2. ¿Qué es?
La palabra ‘cisma’ significa ‘separación’. El Cisma de Oriente y
Occidente, también conocido como el Gran Cisma, es, pues, la
separación del Papa y la Cristiandad de Occidente, de la Cristiandad
de Oriente y sus patriarcas, en especial, del Patriarca Ecuménico de
Constantinopla. Se inicia, prácticamente, cuando Teodosio el Grande
divide a su muerte (395) el Imperio en dos partes entre sus hijos:
Arcadio, de Oriente.
3. Causas del Cisma
En tres grupos pueden clasificarse las principales causas que motivaron el Cisma:
- De tipo étnico
- De tipo religioso
- De tipo político
4. Tipo étnico
La natural antipatía y aversión entre asiáticos y europeos, unidas al desprecio que
en esta época sintieron los cristianos orientales hacia los latinos, a quienes
consideraban contagiados de barbarie a causa de las invasiones germánicas.
5. Tipo religioso
Las variaciones que, con el paso del tiempo, fueron imponiéndose en las prácticas litúrgicas, dando
lugar al uso de calendarios y santorales distintos.
Las continuas disputas sobre las jurisdicciones episcopales y patriarcales que se originaron a partir de
dividirse en dos el Imperio.
La opinión extendida por todo el Oriente de que, al ser trasladada la capital del Imperio de Roma a
Constantinopla, se había trasladado igualmente la Sede del Primado de la Iglesia universal.
Las pretensiones de autoridad por parte de los patriarcas de Constantinopla, que utilizaron el título de
‘Ecuménicos’ a pesar de la oposición de los papas, que reclamaban para sí, como obispos de Roma, la
suprema autoridad sobre toda la cristiandad.
La negativa de los patriarcas de Oriente a reconocer esa autoridad sobre la base de la Sagrada Tradición
Apostólica y las Sagradas Escrituras, alegando que el obispo de Roma sólo podía pretender ser “primus
inter pares” (un primero entre sus iguales)
La intromisión de los emperadores en asuntos eclesiásticos, creyéndose pontífices y reyes, y
pretendiendo decidir ellos solos los graves problemas de la Iglesia.
6. Tipo político
El apoyo que buscaron los papas en los reyes francos y la restauración en
Carlomagno del Imperio de Occidente (s. IX) mermaron prestigio a los
emperadores de Oriente, que tenían pretensiones a la reunificación del antiguo
Imperio romano.
7. A estas causas de carácter general pueden
añadirse los cargos que los patriarcas Focio
y Cerulario imputaron a la Iglesia de Roma,
y que pueden resumirse en los cuatro
siguientes:
8. Que los papas no consideraban válido el sacramento de la
confirmación administrado por un sacerdote;
Que los clérigos latinos se rapaban la barba y practicaban el
celibato obligatorio;
Que los sacerdotes de la Iglesia Romana usaban pan ácimo en
la Santa Misa, práctica considerada en Oriente una herejía de
influencia judaica; y, en fin,
Que los papas habían introducido en el credo la afirmación de
que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo (“Credo in
Spiritum Sanctum qui ex Patre Filioque procedit”), en contra de lo
que sostenían los patriarcas orientales, que no reconocían esta
última procedencia.
9. Estos cargos, que hubiesen podido
solucionarse con la convocatoria de un
concilio, produjeron la separación
definitiva, si no hubiesen prevalecido
razones espurias a la esencia misma de la
religión.
10. 11 de marzo de 2002
La delegación oficial de la Iglesia Ortodoxa griega es recibida por un Papa en el
Vaticano, por primera vez desde que se produjo el Cisma entre Oriente y
Occidente en el año 1054.
En el año 1054, el papa León IX envió a Constantinopla una legación encabezada
por el cardenal Humberto de Silva y los arzobispos Federico de Lorena y Pedro de
Amalfi, portando un escrito en el que se conminaba a Cerulario a la retractación de
algunos aspectos en conflicto y un decreto de excomunión en caso de que éste se
negase a ello, pero el patriarca se negó a recibirlos y tratar con ellos. Ante esta
actitud, los legados papales publicaron su “Diálogo entre un romano y un
constantinopolitano”, plagado de burlas contra las costumbres griegas, y, el 16 de
julio de 1054, depositaron la bula de excomunión en el altar mayor de la iglesia de
Santa Sofía, en Bizancio (antes Constantinopla), y abandonaron la ciudad de
inmediato.