El Legado de Walter Gropius y Frank Lloyd Wright en la Arquitectura Moderna_c...
Entusiasmo
1. Entusiasmo
-Mañana fue el día que consideramos más apropiado y era el día en que
todos podíamos coincidir – le contestó Andrés.
-Mañana… Ah, pues me acabo de enterar, porque hace un rato llamé a
Miguel y no me contestó, precisamente le iba a preguntar por este tema.
En fin, el caso es que pensaba que no nos veríamos hasta dentro de unos
días.
-La verdad es que no me extraña que no te contestase, me comentó que
estaría muy liado preparando su casa para mañana, ya sabes lo
desordenado que es, ¿verdad, Alfredo?
-Verdad, nunca sabe uno con lo que le puede sorprender, nuestro querido
Miguel. Al acabar la frase, los dos se miran y ríen.
-Como cuando estrenó su primera obra, ¿recuerdas?
-Claro. Estábamos los dos allí, el teatro estaba a reventar, y a Miguel le
notamos más nerviosos que nunca, la ocasión lo merecía eso sin duda.
Recuerdo también, que no nos sentamos junto a él, porque no le
conocíamos todavía personalmente. Él se sentó con los productores, y no
se podía imaginar que filas más atrás nos encontrábamos nosotros,
ilusionadísimos por su primera obra.
-Madre mía, de todo aquello pasaron ya quince años, y ahora él tiene
cuarenta, y nosotros ya tenemos unos cuantos también.
-Al finalizar la obra, fuimos a saludarle, momentos después de que una
ovación inmensa, recorriera y llenara todo el palco de butacas.
-Nos vio y nos dijo: Hola, ¿qué tal? Nos os esperaba por aquí, hoy no paro
de recibir sorpresas.
-Quién nos iba a decir después de lo que pasó hace quince años, que a día
de hoy seamos tres grandes amigos, y que desde entonces hayamos
cosechado tanto éxito.
2. -Nos debemos sentir muy orgullosos de todo lo ocurrido, y de lo que nos
falta por disfrutar y aprender con nuestra profesión.
-Bueno, te tengo que dejar, Andrés; mañana nos vemos. - Se dieron un
cariñoso abrazo, y Alfredo salió por la puerta del café. Era evidente que
ninguno de los dos se imaginaba el espacio que había habilitado Miguel en
su casa. Una habitación sin muebles, sin cuadros y en definitiva sin
decoración. Sólo contaba con una mesa, un pequeño flexo para su
iluminación, y tres vasos de agua, que esperaban estar llenos para el
encuentro formado por sus dos colegas y él.
Andrés, que todavía estaba sentado en la mesa, alzó la mano para pedirle
otro café al camarero, era ya el segundo, después del que se tomó con
Alfredo. No podía parar de pensar en el encuentro que les esperaba la
tarde siguiente, aún así disfrutó del café, para a continuación pedir la
cuenta y abandonar el local.
Aquella mañana Alfredo no pudo contactar con Miguel, pero sí con
Andrés, por ello decidieron verse por la tarde para ponerse al día el uno y
el otro. Eso sí, lo más importante era que Alfredo se enterase de que por
fin habían concretado los tres juntos una cita. Antes de aquello, charlaron
sobre un trabajo en común que tenían entre manos, junto a su otro
compañero. Ese trabajo era el causante de llamadas y encuentros. Se iban
a enfrentar a un proyecto donde tuviese cabida: la imaginación, la
reflexión, la equivocación, el pensamiento, el diálogo… Ya se conocían
desde hace tiempo, pero ésta era su oportunidad de reunirse para
deliberar sobre todo lo mencionado anteriormente y mucho más. Lo que
estaba clarísimo, y sería más que evidente durante el proyecto y su puesta
en escena, era que los tres compartían una pasión: El teatro.
-¡Espere, espere! ¡Maldita sea! - Alfredo acababa de perder el autobús,
había pasado una hora desde su encuentro con Andrés, y se disponía a
volver a casa.
-Bueno, qué se le va a hacer, esperaré al siguiente. - Pensó en ese
instante. - ¡Cómo, más de veinte minutos! ¡Esto es increíble! Volveré
andando a casa. - Exclamó. Se colocó su gorra de cuero negra sobre su
calva, ya no tan reluciente como a la mañana, y se dirigió andando a casa.
3. -Está claro, un proyecto de investigación e indagación. Recabar
información de los grandes autores de la cultura occidental grecolatina:
Eurípides, Sófocles, Séneca… - Pensaba por el camino.
Mientras tanto, en el hall de la casa de Andrés…
-“Entusiasmo”, un coloquio formado y capitaneado por nosotros tres,
explicando el proyecto, hablando cada uno de nuestra obra, en concreto,
pero sobretodo escuchando a la gente: su crítica, su alegría, su tristeza, su
satisfacción, su descontento… Por supuesto, con un minibar a la entrada,
varias mesas en la sala para disfrutar de consumiciones o no, y nosotros al
frente. Daría todo junto el toque perfecto.
Andrés en ese instante, pretendía ir más allá, propondría la idea de formar
un encuentro con el espectador, pero que fuese distendido, ameno,
acogedor. Recordó una vez en la que estuvo en un coloquio con los
actores de una obra producida por un compañero suyo, amigo de Alfredo.
Esa tarde disfrutó bastante con la obra y salió del teatro con una
sensación distinta a la de otras ocasiones. Fue algo que nunca olvidaría.
Posteriormente decidió salir al balcón, para tomar un poco el aire.
