2. Bajo la guía de san Juan Eudes y en consonancia a los tiempos litúrgicos de la Iglesia hemos
venido suscitando algunas reflexiones en torno a cómo formar en nuestra corazón la presen-
cia de Jesús, para poder encaminarnos hacia una auténtica experiencia espiritual que dinami-
ce nuestra existencia y nos perfile en el Espíritu de Cristo, con el propósito de ser continua-
dores de su vida y obra. El padre Eudes se consideró a sí mismo como un abismo profunda-
mente necesitado de la misericordia de Dios, y esto lo llevó a procurar que su corazón fuera
siempre dócil a la acción del Espíritu Santo y a que su ejercicio ministerial se convirtiera en
un don para otros.
Cuando el cristiano vive la autenticidad del encuentro con Jesús, cambia su percepción no
sólo frente a su vida como individuo, sino frente a las diversas realidades que atraviesan la
historia. Surge una inquietud con base en la experiencia de fe que lo lleva a cuestionar su
función como cristiano en medio de un contexto social, y con la fortaleza del crecimiento
espiritual se siente llamado a convertirse en don para los demás. Sin duda alguna, el ejercicio
discipular de las primeras comunidades cristianas fue un don para los más necesitados de
aquella época, pero esto un hubiera sido posible sin la autenticidad del encuentro con Cristo
resucitado y la promesa del Espíritu Santo.
Sin la experiencia del resucitado la predicación de los apóstoles habría perdido su sentido, la
propuesta de Jesús por ellos difundida no habría transformado la realidad vivida por muchos,
el maestro sería solamente un personaje más de la historia. Sin embargo, ellos permitieron
que su comunidad se renovara con la presencia del resucitado, recordaron sus enseñanzas e
hicieron de ellas la esencia de sus actos.
En el siguiente subsidio encontrarán otras herramientas que permitirán proyectar el camino
hacia la formación de Jesús y el auténtico encuentro con él.
3. Inicio: En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Ejercicio de amor:
“¡Salvador mío, que yo viva en la tierra de manera acorde con la vida que tengo en ti y con
tus santos en el cielo! Que me ocupe continuamente aquí en la tierra en el ejercicio de
amarte y de alabarte. Que empiece en este mundo mi paraíso, haciendo consistir mi felici-
dad en bendecirte y amarte”
4. Lectura Bíblica: Mateo 28, 8-15
¡Formar a Jesús en todo y en todos!
Jesús es todo en todas las cosas (Col 3, 11). Pero debe serlo especialmente en los cristianos como
lo es la cabeza en los miembros y el espíritu en el cuerpo, enseña san Juan Eudes. Por eso la preo-
cupación principal de todos los cristianos deber ser vivir la misma vida de Jesús. Se trata, en una
palabra, de que Jesús viva en nosotros. Por ser Jesucristo nuestra Cabeza y nosotros sus miembros,
todo lo suyo es también nuestro y lo nuestro es también suyo, por tanto su vida debe ser nuestra
vida.
El misterio por excelencia y la tarea suprema de los cristianos es la formación de Jesús que nos se-
ñala las siguientes palabras de san Pablo: Hijitos míos por quienes sufro de nuevos dolores de parto
hasta que Cristo tome forma en ustedes (Ga 4, 19). Debemos formar a Jesús en nosotros para que
sea todo en nosotros, para que vivamos plenamente su vida en nosotros.
Del libro: Para vivir bien, Mensajes de san Juan Eudes
Compromiso final:
Hoy la revelación de Jesús resucitado nos permite detenernos en dos cosas: Jesús sale al encuentro
de estas mujeres para suscitar en ellas una esperanza y las envía como discípulas para que sean testi-
gos del encuentro con el maestro. Que en este tiempo de pascua el encuentro con Jesús renueve
nuestras fuerzas y nos movilice a ser testigos del buen mensaje de Jesús.
