1. “MATERNIDAD Y PATERNIDAD RESPONSABLE: LA RESIGNIFICACIÓN DE
LOS CUIDADOS PARENTALES”
Foro: Paternidad Responsable: Niñas y Niños con derechos plenos.
Construyendo ciudadanía. Tlaxcala, mayo 13, 2013.
René López Pérez - rene@gendes.org.mx
GENDES, A.C. (Género y Desarrollo)
www.gendes.org.mx
“Para educar a un niño hace falta la tribu entera.
Proverbio africano”
Presentación.
La Real Academia Española define la palabra padre como el varón o macho que ha
engendrado. Es evidente que aquí también seguramente en la mente de muchos y en la
experiencia de muchas la condición de padre depende exclusivamente de la procreación.
Sin embargo, la forma de ser padres, los roles y discursos asociados a esa condición han
variado a lo largo de la historia. En algunas disciplinas como en la antropología, se ha usado
el término paternidad para analizar diferentes formas culturales y sociales en que los
hombres ejercen la condición de padre.
El concepto de paternidad y maternidad responsable se asocia al sentimiento de padres
conscientes, pero este tema abarca mucho más. La paternidad define la cualidad de padre y
la maternidad, la cualidad de la madre; sin embargo, este tema aborda mucho más que
simple adjetivos, la paternidad y maternidad responsable embarca el tema de la planificación
familiar, conciencia de los padres y darle a sus hijos ,aparte de sus derechos de vida, amor,
cariño y afecto. Pero la interrogante sería si es que hay padres que cumplen con la
paternidad y maternidad responsable, por qué no, cuáles son las causas que no la permitan
desarrollar y cuales sí.
El concepto de paternidad y maternidad responsable son un derecho y deber que tiene toda
pareja para decidir de manera libre y consciente el número de hijos que quiere tener, el
momento que los tendrá y la forma como los educara y atenderá sus necesidades.
Paternidad responsable, un concepto en construcción Así como el interés por el estudio
sobre la masculinidad es reciente, las construcciones y debates teóricos sobre la paternidad
2. apenas despuntan. Mientras que la maternidad ha sido tema de observación y elaboración
teórica de las ciencias sociales —toda vez que constituye uno de los elementos centrales de
la identidad femenina—, la función paterna es uno de los temas tradicionalmente ausentes y
que se integra hasta los años ochenta a las discusiones. Por un lado, los hombres empiezan
a reflexionar sobre sí mismos, se organizan como varones y se articulan, en primera
instancia, como padres. Por otra parte, las mujeres, interesadas en la transformación de las
relaciones de género y con el bagaje teórico y empírico acumulado de varias décadas de
reflexión en la temática, también inician aproximaciones a los tópicos de masculinidad y
paternidad.
Aunque las formas varían en el tiempo y en las diferentes sociedad es, es posible identificar
elementos comunes asociados al ser padres: cumplen un rol de proveedores, se involucran
menos que las mujeres en el ámbito doméstico y en el desarrollo familiar, tienen una
posición de autoridad respecto al resto de las y los integrantes de la familia. Pueden existir
muchas otras formas de abordar la cuestión de la paternidad, pero en la presente ponencia
me gustaría a bordarla desde estos 3 ejes: la aportación de recursos monetarios, las tareas
domésticas y la cuestión del poder.
La CEPAL ha definido la paternidad como la relación que los hombres establecen con sus
hijas e hijos en el marco de una práctica compleja en la que intervienen factores sociales y
culturales, que además se transforman a lo largo del ciclo de vida tanto del padre como de
los hijos (as). Se trata de un fenómeno cultural, social y subjetivo que relaciona a los
varones con sus hijos(as) y su papel como padres en distintos contextos, más allá de
cualquier tipo de arreglo conyugal.
EL PADRE COMO PROVEEDOR.
