuó en tono reivindicativo.
——Ya, ya lo sé, chicos —me quedé sin palabras—. Bueno, voy a
cambiarme de ropa, vosotros podéis seguir jugando, ¿vale?
——Vale, como siempre —se quejó David una vez más.
——No sabía qué decir y busqué apoyo en Ángela.
——¡Ángela! —la llamé para que viniera a la habitación de juegos.
——Voy —respondió ella desde la habitación de Claudia.
Al cabo de un momento apareció con la niña en brazos.
——Voy a cambiarme de ropa, por favor, quédese con los niños —le
pedí amablemente.
——Claro que sí —dijo ella con una sonrisa mientras se acercaba al
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
pequeño parquecito de Claudia para dejarla sentada allí jugan-
do y hacerse cargo de los niños.
Fui a mi habitación y me cambié de ropa mientras escuchaba las
voces de los niños jugando con Ángela que les hablaba con mucha
paciencia y comprensión. Les propuso dibujar un circuito de carreras
con unos folios que unirían unos con otros. Rápidamente, se involucraron
en la tarea propuesta por ella.
——Mirad, chicos. Aquí tenemos los folios, el celo, los rotuladores,
las tijeras de David y una barra de pegamento. ¿Cómo queréis
hacerlo? —les preguntó Ángela.
——Le podemos poner banderas con colores para marcar la salida
y la llegada —decía emocionado Nico.
——Sí y podemos poner montañas para que los coches tengan que
subir y bajar por sitios muy difíciles. Así será más divertido, ¿verdad
Ángela? —proponía David.
——Claro, ¡qué buena idea! —contestaba ella.
En medio de la planificación, se escuchaba a la pequeña Claudia
juguetear con un muñeco que cantaba una divertida canción al pulsar
un botón en su brazo.
——¿Cómo vais a unir los folios? —preguntaba Ángela.
——Con pegamento —se apresuraba a proponer David.
——Jo, es que yo no sé poner el pegamento. Yo quiero con celo
—indicaba Nico.
Y así continuaban con la construcción de su circuito de carreras,
cuando me desplomé sobre el sofá del salón, encendí la televisión y
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PODEROSO COMO UN NIÑO
comencé un largo e insulso recorrido por distintos canales con el mando
a distancia. No recuerdo haberme quedado más de un minuto viendo
ninguno de los programas que iban apareciendo. No sé cuánto tiempo
llegué a estar, pero seguro que fue un buen rato.
Mientras tanto, seguía escuchando las voces de los pequeños que
parecían divertirse realmente.
——Chicos, voy a preparar la cena. Seguid con la construcción del
circuito hasta que yo termine. Estoy segura de que se os van a
ocurrir mejores ideas a vosotros dos solos que cuando estoy yo
aquí —dijo Ángela.
——Vale —respondió Nico.
——Sí, Ángela. Vamos a hacerlo y va a molar mazo para cuando tú
llegues —indicó emocionado David.
——Estoy segura, confío en vosotros, campeones —respondió
mostrándoles su apoyo y ánimos con el tono de su voz.
Se quedaron jugando y yo continué en mi estado de “estupidez”
frente a la televisión dándole al botón del mando.
Luego, Ángela vino y fue colocando las cosas en la mesa del come-
dor para la cena. Cuando estuvo todo preparado, me avisó.
Me levanté despacio haciendo un gran esfuerzo para recorrer los
dos o tres metros que me separaban de la silla. Ella fue a la habitación
de los niños.
——¡Madre mía! —exclamó— ¡Enhorabuena, chicos! Habéis hecho
el mejor circuito del mundo. Sabía que podía confiar en vosotros,
pero esto está mucho mejor de lo que podía imaginar —insistió
mostrando su orgullo por el trabajo que habían realizado.
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
——¡Yo he hecho las banderas! —gritó Nico.
——¡Y yo he pegado las hojas, porque Nico no sabe!
——Eso está fenomenal, chicos. Sois un gran equipo. Os habéis ga-
nado una cena estupenda que os está esperando en la mesa.
Nos lavamos las manitas y todos a cenar —propuso ella.
Ángela llegó a la mesa antes que los niños y sentó a Claudia en su
trona.
——¡Qué paciencia tiene usted, Ángela! Me maravilla cómo maneja
a los niños —le dije agradecido por su excelente forma de tra-
bajar.
——No es nada. Seguro que hago lo mismo que hace usted con las
personas que trabajan en su empresa —respondió con absoluta
naturalidad mientras colocaba a Claudia.
Le sonreí amablemente, aunque me daba cuenta de que lo que ella
hacía y lo que conseguía con los niños distaba bastante de lo que era
mi realidad en la empresa.
Enseguida llegaron los niños y se sentaron, Ángela tomó una silla y se
puso al lado de Nico y de Claudia para darle la cena a ella y ayudarlo
a él cuando se le complicaba el trabajo de pinchar la carne.
Estaban emocionados con el circuito de carreras y hablaban los dos
a la vez, bueno, en realidad gritaban contando lo que habían hecho. Yo
puse las noticias para escuchar qué era lo que había ocurrido en el día.
No lograba oír lo que decía la presentadora y subí el volumen, lo
cual hizo que los niños elevaran también el tono de voz. Pasaron unos
minutos y yo no conseguía entender nada de lo que ella decía y los
niños seguían elevando la voz con sus historias en torno al circuito y la
carrera de coches.
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PODEROSO COMO UN NIÑO
——¡Vale ya, por favor! —grité enfadado porque no era capaz de
saber qué decían.
De repente, se callaron sorprendidos por mi enfado. Yo también me
di cuenta de que me había mostrado demasiado duro con ellos.
——Es que no consigo escuchar lo que dicen. ¿Podéis dejar de
hablar y comer, por favor? —pedí más calmado casi sin mirarlos
y con mis ojos puestos en la pantalla plana del televisor.
——Eso es un rollo, papi. Siempre ves tonterías en la tele y por eso
tenemos que hablar. Es mucho más divertido nuestro circuito que
eso que dice esa señora tan fea que no se ríe nunca —exclamó
David.
——Además, no nos dejas ver dibujos de peleas y tú ves siempre esa
tontería. Mira, ¿ves? Se están peleando y tienen hasta pistolas,
papi —indicó Nico señalando la tele con el tenedor que tenía
un trozo de carne pinchado.
Me di cuenta de lo contradictorio que estaba siendo con mis hijos,
entre lo que les decía y lo que hacía, y con un gesto muy serio apagué
la televisión. Me quedé pensativo durante el resto de la cena.
Ángela me sacó de mis pensamientos con un “muy bien, Claudia.
Has comido muy bien. Mañana comeremos un poquito más, ¿verdad?”
—esbozando una sonrisa.
Claudia asintió satisfecha por el trato recibido.
Entre tanto, los dos niños habían terminado lo que había en sus platos
y Ángela se levantó para traerles el postre. Yo continué callado. Me
sentía cansado y desbordado, además, me daba cuenta de que mis
hijos tenían razón y no merecían mi reacción.
Terminaron sus cenas, Ángela los acompañó a lavarse los dientes y
los metió en sus camas.
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
Fui a darles un beso de buenas noches, Nico ya estaba casi dormido
y prácticamente no hablamos, le di un beso rápido, lo arropé y cerró
los ojos.
Entré en la habitación de David, que estaba más despierto.
——Buenas noches, hijo —dije con cariño, mientras me sentaba sobre
su cama para dedicarle unos minutos.
——Buenas noches, papi —respondió.
Me quedé mirándolo con una leve sonrisa en mi rostro.
——No te enfades. Mañana nos portaremos mejor, ¿vale? —indicó
con una sonrisa pícara.
Sonreí mientras lo arropaba.
——Cuando sea mayor yo quiero ser como tú, David —dije mirán-
dolo a los ojos.
——Pues, vas a tener que empezar ya porque eres mayor —dijo
sabiamente y señalándome con su dedito.
——Es verdad, voy a tener que empezar ya. Pero necesito que me
ayudes —pedí.
——¿Cómo? —preguntó él mostrando un gran interés por poder
ayudarme.
——No sé, necesito que me digas qué tengo que hacer para ser
como tú porque yo no lo sé —dije tomándolo de la mano.
——Ah, claro —dijo pensativo.
Continué mirándolo, mientras él pensaba con su ojos elevados hacia
el techo tratando de buscar una respuesta a lo que yo le preguntaba.
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PODEROSO COMO UN NIÑO
——Ya está, papi. ¡Fácil! —exclamó muy contento.
——¿Sí? ¿Qué tengo que hacer? —pregunté mostrando mis ganas
por saber qué me iba a proponer.
——Pues haz las mismas cosas que hago yo —indicó con absoluta
normalidad.
——Sí. Es cierto. ¿Y qué cosas haces tú? —dije.
——Pues, no sé. Mírame y cópiame cada día —indicó haciéndome
ver que lo que yo pretendía no era tan difícil y mostrando la ob-
viedad de la afirmación.
——Claro, eso es lo que tengo hacer, mirarte y copiarte. Parece fácil
—respondí demostrándole mi agradecimiento por su propuesta.
Le di un beso en la frente.
——Así lo haré, hijo. Buenas noches y que descanses —indiqué.
——Buenas noches, papi. Que descanses tú también para poder
hacer las mismas cosas que hago yo —sonrió.
——Buenas noches —dije mientras me levantaba y apagaba la luz
de su habitación.
Al cabo de una media hora, los niños ya estaban dormidos y escuché
las llaves en la puerta. Era Marta que llegaba de la oficina. Salí a recibirla.
——Hola —dijo ella con el cansancio reflejado en su voz y en todo
su cuerpo.
——¿Qué tal el día? —pregunté.
——Agotador, ¿y tú? —comentó ella mientras se cambiaba los zapa-
tos y me daba un beso.
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
——Largo y duro. Lo de siempre —respondí.
——¿Y los niños? Ya están dormidos, ¿verdad? —preguntó con pena
y agotamiento.
——Sí, llevan media hora ya en la cama.
——¿Han cenado bien? ¿Han preguntado por mí? —dijo Marta,
como parte de la rutina diaria de preguntas sobre los pequeños.
——Sí, han cenado bien. Estaban cansados, no han preguntado
mucho —respondí tratando de no entristecerla porque los niños
no hubieran preguntado por ella.
——Bueno. Voy a cambiarme, comer algo y me voy directamente
a la cama. Estoy agotada y todavía es martes, me espera una
semana horrible —comentó mientras caminaba por el pasillo
hacia el dormitorio casi arrastrando los pies.
——Yo también me voy a ir pronto a dormir —continué, aunque creo
que ya no me oyó.
Una luz en
el camino
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Capítulo 2
Una luz en el camino
Pasaron tres días y llegó el ansiado viernes. Decidí que, por primera
vez en mucho tiempo, iba a salir a las tres de la tarde para acercarme
a recoger a los niños al colegio. Me apetecía darles una sorpresa. Sentía
que tenía tres hijos maravillosos y que, por alguna razón, estaba dejando
que el agotamiento al que me estaba llevando mi trabajo, empezara a
afectarme en el terreno personal. Desde la conversación del martes por
la noche con David, tenía el sentimiento de que me estaba perdiendo
muchas cosas con mis hijos por una “exitosa” carrera profesional.
Le di la tarde libre a Juan y yo mismo conduje hacia casa. Había
salido con tiempo suficiente y, de camino, decidí parar en el centro
comercial que hay cerca de la urbanización en la que vivo y entré para
ver si encontraba algún juego que les pudiera gustar a los niños y que
pudiésemos compartir, con el objetivo de dedicarles un poco más de
tiempo con algo que los divirtiese.
Cuando caminaba por el centro hacia la tienda de juguetes, me
crucé con una señora que, al verme, se detuvo y me habló.
——¿Jorge? —exclamó con una mirada que parecía escudriñar mi
aspecto.
——¿Perdón? —dije sorprendido.
——¿Eres Jorge Jara? —insistió.
——Sí, pero… —balbuceé desconcertado ante aquella mujer a la
que no recordaba.
© Alfaomega-Altaria 33
Claves para resetearse personal y profesionalmente
——¡Qué alegría volver a verte! —exclamó con una amplia sonrisa
y abriendo sus manos para abrazarme.
Me sentí algo intimidado y contrariado porque no la reconocí en un
primer momento.
Me abrazó, por supuesto.
——No te acuerdas de mí, ¿verdad? —dijo mirándome sin perder la
amplia sonrisa.
De repente, me di cuenta. ¡Era mi profesora de la universidad! Elena
Montero, doctora en ciencias económicas y un montón de títulos más.
Era una auténtica eminencia, a quien yo había admirado y respetado
desde el día que asistí a su primera clase, cuando era estudiante de
Económicas. Durante los años de carrera tuve muy buena relación con
ella y aprendí mucho gracias a las largas conversaciones que varios de
mis compañeros y yo manteníamos con ella sobre macroeconomía. Era
una profesora magnífica, alguien a quien le apasionaba su trabajo, que
disfrutaba con todo lo que hacía y lo que nos enseñaba. Era uno de esos
seres humanos magníficos que conservan la curiosidad y las ganas de
aprender de cuando somos niños y que, además, es feliz compartiendo
sus conocimientos con los demás.
Qué sorpresa volver a encontrarla después de tantos años. No me
lo podía creer.
——¡Elena! ¿Cómo estás? ¿Qué es de tu vida? ¿Qué haces por
aquí? —fui soltando todas las preguntas que se agolpaban en
mi cabeza sin orden ni concierto.
——Bien, estoy muy bien —dijo ella con su enorme y sincera sonri-
sa—. Me jubilé hace un tiempo ¡ya tengo 68! —dijo con orgullo y
con mucha vitalidad—. Bueno, realmente no me jubilé, sólo dejé
mi trabajo en la universidad para hacerme cargo de la escuela
infantil que fue de mi madre. Y hace unos meses, vendí mi casa
en el centro de la ciudad y compré aquí una más pequeña, pero
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PODEROSO COMO UN NIÑO
más tranquila y a muy poca distancia de la escuela, lo que me
facilita mucho el día a día —se detuvo—. Fue al morir mi marido.
Así estoy más cerca de mis hijos y mis nietos, pero sigo activa, ya
me conoces —continuó con mucha energía, como era carac-
terístico en ella.
——Siento lo de tu marido, de verdad —indiqué.
——Bueno —contestó ladeando la cabeza como tratando de de-
cirme aquello de “es la vida”.
——Me alegra tanto verte. Y que ahora estés viviendo aquí, tan
cerca, mucho más —exclamé por la alegría que me había pro-
ducido encontrarla.
Me regaló una de sus enormes sonrisas.
——¿Y cómo fue que decidiste dedicarte a llevar una escuela
infantil? —pregunté extrañado por su cambio de rumbo.
——Verás, siempre me ha apasionado la enseñanza, pero es cierto
que siempre me dediqué a temas de economía en la universidad.
Cuando mi hermana decidió dejar la escuela infantil y jubilarse,
me pareció que era una magnífica oportunidad hacerme cargo
de ello. Estaba segura de que iba a aprender muchísimo estando
con niños. Y así fue.
Terminó con un gesto de felicidad en su rostro.
——¿Vives por aquí, Jorge? —preguntó.
——Sí, me casé, tengo tres hijos y vivimos aquí en un chalet, en esta
urbanización —comenté de carrerilla señalando hacia una de
las puertas del centro comercial que estaba en la dirección del
lugar donde estaba ubicada mi casa.
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
——¿Y qué haces? ¿A qué te dedicas? —siguió preguntando inte-
resada.
——La verdad es que me ha ido bien. Trabajo en BBZ Communica-
tions —expliqué.
——¡Qué bien! —exclamó—. Buena empresa, líder mundial en su sec-
tor y con una amplia diferencia sobre su competidor más directo.
Sonreí. No sé por qué, pero todavía me sorprendía lo informada que
estaba de todo siempre.
——¿Y qué haces en esta empresa? —continuó interesada en cono-
cer más sobre mi trayectoria.
——Soy el director general.
——¡Enhorabuena! —dijo dándome un golpecito en el brazo y
mostrándose orgullosa de mí—. Has llegado muy lejos, Jorge. No
esperaba menos de ti.
——Sí —asentí.
De repente, me hizo una pregunta que, francamente, no esperaba.
——¿Y te hace feliz lo que haces? —preguntó con absoluta natu-
ralidad.
——Sí, por supuesto —contesté sin pensar.
Pero algo chirrió en mi interior, porque no era así como realmente
me sentía desde hacía meses, sin embargo, no cambié la respuesta.
——Pues, entonces, todavía me alegro más Jorge —dijo mostrando
su alegría.
Me sentí incómodo por la contradicción en la que me hallaba con
esta contestación.
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PODEROSO COMO UN NIÑO
——Apúntate mi número de teléfono y, ahora que vivimos tan cerca,
llámame uno de estos días y comemos juntos —propuso.
Saqué mi teléfono.
——Por supuesto. Dímelo —respondí preparando el teléfono para
añadirla como nuevo contacto.
——Espera, te hago una llamada perdida y ya se te queda el telé-
fono a ti y a mí también el tuyo —indicó rápidamente.
——Vale —respondí.
Le dije mi número y lo marcó. Ambos esperamos un segundo a
que sonara y, cuando lo hizo, colgó.
——Perfecto —dije con una sonrisa pulsando el botón de apagado
de mi teléfono y guardándolo en la chaqueta.
——Bueno Jorge, lo dicho. Ha sido un placer encontrarte de nuevo
y confío en que nos veamos pronto. Me encantará charlar más
detenidamente contigo —indicó.
——Hecho. Hasta luego, Elena.
——Adiós.
Mientras caminaba por el centro comercial, me sentía alegre por el
reencuentro con mi antigua y admirada profesora de la universidad.
Llegué a la juguetería y compré un juego que me pareció que podía
gustar a los niños.
Miré el reloj, ya iba un poco justo para llegar a tiempo a por ellos.
Me apresuré para llegar. Los niños se llevaron una grata sorpresa al
verme y, al subir al coche, les dije que los traía un juego para compartir.
——¿Qué es? ¿Qué es? —gritaban los dos a la vez.
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
——Cuando lleguemos a casa, lo abrimos y jugamos, ¿de acuerdo?
—indiqué tratando de reorganizarlos mientras los iba colocando
en sus respectivas sillas del coche.
Ésa fue una tarde divertida con los niños que me permitió relajarme,
aunque todavía me sentía bastante cansado.
Cuando ya estaba en la cama, no podía dormir. Un pensamiento
rondaba en mi cabeza. Era la pregunta de Elena: “¿Y te hace feliz lo
que haces?”.
No, no me hacía feliz. De un tiempo a esta parte me sentía agotado
y frustrado por los resultados de la empresa y por el entorno de trabajo
en el que estaba sumida la compañía.
Entre mis pensamientos acudió también el recuerdo de las palabras
de mi hijo David:
“Es que siempre estás trabajando y siempre estás cansado…
Pues, yo no quiero ser mayor porque los mayores siempre están
trabajando en unas cosas que son muy aburridas porque siempre
están cansados”.
Mi hijo tenía razón, mi vida era muy aburrida y presentía que la vida
profesional de las personas de mi equipo no distaba mucho de esa
situación. Sentía también el peso de la responsabilidad, puesto que yo
era su jefe y tenía que hacer algo para cambiar las cosas.
Pasó el fin de semana y estos pensamientos siguieron ahí anclados
en mi mente. No le comenté nada a Marta, porque bastante tenía ella
con lo suyo para agobiarla más con mis cosas de trabajo.
El lunes, cuando estaba en la oficina, pensé “¿y por qué no?, ¿para
qué voy a esperar más?”.
Llamé a Elena. Algo en mi mente me decía que charlar con ella
podría ser bueno para mí.
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PODEROSO COMO UN NIÑO
——Hombre, Jorge. ¡Qué grata sorpresa! —dijo al descolgar el telé-
fono.
——Hola, Elena. Te llamaba para quedar para comer contigo, como
hablamos el viernes.
——Ah, sí claro. Por supuesto. Será un placer. Di tú cuándo, que tú
estás más ocupado que yo, seguro —dijo con un tono alegre en
su voz y supongo que también extrañada por la rapidez con la
que la había llamado para quedar.
——¿Puedes hoy? —dije casi sin pensarlo.
——¿Hoy? —se quedó sorprendida, pero respondió rápido—. Sí, claro
que puedo. Dime dónde y a qué hora.
——Había pensado ir a un restaurante que hay aquí en Madrid, no
queda muy lejos de la oficina, así puedo regresar después para
seguir trabajando un rato más —le propuse.
