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MULTICULTURALISMO, CINE Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN
 Resumen de la Introducción de Multiculturalismo, Cine y Medios de Comunicación (2002),
       de Ella Shohat y Robert Stam (e. o. 1994). Barcelona: Paidós, pp. 19-30.




                                         sombrasderebelion.blogspot.com




                                         Introducción

Ella Shohat y Robert Stam (S&S, en adelante) –dos especialistas en estudios culturales-
aseguran que tanto en los medios de comunicación como en el mundo académico, en los
últimos    años   hemos   sido    testigos     de        enconados             debates     sobre    tres   asuntos
interrelacionados: el eurocentrismo, el racismo y el multiculturalismo. En estos debates,
presentes en las discusiones históricas sobre Colón, las disputas académicas sobre el
canon, y las polémicas pedagógicas sobre las escuelas afrocéntricas, se usan unos
términos    que   están   de     moda:   “políticamente                   correcto”,   “política   de   identidad”,
“poscolonialismo” (19).
Multiculturalismo, cine y medios de comunicación trata del eurocentrismo y el
multiculturalismo en la cultura popular. Está escrito con la creencia de que una conciencia
de los efectos intelectualmente debilitadores del legado eurocéntrico es indispensable para
2

comprender, no sólo las representaciones de los medios de comunicación contemporáneos,
sino también de las subjetividades contemporáneas.


El eurocentrismo
El eurocentrismo, endémico en la educación y el pensamiento de hoy se integra al léxico
como “sentido común”. Así, sostienen S&S, se da por supuesto que la filosofía y la literatura
son filosofía y literatura europeas; se da por supuesto que “las mejores ideas y los mejores
escritos” son obra de europeos (por “europeos” nos referimos no sólo a los de la misma
Europa, sino también a los “neo-europeos” del continente americano, Australia y demás
lugares). Se da por supuesto que la historia es la historia europea, y todo lo demás se
reduce a lo que (¡en 1965!) el historiador Hugh Trevor-Roper (1965) llamaba de manera
condescendiente “giros insignificantes de tribus bárbaras en pintorescos pero insignificantes
rincones de la Tierra” (19).
Los cursos troncales de las universidades destacan la historia de la civilización “occidental”,
y las universidades más liberales estudian a un nivel meramente anecdótico “otras”
civilizaciones (19-20).
De acuerdo a S&S, incluso la civilización “occidental” se enseña sin referencia al papel
crucial que desempeñó el colonialismo europeo en la modernidad capitalista. El
eurocentrismo está tan imbricado en la vida cotidiana, lo permea todo de tal manera que a
menudo no lo percibimos. Los vestigios de siglos de dominio europeo axiomático dan forma
a la cultura general, el lenguaje cotidiano y los medios de comunicación, y engendran un
sentimiento ficticio de superioridad innata en las culturas y los pueblos de origen europeo
(20).
Aunque los neoconservadores caricaturizan el multiculturalismo como un llamamiento a
acabar con los clásicos europeos y “la civilización europea como área de estudios, el
multiculturalismo es de hecho un ataque no a Europa ni a los europeos sino al
eurocentrismo, a meter la heterogeneidad cultural en la camisa de fuerza de una perspectiva
pragmática según la cual se da por supuesto que Europa es la única fuente de significado, el
centro de gravedad del mundo, y la “realidad” ontológica para el resto del mundo.
Para S&S, el pensamiento eurocéntrico atribuye a “Occidente” un sentido casi providencial
del destino histórico. El eurocentrismo como la perspectiva renacentista en pintura, observa
el mundo desde un único y privilegiado punto de vista. Crea una cartografía en la que el
mundo se agrupa en torno a una Europa agrandada, mientras que a África literalmente se la
“empequeñece”.
“Oriente” está dividido entre el próximo, el medio y el lejano haciendo Europa de árbitro de la
evaluación espacial, del mismo modo que el huso horario del paralelo de Greenwich
determina la medición del tiempo. El eurocentrismo divide el mundo entre “Occidente y lo
demás” y organiza el lenguaje cotidiano en jerarquías binarias que siempre favorecen a
Europa: nuestras “naciones”, sus “tribus”; nuestras “religiones”, sus “supersticiones”; nuestra
“cultura”, su “folklore”; nuestro “arte”, su artesanía; nuestras “manifestaciones”, sus
“desórdenes callejeros”; nuestra “defensa”, su “terrorismo”.
El eurocentrismo surgió en primer lugar como un discurso de justificación del colonialismo,
ese proceso por el que las potencias europeas obtuvieron la hegemonía de casi todo el
mundo. De ahí que J. M. Blaut (1993), citado por S&S (21), defina el eurocentrismo como “el
modelo del mundo del colonizador”. Como sustrato ideológico común a los discursos
colonialistas, imperialista y racista, el eurocentrismo es una forma de pensar que permea la
estructura de las prácticas y representaciones contemporáneas, incluso después del fin
formal del colonialismo (21).
S&S         afirman       que
aunque       el       discurso
colonialista y el discurso
eurocéntrico             están
íntimamente
relacionados,      los    dos
términos difieren en su
énfasis.     Explican     que
mientras      el      primero
justifica    de       manera
explícita    las   prácticas
colonialistas,     el     otro
entierra, da por supuesto y “normaliza” las relaciones de poder jerárquicas generadas por el
colonialismo y el imperialismo, sin ni siquiera convertir esas cuestiones en temas discutibles
de manera directa. Aunque generado por el proceso colonizador, los vínculos del
eurocentrismo con ese proceso se ocultan mediante una especie de epistemología
enterrada.
Aunque los autores estiman que el discurso eurocéntrico es complejo, contradictorio,
históricamente inestable, consideran que el eurocentrismo como modo de pensar puede
considerarse ligado a un determinado número de tendencias u operaciones intelectuales
que se refuerzan mutuamente:
    1) El discurso eurocéntrico proyecta una trayectoria histórica línea que va desde la
        Grecia clásica (idealizada como “pura”, “occidental” y “democrática”) hasta la Roma
        imperial y a partir de entonces a las capitales metropolitanas europeas y a los
4

        Estados Unidos. Entiende la historia como una serie de imperios: la Pax Romana, la
        Pax Hispanica, la Pax Britannica y la Pax Americana. En todos esos casos se
        considera a Europa, sola y sin ayuda, el “motor” del cambio histórico progresivo:
        inventa la sociedad de clases, el feudalismo, el capitalismo, la revolución industrial.
    2) El eurocentrismo atribuye a “Occidente” un progreso inherente en cuanto a
        instituciones democráticas (Torquemada, Mussolini y Hitler deben considerarse
        aberraciones dentro de esta lógica de amnesia histórica y legitimación selectiva).
    3) El eurocentrismo ignora las tradiciones democráticas no europeas, mientras que
        oculta cómo se manipula la democracia formal occidental y esconde la participación
        de Occidente a la hora de socavar las democracias en otros países.
    4) El eurocentrismo minimiza las prácticas opresoras de Occidente considerándolas
        contingentes, accidentales, excepcionales. El colonialismo, el comercio de esclavos y
        el imperialismo no son considerados como catalizadores fundamentales del poder
        desproporcionado de Occidente.
    5) El eurocentrismo se apropia de la producción material y cultural de los no europeos,
        pero niega los logros de los demás y esa misma apropiación, consolidando así su
        “yo” y glorificando su propia antropofagia cultural.
En resumen, el eurocentrismo hace que la historia occidental sea potable, pero trata con
condescendencia y demoniza lo que no sea occidental. Cuando piensa sobre sí mismo, se
centra en los logros más nobles –la ciencia, el progreso, el humanismo-, pero cuando piensa
en lo no occidental se centra en deficiencias reales o imaginarias (22).
Los autores afirman que su libro Multiculturalismo, cine y medios de comunicación es un
trabajo académico que critica la universalización de las normas eurocéntricas, la idea que
haya una raza que, como dice Aimé Césaire, “tenga el monopolio de la belleza, la
inteligencia y la fuerza”.
       Nuestra crítica del eurocentrismo se dirige no a los europeos como individuos sino a
       la relación opresiva que históricamente Europa ha mantenido con sus “otros” internos
       y externos. De ninguna manera sugerimos, claro está, que los no europeos sean
       “mejores” que los europeos, o que las culturas minoritarias del Tercer Mundo sean
       intrínsecamente superiores. No hay europeos con una tendencia innata a cometer
       genocidio, como algunos teóricos afrocéntricos dirían –tales teorías invierten
       simplemente las demonizaciones colonialistas- ni los indígenas o pueblos del Tercer
       Mundo son generosos ni nobles por naturaleza. Tampoco creemos en el narcisismo
       europeo invertido que considera que Europa es el origen de todas las desgracias
       sociales del mundo. Tal acercamiento sigue siendo etnocéntrico (“Europa exhibe su
       propia inaceptabilidad frente a un espejo antietnocéntrico”, en palabras de Derrida) y
también exime a las élites patriarcales del Tercer Mundo de toda responsabilidad. Tal
       “victimismología” reduce la vida no europea a una respuesta patológica a la
       penetración occidental. Simplemente le da la vuelta a las afirmaciones colonialistas…
       La cuestión no es, como dice Talal Asad, “hasta qué punto los europeos son
       culpables y los habitantes del Tercer Mundo inocentes, sino saber cómo se han
       constituido históricamente los criterios que determinan culpa e inocencia” (22).


