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Refundación de la Congregación de Jesús y María
1.
2. REFUNDACIÓN DE LA
CONGREGACIÓN DE JESÚS Y MARÍA
"Les exhorto a retomar, en fidelidad al carisma
de san Juan Eudes, la formación según el
modelo de Jesús, redescubriendo a aquel que,
grabado en lo más íntimo de nosotros mismos,
nos llama a imitarle y llevarlo al corazón de
todos los hombres".
Mensaje del Papa Francisco a la 66a Asamblea
General
San Juan Eudes funda la Congregación
de Jesús y María el 25 de marzo de 1643
con el deseo de impregnar y promulgar
en ella el ímpetu de la evangelización,
la eficiencia de la formación sacerdotal
y la ocupación permanente en el
ejercicio de la misión.
Este legado que el santo francés dejó a
su “Pequeña comunidad”, es el que ha
mantenido vivo el carisma de los
eudistas hasta el día de hoy, sin
embargo, en medio de las diversas
dinámicas sociopolíticas y culturales
que marcan la historia, ha sido
pertinente la pregunta por el ser y el
quehacer de un eudista en su contexto
particular, así como la necesidad de
generar procesos que acrecienten,
aviven y consoliden la labor de los
mismos dentro de la Iglesia y la
sociedad.
A causa de la revolución francesa, las
comunidades eclesiales que ejercían
alguna función en Francia fueron
perjudicadas por la irrupción política
en el gobierno y la Iglesia. El 25 de
octubre de 1790 a todos los sacerdotes
se les exigió el juramento de fidelidad
a la constitución civil del clero, esto
conllevó a que las casas de la
congregación fueran cerradas y a la
dispersión y muerte de varios eudistas.
Allí aparecieron los primeros mártires
heroicos de la CJM, que fieles a la
propuesta espiritual de san Juan Eudes
murieron por el amor de Jesús. No
todos los padres siguieron su ejemplo,
sin embargo, quienes permanecieron
fieles permitieron que los eudistas
tuvieran una voz resonante en la
construcción de su propia historia.
3. "El Rey de reyes, el Santo de los santos, el Hijo único de Dios, el Hijo único de
María bajó expresamente del cielo para decirnos: yo los amo".
San Juan Eudes
Nuestro renacer después de la Revolución fue
tardío. Nuestros superiores mayores cayeron en
la tormenta. Ninguno de los sobrevivientes tenía
la autoridad suficiente para convocar a los
demás. Añadamos que todavía no era costumbre
hacer caso omiso de la autorización del gobierno
para vivir. Los eudistas que sobrevivieron, unos
30 padres sobre los 100 con que contaba la
Congregación en el momento de la Revolución,
dejaron escapar una tras otra las ocasiones
propicias para restaurarse.
El P. Guérard, antiguo superior de la Garliere,
ensayó en vano recomenzar en la región de la
Délivrande. El P. Claudio Le Roussel rescató con
su patrimonio personal la casa de Les Tourettes.
Otros se hicieron nombrar superiores de
nuestros antiguos seminarios, esperando que
sus antiguos hermanos se unirían a ellos para
reiniciar la Comunidad.
Lastimosamente, los eudistas que escaparon de
la Revolución eran de edad avanzada (en 1826
los más jóvenes contaban alrededor de 70 años).
Además, ocupaban en las diócesis donde
residían, carentes de sacerdotes a causa de la
tormenta, puestos de importancia que
difícilmente podían abandonar. Los seminarios
ofrecidos pasaron a otras manos.
El camino a la refundación
4. En 1826 el P. Blanchard convocó una
asamblea general. Con él se reunieron, el 9
de enero, dos antiguos eudistas, el P.
Beuchere, vicario general de Rennes, y el P.
Fleury, antiguo misionero de la Garliere.
Dos jóvenes sacerdotes, que fueron
incorporados al comenzar la asamblea, se
integraron al grupo: el P. Guérard, sobrino
de un antiguo eudista, y el P. Loüis de la
Moriniere.
Los PP. Fleury y Guérard aportaron poderes
de antiguos eudistas, que vivían todavía en
Normandía. La Congregación estaba así
enteramente representada. Fue elegido
superior general el P. Blanchard. Luego los
eudistas de Normandía regresaron a sus
casas, el vicario general continuó en su
cargo. Todos, salvo algunas misiones
predicadas por el grupo completo, dejaron
al P. Blanchard y al P. Loüis batirse solos en
la empresa de restaurar la Congregación.
Por todo esto podemos suscribir sin
reservas el juicio del P. Boulay:
“Si el instituto de san Juan Eudes está
hoy en pie y lleno de vida, no temamos
proclamarlo: se lo debemos a la energía
indomable del P. Jerónimo Loüis de la
Moriniere. Él fue el verdadero
restaurador. En medio de las
tempestades que afrontó entonces, la
humilde Congregación de Jesús y María
hubiera zozobrado mil veces sin la
perseverancia jamás vencida de su
sacrificado timonel. Entre dificultades,
contradicciones, pruebas de toda laya,
difíciles de imaginar, no se dio por
vencido nunca, jamás vaciló. Como san
Juan Eudes, veía en la cruz el sello de la
acción divina y la prenda de la
bendición del cielo”.
P. Francisco Lebesconte, CJM
5. Director:
P. Álvaro Duarte Torres CJM
Diseño y compilación: Jorge Luis Baquero
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Facebook: Espiritualidad Eudista Unidad CJM
María, mi amadísima madre, te doy, mejor, pongo entre tus manos,
la pequeña Congregación de Jesús y María. Quisiste dármela por un exceso de
tu inexplicable bondad.
Tú sabes que te la he ofrecido, dado y consagrado, cientos de veces en mi vida.
Usa del soberano poder que Jesús te ha dado para tomar plena, absoluta y
eterna posesión de ella. y tú misma entrégala por entero a tu Hijo, Jesucristo.
Ruégale que destruya en ella cuanto le disgusta y que establezca en ella el
reino de su santo amor y de su adorable voluntad. Que la colme de su divino
Espíritu, que la haga humilde, obediente, caritativa, pura y llena de celo por la
gloria del Padre Dios. Que le infunda odio al pecado, amor a la cruz, aversión a
cuanto no es de tu agrado.
Que se desapegue del mundo y lo menosprecie. Que la proteja, la sostenga y la
defienda de toda adversidad. Que atraiga a ella numerosos obreros evangélicos
que se entreguen a formar muchos sacerdotes santos, y pastores denodados, y
a trabajar eficazmente en la salvación de las almas mediante los ejercicios de
las misiones.
En fin, que la haga del todo conforme a su Corazón, y que cumpla en ella todos
los designios de su bondad, cueste lo que cueste, que nos anonade antes de
permitir que por nuestros pecados pongamos
obstáculos a su querer.
Amén.
San Juan Eudes
(O. C. VIII, 357-358)
Oración por la Congregación de
Jesús y María