——Bien. Por mí, perfecto.
——Dime cuál es tu dirección. Le diré a Juan, el chófer de la empre-
sa, que te pase a buscar y salimos juntos desde aquí —le ofrecí.
——No, no te preocupes. A mí me gusta viajar en tren. ¿Estás en
el edificio de BBZ de siempre? —preguntó—. El más alto de la
ciudad —añadió.
——Sí. Mi despacho está … —iba a darle la dirección cuando me
interrumpió.
——En la última planta del edificio, supongo —dijo, e intuí que había
sonreído, dando por hecho que el director general estaría en la
última planta, “la planta noble”.
——Exacto. Pues, entonces quedamos a las ¿dos? —propuse.
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
——Una hora estupenda. A las dos estaré allí —indicó.
Nos despedimos hasta la hora de comer.
Estuve toda la mañana centrado en varias reuniones con algunos
miembros del equipo y no tuve mucho tiempo de pensar en lo que
quería hablar con Elena. La verdad es que me dejé llevar por la intui-
ción, casi por una necesidad irracional. Por algo que siempre decía mi
madre, “las cosas no suceden por casualidad”. Supuse que no me ha-
bía encontrado con Elena en el centro comercial sólo por casualidad,
supuse que nos habíamos vuelto a cruzar en el camino para algo y me
dejé llevar por esa intuición.
Estaba en mi despacho revisando unos documentos que me había
preparado María, la directora financiera, cuando sonó el teléfono.
——Ha llegado tu visita, Elena Montero. Está esperando en recepción.
¿Quieres que baje ya a recogerla? —dijo Paloma.
——Sí, por favor. Y avisa también a Juan para que prepare el co-
che y nos recoja en la salida peatonal. Si no tiene los datos del
restaurante, dáselos tú por favor —indiqué.
——Vale —respondió ella.
——Gracias, Paloma.
Al cabo de unos minutos, me sorprendió escuchar a Paloma reír mien-
tras venía por el pasillo. Algo le había dicho Elena que la había hecho
reír. Hacía meses que no escuchaba la risa de Paloma.
——Tu visita —dijo asomando su cabeza por la puerta de mi despa-
cho.
Rápidamente, me levanté de la silla y fui a recibirla.
——¡Qué alegría, Elena! Pasa, por favor.
© Alfaomega-Altaria
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PODEROSO COMO UN NIÑO
——Buenos días. ¡Qué bonito despacho! Es muy amplio y ¡qué vistas
tan maravillosas tienes aquí! —dijo acercándose a uno de los
grandes ventanales.
——Sí, la verdad es que está muy bien ubicado. Aunque, he de
reconocer que miro poco por las ventanas, ya sabes, siempre
ando pendiente del ordenador o en miles de reuniones. Al final,
te acostumbras y no le prestas mucha atención —dije como parte
de la rutina que siempre respondía cuando alguien visitaba mi
despacho por vez primera y hacía este tipo de comentarios ante
la belleza de las vistas.
——Es verdad, muchas veces no prestamos atención a las cosas
importantes que nos rodean —afirmó.
Me dejó sin palabras. Tenía mucha razón en lo que decía. Y esto era
algo que me ocurría a mí desde hacía un tiempo.
En el trayecto hasta el restaurante fuimos hablando de cosas livianas
al principio, luego me estuvo explicando cómo había pasado los últimos
años. Siempre fue una mujer apasionada por la vida y por su trabajo.
Cuando decidió cerrar su etapa profesional en la universidad, conti-
nuó colaborando como asesora para varias empresas de primer nivel
durante un par de años, pero se dio cuenta de que esto no le divertía
y, poco a poco, lo fue dejando. Primero, lo había ido compaginando
con la escuela infantil y después, decidió que esto último era lo que
realmente la apasionaba y se centró en ello por completo. También
me explicó que, cuando murió su esposo, estuvo unos meses como
varada, pero empezó a hacer cosas nuevas, se apuntó a un club de
golf y juega varias veces por semana con un grupo de amigos y cola-
bora de forma altruista asesorando financieramente a una fundación.
Me explicaba que lo que más le gusta en la vida es dirigir la escuela
infantil. Le encanta observar a los pequeños porque aprende mucho
© Alfaomega-Altaria 41
Claves para resetearse personal y profesionalmente
de ellos, los considera una fuente de inspiración y trata de imitar mu-
chas de las conductas de los niños. Me contó que observar a los niños
y adaptar las conductas infantiles a su modo de vivir, es algo que la ha
hecho rejuvenecer mentalmente y empezar a ver la vida desde una
perspectiva diferente.
——Por ejemplo, hoy —dijo espontáneamente—, si hace unos años
me hubieras llamado a las once de la mañana para quedar en
el centro de la ciudad a las dos para comer, te habría puesto
alguna excusa para tratar de posponer la cita y organizarme con
más tiempo —me explicaba, a modo de ejemplo de cómo iba
cambiando conductas incluso en pequeños detalles.
Yo la escuchaba con atención. Me parecía muy interesante todo lo
que ella me decía.
——Sin embargo, he hecho lo que hacen los niños. Si tú les propones
algo que a ellos les resulta interesante y les apetece hacer, no
te ponen problemas, no te dan excusas, sino que rápidamente
dejan lo que estaban haciendo y te dicen que sí, que quieren
hacer eso que les propones y aprovechan el momento. No se
aferran a la rutina, la rompen tantas veces como les apetece. Y
disfrutan cada instante de sus vidas —me explicaba.
Levanté las cejas, sorprendido por su razonamiento, por el que me
empezaba a sentir realmente interesado.
Llegamos al restaurante, nos sentamos en la mesa que había reserva-
do Paloma para nosotros, miramos la carta, yo le sugerí algunos platos
y ella me indicó que se dejaba asesorar por mí.
——Lo que tú elijas, seguro que será un acierto Jorge —me dijo,
dándome absoluta libertad para pedir por ella.
Cuando nos quedamos solos, con la mayor naturalidad del mundo,
Elena me hizo una pregunta directa.
© Alfaomega-Altaria
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PODEROSO COMO UN NIÑO
——¿Y bien, Jorge? ¿Qué es lo que te está pasando? —exclamó
con una sonrisa, inclinándose hacia mí con intención de prestar
toda su atención a lo que yo tenía que decirle.
Sonreí. Al escucharla pensé: “directa, como los niños”. Respiré pro-
fundamente y me decidí a hablar, aunque no tenía muy claro qué era
lo que quería decirle.
——La verdad es que no sé por dónde empezar —dije dubitativo.
——Pues, empieza por el principio, suele ser lo más sencillo. El resto
viene después —apuntó ella pausadamente.
——Verás. No sé qué es exactamente lo que me pasa. No sabría
decir cuál es el problema. Lo cierto es que, desde hace un tiem-
po, creo que las cosas no van bien —dije sin especificar mucho.
Elena me escuchaba sin dejar de observarme y sin interrumpirme.
Supongo que me estaba dando espacio para que yo fuese aclarando
y ordenando mis pensamientos.
——Mi carrera profesional es “aparentemente” envidiable. Bueno,
supongo que sin el “aparentemente”. Creo que es envidiable.
Tengo 42 años y dirijo desde hace 5 una compañía que es líder
en su sector. Las cosas no van mal. Cuando me hice cargo de
la compañía teníamos un 11 % de participación de mercado y
hemos alcanzado el 19 % en estos años. En los últimos 12 meses,
estamos creciendo lo mismo que crece el mercado, sin embar-
go, por primera vez, no vamos a llegar al presupuesto —expliqué
con facilidad, ya que éste era un discurso que había repetido en
varias ocasiones en diferentes lugares.
Asintió.
——Desde hace unos meses, mis jornadas de trabajo son larguísimas.
Estoy en la oficina antes de las ocho y suelo salir hacia las nueve
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
de la noche —indiqué con preocupación en mi rostro—. Esto me
está empezando a pasar factura, estoy siempre cansado y sobre
todo estoy siempre muy serio.
Me detuve un instante.
——Y no sólo me ocurre a mí. Me he fijado y veo que a mi alrededor
la gente que trabaja conmigo está viviendo algo muy parecido.
Observo un entorno invadido por el cansancio y, me atrevería
a decir, por el hastío. No escucho risas a mi alrededor. Sólo veo
rutina y soy testigo impasible de duros enfrentamientos entre mis
colaboradores —tragué saliva.
Elena seguía escuchándome con toda su atención.
——Cuando llego a casa, no tengo ganas de estar con mis hijos —me
paré un instante, al darme cuenta de que no le había hablado
de ellos a Elena.
Me miró esperando entender la razón de mi reacción en mitad de
la explicación.
——Por cierto, no te he hablado de mis hijos. Tengo 3 niños estupen-
dos. David, Nico y Claudia. 5 años David, el mayor, 3 el mediano,
Nico, y 9 meses la pequeña. Mi esposa, Marta, tiene un magnífico
puesto en una compañía americana, en la que es directora de
marketing para España y Portugal —continué.
Sonrió.
——Me alegra saber que has tenido la suerte de formar una bonita
familia —agregó.
——Sí, la verdad es que son maravillosos.
Respiré profundamente para continuar con mi explicación.
© Alfaomega-Altaria
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PODEROSO COMO UN NIÑO
——Pues, como te decía, últimamente llego tan cansado a casa que
no tengo ganas de jugar con los niños. Y la mayoría de las veces,
entro en casa cuando ya están dormidos. Cuando llego, me pon-
go cómodo y me lanzo a vegetar en el sofá —dije avergonzado.
Elena seguía con atención mis explicaciones.
——La semana pasada, mi hijo David me decía que él no quería ser
mayor porque los mayores siempre estamos cansados y aburridos
y él no quería eso —dije preocupado.
Cerré los ojos un segundo, respiré, miré al suelo y continué.
——Creo que me estoy perdiendo muchas cosas importantes. Aun-
que, por otro lado, quiero que me vuelva a gustar mi trabajo, que
me vuelva a gustar mi empresa, enfrentarme a nuevos retos. No
soy de esos que quieren dejarlo todo, vender sus propiedades
y retirarse a un lugar tranquilo. Yo quiero seguir en la vorágine
empresarial, no quiero cansarme de abrir nuevas posibilidades,
para eso estudié Económicas, para eso hice un MBA. Es lo que
siempre me ha gustado y es lo que quiero seguir haciendo —me
detuve una vez más—. Pero no a este precio. Tengo que cambiar
algo, porque no puedo seguir así.
Elena se quedó callada mirándome. No dijo nada, sólo asintió. Yo
respiré sin saber cómo continuar. Me sentía muy confundido y cansado.
——Te entiendo —dijo mientras se limpiaba con la servilleta para
beber un poco de agua.
De repente, sin pensarlo, cambié de tema y le conté la conversación
que había tenido con David. Iba pasando de un tema a otro sin mucho
orden. Quizá me vino este recuerdo a la mente después de haberla
escuchado a ella en el coche hablar de los niños. No sé, realmente.
——El otro día, por la noche, cuando fui a arropar a David le dije
que de mayor me gustaría ser como él. Me encanta ver cómo
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
disfrutan de la vida, todo es divertido para ellos, todo es como
un juego, es un constante aprendizaje. Están como bebiéndose
la vida a grandes tragos —expliqué con entusiasmo.
——Así somos en la infancia —respondió con naturalidad.
——Sin embargo, a mí me parece que eso es algo muy alejado de
mí. Cada paso que doy me cuesta, a veces me parece que
me falta el aire y las ganas, que no tengo ya fuerzas, es como si
llevase una carga demasiado pesada sobre mis espaldas, que
me impide avanzar y se me hace difícil hasta respirar —expliqué
con tristeza.
——¿Y qué te dijo David cuando le confesaste que de mayor querías
ser como él? —preguntó interesada Elena.
——Fue genial —exclamé con una enorme sonrisa elevando mi mi-
rada mientras lo recordaba.
——Cuando somos niños, somos seres geniales —indicó.
——Me dijo que si quería ser como él de mayor, ya podía ir empezan-
do porque, de lo contrario, iba a llegar tarde, porque yo ya soy
mayor —le conté sonriendo.
——Y tiene toda la razón. Si quieres algo, es mejor ponerte en marcha
cuanto antes y no estar todo el tiempo pensando en lo que no
puedes hacer —apuntó Elena.
——Ya —respondí—. Y luego le pregunté cómo podía aprender de él
y me dijo: “¡Fácil! Haz las mismas cosas que hago yo” —le conté
parafraseando a David.
——Una vez más, te ha hablado con mucha sabiduría y lógica —
respondió Elena.
——¡Ah! Y me mandó a dormir porque me dijo que si quería ser
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PODEROSO COMO UN NIÑO
como él y hacer las mismas cosas que hace él, pues tenía que
descansar como hace él para estar bien al día siguiente —expli-
qué sonriendo.
——Y vuelve a tener toda la razón. Descansar es algo necesario, tan-
to cuando somos niños como cuando somos adultos. Siempre es-
tamos diciéndoles a los niños que tienen que irse pronto a dormir,
que tienen que descansar, sin embargo, nosotros muchas veces
hacemos lo contrario de lo que sabemos que es bueno y de lo
que les enseñamos a nuestros hijos —dijo calmadamente Elena.
——Sí, sí. Lo sé. Si tienes razón y David también. Pero no es lo mismo
el mundo de los niños que el mundo de la empresa. ¡Vamos, ni
de lejos! —exclamé tratando de hacer que Elena se diera cuenta
de que hay que poner los pies sobre la tierra.
——Ciertamente, no es lo mismo Jorge. Ahora, mi pregunta es ¿po-
demos aprender algo de las conductas de los niños que, con
nuestra experiencia, apliquemos a nuestro mundo para mejorar-
lo? —dijo con absoluto convencimiento en todas y cada una de
sus palabras.
Me quedé pensativo.
——Sí, tal vez —respondí, elevando mi ceja izquierda en un gesto
de incredulidad.
Ella me miró y continuó con su explicación.
——¿Te has preguntado alguna vez por qué al nacer tenemos una
capacidad inmensa, un potencial infinito y, sin embargo, en el
mundo de la empresa nos empeñamos en poner límites a estas
capacidades? —lanzó la pregunta en un tono algo incisivo—.
¿Por qué en el ámbito profesional nos hacemos menos eficientes
de lo que podríamos llegar a ser? —terminó.
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
Me miró fijamente para ver mi reacción a lo que me acababa de
decir y supongo que también pretendía hacerme reflexionar sobre algo
de lo que ella estaba absolutamente convencida.
——¿Has pensado por qué nuestro comportamiento se aleja del
que teníamos cuando éramos niños? —volvió a lanzarme una
pregunta y se detuvo un instante para continuar al momento—.
Si analizamos la conducta en la infancia, vemos que en el niño
hay muchas de las cualidades que normalmente se buscan en
los directivos excelentes. Sin embargo, acabamos desarrollando
otras conductas que nos ponen barreras y limitaciones en nuestra
evolución hacia el mejor profesional que podríamos llegar a ser
—explicó—. Estoy segura de que, en gran medida, la explicación
está en que esto significaría mostrar cierto grado de vulnerabi-
lidad y pensamos que en el entorno empresarial nos haría más
débiles y, por tanto, eso nos alejaría de nuestro “supuesto éxito”
—dijo haciendo el gesto de las comillas con las manos.
Yo la seguía escuchando con atención.
——Nos ponemos tantas máscaras que, al final, no somos capaces
de reconocernos a nosotros mismos —dijo con pena en el tono
de su voz.
Mientras hablaba, yo sentía que lo que ella me explicaba, con tanta
pasión y convencimiento, podía tener lógica. Sin embargo, yo estaba
todavía muy cerrado a esta idea que ella proponía. Por un momento
sentí que Elena, a su edad, con la vida ya resuelta y en esa etapa de
tranquilidad, quizá estaba demasiado alejada del mundo real, de la
empresa actual. Al fin y al cabo, siempre había sido profesora de univer-
sidad y nunca había estado en el día a día de la empresa como para
poder entender a qué me refería yo con lo que le estaba explicando.
Me sentí algo defraudado porque creo que, en mi fuero interno, había
puesto demasiadas esperanzas en el reencuentro con ella y ahora me
parecía que estábamos a años luz.
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PODEROSO COMO UN NIÑO
De repente, interrumpió mis pensamientos.
——Te propongo una idea. Mejor, piensa en ello como un juego,
¿de acuerdo? —indicó entusiasmada.
——¿Qué? —respondí, algo contrariado por sus palabras, mientras
el camarero retiraba mi plato de la mesa.
——Se trata de que hagamos una lista de temas que no sepas cómo
manejar y tratemos de buscar respuestas y soluciones como lo
harían los niños —explicó entusiasmada—. No será complicado,
se trata de estudiar a los niños: cómo se relacionan entre ellos,
cómo piensan, cómo hablan, cómo razonan, cómo juegan y
aplicarlo a tu situación actual —continuó.
Yo la miraba atento, pero incrédulo ante su propuesta que me pa-
recía algo descabellada.
——El objetivo es aprender de ellos, extraer ideas para llevarlas a
tu vida profesional, para que después pensemos en cómo las
puedes poner en marcha en tu empresa y, si me lo permites,
en tu vida en general —dijo con gran entusiasmo—. ¿Qué te
parece? —insistió.
——No sé, Elena. Yo tengo una agenda muy complicada, no tengo
tiempo para nada y esas cosas llevan trabajo y dedicación —res-
pondí desmotivado ante su propuesta.
——Escúchame, Jorge —insistió Elena con su pasión habitual—. De lo
que se trata es de que trabajemos en “reaprehender” una serie
de habilidades que están entre tu repertorio de conductas, pero
que necesitan volver a entrenarse para desarrollarlas de nuevo.
Me incliné hacia delante para escuchar a Elena con atención, pues
no entendí el significado de aquella palabra. Y la miré mostrando la
duda en mi rostro.
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
——“¿Reaprender?” —pregunté, pues me sentía algo perdido en su
razonamiento.
——No. Me refiero a “reaprehender” —repitió poniendo el acento
para que yo entendiera a qué palabra se refería exactamente.
La miré de nuevo, porque no la entendía.
——No sé qué es eso. Nunca he escuchado ese término. Entiendo
la palabra aprehender, pero no sé a qué te refieres con “reapre-
hender” —respondí.
——A ver, Jorge. “Aprehender” es asimilar inmediatamente algo,
llegar a entenderlo, “reaprehender” tiene que ver con volver a
asimilar y utilizar algo que ya fue entendido previamente, en la
infancia, para así reconvertirlo en el hábito que en su momento
fue. Lo que te quiero decir con el término “reaprehender” tiene
que ver con la capacidad de volver a coger algo que ya tuvimos
en su momento.
——¿Lo que me estás diciendo es que tengo que desaprender lo
que ya había aprendido? —pregunté, tratando de descifrar el
significado de aquel término que estaba utilizando Elena.
——No exactamente —dijo, y se detuvo un instante para encontrar
las palabras que me ayudasen a entender el alcance de este
concepto—. Se trata de recuperar algo que ya tuviste, de volver
a basarte en algo que sabías hacer y que dominabas en una
época de tu vida. No hay que quitar nada, hay que volver a
despertar —sentenció y guardó silencio––. En cierto modo, es re-
setearte como persona, pero sin perder las conductas que habías
desarrollado en la infancia. Es comenzar de nuevo como adulto,
pero con los conocimientos y aprendizajes que adquiriste en la
infancia de forma natural.
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PODEROSO COMO UN NIÑO
Aunque me gustaba la forma en que Elena transmitía sus ideas porque
no sólo lo hacía con claridad, sino que me dejaba un espacio para su
asimilación, estos términos me provocaban dudas.
——Pero lo que yo entiendo por resetearse es borrar todo para volver
a empezar de nuevo, ¿no es así?
——No, lo que te propongo es similar a lo que pasa con nuestros
músculos cuando hacemos deporte. Si cuando éramos pequeños
aprendimos algún tipo de disciplina deportiva, aunque hayamos
estado años sin practicarla, la memoria de nuestro músculo sigue
intacta y, si mañana, volvemos a entrenar ese mismo deporte,
nuestro músculo recordará el tipo de movimiento, la intensidad
del mismo y, por supuesto, cómo ejecutarlo, de una manera muy
similar a la que lo hacíamos cuando lo aprehendimos —explicó––.
Para ello debemos resetearnos, volver a iniciarnos para abrirnos
de nuevo al conocimiento que ya habíamos adquirido.
Yo la escuchaba con atención.