Eurocentrismo y racismo
La palabra “eurocéntrico” a veces provoca reacciones exageradas porque se considera
sinónima de “racista”. Pero, aunque el eurocentrismo y el racismo están históricamente
relacionados –por ejemplo, la eliminación de África como un sujeto histórico refuerza el
racismo contra los afroamericanos-, los autores reiteran en que de ninguna manera pueden
considerarse equivalentes, por la simple razón de que el eurocentrismo es la visión
consensuada, “normal”, de la historia que la mayoría de los habitantes del Primer Mundo e
incluso muchos del Tercer Mundo aprenden en el colegio y que se imbuye a los medios de
comunicación (22-23). Como resultado de esta operación de normalización, es muy posible
ser un antirracista a nivel consciente y práctico, pero aún un eurocéntrico. El eurocentrismo
es más un posicionamiento implícito que una declaración política; es decir, que la gente no
se define como eurocéntrica del mismo modo que un machista no va por ahí diciendo: “Hola,
me llamo Juan y soy un falócrata” (23).
Los autores señalan que más que atacar a Europa en sí, un multiculturalismo
antieurocéntrico relativiza Europa, y la ve como una ficción geográfica que aplasta la
diversidad cultural de, incluso, la misma Europa. Europa siempre ha tenido sus regiones
periféricas y comunidades marginadas (judíos, irlandeses, gitanos, hugonotes, musulmanes,
campesinos, mujeres, homosexuales-lesbianas).
S&S destacan que tampoco apoyan una actitud eurofóbica; señalan que su propio texto
invoca conceptos y pensadores europeos.
       El hecho de que enfaticemos el lado “negativo” de la historia europea no significa que
       nosotros no reconozcamos un lado “positivo” de logros políticos, artísticos y
       científicos. Y ya que el eurocentrismo es un discurso situado históricamente y no una
       herencia genética, los europeos pueden ser antieurocéntricos, del mismo modo que
       los no europeos pueden ser eurocéntricos.         Europa siempre ha producido sus
       propios críticos del imperio. Resulta irónico que algunas de las figuras europeas de la
       cultura más respetadas por los neoconservadores de hoy día hayan condenado el
       colonialismo. Samuel Johnson, el arquetipo del conservador neoclásico, escribió en
       1759 que “los europeos apenas van a ninguna parte si no es para dar rienda suelta a
6

       su avaricia, y para extender la corrupción, para arrogarse el dominio sin ningún
       derecho y practicar la crueldad sin motivo alguno”. Incluso Adam Smith, el santo
       patrón del capitalismo, escribió en La riqueza de las naciones (1776) que, para los
       nativos de las Indias Orientales y Occidentales, todos los beneficios comerciales que
       resultan del descubrimiento de América “se han hundido y perdido con las horribles
       desgracias que ha ocasionado”. Sin embargo, cuando los multiculturalistas
       contemporáneos señalan lo mismo, se les acusa de “atacar a Europa”... (23)


Multiculturalismo y medios de comunicación
A juicio de S&S, el pensamiento eurocéntrico no es representativo de un mundo que desde
hace mucho tiempo ha sido multicultural. Egipto amalgama influencias faraónicas, árabes,
musulmanas, judías, cristiano-coptas, y mediterráneas; India es increíblemente plural en
cuanto a lengua y religión; y la “raza cósmica” de México mezcla al menos tres conjuntos de
culturas. Tampoco el multiculturalismo de Norteamérica es reciente. “América” empezó
como políglota y multicultural, hablando una gran cantidad de lenguas: europeas, africanas y
autóctonas (24).
Según los autores, puede que la palabra “multiculturalismo” pase de moda pronto, pero no
las cuestiones que plantea, pues estas querellas contemporáneas no son más que la
manifestación superficial de un “movimiento sísmico” más profundo –la descolonización de
la cultura global- cuyas implicaciones apenas empezamos a calibrar. Sólo el reconocimiento
de la inercia del legado colonialista y del papel crucial de los medios de comunicación en
prolongación puede explicar la necesidad de un llamamiento al multiculturalismo.
Para los autores, el multiculturalismo significa ver la historia del mundo y la vida social
contemporánea desde la perspectiva de la igualdad radical de los pueblos en estatus,
potencial y derechos. El multiculturalismo descoloniza la representación no sólo en cuanto a
artefactos culturales –cánones literarios, piezas de museo, tipos de cine-, sino también
desde el punto de vista de las relaciones de poder entre comunidades.
S&S subrayan que su propósito es, por encima de todo, establecer conexiones.
       Primero, desde el punto de vista temporal. Mientras los medios de comunicación
       tratan al multiculturalismo como reciente fenómeno al que apuntarse sin relacionarlo
       con el colonialismo, S&S basan su discusión en una historia más larga de opresiones
       múltiplemente ubicadas. Y aunque muchos estudios literarios de la cultura y del
       imperio se centran en los siglos XVIII y XIX, los autores siguen el discurso colonial
       hasta   1492,    enlazando    representaciones    de    “la   historia   antigua”   con
       representaciones contemporáneas, pasando de discursos sobre la Grecia clásica o
       África, por ejemplo, a anuncios de televisión de hoy.
En segundo lugar, S&S establecen conexiones desde el punto de vista espacio-
       geográfico, planteando debates sobre la representación en un contexto más amplio
       que abarque América, Asia y África.
       En tercer lugar, los autores establecen conexiones desde el punto de vista de la
       interdisciplinariedad, forjando vínculos entre campos que normalmente están
       compartimentalizados (el periodismo, la teoría literaria, la etnografía reflexiva y
       experimental, el feminismo del Tercer Mundo, los estudios poscoloniales y varios
       estudios regionales y étnicos).
       En cuarto lugar, desde el punto de vista intertextual, los autores conciben los medios
       de comunicación como parte de una red discursiva más amplia, que va desde lo
       erudito (poemas, novelas, historia, artes escénicas, teoría cultural) a lo popular
       (televisión comercial, música pop, periodismo, parques temáticos, folletos turísticos).
       Aunque algunos intelectuales progresistas desdeñen a veces los tramos más bajos
       de la cultura popular, el eurocentrismo se alimenta de los sentimientos cotidianos
       que experimentan las masas populares.
       En quinto lugar, desde el punto de vista conceptual, S&S vinculan cuestiones de
       colonialismo, imperialismo y de nacionalismo del Tercer Mundo, por un lado, con
       otros de raza, etnicidad y multiculturalismo, por otro, e intentan situar historias
       guetizadas y discursos en relación productiva (por ejemplo, no siguen la práctica
       convencional de desligar cuestiones de racismo de cuestiones de antisemitismo).
Shohat y Stam indican que la naturaleza global del proceso de colonización, y el alcance
global de los medios de comunicación contemporáneos, en la práctica obligan al crítico
cultural a ir más allá del marco restringido de la nación-estado (25).
       De hecho, Multiculturalismo, cine y medios de comunicación configura un campo
       interdisciplinario que ha ganado impulso pero que apenas ha recibido un nombre, y
       que nosotros llamaríamos “los estudios multiculturales de los medios de
       comunicación”. Varias subcorrientes se mezclan en la corriente más amplia del
       estudio multicultural de los medios de comunicación: el análisis de la representación
       de la “minoría”; la crítica de los medios de comunicación imperialistas; el trabajo
       sobre el discurso colonial y poscolonial; la teorización del “Tercer Mundo” y del
       “Tercer Cine”; las historias y los análisis de los medios de comunicación “indígenas”,
       “de la diáspora”, de las “minorías” del Primer Mundo y del Tercer Mundo; el trabajo
       de educar sobre los medios de comunicación multiculturales y antirracistas (25).
Sostienen los autores que en la medida en que toda lucha política de la era posmoderna
pasa por el reino del simulacro de una cultura de masas, los medios de comunicación son
absolutamente cruciales para cualquier discusión sobre el multiculturalismo. Los medios de
8

