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UNIDAD 3
Solidaridad Don Bosco
Cuéntame otro cuento
26
Era la noche de Navidad y en todas las casas se disponían las familias para celebrar
la Nochebuena. De pronto, en el silencio nocturno, se oyó un fuerte ruido en la calle.
Algunas personas se asomaron con miedo a sus ventanas y vieron a un grupo de
hombres encapuchados que habían tirado varios adoquines contra el escaparate de
una tienda y pintaban con una brocha en la pared: “¡Fuera extranjeros!”.... “España
para los españoles”... La tienda era propiedad de un marroquí, que se había instala-
do en el barrio siete años atrás y vivía en un piso cercano con su mujer y tres hijos
que estudiaban en el colegio de aquella barriada.
La gente, muy asustada, corrió las cortinas o cerró sus ventanas. Al poco rato, siguie-
ron con sus preparativos de la cena de Navidad. Nadie se atrevió a llamar a la policía.
Los asaltantes se marcharon tan tranquilos y con grandes risotadas.
Al poco rato, dentro de la tienda se oyeron algunas voces: “¡Vámonos a nuestra
tierra!”...decía uno. “Pero ¿te has vuelto loco? ¿Cómo nos vamos a ir?”...contestaba
otro. “¿Es que no te das cuenta que aquí no nos quieren?...!Vámonos ahora mis-
mo!”…
Y la tienda empezó a bullir como si fuese un hormiguero. El café se marchó ense-
guida para Colombia y Brasil, de donde habían venido hace muchísimos años. El té
cogió un vuelo charter para la India, Camerún y Ruanda. Los collares de diamantes
sacaron vuelo para Sudáfrica, Sierra Leona y el Congo. Los anillos y otras prendas
de oro se fueron muy irritados a esos mismos países africanos. El cobre se fue a
Chile y el níquel a Nigeria. Las telas de algodón prepararon su pasaporte para Egipto
y las de seda para China. Toda la ropa vaquera se largó a EE.UU.
La carne, roja de vergüenza y enfado, hizo sus maletas para Argentina y las bana-
nas para Guatemala, Colombia y Nicaragua. El maíz y las patatas se repartieron por
todos los países de Latinoamérica, donde habían nacido sus tatarabuelos. Naranjas,
limones y mandarinas se fueron a Extremo Oriente, de donde los habían traído los
árabes hace siglos. Los eucaliptos regresaron a Australia y los cipreses a Persia;
los tomates a Perú, las berenjenas a la India, los pimientos a Guayana y el maíz a
México. El arroz, la alubia, el melocotonero, el tabaco... regresaron para siempre a
sus lugares de origen... Y así, poco a poco, cada cosa se marchó a su país de naci-
miento. La tienda se iba quedando casi vacía...
La gente del barrio volvió a asomarse a sus ventanas al sentir tanto movimiento en
la calle de aquellos extranjeros que se marchaban tan enfadados. Se reían de ellos y
se encogían de hombros diciendo: “¡Bueno, que se vayan!... Aquí tenemos de sobra
y nuestras fábricas producen de todo”...
Solidaridad Don Bosco
27
En ese mismo momento, el fuego de sus cocinas se apagó: la comida se estropeó
y sus hornos dejaron crudo el pavo, pues el gas se marchó volando a Argelia. Así
que tuvieron que pedir urgentemente en todos los hogares una tele-pizza, pero les
contestaron que el servicio había quebrado: ¡todas las pizzas se habían ido a Italia
sin avisar!
Dispuestas a no quedarse sin la cena navideña, muchas familias cogieron sus co-
ches para ir a algún restaurante que quedase abierto, pero... ¡no había gasolina en
sus depósitos ni en las estaciones de servicio!... El petróleo se fue a Venezuela, a
Irak y al Golfo Pérsico. Además, los coches habían quedado hechos una birria: el
caucho de las ruedas también se había ido a su país y las carrocerías parecían de
chicle, pues el aluminio, el hierro, el plástico, etc. ya no estaban tampoco.
¡Vaya Navidad!... Casi desesperados, con mucha hambre y aburridos, unos conecta-
ron el ordenador para pasar el tiempo con un video-juego; otros marcaron mensajes
en sus teléfonos móviles. Pero tampoco pudieron hacerlo: nadie sabía que tales
mecanismos funcionan con un mineral llamado coltán, que fue el primero en irse al
Congo, de donde lo habían traído recientemente. Además, estos utensilios tan mo-
dernos ya habían reservado billete para Japón, Taiwán y Tailandia.
¡Bueno, no pasa nada!... Encendamos la chimenea de leña y cantemos “Noche de
Paz”... se dijeron unos a otros para animarse. Mas ni siquiera eso pudieron cantar
puesto que el villancico había regresado a Austria a vivir en la casa de su composi-
tor.
Entonces, aquella gente de aquel barrio miró con lágrimas de arrepentimiento la
pintada en la pared de la tienda: “¡Fuera extranjeros!”... y pensaron que no debieron
haber permitido a aquellos brutos hacer tal barbaridad.
Y colorín colorado, ¡ qué bien que las cosas y las personas de distintos lugares del
mundo se hayan mezclado !
Autor: Esteban Tabares
Fundación Sevilla Acoge
cuento 1
Solidaridad Don Bosco
Cuéntame otro cuento
30
Hola, soy Tatiana, una niña de 9 años. Ahora estoy viviendo en un colegio-hogar lla-
mado Satipo, sí Satipo, no sapo ni sapito, SA TI PO. ¿Qué dónde está mi colegio?,
muy sencillo, en la selva de Perú. Pero no os preocupéis que aquí no hay ni leones
ni nada. Lo que sí hay son muchísimos árboles y casitas de piedra y caña. Y por su-
puesto, muchos niños y niñas corriendo por todos lados.
Cerca de mi colegio también hay carreteras, aunque son de tierra, y cuando llueve
parece que vivimos en un pueblo de barro. Barro por aquí y barro por allá. Hasta el
suelo de las clases se llena de barro.
En este colegio-hogar hay niños y niñas de muchas partes de la selva, por lo que
se habla muchos idiomas. El mío es el Ashaninca y también hablo perfectamente el
español.
Yo, junto a 200 niños y niñas, vivimos en una casita pegada al colegio. Nos cuidan
las profesoras, y nos tratan muy bien. ¡Ellas saben que echamos mucho de menos
a nuestras familias!. Yo no tengo padres, pero tengo unos abuelos que me quieren
mucho. ¡Qué pena que donde viven ellos no haya escuelas para mí!.
¿Qué cómo vestimos en mi colegio? ¿Os acordáis que aquí se hablaban muchos
idiomas porque somos de distinta parte de la selva? Pues igual pasa con la ropa
que llevamos. Nuestro colegio está muy chulo porque nuestra directora quiere que
sigamos vistiendo como lo hacíamos en nuestras aldeas. Yo visto con una túnica
naranja adornada con cáscaras de caracol. En la selva hay unos polvos que sirven
para teñir la ropa. Y los caparazones de caracol me los cosió mi abuela antes de
venirme a vivir a la escuela-hogar porque aunque esté lejos de ella le gusta verme
bien guapa.
¿Os he contado que estoy muy contenta en mi colegio? Ahora tengo muchos ami-
gos y amigas. Pero aún me pongo triste cuando me acuerdo de mis primeros días
aquí. Yo no conocía a nadie. Me costaba mucho hacer amistades nuevas. Además,
cuando salía al recreo había niños y niñas que hablaban otros idiomas y vestían muy
diferente a mí y en ocasiones me sentía un poco extraña. No entendía porqué me
miraban de una forma tan rara.
Todo eso cambió el día que, durante un recreo, una niña de 11 años me preguntó si
podía hacer un cuento para ella. Un cuento… ¿yo? Pero si yo no soy cuentista - le
dije-, y ella se rió a carcajadas. Ya lo sé, me dijo aquella niña de pelo negro. El cuento
es para publicarlo en la revista del colegio, y se llamará “La magia verde”.
Solidaridad Don Bosco
31
Pero yo seguía sin comprender nada, y fue cuando le pregunté porqué me pedía el
cuento a mí y no a otros niños y niñas del colegio. Y aquella chica me contestó que
por el vestido que llevaba había reconocido que era ashaninca y que, por tanto, yo
había vivido en una parte de la selva que parece mágica, y donde hacía muchos
años las plantas se utilizaban para curar enfermedades, y los ríos eran los más lim-
pios del planeta.
Me sorprendió mucho que aquella niña de 11 años supiera tantas cosas sobre el lu-
gar donde había nacido yo. Y era así porque ella también, de pequeñita, había vivido
allí. Era también ¡ashaninca! ¡No sabéis la alegría que me dió!
Fue entonces fue cuando acepté su propuesta para escribir un cuento sobre el lugar
donde las dos habíamos nacido, un lugar con magia verde. Sería una buena opor-
tunidad para dar a conocer nuestra cultura ashaninca a los demás niños y niñas del
colegio. Además, me iba a servir para no sentirme tan sola, y no olvidar que siempre
tenía un lugar donde regresar junto a mi abuelo y mi abuela.
Así que ¡manos a la obra!. Afortunadamente mi nueva amiga me ayudaba mucho,
y eso me facilitaba ir escribiendo el cuento sobre los ashaninkas. Pero la verdad es
que poco a poco me iba dando cuenta de que había muchas cosas que ya no re-
cordaba porque las antiguas costumbres de mi pueblo poco a poco también se iban
perdiendo.
Por suerte, las vacaciones de Navidad llegaron pronto, y con ella la hora de volver a
casa a descansar del colegio. Pero no todos los niños y niñas tenían un lugar donde
pasar las vacaciones, y debían quedarse en el colegio. Esto es lo que a mi nueva
amiga le pasaba, ella no tenía familia a la que visitar, así que decidí contárselo a mis
abuelos y ellos accedieron encantados a que me acompañara durante estas fiestas.
Además, podríamos aprovechar para que mi abuela nos contara viejas historias so-
bre plantas que ayudaban a curar enfermedades, sobre las propiedades de la tierra
para hacer pinturas, sobre piedras y ríos mágicos…un millón de historias que nos
servirían para terminar un bonito cuento.
Las vacaciones de navidad finalizaron, y era el momento de regresar al cole, y aun-
que nos daba pena tener que alejarnos otra vez de nuestro pueblo, había algo que
nos ilusionaba, y ese algo era que nuestro cuento saliera en la revista del colegio.
¡Por fin lo terminamos!, era un cuento la mar de bonito y entretenido. Y ¿sabéis
qué?, que gracias al cuento todos los niños y niñas del colegio ya no me miraban
de aquella forma tan rara, porque ya sabían qué significaba llevar un vestido de tela
con adornos de caracol, y además, no paraban de preguntarme sobre las historias
Cuéntame otro cuento
32
que nos contó mi abuela y de cómo eran mis otros amigos y amigas ashanincas.
Y fue entonces cuando más me alegré de poder seguir vistiendo como antes, y de
poder seguir estudiando mi propia cultura para que nunca, aunque los niños y niñas
tengamos que ir lejos para estudiar, nos olvidemos de que tenemos un lugar donde
regresar con diferentes costumbres, nuestro otro hogar, un hogar como la selva con
magia verde.
Ah, por cierto, no os olvidéis pegar mi sello en el mapa, porque será la forma de se-
guir recordando a los ashaninkas y a vuestra nueva amiga Tatiana.
Solidaridad Don Bosco
cuento 2
Solidaridad Don Bosco
Cuéntame otro cuento
34
Manuela es una niña gitana que ya tiene 10 años, y no le gusta demasiado ir al co-
legio. Cada mañana, su madre la despertaba y ella volvía a hacerse la dormida para
evitar ir al colegio.
A la madre de Manuela, que se repitiera la misma historia todas las mañanas y sobre
todo esa desgana que tenía su hija para estudiar, le estaba empezando a preocupar.
Un buen día, a la vuelta del colegio, Manuela se encontró colgada en el salón una
bandera con una franja verde y otra roja con una inmensa rueda de carro en el
centro. Manuela que era muy curiosa corrió a buscar a su madre para preguntarle
por aquella bandera, pero rápidamente su madre, la descolgó tranquilamente de la
pared, la dobló y la guardó sin darle más explicaciones. Al día siguiente, la madre de
Manuela, volvió a colocar la bandera un poco antes de que su hija regresara del cole
y cuando ésta entró por la puerta volvió a correr detrás de su madre para preguntarle
qué significaba aquella bandera. Pero su madre, una vez más sin decirle nada a la
niña, la descolgó, la dobló con esmero y la guardó.
Durante varios días se estuvo repitiendo esta situación, y la madre nunca le daba
explicaciones a Manuela, hasta que un día la niña no pudo más con su curiosidad y
empezó a buscar en todos los libros de la casa alguna foto o dibujo de esa curiosa
bandera.
Día tras día fue rebuscando en los libros, leyendo y encontrando diferentes historias
que cada vez le entusiasmaban más, hasta que un día: ¡por fin! ¡por fin! ¡la encontré!
¡la encontré! ¡Yuuuupi!
Manuela había encontrado en un libro muy bonito un dibujo con la bandera que su
madre había estado colgando todos los días en la pared del salón. La madre al es-
cuchar esos gritos de alegría se imaginó lo ocurrido y la observó sin que ella se diera
cuenta. Manuela parecía muy interesada mientras leía en un libro una pequeña his-
toria que había junto al dibujo de la bandera con la Rueda de carro en el centro…
“Érase una vez un gran pueblo llamado Rom, donde las personas calés (gitanas)
hablaban el caló (lengua propia). Algunos dicen que nacieron en Egipto, otros que
vienen de Pakistán e India. Pero la verdad es un misterio, sobre todo porque la cultu-
ra gitana ha sido siempre ágrafa, que quiere decir que no ha conservado por escrito
sus tradiciones.
Lo cierto es que los abuelos de nuestros abuelos fueron perseguidos, y la comunidad
gitana fue huyendo recorriendo pueblos y países en carromatos tirados por animales.
Solidaridad Don Bosco
35
Por eso, la comunidad gitana es de origen nómada, que significa que estaban acos-
tumbrados a viajar mucho y a cambiar de casa constantemente".
Manuela estaba comprendiendo que el carro que aparecía en esa bandera, era el
mismo carro que utilizaban sus antepasados para viajar de un lado a otro. Un carro
que servía para buscarse la vida como vendedores ambulantes. Pero quería saber
más sobre su significado.
Manuela siguió leyendo diferentes historias de la comunidad gitana y fue compren-
diendo algunas de sus costumbres.
Y entre tantos libros, Manuela encontró también algunas cartas que su abuela le es-
cribió a su madre hace ya muchos años, antes de que naciera Manuela.
En una de estas cartas la abuela de Manuela le contaba a su madre que la rueda de
carro simbolizaba los deseos de libertad de circulación más allá de las fronteras es-
tablecidas, y que ese significado lo tenía que trasladar a su vida. A seguir estudiando,
a mejorar, a crecer para ser cada vez más libres. Y también leyó esto:
“Hija, he tenido que trabajar mucho para que fueras a la escuela. Siempre he
creído que mis 5 hijos debían aprender a leer y escribir. Pero no era fácil en
aquel tiempo, porque algunos familiares no estaban de acuerdo con que estu-
diáramos. Pero yo les respondía que mis hijas tenían que estudiar, para que
algún día, fueran personas que pudieran ayudar a su pueblo, a la comunidad
gitana”
A Manuela le sorprendió mucho que hubiera personas que no quisieran que las niñas
gitanas fueran al colegio, y que hasta hacía muy poquito tiempo las mujeres se casa-
ban y tenían hijos mucho más jóvenes que ahora. Y por eso, aún hoy, solo 2 de cada
100 personas gitanas como la madre de Manuela tenían carrera universitaria.
Ahora Manuela entendía porqué su madre ponía tanto empeño en levantarla cada
día para ir al colegio.
Desde aquel día, Manuela se levantó con alegría cada día para ir al colegio y estu-
diar, bueno, de vez en cuando para hacer reír a su madre se hacía la remolona y se
volvía a la cama para hacerse de nuevo la dormida. Pero lo importante es que había
comprendido muchas cosas a través de una aparentemente simple rueda de carro.
Ycoloríancolorado¡elpueblogitanoamuchoslugaresdelmundoconsucarrohallegado!
Solidaridad Don Bosco
Solidaridad Don Bosco
Cuéntame otro cuento
38
Hola, me llamo Airam y soy un chico de las Islas Canarias. Supongo que sabes dón-
de estamos, en el Océano Atlántico, muy cerca de África.
El otro día llegó a mi colegio un chico del Sáhara, que se llama Abdel y que ha venido
a estudiar. Se está quedando con una familia canaria que le ha acogido en su casa.
Abdel nos estuvo contando cómo es su vida en el Sáhara, y es muy diferente a la
nuestra aquí. Me quedé muy sorprendido de todo lo que nos contó y no pude dejar
de pensar en ello todo el día.
Cuando llegué a casa se lo conté a mi familia, y mi abuelo me hizo muchas pregun-
tas. ¿Sabéis por qué? Pues porque hace muchos años él se fue al Sahara a vivir.
-	 ¿Y por qué te fuiste allí, abuelo? – Le pregunté. Entonces mi abuelo me empezó
a contar su historia:
“En aquella época, hace no demasiados años, aquí en Canarias pasábamos muchas
necesidades. Las tiendas tenían muy poquitas cosas y encima cada familia teníamos
un librito en el que marcaban lo que podíamos comprar, para repartirlas entre todos
sus habitantes. En casa no había suficiente comida para todos los hermanos y herma-
nas, y como yo era el mayor, en cuanto cumplí los 16 años me fui al Sáhara a trabajar.
Ahora ya no es así, pero entonces el Sáhara pertenecía a España. Como el Sáhara
era muy rico en minerales que había bajo la tierra, había empresas españolas que lo
sacaban para llevárselos a España. Yo trabajaba en una de esas empresas.
Mientras trabajé allí conocí a muchas personas saharahuis, que trabajaban conmi-
go. Tengo muchos amigos y amigas de aquella época, pero ya no viven en el lugar
en que yo viví. Cuando España se fue del Sáhara tuvieron que huir por la guerra, y
ahora viven en medio del desierto muy lejos de su país. Tu nuevo compañero Abdel
debe ser hijo o nieto de una de esas personas que tuvieron que dejar su casa.
En aquel momento yo me volví a Canarias y empecé a trabajar en otra cosa. Y es
curioso porque ahora tengo compañeros de trabajo que vienen del Sáhara y de otros
países a trabajar a Canarias. Al igual que yo hace muchos años, quieren mejorar sus
condiciones de vida. ¡Y qué bien que puedan hacerlo aquí!”
Y así fue como mi abuelo me contó su historia. Yo no sabía que también en Canarias,
y en toda España, muchas personas habían tenido que ir a vivir a otro país, porque
aquí también había mucha pobreza. ¡Cómo ha cambiado todo en tan poquito tiempo!
Y colorín colorado, ¡ Conozcamos de donde vienen las personas que están a nuestro
lado!
Solidaridad Don Bosco
Fábula la jirafa y el elefante
En una pequeña comunidad de las afueras, una jirafa había construido una nueva casa para su
familia. Era una casa ideal para jirafas, con una entrada y unos techos altísimos. Las altas ventanas
aseguraban el máximo de luz y buenas vistas a la vez que protegían la privacidad de la familia. Los
vestíbulos estrechos ahorraban un espacio importante sin comprometer la comodidad. Estaba tan
bien hecha que le concedieron el Premio Nacional de Jirafas a la Casa del Año. Sus propietarios
estaban muy orgullosos.
Un día, la jirafa estaba trabajando en su moderno taller de carpintería situado en el sótano y miró por
la ventana. Bajando por la calle iba un elefante. “Yo le conozco”, pensó. “Trabajamos juntos en el
comité del APA. Me pareció un trabajador excelente. Voy a preguntarle si quiere ver mi nuevo taller.
Quizá incluso podamos trabajar juntos en algún proyecto”. Así pues, la jirafa asomó la cabeza por la
ventana e invitó a entrar al elefante.
El elefante estaba encantado: él también había disfrutado el trabajar con la jirafa y estaba deseando
conocerle mejor. Además, había oído hablar de la carpintería y quería verla. Así que se acercó a la
puerta del sótano y esperó a que se abriera.
“Pasa, pasa”, dijo la jirafa. Pero inmediatamente se encontraron con un problema: la cabeza del
elefante cabía por la puerta, pero no había manera de que su cuerpo entrara.
“Menos mal que hicimos esta puerta extensible para poder meter mejor el equipo y los materiales en
la carpintería”, dijo la jirafa. “Dame un minuto mientras soluciono este problemilla”. La jirafa quitó
algunos cerrojos, aflojó las bisagras y retiró los paneles. El elefante pudo pasar.
Poco después, ambos se encontraban felizmente intercambiando anécdotas de su trabajo cuando,
de repente, la mujer de la jirafa metió la cabeza por las escaleras del sótano y llamó a su marido:
“¡Al teléfono cariño! Es tu jefe”.
“Mejor subo y lo cojo en el cuarto de estar”, dijo la jirafa al elefante. “Por favor, ponte cómodo, esto
puede que me lleve un rato”.
El elefante miró a su alrededor. Vio una pieza todavía sin acabar sobre el torno de la esquina más
alejada y decidió examinarla más detenidamente. Pero, según se movió hacia la entrada de la tienda,
oyó un crujido que no aseguraba nada bueno. Retrocedió y, rascándose la cabeza, pensó: “Quizás
deba subir donde está la jirafa”. Pero, según comenzó a subir las escaleras, oyó como estas
empezaban a resquebrajarse. Bajó de un salto y se cayó contra la pared. ¡La pared también se
desmoronaba! Mientras estaba allí sentado, despeinado y consternado, la jirafa bajó por las
escaleras.
“Pero… ¿qué está pasando aquí?”, preguntó la jirafa asombrada. “Estaba intentando ponerme
cómodo”, contestó el elefante.
La jirafa miró alrededor. “¡Ah! Ya veo cuál es el problema. La entrada es demasiado estrecha.
Tendremos que hacerte más delgado. Hay un gimnasio aquí cerca que ofrece clases de aeróbic. Si
te apuntas, podríamos conseguir que bajaras de talla.”
“Es posible…”, murmuró el elefante, no muy convencido.
“Y las escaleras son demasiado débiles para soportar tu peso”, continuó diciendo la jirafa. “Si te
apuntaras a unas clases nocturnas de ballet, estoy seguro de que eso ayudaría a que bajaras de
peso. Realmente espero que lo consigas. Me encantaría tenerte aquí”.
“Quizás”, dijo el elefante. “Pero, para serte sincero, no estoy muy seguro de que una casa diseñada
por y para una jirafa pueda servir en algún momento para un elefante. Al menos, no hasta que se
produzcan algunos cambios importantes”.
Muchas veces no nos damos cuenta de cómo hemos diseñado todo lo que nos rodea pensando tan
solo en el tipo de personas con las que estábamos acostumbrados a tratar al principio de que la
organización empezara a funcionar. Después nos damos cuenta de que muy posiblemente si
queremos crecer y poder hacer más cosas y llegar a más clientes necesitamos poder contar con
gente distinta y que es muy posible que no se sientan a gusto como un elefante dentro de una casa
para jirafas.
R. Roosevelt Thomas, Jr; Building a House of Diversity, American Management Association, 1999.
Nombre del estudiante: __________________________________________________________________________________ Fecha: ______________________________________
50
Excelente Bien Regular Necesita mejoras %
Se establece un propósito inicial y se mantiene este
enfoque claramente a lo largo de la narración. Se
evidencia en la película que se tiene algo importante
que comunicar.
Se establece un propósito inicial y mantiene el enfoque
durante la mayor parte de la narración.
Hay pocos errores en el enfoque o el propósito es
bastante claro.
Es difícil distinguir el propósito de la narración. 5
En el diseño se evidencia una conciencia clara de la
audiencia a la cual está dirigida la narración. Los
estudiantes pueden explicar por qué el vocabulario, el
audio y las imágenes que seleccionaron son adecuadas
para su audiencia.
Los estudiantes pueden explicar parcialmente por qué
el vocabulario, el audio y las imágenes que
seleccionaron son adecuadas para el público al que va
dirigida la narración.
Los estudiantes encuentran que es difícil explicar cómo
el vocabulario, el audio y las imágenes que
seleccionaron son adecuadas para el público al que va
dirigida la narración.
Se evidencia una conciencia limitada de las
necesidades e intereses del público al que va dirigida la
narración.
5
El contenido es enganchador. Deja en la audiencia
ideas provocadoras y/o la historia se desarrolla de
manera diferente a las expectativas iniciales de la
audiencia. La narración es útil para provocar
discusiones y diálogos. La historia busca entender y
resolver conflictos, explorar oportunidades o superar
obstáculos.
El contenido es interesante. Deja en la audiencia ideas
provocadoras y/o la historia se desarrolla de manera
diferente a las expectativas iniciales. El corazón de la
historia corresponde a la solución de un conflicto.
