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2
JÖRG GUIDO HÜLSMANN
LA ÉTICA
DE LA PRODUCCIÓN
DEL DINERO
Unión Editorial
2021
3
Título original: The Ethics of Money Production.
Copyright © 2008 by the Ludwig von Mises Institut.
Traducción de José Manuel Carballido.
© 2021 Jörg Guido Hülsmann
© 2021 UNIÓN EDITORIAL, S.A.
c/ Galileo, 52 - 20015 Madrid
Tel.: 913 500 228
Correo: editorial@unioneditorial.net
www.unioneditorial.es
ISBN: 978-84-7209-828-2
Depósito Legal: M. 2.725-2021
Compuesto por PMPL CL
Impreso en España por GRUPO MENGER
Printed in Spain · Impreso en España
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por las leyes que establecen
penas de prisión y multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y prejuicios,
para quienes reprodujeran total o parcialmente el contenido de este libro por cualquier procedimiento
elctrónico o mecánico, incluso fotocopia, grabación magnética, óptica o informática, o cualquier sistema
de almacenamiento de información o sistema de recuperación, sin permiso escrito de los propietarios del
copyright.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra
solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a
CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear
algún fragmento de esta obra.
4
En memoria de Hans Sennholz
5
6
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
por Jesús Huerta de Soto
Me produce gran satisfacción la publicación en español, gracias
alesfuerzo como traductor de mi discípulo José Manuel Carballido,
dellibro ya clásico de Jörg Guido Hülsmann sobre La ética de la
producciónde dinero. Primeramente porque el profesor Hülsmann,
catedrático deeconomía en la Universidad de Angers (Francia), al
publicar la primeraedición de su libro en 2008 se centró en los
aspectos monetarios másinstitucionales y relacionados con la ética,
línea de investigación que yo había iniciado diez años antes
cuando escribí mi tratado Dinero, crédito bancario y ciclos
económicos, por lo que Hülsmann vino con su obra a completar y
reforzar lo que yo ya había querido decir desde unprincipio sobre
este enfoque, y su libro, por tanto, ha de considerarse un
complemento a mi tratado, no solo excelente sino incluso
imprescindible.En segundo lugar, porque el libro de Hülsmann está
lleno de contribuciones originales e intuiciones y desarrollos de
gran valor, entre las que quizás destaca su análisis de las
aportaciones pioneras de Nicolás Oresme, teólogo y obispo de
Lisieux, sobre teoría monetaria, autor al que de forma
imperdonable yo ni siquiera cité en mi obra, pues quizás
demasiado inclinado a resaltar la originalidad de nuestros
escolásticos salmantinos del Siglo de Oro español, pasé
indebidamente por alto que estos por fuerza, bien directa o
indirectamente, no podíanser sino herederos intelectuales del gran
genio francés que, sin duda alguna, fue uno de los pensadores más
originales y eruditos del siglo XIV, no solo en el ámbito de la
economía,sino tambiéncomo matemático,físico, astrónomo, filósofo,
psicólogo e, incluso, musicólogo. Debemos,por tanto, estar muy
7
agradecidos a Jörg Guido Hülsmann por habernos regalado esta
pequeña joya de la ciencia económica que es su Ética de la
producción de dinero y a Unión Editorial por haber hecho posible
finalmente verla publicada en nuestro país.
8
INDICE DE CONTENIDOS
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA...........................................................
PREFACIO............................................................................................................
INTRODUCCIÓN ................................................................................................
PRIMERA PARTE: LA PRODUCCIÓN NATURAL DEL DINERO
CAPITULO I: EL DINERO...................................................................................
CAPITULO II: CERTIFICADOS MONETARIOS...............................................
CAPITULO III: EL DINERO COMO PROCESO DE MERCADO.....................
CAPITULO IV: CONSIDERACIONES UTILITARISTAS SOBRE LA
PRODUCCIÓN DEL DINERO ............................................................................
SEGUNDA PARTE: LA INFLACIÓN.................................................................
CAPITULO V: CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA INFLACIÓN
CAPITULO VI: INFLACIÓN PRIVADA; LA FALSIFICACIÓN DE
CERTIFICADOS ECONOMICOS........................................................................
CAPITULO VII: EL ESTADO A LA ESCENA; INFLACIÓN FIDUCIARIA
MEDIANTE PRIVILEGIOS LEGALES................................................................
CAPITULO VIII: FALSIFICACIONES LEGALIZADAS....................................
CAPITULO IX: MONOPOLIOS LEGALES ........................................................
CAPITULO X: LAS LEYES SOBRE LA MONEDA DE CURSO LEGAL ..........
CAPITULO XII: SUSPENSIÓN DE PAGOS LEGALIZADOS...........................
CAPITULO XIII: PAPEL MONEDA ...................................................................
CAPITULO XIV: EL LEGADO CULTURAL Y ESPIRITUAL DE LA
INFLACIÓN FIDUCIARIA..................................................................................
9
PARTE 3: EL ORDEN MONETARIO Y LOS SISTEMAS MONETARIOS........
CAPITULO XV: SISTEMAS MONETARIOS FIDUCIARIO EN EL ÁMBITO
DEL ESTADO-NACIÓN .....................................................................................
CAPITULO XVI: LOS SISTEMAS DE BANCA INTERNACIONAL (1871-
1971) ......................................................................................................................
CAPITULO XVII: SISTEMA INTERNACIONAL DE PAPEL MONEDA ........
CONCLUSIONES.................................................................................................
REFERENCIAS.....................................................................................................
10
PREFACIO
El proporcionar una exposición concisa de la teoría
monetaria,haciendo especial énfasis en los aspectos éticos e
institucionales dela producción del dinero, se convirtió hace
tiempo en un proyectopersonal. El dinero y la banca han
sido los temas más abordados en materia económica. No
obstante, mantengo la esperanza de que las siguientes
páginas no sean superfluas, ya que combinan tres elementos
que previamente no cabían sido incorporados en un trabajo
de este tipo.
En primer lugar, el presente libro aplica la tradición del
realismofilosófico al análisis del dinero y de la banca. El gran
pionero de este enfoque fue el matemático, físico, economista
y obispo del siglo XIV Nicolás Oresme, autor del primer
tratado sobre inflación de la historia y, de hecho, del primer
tratado en torno a un problema económico.Oresme se centró
exclusivamente en la devaluación de monedas, unaformade
inflación quecarece deimportancia en nuestra época.Pero los
principios que sobre su temática trajo a la palestra son aún
válidos y, en líneas generales, no can sido superados. En
tiempos modernos, la obra de Oresme ha sido reivindicada
a través de losescritos de la Escuela austríaca.
La teoría austríaca de la banca y del dinero fiduciario
representa el segundo elemento de nuestro análisis. La
Escuela austríaca es justamente conocida por ser una
abanderada de la tradición realista en economía, y también
como defensora de las políticas del libre mercado. Siete
generaciones de economistas austríacos han explicado por
11
qué los derechos de propiedad privada proporcionan un
marco fundamental para la cooperación social en una
economía auténticamente cumana. Han insistido en los
efectos contraproducentes que tienen lugar cuando
individuosy gobiernos violan los derechos de propiedad. Y
no han hecho concesiones en el campo del dinero y de la
banca, demostrando que sin la iniciativa privada y su
correlato —la responsabilidad personal— la producción de
dinero se pervierte, convirtiéndose en un instrumento de
explotación. Únicamente las iniciativas libres yresponsables
de los individuos, asociaciones y empresas privadas pueden
crear instituciones monetarias que beneficien realmente ala
sociedad y a sus miembros.
El tercer elemento que caracteriza nuestro enfoque es el
análisis de la ética del dinero y de la banca en la línea de la
tradición escolástica de Santo Tomás de Aquino y Nicolás
Oresme.La escolástica buscó integrarlas ideas aristotélicas en
la tradición intelectual del Cristianismo, convencida de que
la ciencia y la ética —y los proyectos de la razón yla fe en
general— pueden considerarse como ramas diferenciadas de
un sistema unificado de conocimiento. Murray Rothbard
reconoceal tomismo como un desarrollo crítico en la esfera de
la ética, ya que
demostró que las leyes de la naturaleza, incluida la naturaleza
humana, proporcionaron los medios para que la razón del hombre
descubriera unaética racional. Ciertamente Dios creó las leyes
naturales del universo, pero la comprensión de estas leyes fue
posible sin tener necesariamenteque creer en Dios como creador.
De este modo, el hombre dispuso de unaética racional mediante
una fundamentación auténticamente científica, y no
supranatural.
Fue precisamente esta línea escolástica de pensamiento la
que dio origen a la economía como ciencia. Como escribió
JosephSchumpeter:
12
Fue en el interiorde los sistemas [escolásticos] de teología y ley moral
que laeconomíaadquirióunadefinitivayautónoma existencia,y ellos
fueron quienes más se aproximaron al título de “fundadores” de la
economía científica.
De este modo, el enfoque escolástico parece ser también un
puntode partida adecuado para un examen de la ética de la
producción deldinero,tantodesdeelpuntodevistadelahistoria
delasideascomoporsu aplicación contemporánea.
Los tres elementos mencionados arriba pueden ser
considerados a primera vista como extraños compañeros de
cama. Sin embargo,espero mostrar que existe una razón por
la que estas tres disciplinas de pensamiento se han
desarrollado juntas. Veremos que funcionancomo aspectos
complementarios de una teoría realista del dinero
—una ontología del dinero por así decirlo— cuando se
aplican a esta área específicamente, y que todos estos
aspectos llevan a la conclusión de que un mercado libre de la
producción del dinero eséticamente superior cuando se lo
compara con su alternativa lógica:la producción de dinero
basada en exenciones legales y privilegios. Quiero agradecer
especialmente al profesor Jeffrey Herbener y al doctor
Emmanuel Polioudakis por sus amplios comentarios de la
primera versión del manuscrito, y al Sr. Joseph Potts por su
revisióny comentarios de la versión final. También estoy en
deuda con losprofesores Larry Sechrest y Roderick Long, los
doctores Nikolay Gertchev, Jan Havel, Arnaud-Pellissier-
Tanon y Lawrence Vance, y elSr. Robert Grözinger por sus
útiles comentarios, y con los profesores Thomas Woods,
Joseph Salerno, William Barnett, Robert Higgs y Christoph
Strohm, al igual que con los Sres. Reinhard Stiebler, Brad
Barlow y Philipp Bagus por su generosa ayuda sacando a la
luz literatura relevante. Hace muchos años mi profesor Hans
H. Lechner despertó en mí el interés por el estudio de las
políticas monetarias, locual reconooco con óratitud. Mientras
escribía este libro fui bendecido con el estímulo del Sr.
Llewellyn Rockwell y de mis colegas Hans- Hermann
Hoppe, Mark Thornton, Jesús Huerta de Soto, Marco
Bassani, Pascal Salin, Bertrand Lemennicier y Philippe
13
Nemo. Finalmente,agradeceralSr.JeffreyTuckerporsuapoyo
incansable, aligual que a mi querida esposa Nathalie por el
amor y la amistad que me brindó mientras escribía este libro.
Jörg Guido Hülsmann
Angers, Francia Agosto de 2007
14
16 JÖRG GUIDO HÜLSMANN
15
LA ÉTICA DE LA PRODUCCIÓN DEL DINERO 17
INTRODUCC
IÓN
1. PRODUCCIÓN DEL DINERO Y JUSTICIA
La producción de bienes y servicios no es una cuestión
puramentetecnológica. Siempre depende de un marco
legal y moral, el cual retroalimenta asu veo.Una firma o
una industria pueden llevar a cabo sus actividades de un
modo que confirme y nutra los presupuestoslegales y
morales de la cooperación humana; o bien pueden
contradecir y destruir, ya sea de forma intencionada o no,
dichos fundamentos.
Los problemas éticos de la producción han sido
evaluados en un gran número de industrias, desde la
agricultura, pasando por la manufacturación textil en
países en vías de desarrollo, casta la industria
farmacéutica. A fecha de hoy pocas son las industrias
importantes quese hayan librado de tal escrutinio. La más
importantede éstas es la producción del dinero. El dinero
está omnipresente enla vida moderna y, a pesar de ello,
pareciera no requerir valoraciónmoral alguna.
Es cierto que los representantes de los bancos centrales
sermoneanal público sobre la importancia de la ética en
los negocios; sin embargo, no parece que ellos mismos
pongan en práctica tales consejos3
. De manera similar, la
16
asignatura de ética en los negociosse encuentra en una
fase de claro auge en los campus universitarios,pero se
aplica fundamentalmente a las corporaciones
industriales.Y las iglesias y otras instituciones religiosas
se pronuncian sobre muccos asuntos políticos, pero
apenas se oyen mencionar fenómenos monetarios tales
como el papel moneda, los bancos centrales, la
dolarización, las autoridades monetarias, etc.
Por ejemplo, la enseñanza social católica señala
vagamente el hecho de que la actividad económica
presuponga una “moneda estable”4
y que la
“estabilidad del poder adquisitivo de la moneda [es]
una consideraciónimportanteeneldesarrolloordenadode
todoelsistemaeconómico”5
.
Existen declaraciones muy detalladas de la doctrina
cristiana cuando se trata de la moral de la adquisición y uso
del dinero. Por ejemplo, la literatura cristiana sobre la
usura y sobre la ética de la búsquedaegoísta de dinero
es legendaria. Pero por importantes que estos
problemas puedan ser, sólo están conectados
remotamente con losaspectos morales y culturales de la
producción del dinero y, en especial,con las condiciones
modernas bajo las cuales esta producción se da.En este
asunto detectamos un vacío considerable.
Lascosasnosepresentanmuchomejorenelterrenodela
disciplinaque se supone es la que más se ocupa de la
producción del dinero, a saber, la ciencia económica.
Existeninnumerablesescritoseconómicos sobre el dinero
y la banca, pero el número de obras que resultan ser
auténticamente útiles para comprender los asuntos
morales y espirituales de la producción del dinero es
más bien limitado. La literatura más reciente en este
campo tiende a ser especialmente miope con respecto a
17
los asuntos que aquí nos ocupan.
La economía monetaria aborda las políticas de
descuento y mercado abierto, además de los típicos
objetivos de los legisladores tales comola estabilidad de
precios, el crecimiento económico, el pleno empleo,etc.
Pero por lo general no ofrece una perspectiva histórica,
teórica e institucional más amplia. Por ejemplo, muy
pocos libros de texto se ocupan en realidad del
funcionamiento del patrón oro; y, sin embargo, es
necesario un conocimiento básico de esta institución para
comprender tanto el estado actual de los asuntos
monetarios en el mundo occidental como nuestras
opciones políticas.
Estos mismos libros de texto presentan un concepto
excesivamente estrecho del análisis económico,
centrándose en las relaciones que se dan entre unos
pocos agregados macroeconómicos tales como eldinero
en circulación, el nivel de precios y la producción
nacional. Dicho enfoque puede tener una cierta
justificación pedagógica, pero sin embargo no deja de ser
demasiado restrictivo como para hacerle justicia a
nuestra asignatura. La producción del dinero tiene un
enormeimpacto enlasrelacionesentrepersonasygrupos
humano talescomolasfamiliasylasasociacionesprivadas.