comunicación contemporáneos modelan la identidad; de hecho hay muchos estudiosos que
piensan que están situados cerca del centro mismo de la producción de identidad.
Para S&S, en un mundo transnacional tipificado por la circulación global de imágenes y
sonidos, bienes y gentes, el número de espectadores de los medios de comunicación tiene
un impacto muy complejo en la identidad nacional y en el sentimiento de pertenencia a un
grupo. Facilitando una interacción con pueblos lejanos, los medios de comunicación
“desterritorializan” el proceso de imaginar las comunidades. Y aunque los medios de
comunicación pueden destruir la comunidad y crear soledad haciendo que los espectadores
se vuelvan consumidores atomizados o mónadas autoentretenidas, también pueden crear
filiaciones alternativas y de comunidad. Del mismo modo que los medios de comunicación
pueden “alterizar” culturas, también pueden promover coaliciones multiculturales. Y si el cine
dominante ha caricaturizado históricamente a las civilizaciones distantes, los medios de
comunicación hoy tienen muchos más centros, y tienen el poder no sólo de ofrecer
representaciones compensatorias sino también de abrir espacios paralelos para una
transformación multicultural simbiótica.
Shohat y Stam proponen en el libro una discusión teorizada e historizada del eurocentrismo
modelado y desafiado por los medios de comunicación. ¿Qué estrategias narrativas y
cinematográficas han privilegiado las perspectivas eurocéntricas y cómo se han cuestionado
esas perspectivas? Aunque los autores destacan textos y prácticas alternativas, éstos
plantean que Multiculturalismo, cine y medios de comunicación no adopta una actitud
                                           monolíticamente   hostil   hacia   los   medios   de
                                           comunicación dominantes. Ni formulan una acusación
                                           contra todo Hollywood –como cualquier otra praxis,
         Del mismo modo que los
         medios de comunicación            Hollywood es lugar de tensiones y contradicciones- ni
            pueden “alterizar”             consideran las vanguardias como refugio que proteja
        culturas, también pueden
          promover coaliciones
                                           contra el eurocentrismo. No obstante, los autores sí
             multiculturales.              sugieren que la realidad es más complicada que los
                                           sueños del hollywoodcentrismo (ni que decir tiene
                                           que se usa el término “Hollywood” no para expresar
                                           un rechazo instintivo de todo lo que es cine
comercial, sino como abreviatura de una forma de cine “dominante” que es estilísticamente
conservador, ideológicamente reaccionario, y producido en masa) [25-26].
Los autores aseguran que su meta no es sólo mirar a Hollywood con ojos multiculturales
sino también descentralizar la discusión y llamar la atención hacia otras tradiciones, otros
cines, otras formas audiovisuales…
Aunque los autores hablan de cine de diversos tipos (desde el cine de entretenimiento de
Hollywood hasta la vanguardia combativa) y de muy diversas procedencias nacionales,
subrayan que no es su intención hacer un repaso del cine mundial:
       Nos centramos en el cine que tiene que ver con el multiculturalismo, no con el que lo
       evita, ignora o trasciende; exploramos la cultura popular audiovisual progresista,
       junto con una amplia gama que incluye películas críticas hechas en Hollywood,
       películas minoritarias del Tercer mundo, vídeos musicales de rap, vanguardia
       politizada, documentales didácticos y la combatividad de la cámara de vídeo de
       activistas de una comunidad. Pero en vez de hacer un repaso de los medios de
       comunicación mundiales como un todo, recurriremos a las prácticas culturales y los
       ejemplos textuales por su valor político, teórico o metodológico (26).


Multidisciplinariedad
A juicio de Shohat y Stam, al mezclar la historia
discursiva con el análisis textual, el ensayo
teórico especulativo con el resumen crítico,
Multiculturalismo, cine y medios de comunicación
toca elementos de varias disciplinas. Mientras los
autores reconocen la especificidad del cine-
medios de comunicación, también se conceden
la libertad típica de los estudios culturales para
deambular por disciplinas, textos o discursos, ya
sean antiguos o modernos, de la cultura alta o de
la baja. Como un híbrido en cuanto a disciplinas,
el libro desarrolla una metodología sincrética,
hasta canibalista. Su arquitectura general va del
pasado     al   futuro,   del    didactismo   a   la
especulación, de la hegemonía a la resistencia,
de la crítica a la afirmación.
S&S consignan que su propósito no es ni apoyar de manera global ni condenar de manera
global ningún cuerpo específico de textos; la cuestión es simplemente convertirse en
lectores de prácticas culturales que aprecian los matices artísticos y que están bien
informados históricamente. De ahí que señalen que Multiculturalismo, cine y medios de
comunicación no está estructurado de tal forma que un movimiento lineal inexorable lleve al
lector a una conclusión prescriptiva, puesto que el “argumento” general respecto al
10

eurocentrismo no se afirma de manera atrevida y explícita sino que se desentraña poco a
poco.
Sobre el contenido del libro los autores avanzan que hay varios leitmotivs tejidos en varios
capítulos, lo cual crea un eco musical ya que el mismo tema aparece en diferentes
contextos. Así, si “El imaginario imperial” (capítulo 3) destaca la escritura colonialista de la
historia, “Las estéticas de las resistencias” (capítulo 7) destaca la reescritura hecha por los
ex colonizados. Temas como la crítica de los paradigmas eurocéntricos, la elaboración de
una metodología relacional, la búsqueda de una estética alternativa, y el cuestionamiento de
diversos términos que comiencen con el prefijo “pos” son parte esencial de la estructura del
texto. Algunos temas que aparecen primero en un registro colonialista –hibridación,
sincretismo, mestizaje, canibalismo, magia- reaparecen luego en un registro anticolonialista,
liberador, de tal modo que desde un punto de vista temático las diversas secciones están en
sintonía (26-27).
El              capítulo
introductorio        de
Multiculturalismo,
cine y medios de
comunicación,       “Del
eurocentrismo         al
policentrismo”,      es
una síntesis de los
debates      centrales
sobre                 el
“eurocentrismo”,      el
“racismo”, el “Tercer”
y “Cuarto” Mundo y “el poscolonialismo” y ofrece un aparato conceptual para subsiguientes
discusiones. Aquí los autores proponen el concepto el concepto de “multiculturalismo
policéntrico” como alternativa del pluralismo liberal (27).
El segundo capítulo “Formaciones del discurso colonialista”, examina de un modo global la
naturaleza, los orígenes y las ramificaciones del discurso eurocéntrico colonialista vistos
como parte de un intertexto para representaciones de hoy en día. Los autores argumentan
que los medios de comunicación absorben y reutilizan el mismo discurso colonialista que
permea campos tan variados como la filosofía, la literatura y la historia. Más que dar un
repaso general a la historia, nos centramos en luchas que han marcado un hito respecto a
temas como “Grecia/Egipto”, “los viajes de descubrimiento”, los discursos de progreso y las
antinomias de la “Ilustración”, poniendo menos énfasis en los mismos hechos históricos y
más en las secuelas que han dejado en el discurso. A modo de ilustración, S&S llaman la
atención sobre los textos periodísticos que toman partido en estos debates: por ejemplo, las
muchas películas sobre Colón y los conquistadores.
El tercer capítulo, “El imaginario imperial”, explora la influencia del imperio en el cine,
teniendo en cuenta que los mismísimos orígenes de éste coinciden con el punto álgido del
imperialismo. ¿Cuál fue el papel del cine frente a la novela y los medios impresos al crear el
imaginario imperial masculinista? Después de afrontar las primeras producciones imperiales
de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, incluidas las formas protocinematográficas
de exhibiciones coloniales, examinamos el western de Hollywood como paradigma del modo
en que Hollywood trata los encuentros entre el Primer y el Tercer Mundo. Aquí sugerimos
que el intertexto colonizador de la película de aventuras imperial y el western estructuran de
manera subliminal representaciones incluso contemporáneas, lo cual resulta obvio en
películas como Memorias de África (Out of Africa, 1985) o Pasaje a la India (Passage to
India, 1984), e incluso en la cobertura de los medios de comunicación de la guerra del Golfo
Pérsico de 1991. A lo largo del capítulo los autores destacan no sólo el contenido de estas
historias sino también su mediación, a través del género y a través de modos
específicamente cinematográficos o televisivos, de manipular el punto de vista, la
focalización y la identificación.
El cuarto capítulo, “Tropos del Imperio”, se
concentra en las operaciones tropológicas del
eurocentrismo como un substrato figurativo
dentro del discurso del imperio. Los autores
sugieren que el discurso eurocéntrico a
menudo opera a través de metáforas, tropos y
figuras     como         la      animalización,     la
infantilización, etc. Aquí S&S se centran
concretamente en la personificación visual de
tropos que indican género y erotismo como
“tierras   virginales”        “continentes   oscuros”,
“territorios ocultos”, harenes imaginarios y
fantasías de violaciones y rescates. Para los
autores, estos lugares comunes subyacentes
revelan las actitudes eurocéntrica hacia la
tierra, la ecología, las culturas no europeas, y
tienen un efecto a nivel mundial a través de
discursos institucionales como los de la arqueología y el psicoanálisis (27-28).
12