La narración presenta algunas sorpresas y/o puntos de
vista, pero su realización apenas difiere de la
expectativa inicial de la audiencia. El uso del lenguaje
se puede mejorar.
La narración es predecible y no muy interesante. La
realización y las expectativas iniciales de la audiencia
no difieren. Hay que mejorar el uso del lenguaje.
15
La calidad de la voz del estudiante es clara y
consistentemente audible durante la narración. Se
evidencia el uso correcto del lenguaje.
La calidad de la voz es clara y consistentemente
audible durante la mayoría (85-95%) de la narración. Se
evidencia el uso correcto del lenguaje.
La calidad de la voz es clara y consistentemente
audible durante alguna parte (70-85%) de la narración.
La calidad de la voz necesita más atención. 5
El ritmo de la voz está acorde con el argumento de la
narración e invita a la audiencia a involucrarse en la
historia. La estructura y el ritmo de la historia, así como
el compromiso emocional que conlleva, ayuda a
recordar información importante.
Ocasionalmente habla muy rápido o muy despacio
según el argumento de la narración. El ritmo de la voz
es relativamente atractivo para la audiencia. La
estructura y el ritmo de la historia, así como el
compromiso emocional que conlleva, ayuda a recordar
información importante.
Trata de usar el ritmo adecuado de la voz, pero con
frecuencia se nota que no está acorde con el
argumento de la narración. No es consistentemente
atractivo para la audiencia. La estructura y el ritmo de la
historia, así como el compromiso emocional que
conlleva, poco ayuda a recordar información importante.
No intenta igualar el ritmo de la voz al argumento de la
narración o a las expectativas de la audiencia. La
estructura y el ritmo de la historia, así como el
compromiso emocional que conlleva, no ayuda a
recordar información importante.
5
La historia está pensada en términos del desarrollo de
temas y personajes y no como una simple serie de
eventos. Se identican en el mapeo de la historia los
siguientes elementos: comienzo (llamado a la aventura),
problema (tensión), conflicto central, solución
La historia está pensada en términos del desarrollo de
temas y personajes y no como una simple serie de
eventos. Se identican en el mapeo de la historia la
mayoría de los siguientes elementos: comienzo
(llamado a la aventura), problema (tensión), conflicto
La historia está pensada en términos del desarrollo de
temas y personajes y no como una simple serie de
eventos. Se identican en el mapeo de la historia
algunos de los siguientes elementos: comienzo
(llamado a la aventura), problema (tensión), conflicto
La historia es una simple serie de eventos. No se
identican en el mapeo de la historia los siguientes
elementos: comienzo (llamado a la aventura), problema
(tensión), conflicto central, solución (desenlace) y final
(conclusión, aprendizaje).
5
Voz - Ritmo
Mapeo de la historia
[1]
Punto de vista -
Propósito
Punto de vista -
Audiencia
Drama
Voz - Consistencia
Matriz de Valoración para Narrativas Digitales
ASPECTOS
NARRATIVA
problema (tensión), conflicto central, solución
(desenlace) y final (conclusión, aprendizaje).
(llamado a la aventura), problema (tensión), conflicto
central, solución (desenlace) y final (conclusión,
aprendizaje).
(llamado a la aventura), problema (tensión), conflicto
central, solución (desenlace) y final (conclusión,
aprendizaje).
(conclusión, aprendizaje).
Se elaboran y aportan storyboard, listado de medios,
listado de personajes y otros productos de planeación.
El storyboard presenta de manera ordenada dibujos o
fotografías que resumen eventos importantes de la
narración. El storyboard da una idea general de lo que
va a pasar en la historia.
Se elaboran y aportan storyboard, listado de medios o
otros productos de planeación. El storyboard presenta
de manera ordenada dibujos o fotografías que resumen
eventos importantes de la narración. El storyboard da
una idea general de la mayoría de las escenas de la
historia.
El storyboard, listado de medios o otros productos de
planeación que se elaboran y aportan contribuyen
deficientemente a la planeación de la narración. El
storyboard presenta de manera ordenada dibujos o
fotografías que resumen algunos eventos importantes
de la narración. El storyboard da una idea general de
algunas escenas de la historia.
No se elaboran y aportan storyboard, mapa de la
historia, listado de medios o otros productos de
planeación.
5
El guión evidencia buena planeación y contribuye a la
claridad, el estilo y al desarrollo de las escenas. Incluye
diálogos, escenas, secuencias y una descripción
minuciosa de lo que sucede en cada escena. Se usa un
estilo conversacional a lo largo de la narración. El guión
evidencia análisis y uso de técnicas y lenguaje
mediático. La composición del guión está redactada con
buen nivel de detalle. No es ni muy corto ni muy largo.
La escritura es clara y argumentativa. Los textos tienen
buena ortografía.
El guión evidencia buena planeación y las fallas al
ejecutarlo no distrajeron del argumento. Incluye
diálogos, escenas, secuencias y una descripción de lo
que sucede en cada escena. Se usa un estilo
conversacional la mayoría (85-95%) del tiempo. El
guión evidencia análisis y uso de técnicas y lenguaje
mediático. La composición del guión, por lo general, es
buena, pero parece rezagarse en algunas partes o
necesita un poco más de detalle en una o dos
secciones. La escritura es clara y argumentativa. Los
textos tienen buena ortografía.
El guión tiene algunos problemas de planeación y las
fallas al ejecutarlo distrajeron del argumento. Los
diálogos, escenas, secuencias y descripción de lo que
sucede en cada escena son imprecisos. Se usa un
estilo conversacional buena parte (70-84%) del tiempo.
El guión evidencia análisis y uso de técnicas y lenguaje
mediático. El guión necesita más edición. Se puede
notar que una o más secciones de la narración es muy
larga o muy corta. La escritura no es clara o
argumentativa. En los textos hay problemas de
ortografía.
El guión no evidencia planeación y al ejecutarlo se
distancia del argumento. No se incluyen diálogos,
escenas, secuencias y descripción de lo que sucede en
cada escena. El estilo de la narración es principalmente
el monólogo. El guión no evidencia análisis y uso de
técnicas y lenguaje mediático. El guión necesita
reelaborarse. Es muy largo o muy corto. La escritura no
es clara ni argumentativa. Los textos tienen mala
ortografía.
5
Storyboard -
Planeación
Guión - Planeación /
Estílo /
Composición
50
Excelente Bien Regular Necesita mejoras %
Se grabaron o editaron archivos de audio para
componer la banda sonora.
La mayoría (cerca de la mitad) de la banda sonora es
editada.
Una porción pequeña de la banda sonora está
compuesta con archivos de audio grabados o editados.
La banda sonora corresponde a un archivo de audio
creado por otros.
5
La música provoca una respuesta emocional acorde
con el argumento de la narración.
La música provoca una respuesta emocional acorde
con el argumento de la narración.
La música está bien y no distrae, pero no le añade
mucho a la narración desde el punto de vista
emocional.
La música distrae, es inapropiada o no se utilizó. 5
Las imágenes y/o fotografías crean una atmósfera que
refuerza el mensaje de la narración; comunican
simbolismos y/o metáforas. La mayoría de las imágenes
son fotografías o dibujos propios.
Las imágenes y/o fotografías crean una atmósfera que
refuerza el mensaje de la narración. La elección de
imágenes es lógica. Algunas imágenes son fotografías
o dibujos propios.
Se intento usar imágenes y/o fotografías para crear una
atmósfera que refuerza el mensaje de la narración, pero
necesita más trabajo. La elección de imágenes es
lógica. La mayoría de las imágenes son fotografías o
dibujos de terceras personas.
Poco o ningún esfuerzo se hizo para usar imágenes
que crearan una atmósfera apropiada. Las imágenes
seleccionadas no guardan relación con el tema de la
narración. La totalidad de las imágenes son fotografías
o dibujos de terceras personas.
La totalidad del video utilizado es de calidad en cuanto
a imagen/sonido. El video es pertinente y contribuye a
darle fuerza a la narración.
La mayor parte del video utilizado es de calidad en
cuanto a imagen/sonido. El video contribuye a darle
fuerza a la narración.
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de imagen/sonido. El video contribuye a darle fuerza a
la narración.
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imagen/sonido o este no contribuye a darle fuerza a la
narración.
Se incluyeron otros contenidos digitales tales como
animaciones, textos y carteles que apoyan tanto el
mensaje de la narración como el componente
emocional de la misma.
Se incluyeron al menos dos contenidos digitales de los
siguientes tipos: animaciones, textos o carteles y estos
apoyan tanto el mensaje de la narración como el
componente emocional de la misma.
Se incluyeron al menos un contenido digital de los
siguientes tipos: animaciones, textos o carteles para
apoyar tanto el mensaje de la narración como el
componente emocional de la misma.
No se incluyó ningún contenido adicional de entre los
siguientes tipos: animaciones, textos o carteles o se
incluyeron pero no apoyan ni el mensaje de la narración
ni el componente emocional de la misma.
Las diferentes piezas (guión, imágenes, sonidos,
videos, animaciones, etc) están unidas y editadas en
una película corta (2 a 4 minutos de duración), grabada
en un formato de archivo de video común (avi, mwv,
etc). Las herramientas digitales están al servicio de la
narración de la historia y esta es persuasiva. El proceso
de traducir ideas en una forma de expresión mediática
Las diferentes piezas (guión, imágenes, sonidos,
videos, animaciones, etc) están unidas y editadas en
una película. Sin embargo, esta es muy corta o muy
larga o no está grabada en un formato de archivo de
video común (avi, mwv, etc). Las herramientas digitales
están al servicio de la narración de la historia. El
proceso de traducir ideas en una forma de expresión
Las diferentes piezas (guión, imágenes, sonidos,
videos, animaciones, etc) están unidas y editadas en
una película. Sin embargo, esta es muy corta o muy
larga y no está grabada en un formato de archivo de
video común (avi, mwv, etc). El proceso de traducir
ideas en una forma de expresión mediática (película)
evidencia poca síntesis, imaginación, creatividad,
La película final no corresponde a las especificaciones
dadas. Se requiere reelaborar el video. Se resalta el
medio pero se sacrifica el mensaje, produciendo un
evento técnico en lugar de una historia. El proceso de
traducir ideas en una forma de expresión mediática
(película) no evidencia síntesis, imaginación,
creatividad, investigación o pensamiento crítico.
10
Otros contenidos
digitales
Imágenes
Video
Integración
Banda Sonora -
Emoción
25
CONTENIDO DIGITAL
Banda Sonora -
Edición
ASPECTOS
de traducir ideas en una forma de expresión mediática
(película) evidencia síntesis, imaginación, creatividad,
investigación y pensamiento crítico.
proceso de traducir ideas en una forma de expresión
mediática (película) evidencia síntesis, imaginación,
creatividad, investigación o pensamiento crítico.
evidencia poca síntesis, imaginación, creatividad,
investigación o pensamiento crítico.
creatividad, investigación o pensamiento crítico.
Se atribuyen todos los créditos por los recursos
utilizados en la narración y que fueron elaborados por
terceras personas/organizaciones (audio, video,
imágenes, textos, ideas). Se presentan los permisos
obtenidos de los autores o las licencias de Creative
Commons que permitan su libre utilización.
No se reconocen los créditos de algunos recursos
utilizados en la narración y que fueron elaborados por
terceras personas/organizaciones (audio, video,
imágenes, textos, ideas).
5
NOTAS DEL EDITOR:
CRÉDITOS:
+ Wikipedia: Guión http://es.wikipedia.org/wiki/Guion_(g%C3%A9nero_literario)
+ Wikipedia: Storyboard http://es.wikipedia.org/wiki/Storyboard
Descargue esta Matriz de valoración en formato PDF y XLS desde la URL: http://www.eduteka.org/NarracionesDigitales_Rubrica.php
[1] Recomendamos consultar el diagrama de Mapeo de la Historia en el documento "El mundo de las narraciones digitales" de Jason Ohler http://www.eduteka.org/NarracionesDigitales.php
+ Matriz de valoración elaborada por Eduteka con base en la plantilla ofrecida por Rubistar. http://rubistar.4teachers.org/index.php?screen=ShowRubric&rubric_id=2077045&
+ Educause: Ejemplo de Matriz de valoración para narraciones digitales (PDF) http://net.educause.edu/ir/library/pdf/ELI08167B.pdf
+ PbWorks: Ejemplo de Matriz de valoración para narraciones digitales (PDF) https://files.pbworks.com/download/MS9jPDN7Qu/c21cl/23267467/Rubricexample.pdf
Créditos
Elaborado por: Organización Internacional para las
Migraciones (OIM)
Autoras del texto: Ani Brenes Herrera, Laura Delgado
Tenorio y Daniela Alvarez Keller
Edición: Sofía Salas Monge y Mercedes Alvarez Rudín (OIM)
Ilustraciones, diagramación y diseño: Casa Garabato
(Ruth Angulo Cruz y Jeannina Carranza Castro)
Coordinadora de Programa: Sofía Salas Monge (OIM)
331.5
B837c	 Brenes Herrera, Ani
	 Caminos de luces y Sombras: Historias de niñas, niños
	 y adolescentes migrantes / Ani Brenes, Laura Delgado,
	 Daniela Alvarez Keller. – 1 ed. – San José, C.R. :
	 Organización Internacional para las Migraciones, 2015.
104 p. : il. ; 22 X 28 cm.
ISBN: 978-9968-542-63-0
1. Inmigrantes – Relatos Personales. 2. Migración.
3. Niños. I. Delgado, Laura. II. Alvares Keller, Daniela.
III. Título.
OIM agradece a la Secretaría de Bienestar Social de la
Presidencia (SBS) de Guatemala, al Instituto Salvadoreño
para el Desarrollo Integral de la Niñez y la Adolescencia
(ISNA), Casa Alianza en Honduras, la Casa del Migrante de
Tecún Umán en Guatemala y Sin Fronteras IAP en México,
por su valiosa contribución a este esfuerzo mediante la
recopilación de experiencias migratorias reales de niñas,
niños y adolescentes en Mesoamérica.
La presente publicación ha sido elaborada con la colabo-
ración de la Oficina de Población, Refugiados y Migración
(PRM) del Departamento de Estado de los EE.UU. a tra-
vés del programa regional “Fortaleciendo las Capacidades
para Proteger y Asistir a Personas Migrantes en Situación
de Vulnerabilidad en Mesoamérica” implementado por la
OIM desde el 2010.
Índice
•  Presentación 9
•  Alicia 14
•  Nahil 18
•  Eduardo 23
•  Mónica 28
•  Daniela 32
•  Ana 37
•  Lili y Josué 43
•  Sergio 49
•  Álvaro 54
•  Carlos 58
•  Pablo 64
•  Maya 69
•  Carolina 76
•  Micael 81
•  Lucas 88
•  Jorge 92
•  Mosaico 100
9
La migración afecta a millones de niñas, niños y adolescentes
en todo el mundo. El corredor de América Central-México-Estados
Unidos sobresale en los últimos años al ver multiplicado por diez el
número de niñas, niños y adolescentes migrantes, según estudios
recientes1
.
A pesar de su creciente participación, existe falta de información es-
tadística precisa que revele el número de personas menores de edad
involucradas en el proceso de migración internacional2
. Entre los da-
tos existentes, el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados
Unidos (DHS) reporta que el número de aprehensiones de niñas, niños
y adolescentes que arribaron a su frontera suroeste durante el 2013
Presentación
1 Estudio regional Niñez y migración en América Central y América del Norte: Causas, políticas,
prácticas y desafíos, dirigido por la Universidad de California y la Universidad de Lanús, 2015,
2 Consejo de Derechos Humanos. Report of the Special Rapporteur on the human rights of mi-
grants. A/HRC, 2011.
10
fue de 38,759, mientras que a partir de octubre del 2014, el número de
aprehensiones se incrementó a 68,541. Durante el 2015, el número de
aprehensiones en Estados Unidos ha disminuido pero a su vez ha au-
mentado significativamente el número de personas menores de edad
detenidas durante el tránsito por México.
Datos oficiales revelan además que, antes del 2012, la mayoría (más
del 75%) de niñas, niños y adolescentes no acompañados provenían
de México, situación que cambió en el 2014 cuando casi el 75% de to-
das las personas menores de edad que llegaron a la frontera sur de los
Estados Unidos eran originarios de Honduras (28%), Guatemala (24%)
y El Salvador (21%), con una proporción sustancialmente reducida
(sólo 25%) de México3
. En cuanto al sexo, aunque es mayor la cantidad
de niños que de niñas migrantes, entre las aprehensiones de menores
de 12 años, para 2014, se mostró un mayor incremento en el porcentaje
de niñas (140%) que de niños (100%).
Lo cierto es que detrás de estas cifras se esconden historias y reali-
dades que merecen ser consideradas en su complejidad y particulari-
dad, reconociendo de esta forma que hay un ser humano – niña, niño
y/o adolescente- que vive un drama real y merece protección.
En este contexto, el Programa Regional Mesoamérica Fortaleciendo
3 Cifras oficiales del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (DHS), 2014.
11
las Capacidades de Protección y Asistencia a Migrantes en Situación
de Vulnerabilidad de la OIM, realiza una serie de esfuerzos para me-
jorar la protección de derechos y la asistencia a niñez migrante y
mujeres que migran en condiciones de vulnerabilidad, personas víc-
timas de trata y violencia sexual, personas refugiadas y solicitantes de
asilo, migrantes extra-continentales e indígenas, poblaciones LGBTI
migrantes, entre otras. Como parte de estas acciones, surgió la nece-
sidad de recopilar relatos de niñas, niños y adolescentes migrantes
en la región que visibilice este drama humano, sensibilice e invite a
la reflexión sobre la cruda situación que enfrentan estas personas.
La OIM, a través del Programa Regional Mesoamérica (con fondos
de PRM), espera que este libro llegue a ser un material de apoyo en el
fortalecimiento de capacidades de personal de instituciones de go-
bierno y sociedad civil en la región mesoamericana. Pero más aún,
aspira a que los caminos de luces y de sombras de 15 niñas, niños y
adolescentes migrantes de la región que aquí se relatan, refuercen en
quien los lea, su compromiso por trabajar a partir de enfoques de de-
rechos humanos, género, diversidad, interculturalidad e interés supe-
rior del niño/a, incidiendo positivamente en la calidad de vida de las
personas menores de edad.
Para la elaboración de este material se contó con la valiosa colabo-
ración de los institutos de niñez y adolescencia de diferentes países de
la región mesoamericana, así como de organizaciones de la sociedad
12
civil, albergues y centros de atención de niñas, niños y adolescentes,
que por su labor cotidiana, tienen mayor proximidad con la realidad
de estas personas.
En resguardo del principio de confidencialidad, se ha omitido toda
aquella información o detalles que pudiesen de cualquier manera
comprometer la privacidad y seguridad de las personas menores de
edad cuyas historias se reconstruyen en estas páginas.
Roeland de Wilde
Jefe de Misión, OIM Costa Rica
13
14
15
La escuela puede ser una fábrica de sueños, un lugar donde el jue-
go y la alegría se mezclan con las expectativas de una vida mejor. Así
era para Alicia, quien dentro de la escuela construía sueños junto a sus
amistades, aprendiendo y divirtiéndose. Para ella, estudiar implicaba
tener más oportunidades en el futuro y ayudar a quienes más amaba.
Como toda fábrica, Alicia sabía que su escuela también necesita-
ba arreglos, pero nunca se imaginó que el hombre encargado de las
reparaciones sería el mismo que rompería en mil pedazos los sueños
que, con tanto anhelo y esperanza, ella había fabricado.
“Era un vecino que hacía todos los arreglos en la escuela donde yo
estudiaba. Un día, me esperó a la salida y me arrastró hasta un lugar
feo y oscuro donde abusó de mí, amenazándome de que no podía
decir nada de lo que había pasado.
Pero yo le conté todo a mi papá, y él buscó al tipo y le reclamó por lo
que me había hecho. Sin importarle nada, el hombre atacó a mi papá
Alicia
16
con un cuchillo y hasta amenazó con matarlo”.
Para salvar su vida, el padre de Alicia tuvo que huir a los Estados
Unidos, acogiéndose a la esperanza de encontrar un mejor futuro para
él y su familia. Mientras tanto, Alicia vivía angustiada por las amenazas
que recibía.
“Ese hombre que me agredió y apuñaló a mi papá siguió haciéndo-
le daño a mi familia. A una de mis primas la secuestró por 13 días y su
mamá y su papá tuvieron que pagarle los 15.000 (moneda local) que
pidió para devolverla. Después, hizo lo mismo con otra prima, advir-
tiéndome que él no estaba jugando conmigo y que yo nunca podría
escapar de él. Toda la familia estaba en peligro. Hubo un momento
en que me sentí valiente y puse la denuncia contra ese hombre en el
Ministerio Público, pero me fue peor, porque amenazó con matar a mi
familia, yo ya no sé qué hacer, no tengo salida”.
Fue entonces cuando Alicia, impulsada por el miedo y la necesidad
de encontrarse a salvo, decidió migrar.
“Yo quiero estar con mi papá, porque tal vez estando muy lejos esa
persona ya no pueda lastimarme. He estado cerca de llegar al lado de
papá, pero no lo he logrado, y tengo miedo de que él continúe endeu-
dándose para ayudarme, porque cada viaje cuesta como $ 6.000”.
En medio del camino que la llevaba hasta su padre, Alicia fue de-
tenida y deportada hasta su país de origen. Mientras regresaba en el
17
avión, ella sintió como el temor y
la angustia volvieron a agitarla.
“Me siento acorralada, perse-
guida todo el tiempo, con mucho
miedo de las amenazas y de lo
que me pueda pasar. No sé qué
hacer para escapar de este aguje-
ro oscuro en que me encuentro.
Yo salí huyendo de mi pueblo, porque el hombre que me lastimó vive
cerca y me sigue amenazando”.
Pero Alicia no se resigna. Con solo 16 años ha logrado construir un
collage con pedazos de sueños rotos, que la impulsan a intentar llegar,
una vez más, hasta donde vive su padre:
“Ahora sí espero cruzar todas las fronteras que hay en el camino,
llegar donde mi papá y volver a estudiar, ayudarle un poquito a él y
a mi familia. Yo sé que voy a lograr estar allá, donde no puedan lasti-
marnos más”.
Alicia tiene la certeza de que en el norte también hallará una fábri-
ca de sueños, donde las piezas viejas y rotas encontrarán reparación y
podrá construir sueños nuevos, llenos de color.
18
19
Alos 17 años se cuenta con las fuerzas y la certeza de que el mun-
do puede cambiar. Esa es todavía una corta edad para resignarse a la
desigualdad y dejar de luchar; eso Nahil lo sabía bien. Él y su familia
vivían en condiciones de pobreza y falta de oportunidades, como mu-
chas otras familias pertenecientes a su misma etnia indígena. De esta
última, parecía haber heredado no solo el color de la piel, sino tam-
bién el poder de resistir a las injusticias y hacerse más fuerte.
Así era que Nahil defendía su sueño de salir adelante y por esta ra-
zón emprendió el camino hacia Estados Unidos. Partió con la tristeza
por alejarse de su madre y sus seis hermanos para permanecer un
tiempo con su padre en ese otro país; pero lo motivaba el anhelo de
encontrar una nueva vida y poder ayudarle a su familia. En ese mo-
mento no podía vislumbrar las duras situaciones que enfrentaría:
“Yo iba con un coyote que me trataba bien, me dejaba comprar comi-
da y hasta me dio un celular para que estuviéramos en comunicación,
Nahil
20
porque viajábamos en buses diferentes. Él nos acon-
sejó, a mí y a otras personas migrantes, que a cual-
quier pregunta solo podíamos contestar que íbamos
a comprar mercadería para vender.
Las cosas no iban tan mal hasta que tuvimos que enfrentar a los
federales en los retenes. Allí nos bajaron y nos revisaron las mochilas
con un aparato para ver si llevábamos drogas. Nos registraron y nos
quitaron lo poco que teníamos. El celular lo tiraron dentro de una pa-
trulla y no me lo devolvieron. Más adelante, en otro retén, nos pidieron
1000 (moneda local) por cabeza para dejarnos seguir nuestro camino.
Así me fui quedando sin dinero, porque en el siguiente tramo lo que
querían eran dólares, $200 por cabeza. Entre todas las personas que
íbamos hicimos una coperacha4
y pudimos juntar $800. Con eso sí nos
dejaron pasar.
Seguimos la aventura y ya estábamos cerca de la frontera, solo faltaba
cruzar aquel río enfurecido. Nos escondimos entre los matorrales para
que la “migra” no nos viera y nos montamos en una lancha para cruzar.