——Es lo mismo con las habilidades. Lo que podemos hacer es rea-
prehender esos comportamientos que tú desarrollaste cuando
eras niño y que, al dejar de hacerlos, quedaron dormidos. En el
momento en que te reseteas y vuelves a entrenarlos, los despier-
tas y los desarrollas de nuevo —se detuvo observando la intriga
en mi mirada—. Dicho de otro modo, circuitos neuronales que se
activaron de niño, al dejar de usarse quedaron desconectados.
Se trata de volver a conectar esos circuitos, una vez pulsada la
tecla “reset”, para llevar a cabo las conductas que necesitas y
que ya tenías en la infancia. Es recuperar lo que supiste.
Me miró esperando mi respuesta.
——Me parece un planteamiento interesante —contesté—. Estoy en
un momento muy complicado del año, tenemos que encauzar
bien las acciones que nos pueden ayudar a acercarnos al pre-
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
supuesto y necesito pensar en todo esto y en las posibilidades de
llevarlo a cabo, pero también en los obstáculos que me pueden
impedir llegar a un buen resultado.
——Lo entiendo. En cualquier caso, piénsalo —insistió sin perder el
entusiasmo.
Terminamos de comer, salimos del restaurante, la acercamos en el
coche a la estación de tren y nos despedimos con un abrazo.
Después fueron pasando los días y yo continué inmerso en los proble-
mas del negocio. Reconozco que no le dediqué ni un minuto a pensar
en la propuesta de Elena. Las cosas seguían igual, incluso fueron em-
peorando con el paso de las semanas.
Una tarde estaba revisando una serie de temas pendientes en mi
despacho y entre ellos estaban los resultados de la encuesta de clima.
Por encima de todo, había dos aspectos que destacaban claramente:
la sensación de cansancio y la falta de motivación y compromiso de
los equipos.
——Revisé el documento y vi que se les hacía una pregunta es-
pecífica sobre su grado de identificación con la empresa en el
momento actual. El 75 % de ellos respondía que era bajo. El tema
me preocupó porque era la constatación real y objetiva de lo
que yo venía observando desde hacía tiempo.
De regreso a casa, continué muy pensativo en el coche. Seguí dán-
dole vueltas a los resultados de la encuesta. Se trataba de algo que yo
venía observando desde hacía tiempo, incluso en mí mismo. Yo también
sentía un enorme cansancio y los últimos dos años habían supuesto un
gran desgaste para mí, hasta el punto de que se me hacía difícil en-
contrar la motivación. No podía dejar de pensar en ello.
Entre mis pensamientos, volvió a mi memoria la conversación que
había mantenido con Elena. Ella me había hablado de esas conductas
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PODEROSO COMO UN NIÑO
de la infancia que vamos perdiendo a medida que vamos creciendo.
Esas conductas que nos permiten disfrutar de la vida a cada instante y
vivir en un continuo aprendizaje, que nos ayudan a crecer y descubrir
miles de cosas nuevas a nuestro alrededor. Todo esto lo hacemos en
un estado de actividad constante y, lo más importante de todo, es que
somos capaces de pasarlo bien, llenamos todo nuestro tiempo y no
sentimos cansancio. Los niños cuando tienen tres, cuatro o cinco años,
no sienten hastío, siempre encuentran una motivación para seguir en
acción y su compromiso es con ellos mismos y con sus ganas de divertirse
haciendo cosas. Por eso aprenden tanto y son tan creativos.
Pensé en que, tal vez, ahí estaba la clave. ¿Cómo podía yo hacer
para recuperar esa ilusión de cuando era un niño? Esto era lo primero
que necesitaba hacer, tanto para mí como para mi empresa. Todo
debía empezar en mí mismo y desde mí mismo, como máximo respon-
sable del equipo.
Al día siguiente, decidí que iba a llamar a Elena y valorar la posi-
bilidad de llevar a cabo su idea. Marqué su número, pero cortaba la
llamada. Así que esperé a que ella me volviera a llamar a mí cuando
le fuera posible.
En los minutos de espera siguientes, le daba vueltas a esta idea loca
que Elena me había lanzado hacía unos días y que yo estaba empe-
zando a plantearme como una posibilidad real. Tenía muchas dudas
y muchos prejuicios sobre ello, pero algo me indicaba que tenía que
hacer caso a la intuición que ahora me decía que quizá Elena podía
volver a enseñarme nuevas cosas, como cuando años atrás me enseñó
las bases de la gestión empresarial y tantos otros temas relativos a la
macroeconomía. Tenía que aprovechar su gran conocimiento del mun-
do de los negocios y todos los aprendizajes que decía estar obteniendo
en su nueva faceta profesional, tan diferente de todo lo que ella y yo
mismo habíamos hecho en la vida.
Sonó mi teléfono. Vi que era ella que me devolvía la llamada.
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
——Hola, Jorge. Me has llamado hace un minuto. Estaba con otra
llamada en el fijo y no podía atenderte. ¿Cómo estás? —dijo con
su habitual alegría en la voz.
——Bien. Te llamaba porque he estado dándole vueltas a lo que me
dijiste el día que comimos juntos. ¿Te acuerdas? —pregunté—. Lo
de observar y analizar conductas que se dan en los niños y que
nosotros hemos dejado dormidas, para luego trabajar en cómo
despertarlas y así aplicarlas de nuevo en mi vida —dije de un tirón.
Ella me había escuchado con atención, como siempre.
——Creo que merece la pena intentarlo. ¿Sigues queriendo
ayudarme? —continué casi con timidez por pedirle aquello.
——Yo también creo que merece la pena. Y por supuesto que quiero
colaborar contigo en esto —respondió ella.
——Fantástico. Muchas gracias, de verdad, Elena.
——Bueno, querido Jorge, lo primero que tenemos que hacer es
cerrar un día en nuestras agendas para vernos y empezar a tra-
bajar —dijo.
Y me habló con esa energía propia de ella. ¡Cómo la envidiaba! A
su edad, su voz sonaba mucho más joven que la mía.
——A ver, ¿cómo tienes este viernes a las 12 h? —propuso.
Consulté mi agenda que estaba cargada de reuniones y citas.
——Complicado —respondí.
——Mal empezamos. Si me dices “complicado” es que no le estás
dando prioridad a este tema —dijo en un tono algo inquisitivo.
——Tienes razón, Elena —dije tomando conciencia—. Déjame
que cambie un par de cosas y te mando un mensaje con la
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confirmación.
——Bien —dijo—. Te propongo que nos veamos en mi despacho.
Aquí vas a estar más tranquilo y vas a poder ver los temas con
algo más de objetividad por la distancia física. Te mando un
mensaje con la dirección.
——Me parece bien —respondí.
Así quedamos. Nos despedimos y me dispuse a hacer los cambios
necesarios en mi agenda para poder estar el viernes en la reunión que
tenía prevista con Elena.
Descubriendo
realidades
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Capítulo 3
Descubriendo realidades. Hacia una nueva cultura
En los días posteriores estuve analizando cuál era la situación, re-
visando con mayor profundidad los datos de la encuesta de clima,
observando con atención a mis colaboradores, tanto en las reuniones
como en los distintos momentos del día. Hice una lista de temas en los
que estaba convencido de que debíamos trabajar.
El viernes me fui a la reunión con Elena. He de confesar que iba con
un doble sentimiento, por un lado tenía plena confianza en ella y en
su profesionalidad, pero por otro lado, no estaba muy seguro de que
esta idea de mi antigua profesora fuese algo que pudiera servirme en
mi situación actual y en el mundo de la empresa.
Al llegar, Elena me recibió con esa energía tan característica. Me
estuvo enseñando el centro, me habló de cómo funciona una escuela
de educación infantil, me contó lo retador que había sido para ella al
principio y me dijo que ahora sentía que era la mejor experiencia que
había vivido en el ámbito profesional y, una vez más, me insistió en lo
enriquecedor que era todo aquello para su desarrollo personal.
Después fuimos a su despacho. Era amplio, con grandes ventanales.
Me sorprendió el estilo de la decoración. Yo recordaba su despacho
de la universidad, que estaba amueblado de un modo clásico y muy
serio. Sin embargo, éste era muy luminoso, con colores divertidos, con
muebles poco convencionales y, sobre todo, muy cómodos. En una de
las paredes había una gran pizarra con rotuladores de todos los colores
para escribir, dibujar, crear e imaginar lo imposible. Me llamó la atención
una especie de gran puf de color verde ácido que había en el suelo,
en el que te podías sentar, quedabas cómodamente atrapado y te
ayudaba a pensar de un modo diferente. Había una amplia alfombra
de vivos colores en la que me contó que solía tumbarse con unos folios
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
cuando quería pensar en cosas importantes. Me recordó al modo en
que lo hace mi hijo cuando se tumba en el suelo para dibujar. Tenía
también un cómodo sofá con la forma de las piezas de un lego. Recuer-
do que en una de las paredes tenía colgados muchos dibujos que le
habían hecho los niños y que daban una sensación de alegría al entrar
en aquel lugar tan especial. Por supuesto, contaba con un estupendo
y moderno equipo de música en el que siempre sonaba alguna can-
ción que te podía inspirar para trabajar más cómodamente. También
me llamó la atención que olía de una forma especial, era como olor
a caramelo. La verdad es que entrar en aquel despacho de Elena me
recordó a las salas de juego infantiles. Al principio, me sorprendió mu-
cho el lugar, pero lo cierto es que, a medida que fueron pasando los
días en los que iba allí a trabajar con ella, me iba dando cuenta de lo
inspirador que era aquel entorno. Me devolvía a la ilusión y la diversión
del aprendizaje de cosas nuevas, de cuando somos niños. Me gustaba
mucho ir allí, porque podía pensar de un modo diferente.
El primer día, ella me dijo que eligiera el lugar donde quería sentar-
me, en el que me sintiera más a gusto para empezar. Reconozco que
tuve dudas, no sabía cuál sería el lugar más apropiado, todo me rom-
pía tanto mis esquemas en aquel despacho que, por un momento, no
supe qué decir.
——Si te parece, puedo ir apuntando en la pizarra algunos temas que
he ido recogiendo en estos días y que podrían ser el punto de
partida sobre el que empezar a trabajar —dije algo contrariado.
Sonrió y con un gesto con la mano me invitó a que hiciera lo que me
pareciera más adecuado para empezar a funcionar. Mientras tanto,
ella se sentó en la alfombra apoyando su espalda sobre el sofá, con la
intención de escuchar atentamente lo que yo le iba a explicar.
——Bueno pues ¿empezamos? —pregunté con cierta inseguridad.
——Sí, sí claro —respondió ella rápidamente.
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PODEROSO COMO UN NIÑO
Saqué mi cuaderno del maletín y lo abrí en la hoja en la que tenía
mis notas. Les di un vistazo rápido y empecé mi exposición.
——Como te conté, hemos hecho una encuesta de clima en la
compañía —me incliné para sacar el documento en el que tenía
los resultados de la encuesta.
——Déjame verla, Jorge —pidió Elena.
La abrió y fue directamente a las conclusiones, después consultó
algunos de los datos que estaban detallados en el informe y le echó
un vistazo al cuestionario. Al cabo de unos minutos, la cerró y me la
devolvió.
——Me hago una idea bastante clara de lo que ha salido en esta
encuesta —indicó—. En cualquier caso, me gustaría saber qué
es lo que tú crees que ocurre en tu equipo.
Me quedé pensando unos instantes para organizar la información en
mi cabeza y exponérsela con la máxima claridad posible.
——Verás, he identificado una serie de temas en los que creo que
debemos trabajar —dije.
——Pues adelante, Jorge. Veámoslos —comentó con energía.
——Es evidente que existe una clara falta de motivación. Y no es
algo que le ocurra sólo a mi equipo. Yo sé que soy el primero
que está viviendo un momento de saturación, estoy cansado.
Cuando pienso en el trabajo lo veo como una carga en mi vida.
No me siento motivado con lo que estoy haciendo. Yo estoy
comprometido con mi empresa, pero tengo dudas de si mi gen-
te también lo está. Hacemos largas jornadas, sin embargo, creo
que lo hacemos como si de una rutina se tratase. Es como que
“es lo que toca” y hay que sacar esto adelante y lo hacemos,
pero realmente no nos divertimos con ello. No tenemos pasión
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
por nuestro trabajo, lo hacemos porque hay que hacerlo y nada
más. Creo que por eso nos sentimos tan hastiados —expliqué.
Yo seguía de pie delante de la pizarra mientras le contaba todo
esto. Cuando terminé de explicarle esta primera reflexión, se levantó y
cogió un par de cojines grandes que tenía en un rincón del despacho
y los puso junto a una mesa blanca que había sobre la alfombra. Me
pidió que le diera el cubilete de los rotuladores de colores de la pizarra
grande y que me sentara junto a ella en un cojín para ir escribiendo en
esa mesa, en la que se podían borrar las cosas que íbamos apuntando.
——Si te he entendido bien, tenemos “compromiso” como elemen-
to clave que ahora se ha perdido en el equipo —indicó Elena,
mientras iba anotando esta palabra sobre la mesa.
——Sí, eso es —respondí.
——Vale. Cuéntame más cosas, Jorge —continuó.
——Muy ligada a la anterior, me doy cuenta de que nos falta em-
puje, de que a veces no llegamos a creer en lo que estamos
haciendo y entonces, de repente, comenzamos a flojear y los
proyectos cuesta mucho que salgan adelante. Es como si no
tuviéramos gasolina para seguir.
Elena me miró fijamente.
——Ese combustible del que hablas lo tuvisteis antes, ¿verdad? —dijo.
——Claro —contesté rápidamente.
——Supongo que la palabra “pasión” no te será lejana —sin darme
tiempo a decir nada, Elena continuó—. Cuando nos falta la pa-
sión cualquier barrera a la que nos enfrentemos, por pequeña
que sea, se convierte en algo que parece insalvable. La pasión
es la fuerza que nos lleva a conseguir resultados extraordinarios, si
no está ahí, el esfuerzo es mayor y el resultado no es tan bueno.
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PODEROSO COMO UN NIÑO
Me quedé pensando en sus palabras y me sentía plenamente identi-
ficado con lo que acababa de escuchar. Poco a poco, iba confiando
más en lo que podían dar de sí estas reuniones con Elena y me animé
a continuar profundizando en los temas.
——Hay otra cosa que me preocupa. Yo creo que se ha perdido la
confianza entre los miembros del equipo, aunque pienso que no
es mi caso. Quiero decir que para mí, mis colaboradores cuen-
tan con mi absoluta confianza, igual que al principio de esta
andadura. O más incluso, puesto que ahora nos conocemos
mejor. Sin embargo, veo que entre ellos existe una especie de
competitividad interna exacerbada. Delante de mí mantienen
bastante las formas, y conmigo todos son respetuosos y amables.
Pero veo cómo se hablan entre ellos. Algunas veces, me copian
en e-mails en los que puedo intuir la rivalidad entre ellos. El otro
día vi a dos de mis mejores colaboradores enzarzados en una
pelea en uno de los despachos. No sé exactamente qué era lo
que ocurría, pero desde fuera se podía apreciar el enfrentamien-
to entre ellos. No sé cómo explicarlo, creo que hay una falta de
confianza entre las personas que nos lleva a que se produzca
una mala comunicación —expliqué.
——Cuando dices que se produce una mala comunicación. ¿A qué
te refieres específicamente, Jorge? —preguntó.
——Creo que se ocultan información entre ellos con el fin de salir
beneficiados por encima de sus compañeros. También dedican
demasiado tiempo a los enfrentamientos y las luchas internas a
través del correo electrónico, lo que hace que empeoren las
relaciones entre departamentos —indiqué.
——Bien. Tenemos otros dos conceptos sobre los que trabajar y que
los trataremos de forma diferente. Por un lado, tenemos la “con-
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
fianza” o más concretamente la falta de ella entre los miembros
de la organización. Por otro lado, has hablado de inadecuada
“comunicación” entre los empleados ¿cierto? —dijo mientras
escribía estas dos palabras en la mesa.
——Sí, eso es —respondí. Además, esta falta de comunicación no
es sólo a través de los conductos escritos, sino también en las
reuniones se nota que no hay una comunicación fluida, que ya
no se dan conversaciones como hacíamos antes. Es sólo trabajo
y de forma muy directa, lo cual genera personas que se colocan
a la defensiva.
——Entiendo —dijo Elena—. Como te dije las trataremos por sepa-
rado.
——Hay otra cosa más. Como consecuencia de esa falta de con-
fianza de la que hablaba, creo que se está perdiendo la soli-
daridad entre departamentos —dije y me quedé pensando en
lo que acababa de comentar—. O tal vez es al contrario, se ha
perdido la confianza como consecuencia del enfrentamiento
interdepartamental —continué.
——Entiendo. Por tanto, hay otro concepto que deberíamos recoger
aquí: “solidaridad”, ¿no? —preguntó y lo fue escribiendo también.
——Exactamente.
——Vale. ¿Qué más? —dijo mirándome con atención.
——Otra cosa que me preocupa es que veo que cada vez existe
menos relación entre los miembros del equipo. ¿A qué me re-
fiero? —continué—. Lo que quiero decir es que veo a la gente
adoptando una actitud muy individualista. Cuando voy por los
pasillos, veo a las personas muy enfrascadas en su ordenador,
con sus cosas y en su espacio. Muchas veces siento que voy an-
dando por una oficina donde hay un silencio frío. Los veo y me
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PODEROSO COMO UN NIÑO
parecen autómatas. No se relacionan entre ellos. No sé cómo
explicarlo, pero no oigo risas, no escucho ruido de conversaciones
—indiqué—. No sé si entiendes lo que quiero decir. No es que yo
pretenda que la oficina sea un lugar para charlar y hacer amigos.
Está claro que hay un trabajo que hacer y tiene que salir. Pero
parece que entraran a una cadena de producción donde hay
un hombre con una máquina con la que no hay posibilidad de
interacción. Por otro lado, las personas que trabajan en la oficina,
con la excusa de que estamos en época de crisis y que hay que
ajustar los gastos, cada vez salen menos al mercado. No tocan
el negocio real, no salen al cliente, lo dejan todo en manos del
área comercial. Y, claro, esto los aleja de la realidad y, por otro
lado, hace que el equipo comercial se crezca y los trate de forma
despectiva, incluso, con una enorme distancia, lo cual incrementa
todavía más la falta de comunicación, confianza y solidaridad
interdepartamental —expliqué.
Elena seguía escuchándome con suma atención.
——No sé si me estoy explicando bien, Elena —pregunté—. Tal vez
tendría que haber preparado una presentación con las claves.
Me parece que estoy siendo poco objetivo en mi exposición y
estoy hablando mucho de percepciones, incluso de sensaciones
que son mías, y que es poco ortodoxo lo que estoy contándote.
——Creo que sabes bien lo que está ocurriendo en tu equipo, Jorge.
A mí no me gusta nada lo de las presentaciones formales, yo
prefiero la espontaneidad con la que me estás explicando lo que
ocurre. Creo que la forma en la que lo estás haciendo te permite
contarme las cosas con mayor sinceridad y sin los disfraces que
puede suponer una presentación formal. Sobre lo que me estás
hablando podemos ir construyendo y buscando soluciones —dijo
Elena con una profunda convicción.
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Claves para resetearse personal y profesionalmente
——Perfecto —esbocé una sonrisa.
——Creo que deberíamos apuntar otro concepto. Es “capacidad
de interrelación”. Y con ello me refiero tanto a la interna como
a la externa. ¿Estás de acuerdo? —indicó.
——Sí, eso es —respondí.
Elena fue escribiendo este concepto también en la mesa.
——Con esto que me decías sobre la formalidad de las presenta-
ciones y el hecho de que muchas veces nos escudamos en ellas
para disfrazar las cosas, me viene a la cabeza otro tema que creo
que no hemos sabido gestionar adecuadamente y, por tanto,
nos está pasando factura —dije.
Elena seguía escuchándome con atención.
——Verás, somos una compañía de éxito. Durante mucho tiempo
las cosas nos han ido muy bien. Sin embargo, ahora el entorno
es realmente hostil y esto hace que los resultados no sean aque-
llos a los que estamos acostumbrados. En ocasiones, los equipos
están cometiendo errores de distinta índole. Yo creo que esto
es algo lógico. El entorno ha cambiado y hay que seguir siendo
competitivos, ahora más que nunca. Para ello, ya no valen las
mismas cosas de siempre y hay que probar nuevas posibilidades,
nuevos enfoques, nuevas formas de hacer. Sin embargo, no esta-
mos sabiendo gestionar bien el error. De modo que se unen dos
cosas, por un lado, no estamos acostumbrados a equivocarnos
por nuestra trayectoria de éxito y, por otro lado, desde la direc-
ción y los mánager no estamos sabiendo gestionar a los equipos
cuando se producen errores —expliqué.