-¡Jasón, me debes un hermano! - Exclamaron. Desde la calle una mujer
gritaba ante la impotencia que sufría.
-No hay desembarco posible para escapar a esta desgracia – Decía. Pero
también se podía apreciar que se dirigía a otra persona.
-¿Por qué me expulsas de esta tierra, Creonte?
-Temo que tú, no hay por qué alegar pretextos, causes a mi hija un mal
irreparable.
-Magnífico, toda la inspiración escondida en cuatro paredes, sólo tres
vasos de agua, y nada más que un hilo constante de ruido que provocará
el flexo durante su iluminación. - Miguel acababa de concluir la
preparación de la sala de reunión de aquellos tres amigos, para su
inminente encuentro al día siguiente.
4. Se encontraba algo cansado y decidió acomodarse en su sofá, para
posteriormente encender la televisión.
-Última hora: Acaba de ser detenido el agente que se reunió con el
vicepresidente de la Comunidad de Madrid, por supuestamente
prometerle protección judicial, a cambio de una cantidad de dinero, que
estaba por acordar…
-Reflexiona, Antígona; hay que aceptar los hechos, los que tienen el poder
dan las órdenes y hay que obedecerles.
-No quiero escucharte, Creonte.
-Ése es el problema, Antígona; muchos se han perdido por el afán de
lucro.
Un niño estaba siendo regañado por su madre, ya que no quería
reconocer su culpabilidad de haberse peleado con otro niño, que también
se encontraba jugando en el parque. La madre le recriminaba que le había
visto desde el banco, y que ponerse a llorar no solucionaba el conflicto, y
además tampoco le exculpaba de lo sucedido.
Alfredo lo puedo observar todo, momentos antes de entrar en el portal de
su casa.
-Edipo, salvador de los ciudadanos de Tebas del poder de la esfinge.
-El dios Apolo asegura que los matadores están en el país. Lo que sebusca,
se encuentra, lo que se descuida, se pierde.
-Quien no teme obrar, no tiene miedo a las amenazas.
-Muy imprudente tienes que ser para soltar esas palabras. ¿Y crees que así
podrás escapar a sus consecuencias?
-Ya me has obligado a hablar contra mi voluntad…
-Digo que tú, Edipo, eres el asesino que andas buscando.
5. Aquella mañana, Alfredo decidió no desayunar, porque no le apetecía y
porque ahorrarse algo de tiempo, le vendría bien para acudir puntual al
encuentro con Andrés y Miguel. Sin más dilación, se dispuso a abandonar
su casa. Recogió algo la mesa del salón y después de haberse perfumado,
cogió su gorra y marchó.
-Pues… ya está todo. Es verdad, nunca me gustó echarme méritos a mí
mismo, pero sin duda, esta ocasión lo merece.
No había nada más que preparar, que retocar o que cambiar. La tarde
anterior, Miguel se propuso dejarlo todo impecable para la llegada de sus
colegas, y así lo hizo. Quedaba, tan solo, una hora para que llegase el
momento de su reencuentro.
-Esto por aquí, eso por allá, aquello más o menos donde está… - Miguel
detectó el último libro que comenzó a leerse, apenas días atrás, lo cogió y
se sentó en una silla del salón, para que la espera le resultase más
llevadera.
Cerró de un golpe seco la puerta, caminó como unos quinientos metros
por el patio interior de su casa, y abrió la segunda puerta, que le daba
acceso directo a la calle. Andrés, que sí había disfrutado de un buen
desayuno, se apresuró a acudir a la cita.
Había caminado ya lo suficiente como para, casi sin darse cuenta,
encontrarse justo en ese instante a Alfredo, en el mismo portal de la casa
de Miguel.
-Justo a tiempo, muy buenos días – Dijo Alfredo.
-Buenos días, más compenetrados imposible, eso sin duda. – Respondió
Andrés.
-Recuerdas que estuvimos hablando de qué versión escogería para mi
obra… Pues finalmente la de Séneca, un acierto tu último consejo.
6. -Me alegro de tu decisión, sabes igual que yo que no era tarea fácil, y que
existieron en aquella época grandísimos autores, de los que poder haber
optado.
¡Pero bueno, es que no vais a subir!
-Hombre Miguel, cuánto tiempo amigo. – Le respondió Andrés.
Después de una breve carcajada, Alfredo se explicó:
-¿Qué tal, Miguel? Llamé al telefonillo cuando justo apareció Andrés, y
entonces me olvidé por completo, ya que nos pusimos a comentar algo
sobre una de las obras.
-Bueno venga, subamos a ver que nos has preparado esta vez. – Concluyó
Andrés. Subieron la escalera los tres los tres juntos, uno detrás de otro, y
cuando ya se encontraban en la casa, Miguel abrió la puerta de la sala con
todo preparado.
-Increíble, Miguel; has hecho un trabajo excelente. – Comentó Alfredo.
-Maravilloso, no tiene casi nada, y sin embargo me dan unas ganas de
entrar… - Añadió Andrés.
-Muchas gracias, esta vez no tuve que darle muchas vueltas, llevábamos
mucho tiempo esperando esto, el poder reencontrarnos, charlar e
investigar sobre tantas cosas e ideas que… Sentémonos.
Con un gesto amable, Miguel les acercó una silla a cada uno. Ya estaban
los tres sentados en la mesa, y el proyecto debía comenzar.
-Tú eres el asesino que andas buscando.
-¡Jasón, me debes un hermano!
-Los que tienen el poder dan las órdenes y hay que obedecerles.
¡Que comience la función!