Pero luego de pasar el río, nuestros guías no conocían bien el camino y
estuvimos andando en círculos hasta que aparecieron “los moscones”5
que nos alumbraban con rayos infra rojos. ¡Todos al suelo! Nos decía el
4 Palabra para referirse a una colecta de dinero, en la que contribuyen varias personas.
5 Palabra utilizada para referirse a personas que con su presencia causan molestia e incomodidad.
21
guía. Y así pasé hasta dos horas, boca abajo y casi sin respirar. Logramos
avanzar un poco, hasta unos cañaverales, pero cuando ya estaba cerqui-
ta de pasar, salieron de nuevo los moscones. Otra vez me tiré al suelo
y esperé, pero en eso vi la luz de una linterna: eran los que cuidaban la
frontera; así que me levanté y corrí y corrí desesperado, hasta saltarme
una cerca, cayendo en un campo de nopales llenitos de espinas, que se
me metieron en todo el cuerpo”.
El dolor de Nahil era insoportable, las espinas no solo se ensartaban
en su cuerpo, sino también en
su corazón, en los recuerdos de
oportunidades truncadas y espe-
ranzas destruidas.
“Sin importar mi dolor, me
agarraron y me llevaron con
ellos, yo caminaba como un ro-
bot para que las espinas no se
me metieran más. Eso fue lo
más triste, ver cómo me trata-
ban, sin importar lo que estu-
viera sintiendo. Así me llevaron
hasta la hielera”6
.
6 Palabra utilizada para describir centro de detención para personas migrantes, caracterizado por
ser intensamente frío, simulando hielo.
22
Allí un médico le ayudó a quitarse las espinas. Sus manos rotas y
ensangrentadas eran tan sólo una pequeña muestra de las heridas en
su corazón.
“Cuando dije que tenía 17 años no me creyeron. Y otras personas me
aconsejaron: -mejor diga que tiene más porque si no lo dejan encerra-
do más de cinco meses-, entonces tuve que decir que era mayor para
no quedarme más en ese lugar”.
Siendo tan joven, Nahil ha conocido no solo el dolor físico, sino tam-
bién aquel dolor que causan la indiferencia, la incomprensión y el
maltrato de personas que no comprenden lo valiente que ha sido al
recorrer un camino desconocido y lleno de peligros, por perseguir el
sueño de una mejor vida.
Nahil fue deportado a su país de origen. Mientras permanecía si-
lencioso durante el vuelo, decidió que a pesar de lo sufrido volvería a
intentarlo: las cicatrices en sus manos le recordaban una historia que
escuchó durante su travesía.
Le dijeron que aquellos nopales que le provocaron sus heridas,
eran llamados la planta de la vida, pues al secarse, nace una plan-
ta nueva. Él piensa que así sucederá con sus oportunida-
des: aunque parezcan secarse, como los nopales, nacerán
oportunidades nuevas y de ellas florecerá un corazón va-
liente, como el suyo.
23
Cuando las oportunidades no aparecen a la vuelta de la esquina,
es necesario juntar el valor, la paciencia y la constancia para buscarlas,
como quien busca un tesoro escondido.
Así, con la brisa fresca de diciembre y la ilusión propia de un ado-
lescente de 13 años, Eduardo se enrumbó hacia México, acompaña-
do de su tío, un hombre adulto. Ambos salieron de su país con el
anhelo de encontrar nuevas oportunidades, sin sospechar lo que les
esperaba.
“Cuando cruzamos la frontera, unos hombres detuvieron el autobús
donde viajábamos. Nos bajaron, nos tiraron al suelo como si fuéramos
bandidos, nos registraron y nos quitaron el dinero que llevábamos.
Después nos subieron a un pick up 4 x 4, que supuestamente era ofi-
cial y nos llevaron por unos caminos muy rocosos, llenos de matorrales.
Yo iba muerto de miedo, pero en un momento, sin pensar si era una
buena idea, me atreví a lanzarme del carro hacia una pendiente muy
Eduardo
24
pronunciada. Entonces aproveché y empecé a correr con toda rapidez.
Los hombres comenzaron a dispararme y perseguirme, pero creo que
el mismo terror que yo tenía me hacía correr más rápido, hasta que
logré escaparme”.
Después de huir de aquellos hombres, que en realidad eran secues-
tradores, Eduardo acudió a Migración para pedir ayuda. Estaba solo,
no sabía nada de su tío y la experiencia recién vivida lo desanimó mu-
cho, ya no quería continuar el viaje.
“Llegué a Migración un viernes y permanecí en ese lugar todo el fin
de semana. Me dijeron que me llevarían a una conducción7
en una
casa para personas migrantes en mi país, pero solo después de tener
audiencias en unos juzgados. Entonces, antes de irme, tuve que con-
tar mi historia muchas veces, y hubo momentos en que ya no sabía
si toda esa pesadilla de verdad me estaba sucediendo o era sólo eso,
una pesadilla de la me iba a despertar agitado, pero feliz de que no
fuera real”.
El lunes por la mañana, Eduardo había vuelto a su país de origen y
se encontraba en un centro para personas migrantes. Mientras sentía
que su luz al fin brillaba de nuevo, recibió una noticia despiadada, de
esas que nadie debería recibir.
7 Proceso de traslado, retorno y recepción de niñas, niños y adolescentes migrantes.
25
26
Se enteró que los captores habían mantenido a su tío secuestrado,
mientras contactaron a su familia para pedirle $3500 por su liberación:
su luz se apagó por completo, ya no habría más compañero de viaje
para él. Eduardo sabía, sin que le hubiesen terminado el relato, que su
familia no era capaz de juntar tal cantidad de dinero; ello significaba
que su tío había sido asesinado.
Más adelante, Eduardo conoció los detalles del desenlace y pudo
sentir, con toda la tristeza y frustración de su sufrida juventud, los efec-
tos de la pobreza y la desigualdad: a su tío lo mataron porque su fa-
milia, que no sabía leer ni escribir, se esforzó por recoger 3500 pero en
moneda local, que era de poco valor, enviando el dinero a la dirección
indicada, con la esperanza de
salvarlo. No obstante, contario
a ello, el envío desató la furia de
los captores quienes lo asesina-
ron sin piedad.
El muchacho no podía expli-
car la tormenta de sentimien-
tos que lo agobiaba. Había una
tristeza que lo invadía por todas
partes de su cuerpo hasta estru-
jar su corazón. Tanta impotencia
por todo lo que sucedió y que ya
27
no podría cambiar. Junto a su llanto incontenible, sostenía la convic-
ción de querer verse a sí mismo y a su familia fuera de este ciclo de
pobreza, violencia y falta de opciones para superarse.
Tras la tormenta, más en calma consigo mismo y su dura historia,
Eduardo confía en comenzar de nuevo y correr tras la búsqueda del
tesoro que no es otra cosa que una vida feliz. Tal vez por otros caminos,
el recuerdo de su tío le sirva como guía para alcanzarlo.
28
29
AMónica le gustaban las noches despejadas, porque le permitían
ver las estrellas, sin importar que se encontraran a una distancia enor-
me ¿Sería esa distancia la misma que la separaba de los sueños que
quería alcanzar?
No era fácil esperar cambios en su vida, cuando ésta la había gol-
peado tanto a pesar de tener apenas 12 años. Pero se consolaba pen-
sando que sus sueños y esperanzas, aunque lejanas, también podrían
brillar como las estrellas.
Ella era una joven distante y algunas personas creían que era rebel-
de y malagradecida, pero ella era más bien inocente, tierna, desinte-
resada y honesta.
Mostraba poca confianza en sí misma; la opinión de las otras perso-
nas tenía gran influencia sobre ella, para bien o para mal. Le costaba
mucho decidir por sí misma y sus ideales, como árboles sin raíces, pa-
recían haberse derrumbado entre sombras de abandono y desamor,
Mónica
30
a falta de un abrazo protector que le asegurará que todo estaría bien.
Pocas personas conocían su gran fortaleza, porque ignoraban las
situaciones tan difíciles que había enfrentado y que la hacían pensar
con frecuencia que nadie podría quererla, así como creía que su ma-
dre y su padre tampoco lo hicieron.
Abandonada a la temprana edad de 5 años, no conocía sus raíces:
“Crecí con mi madre y muchas hermanas y hermanos, aunque te-
níamos padres diferentes. A mi madre siempre la engañaban, ella no
tenía un esposo o compañero que de verdad la quisiera y mis herma-
nas, hermanos y yo tampoco tuvimos un padre. Había muchos hom-
bres, pero ninguno se quedaba en casa para apoyarnos y querernos.”
Las huellas del dolor le dejaron heridas difíciles de cicatrizar, sin em-
bargo, ella procuraba no actuar con maldad.
Mónica no recordaba muchas cosas, algunas eran memorias deste-
ñidas, otras eran historias que alguien más le contó, y con ellas trató de
reconstruir su propia historia arañando recuerdos de dolor, de culpa
y de resentimiento. Pero había un recuerdo particularmente doloroso
para ella, de esos que dejan huellas profundas e imborrables.
“Como me abandonaron fui entregada a una señora que dijo que
era mi abuela… Pero eso no era cierto. Ella me explotaba y luego de
aprovecharse de mí, también me abandonó”.
31
Luego de todas estas expe-
riencias de rechazo y dolor,
Mónica se encontraba sin casa,
sin hogar, sin familia y sin aspi-
raciones, llena de desilusión y
tristeza, solo conservaba una pe-
queña luz de esperanza que la
impulsó a migrar, sentía que aún
no debía resignarse.
Pero mientras atravesaba el
país vecino del norte, fue dete-
nida por las autoridades migra-
torias por su condición irregular
¿A dónde iría ahora?
Mónica ha sido valiente y ha escondido sus esperanzas en un lu-
gar muy profundo de su corazón, del mismo modo en que guardan
su luz las estrellas al amanecer. Está segura que en el momento y
lugar oportunos, sus propios sueños brillarán como ellas, sin tiempo
ni distancia.
32
33
En ocasiones, los recuerdos vienen a la memoria como traídos por
palomas mensajeras. Algunos retornan casi irreconocibles, borrosos
como grises nubes de invierno. Otros, regresan sin nombres ni fechas,
pero mantienen sus colores, sus formas y sus sonrisas.
Entre estos últimos recuerdos, Daniela mantenía el de su abuelo
paterno y el lugar donde él vivía. Era una colonia florida, con muchos
árboles, tiendas de colores, donde se podía correr por las calles. Un
vecindario con personas agradables y amistosas. Recordaba que su
abuelo vivía en el mismo país donde nació su papá, más al norte; por
el contrario, ella nació y vivía en el mismo país que su madre, al sur.
Su madre y su padre habían permanecido juntos hacía mucho
tiempo, pero las cosas cambiaron cuando las circunstancias en que
vivían se tornaron más difíciles para sostener a la familia:
“Mi papá se fue para los Estados Unidos buscando una mejor vida.
Yo estaba tan pequeña que ni me acuerdo de él. Mi mamá se puso a
Daniela
34
buscar trabajo, pero solo lo consiguió en un bar. A mis hermanas las
llevaron a un Hogar, porque no había quién las cuidara, entonces yo
me fui a vivir con unas amigas que también se habían quedado solas”.
Pero esa no era la vida que Daniela quería para ella, entonces des-
pertó la ilusión de encontrar a su padre, del que apenas tenía un vago
recuerdo. Decidió emprender el viaje, lleno de penurias y dificultades
para una adolescente de apenas 15 años.
Ella no contaba con que su precaria salud la traicionaría y truncaría
su sueño a mitad del camino. Cansada, con fiebre y con asma, fue in-
capaz de continuar la aventura y fue detenida. En ese país, la llevaron
a un albergue para personas migrantes, donde se sintió triste, sola y
enferma, sin nadie a quien acudir ni nadie que la reclamara.
Ella no quería que la regresaran a su país con su madre y fue enton-
ces cuando vino a su mente un recuerdo lleno de color:
“En esos momentos de soledad y angustia, una imagen vino a mi
rescate: ¡El abuelo! lo sentía tan cerca, recordaba su nombre y su cora-
zón amoroso. En el albergue en el yo que estuve me ayudaron a bus-
carlo, porque estábamos en el mismo país en que él vivía”. }
Guiada por sus recuerdos, Daniela fue llevada a recorrer el lugar
donde creía que se encontraba su abuelo. Era una dicha que las palo-
mas mensajeras siempre llegaran a tiempo, siguiendo el camino tra-
zado por la memoria, enlazando sueños y esperanzas.
35
Para su suerte, a pesar de los años y las
dificultades, su abuelo aún vivía en aquella
casa vieja, aferrándose al sueño de ver a sus
nietas regresar como las aves que vuelven al
nido.
Daniela entonces fue entregada a su
abuelo paterno, quien la recibió emocio-
nado. En aquel hogar ella encontró cariño
y apoyo, con los cuales construir recuerdos
felices.
El tiempo ha transcurrido y así también
la vida. En aquel lugar, Daniela se enamoró.
Con ilusión y fascinación confío en su com-
pañero, quien se aprovechó del encanto de
su juventud. Luego de dejarla embarazada,
la abandonó, tanto a ella como a su hija, sin
ninguna responsabilidad. Ahora Daniela,
aún adolescente, es una madre soltera que
carga en sus brazos a una pequeña niña.
Pero la casa del abuelo y su corazón in-
menso nunca se cerraron, siendo el abrigo
para Daniela y su hija. También recibieron
allí a una de las hermanas de Daniela, una
36
vez que alcanzó la mayoría de edad y pudo salir del
hogar donde se encontraba.
Daniela siente que comienza de nuevo. La familia
crece. Con su mirada puesta en el horizonte lucha
por un mejor futuro para ella, su hija, sus hermanas
y su abuelo.
Mientras tanto, las palomas seguirán tejiendo en
su cabello las historias que están por venir, como
quien reconstruye un nido para alojar las esperanzas.
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A las niñas se les llama muñequitas, cuando empiezan a crecer
mucho las llaman muñecas, y con el tiempo siguen siendo tratadas
como juguetes silenciosos, sin voluntad, sin deseo propio, al servicio
de los demás, hasta que un día la confianza en sí mismas vuela como
un colibrí, que revolotea rápidamente y se aleja.
Ana, es un nombre popular en Mesoamérica, pero cada Ana es di-
ferente y tiene una historia propia, aunque la historia de esta Ana en
particular, es un reflejo de lo que muchas otras Anas, Marías, Natalias,
Lucías y mujeres adolescentes de tantos nombres, sufren al ser trata-
das como muñecas.
Con lágrimas en los ojos, Anita evoca lo vivido a lo largo de sus 14
años, mientras su mirada se pierde entre confusos recuerdos que, en
ocasiones, no logra hilar correctamente.
Ella era una niña cariñosa, con ilusiones, como cualquier otra niña, a
quien le gustaba jugar, correr y estudiar. También era confiada y creía
Ana
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en las personas que la rodeaban, especialmente en su familia, donde
se sentía segura, como debería ser.
Apenas cumplía los 7 años, cuando fue abusada sexualmente por
su tío, un hombre adulto que vivía en la misma vecindad que ella.
“Al principio yo trataba de defenderme, de gritar y pedir ayuda. Pero
él me amarraba las manos y me tapaba la boca. Conforme pasó el
tiempo, entendí que no tenía salida, y que no podía hacer nada para
evitarlo. Entonces ni siquiera tuvo necesidad de amarrarme para las-
timarme. Yo se lo conté a una amiga de la escuela y ella me aconsejó
denunciarlo y me animé a decírselo a mi mamá y mi papá. Jamás me
imaginé que iban a reaccionar así: mi mamá me regañó y me dijo que
toda la culpa era mía y mi papá me empezó a tratar mal y me prohibió
jugar con mis hermanitas. Eso me dolió tanto, yo necesitaba que me
protegieran ¿Por qué no entendían que yo no quería que me abusa-
ran? ¡Yo intenté evitarlo! Pero no pude ¿Por qué me trataban así?”.
Tantas críticas y desprecios llenaron
la casa de oscuridad, así como a
Ana, quién poco a poco fue apa-
gando su luz. Como muñeca de
cuerda debía girar de acuerdo
a la voluntad de los demás, ya
no tenía vida propia. ¿A quién
podría recurrir Ana en estas
39
circunstancias? La confianza dejó de tener sen-
tido para ella. No confiaba en su familia y tam-
poco en sí misma.
Lamentablemente, éste era apenas el inicio
de un camino de maltrato y violencia, en el cual
aún hacían falta muchas estaciones en las que cardos y espinas la ata-
carían en la oscuridad.
“Yo seguí en la escuela y ya tenía 13 años. Un día, unos amigos de la
escuela me invitaron a dar un paseo en lugar de entrar a clases, insis-
tieron tanto que me convencieron. Me sentía bien decidiendo por mí
misma, parecía una aventura divertida, casi una travesura. Entonces
empezamos a caminar, pero cuando los caminos se pusieron cada
vez más solitarios, comencé a sospechar que algo no estaba bien.
Llegamos a una casa alejada del pueblo, sentí miedo, pero ya no sabía
qué hacer ni cómo volver, fue entonces que los cinco abusaron de mí…
me dijeron que sabían que mi tío ya me había “iniciado”.
No sé cómo la Directora de la escuela se enteró de lo sucedido y
habló con mi mamá, pero de nuevo, mi mamá me culpó a mí. Alguien
denunció mi caso al Ministerio Público y de ahí en adelante, me se-
pararon de mi familia y me llevaron a diferentes hogares y refugios,
donde seguí sufriendo maltratos y abusos. Una vez hasta fui violada
por un grupo de niñas sin que nadie hiciera nada para defenderme.
Por eso, me escapé varias veces de esos lugares, huyendo en busca de
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otra salida.
Una vez conocí un lugar de protección donde sí me cuidaron y me
dieron confianza. A mí me hubiera gustado quedarme allí para siem-
pre, pero no sé por qué, me regresaron a mi casa, dejándome a cargo
de mi mamá y papá.”
Después del duro camino recorrido, la madre de Ana fue llamada a
una audiencia en la que le entregaron a su hija de nuevo. El retorno a
casa no fue nada agradable ya que fue recibida con reproches, insul-
tos, prohibiciones y, además, la invadía aquel terrible temor y ansiedad
de saber que podía ser abusada sexualmente por aquellos que no ten-
drían censura ni castigo.
Todas estas experiencias llevaron incluso a que, en algún momento,
Ana realizara trabajo sexual para conseguir dinero y así alejarse de su
realidad. De todas formas, sentía que su cuerpo hacía mucho ya no
era suyo.
Fue entonces cuando Ana tomó las pocas fuerzas que tenía y la fan-
tasía de una vida mejor y las metió en una mochila liviana, junto a una
blusa, una foto y un cuaderno, en el cual escribiría su travesía.
Migrar era su forma de huir, de empezar una nueva vida, alejándose
de su pasado cruel. Cuando el sol le quemaba la piel y el cansancio se
reflejaba en las ampollas de sus pies, cerraba los ojos por unos minu-
tos y se repetía a sí misma que podía lograrlo.
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Le atemorizaba la idea de ser devuelta a
casa; tan solo pensarlo le daba el valor y forta-
leza para continuar el viaje.
Sin embargo, en medio de su trayecto fue
detenida, deportada e ingresada en un ho-
gar para mujeres víctimas de violencia sexual.
Pero ella no quería estar allí. Logró escaparse y volvió a intentar suerte
migrando, ahora con más seguridad que nunca de que un futuro más
próspero la esperaba en el norte. Se sentía valiente.
Pero su vida tenía un rumbo distinto del camino que ella había to-
mado. Otra vez fue deportada y en esta ocasión la llevaron a un alber-
gue para personas migrantes, antes de ser retornada de nuevo a la
casa de su familia.
Ahora Ana vive con una tía en una ciudad lejana, donde se ha pro-
puesto comenzar de nuevo, volver a estudiar y espera algún día encon-
trar un trabajo digno.
En su voz resuena el deseo por recuperarse a sí misma y, sobre todo,
de reencontrarse, apropiarse de su cuerpo y de su vida, para juntar sus
sueños e ilusiones y cuidadosamente repararlos.
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Desde antes de nacer, para las niñas hay muñecas vestidas de ro-
sado, con cuerpos sensuales: ejemplo de cómo vestir. Para los niños,
automóviles que aspiran conducir a altas velocidades, para demostrar
lo audaces que pueden ser. Pero nadie nunca les dice que pueden
ser lo que quieran ser, que pueden jugar y divertirse en conjunto, que
pueden estudiar, crecer, soñar, cambiar el mundo. Que las niñas no
tienen que mirarse al espejo buscando una modelo ni que los niños
tienen que contener sus lágrimas cuando la desesperación y la tristeza
los embargue.
El mundo ha omitido también hablarles de sexo y de placer. De
cómo prevenir embarazos a edades tempranas para no dejar perdidos
sueños propios, y de cuándo podría ser un buen momento para ser
una mamá y un papá responsables.
Y así sucedió en efecto para Lili y Josué, de quienes trata esta historia.
Ella tiene apenas 15 años, él tiene 18, son pareja y se tienen mucho
Lili y Josué
44
45
cariño. Tienen además una pequeña hija de 6 me-
ses, Noelia. Hace un tiempo empezaron a migrar
buscando mejores condiciones de vida, aquellas
que la pobreza no les dejaba tener en su país de ori-
gen. Así cruzaron la frontera y llegaron a un lugar
donde decidieron quedarse, porque allí se encontra-
ba la mamá de Josué.
Él trabajaba por las noches de 6pm a 8am, más de 12 horas, lavando
autos. El esfuerzo era mucho, pero lo hacía con gusto, porque cuando
pulía los autos recordaba aquellos que él admira en las revistas. Su
salario apenas era de 200 pesos8
diarios aproximadamente, poco para
llevar a su hogar. Es cierto, a veces se ha sentido desesperado, pero le
han dicho que como el hombre de la familia debe ser fuerte, sin im-
portar lo que realmente sienta. Esa idea le pesa todos los días. Para Lili,
la situación tampoco es fácil.
“La verdad es que yo no me acostumbro a ser esposa y mamá. Es
como si estuviera jugando a la casita. Lo que Josué gana no nos alcan-
za para lo que necesitamos. Yo pensaba que aquí las cosas iban a ser
mejores, la vida más fácil, pero qué va”.
Una amiga de Lili, de edad similar, le dio la idea de un trabajo por
8 Moneda local
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las noches con buena paga. Para ello resolvió dejar
a su bebé en casa de una vecina, retribuyendo el
cuido con unas cuantas monedas; de todas formas,
ganaría suficiente. Lili se miraba al espejo y se sen-
tía sensual, como muñeca de escaparate.
“Así comencé mi trabajo de servidora sexual en
las calles de Tapachula, dos días por semana, aten-
diendo hasta tres clientes por noche. Ganaba 150
pesos por cada uno. ¿Usted me entiende que yo
tuve que empezar a buscar algo que hacer para ga-
nar dinero también? No nos alcanzaba.
Un día que andaba trabajando en las calles, Migración me detuvo
porque yo era migrante y no tenía papeles. La vecina que cuidaba de
mi bebé, al ver que yo no regresaba, se la entregó a mi suegra y ella se
la devolvió a Josué”.
Cuando Migración me mantuvo detenida logré hablar con Josué,
pero yo no le dije la verdad ¿Se imagina qué horrible hubiera sido para
él? Insistí en que me habían detenido cuando estaba haciendo man-
dados y que mi hija Noelia, estaba con la vecina mientras tanto”.
Josué nunca supo la realidad que vivía Lili. Durante su detención,
ella sabía que al ser menor de edad la devolverían a su país de ori-
gen, pero eso era lo que realmente quería, regresar junto a su madre y
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llevarse a la pequeña Noelia consigo; comenzar de nuevo. A pesar de
la tristeza que sentía por alejarse de Josué por un tiempo, esperaba
que él entendiera.
“Por los próximos meses voy a vivir con mi mamá y mi hija, en mi
país. Me voy a regresar allá. La verdad es que me hace falta tener una
mamá que me cuide y me proteja. No sé si Josué pensará ir allá en
algún momento a quedarse con nosotras. Yo creo que las cosas van a
mejorar. Mi niña también va a estar mejor ahora y espero que ella no
pase por cosas tan difíciles que pase yo”.
Lili y su pequeña hija retornan a su lugar de origen, con el anhelo
de algún día poder reencontrarse con Josué, para ser la familia, que en
juegos, soñaron ser.
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Si se mira a Sergio a simple vista, se puede tener una imagen
equivocada de él, hasta considerarlo peligroso. Por eso es necesario
acercarse y prestar atención. Descubrir que los tatuajes en su cuer-
po relatan su historia. Reconocer que la fuerza con que atemoriza es
solo una forma de distanciarse y defenderse del mundo que siente
amenazante. Y saber que nunca mira a los ojos porque teme que la
profundidad de su mirada delate su corazón herido, desprotegido y
necesitado de cariño.
Esta forma de mostrarse invencible y fuerte ante la gente es su
escudo protector, así cuida sus heridas, para que nadie más pueda
hacerle daño.
Tras aquella rebeldía hay 16 años de una vida que ha luchado por
construir a pedazos, en soledad pero con gran convicción. Desde
muy pequeño tuvo que enfrentarse a las separaciones, las distancias
y el dolor.