Existe suficiente literatura desde el feminismo donde se evidencia que a partir de la división
sexual del trabajo los hombres accedimos al espacio público y a las mujeres se les
asignaron responsabilidades en el espacio doméstico; entre las consecuencias de esta
división se encuentra que el hombre ha fungido, en mayor proporción, como generador de
recursos monetarios. No me parece necesario abundar que esta situación ha sido así por la
forma en que se ha estructurado el trabajo desde una perspectiva patriarcal; es decir, el
hecho de que los hombres ganen una mayor proporción monetaria que las mujeres no se
origina en la diferencia de las capacidades de unas y otros, sino en los factores que generan
desigualdades estructurales en las oportunidades que tienen las mujeres para obtener
3. recursos; por ejemplo: las mujeres reciben menores salarios respecto a los hombres incluso
si realizan las mismas funciones u ocupan menores posiciones directivas respecto a los
hombres pese a la creciente tendencia de las mujeres a tener mayor preparación
académica; el trabajo en el ámbito público se reconoce a través de un salario, de un
reconocimiento simbólico, pero se invisibiliza el aporte económico del trabajo doméstico y se
minimiza su valor nadie paga el aporte que esta actividad aporta a la economía global y sólo
recientemente el INEGI lo está contabilizando; la forma de heredar los patrimonios favorece
abrumadoramente a los varones; en muchos casos, la cuestión de los roles sigue muy
arraigada los hombres son los proveedores y las mujeres se encargan de los asuntos
domésticos; entre otros.
La situación referida nos plantea una disyuntiva. Por un lado, desde la perspectiva de la
igualdad de género muchos de los planteamientos y las acciones se enfocan a evitar que
sólo los hombres sean proveedores promoviendo que las mujeres tengan iguales
oportunidades para acceder a los recursos.
Por otra parte, es cierto que los varones seguimos teniendo un papel muy significativo como
proveedores justamente por los privilegios que señalamos líneas arriba y, además, en
muchas ocasiones esa función la ejercemos deficientemente; pienso por ejemplo en los
hombres que realizan gastos personales (bebidas, bienes suntuosos, familias paralelas‖,...)
en detrimento de los bienes y servicios básicos o mínimos que requiere el resto de la familia;
en quienes después de un divorcio incumplen o cumplen parcialmente con la aportación de
la manutención que les corresponde; o en las mujeres que deciden tener el hijo o hija aun
cuando el padre manifiesta desde el embarazo que no la apoyará, lo cual suele ser común
en el caso de las adolescentes.
De manera creciente las mujeres están accediendo a las actividades económicas, aunque
sin dejar, en su mayoría, de realizar también el trabajo doméstico, cuidado de niños y niñas,
de personas adultas mayores, enfermas, ámbito donde los hombres no hemos querido
involucrarnos.
Los ejemplos anteriores se pueden multiplicar; en todo caso, en términos de la política
pública, lo que debe quedar claro es que las medidas que se tomen para fortalecer la
legislación y otros instrumentos programáticos para garantizar que los padres asuman las
obligaciones que tienen hacia sus parejas y su descendencia son reflejo de las
desigualdades de género, ya que demuestra la forma en que los varones continúan
4. ejerciendo violencia económica o patrimonial hacia las mujeres, al mismo tiempo que
socialmente no hemos hecho lo suficiente para que él las puedan ser independientes
económicamente. Asimismo, demuestra la vulnerabilidad de las niñas, niños y adolescentes
en el ejercicio pleno de sus derechos, lo que compromete al Estado a proteger de mejor
manera a este sector de la población.
EL PADRE EN LA DINÁMICA FAMILIAR.