El quinto capítulo, “Estereotipo, realismo y la lucha por la representación”, trata los debates
sobre “realismo” e “imágenes positivas”, y evalúa de manera crítica el campo metodológico
conocido como “estudios de la imagen”. ¿Hasta qué punto los análisis de “estereotipos y
distorsiones” han sido útiles con relación a un medio que todavía se asocia enormemente
con lo real, y hasta qué punto nos han conducido a callejones sin salida teóricos? Mientras
estos trabajos han sido fundamentales para movilizar a la gente en lo que respecta a la
identidad y para la crítica de los medios de comunicación dominantes, aquí explicaremos
que también es importante pasar de un enfoque basado en los personajes a métodos que
tienen en cuenta también otras dimensiones como el escenario institucional, la política de
decisiones sobre la lengua y los repartos, el papel de los géneros, y la variación cultural
(28).
El sexto capítulo, “La dimensión relacional de las etnicidades”, tiene un enfoque relacional
respecto a la representación de los medios de comunicación, que opera a la vez dentro,
entre y más allá del marco del estado-nación. Los autores explican que una metodología
relacional permite la excavación de la presencia racial sumergida incluso en un cine, como
el de los musicales más ñoños de Hollywood, que no hace de la raza un tema por principio.
S&S insisten en que la compleja presencia relacional de indígenas y de pueblos de diáspora
africana por toda América requiere un enfoque transnacional que destaque los conflictos de
las     identidades       y    las
comunidades           culturales
dentro y a través de las
fronteras.
El    séptimo   capítulo,     “Las
estéticas de las resistencias”,
da cuenta de la explicación
alternativa de la historia del
colonialismo          y         el
neocolonialismo       desde     el
cine del Tercer Mundo y
postercermundista. Con una muestra reducida de películas, en su mayoría de los años
sesenta, los autores exponen la gama de estrategias nacionalistas revolucionarias: “El
Tercer Cine”, “La estética del hambre”, “Alegorías del subdesarrollo”. Las películas que se
estudian son claros ejemplos de una lucha en dos frentes donde se funden la historiografía
revisionista con la innovación formal. La batalla de Argel (La bataglia de Algeria, 1966)
adopta las técnicas asociadas al reportaje de televisión para contar la historia de la
independencia argelina. La hora de los hornos (1968) funde un vanguardismo político y
formal de manera incendiaria, mientras Tierra en trance (Terra em transe, 1967) ofrece
“Alegorías de la impotencia” modernas. Películas de carácter reflexivo, como Cabra:
marcado para morrer (1984), finalmente se centran en las particularidades de los procesos
de realización del cine del Tercer Mundo.
“Las estéticas de las resistencias”, se centra en los intentos de sintetizar una política radical
con estéticas alternativas, en un movimiento doble y complementario que abarca tanto la
forma como el contenido. Las películas que los autores tratan van “más allá” que las
películas de capítulos anteriores, primero porque rechazan la estética realista a favor de
estrategias de jiu-jitsu mediático, paródico-carnavalescas y antropófagas; y segundo, porque
trascienden una preocupación exclusiva por la nación, cuestionando un discurso
nacionalista desde un punto de vista de clase, género, sexualidad y de identidad diaspórica.
En lo que los autores llaman “cine postercermundista”, las tradiciones culturales “arcaicas”
paramodernas como la oralidad y el carnaval, se convierten en la fuerza motriz de la estética
modernizante o posmodernizante (28-29). Aquí, en lugar de proponer una estética
monolíticamente correcta, los autores recuerdan una variedad de estrategias que se
oponen, que tomadas en su conjunto tienen potencial para revolucionar la educación y la
producción audiovisual (29).
El capítulo final, “La política del multiculturalismo en la era posmoderna”, teoriza sobre los
espectadores, la recepción y la educación sobre los medios de comunicación. El hecho de
convertirse en espectadores, ¿afecta a la pertenencia a una comunidad o a una afiliación
política en un mundo cada vez más transnacional? Aquí se explican las ideas de “lecturas
racialmente   resistentes”,    “estructuras   analógicas   de   sentimientos”   y   “espectador
multicultural”. Finalmente, los autores exploran las oportunidades que se abren ante una
educación audiovisual multicultural y antieurocéntrica.
Shohat y Stam indican que el libro está estructurado con una doble idea:
       Por un lado, nuestra meta es exponer el eurocentrismo como algo de lo que
       normalmente no se es consciente, algo que se da por supuesto, que no se piensa,
       como una tendencia no reconocida, como una especie de mala costumbre
       epistémica, tanto en la cultura de los medios de comunicación de masas como en el
       reflejo intelectual de esa cultura. Por otro lado, queremos desmontar, dejar al
       desnudo, el discurso eurocéntrico, y superarlo avanzando hacia una teoría y una
       práctica relacionales. Más que luchar por un “equilibrio”, esperamos “enderezar el
       equilibrio”. La crítica eurocéntrica, explicaremos, no es sólo políticamente retrógrada
       sino estéticamente rancia, trasnochada, sin chispa e infructuosa. Hay muchas
       alternativas estéticas, políticas y cognitivas al eurocentrismo: nuestra esperanza es
       definirla, dejarlas a la vista (29).
14

… Así, hay una pregunta que recorre este libro; es la siguiente: dado el eclipse de las
metanarrativas revolucionarias en la era posmoderna, ¿cómo criticamos a los medios
eurocéntricos dominantes y a la vez sacamos el máximo partido de sus placeres
innegables? Los autores reconocen que no están interesados en textos impecablemente
correctos producidos por sujetos revolucionarios irreprochables e insisten en la necesidad
de dejar de preocuparse por la incorrección, de buscar textos perfectamente correctos y de
buscar personajes perfectos, y, en vez de todo esto, señalan que se debe asumir la
imperfección y la contradicción (29-30).
Atendiendo a su doble idea central, Shohat y Stam se disponen a desplegar una doble
operación de crítica y celebración, de desmantelamiento y de reedificación, de crítica de
tendencias etnocéntricas dentro del discurso dominante a la vez que celebramos el
utopismo transgresor de textos y prácticas multiculturales (30).
Por “utopía” los autores no entienden el modelo científico de las utopías o metanarrativas
totalizantes del progreso, sino más bien “utopías críticas” que buscan lo que Tom Moylan
llama “expresión sediciosa del cambio social” llevada a cabo en “un proceso
permanentemente abierto de una visión que no se acaba de cumplir”.
Para S&S, más que construir un concepto purista de textos correctos o lugares inmaculados
de resistencia,
         … nos gustaría proponer una actitud positivamente depredadora que abarque
         potencialidades educativas y estéticas en una gran variedad de prácticas culturales,
         y que encuentre en ellas las
         semillas       de      subversión        que
         puedan florecer en un contexto
         alterado. Más que enzarzarnos
         en     una     crítica     autoritaria       y
         moralista, nuestra esperanza es
         señalar          las        posibilidades
         exuberantes                 que             el
         multiculturalismo         policéntrico       y
         crítico abre ante nosotros (30).




