3. “Hermanos míos, tened por sumo gozo
cuando os halléis en diversas pruebas,
sabiendo que la prueba de vuestra fe
produce paciencia” (Santiago 1:2-3)
Pedro nos dice que debemos ser “afligidos en
diversas pruebas” (1P. 1:6). ¿Cómo podemos
sentir “sumo gozo” cuando estamos afligidos
por las pruebas?
La expresión “prueba de vuestra fe” hace
referencia al proceso por el cual se prueba una
cosa. La fe del creyente es probada de diversas
maneras (tal vez dolorosas) de modo que
resplandezca como el oro y produzca su fruto:
paciencia (perseverancia).
Cómo ejercer la fe:
1.Creer en un Padre amante.
2.Confiar en su sabiduría.
3.Actuar sobre la base de su Palabra.
Gozaos y alegraos, porque vuestro
galardón es grande en los cielos;
porque así persiguieron a los
profetas que fueron antes de
vosotros.(Mt. 5:12).
Tendremos “sumo gozo” si
ponemos nuestra mira en el oro ya
refinado, en lugar de mirar al fuego.
4. “Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis
perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:4)
La meta que Dios nos propone es que
lleguemos a ser perfectos (madurez
espiritual) y cabales (totalmente
completos).
¿Cuándo alcanzaremos esta
perfección, según Efesios 4:13?
Solo cuando seamos como Cristo
seremos perfectos.
Pablo era consciente de no haberlo
alcanzado aún (Fil. 3:12-15). Nosotros,
como él, debemos proseguir siempre
hacia la meta.
5. “Y si alguno de vosotros tiene
falta de sabiduría, pídala a
Dios, el cual da a todos
abundantemente y sin reproche,
y le será dada. Pero pida con
fe, no dudando nada; porque el
que duda es semejante a la
onda del mar, que es
arrastrada por el viento y
echada de una parte a otra”
(Santiago 1:5-6)
Según la Biblia, la sabiduría no
consiste en tener conocimientos,
sino en saber cómo conducirse en el
“temor de Jehová” (Proverbios 9:10)
Saber oír, saber callar, saber
cuándo airarse (Stg. 1:19)
Saber discernir las necesidades de
los demás (Stg. 2:15-16)
Saber comportarse correctamente,
con mansedumbre (Stg. 3:13)
Esta sabiduría debe ser pedida con fe,
creyendo que Dios tiene poder para
cambiarnos, y así reflejar en nuestra
vida nuestra comunión con Cristo.
6. “No piense, pues, quien tal haga, que recibirá
cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo
es inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1:7-8)
Al igual que Elías, Santiago nos pregunta: “¿Hasta cuándo
claudicaréis vosotros entre dos pensamientos?” (1R. 18:21).
El “hombre de doble ánimo” vacila entre la fe y la duda.
Una fe que proviene de
Dios y ha sido purificada
en el crisol de las pruebas
es una fe que mueve
montañas. Una fe exenta
de dudas.
Nuestra fe tiene que estar viva y
crecer. Esto sucede solo cuando
ejercemos esa fe buscando a Dios
y confiando en él en toda
circunstancia.
7. “Las vicisitudes más difíciles de la vida cristiana deberían
ser las que proporcionen mayores bendiciones. Las
providencias especiales recibidas en las horas lóbregas
deben animar al alma en los futuros ataques de Satanás, y
prepararla para que permanezca firme en las fieras
pruebas. La prueba de nuestra fe es más preciosa que el
oro. Pero para soportar las pruebas debemos tener esa fe,
esa confianza en Dios que no será conmovida por los
argumentos y las tentaciones del engañador. Tomemos
como segura la palabra del Señor, estudiemos sus
promesas y apropiémonos de ellas. “La fe es por el oír, y el
oír, por la Palabra de Dios” (Romanos 10:17). Feliz aquella
alma que, cuando es tentada, se encuentra rica en el
conocimiento de las Escrituras y se escuda en las promesas
de Dios. Necesitamos esa fe perdurable y calmada, esa
valentía moral que solo Cristo puede dar, a fin de estar
capacitados para enfrentar las pruebas y fortalecidos para
cumplir con nuestro deber”
E.G.W. (Review and Herald, 17 de abril de 1894)