Sergio
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“Yo quería mucho a mi papá, él era un señor mayor, tenía 70 años y
su esposa acababa de morir, cuando en eso conoció a mi mamá, ella
apenas tenía 15 años y pertenecía a la mara 18. Fue así como mi mamá
quedó embarazada de mí. Yo viví con ella y con mi papá hasta que
tuve 4 años, pero se separaron y mi mamá me llevó lejos con ella. A
mí me dolió mucho alejarme de mi papá, lo extrañaba mucho y creo
que el a mí también. Nos mantuvimos en contacto, hasta que murió
porque estaba muy mayor”.
La madre de Sergio era muy joven y tenía muchos problemas que
se sentía incapaz de resolver, refugiándose en el alcohol. Por ello, fue
incapaz de cuidar adecuadamente de su hijo, Sergio, quien guarda un
gran resentimiento hacia ella.
Todas estas situaciones provocaban en él una mezcla de sentimien-
tos que no podía controlar. Así fue como Sergio conoció las drogas,
utilizándolas para adormecer su sufrimiento, como lo había hecho su
madre, años atrás, con el alcohol.
Sin embargo, Sergio quería huir de su realidad y construir un nue-
vo panorama, por eso decidió migrar. Pero el camino no fue como
pensaba.
Durante su trayecto, sintió necesidad, soledad y miedo, que le lle-
varon a cometer actos delictivos. Por ello estuvo recluido dos años
en la cárcel del país vecino, tras un robo callejero a una señora. Este
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recuerdo no le causaba orgullo, sino más bien vergüenza y lo motivó a
impulsar cambios en su vida.
Al salir de la reclusión, Sergio fue repatriado y llevado a un centro
para personas migrantes en su país de origen, en el cual trataron de
ubicar a sus familiares, como alternativa para no institucionalizarlo,
considerando su previo encarcelamiento. Pero los resultados no fue-
ron alentadores.
De su madre no se tenía ningún registro, pero además, por su histo-
rial de alcoholismo no se consideraba una persona idónea para cuidar-
lo. Por parte de su padre, Sergio
contaba con otras hermanas y
hermanos.
Contactaron, primero, a una
hermana, de aproximadamente
50 años, quien lo rechazó por ser
hijo de la segunda relación de su
padre y considerarlo rebelde.
Se identificó entonces a
otro hermano que vivía en los
Estados Unidos. Él recordaba a
Sergio con cariño, porque se pa-
recía mucho a su padre, a quien
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le había prometido cuidarlo.
Como no era posible llevar a Sergio hasta Estados Unidos, su herma-
no arregló para que su hijo -sobrino de Sergio quien vivía en su mismo
país- se encargara de él y le abriera las puertas de su hogar. Las cosas
parecían mejorar.
“Por un momento, todo pareció un sueño cumplido. Era como si mi
papá desde el cielo, siguiera cuidando de mí y lograra acomodar las
cosas para que yo tuviera un hogar y una familia. Pero era demasiado
bueno para que durara. Al poco tiempo comenzaron a tratarme mal,
a recriminarme por todo, a echarme en cara hasta la comida que me
daban y el techo que me cobijaba. Y no pude más. Pronto entendí
que la familia se había hecho cargo de mí solo para recibir el dinero
que mi hermano enviaba desde los Estados
Unidos. Yo no importaba para nada”.
Huyendo del rechazo y el desprecio,
Sergio migró por segunda vez, aferrado a la
esperanza de un mejor futuro. Logró cruzar
pero mientras deambulaba por las calles
del vecino país del norte, fue retornando
nuevamente a su país de origen, ingresan-
do al mismo centro para migrantes del que
había salido poco tiempo atrás.
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En esta ocasión tampoco se encontraron familiares en disposición a
brindarle apoyo, por lo que Sergio fue institucionalizado nuevamente.
Tras aquella fachada peligrosa, vive un adolescente luchador, que
día a día sobrevive a la tristeza y el abandono. Dentro de su corazón se
apretujan los deseos de integrarse a una familia y conseguir un trabajo.
Los tatuajes en su cuerpo cuentan una historia que nadie supo o quiso
leer a tiempo. La vida continúa y tal vez Sergio con la fuerza interior
que lo cobija, pueda escribir nuevos capítulos y un final feliz.
“Si pudiera arreglar el mundo -mi mundo- buscaría una familia que
me quisiera para vivir con ella, donde encontraría cariño y apoyo. Me
gustaría también tener un trabajo, así tendría dinero para mis cosas”.
De esta forma, con esfuerzo y dedicación, Sergio construye su futu-
ro, a base de arcilla, como las artesanías que aprendió a hacer mien-
tras era migrante en el otro país.
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Es tiempo de cambio, tiempo de viajar. Las mariposas vuelan bus-
cando la calidez del sol, que les asegura la supervivencia. Muchas lo lo-
gran. Otras se debilitan en el camino y sucumben ante los depredado-
res. Algunas se desorientan y deben detenerse para retomar el rumbo.
Como las mariposas, muchas niñas y niños migran con destino al
norte, soñando que vuelan bajo un cielo azul que les cobija. Así es la
historia de Álvaro.
“Tengo 14 años. Yo vivía en el campo, entre ríos, junto a mi familia:
mis cuatro hermanitos, mi hermanita, mi papá y mi mamá, yo soy el
hijo mayor. Resulta que a mi papá le dio una enfermedad que se llama
diabetes y el trabajo en el campo era muy peligroso para él, porque
si se corta o se lastima, no se le sanan las heridas. Mi mamá tuvo que
quedarse en la casa cuidándolo. Fue entonces que caímos en la po-
breza, y como yo soy el más grande, me tocó salir de la casa y buscar
trabajo. A veces encontraba algo qué hacer, pero no todo el tiempo,
Álvaro
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y como soy niño, no me pagaban lo que debería ser. Entonces casi ni
nos alcanzaba para la comida y curar a papá”.
El recuerdo de su familia le entristecía; cada vez que lo evocaba, las
lágrimas corrían incontenibles por sus mejillas. El amor que les tenía
era la razón que lo había llevado a migrar.
“Un día pasaron por mi pueblo dos hondureños que viajaban hacia
los Estados Unidos. Según me dijeron, allá encontrarían buenas opor-
tunidades de trabajo y podrían ayudar a sus familias. Pensé que esta
era mi oportunidad para salir adelante. Ellos me dieron confianza y
sentí que podrían protegerme. Además, me pareció que esos mucha-
chos sabían lo que hacían, pues me explicaron que si nos detenían,
debíamos decir que cada uno viajaba por su cuenta”.
Álvaro emprendió el viaje con aquellos dos hombres. En medio del
camino hicieron parada en una casa de alojamiento para personas
migrantes. Álvaro se sentía estacionado en el centro de un camino sin
señales, sin certezas ¿Dónde estaba, hacia dónde se dirigía?
Sabía que un tío suyo se había ido hacia Estados Unidos, pero su
familia nunca recibió noticias de él.
En esa casa, le hablaron de los peligros que podría encontrar en
su aventura, incluso le explicaron que al ser menor de edad, podrían
acusar a sus compañeros de viaje como traficantes de niños. Pero él se
sentía preparado para cualquier cosa.
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Hacia el sur divisaba a su familia, de quien se sentía responsable.
Hacia el norte, lo desconocido,
la meta oculta entre nubes os-
curas y peligrosas.
Él aún no se permite regre-
sar a casa, sin tener nada que
ofrecerles a sus personas más
queridas.
“Como soy el hijo mayor, siento que
tengo una responsabilidad. Encontrar un
trabajo y apoyar a mi familia. No habrá más lá-
grimas ni tristeza en casa. ¡Lo voy a lograr!”.
Álvaro decidió continuar su camino incierto. Como las mariposas
que en su viaje se enfrentan a la tormenta, él presiente que se acerca
la etapa más dura, pero el recuerdo de su familia lo alienta. A través del
viaje, espera desplegar sus alas para volar alto por el cielo.
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59
¿Cómo decirle a Carlos que mejor regrese a casa, que la travesía
que pretende es peligrosa, cuando dondequiera que va, se topa con
un camino bloqueado por violencia, inseguridad y temor por su vida y
la de su familia?
“Cuando mi papá se fue para el norte, hace dos años, convenció a mi
mamá de irse con él para que pudieran trabajar duro y llevarnos luego
a mi hermana Julia, de 16 años y a mí. Mientras tanto nos dejaron con
mi abuela y mi abuelo para que siguiéramos estudiando. Pronto papá
y mamá comenzaron a enviarnos dinero para que en casa no faltara
nada y no dejáramos el estudio”.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. La tristeza y la angustia lo inva-
dieron por dentro mientras aquel recuerdo lleno de amor, empezó a
desgranarse entre memorias de dolor.
“Unos pandilleros se dieron cuenta de que nos enviaban remesas
de los Estados Unidos y comenzaron a amenazar a mi abuelo: debía
Carlos
60
darles lo que pedían. Mi abuelo lo hizo pensando en evitar problemas.
Así fue durante dos meses, pensábamos que no nos molestarían más.
Pero después todo empeoró, ya no les bastaba, querían que yo me
uniera a la mara. Lo peor fue cuando un marero se enamoró de mi
hermana. Ya no teníamos salida. Se lo contamos a papá y a mamá, en-
tonces nos pidieron que saliéramos de esa colonia y que nos fuéramos
a otro pueblo, donde tuviéramos seguridad”.
Cuando los sueños de caminos que se abren se convierten en labe-
rintos de más dificultades y más injusticia, es difícil no darle entrada a
la desesperación.
“Nos cambiamos entonces a otro pueblo, más al norte, y empeza-
mos a alquilar una casa, pero no sirvió de mucho, ahí también era
muy peligroso. La gente no nos conocía, y talvez por eso los delincuen-
tes empezaron a perseguirnos. Un día hasta golpearon a mi abuelo
¿Quién golpea a un abuelo?
De nuevo nos cambiamos a otro pueblo, y a otro, y a otro, pero eso
de nada servía, porque a cada lugar que llegábamos, el peligro nos
esperaba a la vuelta de la esquina. Por teléfono, papá y mamá insistían
en lo mismo: que alquiláramos una casa en otra parte ¿En otra parte
dónde, si todo estaba peligroso? Estaban muy lejos y no entendían
como estaban las cosas en el país. Entonces yo decidí que les iba a
contar personalmente, para que me entendieran. Le conté a Julia, mi
hermana, que lo iba a hacer, pero que lo guardara en secreto hasta
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que me fuera, para no angustiar a mi abuelo y mi abuela, que habían
sido tan buenos”.
Carlos tenía muchas dudas; había muchas cosas que no entendía
de su vida. Pero creyó tener la respuesta a esta situación en que su
familia rápidamente se volvía cada vez más y más vulnerable. En la
escuela en alguna ocasión le dieron un libro con ejercicios menta-
les. Recordó uno en que había un laberinto, y él tenía que encontrar
el camino que lo sacara de allí sin toparse con un monstruo. Así se
sentía Carlos. En un laberinto. Sólo que en este, por más desvíos
que hiciera, parecía toparse con un nuevo monstruo a la vuelta de
cada esquina. Comprendió entonces que la ayuda no llegaría por sí
sola y sintió el deber de ir a buscarla, así tuviese que enfrentarse a lo
desconocido.
Tomó su pequeña mochila e inició la travesía. Logró llegar hasta la
primera frontera junto a un grupo,
que estaba formado por un ado-
lescente de 14 años, y otros hom-
bres adultos. Todos parecían vio-
lentos. Además les acompañaban
varias mujeres.
Carlos se sobresaltó cuando
uno de esos hombres lo recono-
ció e identificó a toda su familia y
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el lugar de donde eran.
Eso fue suficiente para que Carlos reconociera que estaba en peli-
gro. Pero esta vez aparecieron unas luces en el momento que más las
necesitaba, como luciérnagas que alumbraban su camino.
“Una señora que viajaba con el grupo, se dio cuenta de lo que me pa-
saba y me aconsejó que me apartara de esos hombres. Con el pretexto
de comprar algo de tomar y comer, nos quedamos atrás y logramos
perderlos. Después, ella se despidió de
mí, me dio un poco de dinero y
siguió su camino. Caminé mu-
chísimo sin saber para dónde.
Yo estaba sucio, cansado y con
hambre. No tenía muchas op-
ciones, así que me puse a pedir
dinero en el parque de un pue-
blo de ese país, pero un policía
me dijo que me fuera. Un señor
miro todo, se acercó y me pre-
gunto que me pasaba. Yo me
imaginé que era un tío mío que
venía a rescatarme, que ya todo
estaba bien y me puse a llorar.
Me dio dinero y además pagó un
63
triciclo9
para que me llevara a una casa, donde me iban a ayudar”.
El lugar donde lo había enviado el señor era un alojamiento para
personas migrantes. Allí encontró el apoyo y la colaboración que tanto
necesitaba, además de comida y un buen trato. Pero Carlos estaba
convencido de que ésta era solo una parada, pues tenía la firme con-
vicción de que su viaja debía seguir. Después de tantos obstáculos,
nada podría detenerlo.
“Si otros niños lo han logrado, ¿por qué no voy a poder yo? Ya estan-
do más cerca les hablaré a mi mamá y a mi papá. Por ahora, mejor que
ni sepan dónde estoy para que no me manden de regreso a casa con
mi hermana, mi abuela y mi abuelo. Quiero contarles personalmente
como está mi país, para que me crean. Estoy a la mitad del camino,
ahora será más fácil llegar a mi destino”.
¿Qué camino habrá tomado en medio de tanta oscuridad? ¿Estará
acaso más cerca de encontrar la salida del laberinto?
9 Medio de transporte de 3 ruedas, también se le conoce como “moto taxi”.
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Las llamadas acortan distancias cuando desde el otro lado, escu-
chamos la voz cariñosa de quien amamos y está lejos. Sin embargo,
éstas a veces no son suficientes para llenar la necesidad de abrazos y
de construir momentos y memorias.
Pablo hablaba mucho por teléfono con su mamá. Su nombre es
Elisa. Ella había migrado hacia los Estados Unidos cuando él apenas
tenía ocho meses, dejándolo al cuidado de sus abuelos. Como joven
madre soltera, Elisa quería darle a su hijo las mejores oportunidades,
pero sabía que en su país había muchos obstáculos para mujeres
como ella.
A Pablo le hacían falta recuerdos de su madre. Los pocos que tenía
los había construido a partir de relatos de sus abuelos, alguna que
otra fotografía y las tantas llamadas telefónicas. Buen muchacho, tenía
amistades en su pueblo y era amoroso y respetuoso con sus abuelos,
quienes, desde el momento en que se hicieron cargo de él, lo trataron
Pablo
66
con cariño. Con el ímpetu de sus 17 años, tras concluir el noveno grado
de colegio, se cansó de anhelar y decidió construir su propia imagen
de su madre. Sin avisar, salió de casa decidido a emprender el viaje
hacia el norte.
“Mi abuela y mi abuelo me cuidan mucho y me dan todo su cariño.
Yo sé que ellos hacen un gran esfuerzo para que no me falte el vesti-
do y el alimento, siempre apoyados por los envíos de dinero que mi
mamá hace sin falta.”
Pero Pablo sentía la necesidad de conocer a su mamá, de abrazar a
esa mujer valiente que migró por la pobreza y el deseo de darle a su
hijo un futuro mejor.
“Yo nunca he dejado de pensar en mi mamá, a pesar de que se
fue desde que yo era muy pequeñito y apenas la recuerdo. Sé que
ella siempre se ha preocupado por mí y desde los Estados Unidos,
ha mandado dinero para que no nos falte nada. Ella sabe que con
abuela y abuelo estoy seguro, que me quieren y me cuidan siempre.
Hablamos por teléfono seguido pero cada día se me hace más gran-
de el deseo de tenerla a mi lado y poder abrazarla. Vea, a mi amigo
Daniel, que es menor que yo, le pasaba lo mismo, hasta que el año
pasado, después de salir del colegio y casi sin dinero se animó a hacer
el viaje y logró llegar. Él ahora está con su mamá, como yo quisiera”.
Logró llegar a un hogar para personas migrantes, luego de haber
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avanzado considerablemente en el tra-
yecto. Allí, las lágrimas recorrían su ros-
tro cuando pensaba en su madre, en la
distancia que aún les separaba.
Estaba confundido y sentía que había
hecho mal al salir de su casa sin avisar,
consciente que sus abuelos estarían preocupados por él. Pero en su co-
razón sentía un llamado fuerte para reencontrarse con su mamá, por
eso se había armado de valor para acortar las distancias que les dividían.
Desde el hogar para personas migrantes, le ayudaron a contactar
a su madre por teléfono. Entre lágrimas y reproches, ella le pidió que
regresara a casa con sus abuelos, angustiados por no saber nada de él
desde hacía varios días. Elisa lo convenció de volver a casa. A cambio,
le prometió que pronto regresará por él, apenas arregle sus papeles
migratorios para viajar sin dificultades: “Pronto, m´hijo”.
Pablo emprendió el regreso con el regalo de la promesa de su ma-
dre en el corazón. No duda. Su confusión y tristeza se convirtieron en
alegría e ilusión, porque siente que aun cuando su camino va de vuel-
ta, su mamá está un poquito más cerca.
“Escuchar de nuevo la voz de mi mamá me devolvió la esperanza.
¡Cómo extraño a mi abuela y a mi abuelo, la comida que me prepa-
ran, sus abrazos! En este momento deben estar haciendo café. Quiero
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regresar a casa y prepararnos para
cuando vuelva mamá. Sé que así será,
ella me lo ha prometido y en mi cora-
zón siento que me va a cumplir.”
Elisa está orgullosa de Pablo, de
que sea un buen estudiante y “una
persona de bien”. Ella entiende la de-
cisión de su hijo: hace mucho tiempo,
ella tuvo que irse por amor; ahora, por ese mismo amor, fue Pablo
quien viajó.
Ella también quiere abrazarlo y tejer junto a él un vínculo cercano
para el futuro, pero quiere hacer las cosas bien y no perder tantos años
de sacrificios. El momento ya vendrá. Por ahora, se siente feliz y tran-
quila de que Pablo esté en casa de vuelta con sus abuelos, retomando
el colegio.
La última llamada la hizo Elisa al hogar para migrantes, agradecien-
do el apoyo que brindaron a su hijo.
A partir de lo vivido, Pablo valora más lo que tiene y siente gratitud
por haber encontrado el camino de regreso.
Madre e hijo esperan que pronto llegue el día en que la línea telefónica
ya no sea necesaria y puedan sustituir las voces por miradas y abrazos.
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Dentro de su cuerpo adolescente late un corazón lleno de espe-
ranzas, dispuesto a correr riesgos por ayudar a quienes ama. Ese cora-
zón también es inocente, aún no conoce de malas intenciones y enga-
ños. Por ello, Maya confió en el consejo de su amiga, quien le aseguró
que junto a su hermano encontraría la ayuda necesaria para lograr sus
metas.
“Mis padre y mi madre se casaron muy jóvenes y formaron una gran
familia. Tengo cuatro hermanos y seis hermanas. Y a pesar de que so-
mos pobres y pasamos muchas necesidades, siempre hemos sido una
familia muy unida. Yo tengo 17 años, mi papá y mi mamá tienen como
40, se ven jóvenes, pero siempre me han dado mucho cariño y han
trabajado fuertemente por la familia.
Para aliviar un poquito la carga, he vivido con una tía que me ha
dado cariño; estudio. Pero siempre pensaba que tal vez algún día, yo
iba a poder hacer algo para mejorar nuestra vida. Muchas personas
Maya
70
decían que viajar a los Estados Unidos era una gran oportunidad para
conseguirlo. Papá me decía que no me preocupara, que lo más impor-
tante era querernos y vivir felices a pesar de la pobreza, pero yo no me
conformaba con esa respuesta. Yo quería darles algo mejor.
Mi mejor amiga conocía de mis intenciones y me sugirió que habla-
ra con su hermano José, un hombre de 41 años, quien también pen-
saba emprender el viaje hacia el norte y que podría acompañarme,
para no viajar sola. Pensé que era una gran oportunidad para irme con
alguien que me protegiera.
Mantuve mi plan en secreto, solo a mi novio le conté cuando iba a
marcharme. Me suplicó con lágrimas en los ojos que no lo hiciera, que
ese no era el camino, que lo pensara. Yo también lloré mucho, porque
lo quiero, pero ya estaba decidida y me despedí de él. Salí en la ma-
drugada, a principios de año, con poco equipaje y el corazón triste, me
fui a escondidas de la ciudad, con ese hombre al que apenas conocía
y en quien confié. Por la noche hice una llamada telefónica a mi tía
quien me pidió llorando que regresara. Sin más explicaciones, corté la
llamada. Era tanto el dolor que sentía que no pude seguir hablando
con ella. La decisión ya estaba tomada”.
Maya y José atravesaron su país sin mayores contratiempos. Tanto
ella como él aportaban dinero para el viaje y todo parecía marchar
bien. Pero al cruzar la primera frontera, el dinero comenzó a escasear,
por lo que pagaron una habitación compartida.
71
72
Ella no sospechaba las intenciones de su
acompañante. ¿Cómo iba a imaginar que una
historia de terror estaba por comenzar?
Primero aparecieron las insinuaciones, lue-
go las discusiones, los forcejeos, las amenazas,
las súplicas silenciadas por la fuerza. Maya es-
taba aterrorizada. De un momento a otro, su
compañero de viaje, ese en quien ella creía
haber encontrado compañía y protección, se había convertido en un
violador ¡Cuánta impotencia!
Luego él durmió tranquilamente, sin remordimiento. Maya no po-
día creer lo sucedido, lloró profundamente toda la noche, sin poder
dormir. Aquellas imágenes la atormentaban.
Ella sentía que la habían tratado como un objeto que no decide, no
piensa, no siente, sometida con fuerza y crueldad.
“Al llegar el amanecer del siguiente día, el hombre me amenazó
para que no contara nada de lo sucedido, dijo que no me separaría de
él y que íbamos a seguir el viaje. Yo no quería comer, me sentía mal,
pero él me amenazaba hasta que comía. Mientras caminábamos a la
ciudad, yo solo pensaba en donde podría tener el dinero escondido. Si
lograba encontrarlo podría escapar y huir lejos de él para que no me
lastimara”.
73
Al caer la noche, se repitió nuevamente la historia de tormento. Maya
se armó de valor y le dijo al hombre que regresaría a su país. Pero él se
enfureció y la amenazó, aplacando cada vez más su voluntad.
“-Ni se te ocurra pensar en devolverte- me dijo furioso. -Yo tengo mis
razones para no vivir más en el pueblo y ni creas que me va a temblar
la mano para matarte. Ya lo he hecho otras veces, y no voy a regresar
para que me atrapen. A mi propia hermana podría matar por sugerir-
me que te trajera; también a tu novio, así elimino todos los problemas
de una vez- me decía. En ese momento sentí más miedo que nunca.
Como se nos acabó el dinero, me obligó a vender mis zapatos, y
otras cosas. Me amenazó con venderme por una noche para conseguir
el dinero que quería, si no conseguía vender mis cosas. Me esforcé
todo lo que pude y por suerte lo logré.
Así pasaba el tiempo en medio de la angustia y el temor. La pesa-
dilla se repetía cada noche y cada día, sin que ella encontrara salida.
Con el pasar de los días, sin dinero ni comida, llegaron a una casa de
alojamiento para personas migrantes. Durante la entrevista de ingreso,
José dio información falsa y fingió tener una nacionalidad diferente.
Aquel hombre amenazó a Maya para que permaneciera callada,
sin revelar lo sucedido. Ella, por temor, hizo caso. Pero otras personas
migrantes que estaban alojadas en la misma casa, notaron que algo
pasaba. Era notorio el poder abusivo que José ejercía sobre Maya.
74
Con disimulo, un joven le aconsejó a Maya que hablara con alguien
del albergue en privado. De algún lugar de su maltratado corazón, lo-
gró sacar valor y buscó a una persona con quien habló a solas. Tras
semanas de abusos y maltratos, Maya sentía de nuevo la esperanza de
que tanto sufrimiento al fin terminaría.
“A ese hombre lo echaron del alojamiento. En ese hogar me dieron
apoyo psicológico y un espacio donde sentirme segura y hasta llama-
ron a mi familia en mi país. Lo que parecía imposible estaba sucedien-
do, me sentía tan emocionada al escuchar las voces de mi familia que
nunca dejaron de quererme y preocuparse por mí. En el alojamiento
me motivaron a poner la denuncia legal por lo sucedido pero no quise
hacerlo porque todavía tengo miedo. Sé que ese hombre llama pre-
guntando por mí y conozco bien sus intenciones”.
Entre lágrimas y abrazos por haber encontrado el apoyo y la ayuda
que necesitaba, se armó de fuerzas para emprender el camino de re-
greso a casa. Dos meses más tarde, quienes le tendieron una mano en
el centro de alojamiento recibieron, por medio de una llamada telefó-
nica, las muestras de eterna gratitud que Maya siempre les guardará.