Lasreglasdelaproduccióndeldinero determinan engran
medida la transformación de los sistemas monetarios a
través del tiempo6
. Todo esto es importante desde un
punto de vista moraly espiritual. Y aún así,simplemente
desaparecerá de nuestro radar intelectual si
contemplamos el dinero y la banca sólo a través de los
lentes macroeconómicos.
Finalmente, pocas obras integran realmente categorías
18
económicasy morales. La mayor parte de la literatura, o
bien no ofrece valoración moral alguna de las
instituciones monetarias, o bien lleva a cabo uncriticismo
moral de las instituciones existentes sin una comprensión
escrupulosa de la economía. Por desgracia, este último
defecto enparticular está muy extendido, incluso entre
los interesados y bien intencionados teólogos y
profesores de ética en los negocios.
Permítasenosenfatizarqueestalagunao vacíoconcierne
en especial a los aspectos morales de las instituciones
monetarias modernas –enconcreto los bancos, los bancos
centrales y el papel moneda. La Biblia nos proporciona
una guía bastante detallada sobre la producción dedinero
en la antigüedad, en concreto al respecto de la fabricación
de monedas de oro y plata7
. De forma similar, los
escolásticos medievales desarrollaron una doctrina moral
bastante comprehensiva en la que se ocupaban de las
viejas formas de hacer dinero. El primer tratadocientífico
sobre dinero, el Tratado sobre la alteración del dinero de
NicolásOresme, logró importantes avances y está preñado
de intuiciones que son relevantes aún en nuestros días8
.
Con anterioridad a las obrasde Oresme, el magisterio
de la Iglesia católica cabía tratado estos asuntos, sobre
todo en el Quanto (1199) del Papa Inocencio III, dondese
denunciaba la devaluación de monedas de metales
preciosos.
Pero el vacío aparece en el momento que acudimos a las
condiciones modernas. Los antiguos preceptos sobre la
fabricación de monedas nollegan a cubrir los problemas
que afrontamos en la época del papel moneda. Y quizás
callemos aquí el principal motivo por el cual losPapas
contemporáneos no continuaron la labor de sus
19
predecesores medievales con declaraciones sobre las
instituciones monetarias de nuestra época.
Pretendemos demostrar en la presente obra las
consecuencias devastadoras de este vacío. Nuestra
exposición girará en torno a la economía de la
producción del dinero9
. Adam Smith y muchosde sus
seguidores consideran la economía como una ciencia
moral,y con razón. La economía no sólo se ocupa de
seres morales —las personas—sinoquetambién trataun
gran número de cuestiones que tienen una relevancia
moral directa. En el presente caso, éste tieneque ver
fundamentalmente con la cuestión de si se puede
derivaralgún beneficio social dela manipulación política
del suministro dedinero, o con la pregunta de cómo la
inflación afecta a la disposiciónmoral y espiritual de la
población. la economía de la producción deldinero nos
conducirá de forma bastante natural a consideraciones
de corte jurídico, moral, histórico y político. Nuestro
objetivo no esel de ser exhaustivos sino más bien el de
presentar un panorama general lo suficientemente
detallado.
En consecuencia, nos ocuparemos en primer lugar de
lo que llamaremos la “producción natural del dinero”
(primera parte), ydiscutiremos los modos en que puede
ser mejorada a la luz de con- sideraciones morales.
Posteriormente nos fijaremos en la inflación, la
perversión de la producción natural del dinero
(segunda parte). En concreto, nos centraremos en la
diferencia existente entre dos tipos de inflación. Por un
lado, está la inflación privada, la cual surge
espontáneamente en toda sociedad humana, pero que es
combatida mediante el poder del Estado. Por otro lado,
está lainflaciónfiduciaria,la cual según su nombre indica
20
disfruta en realidad de la protección del Estado y, por
tanto, es una perversión institucionalizada de la
producción del dinero. En la parte final (tercera parte)
aplicaremos estas distinciones a un breve análisis de los
sistemas monetarios occidentales surgidos a partir del
siglo XVII.
Defenderemos la producción natural del dinero.
Mostraremos que ha funcionado siempre que se ha
llevado a la práctica, y que noexisten razones técnicas,
económicas, legales, morales o espirituales que puedan
sostenerse para suprimir su funcionamiento. Por el
contrario, existe un gran número de consideraciones
que prueban de manera concluyente el carácter
perjudicial y nefasto de lainflación. Y en nuestro tiempo
la inflación se ca convertido en algopersistente, y que se
ha agravado debido a que, de hecho, un conjunto de
disposiciones legales protege las instituciones
monetariascausantes de dicha inflación.
Deestemodo,laproduccióndedineroesunproblemade
justicia enun doble sentido. Por un lado, las instituciones
modernas de producción del dinero dependen del
ordenamiento jurídico predominante y, por lo tanto, se
incluyenenunadelasprovinciasmásrecónditasdeloquese
ha denominado justicia social10
. Por otro lado, dicho
ordenamiento resultaser el problema mismo que causa la
inflación perenne. Monopolios legales, leyes para
monedas de curso legal y la legalización de la
suspensión de pagos, se han convertido
inconscientemente en instrumentos para la injusticia
social. Enóendran la inflación, la irresponsabilidadyuna
distribuciónilícitadelarenta,porlogeneral de los pobres
a los ricos. Estas instituciones legales no pueden tener
justificación, y deberían ser abolidas inmediatamente.
21
Dicha medida implicaría muy probablemente la
eliminación de las instituciones monetarias
predominantes coy en día: los bancos centrales, el papel
monedaylabancadereservafraccionaria11
.Aúnasí,lejosde
contemplar aquí un simple acto de destrucción, tal evento
puede ser recibido enforma de restauración de lacordura
en materia monetaria, y como una condición necesaria
para una economía más cumana.
Es verdad que estas conclusiones resultan ser más bien
radicales. Sin embargo, no debemos eludir la toma de
posiciones firmes cuandoconfrontamos un gran mal; y
un gran mal es lo que precisamente estamos
enfrentando en el presente caso. Nuestro objetivo, no
obstante, no es el de impulsar un programa sesgado.
Sencillamente,pretendemos que el lector se familiarice
con los hechos esencialesnecesariospara una evaluación
moraldelasinstitucionesmonetarias12
.
2. COMENTARIOS A LA LITERATURA RELEVANTE
Elargumento afavor delaproducciónnaturaldeldinero
y encontrade la inflación se remonta muccos siólos atrás,
en concreto al obispo francés Nicolás eresme en el siólo
XIV13
. Con anterioridad, Santo Tomás de Aquino y otros
cabían considerado varios aspectos del problema en
cuestión. Pero ninguno lo abordó desde un punto de vista
consistente,ni tampoco presentó sus ideas en forma de
tratado. En ellos iba surgiendo una doctrina,pero ésta se
encontraba diseminada en los escritos de Sto. Tomás,
Buridan y otros14
. El gran logro de Oresme fue el de
integrar dichas obras con sus propias intuiciones
penetrantes en un tratado —el primer tratado jamás
escrito sobre dinero. El granhistoriador del pensamiento
económico medieval, Victor Brants, llegó a señalar el
22
mérito de una obra como la de Oresme. Además, Brants
observó con justicia el hecho de que las ideas de nuestro
autor no hayansido superadas durante siglos. Al respecto
dijo: “ideas que fueron muy acertadas, mucco más en lo
cierto que las de los que vendrían a dominar la escena
económica después de él”15
. En retrospectiva,
ciertamentepodemos afirmar que el “Tratado” de eresme
ca resistido el paso del tiempo. Sus traducciones al inglés,
alemán y francés se encuentran aún a la venta, y
economistasmonetariosdetodo elmundo admiranlaobra
por su carácterconciso, su claridad y profundidad.
Con posterioridad, el tratado fue retomado y refinado
en varias direcciones a través de las obras de la rama o
“escuela proto-monetaria”perteneciente a la Escuela de
Salamanca (Saravia de la Calle, Martín Azpilcueta,
Tomás de Mercado) para la defensa de la producción
natural del dinero y contra la inflación16
. Con todo,
ninguno de estos autores parece haber producido un
tratado que pudiera compararsea la obra de Oresme.
No obstante, transcurridos otros dos siglos,
economistas como Richard Cantillon, David Hume,
Étienne de Condillac, John Wheatley, David Ricardo y
William Gouóe publicarían notables contribucionesa los
asuntos de la producción del dinero17
. Todos estos
autores lleóarían a abandonar en mayor o menor
medida la preocupaciónescolástica por la dimensión
espiritual de nuestra problemática, pero fueron
pioneros en el análisis económico realista de la bancade
reserva fraccionaria y del papel moneda. Algunas de
estas obrasestán disponibles coy en día y, por tanto, can
resistido ióualmenteel paso del tiempo. No es nuestra
intención menospreciar su mérito y su brillantez
cuando mencionamos el hecho de que, en lo
concerniente al nuevo campo de la banca y del papel
23
moneda, estos autores tampoco llegan a compararse con
los logros del viejo maestro eresme en el campo del
dinero entendido como mercancía.
En nuestros días, los autores que más can contribuido al
análisis de nuestro problema can sido dos judíos
aónósticos, rudwió von Mises (1881-1973) y Murray N.
Rothbard (1926-1995), seguidores ambos del fundador
de la Escuela austríaca de economía, Carl Menger (1840-
1920)18
. Mises inteóró la teoría del dinero y de la banca
con la teoría óeneral del valor subjetivo, y fue pionero
en elanálisis macroeconómico dentro de la tradición
realista. ra teoría austríaca del dinero y de la banca
encuentra su cima actual en la obra de Rotcbard, quien
nosólodesarrollóyrefinó la doctrina desumaestroMises,
sino que además introdujo nuevamente los problemas
morales, enfatioando cateóorías de la ley natural a la cora
de criticar la banca de reserva fraccionaria y el papel
moneda. Nuestra obra se basa directamente en los
trabajos de estos dos autores. Dentro de lacateóoría de
autores vivos destacados en esta tradición se encuentran
Pascal Salin, George Reisman y Jesús Huerta de Soto19
.
24
PARTE UNO:
LA PRODUCCIÓN NATURAL
DEL DINERO
25
1
DINERO
1. LA DIVISIÓN DEL TRABAJO SIN DINERO
Para entender el origen y la naturaleza del dinero, primero
hay que considerar cómo cooperarían los seres humanos en
un mundo sin dinero, en un mundo de trueque. El
intercambio de bienes y servicios en un mundo de trueque
plantea ciertos problemas a los miembros de la sociedad.
Entonces recurren a los intercambios monetarios como
medio para aliviar estos problemas. En resumen, el dinero
es una solución (parcial) a los problemas del trueque. Pero
veamos esto con un poco más de detalle.
La ley fundamental de la producción es que la producción
conjunta rinde más que la producción aislada. Dos
individuos que trabajan aislados producen menos bienes
físicos y servicios que si coordinan sus esfuerzos. Éste es
probablemente el hecho más trascendental de la vida social.
Economistas como David Ricardo y Ludwig von Mises han
subrayado sus implicaciones: aunque no haya otras razones
26
para que los seres humanos cooperen, la mayor
productividad de los esfuerzos conjuntos tiende a unirlos.
La mayor productividad de la división del trabajo, en
comparación con la producción aislada, es por tanto la base
de una "ley de asociación" general.
David Ricardo formuló por primera vez esta ley como ley
del coste comparativo en el contexto de la teoría del
comercio exterior. Economistas posteriores como Pareto,
Edgeworth, Seligman y Mises sostuvieron que se trataba en
realidad de una ley general del intercambio. Mises acuñó la
expresión "ley de asociación".
La ética de la producción de dinero
Sin dinero, la gente intercambiaría sus productos en trueque;
por ejemplo, Jones cambiaría su manzana por dos huevos de
Brown. En un mundo así, el volumen de los intercambios -
en otras palabras, el alcance de la cooperación social- está
limitado por las restricciones tecnológicas y por el problema
de la doble coincidencia de deseos. Los intercambios de
trueque sólo tienen lugar si cada socio comercial tiene una
necesidad personal directa del bien que recibe en el
intercambio. Pero incluso en los casos en que se da la doble
coincidencia de necesidades, los bienes suelen ser
demasiado voluminosos y no pueden subdividirse para
acomodarlos a las necesidades. Imaginemos a un carpintero
27
que intenta comprar diez libras de harina con una silla. La
silla es mucho más valiosa que la harina, así que ¿cómo se
puede organizar un intercambio? Cortar la silla en, digamos,
veinte trozos no le proporcionarían objetos que valen sólo
una vigésima parte del valor de una silla; más bien, tal
"división" de la silla destruiría todo su valor. Por tanto, el
intercambio no tendría lugar.
2. EL ORIGEN Y LA NATURALEZA DEL DINERO
Estos problemas pueden reducirse mediante lo que se ha
llamado "intercambio indirecto". En nuestro ejemplo, el
carpintero podría cambiar su silla por 20 onzas de plata, y
luego comprar las diez libras de harina a cambio de un
cuarto de onza de plata. El resultado es que la necesidad de
harina del carpintero, que de otro modo habría quedado
insatisfecha, se satisface ahora mediante un intercambio
adicional y el uso de un "medio de cambio" (aquí: la plata).
De este modo, el intercambio indirecto proporciona a
nuestro carpintero oportunidades adicionales de
cooperación con otros seres humanos. Amplía la división del
trabajo. Y contribuye así al progreso material, intelectual y
espiritual de cada persona.
A lo largo de la historia de la humanidad, ha habido una
gran variedad de mercancías: ganado, conchas, clavos,
tabaco, algodón, cobre, plata y oro, etc., se han utilizado
como medio de intercambio. En las sociedades más
28
desarrolladas, los metales preciosos han acabado
prefiriéndose a todos los demás bienes porque sus
características físicas (escasez, durabilidad, divisibilidad,
aspecto y sonido distintivos, homogeneidad en el espacio y
el tiempo, maleabilidad y belleza) los hacen especialmente
adecuados para esta función.
Cuando un medio de cambio goza de aceptación general en
la sociedad, se denomina "dinero". ¿Cómo se convierte en
dinero una mercancía como el oro o la plata? Esto sucede a
través de un proceso gradual, en el curso del cual cada vez
más participantes en el mercado, cada uno por su cuenta,
deciden utilizar oro y plata en lugar de otras mercancías en
sus intercambios indirectos. Así pues, la selección histórica
del oro, la plata y el cobre no se hizo mediante ningún tipo
de contrato o convención social. Más bien, fue el resultado
de la convergencia espontánea de muchas elecciones
individuales, una convergencia que fue impulsada por las
características físicas objetivas de los metales preciosos.