 Material didáctico elaborado por la Prof. Briseida Allard O., Escuela de Relaciones Internacionales, Universidad de Panamá.

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  • 1. MULTICULTURALISMO, CINE Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN Resumen de la Introducción de Multiculturalismo, Cine y Medios de Comunicación (2002), de Ella Shohat y Robert Stam (e. o. 1994). Barcelona: Paidós, pp. 19-30. sombrasderebelion.blogspot.com Introducción Ella Shohat y Robert Stam (S&S, en adelante) –dos especialistas en estudios culturales- aseguran que tanto en los medios de comunicación como en el mundo académico, en los últimos años hemos sido testigos de enconados debates sobre tres asuntos interrelacionados: el eurocentrismo, el racismo y el multiculturalismo. En estos debates, presentes en las discusiones históricas sobre Colón, las disputas académicas sobre el canon, y las polémicas pedagógicas sobre las escuelas afrocéntricas, se usan unos términos que están de moda: “políticamente correcto”, “política de identidad”, “poscolonialismo” (19). Multiculturalismo, cine y medios de comunicación trata del eurocentrismo y el multiculturalismo en la cultura popular. Está escrito con la creencia de que una conciencia de los efectos intelectualmente debilitadores del legado eurocéntrico es indispensable para
  • 2. 2 comprender, no sólo las representaciones de los medios de comunicación contemporáneos, sino también de las subjetividades contemporáneas. El eurocentrismo El eurocentrismo, endémico en la educación y el pensamiento de hoy se integra al léxico como “sentido común”. Así, sostienen S&S, se da por supuesto que la filosofía y la literatura son filosofía y literatura europeas; se da por supuesto que “las mejores ideas y los mejores escritos” son obra de europeos (por “europeos” nos referimos no sólo a los de la misma Europa, sino también a los “neo-europeos” del continente americano, Australia y demás lugares). Se da por supuesto que la historia es la historia europea, y todo lo demás se reduce a lo que (¡en 1965!) el historiador Hugh Trevor-Roper (1965) llamaba de manera condescendiente “giros insignificantes de tribus bárbaras en pintorescos pero insignificantes rincones de la Tierra” (19). Los cursos troncales de las universidades destacan la historia de la civilización “occidental”, y las universidades más liberales estudian a un nivel meramente anecdótico “otras” civilizaciones (19-20). De acuerdo a S&S, incluso la civilización “occidental” se enseña sin referencia al papel crucial que desempeñó el colonialismo europeo en la modernidad capitalista. El eurocentrismo está tan imbricado en la vida cotidiana, lo permea todo de tal manera que a menudo no lo percibimos. Los vestigios de siglos de dominio europeo axiomático dan forma a la cultura general, el lenguaje cotidiano y los medios de comunicación, y engendran un sentimiento ficticio de superioridad innata en las culturas y los pueblos de origen europeo (20). Aunque los neoconservadores caricaturizan el multiculturalismo como un llamamiento a acabar con los clásicos europeos y “la civilización europea como área de estudios, el multiculturalismo es de hecho un ataque no a Europa ni a los europeos sino al eurocentrismo, a meter la heterogeneidad cultural en la camisa de fuerza de una perspectiva pragmática según la cual se da por supuesto que Europa es la única fuente de significado, el centro de gravedad del mundo, y la “realidad” ontológica para el resto del mundo. Para S&S, el pensamiento eurocéntrico atribuye a “Occidente” un sentido casi providencial del destino histórico. El eurocentrismo como la perspectiva renacentista en pintura, observa el mundo desde un único y privilegiado punto de vista. Crea una cartografía en la que el mundo se agrupa en torno a una Europa agrandada, mientras que a África literalmente se la “empequeñece”. “Oriente” está dividido entre el próximo, el medio y el lejano haciendo Europa de árbitro de la evaluación espacial, del mismo modo que el huso horario del paralelo de Greenwich
  • 3. determina la medición del tiempo. El eurocentrismo divide el mundo entre “Occidente y lo demás” y organiza el lenguaje cotidiano en jerarquías binarias que siempre favorecen a Europa: nuestras “naciones”, sus “tribus”; nuestras “religiones”, sus “supersticiones”; nuestra “cultura”, su “folklore”; nuestro “arte”, su artesanía; nuestras “manifestaciones”, sus “desórdenes callejeros”; nuestra “defensa”, su “terrorismo”. El eurocentrismo surgió en primer lugar como un discurso de justificación del colonialismo, ese proceso por el que las potencias europeas obtuvieron la hegemonía de casi todo el mundo. De ahí que J. M. Blaut (1993), citado por S&S (21), defina el eurocentrismo como “el modelo del mundo del colonizador”. Como sustrato ideológico común a los discursos colonialistas, imperialista y racista, el eurocentrismo es una forma de pensar que permea la estructura de las prácticas y representaciones contemporáneas, incluso después del fin formal del colonialismo (21). S&S afirman que aunque el discurso colonialista y el discurso eurocéntrico están íntimamente relacionados, los dos términos difieren en su énfasis. Explican que mientras el primero justifica de manera explícita las prácticas colonialistas, el otro entierra, da por supuesto y “normaliza” las relaciones de poder jerárquicas generadas por el colonialismo y el imperialismo, sin ni siquiera convertir esas cuestiones en temas discutibles de manera directa. Aunque generado por el proceso colonizador, los vínculos del eurocentrismo con ese proceso se ocultan mediante una especie de epistemología enterrada. Aunque los autores estiman que el discurso eurocéntrico es complejo, contradictorio, históricamente inestable, consideran que el eurocentrismo como modo de pensar puede considerarse ligado a un determinado número de tendencias u operaciones intelectuales que se refuerzan mutuamente: 1) El discurso eurocéntrico proyecta una trayectoria histórica línea que va desde la Grecia clásica (idealizada como “pura”, “occidental” y “democrática”) hasta la Roma imperial y a partir de entonces a las capitales metropolitanas europeas y a los
  • 4. 4 Estados Unidos. Entiende la historia como una serie de imperios: la Pax Romana, la Pax Hispanica, la Pax Britannica y la Pax Americana. En todos esos casos se considera a Europa, sola y sin ayuda, el “motor” del cambio histórico progresivo: inventa la sociedad de clases, el feudalismo, el capitalismo, la revolución industrial. 2) El eurocentrismo atribuye a “Occidente” un progreso inherente en cuanto a instituciones democráticas (Torquemada, Mussolini y Hitler deben considerarse aberraciones dentro de esta lógica de amnesia histórica y legitimación selectiva). 3) El eurocentrismo ignora las tradiciones democráticas no europeas, mientras que oculta cómo se manipula la democracia formal occidental y esconde la participación de Occidente a la hora de socavar las democracias en otros países. 4) El eurocentrismo minimiza las prácticas opresoras de Occidente considerándolas contingentes, accidentales, excepcionales. El colonialismo, el comercio de esclavos y el imperialismo no son considerados como catalizadores fundamentales del poder desproporcionado de Occidente. 5) El eurocentrismo se apropia de la producción material y cultural de los no europeos, pero niega los logros de los demás y esa misma apropiación, consolidando así su “yo” y glorificando su propia antropofagia cultural. En resumen, el eurocentrismo hace que la historia occidental sea potable, pero trata con condescendencia y demoniza lo que no sea occidental. Cuando piensa sobre sí mismo, se centra en los logros más nobles –la ciencia, el progreso, el humanismo-, pero cuando piensa en lo no occidental se centra en deficiencias reales o imaginarias (22). Los autores afirman que su libro Multiculturalismo, cine y medios de comunicación es un trabajo académico que critica la universalización de las normas eurocéntricas, la idea que haya una raza que, como dice Aimé Césaire, “tenga el monopolio de la belleza, la inteligencia y la fuerza”. Nuestra crítica del eurocentrismo se dirige no a los europeos como individuos sino a la relación opresiva que históricamente Europa ha mantenido con sus “otros” internos y externos. De ninguna manera sugerimos, claro está, que los no europeos sean “mejores” que los europeos, o que las culturas minoritarias del Tercer Mundo sean intrínsecamente superiores. No hay europeos con una tendencia innata a cometer genocidio, como algunos teóricos afrocéntricos dirían –tales teorías invierten simplemente las demonizaciones colonialistas- ni los indígenas o pueblos del Tercer Mundo son generosos ni nobles por naturaleza. Tampoco creemos en el narcisismo europeo invertido que considera que Europa es el origen de todas las desgracias sociales del mundo. Tal acercamiento sigue siendo etnocéntrico (“Europa exhibe su propia inaceptabilidad frente a un espejo antietnocéntrico”, en palabras de Derrida) y