En muchos países, incluyendo México, se han generado estadísticas para medir la
participación que tienen hombres y mujeres en la realización de las tareas domésticas. Las
cifras que se obtienen no constituye ninguna sorpresa: la mayor parte de la carga doméstica
queda en manos de las mujeres. La conclusión es obvia: los hombres nos deberíamos
involucrar más en el trabajo doméstico y en la crianza de hijas/os, por natural justicia si se
comparte el mismo espacio, ambos deberíamos ser responsables de las actividades y los
vínculos que se crean allí como medio para que las mujeres puedan acceder más fácilmente
al espacio público. Dentro de todos los aspectos a considerar respecto a esta temática, uno
de ellos directamente relacionado con esta ponencia es la cuestión de la paternidad.
La palabra paternidad suele estar acompañada de algún adjetivo: nueva, responsable,
activa, próxima; pero independientemente del planteamiento asociado, lo relevante es qué
tipo de relaciones están construyendo los padres con sus hijos e hijas. En México, hay una
tendencia creciente a que los padres participen más en actividades de crianza; sin embargo,
pese a que en las calles, en los parques y en los transportes vemos a más hombres con sus
hijas/os no necesariamente significa que existe un involucramiento en todas las facetas del
cuidado y la educación de los/as niños/as: aseo, preparación de alimentos, educación,
contacto emocional y afectivo, asistencia a reuniones escolares, etc.
En GENDES nos parece que, más que el tiempo que los hombres dedican a la crianza de
hijas e hijos, la pregunta relevante es ¿qué tipo de paternidad queremos impulsar? Nuestra
opinión es que detrás de todas las posturas que hay en la materia, lo relevante es que los
hombres puedan sumarse a las dinámicas familiares con respeto y pro actividad; es decir, si
concebimos al espacio familiar como un conjunto de interacciones en torno a temas diversos
alimentación, salud, juego, recreación, educación, intimidad, cultura, etc. Lo importante es
que los varones participemos activamente con una actitud respetuosa de los derechos
humanos del resto de las y los integrantes de la familia, a fin de enriquecer esas
interacciones y enriquecernos con ellas. A esto le denominamos paternidades integrales.
5. La siguiente pregunta a formular es ¿cómo favorecer que los hombres ejerzan una
paternidad diferente a la promovida por la masculinidad hegemónica o patriarcal? La
paternidad es una construcción social y, por tanto, modificar la forma de ejercerla requiere
acciones que promuevan modelos distintos; en este sentido, es importante actuar en, por lo
menos, dos sentidos: modificar el marco jurídico e incidir en las pautas culturales. Respecto
al marco jurídico, habría que considerar los permisos o licencias por paternidad ya sea por
nacimiento o adopción de niño/a; los permisos para cuidados parentales de manera que
tanto los hombres como las mujeres puedan atender a quienes estén enfermos/as en la
familia; la presencia de los padres durante el parto o inscribir a sus hijas/os en estancias
infantiles, lo cual no excluye las penalizaciones para los padres que son omisos con sus
responsabilidades familiares. Estas propuestas parten de reconocer que toda norma tiene
como propósito regular conductas sociales, en este caso, para fortalecer el rol de los padres
en la crianza y cuidado de hijas e hijos.
Sin embargo, no bastan las medidas legales. Por ejemplo, en el caso de las licencias por
paternidad, en algunos centros de trabajo ya están previstas pero los varones no las
solicitan; pese a que sería necesario investigar con mayor profundidad la razón de ello, se
puede plantear la hipótesis de que se debe a que en el ámbito laboral está ―mal visto‖ que lo
hombres se ocupen de los aspectos domésticos, además de que los criterios para
permanecer o ascender en el puesto de trabajo están vinculados no a la productividad o el
desempeño sino al cumplimiento de largas jornadas independientemente de que se haga
algo o no.
Algunos estudios demuestran que el involucramiento de los padres en la crianza de hijos e
hijas puede tener efectos benéficos para el desarrollo familiar; véase por ejemplo, el
apartado de la paternidad en División para el Adelanto de la Mujer (DESA) (2009).El papel
de los hombres y los niños en el logro de la igualdad entre los géneros. Colección La mujer
en el 2000 y después. Nueva York: Naciones Unidas. 7 Las últimas modificaciones a la Ley
Federal del Trabajo ya lo prevén (5 días), aunque, claro está las interpretaciones
conservadoras del derecho indican que esto no aplica para los padres trabajadores del
estado, porque se rigen por la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado.