Para ser adoptada espontáneamente como medio de cambio,
una mercancía debe ser deseada por sus servicios no
monetarios (por sí misma) y ser comercializable, es decir,
debe poder comprarse y venderse ampliamente. Los precios
que se pagan inicialmente por sus servicios no monetarios
permiten a los posibles compradores estimar los precios
futuros a los que se puede esperar razonablemente
revenderla. Los precios pagados por su uso no monetario
son, por así decirlo, la base empírica para su uso en el
29
intercambio indirecto. Sería extremadamente arriesgado
comprar una mercancía para el intercambio indirecto sin
conocer sus precios pasados; en consecuencia, la aparición
espontánea de un medio de intercambio es prácticamente
imposible cuando se carece de tal conocimiento. En cambio,
cuando existe, puede surgir una demanda monetaria de la
mercancía en cuestión. La demanda monetaria se añade
entonces a la demanda no monetaria original, de modo que
el precio de la mercancía-dinero contiene un componente
monetario y un componente no monetario. Aunque en una
economía desarrollada es probable que el primero tenga
bastante más peso que el segundo, es importante tener en
cuenta que el uso monetario de una mercancía depende en
última instancia de su uso no monetario. Los escolásticos
medievales llamaban al dinero res fungibilis et primo usu
consumptibilis. Estaba en la naturaleza misma del dinero ser
una cosa comerciable que tenía su uso principal en el
consumo.
3. EL DINERO NATURAL
Podemos denominar "dinero natural" a cualquier tipo de
dinero que se utiliza mediante la cooperación voluntaria de
personas que actúan.3 Según nuestra definición, cooperar
voluntariamente significa prestarse ayuda mutua sin violar
la propiedad ajena y disfrutar de la inviolabilidad de la
propiedad propia.
El papel de la propiedad privada como institución
30
fundamental de la sociedad humana es, por supuesto, un
elemento básico de la experiencia histórica y de las ciencias
sociales. También lo es del pensamiento social cristiano,
enraizado en el Sexto y el Noveno Mandamientos. En el seno
de la Iglesia católica, los papas hicieron hincapié en la
inviolabilidad de la propiedad privada, no por dogmatismo
jurídico a favor de los ricos, sino porque consideraban que
esa inviolabilidad era la primera condición para mejorar el
nivel de vida de las masas5 . La defendieron incluso en los
casos en que los propietarios no utilizan, de hecho, sus
medios privados para promover el bien de toda la sociedad.
Y la defendieron en aquellos casos en los que los propietarios
ni siquiera tenían la más mínima intención de perseguir el
bien común. En resumen, los papas defendieron la distinción
entre justicia y moral, entre el derecho a poseer bienes y la
obligación moral de hacer un buen uso de ellos.6 La
violación de la obligación moral no podría justificar la más
mínima infracción de los derechos de propiedad. La
propiedad privada es sagrada aunque se abuse de ella o no
se utilice:
La justicia llamada conmutativa ordena el respeto sagrado a
la división de las posesiones y prohíbe la invasión de los
derechos de los demás mediante la superación de los límites
de la propiedad propia; pero el deber de los propietarios de
utilizar su propiedad sólo de forma correcta no entra dentro
de este tipo de justicia, sino que en virtud de otras virtudes,
cuyas obligaciones 'no pueden hacerse valer por vía judicial'.
31
Por lo tanto, están en un error quienes afirman que la
propiedad y su uso correcto están limitados por las mismas
fronteras; y está mucho más lejos de la verdad sostener que
el derecho a la propiedad se destruye o se pierde por el
abuso o la falta de uso.
En el caso de una sociedad en la que la propiedad privada es
invio- lable, podemos hablar de una "sociedad
completamente libre" y su aspecto eco- nómico puede
llamarse entonces "mercado libre" o "economía libre". El
corolario monetario de tal sociedad es, como hemos dicho,
el dinero natural -o más bien todos los diferentes dineros
naturales que existirían en tal sociedad, ya que hay buenas
razones para suponer que una sociedad libre albergaría una
variedad de dineros diferentes, que serían todos dineros
naturales en nuestro sentido. Obsérvese que el dinero
natural es una institución eminentemente social. Lo es no
sólo en el sentido de que se utiliza en los intercambios
interpersonales (todos los dineros se utilizan así), sino
también en el sentido de que deben su existencia
exclusivamente al hecho de que satisfacen las necesidades
humanas mejor que cualquier otro medio de intercambio. En
cuanto esto deje de ser así, los participantes en el mercado
optarán por descartarlos y adoptar otros dineros. Esta
libertad de elección asegura, por así decirlo, una selección
democrática de base de los mejores dineros disponibles: los
dineros naturales.
Cuando se violan los derechos de propiedad, especialmente
32
cuando se violan de forma sistemática, ya no podemos
hablar de una sociedad completamente libre. Es posible que
los dineros naturales sigan utilizándose en tales sociedades,
es decir, en la medida en que las violaciones de los derechos
de propiedad no afecten a la elección del dinero. Pero allí
donde la gente no es libre de elegir el mejor dinero
disponible, surge un tipo diferente de dinero: el "dinero
forzado". Su rasgo característico es que debe su existencia a
la violación de los derechos de propiedad. Se utiliza, al
menos hasta cierto punto, porque no se pueden utilizar
monedas alternativas superiores sin exponer al usuario a la
violencia. De ello se deduce que tales monedas están
contaminadas desde un punto de vista moral. Pueden seguir
siendo beneficiosas y utilizarse en intercambios indirectos,
pero en cualquier caso son menos beneficiosas que las
monedas naturales, porque deben su existencia a las
violaciones de la propiedad privada, más que a su relativa
superioridad para satisfacer las necesidades humanas por sí
solas.
El oro, la plata y el cobre han sido monedas naturales
durante varios miles de años en muchas sociedades
humanas. La razón es, como hemos dicho, que sus
características físicas los hacen más adecuados para servir
como dinero que cualquier otra mercancía. Sin embargo, los
llamamos dinero natural, no por sus características físicas,
sino porque los seres humanos libres los han seleccionado
espontáneamente para ese uso. En resumen, no se puede
33
decir a priori cuál es el dinero natural de una sociedad. La
única forma de averiguarlo es dejar que la gente se asocie
libremente y elija el mejor medio de intercambio entre los
alter- nativos disponibles. Si observamos la historia,
veremos que, en la mayoría de los tiempos y lugares, la gente
ha elegido la plata. El oro y el cobre también se han utilizado
como moneda, aunque en menor medida.
4. DINERO CRÉDITO
El dinero natural debe poseer dos cualidades. En primer
lugar, debe tener un valor previo a su uso monetario y,
además, debe ser físicamente apto para ser utilizado como
medio de cambio (en cualquier caso, más apto que las
alternativas). Las monedas históricas que hemos
mencionado hasta ahora derivan su valor previo de su uso
en el consumo. Incluso en el caso de los metales preciosos es
así. Es cierto que no se destruyen en el consumo, como por
ejemplo el tabaco y el algodón, pero sin embargo se
consumen como joyas, ornamentos y en diversas
aplicaciones industriales.
Ahora bien, hay otras monedas que no derivan su valor
previo del consumo. Los casos más importantes son el papel
moneda y el dinero electrónico, a los que nos referiremos
más adelante. Pero también existe el dinero crediticio, objeto
de la presente sección. Como su nombre indica, el dinero a
crédito surge cuando se utilizan instrumentos financieros en
intercambios indirectos. Supongamos que Ben presta 10
34
onzas de plata a Mike durante un año, y que a cambio Mike
le da un pagaré (te debo). Supongamos además que este
pagaré es un billete de papel con la inscripción "Debo al
portador de este billete la suma de 10 oz, pagadera el 1 de
enero de 2010 (firma)". Entonces Ben podría intentar utilizar
este pagaré como medio de cambio. Esto podría funcionar si
los posibles compradores del pagaré también confían en la
declaración de Mike de devolver el crédito tal y como
prometió. Si la reputación de Mike es buena entre
determinadas personas, es probable que éstas acepten su
pagaré como pago por sus bienes y servicios. El pagaré de
Mike se convierte entonces en dinero a crédito.
El dinero a crédito nunca puede tener una circulación igual
a la del dinero natural. La razón es que conlleva el riesgo de
impago. Los cambios de efectivo proporcionan un control
inmediato sobre el dinero físico. Pero el emisor de un pagaré
puede quebrar, en cuyo caso el pagaré sería sólo un trozo de
papel.
No es sorprendente, por tanto, que el dinero a crédito haya
alcanzado una mayor circulación sólo cuando el crédito
estaba denominado en términos de algún dinero mercancía,
cuando la reputación del emisor estaba fuera de toda duda
y cuando era la única forma de proporcionar rápidamente al
gobierno los fondos necesarios para llevar a cabo una guerra
a gran escala. Este fue el caso, por ejemplo, de los
Continentales americanos que financiaron la Guerra de
Independencia y de los assignats franceses que financiaron
35
las guerras de los revolucionarios franceses contra el resto
de Europa. En los primeros tiempos, el dinero a crédito
también se emitía en otras formas distintas del papel. En
concreto, los pagarés de cuero se utilizaron repetidamente
como dinero a partir del siglo IX.9
El dinero a crédito es sólo un tipo de dinero derivado. Recibe
su valor de una futura redención esperada en alguna
mercancía. En este sentido, difiere radicalmente del papel
moneda, que se valora por sí mismo. Y esto nos lleva al
siguiente tema.
5. EL PAPEL MONEDA Y EL LIBRE MERCADO
Hasta ahora hemos elegido los metales preciosos para
ilustrar nuestra discusión porque, históricamente, los
metales preciosos han sido el dinero del mercado libre, y
también porque en la actualidad ninguna otra mercancía
parece ser más adecuada para ser utilizada como medio de
cambio. Pero la afirmación de que el oro, la plata y el cobre
son las mejores monedas disponibles parece contradecirse
por el hecho de que, hoy en día, no hay prácticamente
ningún país en el mundo que utilice metales preciosos como
moneda. Esta práctica universal parece tener una fácil
explicación en la observación de que el papel moneda es
incluso más ventajoso que los metales preciosos, al menos
por tres razones: (1) sus costes de producción son mucho
más bajos; (2) su cantidad puede modificarse fácilmente para
adaptarse a las necesidades del comercio; y (3) su cantidad
36
puede modificarse fácilmente para estabilizar el valor de la
unidad monetaria.
Antes de analizar con más detalle estas supuestas ventajas,
tenemos que abordar la cuestión aún más fundamental de si
el papel moneda es, en primer lugar, un fenómeno de
mercado. ¿Debe su existencia a la libre elección de los
usuarios del dinero o a privilegios legales? En el primer caso,
el papel moneda no parece tener nada de malo, sino todo lo
contrario. Pero si sólo existe debido a la coacción y la
coerción, es decir, debido a la violación de los derechos de
propiedad, sus supuestas ventajas deben examinarse con
mucho cuidado.
Ahora bien, si nos fijamos en los datos empíricos, nos
enfrentamos al duro hecho de que, en ningún período de la
historia de la humanidad, el papel moneda ha surgido
espontáneamente en el mercado libre.11 Ningún escritor
occidental anterior al siglo XVIII parece haber considerado
siquiera posible la existencia del papel moneda. La idea sólo
surgió cuando los certificados de papel para oro y plata
adquirieron una mayor circulación, especialmente en el
contexto de la financiación gubernamental a gran escala.12
En los siglos XVIII, XIX y XX, se han llevado a cabo diversos
experimentos con papel moneda en Occidente.13 Los
gobiernos han emitido papel moneda junto con la obligación
legal de que cada ciudadano lo acepte como moneda de
curso legal. Los gobiernos han emitido papel moneda junto
con la obligación legal de que cada ciudadano lo acepte
37
como moneda de curso legal. Los gobiernos han anulado las
estipulaciones de los contratos privados y han obligado a los
acreedores, por ejemplo, a aceptar pagos en "billetes verdes"
de papel en lugar de en oro o plata. En la mayoría de los
casos, sin embargo, los gobiernos han transformado los
certificados de papel preexistentes de oro y plata en papel
moneda prohibiendo el uso del oro y la plata, y de todas las
demás mercancías y certificados adecuados. La experiencia
de otras culturas y épocas cuenta la misma historia. El papel
moneda se introdujo en China en el siglo XII, también por
obligación y coerción del gobernante.14 En todos los casos
históricos conocidos, el papel moneda ha llegado a existir a
través de la violación de contratos y otras violaciones de los
derechos de propiedad privada patrocinadas por el
gobierno. Nunca ha sido una criatura del libre mercado.
Por supuesto, la historia no ofrece un veredicto decisivo
sobre la cuestión de si el papel moneda puede surgir
espontáneamente en un mercado libre. ¿Podemos zanjar la
cuestión sobre bases teóricas? Aquí entra en juego la
siguiente consideración. Por su propia naturaleza, el papel
moneda sólo presta servicios monetarios, mientras que el
dinero mercancía presta dos tipos de servicios: monetarios y
mercantiles. Por lo tanto, los precios del papel moneda
pueden reducirse a cero, mientras que el precio del dinero
mercancía siempre será positivo mientras atraiga una
demanda no monetaria. Si los precios pagados por un papel
moneda caen a cero, este dinero nunca podrá volver a
38
monetizarse, porque sin un sistema de precios ya existente
los participantes en el mercado no podrían evaluar la unidad
monetaria. Así pues, el uso de papel moneda conlleva el
riesgo de una aniquilación total y permanente de su valor.
Este riesgo no existe en el caso del dinero mercancía, que
siempre conlleva un precio positivo y que, por lo tanto,
siempre puede volver a monetizarse.
No hace falta mucha fantasía para predecir las implicaciones
prácticas de este hecho. En un mercado verdaderamente
libre, el papel moneda no podría resistir la competencia del
dinero mercancía. Los participantes en el mercado más
previsores y prudentes se desharían primero de su papel
moneda, y los demás les seguirían a su debido tiempo. Al
final de este proceso, que podría resumirse en unos pocos
segundos, pero que también podría durar algunos años, el
papel moneda quedaría completamente erradicado.15
El análisis anterior lleva a la conclusión de que ninguna
moneda puede seguir en circulación sólo porque lo ha
estado hasta ahora. La fuente última de su valor -la base de
su valor- tiene que ser algo más que el mero hecho de que,
hasta ahora, la gente haya estado dispuesta a aceptarlo.16
Todo tipo de motivaciones psicológicas pueden
proporcionar esa fuente durante un tiempo, pero todas se
derrumbarán bajo la presión de un proceso de sustitución
del tipo que hemos descrito anteriormente. ¿Y entonces?
¿Puede el poder armado del gobierno mantener el dinero en
circulación? El fíat del gobierno puede, en efecto, conferir
39
valor al papel moneda: el valor de no meterse en problemas
con la policía.17 Pero esta observación sólo confirma nuestro
punto de vista de que el papel moneda no es un fenómeno
de mercado. No puede florecer en el aire fresco de una
sociedad libre. Sólo se utiliza cuando el poder de la policía
suprime a sus competidores, de modo que los miembros de
la sociedad se ven ante la dura disyuntiva de utilizar el papel
moneda del gobierno o renunciar por completo a los
beneficios de una economía monetaria.
