Juan Manuel Blanes fue un pintor uruguayo del siglo XIX conocido como "el pintor de la patria". Dedicó gran parte de su obra a retratar momentos históricos importantes de Uruguay y Argentina. Recibió una pensión estatal para estudiar pintura en Florencia, Italia. A su regreso, produjo obras que buscaban representar los hitos fundacionales de las naciones sudamericanas y retratar figuras políticas, con un estilo académico pero que también mostraba elementos románticos.
2. Tomado del libro de Jorge López Anaya, "Arte argentino. Cuatro siglos
de historia (1600-2000)"
Desde sus inicios en la pintura como autodidacta, el uruguayo Juan
Manuel Blanes (1830-1901) dedicó gran parte de sus esfuerzos a los
temas históricos del Uruguay, la Argentina y Chile. De 1851 es La
Revista de la retirada del Ejército sitiador o Revista del General Oribe.
El óleo, que representa el desfile militar de los soldados de Oribe, en el
Arroyo de la Virgen, posiblemente es su pintura de tema militar más
antigua.
En diciembre de 1856 viajó a Entre Ríos y se radicó en Concepción del
Uruguay. Muy pronto se convirtió en el protegido del general Justo
José de Urquiza, presidente de la Confederación Argentina, quien le
encomendó la realización de ocho cuadros que representaran sus
batallas épicas, con destino al Palacio San José.
En 1860, una ley otorgó a Blanes una pensión para estudiar en Europa.
Se instaló en Florencia para recibir lecciones de Antonio Císeri, pintor
de historia y retratista (académico).
3. Juan Manuel Blanes, (Montevideo 1830 – Italia 1901) el primer pintor
uruguayo (o “el pintor de la patria”) ya que, habiendo realizado estudios
técnicos en Europa (1860-1864), buscó a su regreso representar los hitos de
la nación, sin perder de vista su aspiración de convertirse en “pintor
americano”.
Sus temas van desde el retrato de personas de su amistad y del ambiente
social y político, hasta la fijación de pequeñas escenas costumbristas
rurales y la interpretación de momentos decisivos de la historia nacional y
americana.
Su pintura es académica, por cuanto sigue en general las normas de
perspectiva, composición y claroscuro utilizadas para la representación de los
cuerpos y del espacio por la academia italiana del Ottocento. Sin
embargo, no es una aplicación estricta de esas normas la que realiza Blanes:
él se apoya en ese sistema de base naturalista buscando conjugar elementos
de la escuela clásica y de la escuela romántica europeas, para utilizarlo como
un instrumento, como una “máquina de crear imágenes” dirigidas a idealizar
la realidad regional sudamericana a través de la evocación del gaucho, la
reconstrucción de la imaginaria de los episodios de la independencia, y la
representación de figuras políticas y personajes del patriciado oriental.
En Blanes, el espíritu academicista se subordina a una finalidad descriptiva
y ejemplarizante, a una finalidad de persuasión moral que era parte de su
concepción del arte y la política.
4. el aporte de la obra de Blanes podría ser analizado desde dos puntos de vista:
1º) el de sus valores específicos en cuanto a las doctrinas estéticas que lo
alimentan – valores referidos a patrones europeos – 2º) el de su significación
ideológica dentro del sistema de fuerzas culturales y sociales que prevalecían
en la 2ª mitad del siglo XIX en nuestro país.
Atendiendo al primer aspecto de los señalados, es indiscutible el hecho que la
obra de Blanes es la primera producción pictórica de carácter nacional que
utiliza la gran corriente doctrinaria de la pintura europea, para dar una
respuesta inaplazable a la demanda de imágenes, planteada por las nuevas
pautas político-culturales en esta parte de América.
Su obra entre 1850 y 1860 es múltiple en retratos, como vigorosa
en interpretaciones murales de las guerras civiles, representadas para el
general Urquiza en su palacio de Entre Ríos. También la vocación épica de su
pintura le hará llevar a la tela varios episodios de la historia americana (“La
revista de Rancagua”, “Últimos momentos de José Miguel Carrera, etc.) con lo
que pretende conquistar proyecciones continentales (reminiscencias
románticas).
En su arte buscó crear un mito fundacional a partir de lo verosímil cotidiano,
unir tradición y contemporaneidad, en la utopía de una política fusión
nacionalista.