Como un pájaro que abandona la jaula y recupera su voz, Maya vuela,
cantando libre y segura hacia su mundo conocido. Con el tiempo, mu-
cho esfuerzo y apoyo, podrá sanar sus heridas y recuperar la confianza
en sí misma. Está convencida de que no hay dinero que pueda compa-
rarse al cariño y seguridad que siente en su propia familia.
75
76
77
Los libros tienen la capacidad mágica de abrirse y permitirnos co-
nocer otros mundos, otras realidades que son posibles. Permiten crear,
soñar y por eso a Carolina le encantaba leer, sus libros hacían su ima-
ginación volar.
“Me gusta mucho estudiar, los libros son mis tesoros y ellos le van
dando forma a mis sueños”.
Carolina era muy buena estudiante; con 16 años sobresalía por su
excelencia académica. Era una adolescente inteligente y segura de
sí misma.
“Yo era buena estudiante y a unas compañeras eso parecía moles-
tarles, y comenzaran a hostigarme. Pase mucho tiempo en esta situa-
ción incómoda. Ya no lo soportaba y las reporté en la Dirección de la
escuela, entonces las expulsaron por una semana”.
Luego de esta medida, Carolina esperaba que las agresiones se
Carolina
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Material de Apoyo de la Unidad 3

  • 3. Cuéntame otro cuento 26 Era la noche de Navidad y en todas las casas se disponían las familias para celebrar la Nochebuena. De pronto, en el silencio nocturno, se oyó un fuerte ruido en la calle. Algunas personas se asomaron con miedo a sus ventanas y vieron a un grupo de hombres encapuchados que habían tirado varios adoquines contra el escaparate de una tienda y pintaban con una brocha en la pared: “¡Fuera extranjeros!”.... “España para los españoles”... La tienda era propiedad de un marroquí, que se había instala- do en el barrio siete años atrás y vivía en un piso cercano con su mujer y tres hijos que estudiaban en el colegio de aquella barriada. La gente, muy asustada, corrió las cortinas o cerró sus ventanas. Al poco rato, siguie- ron con sus preparativos de la cena de Navidad. Nadie se atrevió a llamar a la policía. Los asaltantes se marcharon tan tranquilos y con grandes risotadas. Al poco rato, dentro de la tienda se oyeron algunas voces: “¡Vámonos a nuestra tierra!”...decía uno. “Pero ¿te has vuelto loco? ¿Cómo nos vamos a ir?”...contestaba otro. “¿Es que no te das cuenta que aquí no nos quieren?...!Vámonos ahora mis- mo!”… Y la tienda empezó a bullir como si fuese un hormiguero. El café se marchó ense- guida para Colombia y Brasil, de donde habían venido hace muchísimos años. El té cogió un vuelo charter para la India, Camerún y Ruanda. Los collares de diamantes sacaron vuelo para Sudáfrica, Sierra Leona y el Congo. Los anillos y otras prendas de oro se fueron muy irritados a esos mismos países africanos. El cobre se fue a Chile y el níquel a Nigeria. Las telas de algodón prepararon su pasaporte para Egipto y las de seda para China. Toda la ropa vaquera se largó a EE.UU. La carne, roja de vergüenza y enfado, hizo sus maletas para Argentina y las bana- nas para Guatemala, Colombia y Nicaragua. El maíz y las patatas se repartieron por todos los países de Latinoamérica, donde habían nacido sus tatarabuelos. Naranjas, limones y mandarinas se fueron a Extremo Oriente, de donde los habían traído los árabes hace siglos. Los eucaliptos regresaron a Australia y los cipreses a Persia; los tomates a Perú, las berenjenas a la India, los pimientos a Guayana y el maíz a México. El arroz, la alubia, el melocotonero, el tabaco... regresaron para siempre a sus lugares de origen... Y así, poco a poco, cada cosa se marchó a su país de naci- miento. La tienda se iba quedando casi vacía... La gente del barrio volvió a asomarse a sus ventanas al sentir tanto movimiento en la calle de aquellos extranjeros que se marchaban tan enfadados. Se reían de ellos y se encogían de hombros diciendo: “¡Bueno, que se vayan!... Aquí tenemos de sobra y nuestras fábricas producen de todo”...
  • 4. Solidaridad Don Bosco 27 En ese mismo momento, el fuego de sus cocinas se apagó: la comida se estropeó y sus hornos dejaron crudo el pavo, pues el gas se marchó volando a Argelia. Así que tuvieron que pedir urgentemente en todos los hogares una tele-pizza, pero les contestaron que el servicio había quebrado: ¡todas las pizzas se habían ido a Italia sin avisar! Dispuestas a no quedarse sin la cena navideña, muchas familias cogieron sus co- ches para ir a algún restaurante que quedase abierto, pero... ¡no había gasolina en sus depósitos ni en las estaciones de servicio!... El petróleo se fue a Venezuela, a Irak y al Golfo Pérsico. Además, los coches habían quedado hechos una birria: el caucho de las ruedas también se había ido a su país y las carrocerías parecían de chicle, pues el aluminio, el hierro, el plástico, etc. ya no estaban tampoco. ¡Vaya Navidad!... Casi desesperados, con mucha hambre y aburridos, unos conecta- ron el ordenador para pasar el tiempo con un video-juego; otros marcaron mensajes en sus teléfonos móviles. Pero tampoco pudieron hacerlo: nadie sabía que tales mecanismos funcionan con un mineral llamado coltán, que fue el primero en irse al Congo, de donde lo habían traído recientemente. Además, estos utensilios tan mo- dernos ya habían reservado billete para Japón, Taiwán y Tailandia. ¡Bueno, no pasa nada!... Encendamos la chimenea de leña y cantemos “Noche de Paz”... se dijeron unos a otros para animarse. Mas ni siquiera eso pudieron cantar puesto que el villancico había regresado a Austria a vivir en la casa de su composi- tor. Entonces, aquella gente de aquel barrio miró con lágrimas de arrepentimiento la pintada en la pared de la tienda: “¡Fuera extranjeros!”... y pensaron que no debieron haber permitido a aquellos brutos hacer tal barbaridad. Y colorín colorado, ¡ qué bien que las cosas y las personas de distintos lugares del mundo se hayan mezclado ! Autor: Esteban Tabares Fundación Sevilla Acoge cuento 1
  • 6. Cuéntame otro cuento 30 Hola, soy Tatiana, una niña de 9 años. Ahora estoy viviendo en un colegio-hogar lla- mado Satipo, sí Satipo, no sapo ni sapito, SA TI PO. ¿Qué dónde está mi colegio?, muy sencillo, en la selva de Perú. Pero no os preocupéis que aquí no hay ni leones ni nada. Lo que sí hay son muchísimos árboles y casitas de piedra y caña. Y por su- puesto, muchos niños y niñas corriendo por todos lados. Cerca de mi colegio también hay carreteras, aunque son de tierra, y cuando llueve parece que vivimos en un pueblo de barro. Barro por aquí y barro por allá. Hasta el suelo de las clases se llena de barro. En este colegio-hogar hay niños y niñas de muchas partes de la selva, por lo que se habla muchos idiomas. El mío es el Ashaninca y también hablo perfectamente el español. Yo, junto a 200 niños y niñas, vivimos en una casita pegada al colegio. Nos cuidan las profesoras, y nos tratan muy bien. ¡Ellas saben que echamos mucho de menos a nuestras familias!. Yo no tengo padres, pero tengo unos abuelos que me quieren mucho. ¡Qué pena que donde viven ellos no haya escuelas para mí!. ¿Qué cómo vestimos en mi colegio? ¿Os acordáis que aquí se hablaban muchos idiomas porque somos de distinta parte de la selva? Pues igual pasa con la ropa que llevamos. Nuestro colegio está muy chulo porque nuestra directora quiere que sigamos vistiendo como lo hacíamos en nuestras aldeas. Yo visto con una túnica naranja adornada con cáscaras de caracol. En la selva hay unos polvos que sirven para teñir la ropa. Y los caparazones de caracol me los cosió mi abuela antes de venirme a vivir a la escuela-hogar porque aunque esté lejos de ella le gusta verme bien guapa. ¿Os he contado que estoy muy contenta en mi colegio? Ahora tengo muchos ami- gos y amigas. Pero aún me pongo triste cuando me acuerdo de mis primeros días aquí. Yo no conocía a nadie. Me costaba mucho hacer amistades nuevas. Además, cuando salía al recreo había niños y niñas que hablaban otros idiomas y vestían muy diferente a mí y en ocasiones me sentía un poco extraña. No entendía porqué me miraban de una forma tan rara. Todo eso cambió el día que, durante un recreo, una niña de 11 años me preguntó si podía hacer un cuento para ella. Un cuento… ¿yo? Pero si yo no soy cuentista - le dije-, y ella se rió a carcajadas. Ya lo sé, me dijo aquella niña de pelo negro. El cuento es para publicarlo en la revista del colegio, y se llamará “La magia verde”.
  • 7. Solidaridad Don Bosco 31 Pero yo seguía sin comprender nada, y fue cuando le pregunté porqué me pedía el cuento a mí y no a otros niños y niñas del colegio. Y aquella chica me contestó que por el vestido que llevaba había reconocido que era ashaninca y que, por tanto, yo había vivido en una parte de la selva que parece mágica, y donde hacía muchos años las plantas se utilizaban para curar enfermedades, y los ríos eran los más lim- pios del planeta. Me sorprendió mucho que aquella niña de 11 años supiera tantas cosas sobre el lu- gar donde había nacido yo. Y era así porque ella también, de pequeñita, había vivido allí. Era también ¡ashaninca! ¡No sabéis la alegría que me dió! Fue entonces fue cuando acepté su propuesta para escribir un cuento sobre el lugar donde las dos habíamos nacido, un lugar con magia verde. Sería una buena opor- tunidad para dar a conocer nuestra cultura ashaninca a los demás niños y niñas del colegio. Además, me iba a servir para no sentirme tan sola, y no olvidar que siempre tenía un lugar donde regresar junto a mi abuelo y mi abuela. Así que ¡manos a la obra!. Afortunadamente mi nueva amiga me ayudaba mucho, y eso me facilitaba ir escribiendo el cuento sobre los ashaninkas. Pero la verdad es que poco a poco me iba dando cuenta de que había muchas cosas que ya no re- cordaba porque las antiguas costumbres de mi pueblo poco a poco también se iban perdiendo. Por suerte, las vacaciones de Navidad llegaron pronto, y con ella la hora de volver a casa a descansar del colegio. Pero no todos los niños y niñas tenían un lugar donde pasar las vacaciones, y debían quedarse en el colegio. Esto es lo que a mi nueva amiga le pasaba, ella no tenía familia a la que visitar, así que decidí contárselo a mis abuelos y ellos accedieron encantados a que me acompañara durante estas fiestas. Además, podríamos aprovechar para que mi abuela nos contara viejas historias so- bre plantas que ayudaban a curar enfermedades, sobre las propiedades de la tierra para hacer pinturas, sobre piedras y ríos mágicos…un millón de historias que nos servirían para terminar un bonito cuento. Las vacaciones de navidad finalizaron, y era el momento de regresar al cole, y aun- que nos daba pena tener que alejarnos otra vez de nuestro pueblo, había algo que nos ilusionaba, y ese algo era que nuestro cuento saliera en la revista del colegio. ¡Por fin lo terminamos!, era un cuento la mar de bonito y entretenido. Y ¿sabéis qué?, que gracias al cuento todos los niños y niñas del colegio ya no me miraban de aquella forma tan rara, porque ya sabían qué significaba llevar un vestido de tela con adornos de caracol, y además, no paraban de preguntarme sobre las historias
  • 8. Cuéntame otro cuento 32 que nos contó mi abuela y de cómo eran mis otros amigos y amigas ashanincas. Y fue entonces cuando más me alegré de poder seguir vistiendo como antes, y de poder seguir estudiando mi propia cultura para que nunca, aunque los niños y niñas tengamos que ir lejos para estudiar, nos olvidemos de que tenemos un lugar donde regresar con diferentes costumbres, nuestro otro hogar, un hogar como la selva con magia verde. Ah, por cierto, no os olvidéis pegar mi sello en el mapa, porque será la forma de se- guir recordando a los ashaninkas y a vuestra nueva amiga Tatiana. Solidaridad Don Bosco cuento 2
  • 10. Cuéntame otro cuento 34 Manuela es una niña gitana que ya tiene 10 años, y no le gusta demasiado ir al co- legio. Cada mañana, su madre la despertaba y ella volvía a hacerse la dormida para evitar ir al colegio. A la madre de Manuela, que se repitiera la misma historia todas las mañanas y sobre todo esa desgana que tenía su hija para estudiar, le estaba empezando a preocupar. Un buen día, a la vuelta del colegio, Manuela se encontró colgada en el salón una bandera con una franja verde y otra roja con una inmensa rueda de carro en el centro. Manuela que era muy curiosa corrió a buscar a su madre para preguntarle por aquella bandera, pero rápidamente su madre, la descolgó tranquilamente de la pared, la dobló y la guardó sin darle más explicaciones. Al día siguiente, la madre de Manuela, volvió a colocar la bandera un poco antes de que su hija regresara del cole y cuando ésta entró por la puerta volvió a correr detrás de su madre para preguntarle qué significaba aquella bandera. Pero su madre, una vez más sin decirle nada a la niña, la descolgó, la dobló con esmero y la guardó. Durante varios días se estuvo repitiendo esta situación, y la madre nunca le daba explicaciones a Manuela, hasta que un día la niña no pudo más con su curiosidad y empezó a buscar en todos los libros de la casa alguna foto o dibujo de esa curiosa bandera. Día tras día fue rebuscando en los libros, leyendo y encontrando diferentes historias que cada vez le entusiasmaban más, hasta que un día: ¡por fin! ¡por fin! ¡la encontré! ¡la encontré! ¡Yuuuupi! Manuela había encontrado en un libro muy bonito un dibujo con la bandera que su madre había estado colgando todos los días en la pared del salón. La madre al es- cuchar esos gritos de alegría se imaginó lo ocurrido y la observó sin que ella se diera cuenta. Manuela parecía muy interesada mientras leía en un libro una pequeña his- toria que había junto al dibujo de la bandera con la Rueda de carro en el centro… “Érase una vez un gran pueblo llamado Rom, donde las personas calés (gitanas) hablaban el caló (lengua propia). Algunos dicen que nacieron en Egipto, otros que vienen de Pakistán e India. Pero la verdad es un misterio, sobre todo porque la cultu- ra gitana ha sido siempre ágrafa, que quiere decir que no ha conservado por escrito sus tradiciones. Lo cierto es que los abuelos de nuestros abuelos fueron perseguidos, y la comunidad gitana fue huyendo recorriendo pueblos y países en carromatos tirados por animales.
  • 11. Solidaridad Don Bosco 35 Por eso, la comunidad gitana es de origen nómada, que significa que estaban acos- tumbrados a viajar mucho y a cambiar de casa constantemente". Manuela estaba comprendiendo que el carro que aparecía en esa bandera, era el mismo carro que utilizaban sus antepasados para viajar de un lado a otro. Un carro que servía para buscarse la vida como vendedores ambulantes. Pero quería saber más sobre su significado. Manuela siguió leyendo diferentes historias de la comunidad gitana y fue compren- diendo algunas de sus costumbres. Y entre tantos libros, Manuela encontró también algunas cartas que su abuela le es- cribió a su madre hace ya muchos años, antes de que naciera Manuela. En una de estas cartas la abuela de Manuela le contaba a su madre que la rueda de carro simbolizaba los deseos de libertad de circulación más allá de las fronteras es- tablecidas, y que ese significado lo tenía que trasladar a su vida. A seguir estudiando, a mejorar, a crecer para ser cada vez más libres. Y también leyó esto: “Hija, he tenido que trabajar mucho para que fueras a la escuela. Siempre he creído que mis 5 hijos debían aprender a leer y escribir. Pero no era fácil en aquel tiempo, porque algunos familiares no estaban de acuerdo con que estu- diáramos. Pero yo les respondía que mis hijas tenían que estudiar, para que algún día, fueran personas que pudieran ayudar a su pueblo, a la comunidad gitana” A Manuela le sorprendió mucho que hubiera personas que no quisieran que las niñas gitanas fueran al colegio, y que hasta hacía muy poquito tiempo las mujeres se casa- ban y tenían hijos mucho más jóvenes que ahora. Y por eso, aún hoy, solo 2 de cada 100 personas gitanas como la madre de Manuela tenían carrera universitaria. Ahora Manuela entendía porqué su madre ponía tanto empeño en levantarla cada día para ir al colegio. Desde aquel día, Manuela se levantó con alegría cada día para ir al colegio y estu- diar, bueno, de vez en cuando para hacer reír a su madre se hacía la remolona y se volvía a la cama para hacerse de nuevo la dormida. Pero lo importante es que había comprendido muchas cosas a través de una aparentemente simple rueda de carro. Ycoloríancolorado¡elpueblogitanoamuchoslugaresdelmundoconsucarrohallegado! Solidaridad Don Bosco
  • 13. Cuéntame otro cuento 38 Hola, me llamo Airam y soy un chico de las Islas Canarias. Supongo que sabes dón- de estamos, en el Océano Atlántico, muy cerca de África. El otro día llegó a mi colegio un chico del Sáhara, que se llama Abdel y que ha venido a estudiar. Se está quedando con una familia canaria que le ha acogido en su casa. Abdel nos estuvo contando cómo es su vida en el Sáhara, y es muy diferente a la nuestra aquí. Me quedé muy sorprendido de todo lo que nos contó y no pude dejar de pensar en ello todo el día. Cuando llegué a casa se lo conté a mi familia, y mi abuelo me hizo muchas pregun- tas. ¿Sabéis por qué? Pues porque hace muchos años él se fue al Sahara a vivir. - ¿Y por qué te fuiste allí, abuelo? – Le pregunté. Entonces mi abuelo me empezó a contar su historia: “En aquella época, hace no demasiados años, aquí en Canarias pasábamos muchas necesidades. Las tiendas tenían muy poquitas cosas y encima cada familia teníamos un librito en el que marcaban lo que podíamos comprar, para repartirlas entre todos sus habitantes. En casa no había suficiente comida para todos los hermanos y herma- nas, y como yo era el mayor, en cuanto cumplí los 16 años me fui al Sáhara a trabajar. Ahora ya no es así, pero entonces el Sáhara pertenecía a España. Como el Sáhara era muy rico en minerales que había bajo la tierra, había empresas españolas que lo sacaban para llevárselos a España. Yo trabajaba en una de esas empresas. Mientras trabajé allí conocí a muchas personas saharahuis, que trabajaban conmi- go. Tengo muchos amigos y amigas de aquella época, pero ya no viven en el lugar en que yo viví. Cuando España se fue del Sáhara tuvieron que huir por la guerra, y ahora viven en medio del desierto muy lejos de su país. Tu nuevo compañero Abdel debe ser hijo o nieto de una de esas personas que tuvieron que dejar su casa. En aquel momento yo me volví a Canarias y empecé a trabajar en otra cosa. Y es curioso porque ahora tengo compañeros de trabajo que vienen del Sáhara y de otros países a trabajar a Canarias. Al igual que yo hace muchos años, quieren mejorar sus condiciones de vida. ¡Y qué bien que puedan hacerlo aquí!” Y así fue como mi abuelo me contó su historia. Yo no sabía que también en Canarias, y en toda España, muchas personas habían tenido que ir a vivir a otro país, porque aquí también había mucha pobreza. ¡Cómo ha cambiado todo en tan poquito tiempo! Y colorín colorado, ¡ Conozcamos de donde vienen las personas que están a nuestro lado! Solidaridad Don Bosco
  • 14. Fábula la jirafa y el elefante En una pequeña comunidad de las afueras, una jirafa había construido una nueva casa para su familia. Era una casa ideal para jirafas, con una entrada y unos techos altísimos. Las altas ventanas aseguraban el máximo de luz y buenas vistas a la vez que protegían la privacidad de la familia. Los vestíbulos estrechos ahorraban un espacio importante sin comprometer la comodidad. Estaba tan bien hecha que le concedieron el Premio Nacional de Jirafas a la Casa del Año. Sus propietarios estaban muy orgullosos. Un día, la jirafa estaba trabajando en su moderno taller de carpintería situado en el sótano y miró por la ventana. Bajando por la calle iba un elefante. “Yo le conozco”, pensó. “Trabajamos juntos en el comité del APA. Me pareció un trabajador excelente. Voy a preguntarle si quiere ver mi nuevo taller. Quizá incluso podamos trabajar juntos en algún proyecto”. Así pues, la jirafa asomó la cabeza por la ventana e invitó a entrar al elefante. El elefante estaba encantado: él también había disfrutado el trabajar con la jirafa y estaba deseando conocerle mejor. Además, había oído hablar de la carpintería y quería verla. Así que se acercó a la puerta del sótano y esperó a que se abriera. “Pasa, pasa”, dijo la jirafa. Pero inmediatamente se encontraron con un problema: la cabeza del elefante cabía por la puerta, pero no había manera de que su cuerpo entrara. “Menos mal que hicimos esta puerta extensible para poder meter mejor el equipo y los materiales en la carpintería”, dijo la jirafa. “Dame un minuto mientras soluciono este problemilla”. La jirafa quitó algunos cerrojos, aflojó las bisagras y retiró los paneles. El elefante pudo pasar. Poco después, ambos se encontraban felizmente intercambiando anécdotas de su trabajo cuando, de repente, la mujer de la jirafa metió la cabeza por las escaleras del sótano y llamó a su marido: “¡Al teléfono cariño! Es tu jefe”. “Mejor subo y lo cojo en el cuarto de estar”, dijo la jirafa al elefante. “Por favor, ponte cómodo, esto puede que me lleve un rato”. El elefante miró a su alrededor. Vio una pieza todavía sin acabar sobre el torno de la esquina más alejada y decidió examinarla más detenidamente. Pero, según se movió hacia la entrada de la tienda, oyó un crujido que no aseguraba nada bueno. Retrocedió y, rascándose la cabeza, pensó: “Quizás deba subir donde está la jirafa”. Pero, según comenzó a subir las escaleras, oyó como estas empezaban a resquebrajarse. Bajó de un salto y se cayó contra la pared. ¡La pared también se desmoronaba! Mientras estaba allí sentado, despeinado y consternado, la jirafa bajó por las escaleras. “Pero… ¿qué está pasando aquí?”, preguntó la jirafa asombrada. “Estaba intentando ponerme cómodo”, contestó el elefante. La jirafa miró alrededor. “¡Ah! Ya veo cuál es el problema. La entrada es demasiado estrecha. Tendremos que hacerte más delgado. Hay un gimnasio aquí cerca que ofrece clases de aeróbic. Si te apuntas, podríamos conseguir que bajaras de talla.” “Es posible…”, murmuró el elefante, no muy convencido.
  • 15. “Y las escaleras son demasiado débiles para soportar tu peso”, continuó diciendo la jirafa. “Si te apuntaras a unas clases nocturnas de ballet, estoy seguro de que eso ayudaría a que bajaras de peso. Realmente espero que lo consigas. Me encantaría tenerte aquí”. “Quizás”, dijo el elefante. “Pero, para serte sincero, no estoy muy seguro de que una casa diseñada por y para una jirafa pueda servir en algún momento para un elefante. Al menos, no hasta que se produzcan algunos cambios importantes”. Muchas veces no nos damos cuenta de cómo hemos diseñado todo lo que nos rodea pensando tan solo en el tipo de personas con las que estábamos acostumbrados a tratar al principio de que la organización empezara a funcionar. Después nos damos cuenta de que muy posiblemente si queremos crecer y poder hacer más cosas y llegar a más clientes necesitamos poder contar con gente distinta y que es muy posible que no se sientan a gusto como un elefante dentro de una casa para jirafas. R. Roosevelt Thomas, Jr; Building a House of Diversity, American Management Association, 1999.