Elena me miraba mostrando interés en lo que yo le estaba contando.
——Esto lo digo porque lo veo cuando participo en reuniones de los
© Alfaomega-Altaria
64
PODEROSO COMO UN NIÑO
distintos equipos. En las presentaciones que me hacen, observo
que no me cuentan las cosas con la sinceridad que requieren.
Supongo que por miedo a reconocer errores. Me disfrazan la
información. Y yo mismo siento que lo hago con el Consejo de
Administración también. No sé si me entiendes, Elena —pregunté.
——Sí, sí te entiendo Jorge —respondió ella—. Creo que el siguiente
concepto que deberíamos apuntar es “gestión del error”, ¿estás
de acuerdo? —preguntó antes de escribirlo en la mesa.
——Sí. Totalmente de acuerdo.
——¿Sabes qué, Elena? —dije mientras iba tomando conciencia de
lo siguiente que le iba a explicar.
——¿Qué?
——Me doy cuenta de que hace tiempo que siento que no aprendo
cosas nuevas —dije y me detuve, porque era algo de lo que no
había sido consciente hasta ese momento, pero ahora lo veía
con absoluta claridad.
——¿Qué quieres decir exactamente? —preguntó con interés.
——Verás, recuerdo los primeros meses, incluso los primeros tres años
en la compañía. Yo sentía que cada día aprendía algo nuevo.
Cada cosa que hacía, sabía que me estaba haciendo crecer pro-
fesionalmente. Y claro, esto me mantenía motivado y me hacía
ver con auténtica pasión mi trabajo —expliqué con entusiasmo.
Me detuve y respiré profundamente.
——Sin embargo, hace tiempo que siento que estoy como en una
especie de rutina que es la que hace que todo me cueste mucho
más, que me genera un enorme cansancio —expliqué—. Y veo a
las personas de mi equipo y creo que les ocurre algo parecido.
© Alfaomega-Altaria 65
Claves para resetearse personal y profesionalmente
——Entiendo —respondió Elena mientras apuntaba en la mesa “con-
texto de aprendizaje”—. ¿Es esto lo que podría resumir lo que me
estás explicando?
Miré lo que ella había escrito y dudé.
——Más que generar ese contexto, que también, me refiero a la
rapidez para aprender, es decir, esa capacidad que nos lleva
a seguir aprendiendo, independientemente de la situación que
estemos viviendo —expliqué tratando de que ella comprendiera
exactamente a qué me refería en toda su dimensión.
——Si te entiendo bien, el punto importante es la agilidad a la hora
de aprender cosas nuevas.
——Cierto. Aunque esta agilidad la usemos también para adaptar-
nos rápidamente a las nuevas formas de hacer que nos pide el
mercado y el entorno actual —añadí.
——Hablaríamos entonces de “agilidad para aprender”, que es una
competencia donde se combina la rapidez para adquirir nuevo
conocimiento con la capacidad de adaptación a las nuevas
situaciones que vivimos en el entorno organizacional —dijo Elena,
mientras iba borrando el concepto anterior y sustituyéndolo por
el nuevo.
Nos quedamos en silencio unos instantes. Ahora que le estaba con-
tando todo esto a ella, me daba cuenta de que de ninguna manera
estaba sobrevalorando ni exagerando la situación. Tomaba conciencia
de que, hasta esa tarde, no me había detenido a pensar en lo que nos
estaba pasando. Había estado demasiado metido en el día a día y no
me había parado a hacer una fotografía de la situación para analizarla
con mirada crítica. Empezaba a ver cómo habíamos llegado al punto
en el que nos encontrábamos y era debido a una serie de errores que
estábamos cometiendo sin ser conscientes de ello. Y yo era el máximo
responsable de gestionar todo esto y reconducir la situación.
© Alfaomega-Altaria
66
PODEROSO COMO UN NIÑO
Respiré profundamente, pues sentía el peso de la responsabilidad que
suponía devolver la ilusión y el hambre de éxito a mi equipo.
——Sí, eso es. Pero hay más, Elena —dije.
——Me imagino —respondió ella con amabilidad en el tono de su
voz.
——Verás, creo que todo esto que te estoy relatando es lo que nos
ha llevado a una situación en la que estamos perdiendo competi-
tividad en el mercado. Hace tiempo que nos enfrentamos a un
contexto muy diferente al de hace cuatro años. Y, sin embargo,
no estamos siendo lo suficientemente creativos e innovadores en
nuestras acciones. De modo que nuestro ritmo de crecimiento se
está ralentizando y estamos en riesgo de perder nuestra posición
de liderazgo si no somos capaces de reconducirlo —expuse.
——Entiendo que tenemos otro frente sobre el que debemos trabajar:
“creatividad e innovación” —dijo mientras lo escribía en la mesa.
——Sí, efectivamente —respondí apretando mis labios.
——¿Sabes qué? —dije—. Desde hace tiempo, los equipos y yo mis-
mo también, estamos más centrados en ver los problemas que
en buscar soluciones. Me doy cuenta de que los mánager me
presentan el estado de las cosas habitualmente desde la excu-
sa. Y ahora cuando te lo estoy exponiendo a ti, soy consciente
de que a mí me ocurre lo mismo cuando me comunico con el
Consejo —expliqué y me quedé pensativo.
Volvió a escribir un nuevo concepto sobre la mesa: “lenguaje vícti-
ma”. Levantó la mirada.
——¿Sería esto, Jorge?
——No entiendo —dije con rapidez.
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  • 3. Poderoso como un niño. Claves para resetearse personal y profesionalmente José Miguel Sánchez Martín ISBN: 978-84-941845-0-5 edición en español publicada por Publicaciones Altaria S.L., Tarragona, España Derechos reservados © PUBLICACIONES ALTARIA, S.L. Primera edición: Alfaomega Grupo Editor, México, abril 2014 © 2014 Alfaomega Grupo Editor, S.A. de C.V. Pitágoras 1139, Col. Del Valle, 03100, México D.F. Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana Registro No. 2317 Pág. Web: http://www.alfaomega.com.mx E-mail: atencionalcliente@alfaomega.com.mx ISBN: 978-607-707-974-3 Derechos reservados: Esta obra es propiedad intelectual de su autor y los derechos de publicación en lengua española han sido legalmente transferidos al editor. Prohibida su reproducción parcial o total por cualquier medio sin permiso por escrito del propietario de los derechos del copyright. Nota importante: La información contenida en esta obra tiene un fin exclusivamente didáctico y, por lo tanto, no está previsto su aprovechamiento a nivel profesional o industrial. Las indicaciones técnicas y programas incluidos, han sido elaborados con gran cuidado por el autor y reproducidos bajo estrictas normas de control. ALFAOMEGA GRUPO EDITOR, S.A. de C.V. no será jurídicamente responsable por: errores u omisiones; daños y perjuicios que se pudieran atribuir al uso de la información comprendida en este libro, ni por la utilización indebida que pudiera dársele. Edición autorizada para venta en México y todo el continente americano. Impreso en México. Printed in Mexico. Empresas del grupo: México: Alfaomega Grupo Editor, S.A. de C.V. – Pitágoras 1139, Col. Del Valle, México, D.F. – C.P. 03100. Tel.: (52-55) 5575-5022 – Fax: (52-55) 5575-2420 / 2490. Sin costo: 01-800-020-4396 E-mail: atencionalcliente@alfaomega.com.mx Colombia: Alfaomega Colombiana S.A. – Calle 62 No. 20-46, Barrio San Luis, Bogotá, Colombia, Tels.: (57-1) 746 0102 / 210 0415 – E-mail: cliente@alfaomega.com.co Chile: Alfaomega Grupo Editor, S.A. – Av. Providencia 1443. Oficina 24, Santiago, Chile Tel.: (56-2) 2235-4248 – Fax: (56-2) 2235-5786 – E-mail: agechile@alfaomega.cl Argentina:Alfaomega Grupo EditorArgentino, S.A. – Paraguay 1307 P.B. Of. 11, C.P. 1057, BuenosAires, Argentina, – Tel./Fax: (54-11) 4811-0887 y 4811 7183 – E-mail: ventas@alfaomegaeditor.com.ar Datos catalográficos Sánchez, José Miguel Poderoso como un niño. Claves para resetearse personal y profesionalmente Primera Edición Alfaomega Grupo Editor, S.A. de C.V., México ISBN: 978-607-707-974-3 Formato: 17 x 23 cm Páginas: 228 Corrección: Alejandra Casaleiz Fuentes
  • 4. © Alfaomega-Altaria 3 Claves para resetearse personal y profesionalmente “A mis hijos Sofía y Mario, por hacerme tan poderoso”.
  • 5. © Alfaomega-Altaria 5 Claves para resetearse personal y profesionalmente Prólogo La personalidad adulta está condicionada, en parte, por nuestra herencia genética y, en otra parte, por todo lo que vamos adquiriendo por estímulos externos que nos influyen: educación, familia, cultura, experiencias... ¿Qué pasa cuando observamos a los niños pequeños, todavía no sometidos a nuestros esquemas de adultos? ¿Qué sucede cuando tomamos conciencia de su inocencia, que los adultos nos dedicamos a extirpar con el paso del tiempo? ¿Qué ocurriría si, aunque sólo fuera por un momento, nos atreviéramos a recuperar esa mirada inocente, sin prejuicios ni filtros, sin percepciones previas? José Miguel Sánchez nos recuerda en este libro que tenemos mucho que aprender de nuestros pequeños, de nosotros mismos cuando éramos pequeños. Esta obra anima a adentrarse en un proceso de reaprendizaje permanente, bebiendo de la fuente de sabiduría que entonces teníamos y de la que aún disponemos. Esta receta de regeneración contiene un poco de imaginación, algo de memoria, bastante de coraje y, sobre todo, mucho de la inocencia dormida, que no perdida, de cuando éramos niños también. Los niños son nuestros grandes maestros del día a día. Sus respuestas, sus preguntas, lo que hacen, lo que no, sus intereses, sus conversaciones… Ellos no se complican la vida más allá de lo que la vida se complica por sí misma. Cada momento, cada situación, es única, intensa, plena, digna de ser vivida con una total presencia. Si hay que reírse, se ríen, sin más, porque es lo que toca. Si es momento de llorar, lloran. ¿Por algún motivo? Claro, siempre lo hay. Pero el llanto fluye natural, abrupto a veces, silencioso y pausado otras, pero sale al exterior, se manifiesta, no se queda enquistado. La primera característica que destacaría de nuestros pequeños maestros es la presencia. Presencia vital, existencial, de ánimo, que requiere plena atención y devoción. “Estamos a lo que estamos” dirían ellos. Pasado y futuro no existen en sus mentes. Lo pasado queda, en el mejor de los casos, en el recuerdo. Lo futuro, a no ser que sea inmediato, forma parte de un devenir que les es ajeno. Ellos viven el hoy, el aquí y ahora, lo exprimen. ¿Resultado? Aprovechan mucho mejor su tiempo y lo viven más intensamente, más plenamente. Vivir no es acumular tiempo sino
  • 6. © Alfaomega-Altaria 6 PODEROSO COMO UN NIÑO darle pleno sentido a lo vivido. Vivir es vivir bien, no vivir mucho, y eso exige presencia, intensidad y plenitud. Como diría el gran Séneca, nos distraemos en tiempos que no nos pertenecen y abandonamos el único que tenemos a nuestro alcance, el presente. La segunda cualidad que me llama la atención es su espontaneidad. Sus sentimientos, pensamientos, acciones y sensaciones fluyen con naturalidad, afloran, se destapan, se manifiestan como una extensión natural de ellos mismos. Alegría, tristeza, pereza, ilusión, risa, llanto, concentración, distracción… forman parte de un repertorio que no se debe más que a sí mismo. Porque soy, estoy, y porque estoy, actúo. Sin más. Eso habla de mí, de cómo soy, de lo que siento y quiero. ¿Bueno o malo? Esas categorizaciones vienen después. Por supuesto que el “deber ser” es importante, pero no hasta el punto de ahogar el “ser natural”; porque es ahí, en ese “ser natural”, donde fluimos y nos encontramos más a gusto, más auténticos. Mucha gente, durante su edad adulta, se somete, consciente o inconscientemente, a limitaciones, cortapisas, barreras que, finalmente, anulan su natural y espontánea forma de ser. Renuncian a sí mismos. La tercera condición que observo como dominante en los niños es la acción. Si ven una oportunidad de algo, la cogen, saltan sobre ella, interactúan y, de esta forma, aprenden. Actuar es su modo natural de aprender y, en consecuencia, errar forma parte de ese aprendizaje. El error no es más que información. Los mayores adscribimos otra serie de valoraciones al error, claramente negativas, que nos impiden sacarle todo su jugo. Nos va mucho en el envite. Tendemos a pensar que somos nuestros resultados, lo que obtenemos. Nos hacemos un flaco favor cuando hacemos depender nuestra valía personal y nuestra autoestima de los objetivos alcanzados. Cuando los resultados son los deseados, contentos, cuando no, insatisfacción y, en cualquier caso, en el proceso hasta llegar a ellos, angustia. Cuántos buenos profesionales sufren hasta llegar a los ansiados objetivos año tras año. La alegría por la consecución dura unas horas, minutos a veces. La agonía hasta llegar allí ocupa el resto del tiempo. La siguiente cualidad que admiro en los niños, la creatividad, deriva directamente de todo lo anterior. Son creativos porque no tienen nada que perder y todo que ganar. Son creativos por la diversión de serlo. Sí, diversión, los niños juegan y se divierten, inventan y crean. Todo esto es un auténtico anatema en la mayoría de las organizaciones en las que trabajamos. La presión por el resultado, el negocio, pesan PODEROSO COMO UN NIÑO
  • 7. © Alfaomega-Altaria 7 demasiado. Las cúpulas directivas piden creatividad e innovación, pero la mayor parte de las veces lo hacen con la boca pequeña. El énfasis fundamental está en los resultados, como sea, la autoridad y el control. La primera pregunta que uno se hace al llegar a una organización es “¿quién manda aquí?”. Un niño, en cambio, preguntaría: “¿A qué jugamos?”. Los más pequeños sienten el gozo de crear, más allá del resultado exitoso o no de la creación; resultado que, en la mayor parte de las ocasiones, es incierto y ambiguo pero, a la vez, excitante y retador. Qué paradoja de la vida, a menudo, para lograr el objetivo, especialmente si es complicado y difícil, habría que olvidarse de él. Finalmente, las últimas características que creo que definen más a nuestros pequeños son la sinceridad y la autenticidad. Ofenden las respuestas, nunca las preguntas. Ellos afrontan las respuestas con mucha más naturalidad que nosotros y por eso no temen a las preguntas. No se complican la vida con interpretaciones enrevesadas, ni buscan segundas o terceras intenciones. Expresan lo que ven y cuestionan lo que no entienden, sin más. Son francos, directos, transparentes, confiados y confiables. Los adultos tenemos un mundo interior de juicios e interpretaciones que nubla y malea nuestra capacidad de ver, observar y analizar el mundo exterior. Vamos con caretas por la vida y nos acostumbramos tanto a ellas que ya no somos capaces de diferenciar lo ficticio de lo real, la verdad de la mentira. Uno de los conceptos más de moda hoy es el “liderazgo auténtico”. Es decir, actuar, como líder, en coherencia con los propios valores y de acuerdo a unos principios éticos superiores. Los adultos, por desgracia, encontramos en el entramado y enrevesado mundo organizacional, múltiples vericuetos por los que corremos el riesgo de perdernos. Nuestros jóvenes maestros se manifiestan como son. Qué pena que al ir haciéndose mayores vayan incorporando esas caretas, escaparates artificiales disimuladores de una realidad que hay detrás; esas caretas que se vuelven tan familiares que nos hacen parecer que es cómo somos, en vez de cómo aparentamos. En Poderoso como un niño, José Miguel Sánchez, de la mano de los protagonistas, Jorge y Elena, nos invita a “recuperar las conductas poderosas de la infancia”. José Miguel apela a aquellas formas de actuación que fueron nuestras, que reflejaban nuestra mejor versión y que, sin embargo, por el complicado y avieso devenir de los acontecimientos, abandonamos. Ese abandono, en el fondo, acaba siendo personal, nos abandonamos. Esta obra es una magnífica llamada a nosotros mismos, a nuestro yo más auténtico, a aquel que fuimos, cuando éramos niños, y que nunca debimos dejar de ser. Siempre Prólogo
  • 8. © Alfaomega-Altaria 8 PODEROSO COMO UN NIÑO estamos a tiempo de llevar a cabo este tipo de ejercicios, por costosos que inicialmente resulten, al final, merece la pena el esfuerzo. En este sentido, este libro representa una estimulante provocación que el lector no debería desaprovechar. Recuperemos al niño que llevamos dentro y, como niños, disfrutemos del viaje. Gracias, José Miguel, por esta entrañable invitación. Ignacio Álvarez de Mon Profesor de IE Business School, escritor y coach ejecutivo
  • 9. © Alfaomega-Altaria 9 Índice general Prólogo........................................................................................... 5 Agradecimientos........................................................................ 11 ¿A quién va dirigido el libro?................................................... 13 Convenciones generales.......................................................... 13 ¿Cómo está estructurado el libro?.......................................... 14 Capítulo 1. En la encrucijada .................................................. 15 Capítulo 2. Una luz en el camino ............................................ 33 Capítulo 3. Descubriendo realidades. Hacia una nueva cultura............................................... 55 Capítulo 4. Compromiso .......................................................... 71 Capítulo 5. Pasión ...................................................................... 81 Capítulo 6. Comunicación ...................................................... 93 Capítulo 7. Confianza.............................................................. 109 Capítulo 8. Solidaridad............................................................ 121 Capítulo 9. Capacidad de interrelación.............................. 129 Capítulo 10. Gestión del error ................................................ 141 Capítulo 11. Agilidad para aprender ................................... 157 Capítulo 12. Creatividad e innovación ................................ 173 Capítulo 13. Lenguaje víctima............................................... 185 Capítulo 14. Miedo a asumir riesgos ..................................... 201 Capítulo 15. Celebrar.............................................................. 215
  • 10. © Alfaomega-Altaria 11 Claves para resetearse personal y profesionalmente Agradecimientos Este libro ha sido posible gracias a la inestimable ayuda de Alexandra Tapia. Desde hace muchos años me animó a escribirlo y cuando en 2012 por fin le hice caso, ella siempre estuvo allí. Leía lo que yo iba escribiendo, corregía aquello que necesitaba ser corregido y ponía su estilo de es- critora conocedora de la materia y del arte de la escritura, en aquellas partes donde yo andaba más espeso. Tenerla a mi lado durante este proceso y aprovechar su experiencia como escritora de tres novelas ha hecho que “Poderoso como un niño” sea mejor libro de lo que podría haber sido. Gracias, Alexandra. Quiero también agradecer a Ignacio Álvarez de Mon, profesor y director durante muchos años del área de Dirección de RR. HH. del IE Business School y gran escritor que ha tenido la amabilidad de redac- tar un magnífico prólogo que me llenó de entusiasmo cuando lo tuve en mis manos. Una vez más muestra su talento como escritor diciendo tanto en tan poco espacio. Sólo puedo decir que ha sido un honor ser prologado por Ignacio, alguien excepcional como persona y como profesional. No quiero olvidar a Cynthia Fernández, directora de publicaciones del IE Business School, que, aunque nos conocimos hace sólo un año, me ha ayudado incansablemente en el proceso de edición de este libro. Nunca olvidaré su inestimable ayuda. Por último, quiero darle las gracias a Charo Carrillo, mi editora en Altaria, que desde el primer momento apostó por mi libro y ha sido de gran ayuda en esta mi primera incursión en el mundo literario.