5.
6. EL JURAMENTO DE LOS TREINTA Y TRES ORIENTALES
1875 / 1877 - Oleo sobre tela - 5,64 X 3,11m. Museo Blanes
“Mucho es el esfuerzo que el artista ha de emplear para prescindir de las
preocupaciones, que infunde á la moda ó la irracionalidad con
menoscabo de las leyes universales del arte, porque debe resistir la
corriente de desencaminamiento que la multitud de los artista ha
marcado al gusto y al destino del arte.
No necesita esforzarse menos si se propone sacar a la superficie las
verdades históricas que viven confundidas en el ruido del desasosiego
político y social, para hacer con ellas ese arte que no solo da fe en la
historia de las naciones, sino que ha de servir a la moral, a pesar de la
sangre vertida frecuentemente en aras de pasiones sin belleza moral;
pero como felizmente la sangre de los extraviados no alcanza á enrojecer
el vasto campo del arte, el artista encuentra siempre sitios culminantes de
donde descubrir hechos elocuentes de carácter noble, con que ofrecer á
su elección el tributo de una representación de justicia: para eso se
necesita solo firme voluntad y amor.
7. El intento, señores, de un cuadro de historia eminentemente
nacional, era para mí desde años hace, una inclinación que no me
ha molestado poco; y aventuro la palabra, porque he debido
agitarme mucho para conservar separadas la resolución de
emprender la obra, y la desconfianza de mi mismo. (…)
La historia uruguaya, aunque breve, no carece de muchos puntos
interesantes, pero hube vacilado en la elección de alguno, porque
los puntos primitivos, por su carácter colonial, provincial, confuso y
no bastante afirmado, no podrían consagrarse pintados antes que
la historia, escrita definitivamente, los hubiese acordado, de
manera que no fueran contestados por nadie.
Acentuados esfuerzos de índole patriótica, que chispearon en los
primeros años del siglo, me tentaban con su genio, pero dudaba
conquistar sanción para una obra, que no se apoyase más que en
narraciones todavía en contestación.
8.
Por otra parte, la independencia uruguaya, motivo de mi
predilección, llevaba con aquellos puntos la vida vaga de la cuna,
no mas y sus movimientos no eran otra cosa que verdaderos
preliminares que si bien PREPARARON, no realizaron ninguna
forma que tuviera la majestad que al arte apetece cuando se
propone una grande imagen.
Sólo el 19 de Abril de 1825 revestía para mi este carácter, porque
en ese día la independencia nacional había puesto su pié con
firmeza en esta tierra.
Debía, pues, buscar esa primera y memorable huella, y la encontré
señores, en los arenales de la Agraciada. (…) Porque me impresione
el fin trágico de Solís, no he de hacer de esa escena una imagen
nacional, pues no haría justicia a la nación civilizada, haciéndola
solidaria de la fiereza de los antiguos salvajes.”
(JUAN MANUEL BLANES- Memoria sobre el cuadro de los Treinta y
Tres- Tesis presentada por el autor a la Sociedad Ciencias y Artes
de Montevideo.)
10. Representa el momento en que los doctores Roque Pérez y Manuel
Argerich, presidente y vocal, respectivamente, de la Comisión Popular,
penetran en una habitación de conventillo donde hay una mujer joven,
muerta en el suelo, junto a un bebé que pugna por alimentarse de su
pecho. El episodio parece haber ocurrido en la realidad, el 17 de marzo
de 1871; en general se sostiene que la mujer, italiana, se llamaba Ana
Bristiani, y estaba sola con su hijo en ese conventillo de la calle Balcarce
de Buenos Aires, pues su marido se encontraba en la Boca del Riachuelo.
Cuando Juan Manuel Blanes expuso la versión definitiva de su cuadro 'La
fiebre amarilla', tomó decisiones importantes. En primer lugar, introdujo
cambios fundamentales en relación con el boceto preliminar: en lugar del
fragmento macabro que representaba a la madre muerta, con un rostro
deformado por el gesto final y con su hijo todavía succionando de su
pecho, la pintó serena, con su cuerpo y sus ropas cuidadosamente
ordenados, con el niño en el gesto insinuado de buscar el seno de su
madre. Una muerte bella, en la que las pasiones se controlaban y el mal
gusto desaparecía: una muerte "civilizada".