  • 5. también exime a las élites patriarcales del Tercer Mundo de toda responsabilidad. Tal “victimismología” reduce la vida no europea a una respuesta patológica a la penetración occidental. Simplemente le da la vuelta a las afirmaciones colonialistas… La cuestión no es, como dice Talal Asad, “hasta qué punto los europeos son culpables y los habitantes del Tercer Mundo inocentes, sino saber cómo se han constituido históricamente los criterios que determinan culpa e inocencia” (22). Eurocentrismo y racismo La palabra “eurocéntrico” a veces provoca reacciones exageradas porque se considera sinónima de “racista”. Pero, aunque el eurocentrismo y el racismo están históricamente relacionados –por ejemplo, la eliminación de África como un sujeto histórico refuerza el racismo contra los afroamericanos-, los autores reiteran en que de ninguna manera pueden considerarse equivalentes, por la simple razón de que el eurocentrismo es la visión consensuada, “normal”, de la historia que la mayoría de los habitantes del Primer Mundo e incluso muchos del Tercer Mundo aprenden en el colegio y que se imbuye a los medios de comunicación (22-23). Como resultado de esta operación de normalización, es muy posible ser un antirracista a nivel consciente y práctico, pero aún un eurocéntrico. El eurocentrismo es más un posicionamiento implícito que una declaración política; es decir, que la gente no se define como eurocéntrica del mismo modo que un machista no va por ahí diciendo: “Hola, me llamo Juan y soy un falócrata” (23). Los autores señalan que más que atacar a Europa en sí, un multiculturalismo antieurocéntrico relativiza Europa, y la ve como una ficción geográfica que aplasta la diversidad cultural de, incluso, la misma Europa. Europa siempre ha tenido sus regiones periféricas y comunidades marginadas (judíos, irlandeses, gitanos, hugonotes, musulmanes, campesinos, mujeres, homosexuales-lesbianas). S&S destacan que tampoco apoyan una actitud eurofóbica; señalan que su propio texto invoca conceptos y pensadores europeos. El hecho de que enfaticemos el lado “negativo” de la historia europea no significa que nosotros no reconozcamos un lado “positivo” de logros políticos, artísticos y científicos. Y ya que el eurocentrismo es un discurso situado históricamente y no una herencia genética, los europeos pueden ser antieurocéntricos, del mismo modo que los no europeos pueden ser eurocéntricos. Europa siempre ha producido sus propios críticos del imperio. Resulta irónico que algunas de las figuras europeas de la cultura más respetadas por los neoconservadores de hoy día hayan condenado el colonialismo. Samuel Johnson, el arquetipo del conservador neoclásico, escribió en 1759 que “los europeos apenas van a ninguna parte si no es para dar rienda suelta a
  • 6. 6 su avaricia, y para extender la corrupción, para arrogarse el dominio sin ningún derecho y practicar la crueldad sin motivo alguno”. Incluso Adam Smith, el santo patrón del capitalismo, escribió en La riqueza de las naciones (1776) que, para los nativos de las Indias Orientales y Occidentales, todos los beneficios comerciales que resultan del descubrimiento de América “se han hundido y perdido con las horribles desgracias que ha ocasionado”. Sin embargo, cuando los multiculturalistas contemporáneos señalan lo mismo, se les acusa de “atacar a Europa”... (23) Multiculturalismo y medios de comunicación A juicio de S&S, el pensamiento eurocéntrico no es representativo de un mundo que desde hace mucho tiempo ha sido multicultural. Egipto amalgama influencias faraónicas, árabes, musulmanas, judías, cristiano-coptas, y mediterráneas; India es increíblemente plural en cuanto a lengua y religión; y la “raza cósmica” de México mezcla al menos tres conjuntos de culturas. Tampoco el multiculturalismo de Norteamérica es reciente. “América” empezó como políglota y multicultural, hablando una gran cantidad de lenguas: europeas, africanas y autóctonas (24). Según los autores, puede que la palabra “multiculturalismo” pase de moda pronto, pero no las cuestiones que plantea, pues estas querellas contemporáneas no son más que la manifestación superficial de un “movimiento sísmico” más profundo –la descolonización de la cultura global- cuyas implicaciones apenas empezamos a calibrar. Sólo el reconocimiento de la inercia del legado colonialista y del papel crucial de los medios de comunicación en prolongación puede explicar la necesidad de un llamamiento al multiculturalismo. Para los autores, el multiculturalismo significa ver la historia del mundo y la vida social contemporánea desde la perspectiva de la igualdad radical de los pueblos en estatus, potencial y derechos. El multiculturalismo descoloniza la representación no sólo en cuanto a artefactos culturales –cánones literarios, piezas de museo, tipos de cine-, sino también desde el punto de vista de las relaciones de poder entre comunidades. S&S subrayan que su propósito es, por encima de todo, establecer conexiones. Primero, desde el punto de vista temporal. Mientras los medios de comunicación tratan al multiculturalismo como reciente fenómeno al que apuntarse sin relacionarlo con el colonialismo, S&S basan su discusión en una historia más larga de opresiones múltiplemente ubicadas. Y aunque muchos estudios literarios de la cultura y del imperio se centran en los siglos XVIII y XIX, los autores siguen el discurso colonial hasta 1492, enlazando representaciones de “la historia antigua” con representaciones contemporáneas, pasando de discursos sobre la Grecia clásica o África, por ejemplo, a anuncios de televisión de hoy.
  • 7. En segundo lugar, S&S establecen conexiones desde el punto de vista espacio- geográfico, planteando debates sobre la representación en un contexto más amplio que abarque América, Asia y África. En tercer lugar, los autores establecen conexiones desde el punto de vista de la interdisciplinariedad, forjando vínculos entre campos que normalmente están compartimentalizados (el periodismo, la teoría literaria, la etnografía reflexiva y experimental, el feminismo del Tercer Mundo, los estudios poscoloniales y varios estudios regionales y étnicos). En cuarto lugar, desde el punto de vista intertextual, los autores conciben los medios de comunicación como parte de una red discursiva más amplia, que va desde lo erudito (poemas, novelas, historia, artes escénicas, teoría cultural) a lo popular (televisión comercial, música pop, periodismo, parques temáticos, folletos turísticos). Aunque algunos intelectuales progresistas desdeñen a veces los tramos más bajos de la cultura popular, el eurocentrismo se alimenta de los sentimientos cotidianos que experimentan las masas populares. En quinto lugar, desde el punto de vista conceptual, S&S vinculan cuestiones de colonialismo, imperialismo y de nacionalismo del Tercer Mundo, por un lado, con otros de raza, etnicidad y multiculturalismo, por otro, e intentan situar historias guetizadas y discursos en relación productiva (por ejemplo, no siguen la práctica convencional de desligar cuestiones de racismo de cuestiones de antisemitismo). Shohat y Stam indican que la naturaleza global del proceso de colonización, y el alcance global de los medios de comunicación contemporáneos, en la práctica obligan al crítico cultural a ir más allá del marco restringido de la nación-estado (25). De hecho, Multiculturalismo, cine y medios de comunicación configura un campo interdisciplinario que ha ganado impulso pero que apenas ha recibido un nombre, y que nosotros llamaríamos “los estudios multiculturales de los medios de comunicación”. Varias subcorrientes se mezclan en la corriente más amplia del estudio multicultural de los medios de comunicación: el análisis de la representación de la “minoría”; la crítica de los medios de comunicación imperialistas; el trabajo sobre el discurso colonial y poscolonial; la teorización del “Tercer Mundo” y del “Tercer Cine”; las historias y los análisis de los medios de comunicación “indígenas”, “de la diáspora”, de las “minorías” del Primer Mundo y del Tercer Mundo; el trabajo de educar sobre los medios de comunicación multiculturales y antirracistas (25). Sostienen los autores que en la medida en que toda lucha política de la era posmoderna pasa por el reino del simulacro de una cultura de masas, los medios de comunicación son absolutamente cruciales para cualquier discusión sobre el multiculturalismo. Los medios de