  • 11. © Alfaomega-Altaria 13 Claves para resetearse personal y profesionalmente ¿A quién va dirigido este libro? Este libro va dirigido a: • Cualquier persona que forme parte de una organización, inde- pendientemente del tamaño o el sector en el que se encuentre. • Profesionales que quieran poner en marcha cambios en la gestión del talento de su organización, en este caso, empresarios, directivos y mandos intermedios. • También será de gran interés para el público en general porque, aunque está enfocado a situaciones del ámbito empresarial, trata de conductas del ser humano que pueden llevarse a la vida per- sonal para mejorar las relaciones con otras personas y recuperar una actitud que era natural en la infancia y se ha ido olvidando en la edad adulta. Resumen del libro “PODEROSO COMO UN NIÑO” es la historia de un directivo que, de la mano de su mentora, repasa las doce claves para cambiar el modelo de gestión que quiere llevar a cabo en su empresa y se embarca en la preparación de un cambio cultural en su organización. “PODEROSO COMO UN NIÑO” es la sugerente historia de Jorge, quien desde hace cinco años es director general de una compañía con una trayectoria de éxito. Ahora el entorno ha cambiado y se empieza a producir una desaceleración de los resultados, unida al desgaste de los equipos que dirige y al suyo propio. De la mano de Elena, antigua profesora de Universidad y ahora su mentora, van analizando cada uno de los elementos clave para gene- rar un cambio cultural en la empresa que empiece en él mismo como responsable último del equipo. Trabajan desde la perspectiva de un concepto nuevo que es el de “resetearse”. Este concepto está basado en la idea de que el ser hu- mano cuando es niño tiene una serie de conductas poderosas, que se van perdiendo en la edad adulta. Recuperar estos comportamientos en el ámbito empresarial y en otros, es la clave del éxito.
  • 12. © Alfaomega-Altaria 14 PODEROSO COMO UN NIÑO Cuando hablamos del concepto “resetear” se trata de recuperar algo que ya tuvimos, partir de algo que ya sabíamos hacer de forma natural y que dominamos en una época de nuestra vida. No hay que deshacerse de nada, hay que volver a despertar lo que estuvo ahí, pero que se ha ido durmiendo. Dicho de otro modo, circuitos neuronales que se activaron de niño, al dejar de usarse quedaron desconectados. Se trata de volver a conec- tar esos circuitos, una vez pulsada la tecla “reset”, para llevar a cabo las conductas que necesitamos y que ya teníamos en la infancia. Es recuperar lo que sabíamos hacer. ¿Cómo está estructurado el libro? El libro trabaja doce temas en los que se van extrapolando conduc- tas de la infancia a comportamientos actuales de los profesionales en el entorno organizacional. Los niños son y se sienten seres poderosos y, sin embargo, los adultos en el entorno organizacional pierden la mayor parte de ese poder, de forma inconsciente en muchos casos. Los 12 temas que se trabajan en la obra son los siguientes: 1. Compromiso 2. Pasión 3. Comunicación 4. Confianza 5. Solidaridad 6. Capacidad de interrelación 7. Gestión del error 8. Agilidad para aprender 9. Creatividad e innovación 10. Lenguaje víctima 11. Miedo a asumir riesgos 12. Celebrar Escrito en formato de diálogo entre los protagonistas, en este libro se va desgranando cada uno de los temas y al final de cada capítulo hay un diario de aprendizajes y de propuestas de cambio en la orga- nización, donde se hace un resumen de las claves analizadas por los protagonistas en sus conversaciones.
  • 14. © Alfaomega-Altaria 16 Capítulo 1 En la encrucijada Aquella mañana, cuando sonó el despertador, me levanté, fui al cuarto de baño, me miré en el espejo y me sentí muy cansado. Durante unos segundos pensé “no puedo más”, pero rápidamente otra voz en mi cabeza me dijo “vamos, llegas tarde y hoy tienes que defender los presupuestos para el próximo año”. Era un día clave y tenía que estar al cien por cien, una vez más. A las 8:30 h empezaba la reunión de presupuestos para el año siguiente con el Consejo de Administración. Me di una ducha y me puse el traje y la corbata. No sé por qué, pero elegí una corbata azul, tal vez fue porque inconscientemente ése era el color que definía cómo me sentía: neutro o más bien neutralizado por el cansancio y el peso de la responsabilidad. Fui a la cocina sin hacer mucho ruido porque todos en casa dormían. Eran las 5:45 h y no quería despertarlos. Vi que quedaba algo de café de la tarde anterior y lo calenté en el microondas. Me quedé durante un minuto mirando cómo la bandeja daba vueltas en el interior de forma rutinaria hasta que el sonido del temporizador le indicaba que había que parar y la bandeja se quedaba quieta. Por un momento me sentí identificado con aquella bandeja que se movía en una rutina anodina y que no tomaba sus propias decisiones, sino que era manejada por un temporizador que era quien daba la orden para que se pusiera en funcionamiento o para que se parase. Cada vez con más frecuencia yo también me sentía de aquel modo en mi “exitosa” carrera profesional, y esto estaba empezando a propagarse hacia el ámbito personal de mi vida. Bip, bip, bip.
  • 15. © Alfaomega-Altaria 17 Claves para resetearse personal y profesionalmente El sonido del temporizador me sacó de mis pensamientos y de forma casi automática, abrí la puerta, saqué la taza, puse un poco de azúcar y me bebí rápidamente el café. No me dejó muy buen sabor y aunque no quería perder tiempo, paré un momento para lavarme los dientes. Tomé mi maletín y salí de casa. Ni siquiera me acerqué a las habita- ciones de mis hijos para verlos dormidos antes de salir hacia el trabajo. Todavía no había amanecido cuando me adentré en la autovía camino de la oficina. Por mi cargo en la empresa tenía chófer, pero aquella mañana no me pareció adecuado pedirle a Juan que me viniera a recoger tan temprano y yo mismo conduje a la oficina. Era muy pronto y aun así ya había bastantes ejecutivos que, como yo, se disponían a iniciar una larga jornada de trabajo. Puse la radio sin pensar mucho qué era lo que quería escuchar. Tenía sintonizada una emisora de música que sonó por defecto y eso fue lo que dejé. Mientras, iba pensando en los retoques que quería hacer sobre la presentación que tenía preparada para la reunión, con el objetivo de dar un enfoque algo diferente a cómo lo había trabajado con el equipo la tarde-noche anterior, ya que no me convencía totalmente. Habíamos logrado aumentar las ventas con respecto al último año, sin embargo, todo apuntaba a que no alcanzaríamos el presupuesto de éste. Sabía que la reunión iba a ser difícil, incluso dura, y quería llevarlo todo muy bien argumentado. Pensé que yo mismo haría los cambios al llegar y enviaría un correo electrónico a mi equipo explicando las modificaciones para que las pudieran conocer antes de comenzar la reunión. Después de algo más de media hora al volante, llegué a la oficina, aparqué el coche en mi plaza de garaje, pasé mi tarjeta por el lector del torno de entrada y pulsé el botón del ascensor a la última planta del edificio, donde estaba ubicado mi despacho. Como cada maña- na, encendí las luces, dejé el maletín, me quité la chaqueta y mientras
  • 16. © Alfaomega-Altaria 18 PODEROSO COMO UN NIÑO arrancaba el ordenador me dispuse a prepararme un café muy carga- do en la cafetera que tenía en mi despacho. En cuanto todo estuvo dispuesto, me lancé a realizar los cambios sobre la presentación que traía en mente. Al cabo de una hora y media, la gente empezó a llegar a sus pues- tos de trabajo y yo ya tenía todo como lo había previsto. Casi no me había dado cuenta de que hacía un rato que había amanecido, el día estaba nublado y gris. Me quedé unos segundos observando a través del cristal de mi des- pacho y vi sus caras. Eran un reflejo de cómo me sentía yo también. Se los veía cansados y como autómatas. No vi a nadie compartir una sonrisa entre ellos. Hacían lo mismo que yo, lo de todas las mañanas, dejando sus cosas en el mismo sitio y dando los mismos pasos de siempre. Sonó el teléfono, era Paloma, mi secretaria que me indicaba que mi jefe y su equipo ya habían llegado a la oficina para la reunión. Y así dio comienzo el día. La reunión fue larga, se prolongó hasta las 18:30 h. Como esperaba, fue una reunión dura. No logramos convencerlos. Nos incrementaron la cifra de ventas prevista para el año siguiente y nos redujeron significa- tivamente los presupuestos de gastos para los seis primeros meses del año, hasta ver cómo se iba desarrollando el primer semestre. De regreso a mi despacho, todavía quedaba bastante gente traba- jando, con sus ojos pegados a sus ordenadores, como máquinas insen- sibles aferradas a su rutina de cada día. Y por otro lado, allí estaba yo, agotado y decepcionado por el resultado de la reunión. No obstante, había algo que comenzaba a rondar mi cabeza y que me empezaba a preocupar más todavía que las conclusiones del Consejo de Administración, las cuales reconozco que eran previsibles.
  • 17. © Alfaomega-Altaria 19 Claves para resetearse personal y profesionalmente Y es que, empezaba a sentir que el entorno de trabajo en la empresa distaba mucho de lo que a mí me habría gustado construir. Desde hacía unos días, observaba a la gente y veía el desgaste en sus rostros y en la manera en la que se movían, en el modo en que se relacionaban entre ellos. Mientras iba hacia mi despacho, observé el ambiente. La verdad es que la oficina estaba ubicada en un edificio moderno en el centro de la ciudad, los espacios eran amplios y el mobiliario actual, tal vez un poco gris, pero aparentemente adecuado para una empresa como la nuestra. Yo era el director general y las personas, cuando se cruzaban con- migo, siempre me saludaban con una sonrisa, pero me daba cuenta de que sólo la ponían en su rostro para acompañar el saludo al jefe. Al pasar por delante de uno de los despachos que estaba cerrado, pero cuyo interior podía verse a través del cristal, observé a dos de mis co- laboradores enzarzados en una conversación cuya violencia se podía apreciar desde fuera pese a no oírse; sus caras y su comunicación no verbal eran claros indicativos de la negatividad y del enfrentamiento que se estaba produciendo entre ellos. Llegué a mi despacho, miré el portafirmas que Paloma me había dejado sobre la mesa, había un montón de cosas que tenía que ver en detalle y que requerían de toda mi atención, sin embargo, yo me sentía bajo mínimos. Lo aparté a un lado y lo dejé para revisar al día siguiente a primera hora. Miré el correo electrónico en la pantalla del ordenador, tenía más de 80 mensajes abiertos en la bandeja de entrada, los había leído rápidamente en mi smartphone durante el día, pero no había po- dido responderlos porque estaba inmerso en la reunión. Me quedé una hora más dando salida al correo electrónico, aunque estaba realmente agotado. Al final, cuando me quedaban 55 mensajes pendientes de revisión y respuesta, decidí dejarlo para el día siguiente.
  • 18. © Alfaomega-Altaria 20 PODEROSO COMO UN NIÑO Eran las 19:30 h, llamé a Juan, que me esperaba en la planta baja, y le indiqué que estaba cerrando el ordenador y que nos íbamos para casa. Creo que se alegró porque ese día podría llegar un poco más temprano a la suya, después de dejarme a mí. Durante el trayecto en coche no hablé prácticamente nada con él. Iba dándole vueltas en mi cabeza a la idea de qué era lo que es- taba ocurriendo en la empresa, por qué nos sentíamos tan cansados, por qué sentía el hastío de mis colaboradores con esta intensidad. La nuestra era una empresa de éxito, líderes en nuestro sector y envidiados desde fuera, sin embargo, el entorno que yo observaba a mi alrededor había dejado de ser competitivo y atractivo y se había convertido en anodino. Sentía cómo las personas estaban tan desgastadas que ya no les quedaban fuerzas para seguir afrontando los duros tiempos que estábamos viviendo desde hacía ya cuatro años, no sólo en nuestra empresa o nuestro sector, sino en general en todos los mercados. Por fin, llegué a casa. Me despedí de Juan hasta el día siguiente. ——Gracias, Juan —dije mientras abría puerta del coche—. Maña- na salimos a la misma hora de siempre, a las siete. ——Gracias —dijo él con su habitual amabilidad—. Que descanse, aquí estaré mañana —añadió, mostrando su disponibilidad. Abrí la puerta y escuché las voces de mis hijos hablando entre ellos y con Ángela, la señora que trabajaba en casa y que estaba al cuidado de los niños. Mi esposa, Marta, no había regresado todavía de su trabajo en una multinacional donde era directora de marketing. Estaban en época de campaña y tenía horarios larguísimos también. Me quedé un segundo escuchando las voces de mis hijos. Son tres: David, que tiene casi 5 años, Nico, el mediano, que tiene 3 y la pequeña
  • 19. © Alfaomega-Altaria 21 Claves para resetearse personal y profesionalmente Claudia que había cumplido 9 meses hacía pocos días. Ángela acababa de bañar a los dos mayores, mientras Claudia estaba trasteando con un pequeño peluche sobre su alfombra de juegos. Los dos mayores estaban haciendo una carrera con sus cochecitos. Y escuché cómo daba comienzo la carrera. Me acerqué hasta la habitación y me quedé en la puerta observando cómo disfrutaban con su juego. Estaban tan enfrascados en su “supercarrera” que ni se dieron cuenta de mi presencia. Al cabo de unos minutos, Nico levantó la cabeza y me vio. ——¡Papi! —exclamó. Soltó el coche y vino corriendo a darme un abrazo. Me agaché y lo abracé. Rápidamente, David dejó su coche negro y también vino a darme un beso. Casi me tumba por la fuerza con la que me abrazó. ——¿Quién está ganando la carrera? —pregunté con una sonrisa. ——Él —dijo David con cierto tono de disgusto señalando a su her- mano—. Es que siempre quiere ser Rayo y yo siempre tengo que ser el negro porque sino llora y no quiere jugar —se quejó David. ——Es que a mí me gusta Rayo, papi —confesó Nico, tratando de hacerme entender el por qué de su conducta. ——¿Juegas con nosotros? —dijo rápidamente David. ——Estoy muy cansado. Esta mañana he salido de casa cuando to- davía era de noche —me excusé—. Quiero cambiarme de ropa y descansar un poco, chicos. Otro día, ¿vale? —los miré esperando que lo comprendieran— El sábado hacemos la supercarrera. ——Bueno, vale —dijo Pablo aceptando que no había más remedio y acostumbrado ya a que yo siempre llegase cansado del trabajo.
  • 20. © Alfaomega-Altaria 22 PODEROSO COMO UN NIÑO ——Jo, papi. Es que siempre estás cansado y nunca quieres jugar con nosotros —intervino David sentándose en el suelo—. Y además, hoy te has ido sin darnos un beso —dijo señalándome con su dedito. ——Ya, lo sé; no quería despertaros porque era muy temprano —me excusé una vez más. ——Pues a mí no me importa que me despiertes, papi —dijo Nico. ——Siempre estás trabajando y siempre estás cansado. Pues no lo entiendo, yo también voy al cole y hago un montón de trabajos, pero no estoy cansado —dijo David. Se cruzó de brazos mostrando su enfado con la situación y su falta de comprensión. ——Pues, yo no quiero ser mayor porque los mayores siempre están trabajando en unas cosas que son muy aburridas porque siempre están cansados —continuó en tono reivindicativo. ——Ya, ya lo sé, chicos —me quedé sin palabras—. Bueno, voy a cambiarme de ropa, vosotros podéis seguir jugando, ¿vale? ——Vale, como siempre —se quejó David una vez más. ——No sabía qué decir y busqué apoyo en Ángela. ——¡Ángela! —la llamé para que viniera a la habitación de juegos. ——Voy —respondió ella desde la habitación de Claudia. Al cabo de un momento apareció con la niña en brazos. ——Voy a cambiarme de ropa, por favor, quédese con los niños —le pedí amablemente. ——Claro que sí —dijo ella con una sonrisa mientras se acercaba al
  • 21. © Alfaomega-Altaria 23 Claves para resetearse personal y profesionalmente pequeño parquecito de Claudia para dejarla sentada allí jugan- do y hacerse cargo de los niños. Fui a mi habitación y me cambié de ropa mientras escuchaba las voces de los niños jugando con Ángela que les hablaba con mucha paciencia y comprensión. Les propuso dibujar un circuito de carreras con unos folios que unirían unos con otros. Rápidamente, se involucraron en la tarea propuesta por ella. ——Mirad, chicos. Aquí tenemos los folios, el celo, los rotuladores, las tijeras de David y una barra de pegamento. ¿Cómo queréis hacerlo? —les preguntó Ángela. ——Le podemos poner banderas con colores para marcar la salida y la llegada —decía emocionado Nico. ——Sí y podemos poner montañas para que los coches tengan que subir y bajar por sitios muy difíciles. Así será más divertido, ¿verdad Ángela? —proponía David. ——Claro, ¡qué buena idea! —contestaba ella. En medio de la planificación, se escuchaba a la pequeña Claudia juguetear con un muñeco que cantaba una divertida canción al pulsar un botón en su brazo. ——¿Cómo vais a unir los folios? —preguntaba Ángela. ——Con pegamento —se apresuraba a proponer David. ——Jo, es que yo no sé poner el pegamento. Yo quiero con celo —indicaba Nico. Y así continuaban con la construcción de su circuito de carreras, cuando me desplomé sobre el sofá del salón, encendí la televisión y
  • 22. © Alfaomega-Altaria 24 PODEROSO COMO UN NIÑO comencé un largo e insulso recorrido por distintos canales con el mando a distancia. No recuerdo haberme quedado más de un minuto viendo ninguno de los programas que iban apareciendo. No sé cuánto tiempo llegué a estar, pero seguro que fue un buen rato. Mientras tanto, seguía escuchando las voces de los pequeños que parecían divertirse realmente. ——Chicos, voy a preparar la cena. Seguid con la construcción del circuito hasta que yo termine. Estoy segura de que se os van a ocurrir mejores ideas a vosotros dos solos que cuando estoy yo aquí —dijo Ángela. ——Vale —respondió Nico. ——Sí, Ángela. Vamos a hacerlo y va a molar mazo para cuando tú llegues —indicó emocionado David. ——Estoy segura, confío en vosotros, campeones —respondió mostrándoles su apoyo y ánimos con el tono de su voz. Se quedaron jugando y yo continué en mi estado de “estupidez” frente a la televisión dándole al botón del mando. Luego, Ángela vino y fue colocando las cosas en la mesa del come- dor para la cena. Cuando estuvo todo preparado, me avisó. Me levanté despacio haciendo un gran esfuerzo para recorrer los dos o tres metros que me separaban de la silla. Ella fue a la habitación de los niños. ——¡Madre mía! —exclamó— ¡Enhorabuena, chicos! Habéis hecho el mejor circuito del mundo. Sabía que podía confiar en vosotros, pero esto está mucho mejor de lo que podía imaginar —insistió mostrando su orgullo por el trabajo que habían realizado.
  • 23. © Alfaomega-Altaria 25 Claves para resetearse personal y profesionalmente ——¡Yo he hecho las banderas! —gritó Nico. ——¡Y yo he pegado las hojas, porque Nico no sabe! ——Eso está fenomenal, chicos. Sois un gran equipo. Os habéis ga- nado una cena estupenda que os está esperando en la mesa. Nos lavamos las manitas y todos a cenar —propuso ella. Ángela llegó a la mesa antes que los niños y sentó a Claudia en su trona. ——¡Qué paciencia tiene usted, Ángela! Me maravilla cómo maneja a los niños —le dije agradecido por su excelente forma de tra- bajar. ——No es nada. Seguro que hago lo mismo que hace usted con las personas que trabajan en su empresa —respondió con absoluta naturalidad mientras colocaba a Claudia. Le sonreí amablemente, aunque me daba cuenta de que lo que ella hacía y lo que conseguía con los niños distaba bastante de lo que era mi realidad en la empresa. Enseguida llegaron los niños y se sentaron, Ángela tomó una silla y se puso al lado de Nico y de Claudia para darle la cena a ella y ayudarlo a él cuando se le complicaba el trabajo de pinchar la carne. Estaban emocionados con el circuito de carreras y hablaban los dos a la vez, bueno, en realidad gritaban contando lo que habían hecho. Yo puse las noticias para escuchar qué era lo que había ocurrido en el día. No lograba oír lo que decía la presentadora y subí el volumen, lo cual hizo que los niños elevaran también el tono de voz. Pasaron unos minutos y yo no conseguía entender nada de lo que ella decía y los niños seguían elevando la voz con sus historias en torno al circuito y la carrera de coches.