5. DINERO ELECTRÓNICO
Las observaciones anteriores pueden aplicarse directamente
al caso del dinero electrónico. Es poco probable que un bien
económico que se define enteramente en términos de bits y
bytes se produzca espontáneamente en un mercado libre,
por los mismos motivos que acabamos de exponer en el caso
del papel moneda. Y a pesar de los denodados esfuerzos de
varias personas y asociaciones, nunca se ha producido este
tipo de dinero desde que la creación de Internet hizo
posibles los pagos electrónicos. En la actualidad, sólo se ha
producido dinero gubernamental en formato electrónico; y
como en el caso del papel moneda, los gobiernos sólo han
podido hacerlo porque tienen la posibilidad de suprimir la
competencia.
En el mercado libre, las nuevas tecnologías de la información
han sido incapaces de crear dinero nuevo. En cambio, han
podido desarrollar varios instrumentos nuevos para acceder
40
al dinero y transferirlo. Estas nuevas técnicas electrónicas de
manejo del dinero son muy eficaces y beneficiosas, pero no
deben fusionarse con la creación de dinero electrónico.
41
2
CERTIFICADOS MONETARIOS
1. CERTIFICADOS INTEGRADOS FÍSICAMENTE
CON EL DINERO
os metales preciosos se habrían convertido en dinero,
aunque nunca se hubiera inventado la moneda, porque
incluso en forma de lingotes sus ventajas físicas superan a
las de todas las alternativas.
las de todas las alternativas. Sin embargo, no cabe duda de
que la acuñación de moneda aumentó las ventajas derivadas
del intercambio indirecto y que, por tanto, contribuyó a la
difusión de los intercambios monetarios. La acuñación de
moneda permite intercambiar metales preciosos sin tener
que realizar el laborioso proceso de pesar el metal y fundirlo.
Se puede determinar el peso de un metal simplemente
contando las monedas.1
La acuñación de monedas dota a una masa de metal precioso
de una impresión que certifica su peso. La impresión típica
dice algo así como que la moneda pesa en total tantos
gramos u onzas (peso bruto), con tal o cual proporción o
42
contenido absoluto de metal precioso (peso fino). Por eso, los
nombres de las monedas solían ser nombres de pesos, por
ejemplo, la libra, el marco, el franco o el ecu.
Obsérvese que el servicio depende totalmente de la
confianza del certificador, es decir, del acuñador. Si los
participantes en el mercado no pueden confiar en el
certificado, preferirán prescindir de la moneda y pasar por
la molestia adicional de pesar el metal y posiblemente
fundirlo para determinar su contenido de metal fino. Por
ejemplo, una moneda de plata de 1 onza de confianza es más
valiosa que 1 onza de lingotes de plata.2 Por lo tanto, la gente
paga precios más altos por las monedas que por los lingotes,
y el acuñador vive de este margen de precios3.
Dado que el valor del certificado depende de la fiabilidad
del acuñador, las monedas suelen utilizarse en zonas
geográficas limitadas. Sólo las personas que conocen al
acuñador aceptan sus monedas. Todos los demás insistirán
en que se les pague en lingotes o en monedas de su
confianza. Esto no significa que, en la práctica, cada pueblo
necesite un juego de monedas diferente. El radio geográfico
en el que se utiliza una moneda puede ser muy amplio e
incluso abarcar todo el mundo si el acuñador goza de una
excelente reputación. Este fue el caso, por ejemplo, de las
monedas mexicanas de un dólar que a principios del siglo
XIX circulaban libremente en la mayor parte de EE.UU. y
que han legado su nombre a la moneda actual de este país.
Históricamente, los acuñadores han ofrecido servicios
43
adicionales que complementan la certificación de pesos. Así,
uno de los eternos problemas de la acuñación de metales
preciosos es que las monedas usadas pueden contener una
cantidad menor de metal precioso que las monedas recién
acuñadas. Si esto ocurre, la gente tiende a guardarse las
monedas buenas y a comerciar sólo con las malas. Para
superar este problema, los acuñadores podrían ofrecer sus
monedas en combinación con un servicio de seguro: podrían
ofrecer cambiar cualquier moneda ligeramente usada por
una nueva. Esta política garantizaría la estabilidad y
homogeneidad de la acuñación a lo largo del tiempo. De este
modo, las monedas aseguradas se negociarían a precios aún
más altos, a partir de cuyo diferencial de precios (el pre-
mium) se podrían pagar los gastos de sustitución.
Un gran número de pensadores monetarios, desde la Edad
Media hasta nuestros días, han sostenido que la acuñación
de moneda debía confiarse a los príncipes o gobiernos, que,
por ser los líderes naturales de la sociedad, eran también las
personas en las que naturalmente había que confiar. Los
escolásticos medievales sabían muy bien que los príncipes
abusaban con frecuencia de esta confianza, imprimiendo,
por ejemplo, "una onza" en una moneda que sólo contenía
media onza, embolsándose la otra media onza. Por ello,
Nicolás Oresme postuló que los príncipes no tenían derecho
a alterar las monedas en absoluto, a menos que contaran con
el con- tenido de toda la comunidad, es decir, de toda la
comunidad de usuarios del dinero.
44
La ciencia económica nos ha permitido comprender que la
acuñación competitiva es una forma aún mejor de preservar
la fiabilidad de las monedas. No hay ninguna razón
económica para no permitir que cada ciudadano privado
entre en el negocio de la acuñación y ofrezca sus propias
monedas. Es cierto que un acuñador privado también podría
abusar de la confianza que sus clientes depositan en él y en
sus monedas. Pero el castigo es inmediato: perderá a todos
esos clientes. La gente empezará a utilizar otras monedas
emitidas por personas en las que tienen motivos para confiar
más. En cierto modo, este proceso competitivo también
cumple el postulado de Oresme de que toda la comunidad
de usuarios de dinero decide sobre la acuñación. Sostenía
que "el dinero es propiedad de la comunidad "4. En un
mercado libre, los propietarios del dinero pueden hacer
valer este derecho de propiedad sin problemas y con
rapidez. Toda persona que ya no confíe en el acuñador A
simplemente deja de utilizar las monedas de A y empieza a
utilizar las monedas del acuñador B. De este modo
abandona la comunidad A y se une a la comunidad B.
La competencia en la acuñación de moneda no es una
panacea. Los abusos son siempre posibles y en muchos casos
no pueden repararse fácilmente. La virtud de la competencia
es que ofrece la posibilidad de minimizar el alcance de los
posibles abusos. Y su gran encanto es que implica a toda la
comunidad de usuarios del dinero, no sólo a algunos cargos
designados o autodesignados. Aquí en la Tierra, esto parece
45
ser todo lo que podemos esperar.
2.CERTIFICADOS FÍSICAMENTE DESCONECTADOS
DEL DINERO
Si los certificados pueden añadir valor a los lingotes, los
certificados pueden tener valor por sí mismos. Por lo tanto,
también pueden negociarse sin estar físicamente integrados
con el metal precioso cuya cantidad certifican. Entonces son
sustitutos del dinero.
La emisión de estos sustitutos del dinero fue la práctica
generalmente aceptada en las ciudades de Ámsterdam y
Hamburgo durante casi dos siglos. El Banco de Ámsterdam
(fundado en 1609) emitía billetes de papel que certificaban
que el titular del billete era el propietario legal de tal o cual
cantidad de plata fina depositada en las cámaras acorazadas
del banco. Estos billetes podían canjearse en cualquier
momento en las ventanillas del Banco, a simple demanda del
propietario actual.5 En consecuencia, se comerciaba con
ellos en lugar de con la propia plata. En lugar de
intercambiar plata física, la gente hacía sus compras con los
billetes que certificaban la propiedad de una suma de plata
depositada en el Banco.
Aparte de los billetes de papel, los principales tipos de estos
sustitutos son las monedas simbólicas, los certificados de
depósito, las cuentas corrientes, las tarjetas de crédito y las
cuentas bancarias electrónicas en Internet. A pesar de la
46
variedad física de estos tipos, cada uno de ellos presenta tres
características fundamentales: la intermediación, los títulos
y la tenencia de "reservas".6
La certificación en el presente caso no es tan integral como
en el caso de las impresiones que se acuñan en el propio
material monetario, las monedas normales que hemos
analizado anteriormente. Más bien, el sustituto del dinero se
refiere a una cantidad de dinero que se sustrae a los ojos de
los participantes en el intercambio. El dinero en sí se guarda
en otro lugar, es decir, en el banco o en el departamento del
tesoro o en cualquier otra organización que haya emitido el
certificado. Por lo tanto, en este caso no sólo existe
intermediación monetaria en el sentido débil de que un
tercero certifica las cantidades de dinero intercambiadas por
las otras dos partes, sino también en el sentido fuerte de que
este tercero controla físicamente el dinero en el momento del
intercambio.
Además, los sustitutos del dinero no sólo certifican la
existencia física de una determinada cantidad de metal
precioso, sino que también son un título legal sobre esa
cantidad. El propietario legítimo de un billete de una onza
de plata, por ejemplo, es el propietario legítimo de una onza
de plata depositada en las cámaras acorazadas de la
institución que emitió el billete.
Por último, las reservas monetarias en poder del emisor de
los sustitutos se denominan "reservas". Esta terminología
está establecida en la ciencia económica, pero debe utilizarse
47
con cierta cautela. Muchos estudiosos del dinero y la banca
creen que los certificados, como las anotaciones en las
cuentas bancarias, son el dinero real, porque se utilizan
realmente en los intercambios diarios, mientras que el dinero
en poder de las instituciones que realizan las anotaciones en
cuenta son sólo las reservas. Pero la verdad es bien distinta.
En todos estos casos, las llamadas reservas son de hecho el
dinero real, mientras que las anotaciones en cuenta son sólo
sustitutos del dinero.
¿Cuáles son las ventajas y los inconvenientes de los
certificados desconectados del propio dinero? La principal
ventaja es que se pueden reducir los costes de
almacenamiento, transporte y certificación (acuñación). La
principal desventaja es que las posibilidades de abuso son
mayores que en el caso de la moneda metálica. Los
banqueros fraudulentos pueden malversar los bienes de sus
clientes mucho más fácilmente que los acuñadores
fraudulentos. Una mirada a la historia de las instituciones
revela que esta tentación era prácticamente imposible de
resistir, especialmente cuando la certificación no era
competitiva. En el caso del Banco de Hamburgo, pasaron
casi 150 años antes de que se produjeran abusos (en
cualquier caso, antes de que se hicieran manifiestos). Otros
banqueros cayeron en desgracia mucho más rápidamente.
Por ejemplo, los orfebres que a mediados del siglo XVI se
habían hecho con el negocio de la certificación en la ciudad
de Londres, después de que el rey inglés hubiera robado el
48
oro depositado en la Torre, muy pronto empezaron a utilizar
los depósitos en sus operaciones de préstamo. Así se
convirtieron en "banqueros de reservas fraccionarias", lo que
significa que sólo una parte (una fracción) de su emisión
estaba cubierta por las reservas monetarias subyacentes.
En resumen, el abuso potencial de los sustitutos es una
desventaja muy considerable. Por lo tanto, cabe dudar con
razón de que en un mercado libre hubieran podido
conseguir una mayor circulación. Incluso David Ricardo, el
gran defensor de la moneda de papel, admitió que era poco
probable que tales sustitutos pudieran resistir la
competencia de las monedas. La única forma segura de
poner en circulación billetes de papel era imponerlos a los
ciudadanos: "Si los que usan billetes de una y dos libras, e
incluso de cinco, tuvieran la opción de usar guineas, no cabe
duda de que preferirían una u otra".8
Pero no se trata de especular sobre la importancia que
tendrían los certificados de papel en el mercado libre.
Simplemente queremos señalar que los certificados de papel
y las monedas simbólicas podrían desempeñar un papel en
este caso, y que se han utilizado mucho en el pasado, aunque
muy a menudo bajo algún tipo de imposición. En una
sociedad libre, los participantes en el mercado sopesarían
constantemente las ventajas e inconvenientes de los distintos
productos de certificación. Es cierto que no podrían evitar
todos los abusos. Pero, de nuevo, la cuestión es que un
sistema competitivo minimiza los posibles daños.
49
50
3
EL DINERO EN EL PROCESO DE MERCADO
1. PRODUCCIÓN DE DINERO Y PRECIOS
l hecho económico básico de la vida humana es la condición
universal de escasez. Nuestros medios no bastan para
realizar todos nuestros fines. En particular, nuestro tiempo
es limitado
y, por tanto, tenemos que decidir cómo emplearlo, ya sea en
el trabajo remunerado, en actividades familiares o
comunitarias, o en el ocio personal. Pero todos los demás
medios de que disponemos también son limitados: nuestro
dinero en efectivo, nuestros activos financieros, el tamaño y
la calidad de nuestros coches y casas, etcétera. Así pues,
hagamos lo que hagamos, tenemos que elegir cómo utilizar
estos recursos, lo que también significa que decidimos al
mismo tiempo cómo no utilizarlos.
Ahora bien, el uso de todos los medios de acción está
condicionado por la ley del valor marginal decreciente.
Según esta ley, la importancia relativa de cualquier unidad
de un bien económico para su propietario -o, como dicen los
51
economistas, el valor marginal de cualquier unidad-
disminuye a medida que llegamos a controlar un mayor
suministro global de este bien, y viceversa. La razón es que
cada unidad adicional nos permite perseguir nuevos
objetivos que de otro modo no habríamos elegido. Por lo
tanto, estos objetivos son necesariamente menos
importantes para la persona que actúa que los objetivos que
habría perseguido con un suministro menor. De ello se
deduce, por ejemplo, que el valor marginal de un bocado
adicional de agua es muy diferente para una persona que
viaja por un desierto que para la misma persona que nada
en un lago. Y el valor marginal de una habitación de 200 pies
cuadrados añadida a nuestra casa es muy diferente,
dependiendo de si el tamaño pres- puesto de nuestra casa es
de 500 o de 5.000 pies cuadrados. Del mismo modo, el valor
marginal de un dólar adicional depende de cuántos dólares
tenga ya su propietario en su saldo de caja.
De ello se deduce que la producción de cualquier unidad
adicional de dinero hace que el dinero sea menos valioso
para el propietario de esta unidad adicional de lo que habría
sido de otro modo. En concreto, se vuelve menos valioso
para él en comparación con todos los demás bienes y
servicios. En consecuencia, como comprador de bienes y
servicios, tenderá a pagar más dinero a cambio de esos otros
bienes y servicios; y como vendedor de bienes y servicios,
tenderá a pedir un pago en dinero más alto.
