Este documento discute diferentes concepciones filosóficas de la persona humana y su relación con el cuerpo. Comienza analizando el dualismo griego que veía alma y cuerpo como opuestos, luego examina enfoques monistas y personalistas, concluyendo que la persona es un ser espiritual encarnado cuya corporeidad permite la comunicación y revela su interioridad.
1. Tema 4. Persona humana y
corporeidad
Mario Iceta Gavicagogeascoa
2. La centralidad de la persona humana
Es innegable, ante cualquier sistema filosófico, el
reconocimiento de que la vida humana se encuentra
en el vértice.
Vimos en el tema anterior cómo la persona humana
se revela en la originalidad de la experiencia ética del
amor.
Necesitamos en este momento profundizar en las
diversas dimensiones de la persona humana y de
modo particular en la interacción de sus dimensiones
o coprincipios espiritual y corporal.
De estos coprincipios se derivan las demás
dimensiones características de la persona humana
entre las que sobresale su dimensión relacional, su
“ser con otros”.
3. La concepción dualista del hombre
Propia del pensamiento griego que es
cosmocéntrico: la realidad tiene su centro en el
cosmos, el mundo ordenado, en el que la materia es
organizada por ideas divinas, de naturaleza superior
y opuesta.
En el hombre se representa dramáticamente esa
tensión entre el mundo material y el mundo ideal y
divino.
Platón (427-347 a.C.) es representante de este
dualismo antropológico, en el que se afirma la
conflictividad entre alma y cuerpo, que están unidos
accidentalmente.
El alma es el elemento divino y eterno y el cuerpo se
revela como el obstáculo principal para el
4. La concepción dualista del hombre (II)
Aristóteles concibe la unión del alma espiritual con el
cuerpo mediante una composición substancial forma-
materia: el alma es forma substancial del cuerpo.
Subsiste el dualismo, en cuanto que la materia es
ajena por origen y opuesta al espíritu. La materia es
eterna y contrapuesta a Dios. El alma unifica al
cuerpo, es su “entelecheia”, le confiere vitalidad.
La visión aristotélica del cuerpo es organicista.
En cuanto que el alma permanece en cierto modo
ajena al cuerpo y se identifica mejor con la divinidad,
va perdiendo consistencia y es el cuerpo quien cobra
relieve, forma y unidad.
5. La concepción dualista del hombre (III)
Proposiciones modernas del dualismo:
Descartes: cuerpo y alma unidos concreta y físicamente por la
epífisis; el cuerpo es una máquina y el espíritu es conciencia, lo
que da valor al hombre.
En el periodo del racionalismo la Medicina considera al cuerpo
bajo un punto de vista mecanicista. El alma es sólo principio
vital, elemento necesario para tomar conciencia de sí y dar
razón e interpretar el mundo.
Malebranche acentúa el dualismo: el espíritu no domina al
cuerpo a manera de instrumento o de máquina (Descartes).
Apela directamente a Dios para poder armonizar vida corporal
con espíritu (ocasionalismo).
Leibniz: concepto de armonía preestablecida entre orden
espiritual y físico, acentuando el dualismo.
6. La concepción monista del hombre
Herencia del dualismo exacerbado, principalmente a partir de
Marx y del neomarxismo: Sartre y Marcuse.
Marxismo somete el cuerpo a la especie y a la sociedad.
Neomarxismo: el cuerpo agota la totalidad del hombre y de sus
experiencias.
Marcuse: el cuerpo es lugar de liberación. Reapropiarse del
cuerpo quiere decir liberar a la persona humana de la
organización del trabajo dependiente propio de la burguesía, de
la moral extrínseca, de la institucionalización del matrimonio. El
cuerpo es lugar de placer, del juego, de la expresión de todo lo
que puede ser (Eros y civilización, 1955). El cuerpo debe ser
liberado del dinero, del logos de la ley, de las obligaciones
sociales.
Simon Beauvoir (El segundo sexo), influenciada por las ideas
de Marcuse, impulsora del movimiento feminista reivindicando
la libertad de sexo, campañas en pro de la anticoncepción y del
aborto...
7. La concepción monista del hombre (II)
Corrientes modernas situadas en el
monismo pero de carácter psicologista:
el conductismo o el psicoanálisis, que
se proponen estudiar el dinamismo de
la psique humana y del “cuerpo vivido”.
8. La concepción personalista del hombre
Aportación decisiva de la categoría de “persona” por
parte del cristianismo.
Dimensión personal quiere decir constitutivamente
abierta al otro y en diálogo con él, principalmente con
Dios.
Carácter inmanente y subsistente de la persona
humana, pero al mismo tiempo, dimensión
transcendente en virtud de su aspecto relacional.
El alma está substancialmente unida al cuerpo, en
cuanto coprincipio de la persona. El alma es forma
substancial del cuerpo.
El ser humano es un cuerpo espiritualizado o un
espíritu encarnado. No son dos elementos, sino dos
coprincipios que se unen de modo substancial.
9. La concepción personalista del hombre (II)
El cuerpo es epifanía de la persona humana: lugar en
que la persona se revela.
El alma es la única forma substancial e informa todas
las facultades de la vida humana, incluso aquellas
más ínfimas como las actividades vegetativas o
sensitivas: el hombre realiza estas actividades de
modo humano porque su vitalidad procede de su
única forma que es el alma.
El existencialismo y la fenomenología han aportado
nuevas perspectivas a la concepción ontológica de la
persona humana propia de la escolástica y
transmitida por la tradición cristiana.
10. La concepción personalista del hombre (III)
El cuerpo es presencia ante los otros, es síntesis memorial del
pasado, testimonio del presente y proyección hacia el futuro.
El cuerpo permite el recíproco conocimiento como persona y la
posibilidad de comunicación y de comunión.
No es posible identificar las cualidades, las funcionalidades o
actividades de la persona con la misma identidad de la persona.
La fenomenología y expresividad de la persona no agota la
realidad de su propio ser. La persona trasciende siempre a la
limitación de su expresión.
La persona humana existe como hombre o como mujer
llamados a una reciprocidad. Unidad dual del modo de ser
persona humana, llamados a la comunión interpersonal.
La experiencia del amor, garante de la percepción real de la
persona y su carácter trascendente.
11. La concepción personalista del hombre (IV)
En esta experiencia del amor se comprende
la relación concéntrica de los conceptos
amor-afectividad-sexualidad-genitalidad y su
integración en la relación paternidad-
maternidad y procreación.
Las consecuencias en la organización social
y política de la vida humana deben respetar
siempre la primacía de la persona y de las
relaciones interpersonales.