  • 24. © Alfaomega-Altaria 26 PODEROSO COMO UN NIÑO ——¡Vale ya, por favor! —grité enfadado porque no era capaz de saber qué decían. De repente, se callaron sorprendidos por mi enfado. Yo también me di cuenta de que me había mostrado demasiado duro con ellos. ——Es que no consigo escuchar lo que dicen. ¿Podéis dejar de hablar y comer, por favor? —pedí más calmado casi sin mirarlos y con mis ojos puestos en la pantalla plana del televisor. ——Eso es un rollo, papi. Siempre ves tonterías en la tele y por eso tenemos que hablar. Es mucho más divertido nuestro circuito que eso que dice esa señora tan fea que no se ríe nunca —exclamó David. ——Además, no nos dejas ver dibujos de peleas y tú ves siempre esa tontería. Mira, ¿ves? Se están peleando y tienen hasta pistolas, papi —indicó Nico señalando la tele con el tenedor que tenía un trozo de carne pinchado. Me di cuenta de lo contradictorio que estaba siendo con mis hijos, entre lo que les decía y lo que hacía, y con un gesto muy serio apagué la televisión. Me quedé pensativo durante el resto de la cena. Ángela me sacó de mis pensamientos con un “muy bien, Claudia. Has comido muy bien. Mañana comeremos un poquito más, ¿verdad?” —esbozando una sonrisa. Claudia asintió satisfecha por el trato recibido. Entre tanto, los dos niños habían terminado lo que había en sus platos y Ángela se levantó para traerles el postre. Yo continué callado. Me sentía cansado y desbordado, además, me daba cuenta de que mis hijos tenían razón y no merecían mi reacción. Terminaron sus cenas, Ángela los acompañó a lavarse los dientes y los metió en sus camas.
  • 25. © Alfaomega-Altaria 27 Claves para resetearse personal y profesionalmente Fui a darles un beso de buenas noches, Nico ya estaba casi dormido y prácticamente no hablamos, le di un beso rápido, lo arropé y cerró los ojos. Entré en la habitación de David, que estaba más despierto. ——Buenas noches, hijo —dije con cariño, mientras me sentaba sobre su cama para dedicarle unos minutos. ——Buenas noches, papi —respondió. Me quedé mirándolo con una leve sonrisa en mi rostro. ——No te enfades. Mañana nos portaremos mejor, ¿vale? —indicó con una sonrisa pícara. Sonreí mientras lo arropaba. ——Cuando sea mayor yo quiero ser como tú, David —dije mirán- dolo a los ojos. ——Pues, vas a tener que empezar ya porque eres mayor —dijo sabiamente y señalándome con su dedito. ——Es verdad, voy a tener que empezar ya. Pero necesito que me ayudes —pedí. ——¿Cómo? —preguntó él mostrando un gran interés por poder ayudarme. ——No sé, necesito que me digas qué tengo que hacer para ser como tú porque yo no lo sé —dije tomándolo de la mano. ——Ah, claro —dijo pensativo. Continué mirándolo, mientras él pensaba con su ojos elevados hacia el techo tratando de buscar una respuesta a lo que yo le preguntaba.
  • 26. © Alfaomega-Altaria 28 PODEROSO COMO UN NIÑO ——Ya está, papi. ¡Fácil! —exclamó muy contento. ——¿Sí? ¿Qué tengo que hacer? —pregunté mostrando mis ganas por saber qué me iba a proponer. ——Pues haz las mismas cosas que hago yo —indicó con absoluta normalidad. ——Sí. Es cierto. ¿Y qué cosas haces tú? —dije. ——Pues, no sé. Mírame y cópiame cada día —indicó haciéndome ver que lo que yo pretendía no era tan difícil y mostrando la ob- viedad de la afirmación. ——Claro, eso es lo que tengo hacer, mirarte y copiarte. Parece fácil —respondí demostrándole mi agradecimiento por su propuesta. Le di un beso en la frente. ——Así lo haré, hijo. Buenas noches y que descanses —indiqué. ——Buenas noches, papi. Que descanses tú también para poder hacer las mismas cosas que hago yo —sonrió. ——Buenas noches —dije mientras me levantaba y apagaba la luz de su habitación. Al cabo de una media hora, los niños ya estaban dormidos y escuché las llaves en la puerta. Era Marta que llegaba de la oficina. Salí a recibirla. ——Hola —dijo ella con el cansancio reflejado en su voz y en todo su cuerpo. ——¿Qué tal el día? —pregunté. ——Agotador, ¿y tú? —comentó ella mientras se cambiaba los zapa- tos y me daba un beso.
  • 27. © Alfaomega-Altaria 29 Claves para resetearse personal y profesionalmente ——Largo y duro. Lo de siempre —respondí. ——¿Y los niños? Ya están dormidos, ¿verdad? —preguntó con pena y agotamiento. ——Sí, llevan media hora ya en la cama. ——¿Han cenado bien? ¿Han preguntado por mí? —dijo Marta, como parte de la rutina diaria de preguntas sobre los pequeños. ——Sí, han cenado bien. Estaban cansados, no han preguntado mucho —respondí tratando de no entristecerla porque los niños no hubieran preguntado por ella. ——Bueno. Voy a cambiarme, comer algo y me voy directamente a la cama. Estoy agotada y todavía es martes, me espera una semana horrible —comentó mientras caminaba por el pasillo hacia el dormitorio casi arrastrando los pies. ——Yo también me voy a ir pronto a dormir —continué, aunque creo que ya no me oyó.
  • 28. Una luz en el camino 2
  • 29. © Alfaomega-Altaria 32 Capítulo 2 Una luz en el camino Pasaron tres días y llegó el ansiado viernes. Decidí que, por primera vez en mucho tiempo, iba a salir a las tres de la tarde para acercarme a recoger a los niños al colegio. Me apetecía darles una sorpresa. Sentía que tenía tres hijos maravillosos y que, por alguna razón, estaba dejando que el agotamiento al que me estaba llevando mi trabajo, empezara a afectarme en el terreno personal. Desde la conversación del martes por la noche con David, tenía el sentimiento de que me estaba perdiendo muchas cosas con mis hijos por una “exitosa” carrera profesional. Le di la tarde libre a Juan y yo mismo conduje hacia casa. Había salido con tiempo suficiente y, de camino, decidí parar en el centro comercial que hay cerca de la urbanización en la que vivo y entré para ver si encontraba algún juego que les pudiera gustar a los niños y que pudiésemos compartir, con el objetivo de dedicarles un poco más de tiempo con algo que los divirtiese. Cuando caminaba por el centro hacia la tienda de juguetes, me crucé con una señora que, al verme, se detuvo y me habló. ——¿Jorge? —exclamó con una mirada que parecía escudriñar mi aspecto. ——¿Perdón? —dije sorprendido. ——¿Eres Jorge Jara? —insistió. ——Sí, pero… —balbuceé desconcertado ante aquella mujer a la que no recordaba.
  • 30. © Alfaomega-Altaria 33 Claves para resetearse personal y profesionalmente ——¡Qué alegría volver a verte! —exclamó con una amplia sonrisa y abriendo sus manos para abrazarme. Me sentí algo intimidado y contrariado porque no la reconocí en un primer momento. Me abrazó, por supuesto. ——No te acuerdas de mí, ¿verdad? —dijo mirándome sin perder la amplia sonrisa. De repente, me di cuenta. ¡Era mi profesora de la universidad! Elena Montero, doctora en ciencias económicas y un montón de títulos más. Era una auténtica eminencia, a quien yo había admirado y respetado desde el día que asistí a su primera clase, cuando era estudiante de Económicas. Durante los años de carrera tuve muy buena relación con ella y aprendí mucho gracias a las largas conversaciones que varios de mis compañeros y yo manteníamos con ella sobre macroeconomía. Era una profesora magnífica, alguien a quien le apasionaba su trabajo, que disfrutaba con todo lo que hacía y lo que nos enseñaba. Era uno de esos seres humanos magníficos que conservan la curiosidad y las ganas de aprender de cuando somos niños y que, además, es feliz compartiendo sus conocimientos con los demás. Qué sorpresa volver a encontrarla después de tantos años. No me lo podía creer. ——¡Elena! ¿Cómo estás? ¿Qué es de tu vida? ¿Qué haces por aquí? —fui soltando todas las preguntas que se agolpaban en mi cabeza sin orden ni concierto. ——Bien, estoy muy bien —dijo ella con su enorme y sincera sonri- sa—. Me jubilé hace un tiempo ¡ya tengo 68! —dijo con orgullo y con mucha vitalidad—. Bueno, realmente no me jubilé, sólo dejé mi trabajo en la universidad para hacerme cargo de la escuela infantil que fue de mi madre. Y hace unos meses, vendí mi casa en el centro de la ciudad y compré aquí una más pequeña, pero
  • 31. © Alfaomega-Altaria 34 PODEROSO COMO UN NIÑO más tranquila y a muy poca distancia de la escuela, lo que me facilita mucho el día a día —se detuvo—. Fue al morir mi marido. Así estoy más cerca de mis hijos y mis nietos, pero sigo activa, ya me conoces —continuó con mucha energía, como era carac- terístico en ella. ——Siento lo de tu marido, de verdad —indiqué. ——Bueno —contestó ladeando la cabeza como tratando de de- cirme aquello de “es la vida”. ——Me alegra tanto verte. Y que ahora estés viviendo aquí, tan cerca, mucho más —exclamé por la alegría que me había pro- ducido encontrarla. Me regaló una de sus enormes sonrisas. ——¿Y cómo fue que decidiste dedicarte a llevar una escuela infantil? —pregunté extrañado por su cambio de rumbo. ——Verás, siempre me ha apasionado la enseñanza, pero es cierto que siempre me dediqué a temas de economía en la universidad. Cuando mi hermana decidió dejar la escuela infantil y jubilarse, me pareció que era una magnífica oportunidad hacerme cargo de ello. Estaba segura de que iba a aprender muchísimo estando con niños. Y así fue. Terminó con un gesto de felicidad en su rostro. ——¿Vives por aquí, Jorge? —preguntó. ——Sí, me casé, tengo tres hijos y vivimos aquí en un chalet, en esta urbanización —comenté de carrerilla señalando hacia una de las puertas del centro comercial que estaba en la dirección del lugar donde estaba ubicada mi casa.
  • 32. © Alfaomega-Altaria 35 Claves para resetearse personal y profesionalmente ——¿Y qué haces? ¿A qué te dedicas? —siguió preguntando inte- resada. ——La verdad es que me ha ido bien. Trabajo en BBZ Communica- tions —expliqué. ——¡Qué bien! —exclamó—. Buena empresa, líder mundial en su sec- tor y con una amplia diferencia sobre su competidor más directo. Sonreí. No sé por qué, pero todavía me sorprendía lo informada que estaba de todo siempre. ——¿Y qué haces en esta empresa? —continuó interesada en cono- cer más sobre mi trayectoria. ——Soy el director general. ——¡Enhorabuena! —dijo dándome un golpecito en el brazo y mostrándose orgullosa de mí—. Has llegado muy lejos, Jorge. No esperaba menos de ti. ——Sí —asentí. De repente, me hizo una pregunta que, francamente, no esperaba. ——¿Y te hace feliz lo que haces? —preguntó con absoluta natu- ralidad. ——Sí, por supuesto —contesté sin pensar. Pero algo chirrió en mi interior, porque no era así como realmente me sentía desde hacía meses, sin embargo, no cambié la respuesta. ——Pues, entonces, todavía me alegro más Jorge —dijo mostrando su alegría. Me sentí incómodo por la contradicción en la que me hallaba con esta contestación.
  • 33. © Alfaomega-Altaria 36 PODEROSO COMO UN NIÑO ——Apúntate mi número de teléfono y, ahora que vivimos tan cerca, llámame uno de estos días y comemos juntos —propuso. Saqué mi teléfono. ——Por supuesto. Dímelo —respondí preparando el teléfono para añadirla como nuevo contacto. ——Espera, te hago una llamada perdida y ya se te queda el telé- fono a ti y a mí también el tuyo —indicó rápidamente. ——Vale —respondí. Le dije mi número y lo marcó. Ambos esperamos un segundo a que sonara y, cuando lo hizo, colgó. ——Perfecto —dije con una sonrisa pulsando el botón de apagado de mi teléfono y guardándolo en la chaqueta. ——Bueno Jorge, lo dicho. Ha sido un placer encontrarte de nuevo y confío en que nos veamos pronto. Me encantará charlar más detenidamente contigo —indicó. ——Hecho. Hasta luego, Elena. ——Adiós. Mientras caminaba por el centro comercial, me sentía alegre por el reencuentro con mi antigua y admirada profesora de la universidad. Llegué a la juguetería y compré un juego que me pareció que podía gustar a los niños. Miré el reloj, ya iba un poco justo para llegar a tiempo a por ellos. Me apresuré para llegar. Los niños se llevaron una grata sorpresa al verme y, al subir al coche, les dije que los traía un juego para compartir. ——¿Qué es? ¿Qué es? —gritaban los dos a la vez.
  • 34. © Alfaomega-Altaria 37 Claves para resetearse personal y profesionalmente ——Cuando lleguemos a casa, lo abrimos y jugamos, ¿de acuerdo? —indiqué tratando de reorganizarlos mientras los iba colocando en sus respectivas sillas del coche. Ésa fue una tarde divertida con los niños que me permitió relajarme, aunque todavía me sentía bastante cansado. Cuando ya estaba en la cama, no podía dormir. Un pensamiento rondaba en mi cabeza. Era la pregunta de Elena: “¿Y te hace feliz lo que haces?”. No, no me hacía feliz. De un tiempo a esta parte me sentía agotado y frustrado por los resultados de la empresa y por el entorno de trabajo en el que estaba sumida la compañía. Entre mis pensamientos acudió también el recuerdo de las palabras de mi hijo David: “Es que siempre estás trabajando y siempre estás cansado… Pues, yo no quiero ser mayor porque los mayores siempre están trabajando en unas cosas que son muy aburridas porque siempre están cansados”. Mi hijo tenía razón, mi vida era muy aburrida y presentía que la vida profesional de las personas de mi equipo no distaba mucho de esa situación. Sentía también el peso de la responsabilidad, puesto que yo era su jefe y tenía que hacer algo para cambiar las cosas. Pasó el fin de semana y estos pensamientos siguieron ahí anclados en mi mente. No le comenté nada a Marta, porque bastante tenía ella con lo suyo para agobiarla más con mis cosas de trabajo. El lunes, cuando estaba en la oficina, pensé “¿y por qué no?, ¿para qué voy a esperar más?”. Llamé a Elena. Algo en mi mente me decía que charlar con ella podría ser bueno para mí.
  • 35. © Alfaomega-Altaria 38 PODEROSO COMO UN NIÑO ——Hombre, Jorge. ¡Qué grata sorpresa! —dijo al descolgar el telé- fono. ——Hola, Elena. Te llamaba para quedar para comer contigo, como hablamos el viernes. ——Ah, sí claro. Por supuesto. Será un placer. Di tú cuándo, que tú estás más ocupado que yo, seguro —dijo con un tono alegre en su voz y supongo que también extrañada por la rapidez con la que la había llamado para quedar. ——¿Puedes hoy? —dije casi sin pensarlo. ——¿Hoy? —se quedó sorprendida, pero respondió rápido—. Sí, claro que puedo. Dime dónde y a qué hora. ——Había pensado ir a un restaurante que hay aquí en Madrid, no queda muy lejos de la oficina, así puedo regresar después para seguir trabajando un rato más —le propuse. ——Bien. Por mí, perfecto. ——Dime cuál es tu dirección. Le diré a Juan, el chófer de la empre- sa, que te pase a buscar y salimos juntos desde aquí —le ofrecí. ——No, no te preocupes. A mí me gusta viajar en tren. ¿Estás en el edificio de BBZ de siempre? —preguntó—. El más alto de la ciudad —añadió. ——Sí. Mi despacho está … —iba a darle la dirección cuando me interrumpió. ——En la última planta del edificio, supongo —dijo, e intuí que había sonreído, dando por hecho que el director general estaría en la última planta, “la planta noble”. ——Exacto. Pues, entonces quedamos a las ¿dos? —propuse.
  • 36. © Alfaomega-Altaria 39 Claves para resetearse personal y profesionalmente ——Una hora estupenda. A las dos estaré allí —indicó. Nos despedimos hasta la hora de comer. Estuve toda la mañana centrado en varias reuniones con algunos miembros del equipo y no tuve mucho tiempo de pensar en lo que quería hablar con Elena. La verdad es que me dejé llevar por la intui- ción, casi por una necesidad irracional. Por algo que siempre decía mi madre, “las cosas no suceden por casualidad”. Supuse que no me ha- bía encontrado con Elena en el centro comercial sólo por casualidad, supuse que nos habíamos vuelto a cruzar en el camino para algo y me dejé llevar por esa intuición. Estaba en mi despacho revisando unos documentos que me había preparado María, la directora financiera, cuando sonó el teléfono. ——Ha llegado tu visita, Elena Montero. Está esperando en recepción. ¿Quieres que baje ya a recogerla? —dijo Paloma. ——Sí, por favor. Y avisa también a Juan para que prepare el co- che y nos recoja en la salida peatonal. Si no tiene los datos del restaurante, dáselos tú por favor —indiqué. ——Vale —respondió ella. ——Gracias, Paloma. Al cabo de unos minutos, me sorprendió escuchar a Paloma reír mien- tras venía por el pasillo. Algo le había dicho Elena que la había hecho reír. Hacía meses que no escuchaba la risa de Paloma. ——Tu visita —dijo asomando su cabeza por la puerta de mi despa- cho. Rápidamente, me levanté de la silla y fui a recibirla. ——¡Qué alegría, Elena! Pasa, por favor.
  • 37. © Alfaomega-Altaria 40 PODEROSO COMO UN NIÑO ——Buenos días. ¡Qué bonito despacho! Es muy amplio y ¡qué vistas tan maravillosas tienes aquí! —dijo acercándose a uno de los grandes ventanales. ——Sí, la verdad es que está muy bien ubicado. Aunque, he de reconocer que miro poco por las ventanas, ya sabes, siempre ando pendiente del ordenador o en miles de reuniones. Al final, te acostumbras y no le prestas mucha atención —dije como parte de la rutina que siempre respondía cuando alguien visitaba mi despacho por vez primera y hacía este tipo de comentarios ante la belleza de las vistas. ——Es verdad, muchas veces no prestamos atención a las cosas importantes que nos rodean —afirmó. Me dejó sin palabras. Tenía mucha razón en lo que decía. Y esto era algo que me ocurría a mí desde hacía un tiempo. En el trayecto hasta el restaurante fuimos hablando de cosas livianas al principio, luego me estuvo explicando cómo había pasado los últimos años. Siempre fue una mujer apasionada por la vida y por su trabajo. Cuando decidió cerrar su etapa profesional en la universidad, conti- nuó colaborando como asesora para varias empresas de primer nivel durante un par de años, pero se dio cuenta de que esto no le divertía y, poco a poco, lo fue dejando. Primero, lo había ido compaginando con la escuela infantil y después, decidió que esto último era lo que realmente la apasionaba y se centró en ello por completo. También me explicó que, cuando murió su esposo, estuvo unos meses como varada, pero empezó a hacer cosas nuevas, se apuntó a un club de golf y juega varias veces por semana con un grupo de amigos y cola- bora de forma altruista asesorando financieramente a una fundación. Me explicaba que lo que más le gusta en la vida es dirigir la escuela infantil. Le encanta observar a los pequeños porque aprende mucho
  • 38. © Alfaomega-Altaria 41 Claves para resetearse personal y profesionalmente de ellos, los considera una fuente de inspiración y trata de imitar mu- chas de las conductas de los niños. Me contó que observar a los niños y adaptar las conductas infantiles a su modo de vivir, es algo que la ha hecho rejuvenecer mentalmente y empezar a ver la vida desde una perspectiva diferente. ——Por ejemplo, hoy —dijo espontáneamente—, si hace unos años me hubieras llamado a las once de la mañana para quedar en el centro de la ciudad a las dos para comer, te habría puesto alguna excusa para tratar de posponer la cita y organizarme con más tiempo —me explicaba, a modo de ejemplo de cómo iba cambiando conductas incluso en pequeños detalles. Yo la escuchaba con atención. Me parecía muy interesante todo lo que ella me decía. ——Sin embargo, he hecho lo que hacen los niños. Si tú les propones algo que a ellos les resulta interesante y les apetece hacer, no te ponen problemas, no te dan excusas, sino que rápidamente dejan lo que estaban haciendo y te dicen que sí, que quieren hacer eso que les propones y aprovechan el momento. No se aferran a la rutina, la rompen tantas veces como les apetece. Y disfrutan cada instante de sus vidas —me explicaba. Levanté las cejas, sorprendido por su razonamiento, por el que me empezaba a sentir realmente interesado. Llegamos al restaurante, nos sentamos en la mesa que había reserva- do Paloma para nosotros, miramos la carta, yo le sugerí algunos platos y ella me indicó que se dejaba asesorar por mí. ——Lo que tú elijas, seguro que será un acierto Jorge —me dijo, dándome absoluta libertad para pedir por ella. Cuando nos quedamos solos, con la mayor naturalidad del mundo, Elena me hizo una pregunta directa.
