1. ENSEÑANZAS ÉTICAS DE LOS PROFETAS
DEL ANTIGUO TESTAMENTO
1. Objetivos del ministerio profético
Los profetas hacían algo más que pronosticar el futuro. En realidad, el papel primordial del profeta, de acuerdo
con la etimología del término, es "hablar en nombre de otro"; en este caso, de Dios. Así que el propósito
inmediato de los profetas del Antiguo Testamento era amonestar y aconsejar a sus contemporáneos. También
sus predicciones tenían la finalidad de sacar a esta gente de su estado de falsa satisfacción, de convencerle de
pecado y de hacerles volver a Dios y a Su ley. Como dice A.F. Kirkpatrick, "luchaban para volver al pueblo a su
lealtad hacia Jehová, y para elevar las prácticas al nivel de la fe".22 Dios habló por ellos (Miq. 3:8) y en este
sentido, su mensaje era nuevo; pero lejos de ser innovadores, recuerdan al pueblo el pasado, es decir, el pacto
(Os. 6:7; 8:1), la ley (Os. 4:6; Am. 2:4) y los actos liberadores que Dios ejecuta en favor de su pueblo (Os. 11:1;
Am. 2:10; 3:1). En Oseas se plasma típicamente la figura de Israel como la esposa infiel de Yahvé (o Jehová),
que debe retornar a su primer amor.
Más tarde, destacan los profetas contemporáneos Jeremías y Ezequiel, que son enviados a dos sectores del
pueblo muy distintos entre sí. Jeremías profetiza a Jerusalén bajo un juicio inminente, mientras que Ezequiel
profetiza a los desterrados que ya habían experimentado el juicio divino. Mientras Jeremías denuncia los males
de un orden civil y religioso corrompido, Ezequiel puede hablar de la restauración del pueblo y de su culto a
Yahvé (o Jehová).
2. El mensaje distintivo de cada profeta
Amos habla de justicia y de juicio. Dios es el juez justo de las naciones (5:24), que exige una conducta justa de
parte de Su pueblo.
Ezequiel, como también Jeremías, al resaltar, con el énfasis característico de los profetas del 2° período (finales
del siglo VII y siglo VI a. de C), la responsabilidad individual ante Dios, representa un progreso en la Ética de
Israel. Cada cual morirá por su propio pecado (18:4-20). No será posible salvarse a base de las virtudes ajenas
(14:14). Esto contrasta con la enseñanza anterior, que tiene un énfasis colectivo. En la Ley, la culpa es del
pueblo en general, o de toda una familia (Ex. 20:5; Núm. 16:27-32; Jos. 7:24-25).
Isaías y Miqueas hablan del carácter santo de Yahvé, "el Santo de Israel", quien exige la santidad en Su pueblo
(Is. 33:13-17; Miq. 1:2-5).
Jeremías, como Ezequiel, enfatiza que cada cual morirá por su propio pecado (31:29-30).
Oseas habla del amor de Dios como esposo de Israel. Su término favorito es el vocablo hebreo "hesed" = lealtad
misericordiosa, fidelidad al pacto, amor a Su pueblo (14:1 ss.). Dios llama a Su pueblo a que retorne a El;
expresa Su deseo de perdonar y habla de las bendiciones que quiere derramar sobre ellos. Desea que Su pueblo
también exhiba esta cualidad para con El (6:4), y para con el prójimo (4:1; 6:6; 12:6).
A pesar de estas características distintivas, el mensaje de los profetas es básicamente el mismo: Si el pueblo se
arrepiente, Dios le perdonará (Am. 5:4-6,14-15; Is. 1:18; Miq. 7:18-20). "Miqueas —dice H.L. Ellison—
resume los requisitos de la religión auténtica en un versículo famoso (6:8), el cual combina la enseñanza de sus
tres insignes predecesores: hacer juicio (Amos); amar la misericordia o "hesed" (Oseas); y humillarte para andar
con tu Dios, es decir, como conviene a Su carácter santo (Isaías)".23
3. Puntos éticos que destacan en la enseñanza profética
A) La separación de Dios, que se manifiesta en los siguientes aspectos:
1) La apostasía religiosa, ya en su aspecto general (Is. 59:13), ya en los sacrificios a dioses ajenos (Os. 2:13;
4:10; 11:2), en el culto a ídolos e imágenes idolátricas (Is. 2:8; Os. 13:2), en el seguimiento de costumbres
extranjeras (Is. 2:6; Miq. 5:12-14). En Jeremías y Ezequiel, su denuncia de la apostasía es más contundente aún
que la de los profetas anteriores, a causa del descarado paganismo del reinado de Manases, que las reformas de
Josías no habían sido capaces de extirpar (Jer. 3:10). Así vemos cómo Jeremías condena la idolatría y la
multiplicación de los dioses (5:7; 11:13). Antes de Manases, el culto idolátrico aún pretendía ser dirigido a
Yahveh (o Jehová), pero ahora se han introducido dioses ajenos (7:17-18, comp. con Sof. 1:5-6) y hasta
sacrificios humanos (7:31). En los primeros capítulos, Jeremías emplea un estilo que recuerda al de Oseas,
2. comparando la relación entre Israel y su Dios a la de dos esposos o a la de padre e hijo (2:9; 3:1,20; 31:9); habla
de la locura de la idolatría (2:11-13; 11:12; 16:20); con todo, el pueblo es inconsciente de su desobediencia
(2:23; 8:8; 18:18). Ezequiel denuncia, tanto la idolatría en Israel (6:13), y en Jerusalén (8:6-16), como la que
aún persiste entre los desterrados (14:1-8). Es una afrenta a Jehová y a Su nombre (20:9, 14,22), y las
consecuencias serán las condenaciones del juicio divino (6:7; 7:4). En 7:4 parece que el juicio consistirá en los
pecados que lleva consigo la idolatría.