5. Inicio: En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Ejercicio de amor:
“Tú eres el objeto exclusivo de mi corazón, el único digno de ser anhelado.Todo, fuera de ti,
es nada, que ni siquiera merece mis miradas. Solo a ti quiero, solo a ti busco, solo a ti deseo
amar.Tú eres mi todo, lo demás es nada para mí y nada quiero ya mirar ni amar sino en ti y
para ti. O, más bien, solo quiero mirarte y amarte a ti en todas las cosas”.
Lectura Bíblica: Juan 20, 16-17
6. Él es nuestro redentor
Él nos ha librado de la esclavitud del demonio y del pecado y nos ha rescatado con el precio de su
sangre y de su vida. Por eso, a Él pertenece todo cuanto somos y tenemos: nuestra vida, nuestro
tiempo, nuestros pensamientos, nuestras palabras y acciones, nuestro cuerpo y nuestra alma, así
como el uso de los sentidos corporales y de las facultades del espíritu y de las cosas del mundo.
Porque no solo nos adquirió por su sangre la gracia para santificar nuestras almas, sino también
cuanto requiere la conservación de nuestros cuerpos. Porque, a causa de nuestros pecados, no ten-
dríamos derecho de transitar por el mundo, ni de respirar el aire, ni de comer un trozo de pan o
beber una gota de agua, ni de servirnos de criatura alguna, si Jesucristo no nos hubiera dado ese
derecho por su sangre y por su muerte (...).
Compromiso final:
En pascua seguimos purificando el corazón. Es preciso preguntarnos cuáles son las cosas que aún
no permiten que nuestra vida pertenezca totalmente al corazón de Dios.
Inicio: En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Ejercicio de amor:
¿Quién no querría amarte, buen Jesús? ¿Quién no desearía amar cada día más una bondad tan
digna de amor? Dios mío, mi vida y mi todo: nunca me cansaré de decirte que deseo amarte
de la manera más perfecta y tanto lo deseo que, si fuera posible, querría para ello que mi es-
píritu se convirtiera en anhelo, mi alma en deseo, mi corazón en suspiro y mi vida en ansia
vehemente.
7. Lectura Bíblica: Lucas 24, 13-35
Continuar y completar
Jesús, Hijo de Dios e Hijo del hombre, Rey de los hombres y de los ángeles, no es solo nues-
tro Dios, Salvador y Señor soberano. Es también, al decir de san Pablo, nuestra Cabeza, de la
que somos su cuerpo y sus miembros, hueso de sus huesos y carne de su carne (Ef. 5, 30) De
esta unión, la más estrecha imaginable de los miembros con su cabeza, de nuestra unión espi-
ritual con Él por la fe y el bautismo, de la unión corporal que se realiza en la santa Eucaristía,
se desprende que, como los miembros reciben animación del espíritu de su cabeza y viven de
su vida, también a nosotros debe animarnos el espíritu de Jesús, para vivir de su vida, cami-
nar tras sus huellas, revestirnos de sus sentimientos e inclinaciones y realizar nuestras accio-
nes con sus mismas disposiciones e intenciones. En una palabra, debemos continuar y com-
pletar la vida y la devoción de Jesús en la tierra.
(O.C. I,
8. Compromiso final:
Vivir, caminar y revestir son los verbos que san Juan Eudes utiliza para referirse a la relación
que el cristiano establece con Jesús. Qué a través de actos concretos pueda reflejarse que si-
gues los pasos y la vida del Señor.
Inicio: En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Ejercicio de amor:
Sea por siempre bendito y amado el Rey de los corazones que me ha dado un corazón capaz
de amarlo. Dios de mi corazón: si me has creado solo para amarte haz que yo solo viva para
amarte y para crecer cada día en tu amor.