El criterio para ―valorar‖ a un trabajador es que esté disponible cuando se le necesite. La
situación planteada nos ayuda a ejemplificar que si queremos que los padres se involucren
más en la crianza de sus hijos/as es importante modificar la cultura de género, pero también
6. la cultura laboral, y el gobierno no solamente debería promover esos cambios, con políticas
públicas integrales diseñadas desde una perspectiva de género, sino también enseñar con
el ejemplo, es decir con el impulso de una cultura institucional donde la visión de igualdad de
género también esté presente.
EL PADRE COMO AUTORIDAD.
Las sociedades democráticas se caracterizan por disponer de mecanismos, siempre
perfectibles, para formar gobiernos y autorizar determinadas políticas en contextos
crecientes de transparencia, rendición de cuentas y escrutinio público.
Se trata de un sistema político interesante, pues aunque está basado en la competencia
electoral su verdadera esencia consiste en la capacidad de crear acuerdos para dirigir a los
países hacia determinadas metas. Podríamos afirmar que los valores impulsados por el
patriarcado son pre-democráticos porque legitiman en las familias y socialmente sistemas de
dominio semejantes a la monarquía; efectivamente, se naturaliza que los hombres, por el
simple hecho de serlo, asuman toda la autoridad en las familias.
Me parece que cuestionar y modificar el rol de los padres que promueve el patriarcado o la
masculinidad hegemónica es una condición básica para generar mejores entornos familiares
y democráticos. Efectivamente, un primer aspecto a considerar es la erradicación de la
violencia como forma de imponer la autoridad y de ahí la necesidad de fortalecer los
mecanismos que permitan prevenirla y erradicarla en el ámbito familiar. Un segundo aspecto
consiste en comprende el sentido de la autoridad o la jerarquía. No es el momento para
hacer una discusión amplia sobre el asunto, baste decir que las posiciones de autoridad son
siempre temporales y deberían ganarse en función de la idoneidad de los proyectos y/o la
capacidad de liderazgo; en nuestro caso, implicaría que la autoridad puede recaer en la
madre o el padre según las circunstancias sobre las que toca decidir, y además esa
autoridad debería estar puesta al servicio del bienestar y el desarrollo familiar.
Otro aspecto importante es que en una sociedad democrática es básica la negociación
como medio para conocer y acercar posiciones de los diferentes actores; en modelos como
los que maneja GENDES – denominado CECEVIM se reeduca a los hombres que ejercen
violencia para que se relacionen con su pareja desde la construcción de acuerdos. Por
último, actualmente es impensable disociar el ejercicio del gobierno del respeto a los
7. derechos humanos; en el ámbito familiar significa que el ejercicio de la maternidad y,
especialmente, de la paternidad tiene que estar vinculado a la creación de las condiciones
mínimas para que las y los integrantes de la familia puedan desarrollarse en un ambiente
propicio.
En esta línea de reflexión, el modelo tradicional supone que son dos las funciones paternas:
la contribución económica y el ejercicio vertical de la autoridad. En el marco de una
construcción social de género que supone roles exclusivo y excluyente, los padres deben
ser los proveedores económicos y la autoridad máxima del hogar, incluso con la posibilidad
de imponer su voluntad. En torno a esta asignación de tareas, se construye una serie de
percepciones sobre la paternidad estrechamente vinculadas con la virilidad, por ejemplo,
que los padres son y deben ser el centro de la familia en la medida en que constituirse en
los principales proveedores económicos les otorga una serie de privilegios, incluyendo ser
―jefes del hogar‖.