2) El formalismo religioso. En los siglos VIII y VII a. de C, a pesar de la idolatría de Israel, continúan haciendo
sacrificios a Jehová. Los profetas condenan esta hipocresía (Am. 4:4-5; 5:21-23; 8:3,5,10), pues mientras hacen
sus sacrificios, se apresuran impacientes a seguir su mal camino; Dios no acepta tales sacrificios (Os. 5:6; 8:13),
sino que exige la conducta justa más bien que el sacrificio (Am. 5:14-18; Os. 6:6; 8:11-13; Miq. 6:6-8; Is.
1:11-17; 58:1-5,13). En Jeremías se acentúa todavía más esta denuncia del formalismo religioso, denunciando:
i) la vaciedad de las ceremonias, ya que confiaban en el Templo (7:4), en una adoración hipócrita, mientras
cometían toda clase de pecados (7:8-12). Por lo tanto, ya pueden quebrantar las leyes del sacrificio, comiendo la
carne del holocausto, porque ya no sirve para nada, mientras no escuchen la voz de Dios (7:21-23);
ii) el pecado radical de la desobediencia. Lo que Dios requiere primordialmente es la obediencia (11:1-8). La
circuncisión del israelita ya no vale nada cuando no hay obediencia; en su corazón, son iguales que los gentiles
(9:25-26);
iii) la pura exterioridad de la religión. Jeremías sabía que el Templo y su culto acabarían pronto; por eso acentúa
la importancia de la religión del corazón. El pueblo de Dios ya no tendrá por qué hablar de los objetos del culto,
como el Arca (3:16); sus sacrificios ya no serán sólo de animales, sino de alabanza (17:26, comp. con Heb.
13:15). También profetiza el nuevo pacto, caracterizado por la ley escrita en el corazón (31:33).
B) La injusticia social, en sus aspectos de:
1) Ostentación de opulencia y lujo fastuoso. Amos da una descripción de los ricos holgazanes: Tienen dos casas
ricamente adornadas (3:15), y celebran banquetes y fiestas con toda clase de pródigo dispendio en comida,
bebida, música y perfumes (6:4-6). Su prosperidad es el resultado de negocios sucios (Miq. 2:1-2; Is. 5:8). Las
mujeres son la personificación del orgullo y del derroche lujoso (Is. 3:18ss.)
2) La injuria, el latrocinio y la explotación. Los profetas acusan a los ricos de oprimir al pobre (Am. 2:6-8;
8:4-6), de pervertir la justicia (Am. 5:11-12), de ser acreedores crueles (Miq. 2:8-9), y de practicar negocios
fraudulentos (Miq. 6:10-11). Los gobernadores son unos malvados (Miq. 3:1-3) y la injusticia infecta toda la
sociedad (Is. 5:7-23; 33:15; 58:6-7,9-10; 59:1-7). En el período posterior, la injusticia se generaliza (Jer. 5:1;
7:5-6). Abundan la codicia (Jer. 6:13), el fraude (22:13), la traición (9:8), el robo, el adulterio, la mentira y el
homicidio (7:9). La predicción del juicio divino viene a ser una amenaza constante (Jer. 5:29). En Ez. 22:6-12,
vemos cómo el pueblo está lleno de violencia, de desprecio a los padres y al extranjero, a la viuda y al huérfano;
de la profanación del santuario y del sábado, de inmoralidad de toda clase, de usura y de fraude. En Amos y
Oseas, se condena igualmente el robo, el homicidio y la mentira (Os. 4:2; 6:8; 10:4; 11:12; 12:1), así como el
adulterio y los pecados con él relacionados (Am. 2:7; Os. 4:2).
C) El juicio divino. Una conducta tan inmoral, resultado del egoísmo y de la separación de Jehová, traerá sobre
el pueblo el juicio de Dios. Amos (3:2) pone el énfasis en la responsabilidad especial de Israel; Oseas (4:9)
acusa a Israel de su infidelidad al Esposo, quien se ve obligado a castigarle (V. también Is. 1:20; Miq. 3:12).
D) La gracia regeneradora. Este aspecto se muestra especialmente en los profetas del 2° período (fines del
siglo VII y siglo VI a. de C.), los cuales
1) llaman al pueblo al arrepentimiento (Jer. 25:5; Ez. 18:30-32;
2) proclaman el perdón divino. Van más lejos que los profetas del período anterior, profetizando el perdón para
los arrepentidos y el cambio interior que obrará Dios en Su pueblo (Jer. 24:7; 31:34; Ez. 36:25-29).
CUESTIONARIO:
1. ¿Cuáles son los objetivos del ministerio de los profetas del Antiguo Testamento —
2. ¿Cuál es el mensaje distintivo de cada uno de los principales profetas del A.T.? —
3. Puntos éticos que destacan en la enseñanza profética. —
3. 4. ¿Qué sesgo toma la denuncia profética en Jeremías y en Ezequiel? —
5. ¿Qué motivos de consuelo y de esperanza aportan estos dos profetas?
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