  • 8. 8 comunicación contemporáneos modelan la identidad; de hecho hay muchos estudiosos que piensan que están situados cerca del centro mismo de la producción de identidad. Para S&S, en un mundo transnacional tipificado por la circulación global de imágenes y sonidos, bienes y gentes, el número de espectadores de los medios de comunicación tiene un impacto muy complejo en la identidad nacional y en el sentimiento de pertenencia a un grupo. Facilitando una interacción con pueblos lejanos, los medios de comunicación “desterritorializan” el proceso de imaginar las comunidades. Y aunque los medios de comunicación pueden destruir la comunidad y crear soledad haciendo que los espectadores se vuelvan consumidores atomizados o mónadas autoentretenidas, también pueden crear filiaciones alternativas y de comunidad. Del mismo modo que los medios de comunicación pueden “alterizar” culturas, también pueden promover coaliciones multiculturales. Y si el cine dominante ha caricaturizado históricamente a las civilizaciones distantes, los medios de comunicación hoy tienen muchos más centros, y tienen el poder no sólo de ofrecer representaciones compensatorias sino también de abrir espacios paralelos para una transformación multicultural simbiótica. Shohat y Stam proponen en el libro una discusión teorizada e historizada del eurocentrismo modelado y desafiado por los medios de comunicación. ¿Qué estrategias narrativas y cinematográficas han privilegiado las perspectivas eurocéntricas y cómo se han cuestionado esas perspectivas? Aunque los autores destacan textos y prácticas alternativas, éstos plantean que Multiculturalismo, cine y medios de comunicación no adopta una actitud monolíticamente hostil hacia los medios de comunicación dominantes. Ni formulan una acusación contra todo Hollywood –como cualquier otra praxis, Del mismo modo que los medios de comunicación Hollywood es lugar de tensiones y contradicciones- ni pueden “alterizar” consideran las vanguardias como refugio que proteja culturas, también pueden promover coaliciones contra el eurocentrismo. No obstante, los autores sí multiculturales. sugieren que la realidad es más complicada que los sueños del hollywoodcentrismo (ni que decir tiene que se usa el término “Hollywood” no para expresar un rechazo instintivo de todo lo que es cine comercial, sino como abreviatura de una forma de cine “dominante” que es estilísticamente conservador, ideológicamente reaccionario, y producido en masa) [25-26]. Los autores aseguran que su meta no es sólo mirar a Hollywood con ojos multiculturales sino también descentralizar la discusión y llamar la atención hacia otras tradiciones, otros cines, otras formas audiovisuales…
  • 9. Aunque los autores hablan de cine de diversos tipos (desde el cine de entretenimiento de Hollywood hasta la vanguardia combativa) y de muy diversas procedencias nacionales, subrayan que no es su intención hacer un repaso del cine mundial: Nos centramos en el cine que tiene que ver con el multiculturalismo, no con el que lo evita, ignora o trasciende; exploramos la cultura popular audiovisual progresista, junto con una amplia gama que incluye películas críticas hechas en Hollywood, películas minoritarias del Tercer mundo, vídeos musicales de rap, vanguardia politizada, documentales didácticos y la combatividad de la cámara de vídeo de activistas de una comunidad. Pero en vez de hacer un repaso de los medios de comunicación mundiales como un todo, recurriremos a las prácticas culturales y los ejemplos textuales por su valor político, teórico o metodológico (26). Multidisciplinariedad A juicio de Shohat y Stam, al mezclar la historia discursiva con el análisis textual, el ensayo teórico especulativo con el resumen crítico, Multiculturalismo, cine y medios de comunicación toca elementos de varias disciplinas. Mientras los autores reconocen la especificidad del cine- medios de comunicación, también se conceden la libertad típica de los estudios culturales para deambular por disciplinas, textos o discursos, ya sean antiguos o modernos, de la cultura alta o de la baja. Como un híbrido en cuanto a disciplinas, el libro desarrolla una metodología sincrética, hasta canibalista. Su arquitectura general va del pasado al futuro, del didactismo a la especulación, de la hegemonía a la resistencia, de la crítica a la afirmación. S&S consignan que su propósito no es ni apoyar de manera global ni condenar de manera global ningún cuerpo específico de textos; la cuestión es simplemente convertirse en lectores de prácticas culturales que aprecian los matices artísticos y que están bien informados históricamente. De ahí que señalen que Multiculturalismo, cine y medios de comunicación no está estructurado de tal forma que un movimiento lineal inexorable lleve al lector a una conclusión prescriptiva, puesto que el “argumento” general respecto al
  • 10. 10 eurocentrismo no se afirma de manera atrevida y explícita sino que se desentraña poco a poco. Sobre el contenido del libro los autores avanzan que hay varios leitmotivs tejidos en varios capítulos, lo cual crea un eco musical ya que el mismo tema aparece en diferentes contextos. Así, si “El imaginario imperial” (capítulo 3) destaca la escritura colonialista de la historia, “Las estéticas de las resistencias” (capítulo 7) destaca la reescritura hecha por los ex colonizados. Temas como la crítica de los paradigmas eurocéntricos, la elaboración de una metodología relacional, la búsqueda de una estética alternativa, y el cuestionamiento de diversos términos que comiencen con el prefijo “pos” son parte esencial de la estructura del texto. Algunos temas que aparecen primero en un registro colonialista –hibridación, sincretismo, mestizaje, canibalismo, magia- reaparecen luego en un registro anticolonialista, liberador, de tal modo que desde un punto de vista temático las diversas secciones están en sintonía (26-27). El capítulo introductorio de Multiculturalismo, cine y medios de comunicación, “Del eurocentrismo al policentrismo”, es una síntesis de los debates centrales sobre el “eurocentrismo”, el “racismo”, el “Tercer” y “Cuarto” Mundo y “el poscolonialismo” y ofrece un aparato conceptual para subsiguientes discusiones. Aquí los autores proponen el concepto el concepto de “multiculturalismo policéntrico” como alternativa del pluralismo liberal (27). El segundo capítulo “Formaciones del discurso colonialista”, examina de un modo global la naturaleza, los orígenes y las ramificaciones del discurso eurocéntrico colonialista vistos como parte de un intertexto para representaciones de hoy en día. Los autores argumentan que los medios de comunicación absorben y reutilizan el mismo discurso colonialista que permea campos tan variados como la filosofía, la literatura y la historia. Más que dar un repaso general a la historia, nos centramos en luchas que han marcado un hito respecto a temas como “Grecia/Egipto”, “los viajes de descubrimiento”, los discursos de progreso y las antinomias de la “Ilustración”, poniendo menos énfasis en los mismos hechos históricos y