  • 16. Nombre del estudiante: __________________________________________________________________________________ Fecha: ______________________________________ 50 Excelente Bien Regular Necesita mejoras % Se establece un propósito inicial y se mantiene este enfoque claramente a lo largo de la narración. Se evidencia en la película que se tiene algo importante que comunicar. Se establece un propósito inicial y mantiene el enfoque durante la mayor parte de la narración. Hay pocos errores en el enfoque o el propósito es bastante claro. Es difícil distinguir el propósito de la narración. 5 En el diseño se evidencia una conciencia clara de la audiencia a la cual está dirigida la narración. Los estudiantes pueden explicar por qué el vocabulario, el audio y las imágenes que seleccionaron son adecuadas para su audiencia. Los estudiantes pueden explicar parcialmente por qué el vocabulario, el audio y las imágenes que seleccionaron son adecuadas para el público al que va dirigida la narración. Los estudiantes encuentran que es difícil explicar cómo el vocabulario, el audio y las imágenes que seleccionaron son adecuadas para el público al que va dirigida la narración. Se evidencia una conciencia limitada de las necesidades e intereses del público al que va dirigida la narración. 5 El contenido es enganchador. Deja en la audiencia ideas provocadoras y/o la historia se desarrolla de manera diferente a las expectativas iniciales de la audiencia. La narración es útil para provocar discusiones y diálogos. La historia busca entender y resolver conflictos, explorar oportunidades o superar obstáculos. El contenido es interesante. Deja en la audiencia ideas provocadoras y/o la historia se desarrolla de manera diferente a las expectativas iniciales. El corazón de la historia corresponde a la solución de un conflicto. La narración presenta algunas sorpresas y/o puntos de vista, pero su realización apenas difiere de la expectativa inicial de la audiencia. El uso del lenguaje se puede mejorar. La narración es predecible y no muy interesante. La realización y las expectativas iniciales de la audiencia no difieren. Hay que mejorar el uso del lenguaje. 15 La calidad de la voz del estudiante es clara y consistentemente audible durante la narración. Se evidencia el uso correcto del lenguaje. La calidad de la voz es clara y consistentemente audible durante la mayoría (85-95%) de la narración. Se evidencia el uso correcto del lenguaje. La calidad de la voz es clara y consistentemente audible durante alguna parte (70-85%) de la narración. La calidad de la voz necesita más atención. 5 El ritmo de la voz está acorde con el argumento de la narración e invita a la audiencia a involucrarse en la historia. La estructura y el ritmo de la historia, así como el compromiso emocional que conlleva, ayuda a recordar información importante. Ocasionalmente habla muy rápido o muy despacio según el argumento de la narración. El ritmo de la voz es relativamente atractivo para la audiencia. La estructura y el ritmo de la historia, así como el compromiso emocional que conlleva, ayuda a recordar información importante. Trata de usar el ritmo adecuado de la voz, pero con frecuencia se nota que no está acorde con el argumento de la narración. No es consistentemente atractivo para la audiencia. La estructura y el ritmo de la historia, así como el compromiso emocional que conlleva, poco ayuda a recordar información importante. No intenta igualar el ritmo de la voz al argumento de la narración o a las expectativas de la audiencia. La estructura y el ritmo de la historia, así como el compromiso emocional que conlleva, no ayuda a recordar información importante. 5 La historia está pensada en términos del desarrollo de temas y personajes y no como una simple serie de eventos. Se identican en el mapeo de la historia los siguientes elementos: comienzo (llamado a la aventura), problema (tensión), conflicto central, solución La historia está pensada en términos del desarrollo de temas y personajes y no como una simple serie de eventos. Se identican en el mapeo de la historia la mayoría de los siguientes elementos: comienzo (llamado a la aventura), problema (tensión), conflicto La historia está pensada en términos del desarrollo de temas y personajes y no como una simple serie de eventos. Se identican en el mapeo de la historia algunos de los siguientes elementos: comienzo (llamado a la aventura), problema (tensión), conflicto La historia es una simple serie de eventos. No se identican en el mapeo de la historia los siguientes elementos: comienzo (llamado a la aventura), problema (tensión), conflicto central, solución (desenlace) y final (conclusión, aprendizaje). 5 Voz - Ritmo Mapeo de la historia [1] Punto de vista - Propósito Punto de vista - Audiencia Drama Voz - Consistencia Matriz de Valoración para Narrativas Digitales ASPECTOS NARRATIVA problema (tensión), conflicto central, solución (desenlace) y final (conclusión, aprendizaje). (llamado a la aventura), problema (tensión), conflicto central, solución (desenlace) y final (conclusión, aprendizaje). (llamado a la aventura), problema (tensión), conflicto central, solución (desenlace) y final (conclusión, aprendizaje). (conclusión, aprendizaje). Se elaboran y aportan storyboard, listado de medios, listado de personajes y otros productos de planeación. El storyboard presenta de manera ordenada dibujos o fotografías que resumen eventos importantes de la narración. El storyboard da una idea general de lo que va a pasar en la historia. Se elaboran y aportan storyboard, listado de medios o otros productos de planeación. El storyboard presenta de manera ordenada dibujos o fotografías que resumen eventos importantes de la narración. El storyboard da una idea general de la mayoría de las escenas de la historia. El storyboard, listado de medios o otros productos de planeación que se elaboran y aportan contribuyen deficientemente a la planeación de la narración. El storyboard presenta de manera ordenada dibujos o fotografías que resumen algunos eventos importantes de la narración. El storyboard da una idea general de algunas escenas de la historia. No se elaboran y aportan storyboard, mapa de la historia, listado de medios o otros productos de planeación. 5 El guión evidencia buena planeación y contribuye a la claridad, el estilo y al desarrollo de las escenas. Incluye diálogos, escenas, secuencias y una descripción minuciosa de lo que sucede en cada escena. Se usa un estilo conversacional a lo largo de la narración. El guión evidencia análisis y uso de técnicas y lenguaje mediático. La composición del guión está redactada con buen nivel de detalle. No es ni muy corto ni muy largo. La escritura es clara y argumentativa. Los textos tienen buena ortografía. El guión evidencia buena planeación y las fallas al ejecutarlo no distrajeron del argumento. Incluye diálogos, escenas, secuencias y una descripción de lo que sucede en cada escena. Se usa un estilo conversacional la mayoría (85-95%) del tiempo. El guión evidencia análisis y uso de técnicas y lenguaje mediático. La composición del guión, por lo general, es buena, pero parece rezagarse en algunas partes o necesita un poco más de detalle en una o dos secciones. La escritura es clara y argumentativa. Los textos tienen buena ortografía. El guión tiene algunos problemas de planeación y las fallas al ejecutarlo distrajeron del argumento. Los diálogos, escenas, secuencias y descripción de lo que sucede en cada escena son imprecisos. Se usa un estilo conversacional buena parte (70-84%) del tiempo. El guión evidencia análisis y uso de técnicas y lenguaje mediático. El guión necesita más edición. Se puede notar que una o más secciones de la narración es muy larga o muy corta. La escritura no es clara o argumentativa. En los textos hay problemas de ortografía. El guión no evidencia planeación y al ejecutarlo se distancia del argumento. No se incluyen diálogos, escenas, secuencias y descripción de lo que sucede en cada escena. El estilo de la narración es principalmente el monólogo. El guión no evidencia análisis y uso de técnicas y lenguaje mediático. El guión necesita reelaborarse. Es muy largo o muy corto. La escritura no es clara ni argumentativa. Los textos tienen mala ortografía. 5 Storyboard - Planeación Guión - Planeación / Estílo / Composición
  • 17. 50 Excelente Bien Regular Necesita mejoras % Se grabaron o editaron archivos de audio para componer la banda sonora. La mayoría (cerca de la mitad) de la banda sonora es editada. Una porción pequeña de la banda sonora está compuesta con archivos de audio grabados o editados. La banda sonora corresponde a un archivo de audio creado por otros. 5 La música provoca una respuesta emocional acorde con el argumento de la narración. La música provoca una respuesta emocional acorde con el argumento de la narración. La música está bien y no distrae, pero no le añade mucho a la narración desde el punto de vista emocional. La música distrae, es inapropiada o no se utilizó. 5 Las imágenes y/o fotografías crean una atmósfera que refuerza el mensaje de la narración; comunican simbolismos y/o metáforas. La mayoría de las imágenes son fotografías o dibujos propios. Las imágenes y/o fotografías crean una atmósfera que refuerza el mensaje de la narración. La elección de imágenes es lógica. Algunas imágenes son fotografías o dibujos propios. Se intento usar imágenes y/o fotografías para crear una atmósfera que refuerza el mensaje de la narración, pero necesita más trabajo. La elección de imágenes es lógica. La mayoría de las imágenes son fotografías o dibujos de terceras personas. Poco o ningún esfuerzo se hizo para usar imágenes que crearan una atmósfera apropiada. Las imágenes seleccionadas no guardan relación con el tema de la narración. La totalidad de las imágenes son fotografías o dibujos de terceras personas. La totalidad del video utilizado es de calidad en cuanto a imagen/sonido. El video es pertinente y contribuye a darle fuerza a la narración. La mayor parte del video utilizado es de calidad en cuanto a imagen/sonido. El video contribuye a darle fuerza a la narración. El video utilizado no es muy bueno en cuanto a calidad de imagen/sonido. El video contribuye a darle fuerza a la narración. El video utilizado es de mala calidad en cuanto a imagen/sonido o este no contribuye a darle fuerza a la narración. Se incluyeron otros contenidos digitales tales como animaciones, textos y carteles que apoyan tanto el mensaje de la narración como el componente emocional de la misma. Se incluyeron al menos dos contenidos digitales de los siguientes tipos: animaciones, textos o carteles y estos apoyan tanto el mensaje de la narración como el componente emocional de la misma. Se incluyeron al menos un contenido digital de los siguientes tipos: animaciones, textos o carteles para apoyar tanto el mensaje de la narración como el componente emocional de la misma. No se incluyó ningún contenido adicional de entre los siguientes tipos: animaciones, textos o carteles o se incluyeron pero no apoyan ni el mensaje de la narración ni el componente emocional de la misma. Las diferentes piezas (guión, imágenes, sonidos, videos, animaciones, etc) están unidas y editadas en una película corta (2 a 4 minutos de duración), grabada en un formato de archivo de video común (avi, mwv, etc). Las herramientas digitales están al servicio de la narración de la historia y esta es persuasiva. El proceso de traducir ideas en una forma de expresión mediática Las diferentes piezas (guión, imágenes, sonidos, videos, animaciones, etc) están unidas y editadas en una película. Sin embargo, esta es muy corta o muy larga o no está grabada en un formato de archivo de video común (avi, mwv, etc). Las herramientas digitales están al servicio de la narración de la historia. El proceso de traducir ideas en una forma de expresión Las diferentes piezas (guión, imágenes, sonidos, videos, animaciones, etc) están unidas y editadas en una película. Sin embargo, esta es muy corta o muy larga y no está grabada en un formato de archivo de video común (avi, mwv, etc). El proceso de traducir ideas en una forma de expresión mediática (película) evidencia poca síntesis, imaginación, creatividad, La película final no corresponde a las especificaciones dadas. Se requiere reelaborar el video. Se resalta el medio pero se sacrifica el mensaje, produciendo un evento técnico en lugar de una historia. El proceso de traducir ideas en una forma de expresión mediática (película) no evidencia síntesis, imaginación, creatividad, investigación o pensamiento crítico. 10 Otros contenidos digitales Imágenes Video Integración Banda Sonora - Emoción 25 CONTENIDO DIGITAL Banda Sonora - Edición ASPECTOS de traducir ideas en una forma de expresión mediática (película) evidencia síntesis, imaginación, creatividad, investigación y pensamiento crítico. proceso de traducir ideas en una forma de expresión mediática (película) evidencia síntesis, imaginación, creatividad, investigación o pensamiento crítico. evidencia poca síntesis, imaginación, creatividad, investigación o pensamiento crítico. creatividad, investigación o pensamiento crítico. Se atribuyen todos los créditos por los recursos utilizados en la narración y que fueron elaborados por terceras personas/organizaciones (audio, video, imágenes, textos, ideas). Se presentan los permisos obtenidos de los autores o las licencias de Creative Commons que permitan su libre utilización. No se reconocen los créditos de algunos recursos utilizados en la narración y que fueron elaborados por terceras personas/organizaciones (audio, video, imágenes, textos, ideas). 5 NOTAS DEL EDITOR: CRÉDITOS: + Wikipedia: Guión http://es.wikipedia.org/wiki/Guion_(g%C3%A9nero_literario) + Wikipedia: Storyboard http://es.wikipedia.org/wiki/Storyboard Descargue esta Matriz de valoración en formato PDF y XLS desde la URL: http://www.eduteka.org/NarracionesDigitales_Rubrica.php [1] Recomendamos consultar el diagrama de Mapeo de la Historia en el documento "El mundo de las narraciones digitales" de Jason Ohler http://www.eduteka.org/NarracionesDigitales.php + Matriz de valoración elaborada por Eduteka con base en la plantilla ofrecida por Rubistar. http://rubistar.4teachers.org/index.php?screen=ShowRubric&rubric_id=2077045& + Educause: Ejemplo de Matriz de valoración para narraciones digitales (PDF) http://net.educause.edu/ir/library/pdf/ELI08167B.pdf + PbWorks: Ejemplo de Matriz de valoración para narraciones digitales (PDF) https://files.pbworks.com/download/MS9jPDN7Qu/c21cl/23267467/Rubricexample.pdf Créditos
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  • 21. Elaborado por: Organización Internacional para las Migraciones (OIM) Autoras del texto: Ani Brenes Herrera, Laura Delgado Tenorio y Daniela Alvarez Keller Edición: Sofía Salas Monge y Mercedes Alvarez Rudín (OIM) Ilustraciones, diagramación y diseño: Casa Garabato (Ruth Angulo Cruz y Jeannina Carranza Castro) Coordinadora de Programa: Sofía Salas Monge (OIM) 331.5 B837c Brenes Herrera, Ani Caminos de luces y Sombras: Historias de niñas, niños y adolescentes migrantes / Ani Brenes, Laura Delgado, Daniela Alvarez Keller. – 1 ed. – San José, C.R. : Organización Internacional para las Migraciones, 2015. 104 p. : il. ; 22 X 28 cm. ISBN: 978-9968-542-63-0 1. Inmigrantes – Relatos Personales. 2. Migración. 3. Niños. I. Delgado, Laura. II. Alvares Keller, Daniela. III. Título.
  • 22. OIM agradece a la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia (SBS) de Guatemala, al Instituto Salvadoreño para el Desarrollo Integral de la Niñez y la Adolescencia (ISNA), Casa Alianza en Honduras, la Casa del Migrante de Tecún Umán en Guatemala y Sin Fronteras IAP en México, por su valiosa contribución a este esfuerzo mediante la recopilación de experiencias migratorias reales de niñas, niños y adolescentes en Mesoamérica. La presente publicación ha sido elaborada con la colabo- ración de la Oficina de Población, Refugiados y Migración (PRM) del Departamento de Estado de los EE.UU. a tra- vés del programa regional “Fortaleciendo las Capacidades para Proteger y Asistir a Personas Migrantes en Situación de Vulnerabilidad en Mesoamérica” implementado por la OIM desde el 2010.
  • 23. Índice •  Presentación 9 •  Alicia 14 •  Nahil 18 •  Eduardo 23 •  Mónica 28 •  Daniela 32 •  Ana 37 •  Lili y Josué 43 •  Sergio 49
  • 24. •  Álvaro 54 •  Carlos 58 •  Pablo 64 •  Maya 69 •  Carolina 76 •  Micael 81 •  Lucas 88 •  Jorge 92 •  Mosaico 100
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  • 26. 9 La migración afecta a millones de niñas, niños y adolescentes en todo el mundo. El corredor de América Central-México-Estados Unidos sobresale en los últimos años al ver multiplicado por diez el número de niñas, niños y adolescentes migrantes, según estudios recientes1 . A pesar de su creciente participación, existe falta de información es- tadística precisa que revele el número de personas menores de edad involucradas en el proceso de migración internacional2 . Entre los da- tos existentes, el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (DHS) reporta que el número de aprehensiones de niñas, niños y adolescentes que arribaron a su frontera suroeste durante el 2013 Presentación 1 Estudio regional Niñez y migración en América Central y América del Norte: Causas, políticas, prácticas y desafíos, dirigido por la Universidad de California y la Universidad de Lanús, 2015, 2 Consejo de Derechos Humanos. Report of the Special Rapporteur on the human rights of mi- grants. A/HRC, 2011.
  • 27. 10 fue de 38,759, mientras que a partir de octubre del 2014, el número de aprehensiones se incrementó a 68,541. Durante el 2015, el número de aprehensiones en Estados Unidos ha disminuido pero a su vez ha au- mentado significativamente el número de personas menores de edad detenidas durante el tránsito por México. Datos oficiales revelan además que, antes del 2012, la mayoría (más del 75%) de niñas, niños y adolescentes no acompañados provenían de México, situación que cambió en el 2014 cuando casi el 75% de to- das las personas menores de edad que llegaron a la frontera sur de los Estados Unidos eran originarios de Honduras (28%), Guatemala (24%) y El Salvador (21%), con una proporción sustancialmente reducida (sólo 25%) de México3 . En cuanto al sexo, aunque es mayor la cantidad de niños que de niñas migrantes, entre las aprehensiones de menores de 12 años, para 2014, se mostró un mayor incremento en el porcentaje de niñas (140%) que de niños (100%). Lo cierto es que detrás de estas cifras se esconden historias y reali- dades que merecen ser consideradas en su complejidad y particulari- dad, reconociendo de esta forma que hay un ser humano – niña, niño y/o adolescente- que vive un drama real y merece protección. En este contexto, el Programa Regional Mesoamérica Fortaleciendo 3 Cifras oficiales del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (DHS), 2014.
  • 28. 11 las Capacidades de Protección y Asistencia a Migrantes en Situación de Vulnerabilidad de la OIM, realiza una serie de esfuerzos para me- jorar la protección de derechos y la asistencia a niñez migrante y mujeres que migran en condiciones de vulnerabilidad, personas víc- timas de trata y violencia sexual, personas refugiadas y solicitantes de asilo, migrantes extra-continentales e indígenas, poblaciones LGBTI migrantes, entre otras. Como parte de estas acciones, surgió la nece- sidad de recopilar relatos de niñas, niños y adolescentes migrantes en la región que visibilice este drama humano, sensibilice e invite a la reflexión sobre la cruda situación que enfrentan estas personas. La OIM, a través del Programa Regional Mesoamérica (con fondos de PRM), espera que este libro llegue a ser un material de apoyo en el fortalecimiento de capacidades de personal de instituciones de go- bierno y sociedad civil en la región mesoamericana. Pero más aún, aspira a que los caminos de luces y de sombras de 15 niñas, niños y adolescentes migrantes de la región que aquí se relatan, refuercen en quien los lea, su compromiso por trabajar a partir de enfoques de de- rechos humanos, género, diversidad, interculturalidad e interés supe- rior del niño/a, incidiendo positivamente en la calidad de vida de las personas menores de edad. Para la elaboración de este material se contó con la valiosa colabo- ración de los institutos de niñez y adolescencia de diferentes países de la región mesoamericana, así como de organizaciones de la sociedad
  • 29. 12 civil, albergues y centros de atención de niñas, niños y adolescentes, que por su labor cotidiana, tienen mayor proximidad con la realidad de estas personas. En resguardo del principio de confidencialidad, se ha omitido toda aquella información o detalles que pudiesen de cualquier manera comprometer la privacidad y seguridad de las personas menores de edad cuyas historias se reconstruyen en estas páginas. Roeland de Wilde Jefe de Misión, OIM Costa Rica
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  • 32. 15 La escuela puede ser una fábrica de sueños, un lugar donde el jue- go y la alegría se mezclan con las expectativas de una vida mejor. Así era para Alicia, quien dentro de la escuela construía sueños junto a sus amistades, aprendiendo y divirtiéndose. Para ella, estudiar implicaba tener más oportunidades en el futuro y ayudar a quienes más amaba. Como toda fábrica, Alicia sabía que su escuela también necesita- ba arreglos, pero nunca se imaginó que el hombre encargado de las reparaciones sería el mismo que rompería en mil pedazos los sueños que, con tanto anhelo y esperanza, ella había fabricado. “Era un vecino que hacía todos los arreglos en la escuela donde yo estudiaba. Un día, me esperó a la salida y me arrastró hasta un lugar feo y oscuro donde abusó de mí, amenazándome de que no podía decir nada de lo que había pasado. Pero yo le conté todo a mi papá, y él buscó al tipo y le reclamó por lo que me había hecho. Sin importarle nada, el hombre atacó a mi papá Alicia
  • 33. 16 con un cuchillo y hasta amenazó con matarlo”. Para salvar su vida, el padre de Alicia tuvo que huir a los Estados Unidos, acogiéndose a la esperanza de encontrar un mejor futuro para él y su familia. Mientras tanto, Alicia vivía angustiada por las amenazas que recibía. “Ese hombre que me agredió y apuñaló a mi papá siguió haciéndo- le daño a mi familia. A una de mis primas la secuestró por 13 días y su mamá y su papá tuvieron que pagarle los 15.000 (moneda local) que pidió para devolverla. Después, hizo lo mismo con otra prima, advir- tiéndome que él no estaba jugando conmigo y que yo nunca podría escapar de él. Toda la familia estaba en peligro. Hubo un momento en que me sentí valiente y puse la denuncia contra ese hombre en el Ministerio Público, pero me fue peor, porque amenazó con matar a mi familia, yo ya no sé qué hacer, no tengo salida”. Fue entonces cuando Alicia, impulsada por el miedo y la necesidad de encontrarse a salvo, decidió migrar. “Yo quiero estar con mi papá, porque tal vez estando muy lejos esa persona ya no pueda lastimarme. He estado cerca de llegar al lado de papá, pero no lo he logrado, y tengo miedo de que él continúe endeu- dándose para ayudarme, porque cada viaje cuesta como $ 6.000”. En medio del camino que la llevaba hasta su padre, Alicia fue de- tenida y deportada hasta su país de origen. Mientras regresaba en el
  • 34. 17 avión, ella sintió como el temor y la angustia volvieron a agitarla. “Me siento acorralada, perse- guida todo el tiempo, con mucho miedo de las amenazas y de lo que me pueda pasar. No sé qué hacer para escapar de este aguje- ro oscuro en que me encuentro. Yo salí huyendo de mi pueblo, porque el hombre que me lastimó vive cerca y me sigue amenazando”. Pero Alicia no se resigna. Con solo 16 años ha logrado construir un collage con pedazos de sueños rotos, que la impulsan a intentar llegar, una vez más, hasta donde vive su padre: “Ahora sí espero cruzar todas las fronteras que hay en el camino, llegar donde mi papá y volver a estudiar, ayudarle un poquito a él y a mi familia. Yo sé que voy a lograr estar allá, donde no puedan lasti- marnos más”. Alicia tiene la certeza de que en el norte también hallará una fábri- ca de sueños, donde las piezas viejas y rotas encontrarán reparación y podrá construir sueños nuevos, llenos de color.
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  • 36. 19 Alos 17 años se cuenta con las fuerzas y la certeza de que el mun- do puede cambiar. Esa es todavía una corta edad para resignarse a la desigualdad y dejar de luchar; eso Nahil lo sabía bien. Él y su familia vivían en condiciones de pobreza y falta de oportunidades, como mu- chas otras familias pertenecientes a su misma etnia indígena. De esta última, parecía haber heredado no solo el color de la piel, sino tam- bién el poder de resistir a las injusticias y hacerse más fuerte. Así era que Nahil defendía su sueño de salir adelante y por esta ra- zón emprendió el camino hacia Estados Unidos. Partió con la tristeza por alejarse de su madre y sus seis hermanos para permanecer un tiempo con su padre en ese otro país; pero lo motivaba el anhelo de encontrar una nueva vida y poder ayudarle a su familia. En ese mo- mento no podía vislumbrar las duras situaciones que enfrentaría: “Yo iba con un coyote que me trataba bien, me dejaba comprar comi- da y hasta me dio un celular para que estuviéramos en comunicación, Nahil
  • 37. 20 porque viajábamos en buses diferentes. Él nos acon- sejó, a mí y a otras personas migrantes, que a cual- quier pregunta solo podíamos contestar que íbamos a comprar mercadería para vender. Las cosas no iban tan mal hasta que tuvimos que enfrentar a los federales en los retenes. Allí nos bajaron y nos revisaron las mochilas con un aparato para ver si llevábamos drogas. Nos registraron y nos quitaron lo poco que teníamos. El celular lo tiraron dentro de una pa- trulla y no me lo devolvieron. Más adelante, en otro retén, nos pidieron 1000 (moneda local) por cabeza para dejarnos seguir nuestro camino. Así me fui quedando sin dinero, porque en el siguiente tramo lo que querían eran dólares, $200 por cabeza. Entre todas las personas que íbamos hicimos una coperacha4 y pudimos juntar $800. Con eso sí nos dejaron pasar. Seguimos la aventura y ya estábamos cerca de la frontera, solo faltaba cruzar aquel río enfurecido. Nos escondimos entre los matorrales para que la “migra” no nos viera y nos montamos en una lancha para cruzar. Pero luego de pasar el río, nuestros guías no conocían bien el camino y estuvimos andando en círculos hasta que aparecieron “los moscones”5 que nos alumbraban con rayos infra rojos. ¡Todos al suelo! Nos decía el 4 Palabra para referirse a una colecta de dinero, en la que contribuyen varias personas. 5 Palabra utilizada para referirse a personas que con su presencia causan molestia e incomodidad.