En resumen, la producción de dinero conlleva una tendencia
52
al aumento de los precios del dinero. Esta tendencia se
manifestará al principio en los precios pagados por el propio
productor de dinero. Pero luego se extenderá al resto de la
economía, porque los individuos que vendieron sus bienes
y servicios al productor de dinero ahora también tienen
mayores saldos en efectivo de los que habrían tenido en
otras circunstancias. Por lo tanto, también para ellos el valor
relativo del dinero disminuirá y tenderán a pagar precios
más altos por los bienes y servicios que desean. A
continuación, otras personas dispondrán de saldos en
efectivo más elevados que en otras circunstancias, lo que
dará lugar a una nueva ronda de subidas de precios, y así
sucesivamente. Este proceso continúa hasta que todos los
precios monetarios se han ajustado a la mayor oferta
monetaria. Es cierto que, por razones demasiado especiales
para justificar nuestra atención en este momento, algunos
precios pueden disminuir en este proceso. Pero la tendencia
general es que los precios aumenten. Por lo tanto, la
tendencia general de la producción de dinero es aumentar
los precios por encima del nivel que habrían alcanzado de
otro modo. Esto implica, a su vez, que el poder adquisitivo
de cualquier unidad de dinero disminuye.
Subrayemos de nuevo que el proceso por el que la
producción de dinero tiende a aumentar el nivel de precios
se extiende en el tiempo. Por lo tanto, afecta a los diferentes
precios en diferentes momentos del tiempo: no hay un
aumento simultáneo de todos los precios. Además, no hay
53
ninguna razón para que los precios cambien uniformemente
o en una proporción fija a la variación de la oferta monetaria.
Por lo tanto, la producción de dinero implica una tendencia
al alza de los precios, pero este aumento se produce paso a
paso en un proceso que se extiende a lo largo del tiempo y
afecta a cada precio en distinta medida.
2. ALCANCE Y LÍMITES DE LA PRODUCCIÓN DE
DINERO
¿Cuánto dinero se producirá en el mercado? ¿Cuántas
monedas? ¿Cuántos certificados en papel? Los límites de la
acuñación de moneda y de todos los demás servicios
monetarios vienen dados en gran medida por las
preferencias de los participantes en el mercado. Como en
todas las demás ramas de la industria, los mineros y
acuñadores realizarán inversiones adicionales y ampliarán
su producción si, y sólo si, creen que no tienen a mano
ninguna alternativa mejor. En la práctica, esto suele
significar que ampliarán la producción de monedas si la
rentabilidad monetaria esperada de las inversiones en minas
y fábricas de moneda es al menos tan alta como la
rentabilidad monetaria de las fábricas de calzado,
panaderías, etcétera.
Los rendimientos de las distintas ramas de la industria
humana dependen, en última instancia, de cómo los
ciudadanos individuales deciden utilizar los escasos
recursos que poseen. En su calidad de consumidores, los
54
ciudadanos eligen gastar su dinero en determinados
productos en lugar de en otros, determinando así el lado de
los ingresos de todas las ramas de la industria. En su calidad
de propietarios de recursos productivos (trabajo, capital,
tierra), los ciudadanos eligen dedicar estos recursos a
determinadas empresas en lugar de a otras, determinando
así el lado de los costes de todas las ramas de la industria. En
última instancia, por tanto, son los ciudadanos los que, a
través de sus elecciones personales, determinan la
rentabilidad relativa de todas las empresas productivas.
Cada ciudadano coopera con algunos de sus semejantes y,
del mismo modo, rechaza la cooperación de otros. Este
proceso de selección o proceso de mercado abarca todas las
empresas productivas y, por lo tanto, crea una
interdependencia mutua entre todas las personas y todas las
empresas.
En un mercado libre, la producción de dinero está
plenamente integrada en esta división general del trabajo. Se
producen monedas adicionales siempre que esta producción
ofrezca los mejores rendimientos disponibles para los
recursos invertidos en ella. Se restringe en la medida en que
otras ramas de la industria ofrecen mejores perspectivas.
Además, al igual que las elecciones de los ciudadanos
determinan el alcance relativo de la producción de dinero,
en comparación con otras producciones, también
determinan el número de monedas diferentes que se
producirán. Antes hemos dicho que el dinero es un medio
55
de intercambio generalmente aceptado. No es sólo
concebible que se utilicen paralelamente varias monedas; de
hecho, ésta ha sido la práctica universal hasta el siglo XX. En
la Edad Media, las monedas de oro, plata y cobre, así como
sus aleaciones, circulaban en redes de intercambio
superpuestas. En la mayoría de las épocas y lugares de la
historia de Europa Occidental, las monedas de plata eran las
más extendidas y dominantes en los pagos diarios, mientras
que las monedas de oro se utilizaban para pagos mayores y
las de cobre en transacciones muy pequeñas. En la
antigüedad, esta era también la situación normal.
La producción y el uso paralelos de diferentes monedas de
metales preciosos es, por tanto, el estado natural de las cosas
en una economía libre. Oresme advertía constantemente de
la alteración de las monedas, pero subrayaba que la
introducción de un nuevo tipo de monedas no constituía tal
alteración mientras no fuera acompañada de la ilegalización
de la moneda antigua.
3. EFECTOS DE DISTRIBUCIÓN
A la hora de describir los efectos distributivos derivados de
la producción de dinero, los economistas desde los tiempos
de Nicolás Oresme y Juan de Mariana suelen citar sólo uno
de ellos. Señalan que el aumento de la oferta de dinero
provoca una tendencia al aumento de todos los precios del
dinero, es decir, una caída del poder adquisitivo del dinero.
Luego argumentan que la reducción del poder adquisitivo
56
beneficia a los deudores, porque la cantidad de deuda que
tienen que devolver ahora vale menos que antes, y que por
lo tanto este beneficio se produce necesariamente a expensas
de los acreedores.
Esta forma de presentar las cosas no es del todo correcta. Es
cierto que un aumento de la oferta monetaria tiende a
provocar un aumento de los precios del dinero y, por lo
tanto, disminuye el poder adquisitivo de cada unidad de
dinero. Pero no es cierto que este proceso opere
necesariamente a favor del deudor y en detrimento del
acreedor. Un acreedor puede no verse perjudicado en
absoluto por una disminución del 25% del poder adquisitivo
del dinero si ha previsto este hecho en el momento en que
prestó el dinero. Supongamos que desea obtener un
rendimiento del 5% sobre el capital que prestó, y que
anticipó la depreciación del 25% del poder adquisitivo;
entonces estaría dispuesto a prestar su dinero sólo por el
30%, para compensarle por la pérdida de poder adquisitivo.
En economía, esta compensación se denomina "prima de
precio", es decir, una prima que se paga además del tipo de
interés "puro" por el aumento anticipado de los precios del
dinero. Esto es exactamente lo que puede observarse en
aquellos momentos y lugares en los que la depreciación del
dinero es muy elevada.
De hecho, un acreedor podría beneficiarse de prestar dinero
aunque el poder adquisitivo disminuya. En nuestro ejemplo
anterior, esto ocurriría si la depreciación resultara ser del
57
15%, en lugar del 25% que él esperaba. En este caso, el 30%
de interés que le paga su deudor tiene tres componentes: (1)
un tipo de interés puro del 5%, (2) una prima de precio del
15% que le compensa por la depreciación y (3) un "beneficio"
del 10%.
Las mismas observaciones pueden hacerse, mutatis
mutandis, para los deudores. No se benefician
necesariamente de una depreciación del poder adquisitivo
del dinero, e incluso pueden obtener un "beneficio" cuando
el poder adquisitivo del dinero aumenta si el aumento
resulta ser menor que aquel en el que se basaba el tipo de
interés contractual. Todo depende de la exactitud de sus
expectativas.
Sin embargo, la producción de dinero tiene otro efecto
distributivo. Este efecto es mucho más importante que el que
acabamos de describir porque no depende de las
expectativas de los participantes en el mercado. Es un efecto
que los participantes en el mercado no pueden evitar
mediante una mayor inteligencia o circunspección.
Para entender este efecto de distribución debemos
considerar que el intercambio y la distribución no son
actividades desconectadas. En el proceso de mercado, no son
más que un mismo acontecimiento. Brown vende su
manzana por la pera de Green. Tras el intercambio, la
distribución de manzanas y peras es diferente de la que
habría sido de otro modo. Por lo tanto, todo intercambio
implica una modificación de la "distribución" de recursos
58
que se habría producido de otro modo. De ello se deduce
que toda producción de bienes y servicios suplementarios
repercute necesariamente en la distribución. La nueva oferta
de productos reorienta la distribución de la riqueza a favor
del productor.
Consideremos el caso de la producción de dinero. También
en este caso, las cantidades adicionales que salen del proceso
de producción, cuando se venden, benefician en primer
lugar al primer propietario: el productor. Éste puede
comprar más bienes y servicios de los que hubiera podido
comprar de otro modo, y su gasto en estas cosas aumenta a
su vez los ingresos de sus proveedores por encima del nivel
que hubieran alcanzado de otro modo. Pero la producción
adicional de dinero reduce el poder adquisitivo del dinero.
Por lo tanto, también crea perdedores, es decir, aquellos
participantes en el mercado cuyos ingresos monetarios no
aumentan al principio, sino que tienen que pagar de
inmediato los precios más altos que resultan cuando la
nueva oferta monetaria se extiende paso a paso en la
economía.
Por lo tanto, la producción de dinero redistribuye la renta
real de los propietarios posteriores del nuevo dinero a los
anteriores. Como hemos señalado, esta redistribución no
puede neutralizarse mediante expectativas. Ni siquiera los
participantes en el mercado que son conscientes de ella
pueden evitar que se produzca. Simplemente pueden
intentar mejorar su propia posición relativa en ella,
59
suministrando a los primeros propietarios del nuevo dinero,
preferiblemente al propio productor del dinero.
Este efecto de distribución es clave para entender las
economías monetarias. Es la causa principal de casi todos los
conflictos que giran en torno a la producción de dinero.
Como veremos con más detalle, también es de vital
importancia para la adecuada valoración moral de las
instituciones monetarias.
Sin embargo, para evitar posibles malentendidos,
subrayemos que los efectos distributivos derivados de la
producción no son indeseables en sí mismos. Son un
elemento esencial del proceso de libre mercado, que prima
la producción continua al servicio de los consumidores y no
recompensa la inactividad.
4. LA ÉTICA DE LA PRODUCCIÓN DE DINERO
Aristóteles subrayó el carácter beneficioso de los
intercambios monetarios, que facilitan y amplían la división
del trabajo. Se limitó a denunciar la práctica de convertir el
dinero en un fetiche y de desearlo por sí mismo. Los
escritores escolásticos de la Edad Media adoptaron en
general el mismo punto de vista, pero también fueron más
allá de Aristóteles, que se centró en la ética del uso del
dinero, al discutir la ética de la producción de dinero.5 Los
escolásticos no cuestionaron la legitimidad de la producción
de dinero per se.
Los escolásticos no cuestionaron la legitimidad de la
60
producción de dinero per se. Sin embargo, al igual que en el
caso del uso del dinero, afirmaron que la producción de
dinero debía respetar ciertas normas éticas. Nicolás Oresme
y otros insistieron en que todas las monedas debían
distinguirse claramente unas de otras. En particular, no sería
lícito que un acuñador produjera monedas que por su
nombre, impresión u otras características se parecieran a
otras monedas que contuvieran metales más preciosos.6 En
otras palabras, los beneficios de la competencia en la
acuñación de monedas se derivan de una aplicación estricta
del Noveno Mandamiento: "No levantarás falso testimonio
contra tu prójimo".
Esta es la razón por la que las monedas hasta principios de
la Edad Moderna tenían tradicionalmente nombres de peso
como marco y franco. La palabra "ecu", por ejemplo, se
utilizaba, por un lado, en el mismo sentido en que hoy
usamos la palabra "onza": era el nombre de un peso. Pero
también era el nombre de una moneda de oro que
(originalmente) debía equivaler a una onza de plata.
Imagínese lo que significaría si hoy tuviéramos una moneda
de plata consistente en monedas de 1 onza de plata a las que
llamáramos "onzas". La expresión "onza" sería entonces
inadecuada para ser utilizada en el establecimiento de
contratos porque es ambigua. Es diferente si hablamos de
pesos certificados, como en las monedas, o de pesos no
certificados, como en las pepitas de oro. Por lo tanto, habría
que especificar en cada contrato si el pago se hace en onzas
61
de peso o en onzas de moneda. Pero entonces la práctica de
utilizar nombres de peso para las monedas pierde su
sentido. El mero nombre del peso como tal no es
suficientemente específico.
Esto no significa, por supuesto, que el contenido en peso del
metal fino no deba imprimirse en la moneda. Al contrario,
esto es exactamente lo que los acuñadores de éxito han hecho
en el pasado, lo que hacen ahora y lo que harán en el futuro.
La cuestión es que no tiene sentido llamar a una moneda por
su contenido de metal fino; un nombre así no reduce las
ambigüedades, sino que las aumenta.
La acuñación de monedas en un sistema competitivo tendría
que basarse en una diferenciación escrupulosa de los
productores de monedas. No bastaría con que cada
acuñador imprimiera en su moneda algo como "esta moneda
contiene cinco gramos de plata fina" porque, como hemos
visto, algunos acuñadores ofrecerían servicios adicionales
como el cambio de monedas usadas por nuevas. Por lo tanto,
sería necesario, como mínimo, el nombre del acuñador y
toda la información complementaria necesaria para
identificarlo. Las monedas de oro actuales, como las
Krugerrand, las Eagles y las Maple Leaf, ya cumplen este
requisito: llevan un nombre único e indican el peso de oro
fino que contiene la moneda.
5. LA ÉTICA DEL USO DEL DINERO
La tradición católica advertía en los términos más estrictos
62
contra los abusos del dinero, pero no negaba que, si se
practicaba dentro de los límites morales correctos, el uso del
dinero y el pago y cobro de intereses eran elementos
naturales de la sociedad humana.8 El propio Jesús, al
explicar las recompensas otorgadas a los creyentes en el
próximo Reino de los Cielos, utilizó una ilustración
relacionada con el uso positivo del dinero y la banca. Afirmó
que el Reino de los Cielos sería paralelo a la recompensa
otorgada por la buena administración del dinero, y que el
infierno esperaría a aquellos que no hicieran ningún uso del
dinero. Dos mayordomos que utilizaron el dinero que se les
había confiado en el comercio y obtuvieron un beneficio del
100%, encontraron la alabanza del amo y fueron invitados a
compartir su alegría. Pero un mayordomo que enterró en la
tierra el dinero que se le había dado fue severamente
reprendido por "malvado" y "perezoso". El amo le señaló que
podría haber convertido el dinero en algún beneficio
simplemente depositándolo en un banco: "¿No deberías
entonces haber puesto mi dinero en el banco para que yo
pudiera recuperarlo con intereses a mi regreso?". Por eso
ordenó a sus otros criados que le quitaran el dinero a este
criado y lo echaran de casa: "Y echad a este siervo inútil a las
tinieblas de fuera, donde habrá llanto y rechinar de dientes"
(Mateo 25: 26-30).
Así pues, el uso del dinero y de los bancos puede
considerarse legítimo desde el punto de vista cristiano. En
cualquier caso, en el presente trabajo estamos interesados
63
principalmente en la eco- nómica y la ética de la producción
de dinero más que en el uso del dinero en las transacciones
crediticias.9 Por lo tanto, podemos evitar discutir uno de los
problemas más enojosos de la doctrina social católica, a
saber, el problema de la usura. A grandes rasgos, la usura es
un interés excesivamente alto por el dinero prestado. Esto
plantea, por supuesto, la cuestión de cómo distinguir el
interés "excesivo" legítimo del ilegítimo. Los teólogos han
agotado prácticamente todas las respuestas posibles.