Dentro de este modelo tradicional de paternidad, se ubican tres estilos de ejercerla: el
autoritario, el violento y el ausente. Los padres autoritarios ―se sienten con toda la autoridad,
el poder y el derecho de dirigir y controlar la vida de sus esposas, hijas e hijos‖; los padres
violentos utilizan diversas manifestaciones de agresión (golpes, tirones, gritos, insultos,
burlas) para relacionarse con los demás miembros de la familia, provocando miedo y
alejamiento en sus hijos, hijas y pareja; finalmente, los padres ausentes se muestran
indiferentes hacia sus hijos e hijas, algunos permanecen grandes lapsos literalmente
alejados han migrado, trabajan largas jornadas y/o invierten su tiempo libre con amistades y
otros, aun estando físicamente presentes, son poco comunicativos y comparten poco con
sus familiares.
Los cambios experimentados en la estructura y dinámica familiar en los últimos decenios se
expresan en importantes cuestionamientos a este modo tradicional de comprender y ejercer
la paternidad. El tránsito de una figura paterna centrada exclusivamente en la contribución
económica y el ejercicio vertical de la autoridad, hacia una concepción de paternidad que
incluye relaciones basadas en el afecto y la cercanía con los hijos e hijas, ocurre lentamente
y enfrenta resistencias culturales, psicológicas y sociales. Adicionalmente, los marcos
normativos, al menos en México, en su mayoría han permanecido intactos, con lo que por
omisión contribuyen a perpetuar un modelo restrictivo de paternidad.
8. Las transformaciones en la concepción de paternidad se relacionan, en lo fundamental, con
los siguientes factores:
a) Los cambios en la dinámica socio demográfica de la población y su relación con el
tamaño y composición de las familias;
b) Las transformaciones en los roles que juegan las mujeres, dentro y fuera de las familias;
c) Las tendencias hacia la individualización de los derechos que dan pie a nuevas
demandas públicas y a la constitución y reconocimiento de nuevos sujetos sociales,
como es el caso de los derechos de las mujeres, de la infancia, de las personas adultas
mayores y de quienes tienen discapacidades.
d) Los cambios en las formas en que se aborda la familia que evidencian la necesidad de
generar nuevas definiciones normativas entre los sujetos, las familias y el Estado.
Adicionalmente, la diversidad de arreglos familiares que componen hoy las sociedades
implica también un reposicionamiento de los sujetos que las conforman. Los cambios en los
patrones de formación y disolución de las parejas, las transformaciones en los estilos de
vida, la intensidad de los movimientos migratorios, son fenómenos que han variado los
contextos microsociales en los que se ejerce la paternidad.
De igual forma, la incorporación femenina al mercado laboral, el incremento en el nivel
educativo de las mujeres y su incursión en espacios públicos son elementos que trastocan
los límites tradicionales de la división de trabajo y las posiciones de autoridad y poder. Uno
de los efectos de estas transformaciones es el desdibujamiento‖ del rol de proveedor
asignado socialmente a los hombres.
Finalmente, asistimos a la emergencia de propuestas de democratización de las relaciones
familiares, en el contexto del reconocimiento de los derechos humanos de sujetos sociales
tradicionalmente excluidos y discriminados, como las mujeres y los niños y niñas. Osborne
(2004) plantea que el surgimiento de modelos familiares más democráticos es un fenómeno
que se vincula con la penetración de las ideas liberales del individualismo en el seno de esta
institución.
De cara a estos cambios, la paternidad deviene hoy en una realidad trastocada que enfrenta
una concepción restrictiva, vertical y autoritaria a las nuevas propuestas que enfatizan que la
paternidad es ―un compromiso directo que los progenitores establecen con sus hijos (as),
independientemente del tipo de arreglo familiar existente con la madre‖.