  • 38. 21 guía. Y así pasé hasta dos horas, boca abajo y casi sin respirar. Logramos avanzar un poco, hasta unos cañaverales, pero cuando ya estaba cerqui- ta de pasar, salieron de nuevo los moscones. Otra vez me tiré al suelo y esperé, pero en eso vi la luz de una linterna: eran los que cuidaban la frontera; así que me levanté y corrí y corrí desesperado, hasta saltarme una cerca, cayendo en un campo de nopales llenitos de espinas, que se me metieron en todo el cuerpo”. El dolor de Nahil era insoportable, las espinas no solo se ensartaban en su cuerpo, sino también en su corazón, en los recuerdos de oportunidades truncadas y espe- ranzas destruidas. “Sin importar mi dolor, me agarraron y me llevaron con ellos, yo caminaba como un ro- bot para que las espinas no se me metieran más. Eso fue lo más triste, ver cómo me trata- ban, sin importar lo que estu- viera sintiendo. Así me llevaron hasta la hielera”6 . 6 Palabra utilizada para describir centro de detención para personas migrantes, caracterizado por ser intensamente frío, simulando hielo.
  • 39. 22 Allí un médico le ayudó a quitarse las espinas. Sus manos rotas y ensangrentadas eran tan sólo una pequeña muestra de las heridas en su corazón. “Cuando dije que tenía 17 años no me creyeron. Y otras personas me aconsejaron: -mejor diga que tiene más porque si no lo dejan encerra- do más de cinco meses-, entonces tuve que decir que era mayor para no quedarme más en ese lugar”. Siendo tan joven, Nahil ha conocido no solo el dolor físico, sino tam- bién aquel dolor que causan la indiferencia, la incomprensión y el maltrato de personas que no comprenden lo valiente que ha sido al recorrer un camino desconocido y lleno de peligros, por perseguir el sueño de una mejor vida. Nahil fue deportado a su país de origen. Mientras permanecía si- lencioso durante el vuelo, decidió que a pesar de lo sufrido volvería a intentarlo: las cicatrices en sus manos le recordaban una historia que escuchó durante su travesía. Le dijeron que aquellos nopales que le provocaron sus heridas, eran llamados la planta de la vida, pues al secarse, nace una plan- ta nueva. Él piensa que así sucederá con sus oportunida- des: aunque parezcan secarse, como los nopales, nacerán oportunidades nuevas y de ellas florecerá un corazón va- liente, como el suyo.
  • 40. 23 Cuando las oportunidades no aparecen a la vuelta de la esquina, es necesario juntar el valor, la paciencia y la constancia para buscarlas, como quien busca un tesoro escondido. Así, con la brisa fresca de diciembre y la ilusión propia de un ado- lescente de 13 años, Eduardo se enrumbó hacia México, acompaña- do de su tío, un hombre adulto. Ambos salieron de su país con el anhelo de encontrar nuevas oportunidades, sin sospechar lo que les esperaba. “Cuando cruzamos la frontera, unos hombres detuvieron el autobús donde viajábamos. Nos bajaron, nos tiraron al suelo como si fuéramos bandidos, nos registraron y nos quitaron el dinero que llevábamos. Después nos subieron a un pick up 4 x 4, que supuestamente era ofi- cial y nos llevaron por unos caminos muy rocosos, llenos de matorrales. Yo iba muerto de miedo, pero en un momento, sin pensar si era una buena idea, me atreví a lanzarme del carro hacia una pendiente muy Eduardo
  • 41. 24 pronunciada. Entonces aproveché y empecé a correr con toda rapidez. Los hombres comenzaron a dispararme y perseguirme, pero creo que el mismo terror que yo tenía me hacía correr más rápido, hasta que logré escaparme”. Después de huir de aquellos hombres, que en realidad eran secues- tradores, Eduardo acudió a Migración para pedir ayuda. Estaba solo, no sabía nada de su tío y la experiencia recién vivida lo desanimó mu- cho, ya no quería continuar el viaje. “Llegué a Migración un viernes y permanecí en ese lugar todo el fin de semana. Me dijeron que me llevarían a una conducción7 en una casa para personas migrantes en mi país, pero solo después de tener audiencias en unos juzgados. Entonces, antes de irme, tuve que con- tar mi historia muchas veces, y hubo momentos en que ya no sabía si toda esa pesadilla de verdad me estaba sucediendo o era sólo eso, una pesadilla de la me iba a despertar agitado, pero feliz de que no fuera real”. El lunes por la mañana, Eduardo había vuelto a su país de origen y se encontraba en un centro para personas migrantes. Mientras sentía que su luz al fin brillaba de nuevo, recibió una noticia despiadada, de esas que nadie debería recibir. 7 Proceso de traslado, retorno y recepción de niñas, niños y adolescentes migrantes.
  • 42. 25
  • 43. 26 Se enteró que los captores habían mantenido a su tío secuestrado, mientras contactaron a su familia para pedirle $3500 por su liberación: su luz se apagó por completo, ya no habría más compañero de viaje para él. Eduardo sabía, sin que le hubiesen terminado el relato, que su familia no era capaz de juntar tal cantidad de dinero; ello significaba que su tío había sido asesinado. Más adelante, Eduardo conoció los detalles del desenlace y pudo sentir, con toda la tristeza y frustración de su sufrida juventud, los efec- tos de la pobreza y la desigualdad: a su tío lo mataron porque su fa- milia, que no sabía leer ni escribir, se esforzó por recoger 3500 pero en moneda local, que era de poco valor, enviando el dinero a la dirección indicada, con la esperanza de salvarlo. No obstante, contario a ello, el envío desató la furia de los captores quienes lo asesina- ron sin piedad. El muchacho no podía expli- car la tormenta de sentimien- tos que lo agobiaba. Había una tristeza que lo invadía por todas partes de su cuerpo hasta estru- jar su corazón. Tanta impotencia por todo lo que sucedió y que ya
  • 44. 27 no podría cambiar. Junto a su llanto incontenible, sostenía la convic- ción de querer verse a sí mismo y a su familia fuera de este ciclo de pobreza, violencia y falta de opciones para superarse. Tras la tormenta, más en calma consigo mismo y su dura historia, Eduardo confía en comenzar de nuevo y correr tras la búsqueda del tesoro que no es otra cosa que una vida feliz. Tal vez por otros caminos, el recuerdo de su tío le sirva como guía para alcanzarlo.
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  • 46. 29 AMónica le gustaban las noches despejadas, porque le permitían ver las estrellas, sin importar que se encontraran a una distancia enor- me ¿Sería esa distancia la misma que la separaba de los sueños que quería alcanzar? No era fácil esperar cambios en su vida, cuando ésta la había gol- peado tanto a pesar de tener apenas 12 años. Pero se consolaba pen- sando que sus sueños y esperanzas, aunque lejanas, también podrían brillar como las estrellas. Ella era una joven distante y algunas personas creían que era rebel- de y malagradecida, pero ella era más bien inocente, tierna, desinte- resada y honesta. Mostraba poca confianza en sí misma; la opinión de las otras perso- nas tenía gran influencia sobre ella, para bien o para mal. Le costaba mucho decidir por sí misma y sus ideales, como árboles sin raíces, pa- recían haberse derrumbado entre sombras de abandono y desamor, Mónica
  • 47. 30 a falta de un abrazo protector que le asegurará que todo estaría bien. Pocas personas conocían su gran fortaleza, porque ignoraban las situaciones tan difíciles que había enfrentado y que la hacían pensar con frecuencia que nadie podría quererla, así como creía que su ma- dre y su padre tampoco lo hicieron. Abandonada a la temprana edad de 5 años, no conocía sus raíces: “Crecí con mi madre y muchas hermanas y hermanos, aunque te- níamos padres diferentes. A mi madre siempre la engañaban, ella no tenía un esposo o compañero que de verdad la quisiera y mis herma- nas, hermanos y yo tampoco tuvimos un padre. Había muchos hom- bres, pero ninguno se quedaba en casa para apoyarnos y querernos.” Las huellas del dolor le dejaron heridas difíciles de cicatrizar, sin em- bargo, ella procuraba no actuar con maldad. Mónica no recordaba muchas cosas, algunas eran memorias deste- ñidas, otras eran historias que alguien más le contó, y con ellas trató de reconstruir su propia historia arañando recuerdos de dolor, de culpa y de resentimiento. Pero había un recuerdo particularmente doloroso para ella, de esos que dejan huellas profundas e imborrables. “Como me abandonaron fui entregada a una señora que dijo que era mi abuela… Pero eso no era cierto. Ella me explotaba y luego de aprovecharse de mí, también me abandonó”.
  • 48. 31 Luego de todas estas expe- riencias de rechazo y dolor, Mónica se encontraba sin casa, sin hogar, sin familia y sin aspi- raciones, llena de desilusión y tristeza, solo conservaba una pe- queña luz de esperanza que la impulsó a migrar, sentía que aún no debía resignarse. Pero mientras atravesaba el país vecino del norte, fue dete- nida por las autoridades migra- torias por su condición irregular ¿A dónde iría ahora? Mónica ha sido valiente y ha escondido sus esperanzas en un lu- gar muy profundo de su corazón, del mismo modo en que guardan su luz las estrellas al amanecer. Está segura que en el momento y lugar oportunos, sus propios sueños brillarán como ellas, sin tiempo ni distancia.
  • 49. 32
  • 50. 33 En ocasiones, los recuerdos vienen a la memoria como traídos por palomas mensajeras. Algunos retornan casi irreconocibles, borrosos como grises nubes de invierno. Otros, regresan sin nombres ni fechas, pero mantienen sus colores, sus formas y sus sonrisas. Entre estos últimos recuerdos, Daniela mantenía el de su abuelo paterno y el lugar donde él vivía. Era una colonia florida, con muchos árboles, tiendas de colores, donde se podía correr por las calles. Un vecindario con personas agradables y amistosas. Recordaba que su abuelo vivía en el mismo país donde nació su papá, más al norte; por el contrario, ella nació y vivía en el mismo país que su madre, al sur. Su madre y su padre habían permanecido juntos hacía mucho tiempo, pero las cosas cambiaron cuando las circunstancias en que vivían se tornaron más difíciles para sostener a la familia: “Mi papá se fue para los Estados Unidos buscando una mejor vida. Yo estaba tan pequeña que ni me acuerdo de él. Mi mamá se puso a Daniela
  • 51. 34 buscar trabajo, pero solo lo consiguió en un bar. A mis hermanas las llevaron a un Hogar, porque no había quién las cuidara, entonces yo me fui a vivir con unas amigas que también se habían quedado solas”. Pero esa no era la vida que Daniela quería para ella, entonces des- pertó la ilusión de encontrar a su padre, del que apenas tenía un vago recuerdo. Decidió emprender el viaje, lleno de penurias y dificultades para una adolescente de apenas 15 años. Ella no contaba con que su precaria salud la traicionaría y truncaría su sueño a mitad del camino. Cansada, con fiebre y con asma, fue in- capaz de continuar la aventura y fue detenida. En ese país, la llevaron a un albergue para personas migrantes, donde se sintió triste, sola y enferma, sin nadie a quien acudir ni nadie que la reclamara. Ella no quería que la regresaran a su país con su madre y fue enton- ces cuando vino a su mente un recuerdo lleno de color: “En esos momentos de soledad y angustia, una imagen vino a mi rescate: ¡El abuelo! lo sentía tan cerca, recordaba su nombre y su cora- zón amoroso. En el albergue en el yo que estuve me ayudaron a bus- carlo, porque estábamos en el mismo país en que él vivía”. } Guiada por sus recuerdos, Daniela fue llevada a recorrer el lugar donde creía que se encontraba su abuelo. Era una dicha que las palo- mas mensajeras siempre llegaran a tiempo, siguiendo el camino tra- zado por la memoria, enlazando sueños y esperanzas.
  • 52. 35 Para su suerte, a pesar de los años y las dificultades, su abuelo aún vivía en aquella casa vieja, aferrándose al sueño de ver a sus nietas regresar como las aves que vuelven al nido. Daniela entonces fue entregada a su abuelo paterno, quien la recibió emocio- nado. En aquel hogar ella encontró cariño y apoyo, con los cuales construir recuerdos felices. El tiempo ha transcurrido y así también la vida. En aquel lugar, Daniela se enamoró. Con ilusión y fascinación confío en su com- pañero, quien se aprovechó del encanto de su juventud. Luego de dejarla embarazada, la abandonó, tanto a ella como a su hija, sin ninguna responsabilidad. Ahora Daniela, aún adolescente, es una madre soltera que carga en sus brazos a una pequeña niña. Pero la casa del abuelo y su corazón in- menso nunca se cerraron, siendo el abrigo para Daniela y su hija. También recibieron allí a una de las hermanas de Daniela, una
  • 53. 36 vez que alcanzó la mayoría de edad y pudo salir del hogar donde se encontraba. Daniela siente que comienza de nuevo. La familia crece. Con su mirada puesta en el horizonte lucha por un mejor futuro para ella, su hija, sus hermanas y su abuelo. Mientras tanto, las palomas seguirán tejiendo en su cabello las historias que están por venir, como quien reconstruye un nido para alojar las esperanzas.
  • 54. 37 A las niñas se les llama muñequitas, cuando empiezan a crecer mucho las llaman muñecas, y con el tiempo siguen siendo tratadas como juguetes silenciosos, sin voluntad, sin deseo propio, al servicio de los demás, hasta que un día la confianza en sí mismas vuela como un colibrí, que revolotea rápidamente y se aleja. Ana, es un nombre popular en Mesoamérica, pero cada Ana es di- ferente y tiene una historia propia, aunque la historia de esta Ana en particular, es un reflejo de lo que muchas otras Anas, Marías, Natalias, Lucías y mujeres adolescentes de tantos nombres, sufren al ser trata- das como muñecas. Con lágrimas en los ojos, Anita evoca lo vivido a lo largo de sus 14 años, mientras su mirada se pierde entre confusos recuerdos que, en ocasiones, no logra hilar correctamente. Ella era una niña cariñosa, con ilusiones, como cualquier otra niña, a quien le gustaba jugar, correr y estudiar. También era confiada y creía Ana
  • 55. 38 en las personas que la rodeaban, especialmente en su familia, donde se sentía segura, como debería ser. Apenas cumplía los 7 años, cuando fue abusada sexualmente por su tío, un hombre adulto que vivía en la misma vecindad que ella. “Al principio yo trataba de defenderme, de gritar y pedir ayuda. Pero él me amarraba las manos y me tapaba la boca. Conforme pasó el tiempo, entendí que no tenía salida, y que no podía hacer nada para evitarlo. Entonces ni siquiera tuvo necesidad de amarrarme para las- timarme. Yo se lo conté a una amiga de la escuela y ella me aconsejó denunciarlo y me animé a decírselo a mi mamá y mi papá. Jamás me imaginé que iban a reaccionar así: mi mamá me regañó y me dijo que toda la culpa era mía y mi papá me empezó a tratar mal y me prohibió jugar con mis hermanitas. Eso me dolió tanto, yo necesitaba que me protegieran ¿Por qué no entendían que yo no quería que me abusa- ran? ¡Yo intenté evitarlo! Pero no pude ¿Por qué me trataban así?”. Tantas críticas y desprecios llenaron la casa de oscuridad, así como a Ana, quién poco a poco fue apa- gando su luz. Como muñeca de cuerda debía girar de acuerdo a la voluntad de los demás, ya no tenía vida propia. ¿A quién podría recurrir Ana en estas
  • 56. 39 circunstancias? La confianza dejó de tener sen- tido para ella. No confiaba en su familia y tam- poco en sí misma. Lamentablemente, éste era apenas el inicio de un camino de maltrato y violencia, en el cual aún hacían falta muchas estaciones en las que cardos y espinas la ata- carían en la oscuridad. “Yo seguí en la escuela y ya tenía 13 años. Un día, unos amigos de la escuela me invitaron a dar un paseo en lugar de entrar a clases, insis- tieron tanto que me convencieron. Me sentía bien decidiendo por mí misma, parecía una aventura divertida, casi una travesura. Entonces empezamos a caminar, pero cuando los caminos se pusieron cada vez más solitarios, comencé a sospechar que algo no estaba bien. Llegamos a una casa alejada del pueblo, sentí miedo, pero ya no sabía qué hacer ni cómo volver, fue entonces que los cinco abusaron de mí… me dijeron que sabían que mi tío ya me había “iniciado”. No sé cómo la Directora de la escuela se enteró de lo sucedido y habló con mi mamá, pero de nuevo, mi mamá me culpó a mí. Alguien denunció mi caso al Ministerio Público y de ahí en adelante, me se- pararon de mi familia y me llevaron a diferentes hogares y refugios, donde seguí sufriendo maltratos y abusos. Una vez hasta fui violada por un grupo de niñas sin que nadie hiciera nada para defenderme. Por eso, me escapé varias veces de esos lugares, huyendo en busca de
  • 57. 40 otra salida. Una vez conocí un lugar de protección donde sí me cuidaron y me dieron confianza. A mí me hubiera gustado quedarme allí para siem- pre, pero no sé por qué, me regresaron a mi casa, dejándome a cargo de mi mamá y papá.” Después del duro camino recorrido, la madre de Ana fue llamada a una audiencia en la que le entregaron a su hija de nuevo. El retorno a casa no fue nada agradable ya que fue recibida con reproches, insul- tos, prohibiciones y, además, la invadía aquel terrible temor y ansiedad de saber que podía ser abusada sexualmente por aquellos que no ten- drían censura ni castigo. Todas estas experiencias llevaron incluso a que, en algún momento, Ana realizara trabajo sexual para conseguir dinero y así alejarse de su realidad. De todas formas, sentía que su cuerpo hacía mucho ya no era suyo. Fue entonces cuando Ana tomó las pocas fuerzas que tenía y la fan- tasía de una vida mejor y las metió en una mochila liviana, junto a una blusa, una foto y un cuaderno, en el cual escribiría su travesía. Migrar era su forma de huir, de empezar una nueva vida, alejándose de su pasado cruel. Cuando el sol le quemaba la piel y el cansancio se reflejaba en las ampollas de sus pies, cerraba los ojos por unos minu- tos y se repetía a sí misma que podía lograrlo.
  • 58. 41
  • 59. 42 Le atemorizaba la idea de ser devuelta a casa; tan solo pensarlo le daba el valor y forta- leza para continuar el viaje. Sin embargo, en medio de su trayecto fue detenida, deportada e ingresada en un ho- gar para mujeres víctimas de violencia sexual. Pero ella no quería estar allí. Logró escaparse y volvió a intentar suerte migrando, ahora con más seguridad que nunca de que un futuro más próspero la esperaba en el norte. Se sentía valiente. Pero su vida tenía un rumbo distinto del camino que ella había to- mado. Otra vez fue deportada y en esta ocasión la llevaron a un alber- gue para personas migrantes, antes de ser retornada de nuevo a la casa de su familia. Ahora Ana vive con una tía en una ciudad lejana, donde se ha pro- puesto comenzar de nuevo, volver a estudiar y espera algún día encon- trar un trabajo digno. En su voz resuena el deseo por recuperarse a sí misma y, sobre todo, de reencontrarse, apropiarse de su cuerpo y de su vida, para juntar sus sueños e ilusiones y cuidadosamente repararlos.
  • 60. 43 Desde antes de nacer, para las niñas hay muñecas vestidas de ro- sado, con cuerpos sensuales: ejemplo de cómo vestir. Para los niños, automóviles que aspiran conducir a altas velocidades, para demostrar lo audaces que pueden ser. Pero nadie nunca les dice que pueden ser lo que quieran ser, que pueden jugar y divertirse en conjunto, que pueden estudiar, crecer, soñar, cambiar el mundo. Que las niñas no tienen que mirarse al espejo buscando una modelo ni que los niños tienen que contener sus lágrimas cuando la desesperación y la tristeza los embargue. El mundo ha omitido también hablarles de sexo y de placer. De cómo prevenir embarazos a edades tempranas para no dejar perdidos sueños propios, y de cuándo podría ser un buen momento para ser una mamá y un papá responsables. Y así sucedió en efecto para Lili y Josué, de quienes trata esta historia. Ella tiene apenas 15 años, él tiene 18, son pareja y se tienen mucho Lili y Josué
  • 61. 44
  • 62. 45 cariño. Tienen además una pequeña hija de 6 me- ses, Noelia. Hace un tiempo empezaron a migrar buscando mejores condiciones de vida, aquellas que la pobreza no les dejaba tener en su país de ori- gen. Así cruzaron la frontera y llegaron a un lugar donde decidieron quedarse, porque allí se encontra- ba la mamá de Josué. Él trabajaba por las noches de 6pm a 8am, más de 12 horas, lavando autos. El esfuerzo era mucho, pero lo hacía con gusto, porque cuando pulía los autos recordaba aquellos que él admira en las revistas. Su salario apenas era de 200 pesos8 diarios aproximadamente, poco para llevar a su hogar. Es cierto, a veces se ha sentido desesperado, pero le han dicho que como el hombre de la familia debe ser fuerte, sin im- portar lo que realmente sienta. Esa idea le pesa todos los días. Para Lili, la situación tampoco es fácil. “La verdad es que yo no me acostumbro a ser esposa y mamá. Es como si estuviera jugando a la casita. Lo que Josué gana no nos alcan- za para lo que necesitamos. Yo pensaba que aquí las cosas iban a ser mejores, la vida más fácil, pero qué va”. Una amiga de Lili, de edad similar, le dio la idea de un trabajo por 8 Moneda local
  • 63. 46 las noches con buena paga. Para ello resolvió dejar a su bebé en casa de una vecina, retribuyendo el cuido con unas cuantas monedas; de todas formas, ganaría suficiente. Lili se miraba al espejo y se sen- tía sensual, como muñeca de escaparate. “Así comencé mi trabajo de servidora sexual en las calles de Tapachula, dos días por semana, aten- diendo hasta tres clientes por noche. Ganaba 150 pesos por cada uno. ¿Usted me entiende que yo tuve que empezar a buscar algo que hacer para ga- nar dinero también? No nos alcanzaba. Un día que andaba trabajando en las calles, Migración me detuvo porque yo era migrante y no tenía papeles. La vecina que cuidaba de mi bebé, al ver que yo no regresaba, se la entregó a mi suegra y ella se la devolvió a Josué”. Cuando Migración me mantuvo detenida logré hablar con Josué, pero yo no le dije la verdad ¿Se imagina qué horrible hubiera sido para él? Insistí en que me habían detenido cuando estaba haciendo man- dados y que mi hija Noelia, estaba con la vecina mientras tanto”. Josué nunca supo la realidad que vivía Lili. Durante su detención, ella sabía que al ser menor de edad la devolverían a su país de ori- gen, pero eso era lo que realmente quería, regresar junto a su madre y
  • 64. 47 llevarse a la pequeña Noelia consigo; comenzar de nuevo. A pesar de la tristeza que sentía por alejarse de Josué por un tiempo, esperaba que él entendiera. “Por los próximos meses voy a vivir con mi mamá y mi hija, en mi país. Me voy a regresar allá. La verdad es que me hace falta tener una mamá que me cuide y me proteja. No sé si Josué pensará ir allá en algún momento a quedarse con nosotras. Yo creo que las cosas van a mejorar. Mi niña también va a estar mejor ahora y espero que ella no pase por cosas tan difíciles que pase yo”. Lili y su pequeña hija retornan a su lugar de origen, con el anhelo de algún día poder reencontrarse con Josué, para ser la familia, que en juegos, soñaron ser.