Algunos teólogos medievales llegaron a afirmar que
cualquier interés era usura. Otros, como Conrad
Summenhardt, sostenían que prácticamente ningún pago de
intereses acordado voluntariamente por los participantes en
el mercado podía considerarse usura.
El magisterio de la Iglesia Católica ha repudiado la primera
opinión sin pronunciarse sobre la segunda. Rechaza la
"usura" pero permite el pago de "intereses" por varios
motivos que son independientes (extrínsecos) del problema
de la usura10 . Afirma que cobrar y pagar intereses no es
moralmente malo per se, pero al mismo tiempo conserva la
autoridad para condenar algunos pagos de intereses como
usurarios. Esto afecta especialmente al caso de los créditos al
consumo, ya que el pago de intereses podría constituir una
violación de la caridad. Del mismo modo, aunque los
intereses de los préstamos a empresas son legítimos per se,
algunos préstamos a empresas podrían ser ilegítimos debido
a circunstancias particulares. A continuación, seguiremos a
64
Bernard Dempsey al argumentar que los pagos de intereses
derivados de la banca de reservas fraccionarias equivalen a
"usura institucional".
65
4
CONSIDERACIONES UTILITARISTAS SOBRE LA
PRODUCCIÓN DE DINERO
1. LA SUFICIENCIA DE LA PRODUCCIÓN
NATURAL DE DINERO
Hasta ahora hemos descrito cómo funcionaría un sistema de
dinero mercancía en un mercado libre y cómo se ve este
sistema desde un punto de vista ético. También hemos
argumentado que nuestras actuales monedas de papel y
monedas electrónicas no podrían sobrevivir en un mercado
verdaderamente libre frente a la competencia de las
monedas mercancía. Se siguen utilizando porque gozan del
privilegio de una protección legal especial frente a sus
competidores naturales, el oro y la plata. En ningún
momento de la historia se ha producido papel moneda en un
mercado competitivo. Cuando y dondequiera que surgió,
sólo existió porque los tribunales y la policía suprimieron las
alternativas naturales.
alternativas naturales.
En otras palabras, tener papel moneda significa permitir que
el gobierno recorte significativamente las libertades
66
personales de sus ciudadanos. Significa recortar la libertad
de asociación y la libertad contractual de una forma que
afecta a los ciudadanos a diario y a escala masiva. Significa
enviar a la policía y utilizar a los tribunales para combatir la
cooperación humana con "monedas naturales" como el oro y
la plata, monedas en uso desde los tiempos bíblicos.
Estas circunstancias pesan mucho en contra del papel
moneda. Utilizar las fuerzas armadas del Estado para poner
a toda una nación ante la dura disyuntiva de utilizar el
dinero del gobierno o renunciar por completo a los
beneficios de los intercambios monetarios no es, desde
luego, un asunto fácil, sino que requiere una justificación
convincente e inatacable. Para defender moralmente el papel
moneda o el dinero electrónico, hay que demostrar que
aportan ventajas significativas a la comunidad de sus
usuarios (la "nación"), ventajas que podrían compensar sus
graves deficiencias morales. La cuestión, por tanto, es si
existen tales ventajas. ¿Pueden justificarse el papel moneda
y el dinero electrónico por motivos utilitarios? A esta
pregunta nos referimos ahora.
Es un hecho significativo que, antes de que surgiera el papel
moneda, ningún filósofo del dinero criticara nunca las
mercancías monetarias existentes por motivos utilitaristas.
Es cierto que Platón propuso prohibir la propiedad privada
de los dineros naturales -oro y plata- por motivos políticos,
es decir, para garantizar que cada individuo dependiera
económicamente del gobierno.1 Pero ni siquiera Platón
67
afirmó que el oro y la plata fueran inadecuados como dinero,
o que los dineros impuestos por el gobierno pudieran
prestar mayores servicios monetarios. Y tampoco
encontramos tal pensamiento en Aristóteles o en los escritos
de los padres de la Iglesia y los escolásticos. Todo lo
contrario. El obispo Nicholas Oresme sostenía que la oferta
monetaria era irrelevante para los intercambios monetarios
per se. Los cambios de la oferta monetaria nominal -la
"alteración de los nombres"- no hacían que el dinero fuera
más adecuado para ser utilizado en los intercambios
indirectos, ni menos; tales cambios simplemente afectaban a
las condiciones de los pagos aplazados (contratos de
crédito), razón por la que Oresme también se oponía a ellos.
Por lo tanto, antes del siglo XVI no había aparentemente
ningún problema de atesoramiento, o de precios rígidos, y
aparentemente ninguna necesidad de estabilizar el nivel de
precios, el poder adquisitivo o la demanda agregada. Pero
los defensores del papel moneda están lejos de ver la
importancia de este hecho. El oro y la plata, argumentan,
eran suficientes para las economías primitivas que
prevalecieron hasta la Alta Edad Media. Pero las economías
capitalistas que surgieron en el Renacimiento requerían otro
tipo de dinero. Y las nuevas teorías que explican esta
necesidad surgieron junto con las nuevas monedas de papel.
¿Qué hacer con estas nuevas teorías? Debemos examinarlas
una a una, aunque en el presente trabajo sólo podemos
abordar las principales, confiando en que el lector se apoye
68
para todo lo demás en otras obras.
Pero antes de explicar las falacias que encierran las
justificaciones más extendidas del papel moneda, señalemos
que los escritos monetarios posteriores a 1500 no sólo
inundaron el mundo con tales justificaciones, sino que
también proporcionaron las réplicas. Ya hemos mencionado
que Oresme sostenía que la oferta monetaria era irrelevante,
en el sentido de que los servicios derivados del intercambio
monetario no dependían de la cantidad de dinero utilizada.
Los intelectuales del Renacimiento y de la época
mercantilista nunca pudieron eludir esta idea fundamental.
Incluso aquellos que justificaban de otro modo diversos
esquemas inflacionistas tuvieron que reconocerlo.3
Después, los economistas clásicos afirmaron muy
claramente que, en principio, cualquier cantidad de dinero
valdría; aunque matizaron esta propuesta a la luz de
diversas doctrinas falsas que habían heredado de sus
predecesores mercantilistas.4 El primer economista que tuvo
una clara comprensión científica de la cuestión fue John
Wheat- ley, el brillante crítico del pensamiento monetario de
Hume, Steuart y Smith.5 Pero Wheatley nunca presentó una
doctrina sistémica por escrito. En el siglo XX, Ludwig von
Mises y Murray Rothbard llenaron este vacío. El resultado
práctico de su análisis monetario es que no se pueden
derivar beneficios sociales del control gubernamental sobre
la oferta monetaria. En palabras de Rothbard:
Concluimos, por tanto, que la determinación de la oferta de
69
dinero, como la de todos los demás bienes, es mejor dejarla
al libre mercado. Aparte de las ventajas morales y
económicas generales de la libertad sobre la coerción,
ninguna cantidad dictada de dinero hará mejor el trabajo, y
el libre mercado fijará la producción de oro de acuerdo con
su capacidad relativa para satisfacer las necesidades de los
consumidores, en comparación con todos los demás bienes
productivos.
De nuevo, como hemos señalado, esto es cualquier cosa
menos una novedad en la historia del pensamiento. Oresme
vio claramente que el aumento de la masa monetaria
nominal enriquecería a los príncipes a expensas de la
comunidad. Pero, salvo en situaciones de emergencia muy
raras y excepcionales, no era ése el precio que había que
pagar por un beneficio que no podía obtenerse de otro
modo. Los aumentos nominales de la masa monetaria eran
innecesarios desde el punto de vista de toda la riqueza
común. La alteración nominal de la moneda, decía Oresme,
. . . no evita el escándalo, sino que lo engendra . . . y tiene
muchas consecuencias incómodas, algunas de las cuales ya
se han mencionado, mientras que otras aparecerán más
adelante, ni hay ninguna necesidad o conveniencia en
hacerlo, ni puede beneficiar a la mancomunidad.
La verdad es a menudo engañosamente simple. Son los
errores los que son múltiples y complicados. Así ocurre, en
cualquier caso, en el caso del dinero. La verdad simple es
que no hay necesidad de intervención política para imponer
70
monedas diferentes de las que los participantes en el
mercado habrían elegido de todos modos. Pero se han
inventado muchas doctrinas para justificar precisamente esa
intervención.8 No es necesario que las refutemos todas en
este trabajo. No es necesario refutarlas todas en el presente
trabajo. A continuación, nos limitaremos a los siete errores
más extendidos.
2 CRECIMIENTO ECONÓMICO Y OFERTA MONETARIA
La falacia monetaria más extendida es probablemente la
creencia ingenua de que el crecimiento económico sólo es
posible en la medida en que vaya acompañado del
correspondiente crecimiento de la oferta monetaria.9
Supongamos que la economía crece a un ritmo anual del 5
por ciento. Supongamos que la economía crece a un ritmo
anual del 5%. Entonces, según esta falacia, es necesario
aumentar la oferta monetaria también en un 5% porque, de
lo contrario, los bienes y servicios adicionales no podrían
venderse. Los defensores de esta falacia señalan entonces
que tales tasas de crecimiento de la masa monetaria son más
bien excepcionales para los metales preciosos. El oro y la
plata son, por tanto, inadecuados para servir como dinero de
una economía moderna dinámica. Es mejor sustituirlos por
papel moneda, que puede incrementarse de forma flexible a
costes extremadamente bajos para adaptarse a cualquier tasa
de crecimiento de la economía.
Este argumento es erróneo porque cualquier cantidad de
71
bienes y servicios puede intercambiarse con prácticamente
cualquier oferta monetaria. Supongamos que la oferta
monetaria de nuestro ejemplo no cambia. Si se ofrece en el
mercado un 5% más de bienes y servicios, lo único que
ocurrirá es que los precios monetarios de estos bienes y
servicios disminuirán. El mismo mecanismo permitiría el
crecimiento económico, aunque disminuyera la cantidad de
dinero. Por lo tanto, cualquier tasa de crecimiento puede
acomodarse a prácticamente cualquier oferta de dinero
natural, como el oro y la plata.
El calificativo "prácticamente" tiene en cuenta el hecho de
que existen ciertas limitaciones tecnológicas en el uso de los
metales preciosos. Supongamos que se producen altas tasas
de crecimiento durante un largo periodo de tiempo. En este
caso, podría ser necesario reducir el tamaño de las monedas
hasta tal punto que producirlas y utilizarlas resultara poco
práctico. Este problema es muy real en el caso del oro. Nunca
ha existido en el caso de la plata, razón por la cual muchos
escritores bien informados consideran que la plata es el
dinero por excelencia. En cualquier caso, estos problemas
tecnológicos no plantean ningún problema. Como explicó el
obispo Oresme hace más de 700 años, lo que hay que hacer
en estos casos es simplemente abandonar el uso de las
monedas poco prácticas, por ejemplo, las de oro, y cambiar
a otro metal precioso, por ejemplo la plata. No es necesaria
ninguna intervención política para apoyar este proceso.
Una variante más sofisticada de la doctrina de que el
72
crecimiento requiere más dinero admite que cualquier
cantidad de bienes y servicios podría intercambiarse
prácticamente con cualquier oferta monetaria. Pero estos
defensores argumentan que, si los empresarios se ven
obligados a vender sus productos a precios más bajos, estos
precios podrían ser demasiado bajos en comparación con los
gastos de coste. Vender las existencias de productos a
precios de ganga supone la quiebra de los empresarios.
Pero esta variante es igualmente insostenible, porque se basa
en una imagen mecanicista del espíritu empresarial. El
hecho es que los empresarios pueden anticipar cualquier
reducción futura de los precios de venta de sus productos. A
la luz de tales anticipaciones, pueden recortar los precios de
oferta de sus propios gastos de coste y prosperar así en
épocas de precios a la baja. Esto no es una mera posibilidad
teórica, sino el estado normal de las cosas en periodos de un
nivel de precios estable o a la baja. Por ejemplo, en las tres
últimas décadas del siglo XIX, tanto Alemania como EE.UU.
experimentaron altas tasas de crecimiento con niveles de
precios al consumo estables y a la baja. Lo mismo se observa
más recientemente en el mercado de ordenadores y
tecnologías de la información, el más vibrante desde los años
80, que ha combinado un rápido crecimiento con una caída
constante de los precios de los productos.
73
3. ACOSO
Las consideraciones anteriores se aplican también al
fenómeno del atesoramiento. Es imposible utilizar el dinero
sin poseer una cierta cantidad, por lo que todo participante
en una economía monetaria atesora dinero. La razón por la
que a veces se utiliza el término peyorativo "atesoramiento"
en lugar del más neutro "tenencia" es que, en opinión del
comentarista, las cantidades de dinero que posee tal o cual
persona son excesivas. La pregunta crucial es: ¿con qué
criterio?
Es posible dar una definición significativa del
acaparamiento en términos morales. Algunas personas
tienen una propensión neurótica a guardar su riqueza en
efectivo. Son avaros que atesoran su dinero incluso cuando
gastarlo redundaría en su interés personal. Descuidan la
ropa, la vivienda, la educación, la caridad, etc.; y así se
privan a sí mismos de su pleno potencial humano y, a su vez,
privan a los demás de los beneficios que se derivan de los
vínculos sociales con un ser humano desarrollado.
Obsérvese que esta definición del acaparamiento como
comportamiento patológico no se refiere
no se refiere a cantidades absolutas de dinero. Más bien se
refiere a las cantidades de dinero que se tienen en relación
con otras formas alternativas de invertir la riqueza. De
hecho, hay muchas situaciones en las que es aconsejable -
tanto para una persona individual como para grupos- tener
grandes sumas de dinero en efectivo. Durante siglos, la
74
tenencia de grandes cantidades de monedas de oro y plata
fue una forma importante de que la gente ahorrara sus
propios fondos de pensiones privados, y en muchas épocas
y lugares era la única forma de hacer frente a la vejez y a
situaciones de emergencia. Del mismo modo, en épocas de
auge bursátil e inmobiliario, suele ser prudente mantener
una gran parte del patrimonio en efectivo. Es cierto que hay
otras situaciones en las que incluso mantener sumas muy
pequeñas de dinero puede ser excesivo. La cuestión es si los
saldos en efectivo son simplemente "dinero guardado" o si
se trata de un "atesoramiento de dinero" patológico.
La forma correcta de tratar el acaparamiento excesivo de
dinero es hablar con las personas en cuestión y persuadirlas
de que cambien su comportamiento. ¿Y si estas personas
siguen siendo obstinadas? ¿Es entonces aconsejable aplicar
medios políticos como la expropiación o el aumento artificial
de la oferta monetaria? La respuesta a estas preguntas es
negativa. El acaparamiento per se puede ser patológico, pero
no priva a otras personas de lo que les pertenece por
derecho. Y, en particular, no impide el funcionamiento eficaz
de la economía.