  • 11. más en las secuelas que han dejado en el discurso. A modo de ilustración, S&S llaman la atención sobre los textos periodísticos que toman partido en estos debates: por ejemplo, las muchas películas sobre Colón y los conquistadores. El tercer capítulo, “El imaginario imperial”, explora la influencia del imperio en el cine, teniendo en cuenta que los mismísimos orígenes de éste coinciden con el punto álgido del imperialismo. ¿Cuál fue el papel del cine frente a la novela y los medios impresos al crear el imaginario imperial masculinista? Después de afrontar las primeras producciones imperiales de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, incluidas las formas protocinematográficas de exhibiciones coloniales, examinamos el western de Hollywood como paradigma del modo en que Hollywood trata los encuentros entre el Primer y el Tercer Mundo. Aquí sugerimos que el intertexto colonizador de la película de aventuras imperial y el western estructuran de manera subliminal representaciones incluso contemporáneas, lo cual resulta obvio en películas como Memorias de África (Out of Africa, 1985) o Pasaje a la India (Passage to India, 1984), e incluso en la cobertura de los medios de comunicación de la guerra del Golfo Pérsico de 1991. A lo largo del capítulo los autores destacan no sólo el contenido de estas historias sino también su mediación, a través del género y a través de modos específicamente cinematográficos o televisivos, de manipular el punto de vista, la focalización y la identificación. El cuarto capítulo, “Tropos del Imperio”, se concentra en las operaciones tropológicas del eurocentrismo como un substrato figurativo dentro del discurso del imperio. Los autores sugieren que el discurso eurocéntrico a menudo opera a través de metáforas, tropos y figuras como la animalización, la infantilización, etc. Aquí S&S se centran concretamente en la personificación visual de tropos que indican género y erotismo como “tierras virginales” “continentes oscuros”, “territorios ocultos”, harenes imaginarios y fantasías de violaciones y rescates. Para los autores, estos lugares comunes subyacentes revelan las actitudes eurocéntrica hacia la tierra, la ecología, las culturas no europeas, y tienen un efecto a nivel mundial a través de discursos institucionales como los de la arqueología y el psicoanálisis (27-28).
  • 12. 12 El quinto capítulo, “Estereotipo, realismo y la lucha por la representación”, trata los debates sobre “realismo” e “imágenes positivas”, y evalúa de manera crítica el campo metodológico conocido como “estudios de la imagen”. ¿Hasta qué punto los análisis de “estereotipos y distorsiones” han sido útiles con relación a un medio que todavía se asocia enormemente con lo real, y hasta qué punto nos han conducido a callejones sin salida teóricos? Mientras estos trabajos han sido fundamentales para movilizar a la gente en lo que respecta a la identidad y para la crítica de los medios de comunicación dominantes, aquí explicaremos que también es importante pasar de un enfoque basado en los personajes a métodos que tienen en cuenta también otras dimensiones como el escenario institucional, la política de decisiones sobre la lengua y los repartos, el papel de los géneros, y la variación cultural (28). El sexto capítulo, “La dimensión relacional de las etnicidades”, tiene un enfoque relacional respecto a la representación de los medios de comunicación, que opera a la vez dentro, entre y más allá del marco del estado-nación. Los autores explican que una metodología relacional permite la excavación de la presencia racial sumergida incluso en un cine, como el de los musicales más ñoños de Hollywood, que no hace de la raza un tema por principio. S&S insisten en que la compleja presencia relacional de indígenas y de pueblos de diáspora africana por toda América requiere un enfoque transnacional que destaque los conflictos de las identidades y las comunidades culturales dentro y a través de las fronteras. El séptimo capítulo, “Las estéticas de las resistencias”, da cuenta de la explicación alternativa de la historia del colonialismo y el neocolonialismo desde el cine del Tercer Mundo y postercermundista. Con una muestra reducida de películas, en su mayoría de los años sesenta, los autores exponen la gama de estrategias nacionalistas revolucionarias: “El Tercer Cine”, “La estética del hambre”, “Alegorías del subdesarrollo”. Las películas que se estudian son claros ejemplos de una lucha en dos frentes donde se funden la historiografía revisionista con la innovación formal. La batalla de Argel (La bataglia de Algeria, 1966) adopta las técnicas asociadas al reportaje de televisión para contar la historia de la independencia argelina. La hora de los hornos (1968) funde un vanguardismo político y
  • 13. formal de manera incendiaria, mientras Tierra en trance (Terra em transe, 1967) ofrece “Alegorías de la impotencia” modernas. Películas de carácter reflexivo, como Cabra: marcado para morrer (1984), finalmente se centran en las particularidades de los procesos de realización del cine del Tercer Mundo. “Las estéticas de las resistencias”, se centra en los intentos de sintetizar una política radical con estéticas alternativas, en un movimiento doble y complementario que abarca tanto la forma como el contenido. Las películas que los autores tratan van “más allá” que las películas de capítulos anteriores, primero porque rechazan la estética realista a favor de estrategias de jiu-jitsu mediático, paródico-carnavalescas y antropófagas; y segundo, porque trascienden una preocupación exclusiva por la nación, cuestionando un discurso nacionalista desde un punto de vista de clase, género, sexualidad y de identidad diaspórica. En lo que los autores llaman “cine postercermundista”, las tradiciones culturales “arcaicas” paramodernas como la oralidad y el carnaval, se convierten en la fuerza motriz de la estética modernizante o posmodernizante (28-29). Aquí, en lugar de proponer una estética monolíticamente correcta, los autores recuerdan una variedad de estrategias que se oponen, que tomadas en su conjunto tienen potencial para revolucionar la educación y la producción audiovisual (29). El capítulo final, “La política del multiculturalismo en la era posmoderna”, teoriza sobre los espectadores, la recepción y la educación sobre los medios de comunicación. El hecho de convertirse en espectadores, ¿afecta a la pertenencia a una comunidad o a una afiliación política en un mundo cada vez más transnacional? Aquí se explican las ideas de “lecturas racialmente resistentes”, “estructuras analógicas de sentimientos” y “espectador multicultural”. Finalmente, los autores exploran las oportunidades que se abren ante una educación audiovisual multicultural y antieurocéntrica. Shohat y Stam indican que el libro está estructurado con una doble idea: Por un lado, nuestra meta es exponer el eurocentrismo como algo de lo que normalmente no se es consciente, algo que se da por supuesto, que no se piensa, como una tendencia no reconocida, como una especie de mala costumbre epistémica, tanto en la cultura de los medios de comunicación de masas como en el reflejo intelectual de esa cultura. Por otro lado, queremos desmontar, dejar al desnudo, el discurso eurocéntrico, y superarlo avanzando hacia una teoría y una práctica relacionales. Más que luchar por un “equilibrio”, esperamos “enderezar el equilibrio”. La crítica eurocéntrica, explicaremos, no es sólo políticamente retrógrada sino estéticamente rancia, trasnochada, sin chispa e infructuosa. Hay muchas alternativas estéticas, políticas y cognitivas al eurocentrismo: nuestra esperanza es definirla, dejarlas a la vista (29).
  • 14. 14 … Así, hay una pregunta que recorre este libro; es la siguiente: dado el eclipse de las metanarrativas revolucionarias en la era posmoderna, ¿cómo criticamos a los medios eurocéntricos dominantes y a la vez sacamos el máximo partido de sus placeres innegables? Los autores reconocen que no están interesados en textos impecablemente correctos producidos por sujetos revolucionarios irreprochables e insisten en la necesidad de dejar de preocuparse por la incorrección, de buscar textos perfectamente correctos y de buscar personajes perfectos, y, en vez de todo esto, señalan que se debe asumir la imperfección y la contradicción (29-30). Atendiendo a su doble idea central, Shohat y Stam se disponen a desplegar una doble operación de crítica y celebración, de desmantelamiento y de reedificación, de crítica de tendencias etnocéntricas dentro del discurso dominante a la vez que celebramos el utopismo transgresor de textos y prácticas multiculturales (30). Por “utopía” los autores no entienden el modelo científico de las utopías o metanarrativas totalizantes del progreso, sino más bien “utopías críticas” que buscan lo que Tom Moylan llama “expresión sediciosa del cambio social” llevada a cabo en “un proceso permanentemente abierto de una visión que no se acaba de cumplir”. Para S&S, más que construir un concepto purista de textos correctos o lugares inmaculados de resistencia, … nos gustaría proponer una actitud positivamente depredadora que abarque potencialidades educativas y estéticas en una gran variedad de prácticas culturales, y que encuentre en ellas las semillas de subversión que puedan florecer en un contexto alterado. Más que enzarzarnos en una crítica autoritaria y moralista, nuestra esperanza es señalar las posibilidades exuberantes que el multiculturalismo policéntrico y crítico abre ante nosotros (30). Material didáctico elaborado por la Prof. Briseida Allard O., Escuela de Relaciones Internacionales, Universidad de Panamá.