Lectura Bíblica: Lucas 24, 35-48
9. Formar para amar
¡Rey de mi corazón, vida de mi alma, mi precioso tesoro, mi única alegría! Tú que eres mi
todo, ven dentro de mi espíritu, de mi corazón y de mi alma para destruir mi orgullo, mi
amor propio, mi propia voluntad y mis demás vicios e imperfecciones. Ven a establecer en mí
tu humildad, tu caridad, tu dulzura, tu paciencia, tu obediencia, tu celo y demás virtudes.
Ven a mí para amarte y glorificarte dignamente y para unir perfectamente mi espíritu con tu
divino Espíritu, mi corazón con tu sagrado Corazón, mi alma con tu alma santa, y para que
este corazón, este cuerpo y esta alma que están a menudo tan cercanos y unidos con tu cora-
zón, tu cuerpo y tu alma por la santa Eucaristía, no tengan jamás otros sentimientos, afectos,
deseos y otras pasiones que los de tu santo Corazón.
Compromiso final:
San Juan Eudes contempla y forma las virtudes de Jesús con el propósito de madurar en su
experiencia espiritual y en la vivencia comunitaria de su escuela de santidad. Qué el propósi-
to del día sea formar una de las virtudes de Cristo con el objetivo de mejorar nuestra vida de
servicio.
Inicio: En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Ejercicio de amor:
Sé tú, divino amor, la vida de mi vida, el alma de mi alma y el corazón de mi corazón. Que
ya no viva sino en ti y de ti. Que no subsista sino por ti. Que ya no tenga pensamiento, ni di-
ga palabra, ni realice acciones sino por ti y para ti.
10. Lectura Bíblica: Juan 21, 1-14
Principio y fin de todas las cosas
Al incitar a los demás a obrar contra las leyes de Dios, quiere que ellos prefieran su propia
voluntad e interés al de Dios. Es como si quisiera que se colocaran en el puesto que Dios tie-
ne respecto a ellos. Y cuando por el mal uso de las cosas creadas no toma como norma la vo-
luntad y la gloria de Dios, sino su pasión y sus inclinaciones depravadas, es evidente que se
está apropiando los derechos que Dios tiene sobre sus criaturas. Porque si Dios es principio y
fin de todas las cosas, su voluntad y su gloria deben ser la medida y la norma del uso que de
ellas hacemos.
Compromiso final:
Qué mi vida no sea un motivo para que otros se alejen de Dios, por el contrario, a través de
ella refleja que Cristo verdaderamente ha resucitado y es fuerza de esperanza.
11. Inicio: En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Ejercicio de amor:
Tú eres el objeto exclusivo de mi corazón, el único digno de ser anhelado.Todo, fuera de ti,
es nada, que ni siquiera merece mis miradas. Solo a ti quiero, solo a ti busco, solo a ti deseo
amar.
Lectura Bíblica: Marcos 16, 9-15
12. María, formadora de Jesús
El amor incomprensible que el Hijo de Dios nos tiene lo hizo salir del seno de su Padre para
venir a este mundo y darse a nosotros: Salí del Padre y vine al mundo (Jn 16, 28). La humil-
dad y la caridad del Corazón de María lo atrajeron desde ese seno adorable a este Corazón
virginal, en primer lugar, y luego a las entrañas de la bienaventurada Virgen para entregarlo
en seguida a los hombres. En esas benditas entrañas cumplió el designio que desde la eterni-
dad tenía de encarnarse en él. Al mismo tiempo, unió el Corazón de su santísima Madre con
el suyo en la realización de este inefable misterio. En efecto, por las santas disposiciones de
su Corazón se hizo digna de ser Madre de un Hombre-Dios, de formarlo en sus entrañas y
de dárnoslo.
Compromiso final:
La Virgen María siempre permitió que Jesús viviera y reinara en su corazón, por lo cual lo
acompañó en cada uno de los momentos de su vida, aún en los más agudos. A ejemplo de
María tendré la intención de acompañar a alguien en su caminar de fe.