Como hemos dicho antes, la oferta monetaria absoluta de
una economía es prácticamente irrelevante. La economía
puede funcionar, y funcionar bien, con prácticamente
cualquier cantidad de dinero. El acaparamiento sólo implica
una reducción de los precios del dinero; el acaparamiento a
gran escala sólo implica una gran reducción de los precios
75
del dinero. Consideremos el escenario (completamente
irreal) de una nación que atesora tanta plata que la plata
restante tendría que ser acuñada en cantidades
microscópicamente pequeñas para ser utilizada en los
intercambios.12 En una sociedad libre, los participantes en
el mercado simplemente cambiarían a otras monedas. En
lugar de pagar con monedas de plata, empezarían a utilizar
monedas de oro y de cobre.
Supongamos ahora que, a pesar de las consideraciones
anteriores, un gobierno empeñado en luchar contra la
acumulación de dinero se propusiera aumentar
artificialmente la oferta monetaria. ¿Conseguiría esta
política su objetivo? No necesariamente. Existe al menos la
misma probabilidad de que esta política fomente el
atesoramiento. El aumento de la oferta monetaria elevaría
los precios del dinero que se pagan en el mercado por
encima del nivel que habrían alcanzado de otro modo. Y esto
hace necesario que la gente mantenga mayores saldos de
efectivo. Ahora bien, es cierto que el aumento de los saldos
en efectivo de los particulares no guarda necesariamente una
proporción estricta con el aumento del nivel de precios. Por
lo tanto, es posible que la gente, en términos relativos,
reduzca su demanda de dinero como consecuencia de esta
política. Pero es igualmente probable que la política no tenga
tal efecto, o que en realidad produzca el efecto contrario.
Así pues, concluimos que el atesoramiento no puede servir
de pretexto para la ampliación artificial de la oferta
76
monetaria. En algunos casos extremos podría merecer la
atención de líderes espirituales y psicólogos. Pero nunca es
un problema monetario.
4. LUCHAR CONTRA LA DEFLACIÓN
Otra variante de la misma falacia básica que acabamos de
comentar es la supuesta necesidad de luchar contra la
deflación.
La palabra "deflación" puede definirse de varias maneras.
Según la definición más aceptada hoy en día, la deflación es
una disminución sostenida del nivel de precios. Los autores
más antiguos han utilizado a menudo la expresión
"deflación" para denotar una disminución de la oferta
monetaria, y algunos autores contemporáneos la utilizan
para caracterizar una disminución de la tasa de inflación.
Todas estas definiciones son aceptables, dependiendo del
propósito del análisis. Sin embargo, ninguna de ellas se
presta a justificar un aumento artificial de la oferta
monetaria.
El carácter nocivo de la deflación es hoy uno de los dogmas
sagrados de la política monetaria.13 Los defensores de la
lucha contra la deflación suelen presentar seis argumentos
para defender su postura.14 En primer lugar, para ellos es
una cuestión de experiencia histórica que la deflación tiene
repercusiones negativas en la producción agregada y, por
tanto, en el nivel de vida. Para explicar esta supuesta
experiencia histórica, sostienen, en segundo lugar, que la
77
deflación incita a los participantes en el mercado a posponer
las compras porque especulan con precios cada vez más
bajos. Además, consideran, tres, que un nivel de precios
decreciente hace más difícil el servicio de las deudas
contraídas a un nivel de precios más alto en el pasado. Estas
dificultades amenazan con provocar, cuatro, una crisis en el
sector bancario y, por tanto, una drástica restricción del
crédito. Cinco, afirman que la deflación junto con los
"precios rígidos" da lugar al desempleo. Y por último, seis,
consideran que la deflación podría reducir los tipos de
interés nominales hasta tal punto que una política monetaria
de "dinero barato", para estimular el empleo y la producción,
ya no sería posible, porque el tipo de interés no puede
disminuir por debajo de cero.
Sin embargo, las pruebas teóricas y empíricas que
corroboran estas afirmaciones son escasas o inexistentes15.
En primer lugar, históricamente, la deflación no ha tenido
un claro impacto negativo en la producción agregada. Los
descensos a largo plazo del nivel de precios no se
correlacionaron sistemáticamente con tasas de crecimiento
inferiores a las que prevalecieron en periodos comparables
y/o en países con niveles de precios crecientes. Incluso si nos
centramos en las perturbaciones deflacionistas procedentes
del sistema financiero, la evidencia empírica no parece
justificar la afirmación general de que la deflación perjudica
el crecimiento a largo plazo16.
En segundo lugar, es cierto que una deflación
Ética producción dinero
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  • 2. 2 JÖRG GUIDO HÜLSMANN LA ÉTICA DE LA PRODUCCIÓN DEL DINERO Unión Editorial 2021
  • 3. 3 Título original: The Ethics of Money Production. Copyright © 2008 by the Ludwig von Mises Institut. Traducción de José Manuel Carballido. © 2021 Jörg Guido Hülsmann © 2021 UNIÓN EDITORIAL, S.A. c/ Galileo, 52 - 20015 Madrid Tel.: 913 500 228 Correo: editorial@unioneditorial.net www.unioneditorial.es ISBN: 978-84-7209-828-2 Depósito Legal: M. 2.725-2021 Compuesto por PMPL CL Impreso en España por GRUPO MENGER Printed in Spain · Impreso en España Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por las leyes que establecen penas de prisión y multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y prejuicios, para quienes reprodujeran total o parcialmente el contenido de este libro por cualquier procedimiento elctrónico o mecánico, incluso fotocopia, grabación magnética, óptica o informática, o cualquier sistema de almacenamiento de información o sistema de recuperación, sin permiso escrito de los propietarios del copyright. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
  • 4. 4 En memoria de Hans Sennholz
  • 5. 5
  • 6. 6 PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA por Jesús Huerta de Soto Me produce gran satisfacción la publicación en español, gracias alesfuerzo como traductor de mi discípulo José Manuel Carballido, dellibro ya clásico de Jörg Guido Hülsmann sobre La ética de la producciónde dinero. Primeramente porque el profesor Hülsmann, catedrático deeconomía en la Universidad de Angers (Francia), al publicar la primeraedición de su libro en 2008 se centró en los aspectos monetarios másinstitucionales y relacionados con la ética, línea de investigación que yo había iniciado diez años antes cuando escribí mi tratado Dinero, crédito bancario y ciclos económicos, por lo que Hülsmann vino con su obra a completar y reforzar lo que yo ya había querido decir desde unprincipio sobre este enfoque, y su libro, por tanto, ha de considerarse un complemento a mi tratado, no solo excelente sino incluso imprescindible.En segundo lugar, porque el libro de Hülsmann está lleno de contribuciones originales e intuiciones y desarrollos de gran valor, entre las que quizás destaca su análisis de las aportaciones pioneras de Nicolás Oresme, teólogo y obispo de Lisieux, sobre teoría monetaria, autor al que de forma imperdonable yo ni siquiera cité en mi obra, pues quizás demasiado inclinado a resaltar la originalidad de nuestros escolásticos salmantinos del Siglo de Oro español, pasé indebidamente por alto que estos por fuerza, bien directa o indirectamente, no podíanser sino herederos intelectuales del gran genio francés que, sin duda alguna, fue uno de los pensadores más originales y eruditos del siglo XIV, no solo en el ámbito de la economía,sino tambiéncomo matemático,físico, astrónomo, filósofo, psicólogo e, incluso, musicólogo. Debemos,por tanto, estar muy
  • 7. 7 agradecidos a Jörg Guido Hülsmann por habernos regalado esta pequeña joya de la ciencia económica que es su Ética de la producción de dinero y a Unión Editorial por haber hecho posible finalmente verla publicada en nuestro país.
  • 8. 8 INDICE DE CONTENIDOS PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA........................................................... PREFACIO............................................................................................................ INTRODUCCIÓN ................................................................................................ PRIMERA PARTE: LA PRODUCCIÓN NATURAL DEL DINERO CAPITULO I: EL DINERO................................................................................... CAPITULO II: CERTIFICADOS MONETARIOS............................................... CAPITULO III: EL DINERO COMO PROCESO DE MERCADO..................... CAPITULO IV: CONSIDERACIONES UTILITARISTAS SOBRE LA PRODUCCIÓN DEL DINERO ............................................................................ SEGUNDA PARTE: LA INFLACIÓN................................................................. CAPITULO V: CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA INFLACIÓN CAPITULO VI: INFLACIÓN PRIVADA; LA FALSIFICACIÓN DE CERTIFICADOS ECONOMICOS........................................................................ CAPITULO VII: EL ESTADO A LA ESCENA; INFLACIÓN FIDUCIARIA MEDIANTE PRIVILEGIOS LEGALES................................................................ CAPITULO VIII: FALSIFICACIONES LEGALIZADAS.................................... CAPITULO IX: MONOPOLIOS LEGALES ........................................................ CAPITULO X: LAS LEYES SOBRE LA MONEDA DE CURSO LEGAL .......... CAPITULO XII: SUSPENSIÓN DE PAGOS LEGALIZADOS........................... CAPITULO XIII: PAPEL MONEDA ................................................................... CAPITULO XIV: EL LEGADO CULTURAL Y ESPIRITUAL DE LA INFLACIÓN FIDUCIARIA..................................................................................
  • 9. 9 PARTE 3: EL ORDEN MONETARIO Y LOS SISTEMAS MONETARIOS........ CAPITULO XV: SISTEMAS MONETARIOS FIDUCIARIO EN EL ÁMBITO DEL ESTADO-NACIÓN ..................................................................................... CAPITULO XVI: LOS SISTEMAS DE BANCA INTERNACIONAL (1871- 1971) ...................................................................................................................... CAPITULO XVII: SISTEMA INTERNACIONAL DE PAPEL MONEDA ........ CONCLUSIONES................................................................................................. REFERENCIAS.....................................................................................................
  • 10. 10 PREFACIO El proporcionar una exposición concisa de la teoría monetaria,haciendo especial énfasis en los aspectos éticos e institucionales dela producción del dinero, se convirtió hace tiempo en un proyectopersonal. El dinero y la banca han sido los temas más abordados en materia económica. No obstante, mantengo la esperanza de que las siguientes páginas no sean superfluas, ya que combinan tres elementos que previamente no cabían sido incorporados en un trabajo de este tipo. En primer lugar, el presente libro aplica la tradición del realismofilosófico al análisis del dinero y de la banca. El gran pionero de este enfoque fue el matemático, físico, economista y obispo del siglo XIV Nicolás Oresme, autor del primer tratado sobre inflación de la historia y, de hecho, del primer tratado en torno a un problema económico.Oresme se centró exclusivamente en la devaluación de monedas, unaformade inflación quecarece deimportancia en nuestra época.Pero los principios que sobre su temática trajo a la palestra son aún válidos y, en líneas generales, no can sido superados. En tiempos modernos, la obra de Oresme ha sido reivindicada a través de losescritos de la Escuela austríaca. La teoría austríaca de la banca y del dinero fiduciario representa el segundo elemento de nuestro análisis. La Escuela austríaca es justamente conocida por ser una abanderada de la tradición realista en economía, y también como defensora de las políticas del libre mercado. Siete generaciones de economistas austríacos han explicado por
  • 11. 11 qué los derechos de propiedad privada proporcionan un marco fundamental para la cooperación social en una economía auténticamente cumana. Han insistido en los efectos contraproducentes que tienen lugar cuando individuosy gobiernos violan los derechos de propiedad. Y no han hecho concesiones en el campo del dinero y de la banca, demostrando que sin la iniciativa privada y su correlato —la responsabilidad personal— la producción de dinero se pervierte, convirtiéndose en un instrumento de explotación. Únicamente las iniciativas libres yresponsables de los individuos, asociaciones y empresas privadas pueden crear instituciones monetarias que beneficien realmente ala sociedad y a sus miembros. El tercer elemento que caracteriza nuestro enfoque es el análisis de la ética del dinero y de la banca en la línea de la tradición escolástica de Santo Tomás de Aquino y Nicolás Oresme.La escolástica buscó integrarlas ideas aristotélicas en la tradición intelectual del Cristianismo, convencida de que la ciencia y la ética —y los proyectos de la razón yla fe en general— pueden considerarse como ramas diferenciadas de un sistema unificado de conocimiento. Murray Rothbard reconoceal tomismo como un desarrollo crítico en la esfera de la ética, ya que demostró que las leyes de la naturaleza, incluida la naturaleza humana, proporcionaron los medios para que la razón del hombre descubriera unaética racional. Ciertamente Dios creó las leyes naturales del universo, pero la comprensión de estas leyes fue posible sin tener necesariamenteque creer en Dios como creador. De este modo, el hombre dispuso de unaética racional mediante una fundamentación auténticamente científica, y no supranatural. Fue precisamente esta línea escolástica de pensamiento la que dio origen a la economía como ciencia. Como escribió JosephSchumpeter:
  • 12. 12 Fue en el interiorde los sistemas [escolásticos] de teología y ley moral que laeconomíaadquirióunadefinitivayautónoma existencia,y ellos fueron quienes más se aproximaron al título de “fundadores” de la economía científica. De este modo, el enfoque escolástico parece ser también un puntode partida adecuado para un examen de la ética de la producción deldinero,tantodesdeelpuntodevistadelahistoria delasideascomoporsu aplicación contemporánea. Los tres elementos mencionados arriba pueden ser considerados a primera vista como extraños compañeros de cama. Sin embargo,espero mostrar que existe una razón por la que estas tres disciplinas de pensamiento se han desarrollado juntas. Veremos que funcionancomo aspectos complementarios de una teoría realista del dinero —una ontología del dinero por así decirlo— cuando se aplican a esta área específicamente, y que todos estos aspectos llevan a la conclusión de que un mercado libre de la producción del dinero eséticamente superior cuando se lo compara con su alternativa lógica:la producción de dinero basada en exenciones legales y privilegios. Quiero agradecer especialmente al profesor Jeffrey Herbener y al doctor Emmanuel Polioudakis por sus amplios comentarios de la primera versión del manuscrito, y al Sr. Joseph Potts por su revisióny comentarios de la versión final. También estoy en deuda con losprofesores Larry Sechrest y Roderick Long, los doctores Nikolay Gertchev, Jan Havel, Arnaud-Pellissier- Tanon y Lawrence Vance, y elSr. Robert Grözinger por sus útiles comentarios, y con los profesores Thomas Woods, Joseph Salerno, William Barnett, Robert Higgs y Christoph Strohm, al igual que con los Sres. Reinhard Stiebler, Brad Barlow y Philipp Bagus por su generosa ayuda sacando a la luz literatura relevante. Hace muchos años mi profesor Hans H. Lechner despertó en mí el interés por el estudio de las políticas monetarias, locual reconooco con óratitud. Mientras escribía este libro fui bendecido con el estímulo del Sr. Llewellyn Rockwell y de mis colegas Hans- Hermann Hoppe, Mark Thornton, Jesús Huerta de Soto, Marco Bassani, Pascal Salin, Bertrand Lemennicier y Philippe