  • 39. © Alfaomega-Altaria 42 PODEROSO COMO UN NIÑO ——¿Y bien, Jorge? ¿Qué es lo que te está pasando? —exclamó con una sonrisa, inclinándose hacia mí con intención de prestar toda su atención a lo que yo tenía que decirle. Sonreí. Al escucharla pensé: “directa, como los niños”. Respiré pro- fundamente y me decidí a hablar, aunque no tenía muy claro qué era lo que quería decirle. ——La verdad es que no sé por dónde empezar —dije dubitativo. ——Pues, empieza por el principio, suele ser lo más sencillo. El resto viene después —apuntó ella pausadamente. ——Verás. No sé qué es exactamente lo que me pasa. No sabría decir cuál es el problema. Lo cierto es que, desde hace un tiem- po, creo que las cosas no van bien —dije sin especificar mucho. Elena me escuchaba sin dejar de observarme y sin interrumpirme. Supongo que me estaba dando espacio para que yo fuese aclarando y ordenando mis pensamientos. ——Mi carrera profesional es “aparentemente” envidiable. Bueno, supongo que sin el “aparentemente”. Creo que es envidiable. Tengo 42 años y dirijo desde hace 5 una compañía que es líder en su sector. Las cosas no van mal. Cuando me hice cargo de la compañía teníamos un 11 % de participación de mercado y hemos alcanzado el 19 % en estos años. En los últimos 12 meses, estamos creciendo lo mismo que crece el mercado, sin embar- go, por primera vez, no vamos a llegar al presupuesto —expliqué con facilidad, ya que éste era un discurso que había repetido en varias ocasiones en diferentes lugares. Asintió. ——Desde hace unos meses, mis jornadas de trabajo son larguísimas. Estoy en la oficina antes de las ocho y suelo salir hacia las nueve
  • 40. © Alfaomega-Altaria 43 Claves para resetearse personal y profesionalmente de la noche —indiqué con preocupación en mi rostro—. Esto me está empezando a pasar factura, estoy siempre cansado y sobre todo estoy siempre muy serio. Me detuve un instante. ——Y no sólo me ocurre a mí. Me he fijado y veo que a mi alrededor la gente que trabaja conmigo está viviendo algo muy parecido. Observo un entorno invadido por el cansancio y, me atrevería a decir, por el hastío. No escucho risas a mi alrededor. Sólo veo rutina y soy testigo impasible de duros enfrentamientos entre mis colaboradores —tragué saliva. Elena seguía escuchándome con toda su atención. ——Cuando llego a casa, no tengo ganas de estar con mis hijos —me paré un instante, al darme cuenta de que no le había hablado de ellos a Elena. Me miró esperando entender la razón de mi reacción en mitad de la explicación. ——Por cierto, no te he hablado de mis hijos. Tengo 3 niños estupen- dos. David, Nico y Claudia. 5 años David, el mayor, 3 el mediano, Nico, y 9 meses la pequeña. Mi esposa, Marta, tiene un magnífico puesto en una compañía americana, en la que es directora de marketing para España y Portugal —continué. Sonrió. ——Me alegra saber que has tenido la suerte de formar una bonita familia —agregó. ——Sí, la verdad es que son maravillosos. Respiré profundamente para continuar con mi explicación.
  • 41. © Alfaomega-Altaria 44 PODEROSO COMO UN NIÑO ——Pues, como te decía, últimamente llego tan cansado a casa que no tengo ganas de jugar con los niños. Y la mayoría de las veces, entro en casa cuando ya están dormidos. Cuando llego, me pon- go cómodo y me lanzo a vegetar en el sofá —dije avergonzado. Elena seguía con atención mis explicaciones. ——La semana pasada, mi hijo David me decía que él no quería ser mayor porque los mayores siempre estamos cansados y aburridos y él no quería eso —dije preocupado. Cerré los ojos un segundo, respiré, miré al suelo y continué. ——Creo que me estoy perdiendo muchas cosas importantes. Aun- que, por otro lado, quiero que me vuelva a gustar mi trabajo, que me vuelva a gustar mi empresa, enfrentarme a nuevos retos. No soy de esos que quieren dejarlo todo, vender sus propiedades y retirarse a un lugar tranquilo. Yo quiero seguir en la vorágine empresarial, no quiero cansarme de abrir nuevas posibilidades, para eso estudié Económicas, para eso hice un MBA. Es lo que siempre me ha gustado y es lo que quiero seguir haciendo —me detuve una vez más—. Pero no a este precio. Tengo que cambiar algo, porque no puedo seguir así. Elena se quedó callada mirándome. No dijo nada, sólo asintió. Yo respiré sin saber cómo continuar. Me sentía muy confundido y cansado. ——Te entiendo —dijo mientras se limpiaba con la servilleta para beber un poco de agua. De repente, sin pensarlo, cambié de tema y le conté la conversación que había tenido con David. Iba pasando de un tema a otro sin mucho orden. Quizá me vino este recuerdo a la mente después de haberla escuchado a ella en el coche hablar de los niños. No sé, realmente. ——El otro día, por la noche, cuando fui a arropar a David le dije que de mayor me gustaría ser como él. Me encanta ver cómo
  • 42. © Alfaomega-Altaria 45 Claves para resetearse personal y profesionalmente disfrutan de la vida, todo es divertido para ellos, todo es como un juego, es un constante aprendizaje. Están como bebiéndose la vida a grandes tragos —expliqué con entusiasmo. ——Así somos en la infancia —respondió con naturalidad. ——Sin embargo, a mí me parece que eso es algo muy alejado de mí. Cada paso que doy me cuesta, a veces me parece que me falta el aire y las ganas, que no tengo ya fuerzas, es como si llevase una carga demasiado pesada sobre mis espaldas, que me impide avanzar y se me hace difícil hasta respirar —expliqué con tristeza. ——¿Y qué te dijo David cuando le confesaste que de mayor querías ser como él? —preguntó interesada Elena. ——Fue genial —exclamé con una enorme sonrisa elevando mi mi- rada mientras lo recordaba. ——Cuando somos niños, somos seres geniales —indicó. ——Me dijo que si quería ser como él de mayor, ya podía ir empezan- do porque, de lo contrario, iba a llegar tarde, porque yo ya soy mayor —le conté sonriendo. ——Y tiene toda la razón. Si quieres algo, es mejor ponerte en marcha cuanto antes y no estar todo el tiempo pensando en lo que no puedes hacer —apuntó Elena. ——Ya —respondí—. Y luego le pregunté cómo podía aprender de él y me dijo: “¡Fácil! Haz las mismas cosas que hago yo” —le conté parafraseando a David. ——Una vez más, te ha hablado con mucha sabiduría y lógica — respondió Elena. ——¡Ah! Y me mandó a dormir porque me dijo que si quería ser
  • 43. © Alfaomega-Altaria 46 PODEROSO COMO UN NIÑO como él y hacer las mismas cosas que hace él, pues tenía que descansar como hace él para estar bien al día siguiente —expli- qué sonriendo. ——Y vuelve a tener toda la razón. Descansar es algo necesario, tan- to cuando somos niños como cuando somos adultos. Siempre es- tamos diciéndoles a los niños que tienen que irse pronto a dormir, que tienen que descansar, sin embargo, nosotros muchas veces hacemos lo contrario de lo que sabemos que es bueno y de lo que les enseñamos a nuestros hijos —dijo calmadamente Elena. ——Sí, sí. Lo sé. Si tienes razón y David también. Pero no es lo mismo el mundo de los niños que el mundo de la empresa. ¡Vamos, ni de lejos! —exclamé tratando de hacer que Elena se diera cuenta de que hay que poner los pies sobre la tierra. ——Ciertamente, no es lo mismo Jorge. Ahora, mi pregunta es ¿po- demos aprender algo de las conductas de los niños que, con nuestra experiencia, apliquemos a nuestro mundo para mejorar- lo? —dijo con absoluto convencimiento en todas y cada una de sus palabras. Me quedé pensativo. ——Sí, tal vez —respondí, elevando mi ceja izquierda en un gesto de incredulidad. Ella me miró y continuó con su explicación. ——¿Te has preguntado alguna vez por qué al nacer tenemos una capacidad inmensa, un potencial infinito y, sin embargo, en el mundo de la empresa nos empeñamos en poner límites a estas capacidades? —lanzó la pregunta en un tono algo incisivo—. ¿Por qué en el ámbito profesional nos hacemos menos eficientes de lo que podríamos llegar a ser? —terminó.
  • 44. © Alfaomega-Altaria 47 Claves para resetearse personal y profesionalmente Me miró fijamente para ver mi reacción a lo que me acababa de decir y supongo que también pretendía hacerme reflexionar sobre algo de lo que ella estaba absolutamente convencida. ——¿Has pensado por qué nuestro comportamiento se aleja del que teníamos cuando éramos niños? —volvió a lanzarme una pregunta y se detuvo un instante para continuar al momento—. Si analizamos la conducta en la infancia, vemos que en el niño hay muchas de las cualidades que normalmente se buscan en los directivos excelentes. Sin embargo, acabamos desarrollando otras conductas que nos ponen barreras y limitaciones en nuestra evolución hacia el mejor profesional que podríamos llegar a ser —explicó—. Estoy segura de que, en gran medida, la explicación está en que esto significaría mostrar cierto grado de vulnerabi- lidad y pensamos que en el entorno empresarial nos haría más débiles y, por tanto, eso nos alejaría de nuestro “supuesto éxito” —dijo haciendo el gesto de las comillas con las manos. Yo la seguía escuchando con atención. ——Nos ponemos tantas máscaras que, al final, no somos capaces de reconocernos a nosotros mismos —dijo con pena en el tono de su voz. Mientras hablaba, yo sentía que lo que ella me explicaba, con tanta pasión y convencimiento, podía tener lógica. Sin embargo, yo estaba todavía muy cerrado a esta idea que ella proponía. Por un momento sentí que Elena, a su edad, con la vida ya resuelta y en esa etapa de tranquilidad, quizá estaba demasiado alejada del mundo real, de la empresa actual. Al fin y al cabo, siempre había sido profesora de univer- sidad y nunca había estado en el día a día de la empresa como para poder entender a qué me refería yo con lo que le estaba explicando. Me sentí algo defraudado porque creo que, en mi fuero interno, había puesto demasiadas esperanzas en el reencuentro con ella y ahora me parecía que estábamos a años luz.
  • 45. © Alfaomega-Altaria 48 PODEROSO COMO UN NIÑO De repente, interrumpió mis pensamientos. ——Te propongo una idea. Mejor, piensa en ello como un juego, ¿de acuerdo? —indicó entusiasmada. ——¿Qué? —respondí, algo contrariado por sus palabras, mientras el camarero retiraba mi plato de la mesa. ——Se trata de que hagamos una lista de temas que no sepas cómo manejar y tratemos de buscar respuestas y soluciones como lo harían los niños —explicó entusiasmada—. No será complicado, se trata de estudiar a los niños: cómo se relacionan entre ellos, cómo piensan, cómo hablan, cómo razonan, cómo juegan y aplicarlo a tu situación actual —continuó. Yo la miraba atento, pero incrédulo ante su propuesta que me pa- recía algo descabellada. ——El objetivo es aprender de ellos, extraer ideas para llevarlas a tu vida profesional, para que después pensemos en cómo las puedes poner en marcha en tu empresa y, si me lo permites, en tu vida en general —dijo con gran entusiasmo—. ¿Qué te parece? —insistió. ——No sé, Elena. Yo tengo una agenda muy complicada, no tengo tiempo para nada y esas cosas llevan trabajo y dedicación —res- pondí desmotivado ante su propuesta. ——Escúchame, Jorge —insistió Elena con su pasión habitual—. De lo que se trata es de que trabajemos en “reaprehender” una serie de habilidades que están entre tu repertorio de conductas, pero que necesitan volver a entrenarse para desarrollarlas de nuevo. Me incliné hacia delante para escuchar a Elena con atención, pues no entendí el significado de aquella palabra. Y la miré mostrando la duda en mi rostro.
  • 46. © Alfaomega-Altaria 49 Claves para resetearse personal y profesionalmente ——“¿Reaprender?” —pregunté, pues me sentía algo perdido en su razonamiento. ——No. Me refiero a “reaprehender” —repitió poniendo el acento para que yo entendiera a qué palabra se refería exactamente. La miré de nuevo, porque no la entendía. ——No sé qué es eso. Nunca he escuchado ese término. Entiendo la palabra aprehender, pero no sé a qué te refieres con “reapre- hender” —respondí. ——A ver, Jorge. “Aprehender” es asimilar inmediatamente algo, llegar a entenderlo, “reaprehender” tiene que ver con volver a asimilar y utilizar algo que ya fue entendido previamente, en la infancia, para así reconvertirlo en el hábito que en su momento fue. Lo que te quiero decir con el término “reaprehender” tiene que ver con la capacidad de volver a coger algo que ya tuvimos en su momento. ——¿Lo que me estás diciendo es que tengo que desaprender lo que ya había aprendido? —pregunté, tratando de descifrar el significado de aquel término que estaba utilizando Elena. ——No exactamente —dijo, y se detuvo un instante para encontrar las palabras que me ayudasen a entender el alcance de este concepto—. Se trata de recuperar algo que ya tuviste, de volver a basarte en algo que sabías hacer y que dominabas en una época de tu vida. No hay que quitar nada, hay que volver a despertar —sentenció y guardó silencio––. En cierto modo, es re- setearte como persona, pero sin perder las conductas que habías desarrollado en la infancia. Es comenzar de nuevo como adulto, pero con los conocimientos y aprendizajes que adquiriste en la infancia de forma natural.
  • 47. © Alfaomega-Altaria 50 PODEROSO COMO UN NIÑO Aunque me gustaba la forma en que Elena transmitía sus ideas porque no sólo lo hacía con claridad, sino que me dejaba un espacio para su asimilación, estos términos me provocaban dudas. ——Pero lo que yo entiendo por resetearse es borrar todo para volver a empezar de nuevo, ¿no es así? ——No, lo que te propongo es similar a lo que pasa con nuestros músculos cuando hacemos deporte. Si cuando éramos pequeños aprendimos algún tipo de disciplina deportiva, aunque hayamos estado años sin practicarla, la memoria de nuestro músculo sigue intacta y, si mañana, volvemos a entrenar ese mismo deporte, nuestro músculo recordará el tipo de movimiento, la intensidad del mismo y, por supuesto, cómo ejecutarlo, de una manera muy similar a la que lo hacíamos cuando lo aprehendimos —explicó––. Para ello debemos resetearnos, volver a iniciarnos para abrirnos de nuevo al conocimiento que ya habíamos adquirido. Yo la escuchaba con atención. ——Es lo mismo con las habilidades. Lo que podemos hacer es rea- prehender esos comportamientos que tú desarrollaste cuando eras niño y que, al dejar de hacerlos, quedaron dormidos. En el momento en que te reseteas y vuelves a entrenarlos, los despier- tas y los desarrollas de nuevo —se detuvo observando la intriga en mi mirada—. Dicho de otro modo, circuitos neuronales que se activaron de niño, al dejar de usarse quedaron desconectados. Se trata de volver a conectar esos circuitos, una vez pulsada la tecla “reset”, para llevar a cabo las conductas que necesitas y que ya tenías en la infancia. Es recuperar lo que supiste. Me miró esperando mi respuesta. ——Me parece un planteamiento interesante —contesté—. Estoy en un momento muy complicado del año, tenemos que encauzar bien las acciones que nos pueden ayudar a acercarnos al pre-
  • 48. © Alfaomega-Altaria 51 Claves para resetearse personal y profesionalmente supuesto y necesito pensar en todo esto y en las posibilidades de llevarlo a cabo, pero también en los obstáculos que me pueden impedir llegar a un buen resultado. ——Lo entiendo. En cualquier caso, piénsalo —insistió sin perder el entusiasmo. Terminamos de comer, salimos del restaurante, la acercamos en el coche a la estación de tren y nos despedimos con un abrazo. Después fueron pasando los días y yo continué inmerso en los proble- mas del negocio. Reconozco que no le dediqué ni un minuto a pensar en la propuesta de Elena. Las cosas seguían igual, incluso fueron em- peorando con el paso de las semanas. Una tarde estaba revisando una serie de temas pendientes en mi despacho y entre ellos estaban los resultados de la encuesta de clima. Por encima de todo, había dos aspectos que destacaban claramente: la sensación de cansancio y la falta de motivación y compromiso de los equipos. ——Revisé el documento y vi que se les hacía una pregunta es- pecífica sobre su grado de identificación con la empresa en el momento actual. El 75 % de ellos respondía que era bajo. El tema me preocupó porque era la constatación real y objetiva de lo que yo venía observando desde hacía tiempo. De regreso a casa, continué muy pensativo en el coche. Seguí dán- dole vueltas a los resultados de la encuesta. Se trataba de algo que yo venía observando desde hacía tiempo, incluso en mí mismo. Yo también sentía un enorme cansancio y los últimos dos años habían supuesto un gran desgaste para mí, hasta el punto de que se me hacía difícil en- contrar la motivación. No podía dejar de pensar en ello. Entre mis pensamientos, volvió a mi memoria la conversación que había mantenido con Elena. Ella me había hablado de esas conductas
  • 49. © Alfaomega-Altaria 52 PODEROSO COMO UN NIÑO de la infancia que vamos perdiendo a medida que vamos creciendo. Esas conductas que nos permiten disfrutar de la vida a cada instante y vivir en un continuo aprendizaje, que nos ayudan a crecer y descubrir miles de cosas nuevas a nuestro alrededor. Todo esto lo hacemos en un estado de actividad constante y, lo más importante de todo, es que somos capaces de pasarlo bien, llenamos todo nuestro tiempo y no sentimos cansancio. Los niños cuando tienen tres, cuatro o cinco años, no sienten hastío, siempre encuentran una motivación para seguir en acción y su compromiso es con ellos mismos y con sus ganas de divertirse haciendo cosas. Por eso aprenden tanto y son tan creativos. Pensé en que, tal vez, ahí estaba la clave. ¿Cómo podía yo hacer para recuperar esa ilusión de cuando era un niño? Esto era lo primero que necesitaba hacer, tanto para mí como para mi empresa. Todo debía empezar en mí mismo y desde mí mismo, como máximo respon- sable del equipo. Al día siguiente, decidí que iba a llamar a Elena y valorar la posi- bilidad de llevar a cabo su idea. Marqué su número, pero cortaba la llamada. Así que esperé a que ella me volviera a llamar a mí cuando le fuera posible. En los minutos de espera siguientes, le daba vueltas a esta idea loca que Elena me había lanzado hacía unos días y que yo estaba empe- zando a plantearme como una posibilidad real. Tenía muchas dudas y muchos prejuicios sobre ello, pero algo me indicaba que tenía que hacer caso a la intuición que ahora me decía que quizá Elena podía volver a enseñarme nuevas cosas, como cuando años atrás me enseñó las bases de la gestión empresarial y tantos otros temas relativos a la macroeconomía. Tenía que aprovechar su gran conocimiento del mun- do de los negocios y todos los aprendizajes que decía estar obteniendo en su nueva faceta profesional, tan diferente de todo lo que ella y yo mismo habíamos hecho en la vida. Sonó mi teléfono. Vi que era ella que me devolvía la llamada.