  • 65. 48
  • 66. 49 Si se mira a Sergio a simple vista, se puede tener una imagen equivocada de él, hasta considerarlo peligroso. Por eso es necesario acercarse y prestar atención. Descubrir que los tatuajes en su cuer- po relatan su historia. Reconocer que la fuerza con que atemoriza es solo una forma de distanciarse y defenderse del mundo que siente amenazante. Y saber que nunca mira a los ojos porque teme que la profundidad de su mirada delate su corazón herido, desprotegido y necesitado de cariño. Esta forma de mostrarse invencible y fuerte ante la gente es su escudo protector, así cuida sus heridas, para que nadie más pueda hacerle daño. Tras aquella rebeldía hay 16 años de una vida que ha luchado por construir a pedazos, en soledad pero con gran convicción. Desde muy pequeño tuvo que enfrentarse a las separaciones, las distancias y el dolor. Sergio
  • 67. 50 “Yo quería mucho a mi papá, él era un señor mayor, tenía 70 años y su esposa acababa de morir, cuando en eso conoció a mi mamá, ella apenas tenía 15 años y pertenecía a la mara 18. Fue así como mi mamá quedó embarazada de mí. Yo viví con ella y con mi papá hasta que tuve 4 años, pero se separaron y mi mamá me llevó lejos con ella. A mí me dolió mucho alejarme de mi papá, lo extrañaba mucho y creo que el a mí también. Nos mantuvimos en contacto, hasta que murió porque estaba muy mayor”. La madre de Sergio era muy joven y tenía muchos problemas que se sentía incapaz de resolver, refugiándose en el alcohol. Por ello, fue incapaz de cuidar adecuadamente de su hijo, Sergio, quien guarda un gran resentimiento hacia ella. Todas estas situaciones provocaban en él una mezcla de sentimien- tos que no podía controlar. Así fue como Sergio conoció las drogas, utilizándolas para adormecer su sufrimiento, como lo había hecho su madre, años atrás, con el alcohol. Sin embargo, Sergio quería huir de su realidad y construir un nue- vo panorama, por eso decidió migrar. Pero el camino no fue como pensaba. Durante su trayecto, sintió necesidad, soledad y miedo, que le lle- varon a cometer actos delictivos. Por ello estuvo recluido dos años en la cárcel del país vecino, tras un robo callejero a una señora. Este
  • 68. 51 recuerdo no le causaba orgullo, sino más bien vergüenza y lo motivó a impulsar cambios en su vida. Al salir de la reclusión, Sergio fue repatriado y llevado a un centro para personas migrantes en su país de origen, en el cual trataron de ubicar a sus familiares, como alternativa para no institucionalizarlo, considerando su previo encarcelamiento. Pero los resultados no fue- ron alentadores. De su madre no se tenía ningún registro, pero además, por su histo- rial de alcoholismo no se consideraba una persona idónea para cuidar- lo. Por parte de su padre, Sergio contaba con otras hermanas y hermanos. Contactaron, primero, a una hermana, de aproximadamente 50 años, quien lo rechazó por ser hijo de la segunda relación de su padre y considerarlo rebelde. Se identificó entonces a otro hermano que vivía en los Estados Unidos. Él recordaba a Sergio con cariño, porque se pa- recía mucho a su padre, a quien
  • 69. 52 le había prometido cuidarlo. Como no era posible llevar a Sergio hasta Estados Unidos, su herma- no arregló para que su hijo -sobrino de Sergio quien vivía en su mismo país- se encargara de él y le abriera las puertas de su hogar. Las cosas parecían mejorar. “Por un momento, todo pareció un sueño cumplido. Era como si mi papá desde el cielo, siguiera cuidando de mí y lograra acomodar las cosas para que yo tuviera un hogar y una familia. Pero era demasiado bueno para que durara. Al poco tiempo comenzaron a tratarme mal, a recriminarme por todo, a echarme en cara hasta la comida que me daban y el techo que me cobijaba. Y no pude más. Pronto entendí que la familia se había hecho cargo de mí solo para recibir el dinero que mi hermano enviaba desde los Estados Unidos. Yo no importaba para nada”. Huyendo del rechazo y el desprecio, Sergio migró por segunda vez, aferrado a la esperanza de un mejor futuro. Logró cruzar pero mientras deambulaba por las calles del vecino país del norte, fue retornando nuevamente a su país de origen, ingresan- do al mismo centro para migrantes del que había salido poco tiempo atrás.
  • 70. 53 En esta ocasión tampoco se encontraron familiares en disposición a brindarle apoyo, por lo que Sergio fue institucionalizado nuevamente. Tras aquella fachada peligrosa, vive un adolescente luchador, que día a día sobrevive a la tristeza y el abandono. Dentro de su corazón se apretujan los deseos de integrarse a una familia y conseguir un trabajo. Los tatuajes en su cuerpo cuentan una historia que nadie supo o quiso leer a tiempo. La vida continúa y tal vez Sergio con la fuerza interior que lo cobija, pueda escribir nuevos capítulos y un final feliz. “Si pudiera arreglar el mundo -mi mundo- buscaría una familia que me quisiera para vivir con ella, donde encontraría cariño y apoyo. Me gustaría también tener un trabajo, así tendría dinero para mis cosas”. De esta forma, con esfuerzo y dedicación, Sergio construye su futu- ro, a base de arcilla, como las artesanías que aprendió a hacer mien- tras era migrante en el otro país.
  • 71. 54
  • 72. 55 Es tiempo de cambio, tiempo de viajar. Las mariposas vuelan bus- cando la calidez del sol, que les asegura la supervivencia. Muchas lo lo- gran. Otras se debilitan en el camino y sucumben ante los depredado- res. Algunas se desorientan y deben detenerse para retomar el rumbo. Como las mariposas, muchas niñas y niños migran con destino al norte, soñando que vuelan bajo un cielo azul que les cobija. Así es la historia de Álvaro. “Tengo 14 años. Yo vivía en el campo, entre ríos, junto a mi familia: mis cuatro hermanitos, mi hermanita, mi papá y mi mamá, yo soy el hijo mayor. Resulta que a mi papá le dio una enfermedad que se llama diabetes y el trabajo en el campo era muy peligroso para él, porque si se corta o se lastima, no se le sanan las heridas. Mi mamá tuvo que quedarse en la casa cuidándolo. Fue entonces que caímos en la po- breza, y como yo soy el más grande, me tocó salir de la casa y buscar trabajo. A veces encontraba algo qué hacer, pero no todo el tiempo, Álvaro
  • 73. 56 y como soy niño, no me pagaban lo que debería ser. Entonces casi ni nos alcanzaba para la comida y curar a papá”. El recuerdo de su familia le entristecía; cada vez que lo evocaba, las lágrimas corrían incontenibles por sus mejillas. El amor que les tenía era la razón que lo había llevado a migrar. “Un día pasaron por mi pueblo dos hondureños que viajaban hacia los Estados Unidos. Según me dijeron, allá encontrarían buenas opor- tunidades de trabajo y podrían ayudar a sus familias. Pensé que esta era mi oportunidad para salir adelante. Ellos me dieron confianza y sentí que podrían protegerme. Además, me pareció que esos mucha- chos sabían lo que hacían, pues me explicaron que si nos detenían, debíamos decir que cada uno viajaba por su cuenta”. Álvaro emprendió el viaje con aquellos dos hombres. En medio del camino hicieron parada en una casa de alojamiento para personas migrantes. Álvaro se sentía estacionado en el centro de un camino sin señales, sin certezas ¿Dónde estaba, hacia dónde se dirigía? Sabía que un tío suyo se había ido hacia Estados Unidos, pero su familia nunca recibió noticias de él. En esa casa, le hablaron de los peligros que podría encontrar en su aventura, incluso le explicaron que al ser menor de edad, podrían acusar a sus compañeros de viaje como traficantes de niños. Pero él se sentía preparado para cualquier cosa.
  • 74. 57 Hacia el sur divisaba a su familia, de quien se sentía responsable. Hacia el norte, lo desconocido, la meta oculta entre nubes os- curas y peligrosas. Él aún no se permite regre- sar a casa, sin tener nada que ofrecerles a sus personas más queridas. “Como soy el hijo mayor, siento que tengo una responsabilidad. Encontrar un trabajo y apoyar a mi familia. No habrá más lá- grimas ni tristeza en casa. ¡Lo voy a lograr!”. Álvaro decidió continuar su camino incierto. Como las mariposas que en su viaje se enfrentan a la tormenta, él presiente que se acerca la etapa más dura, pero el recuerdo de su familia lo alienta. A través del viaje, espera desplegar sus alas para volar alto por el cielo.
  • 75. 58
  • 76. 59 ¿Cómo decirle a Carlos que mejor regrese a casa, que la travesía que pretende es peligrosa, cuando dondequiera que va, se topa con un camino bloqueado por violencia, inseguridad y temor por su vida y la de su familia? “Cuando mi papá se fue para el norte, hace dos años, convenció a mi mamá de irse con él para que pudieran trabajar duro y llevarnos luego a mi hermana Julia, de 16 años y a mí. Mientras tanto nos dejaron con mi abuela y mi abuelo para que siguiéramos estudiando. Pronto papá y mamá comenzaron a enviarnos dinero para que en casa no faltara nada y no dejáramos el estudio”. Sus ojos se llenaron de lágrimas. La tristeza y la angustia lo inva- dieron por dentro mientras aquel recuerdo lleno de amor, empezó a desgranarse entre memorias de dolor. “Unos pandilleros se dieron cuenta de que nos enviaban remesas de los Estados Unidos y comenzaron a amenazar a mi abuelo: debía Carlos
  • 77. 60 darles lo que pedían. Mi abuelo lo hizo pensando en evitar problemas. Así fue durante dos meses, pensábamos que no nos molestarían más. Pero después todo empeoró, ya no les bastaba, querían que yo me uniera a la mara. Lo peor fue cuando un marero se enamoró de mi hermana. Ya no teníamos salida. Se lo contamos a papá y a mamá, en- tonces nos pidieron que saliéramos de esa colonia y que nos fuéramos a otro pueblo, donde tuviéramos seguridad”. Cuando los sueños de caminos que se abren se convierten en labe- rintos de más dificultades y más injusticia, es difícil no darle entrada a la desesperación. “Nos cambiamos entonces a otro pueblo, más al norte, y empeza- mos a alquilar una casa, pero no sirvió de mucho, ahí también era muy peligroso. La gente no nos conocía, y talvez por eso los delincuen- tes empezaron a perseguirnos. Un día hasta golpearon a mi abuelo ¿Quién golpea a un abuelo? De nuevo nos cambiamos a otro pueblo, y a otro, y a otro, pero eso de nada servía, porque a cada lugar que llegábamos, el peligro nos esperaba a la vuelta de la esquina. Por teléfono, papá y mamá insistían en lo mismo: que alquiláramos una casa en otra parte ¿En otra parte dónde, si todo estaba peligroso? Estaban muy lejos y no entendían como estaban las cosas en el país. Entonces yo decidí que les iba a contar personalmente, para que me entendieran. Le conté a Julia, mi hermana, que lo iba a hacer, pero que lo guardara en secreto hasta
  • 78. 61 que me fuera, para no angustiar a mi abuelo y mi abuela, que habían sido tan buenos”. Carlos tenía muchas dudas; había muchas cosas que no entendía de su vida. Pero creyó tener la respuesta a esta situación en que su familia rápidamente se volvía cada vez más y más vulnerable. En la escuela en alguna ocasión le dieron un libro con ejercicios menta- les. Recordó uno en que había un laberinto, y él tenía que encontrar el camino que lo sacara de allí sin toparse con un monstruo. Así se sentía Carlos. En un laberinto. Sólo que en este, por más desvíos que hiciera, parecía toparse con un nuevo monstruo a la vuelta de cada esquina. Comprendió entonces que la ayuda no llegaría por sí sola y sintió el deber de ir a buscarla, así tuviese que enfrentarse a lo desconocido. Tomó su pequeña mochila e inició la travesía. Logró llegar hasta la primera frontera junto a un grupo, que estaba formado por un ado- lescente de 14 años, y otros hom- bres adultos. Todos parecían vio- lentos. Además les acompañaban varias mujeres. Carlos se sobresaltó cuando uno de esos hombres lo recono- ció e identificó a toda su familia y
  • 79. 62 el lugar de donde eran. Eso fue suficiente para que Carlos reconociera que estaba en peli- gro. Pero esta vez aparecieron unas luces en el momento que más las necesitaba, como luciérnagas que alumbraban su camino. “Una señora que viajaba con el grupo, se dio cuenta de lo que me pa- saba y me aconsejó que me apartara de esos hombres. Con el pretexto de comprar algo de tomar y comer, nos quedamos atrás y logramos perderlos. Después, ella se despidió de mí, me dio un poco de dinero y siguió su camino. Caminé mu- chísimo sin saber para dónde. Yo estaba sucio, cansado y con hambre. No tenía muchas op- ciones, así que me puse a pedir dinero en el parque de un pue- blo de ese país, pero un policía me dijo que me fuera. Un señor miro todo, se acercó y me pre- gunto que me pasaba. Yo me imaginé que era un tío mío que venía a rescatarme, que ya todo estaba bien y me puse a llorar. Me dio dinero y además pagó un
  • 80. 63 triciclo9 para que me llevara a una casa, donde me iban a ayudar”. El lugar donde lo había enviado el señor era un alojamiento para personas migrantes. Allí encontró el apoyo y la colaboración que tanto necesitaba, además de comida y un buen trato. Pero Carlos estaba convencido de que ésta era solo una parada, pues tenía la firme con- vicción de que su viaja debía seguir. Después de tantos obstáculos, nada podría detenerlo. “Si otros niños lo han logrado, ¿por qué no voy a poder yo? Ya estan- do más cerca les hablaré a mi mamá y a mi papá. Por ahora, mejor que ni sepan dónde estoy para que no me manden de regreso a casa con mi hermana, mi abuela y mi abuelo. Quiero contarles personalmente como está mi país, para que me crean. Estoy a la mitad del camino, ahora será más fácil llegar a mi destino”. ¿Qué camino habrá tomado en medio de tanta oscuridad? ¿Estará acaso más cerca de encontrar la salida del laberinto? 9 Medio de transporte de 3 ruedas, también se le conoce como “moto taxi”.
  • 81. 64
  • 82. 65 Las llamadas acortan distancias cuando desde el otro lado, escu- chamos la voz cariñosa de quien amamos y está lejos. Sin embargo, éstas a veces no son suficientes para llenar la necesidad de abrazos y de construir momentos y memorias. Pablo hablaba mucho por teléfono con su mamá. Su nombre es Elisa. Ella había migrado hacia los Estados Unidos cuando él apenas tenía ocho meses, dejándolo al cuidado de sus abuelos. Como joven madre soltera, Elisa quería darle a su hijo las mejores oportunidades, pero sabía que en su país había muchos obstáculos para mujeres como ella. A Pablo le hacían falta recuerdos de su madre. Los pocos que tenía los había construido a partir de relatos de sus abuelos, alguna que otra fotografía y las tantas llamadas telefónicas. Buen muchacho, tenía amistades en su pueblo y era amoroso y respetuoso con sus abuelos, quienes, desde el momento en que se hicieron cargo de él, lo trataron Pablo
  • 83. 66 con cariño. Con el ímpetu de sus 17 años, tras concluir el noveno grado de colegio, se cansó de anhelar y decidió construir su propia imagen de su madre. Sin avisar, salió de casa decidido a emprender el viaje hacia el norte. “Mi abuela y mi abuelo me cuidan mucho y me dan todo su cariño. Yo sé que ellos hacen un gran esfuerzo para que no me falte el vesti- do y el alimento, siempre apoyados por los envíos de dinero que mi mamá hace sin falta.” Pero Pablo sentía la necesidad de conocer a su mamá, de abrazar a esa mujer valiente que migró por la pobreza y el deseo de darle a su hijo un futuro mejor. “Yo nunca he dejado de pensar en mi mamá, a pesar de que se fue desde que yo era muy pequeñito y apenas la recuerdo. Sé que ella siempre se ha preocupado por mí y desde los Estados Unidos, ha mandado dinero para que no nos falte nada. Ella sabe que con abuela y abuelo estoy seguro, que me quieren y me cuidan siempre. Hablamos por teléfono seguido pero cada día se me hace más gran- de el deseo de tenerla a mi lado y poder abrazarla. Vea, a mi amigo Daniel, que es menor que yo, le pasaba lo mismo, hasta que el año pasado, después de salir del colegio y casi sin dinero se animó a hacer el viaje y logró llegar. Él ahora está con su mamá, como yo quisiera”. Logró llegar a un hogar para personas migrantes, luego de haber
  • 84. 67 avanzado considerablemente en el tra- yecto. Allí, las lágrimas recorrían su ros- tro cuando pensaba en su madre, en la distancia que aún les separaba. Estaba confundido y sentía que había hecho mal al salir de su casa sin avisar, consciente que sus abuelos estarían preocupados por él. Pero en su co- razón sentía un llamado fuerte para reencontrarse con su mamá, por eso se había armado de valor para acortar las distancias que les dividían. Desde el hogar para personas migrantes, le ayudaron a contactar a su madre por teléfono. Entre lágrimas y reproches, ella le pidió que regresara a casa con sus abuelos, angustiados por no saber nada de él desde hacía varios días. Elisa lo convenció de volver a casa. A cambio, le prometió que pronto regresará por él, apenas arregle sus papeles migratorios para viajar sin dificultades: “Pronto, m´hijo”. Pablo emprendió el regreso con el regalo de la promesa de su ma- dre en el corazón. No duda. Su confusión y tristeza se convirtieron en alegría e ilusión, porque siente que aun cuando su camino va de vuel- ta, su mamá está un poquito más cerca. “Escuchar de nuevo la voz de mi mamá me devolvió la esperanza. ¡Cómo extraño a mi abuela y a mi abuelo, la comida que me prepa- ran, sus abrazos! En este momento deben estar haciendo café. Quiero
  • 85. 68 regresar a casa y prepararnos para cuando vuelva mamá. Sé que así será, ella me lo ha prometido y en mi cora- zón siento que me va a cumplir.” Elisa está orgullosa de Pablo, de que sea un buen estudiante y “una persona de bien”. Ella entiende la de- cisión de su hijo: hace mucho tiempo, ella tuvo que irse por amor; ahora, por ese mismo amor, fue Pablo quien viajó. Ella también quiere abrazarlo y tejer junto a él un vínculo cercano para el futuro, pero quiere hacer las cosas bien y no perder tantos años de sacrificios. El momento ya vendrá. Por ahora, se siente feliz y tran- quila de que Pablo esté en casa de vuelta con sus abuelos, retomando el colegio. La última llamada la hizo Elisa al hogar para migrantes, agradecien- do el apoyo que brindaron a su hijo. A partir de lo vivido, Pablo valora más lo que tiene y siente gratitud por haber encontrado el camino de regreso. Madre e hijo esperan que pronto llegue el día en que la línea telefónica ya no sea necesaria y puedan sustituir las voces por miradas y abrazos.
  • 86. 69 Dentro de su cuerpo adolescente late un corazón lleno de espe- ranzas, dispuesto a correr riesgos por ayudar a quienes ama. Ese cora- zón también es inocente, aún no conoce de malas intenciones y enga- ños. Por ello, Maya confió en el consejo de su amiga, quien le aseguró que junto a su hermano encontraría la ayuda necesaria para lograr sus metas. “Mis padre y mi madre se casaron muy jóvenes y formaron una gran familia. Tengo cuatro hermanos y seis hermanas. Y a pesar de que so- mos pobres y pasamos muchas necesidades, siempre hemos sido una familia muy unida. Yo tengo 17 años, mi papá y mi mamá tienen como 40, se ven jóvenes, pero siempre me han dado mucho cariño y han trabajado fuertemente por la familia. Para aliviar un poquito la carga, he vivido con una tía que me ha dado cariño; estudio. Pero siempre pensaba que tal vez algún día, yo iba a poder hacer algo para mejorar nuestra vida. Muchas personas Maya
  • 87. 70 decían que viajar a los Estados Unidos era una gran oportunidad para conseguirlo. Papá me decía que no me preocupara, que lo más impor- tante era querernos y vivir felices a pesar de la pobreza, pero yo no me conformaba con esa respuesta. Yo quería darles algo mejor. Mi mejor amiga conocía de mis intenciones y me sugirió que habla- ra con su hermano José, un hombre de 41 años, quien también pen- saba emprender el viaje hacia el norte y que podría acompañarme, para no viajar sola. Pensé que era una gran oportunidad para irme con alguien que me protegiera. Mantuve mi plan en secreto, solo a mi novio le conté cuando iba a marcharme. Me suplicó con lágrimas en los ojos que no lo hiciera, que ese no era el camino, que lo pensara. Yo también lloré mucho, porque lo quiero, pero ya estaba decidida y me despedí de él. Salí en la ma- drugada, a principios de año, con poco equipaje y el corazón triste, me fui a escondidas de la ciudad, con ese hombre al que apenas conocía y en quien confié. Por la noche hice una llamada telefónica a mi tía quien me pidió llorando que regresara. Sin más explicaciones, corté la llamada. Era tanto el dolor que sentía que no pude seguir hablando con ella. La decisión ya estaba tomada”. Maya y José atravesaron su país sin mayores contratiempos. Tanto ella como él aportaban dinero para el viaje y todo parecía marchar bien. Pero al cruzar la primera frontera, el dinero comenzó a escasear, por lo que pagaron una habitación compartida.
  • 88. 71
  • 89. 72 Ella no sospechaba las intenciones de su acompañante. ¿Cómo iba a imaginar que una historia de terror estaba por comenzar? Primero aparecieron las insinuaciones, lue- go las discusiones, los forcejeos, las amenazas, las súplicas silenciadas por la fuerza. Maya es- taba aterrorizada. De un momento a otro, su compañero de viaje, ese en quien ella creía haber encontrado compañía y protección, se había convertido en un violador ¡Cuánta impotencia! Luego él durmió tranquilamente, sin remordimiento. Maya no po- día creer lo sucedido, lloró profundamente toda la noche, sin poder dormir. Aquellas imágenes la atormentaban. Ella sentía que la habían tratado como un objeto que no decide, no piensa, no siente, sometida con fuerza y crueldad. “Al llegar el amanecer del siguiente día, el hombre me amenazó para que no contara nada de lo sucedido, dijo que no me separaría de él y que íbamos a seguir el viaje. Yo no quería comer, me sentía mal, pero él me amenazaba hasta que comía. Mientras caminábamos a la ciudad, yo solo pensaba en donde podría tener el dinero escondido. Si lograba encontrarlo podría escapar y huir lejos de él para que no me lastimara”.
  • 90. 73 Al caer la noche, se repitió nuevamente la historia de tormento. Maya se armó de valor y le dijo al hombre que regresaría a su país. Pero él se enfureció y la amenazó, aplacando cada vez más su voluntad. “-Ni se te ocurra pensar en devolverte- me dijo furioso. -Yo tengo mis razones para no vivir más en el pueblo y ni creas que me va a temblar la mano para matarte. Ya lo he hecho otras veces, y no voy a regresar para que me atrapen. A mi propia hermana podría matar por sugerir- me que te trajera; también a tu novio, así elimino todos los problemas de una vez- me decía. En ese momento sentí más miedo que nunca. Como se nos acabó el dinero, me obligó a vender mis zapatos, y otras cosas. Me amenazó con venderme por una noche para conseguir el dinero que quería, si no conseguía vender mis cosas. Me esforcé todo lo que pude y por suerte lo logré. Así pasaba el tiempo en medio de la angustia y el temor. La pesa- dilla se repetía cada noche y cada día, sin que ella encontrara salida. Con el pasar de los días, sin dinero ni comida, llegaron a una casa de alojamiento para personas migrantes. Durante la entrevista de ingreso, José dio información falsa y fingió tener una nacionalidad diferente. Aquel hombre amenazó a Maya para que permaneciera callada, sin revelar lo sucedido. Ella, por temor, hizo caso. Pero otras personas migrantes que estaban alojadas en la misma casa, notaron que algo pasaba. Era notorio el poder abusivo que José ejercía sobre Maya.
  • 91. 74 Con disimulo, un joven le aconsejó a Maya que hablara con alguien del albergue en privado. De algún lugar de su maltratado corazón, lo- gró sacar valor y buscó a una persona con quien habló a solas. Tras semanas de abusos y maltratos, Maya sentía de nuevo la esperanza de que tanto sufrimiento al fin terminaría. “A ese hombre lo echaron del alojamiento. En ese hogar me dieron apoyo psicológico y un espacio donde sentirme segura y hasta llama- ron a mi familia en mi país. Lo que parecía imposible estaba sucedien- do, me sentía tan emocionada al escuchar las voces de mi familia que nunca dejaron de quererme y preocuparse por mí. En el alojamiento me motivaron a poner la denuncia legal por lo sucedido pero no quise hacerlo porque todavía tengo miedo. Sé que ese hombre llama pre- guntando por mí y conozco bien sus intenciones”. Entre lágrimas y abrazos por haber encontrado el apoyo y la ayuda que necesitaba, se armó de fuerzas para emprender el camino de re- greso a casa. Dos meses más tarde, quienes le tendieron una mano en el centro de alojamiento recibieron, por medio de una llamada telefó- nica, las muestras de eterna gratitud que Maya siempre les guardará. Como un pájaro que abandona la jaula y recupera su voz, Maya vuela, cantando libre y segura hacia su mundo conocido. Con el tiempo, mu- cho esfuerzo y apoyo, podrá sanar sus heridas y recuperar la confianza en sí misma. Está convencida de que no hay dinero que pueda compa- rarse al cariño y seguridad que siente en su propia familia.
  • 92. 75
  • 93. 76
  • 94. 77 Los libros tienen la capacidad mágica de abrirse y permitirnos co- nocer otros mundos, otras realidades que son posibles. Permiten crear, soñar y por eso a Carolina le encantaba leer, sus libros hacían su ima- ginación volar. “Me gusta mucho estudiar, los libros son mis tesoros y ellos le van dando forma a mis sueños”. Carolina era muy buena estudiante; con 16 años sobresalía por su excelencia académica. Era una adolescente inteligente y segura de sí misma. “Yo era buena estudiante y a unas compañeras eso parecía moles- tarles, y comenzaran a hostigarme. Pase mucho tiempo en esta situa- ción incómoda. Ya no lo soportaba y las reporté en la Dirección de la escuela, entonces las expulsaron por una semana”. Luego de esta medida, Carolina esperaba que las agresiones se Carolina