9. Asistimos, entonces, al tránsito de una paternidad concebida como la cúspide del ejercicio
de la masculinidad, en donde se cristalizaba un conjunto de aprendizajes de género ―en que
los hombres explayan los estereotipos machistas, ejerciendo y abusando del dominio, el
control y el poder‖ (entrevista realizada a Francisco Cervantes el 24 de agosto de 2007), a
las propuestas de académicos, activistas y organismos internacionales que hacen hincapié
en aspectos afectivos sumados a las responsabilidades.
Así, Juan Guillermo Figueroa concibe a la paternidad como el conjunto de relaciones
posibles entre padres e hijos que integra tres elementos: las responsabilidades, los aspectos
lúdicos y los vicios. En su criterio, las responsabilidades refieren a ser proveedor, educador
y autoridad. Los aspectos lúdicos implican el acompañamiento a los hijos e hijas, pero
también las retribuciones emocionales en términos de ser amado y las posibilidades de
divertirse con los y las descendientes. Los vicios, finalmente, refieren al ejercicio de la
violencia y del poder de manera unilateral.
El enfoque de CEPAL (2002), por su parte, plantea que la paternidad responsable incluye
cuatro tipos de responsabilidades: reproductivas, económicas, domésticas y de
cumplimiento de los derechos del niño o niña. Las responsabilidades reproductivas aluden a
la necesidad de que los hombres asuman las consecuencias de sus comportamientos
reproductivos y sexuales, adoptando actitudes como preocuparse por su descendencia,
participar de las decisiones contraceptivas y practicar comportamientos sexuales seguros.
Las responsabilidades económicas derivan del derecho de los niños y las niñas a contar con
un mínimo de condiciones básicas para el desarrollo de sus capacidades y su bienestar.
Las responsabilidades domésticas aluden de manera particular a las contribuciones de
tiempo que los hombres aportan a la reproducción y sostenimiento emocional del núcleo
familiar. Se trata de una serie de responsabilidades tradicionalmente asignadas a las
madres y mujeres, por lo que la incorporación masculina implica el reconocimiento de que la
esfera de organización doméstica es un ámbito de producción y reproducción de
inequidades de género. Además, la introducción de este elemento implica valorar una
dimensión cualitativa de la dinámica familiar que permite visualizar los aportes no
monetarios que pueden hacer los padres al cuidado y atenciones a los hijos e hijas, así
como los modelos emergentes de crianza.
10. CONCLUSIONES PARA LA POLÍTICA PÚBLICA.
Espero que con esta apretada exposición queden claras algunas ideas básicas que me
parece debe retomar la política pública.
Si queremos cambiar las relaciones de género y, de manera específica, la manera
como se construye la paternidad, es necesario trabajar con los hombres a fin de que
modifiquen conductas y esquemas de pensamiento.
Es difícil determinar qué hace que un hombre decida abandonar, así sea
parcialmente, los mandatos patriarcales que le indican cómo debe comportarse, por
lo que la política pública destinada a crear imaginarios respetuosos e igualitarios en
los hombres debe incluir muy diversos medios y estrategias y además enfatizar los
aspectos preventivos.
Los cambios legislativos son importantes pero deben acompañarse de políticas
públicas a fin de imprimir un enfoque de integralidad en las acciones para obtener
mejores impactos.
Trabajar con hombres debe tener como centro lograr la igualdad de género y la
construcción de las familias como espacios de crecimiento para todas y todos sus
integrantes; sin embargo, debe tenerse en cuenta que uno de los efectos que
también se obtendrán es que los hombres se liberen de los supuestos privilegios del
patriarcado, pues éstos en realidad son costos que deben pagar los hombres por la
supuesta superioridad que el actual orden de cosas les garantiza.
En suma, el trabajo con hombres no sólo tendría impactos en las relaciones familiares, sino
también en todos los espacios de interacción en los que la construcción de género
inevitablemente aparece, es decir en todos los aspectos de la interacción humana. La
transversalidad de la perspectiva de igualdad de género incluye este tipo de planteamientos
en su fundamentación teórica.