  • 50. © Alfaomega-Altaria 53 Claves para resetearse personal y profesionalmente ——Hola, Jorge. Me has llamado hace un minuto. Estaba con otra llamada en el fijo y no podía atenderte. ¿Cómo estás? —dijo con su habitual alegría en la voz. ——Bien. Te llamaba porque he estado dándole vueltas a lo que me dijiste el día que comimos juntos. ¿Te acuerdas? —pregunté—. Lo de observar y analizar conductas que se dan en los niños y que nosotros hemos dejado dormidas, para luego trabajar en cómo despertarlas y así aplicarlas de nuevo en mi vida —dije de un tirón. Ella me había escuchado con atención, como siempre. ——Creo que merece la pena intentarlo. ¿Sigues queriendo ayudarme? —continué casi con timidez por pedirle aquello. ——Yo también creo que merece la pena. Y por supuesto que quiero colaborar contigo en esto —respondió ella. ——Fantástico. Muchas gracias, de verdad, Elena. ——Bueno, querido Jorge, lo primero que tenemos que hacer es cerrar un día en nuestras agendas para vernos y empezar a tra- bajar —dijo. Y me habló con esa energía propia de ella. ¡Cómo la envidiaba! A su edad, su voz sonaba mucho más joven que la mía. ——A ver, ¿cómo tienes este viernes a las 12 h? —propuso. Consulté mi agenda que estaba cargada de reuniones y citas. ——Complicado —respondí. ——Mal empezamos. Si me dices “complicado” es que no le estás dando prioridad a este tema —dijo en un tono algo inquisitivo. ——Tienes razón, Elena —dije tomando conciencia—. Déjame que cambie un par de cosas y te mando un mensaje con la
  • 51. © Alfaomega-Altaria 54 PODEROSO COMO UN NIÑO confirmación. ——Bien —dijo—. Te propongo que nos veamos en mi despacho. Aquí vas a estar más tranquilo y vas a poder ver los temas con algo más de objetividad por la distancia física. Te mando un mensaje con la dirección. ——Me parece bien —respondí. Así quedamos. Nos despedimos y me dispuse a hacer los cambios necesarios en mi agenda para poder estar el viernes en la reunión que tenía prevista con Elena.
  • 53. © Alfaomega-Altaria 56 Capítulo 3 Descubriendo realidades. Hacia una nueva cultura En los días posteriores estuve analizando cuál era la situación, re- visando con mayor profundidad los datos de la encuesta de clima, observando con atención a mis colaboradores, tanto en las reuniones como en los distintos momentos del día. Hice una lista de temas en los que estaba convencido de que debíamos trabajar. El viernes me fui a la reunión con Elena. He de confesar que iba con un doble sentimiento, por un lado tenía plena confianza en ella y en su profesionalidad, pero por otro lado, no estaba muy seguro de que esta idea de mi antigua profesora fuese algo que pudiera servirme en mi situación actual y en el mundo de la empresa. Al llegar, Elena me recibió con esa energía tan característica. Me estuvo enseñando el centro, me habló de cómo funciona una escuela de educación infantil, me contó lo retador que había sido para ella al principio y me dijo que ahora sentía que era la mejor experiencia que había vivido en el ámbito profesional y, una vez más, me insistió en lo enriquecedor que era todo aquello para su desarrollo personal. Después fuimos a su despacho. Era amplio, con grandes ventanales. Me sorprendió el estilo de la decoración. Yo recordaba su despacho de la universidad, que estaba amueblado de un modo clásico y muy serio. Sin embargo, éste era muy luminoso, con colores divertidos, con muebles poco convencionales y, sobre todo, muy cómodos. En una de las paredes había una gran pizarra con rotuladores de todos los colores para escribir, dibujar, crear e imaginar lo imposible. Me llamó la atención una especie de gran puf de color verde ácido que había en el suelo, en el que te podías sentar, quedabas cómodamente atrapado y te ayudaba a pensar de un modo diferente. Había una amplia alfombra de vivos colores en la que me contó que solía tumbarse con unos folios
  • 54. © Alfaomega-Altaria 57 Claves para resetearse personal y profesionalmente cuando quería pensar en cosas importantes. Me recordó al modo en que lo hace mi hijo cuando se tumba en el suelo para dibujar. Tenía también un cómodo sofá con la forma de las piezas de un lego. Recuer- do que en una de las paredes tenía colgados muchos dibujos que le habían hecho los niños y que daban una sensación de alegría al entrar en aquel lugar tan especial. Por supuesto, contaba con un estupendo y moderno equipo de música en el que siempre sonaba alguna can- ción que te podía inspirar para trabajar más cómodamente. También me llamó la atención que olía de una forma especial, era como olor a caramelo. La verdad es que entrar en aquel despacho de Elena me recordó a las salas de juego infantiles. Al principio, me sorprendió mu- cho el lugar, pero lo cierto es que, a medida que fueron pasando los días en los que iba allí a trabajar con ella, me iba dando cuenta de lo inspirador que era aquel entorno. Me devolvía a la ilusión y la diversión del aprendizaje de cosas nuevas, de cuando somos niños. Me gustaba mucho ir allí, porque podía pensar de un modo diferente. El primer día, ella me dijo que eligiera el lugar donde quería sentar- me, en el que me sintiera más a gusto para empezar. Reconozco que tuve dudas, no sabía cuál sería el lugar más apropiado, todo me rom- pía tanto mis esquemas en aquel despacho que, por un momento, no supe qué decir. ——Si te parece, puedo ir apuntando en la pizarra algunos temas que he ido recogiendo en estos días y que podrían ser el punto de partida sobre el que empezar a trabajar —dije algo contrariado. Sonrió y con un gesto con la mano me invitó a que hiciera lo que me pareciera más adecuado para empezar a funcionar. Mientras tanto, ella se sentó en la alfombra apoyando su espalda sobre el sofá, con la intención de escuchar atentamente lo que yo le iba a explicar. ——Bueno pues ¿empezamos? —pregunté con cierta inseguridad. ——Sí, sí claro —respondió ella rápidamente.
  • 55. © Alfaomega-Altaria 58 PODEROSO COMO UN NIÑO Saqué mi cuaderno del maletín y lo abrí en la hoja en la que tenía mis notas. Les di un vistazo rápido y empecé mi exposición. ——Como te conté, hemos hecho una encuesta de clima en la compañía —me incliné para sacar el documento en el que tenía los resultados de la encuesta. ——Déjame verla, Jorge —pidió Elena. La abrió y fue directamente a las conclusiones, después consultó algunos de los datos que estaban detallados en el informe y le echó un vistazo al cuestionario. Al cabo de unos minutos, la cerró y me la devolvió. ——Me hago una idea bastante clara de lo que ha salido en esta encuesta —indicó—. En cualquier caso, me gustaría saber qué es lo que tú crees que ocurre en tu equipo. Me quedé pensando unos instantes para organizar la información en mi cabeza y exponérsela con la máxima claridad posible. ——Verás, he identificado una serie de temas en los que creo que debemos trabajar —dije. ——Pues adelante, Jorge. Veámoslos —comentó con energía. ——Es evidente que existe una clara falta de motivación. Y no es algo que le ocurra sólo a mi equipo. Yo sé que soy el primero que está viviendo un momento de saturación, estoy cansado. Cuando pienso en el trabajo lo veo como una carga en mi vida. No me siento motivado con lo que estoy haciendo. Yo estoy comprometido con mi empresa, pero tengo dudas de si mi gen- te también lo está. Hacemos largas jornadas, sin embargo, creo que lo hacemos como si de una rutina se tratase. Es como que “es lo que toca” y hay que sacar esto adelante y lo hacemos, pero realmente no nos divertimos con ello. No tenemos pasión
  • 56. © Alfaomega-Altaria 59 Claves para resetearse personal y profesionalmente por nuestro trabajo, lo hacemos porque hay que hacerlo y nada más. Creo que por eso nos sentimos tan hastiados —expliqué. Yo seguía de pie delante de la pizarra mientras le contaba todo esto. Cuando terminé de explicarle esta primera reflexión, se levantó y cogió un par de cojines grandes que tenía en un rincón del despacho y los puso junto a una mesa blanca que había sobre la alfombra. Me pidió que le diera el cubilete de los rotuladores de colores de la pizarra grande y que me sentara junto a ella en un cojín para ir escribiendo en esa mesa, en la que se podían borrar las cosas que íbamos apuntando. ——Si te he entendido bien, tenemos “compromiso” como elemen- to clave que ahora se ha perdido en el equipo —indicó Elena, mientras iba anotando esta palabra sobre la mesa. ——Sí, eso es —respondí. ——Vale. Cuéntame más cosas, Jorge —continuó. ——Muy ligada a la anterior, me doy cuenta de que nos falta em- puje, de que a veces no llegamos a creer en lo que estamos haciendo y entonces, de repente, comenzamos a flojear y los proyectos cuesta mucho que salgan adelante. Es como si no tuviéramos gasolina para seguir. Elena me miró fijamente. ——Ese combustible del que hablas lo tuvisteis antes, ¿verdad? —dijo. ——Claro —contesté rápidamente. ——Supongo que la palabra “pasión” no te será lejana —sin darme tiempo a decir nada, Elena continuó—. Cuando nos falta la pa- sión cualquier barrera a la que nos enfrentemos, por pequeña que sea, se convierte en algo que parece insalvable. La pasión es la fuerza que nos lleva a conseguir resultados extraordinarios, si no está ahí, el esfuerzo es mayor y el resultado no es tan bueno.
  • 57. © Alfaomega-Altaria 60 PODEROSO COMO UN NIÑO Me quedé pensando en sus palabras y me sentía plenamente identi- ficado con lo que acababa de escuchar. Poco a poco, iba confiando más en lo que podían dar de sí estas reuniones con Elena y me animé a continuar profundizando en los temas. ——Hay otra cosa que me preocupa. Yo creo que se ha perdido la confianza entre los miembros del equipo, aunque pienso que no es mi caso. Quiero decir que para mí, mis colaboradores cuen- tan con mi absoluta confianza, igual que al principio de esta andadura. O más incluso, puesto que ahora nos conocemos mejor. Sin embargo, veo que entre ellos existe una especie de competitividad interna exacerbada. Delante de mí mantienen bastante las formas, y conmigo todos son respetuosos y amables. Pero veo cómo se hablan entre ellos. Algunas veces, me copian en e-mails en los que puedo intuir la rivalidad entre ellos. El otro día vi a dos de mis mejores colaboradores enzarzados en una pelea en uno de los despachos. No sé exactamente qué era lo que ocurría, pero desde fuera se podía apreciar el enfrentamien- to entre ellos. No sé cómo explicarlo, creo que hay una falta de confianza entre las personas que nos lleva a que se produzca una mala comunicación —expliqué. ——Cuando dices que se produce una mala comunicación. ¿A qué te refieres específicamente, Jorge? —preguntó. ——Creo que se ocultan información entre ellos con el fin de salir beneficiados por encima de sus compañeros. También dedican demasiado tiempo a los enfrentamientos y las luchas internas a través del correo electrónico, lo que hace que empeoren las relaciones entre departamentos —indiqué. ——Bien. Tenemos otros dos conceptos sobre los que trabajar y que los trataremos de forma diferente. Por un lado, tenemos la “con-
  • 58. © Alfaomega-Altaria 61 Claves para resetearse personal y profesionalmente fianza” o más concretamente la falta de ella entre los miembros de la organización. Por otro lado, has hablado de inadecuada “comunicación” entre los empleados ¿cierto? —dijo mientras escribía estas dos palabras en la mesa. ——Sí, eso es —respondí. Además, esta falta de comunicación no es sólo a través de los conductos escritos, sino también en las reuniones se nota que no hay una comunicación fluida, que ya no se dan conversaciones como hacíamos antes. Es sólo trabajo y de forma muy directa, lo cual genera personas que se colocan a la defensiva. ——Entiendo —dijo Elena—. Como te dije las trataremos por sepa- rado. ——Hay otra cosa más. Como consecuencia de esa falta de con- fianza de la que hablaba, creo que se está perdiendo la soli- daridad entre departamentos —dije y me quedé pensando en lo que acababa de comentar—. O tal vez es al contrario, se ha perdido la confianza como consecuencia del enfrentamiento interdepartamental —continué. ——Entiendo. Por tanto, hay otro concepto que deberíamos recoger aquí: “solidaridad”, ¿no? —preguntó y lo fue escribiendo también. ——Exactamente. ——Vale. ¿Qué más? —dijo mirándome con atención. ——Otra cosa que me preocupa es que veo que cada vez existe menos relación entre los miembros del equipo. ¿A qué me re- fiero? —continué—. Lo que quiero decir es que veo a la gente adoptando una actitud muy individualista. Cuando voy por los pasillos, veo a las personas muy enfrascadas en su ordenador, con sus cosas y en su espacio. Muchas veces siento que voy an- dando por una oficina donde hay un silencio frío. Los veo y me
  • 59. © Alfaomega-Altaria 62 PODEROSO COMO UN NIÑO parecen autómatas. No se relacionan entre ellos. No sé cómo explicarlo, pero no oigo risas, no escucho ruido de conversaciones —indiqué—. No sé si entiendes lo que quiero decir. No es que yo pretenda que la oficina sea un lugar para charlar y hacer amigos. Está claro que hay un trabajo que hacer y tiene que salir. Pero parece que entraran a una cadena de producción donde hay un hombre con una máquina con la que no hay posibilidad de interacción. Por otro lado, las personas que trabajan en la oficina, con la excusa de que estamos en época de crisis y que hay que ajustar los gastos, cada vez salen menos al mercado. No tocan el negocio real, no salen al cliente, lo dejan todo en manos del área comercial. Y, claro, esto los aleja de la realidad y, por otro lado, hace que el equipo comercial se crezca y los trate de forma despectiva, incluso, con una enorme distancia, lo cual incrementa todavía más la falta de comunicación, confianza y solidaridad interdepartamental —expliqué. Elena seguía escuchándome con suma atención. ——No sé si me estoy explicando bien, Elena —pregunté—. Tal vez tendría que haber preparado una presentación con las claves. Me parece que estoy siendo poco objetivo en mi exposición y estoy hablando mucho de percepciones, incluso de sensaciones que son mías, y que es poco ortodoxo lo que estoy contándote. ——Creo que sabes bien lo que está ocurriendo en tu equipo, Jorge. A mí no me gusta nada lo de las presentaciones formales, yo prefiero la espontaneidad con la que me estás explicando lo que ocurre. Creo que la forma en la que lo estás haciendo te permite contarme las cosas con mayor sinceridad y sin los disfraces que puede suponer una presentación formal. Sobre lo que me estás hablando podemos ir construyendo y buscando soluciones —dijo Elena con una profunda convicción.
  • 60. © Alfaomega-Altaria 63 Claves para resetearse personal y profesionalmente ——Perfecto —esbocé una sonrisa. ——Creo que deberíamos apuntar otro concepto. Es “capacidad de interrelación”. Y con ello me refiero tanto a la interna como a la externa. ¿Estás de acuerdo? —indicó. ——Sí, eso es —respondí. Elena fue escribiendo este concepto también en la mesa. ——Con esto que me decías sobre la formalidad de las presenta- ciones y el hecho de que muchas veces nos escudamos en ellas para disfrazar las cosas, me viene a la cabeza otro tema que creo que no hemos sabido gestionar adecuadamente y, por tanto, nos está pasando factura —dije. Elena seguía escuchándome con atención. ——Verás, somos una compañía de éxito. Durante mucho tiempo las cosas nos han ido muy bien. Sin embargo, ahora el entorno es realmente hostil y esto hace que los resultados no sean aque- llos a los que estamos acostumbrados. En ocasiones, los equipos están cometiendo errores de distinta índole. Yo creo que esto es algo lógico. El entorno ha cambiado y hay que seguir siendo competitivos, ahora más que nunca. Para ello, ya no valen las mismas cosas de siempre y hay que probar nuevas posibilidades, nuevos enfoques, nuevas formas de hacer. Sin embargo, no esta- mos sabiendo gestionar bien el error. De modo que se unen dos cosas, por un lado, no estamos acostumbrados a equivocarnos por nuestra trayectoria de éxito y, por otro lado, desde la direc- ción y los mánager no estamos sabiendo gestionar a los equipos cuando se producen errores —expliqué. Elena me miraba mostrando interés en lo que yo le estaba contando. ——Esto lo digo porque lo veo cuando participo en reuniones de los
  • 61. © Alfaomega-Altaria 64 PODEROSO COMO UN NIÑO distintos equipos. En las presentaciones que me hacen, observo que no me cuentan las cosas con la sinceridad que requieren. Supongo que por miedo a reconocer errores. Me disfrazan la información. Y yo mismo siento que lo hago con el Consejo de Administración también. No sé si me entiendes, Elena —pregunté. ——Sí, sí te entiendo Jorge —respondió ella—. Creo que el siguiente concepto que deberíamos apuntar es “gestión del error”, ¿estás de acuerdo? —preguntó antes de escribirlo en la mesa. ——Sí. Totalmente de acuerdo. ——¿Sabes qué, Elena? —dije mientras iba tomando conciencia de lo siguiente que le iba a explicar. ——¿Qué? ——Me doy cuenta de que hace tiempo que siento que no aprendo cosas nuevas —dije y me detuve, porque era algo de lo que no había sido consciente hasta ese momento, pero ahora lo veía con absoluta claridad. ——¿Qué quieres decir exactamente? —preguntó con interés. ——Verás, recuerdo los primeros meses, incluso los primeros tres años en la compañía. Yo sentía que cada día aprendía algo nuevo. Cada cosa que hacía, sabía que me estaba haciendo crecer pro- fesionalmente. Y claro, esto me mantenía motivado y me hacía ver con auténtica pasión mi trabajo —expliqué con entusiasmo. Me detuve y respiré profundamente. ——Sin embargo, hace tiempo que siento que estoy como en una especie de rutina que es la que hace que todo me cueste mucho más, que me genera un enorme cansancio —expliqué—. Y veo a las personas de mi equipo y creo que les ocurre algo parecido.
  • 62. © Alfaomega-Altaria 65 Claves para resetearse personal y profesionalmente ——Entiendo —respondió Elena mientras apuntaba en la mesa “con- texto de aprendizaje”—. ¿Es esto lo que podría resumir lo que me estás explicando? Miré lo que ella había escrito y dudé. ——Más que generar ese contexto, que también, me refiero a la rapidez para aprender, es decir, esa capacidad que nos lleva a seguir aprendiendo, independientemente de la situación que estemos viviendo —expliqué tratando de que ella comprendiera exactamente a qué me refería en toda su dimensión. ——Si te entiendo bien, el punto importante es la agilidad a la hora de aprender cosas nuevas. ——Cierto. Aunque esta agilidad la usemos también para adaptar- nos rápidamente a las nuevas formas de hacer que nos pide el mercado y el entorno actual —añadí. ——Hablaríamos entonces de “agilidad para aprender”, que es una competencia donde se combina la rapidez para adquirir nuevo conocimiento con la capacidad de adaptación a las nuevas situaciones que vivimos en el entorno organizacional —dijo Elena, mientras iba borrando el concepto anterior y sustituyéndolo por el nuevo. Nos quedamos en silencio unos instantes. Ahora que le estaba con- tando todo esto a ella, me daba cuenta de que de ninguna manera estaba sobrevalorando ni exagerando la situación. Tomaba conciencia de que, hasta esa tarde, no me había detenido a pensar en lo que nos estaba pasando. Había estado demasiado metido en el día a día y no me había parado a hacer una fotografía de la situación para analizarla con mirada crítica. Empezaba a ver cómo habíamos llegado al punto en el que nos encontrábamos y era debido a una serie de errores que estábamos cometiendo sin ser conscientes de ello. Y yo era el máximo responsable de gestionar todo esto y reconducir la situación.
  • 63. © Alfaomega-Altaria 66 PODEROSO COMO UN NIÑO Respiré profundamente, pues sentía el peso de la responsabilidad que suponía devolver la ilusión y el hambre de éxito a mi equipo. ——Sí, eso es. Pero hay más, Elena —dije. ——Me imagino —respondió ella con amabilidad en el tono de su voz. ——Verás, creo que todo esto que te estoy relatando es lo que nos ha llevado a una situación en la que estamos perdiendo competi- tividad en el mercado. Hace tiempo que nos enfrentamos a un contexto muy diferente al de hace cuatro años. Y, sin embargo, no estamos siendo lo suficientemente creativos e innovadores en nuestras acciones. De modo que nuestro ritmo de crecimiento se está ralentizando y estamos en riesgo de perder nuestra posición de liderazgo si no somos capaces de reconducirlo —expuse. ——Entiendo que tenemos otro frente sobre el que debemos trabajar: “creatividad e innovación” —dijo mientras lo escribía en la mesa. ——Sí, efectivamente —respondí apretando mis labios. ——¿Sabes qué? —dije—. Desde hace tiempo, los equipos y yo mis- mo también, estamos más centrados en ver los problemas que en buscar soluciones. Me doy cuenta de que los mánager me presentan el estado de las cosas habitualmente desde la excu- sa. Y ahora cuando te lo estoy exponiendo a ti, soy consciente de que a mí me ocurre lo mismo cuando me comunico con el Consejo —expliqué y me quedé pensativo. Volvió a escribir un nuevo concepto sobre la mesa: “lenguaje vícti- ma”. Levantó la mirada. ——¿Sería esto, Jorge? ——No entiendo —dije con rapidez.