  • 13. 13 Nemo. Finalmente,agradeceralSr.JeffreyTuckerporsuapoyo incansable, aligual que a mi querida esposa Nathalie por el amor y la amistad que me brindó mientras escribía este libro. Jörg Guido Hülsmann Angers, Francia Agosto de 2007
  • 14. 14 16 JÖRG GUIDO HÜLSMANN
  • 15. 15 LA ÉTICA DE LA PRODUCCIÓN DEL DINERO 17 INTRODUCC IÓN 1. PRODUCCIÓN DEL DINERO Y JUSTICIA La producción de bienes y servicios no es una cuestión puramentetecnológica. Siempre depende de un marco legal y moral, el cual retroalimenta asu veo.Una firma o una industria pueden llevar a cabo sus actividades de un modo que confirme y nutra los presupuestoslegales y morales de la cooperación humana; o bien pueden contradecir y destruir, ya sea de forma intencionada o no, dichos fundamentos. Los problemas éticos de la producción han sido evaluados en un gran número de industrias, desde la agricultura, pasando por la manufacturación textil en países en vías de desarrollo, casta la industria farmacéutica. A fecha de hoy pocas son las industrias importantes quese hayan librado de tal escrutinio. La más importantede éstas es la producción del dinero. El dinero está omnipresente enla vida moderna y, a pesar de ello, pareciera no requerir valoraciónmoral alguna. Es cierto que los representantes de los bancos centrales sermoneanal público sobre la importancia de la ética en los negocios; sin embargo, no parece que ellos mismos pongan en práctica tales consejos3 . De manera similar, la
  • 16. 16 asignatura de ética en los negociosse encuentra en una fase de claro auge en los campus universitarios,pero se aplica fundamentalmente a las corporaciones industriales.Y las iglesias y otras instituciones religiosas se pronuncian sobre muccos asuntos políticos, pero apenas se oyen mencionar fenómenos monetarios tales como el papel moneda, los bancos centrales, la dolarización, las autoridades monetarias, etc. Por ejemplo, la enseñanza social católica señala vagamente el hecho de que la actividad económica presuponga una “moneda estable”4 y que la “estabilidad del poder adquisitivo de la moneda [es] una consideraciónimportanteeneldesarrolloordenadode todoelsistemaeconómico”5 . Existen declaraciones muy detalladas de la doctrina cristiana cuando se trata de la moral de la adquisición y uso del dinero. Por ejemplo, la literatura cristiana sobre la usura y sobre la ética de la búsquedaegoísta de dinero es legendaria. Pero por importantes que estos problemas puedan ser, sólo están conectados remotamente con losaspectos morales y culturales de la producción del dinero y, en especial,con las condiciones modernas bajo las cuales esta producción se da.En este asunto detectamos un vacío considerable. Lascosasnosepresentanmuchomejorenelterrenodela disciplinaque se supone es la que más se ocupa de la producción del dinero, a saber, la ciencia económica. Existeninnumerablesescritoseconómicos sobre el dinero y la banca, pero el número de obras que resultan ser auténticamente útiles para comprender los asuntos morales y espirituales de la producción del dinero es más bien limitado. La literatura más reciente en este campo tiende a ser especialmente miope con respecto a
  • 17. 17 los asuntos que aquí nos ocupan. La economía monetaria aborda las políticas de descuento y mercado abierto, además de los típicos objetivos de los legisladores tales comola estabilidad de precios, el crecimiento económico, el pleno empleo,etc. Pero por lo general no ofrece una perspectiva histórica, teórica e institucional más amplia. Por ejemplo, muy pocos libros de texto se ocupan en realidad del funcionamiento del patrón oro; y, sin embargo, es necesario un conocimiento básico de esta institución para comprender tanto el estado actual de los asuntos monetarios en el mundo occidental como nuestras opciones políticas. Estos mismos libros de texto presentan un concepto excesivamente estrecho del análisis económico, centrándose en las relaciones que se dan entre unos pocos agregados macroeconómicos tales como eldinero en circulación, el nivel de precios y la producción nacional. Dicho enfoque puede tener una cierta justificación pedagógica, pero sin embargo no deja de ser demasiado restrictivo como para hacerle justicia a nuestra asignatura. La producción del dinero tiene un enormeimpacto enlasrelacionesentrepersonasygrupos humano talescomolasfamiliasylasasociacionesprivadas. Lasreglasdelaproduccióndeldinero determinan engran medida la transformación de los sistemas monetarios a través del tiempo6 . Todo esto es importante desde un punto de vista moraly espiritual. Y aún así,simplemente desaparecerá de nuestro radar intelectual si contemplamos el dinero y la banca sólo a través de los lentes macroeconómicos. Finalmente, pocas obras integran realmente categorías
  • 18. 18 económicasy morales. La mayor parte de la literatura, o bien no ofrece valoración moral alguna de las instituciones monetarias, o bien lleva a cabo uncriticismo moral de las instituciones existentes sin una comprensión escrupulosa de la economía. Por desgracia, este último defecto enparticular está muy extendido, incluso entre los interesados y bien intencionados teólogos y profesores de ética en los negocios. Permítasenosenfatizarqueestalagunao vacíoconcierne en especial a los aspectos morales de las instituciones monetarias modernas –enconcreto los bancos, los bancos centrales y el papel moneda. La Biblia nos proporciona una guía bastante detallada sobre la producción dedinero en la antigüedad, en concreto al respecto de la fabricación de monedas de oro y plata7 . De forma similar, los escolásticos medievales desarrollaron una doctrina moral bastante comprehensiva en la que se ocupaban de las viejas formas de hacer dinero. El primer tratadocientífico sobre dinero, el Tratado sobre la alteración del dinero de NicolásOresme, logró importantes avances y está preñado de intuiciones que son relevantes aún en nuestros días8 . Con anterioridad a las obrasde Oresme, el magisterio de la Iglesia católica cabía tratado estos asuntos, sobre todo en el Quanto (1199) del Papa Inocencio III, dondese denunciaba la devaluación de monedas de metales preciosos. Pero el vacío aparece en el momento que acudimos a las condiciones modernas. Los antiguos preceptos sobre la fabricación de monedas nollegan a cubrir los problemas que afrontamos en la época del papel moneda. Y quizás callemos aquí el principal motivo por el cual losPapas contemporáneos no continuaron la labor de sus
  • 19. 19 predecesores medievales con declaraciones sobre las instituciones monetarias de nuestra época. Pretendemos demostrar en la presente obra las consecuencias devastadoras de este vacío. Nuestra exposición girará en torno a la economía de la producción del dinero9 . Adam Smith y muchosde sus seguidores consideran la economía como una ciencia moral,y con razón. La economía no sólo se ocupa de seres morales —las personas—sinoquetambién trataun gran número de cuestiones que tienen una relevancia moral directa. En el presente caso, éste tieneque ver fundamentalmente con la cuestión de si se puede derivaralgún beneficio social dela manipulación política del suministro dedinero, o con la pregunta de cómo la inflación afecta a la disposiciónmoral y espiritual de la población. la economía de la producción deldinero nos conducirá de forma bastante natural a consideraciones de corte jurídico, moral, histórico y político. Nuestro objetivo no esel de ser exhaustivos sino más bien el de presentar un panorama general lo suficientemente detallado. En consecuencia, nos ocuparemos en primer lugar de lo que llamaremos la “producción natural del dinero” (primera parte), ydiscutiremos los modos en que puede ser mejorada a la luz de con- sideraciones morales. Posteriormente nos fijaremos en la inflación, la perversión de la producción natural del dinero (segunda parte). En concreto, nos centraremos en la diferencia existente entre dos tipos de inflación. Por un lado, está la inflación privada, la cual surge espontáneamente en toda sociedad humana, pero que es combatida mediante el poder del Estado. Por otro lado, está lainflaciónfiduciaria,la cual según su nombre indica
  • 20. 20 disfruta en realidad de la protección del Estado y, por tanto, es una perversión institucionalizada de la producción del dinero. En la parte final (tercera parte) aplicaremos estas distinciones a un breve análisis de los sistemas monetarios occidentales surgidos a partir del siglo XVII. Defenderemos la producción natural del dinero. Mostraremos que ha funcionado siempre que se ha llevado a la práctica, y que noexisten razones técnicas, económicas, legales, morales o espirituales que puedan sostenerse para suprimir su funcionamiento. Por el contrario, existe un gran número de consideraciones que prueban de manera concluyente el carácter perjudicial y nefasto de lainflación. Y en nuestro tiempo la inflación se ca convertido en algopersistente, y que se ha agravado debido a que, de hecho, un conjunto de disposiciones legales protege las instituciones monetariascausantes de dicha inflación. Deestemodo,laproduccióndedineroesunproblemade justicia enun doble sentido. Por un lado, las instituciones modernas de producción del dinero dependen del ordenamiento jurídico predominante y, por lo tanto, se incluyenenunadelasprovinciasmásrecónditasdeloquese ha denominado justicia social10 . Por otro lado, dicho ordenamiento resultaser el problema mismo que causa la inflación perenne. Monopolios legales, leyes para monedas de curso legal y la legalización de la suspensión de pagos, se han convertido inconscientemente en instrumentos para la injusticia social. Enóendran la inflación, la irresponsabilidadyuna distribuciónilícitadelarenta,porlogeneral de los pobres a los ricos. Estas instituciones legales no pueden tener justificación, y deberían ser abolidas inmediatamente.
  • 21. 21 Dicha medida implicaría muy probablemente la eliminación de las instituciones monetarias predominantes coy en día: los bancos centrales, el papel monedaylabancadereservafraccionaria11 .Aúnasí,lejosde contemplar aquí un simple acto de destrucción, tal evento puede ser recibido enforma de restauración de lacordura en materia monetaria, y como una condición necesaria para una economía más cumana. Es verdad que estas conclusiones resultan ser más bien radicales. Sin embargo, no debemos eludir la toma de posiciones firmes cuandoconfrontamos un gran mal; y un gran mal es lo que precisamente estamos enfrentando en el presente caso. Nuestro objetivo, no obstante, no es el de impulsar un programa sesgado. Sencillamente,pretendemos que el lector se familiarice con los hechos esencialesnecesariospara una evaluación moraldelasinstitucionesmonetarias12 . 2. COMENTARIOS A LA LITERATURA RELEVANTE Elargumento afavor delaproducciónnaturaldeldinero y encontrade la inflación se remonta muccos siólos atrás, en concreto al obispo francés Nicolás eresme en el siólo XIV13 . Con anterioridad, Santo Tomás de Aquino y otros cabían considerado varios aspectos del problema en cuestión. Pero ninguno lo abordó desde un punto de vista consistente,ni tampoco presentó sus ideas en forma de tratado. En ellos iba surgiendo una doctrina,pero ésta se encontraba diseminada en los escritos de Sto. Tomás, Buridan y otros14 . El gran logro de Oresme fue el de integrar dichas obras con sus propias intuiciones penetrantes en un tratado —el primer tratado jamás escrito sobre dinero. El granhistoriador del pensamiento económico medieval, Victor Brants, llegó a señalar el
  • 22. 22 mérito de una obra como la de Oresme. Además, Brants observó con justicia el hecho de que las ideas de nuestro autor no hayansido superadas durante siglos. Al respecto dijo: “ideas que fueron muy acertadas, mucco más en lo cierto que las de los que vendrían a dominar la escena económica después de él”15 . En retrospectiva, ciertamentepodemos afirmar que el “Tratado” de eresme ca resistido el paso del tiempo. Sus traducciones al inglés, alemán y francés se encuentran aún a la venta, y economistasmonetariosdetodo elmundo admiranlaobra por su carácterconciso, su claridad y profundidad. Con posterioridad, el tratado fue retomado y refinado en varias direcciones a través de las obras de la rama o “escuela proto-monetaria”perteneciente a la Escuela de Salamanca (Saravia de la Calle, Martín Azpilcueta, Tomás de Mercado) para la defensa de la producción natural del dinero y contra la inflación16 . Con todo, ninguno de estos autores parece haber producido un tratado que pudiera compararsea la obra de Oresme. No obstante, transcurridos otros dos siglos, economistas como Richard Cantillon, David Hume, Étienne de Condillac, John Wheatley, David Ricardo y William Gouóe publicarían notables contribucionesa los asuntos de la producción del dinero17 . Todos estos autores lleóarían a abandonar en mayor o menor medida la preocupaciónescolástica por la dimensión espiritual de nuestra problemática, pero fueron pioneros en el análisis económico realista de la bancade reserva fraccionaria y del papel moneda. Algunas de estas obrasestán disponibles coy en día y, por tanto, can resistido ióualmenteel paso del tiempo. No es nuestra intención menospreciar su mérito y su brillantez cuando mencionamos el hecho de que, en lo concerniente al nuevo campo de la banca y del papel
  • 23. 23 moneda, estos autores tampoco llegan a compararse con los logros del viejo maestro eresme en el campo del dinero entendido como mercancía. En nuestros días, los autores que más can contribuido al análisis de nuestro problema can sido dos judíos aónósticos, rudwió von Mises (1881-1973) y Murray N. Rothbard (1926-1995), seguidores ambos del fundador de la Escuela austríaca de economía, Carl Menger (1840- 1920)18 . Mises inteóró la teoría del dinero y de la banca con la teoría óeneral del valor subjetivo, y fue pionero en elanálisis macroeconómico dentro de la tradición realista. ra teoría austríaca del dinero y de la banca encuentra su cima actual en la obra de Rotcbard, quien nosólodesarrollóyrefinó la doctrina desumaestroMises, sino que además introdujo nuevamente los problemas morales, enfatioando cateóorías de la ley natural a la cora de criticar la banca de reserva fraccionaria y el papel moneda. Nuestra obra se basa directamente en los trabajos de estos dos autores. Dentro de lacateóoría de autores vivos destacados en esta tradición se encuentran Pascal Salin, George Reisman y Jesús Huerta de Soto19 .
  • 24. 24 PARTE UNO: LA PRODUCCIÓN NATURAL DEL DINERO
  • 25. 25 1 DINERO 1. LA DIVISIÓN DEL TRABAJO SIN DINERO Para entender el origen y la naturaleza del dinero, primero hay que considerar cómo cooperarían los seres humanos en un mundo sin dinero, en un mundo de trueque. El intercambio de bienes y servicios en un mundo de trueque plantea ciertos problemas a los miembros de la sociedad. Entonces recurren a los intercambios monetarios como medio para aliviar estos problemas. En resumen, el dinero es una solución (parcial) a los problemas del trueque. Pero veamos esto con un poco más de detalle. La ley fundamental de la producción es que la producción conjunta rinde más que la producción aislada. Dos individuos que trabajan aislados producen menos bienes físicos y servicios que si coordinan sus esfuerzos. Éste es probablemente el hecho más trascendental de la vida social. Economistas como David Ricardo y Ludwig von Mises han subrayado sus implicaciones: aunque no haya otras razones
  • 26. 26 para que los seres humanos cooperen, la mayor productividad de los esfuerzos conjuntos tiende a unirlos. La mayor productividad de la división del trabajo, en comparación con la producción aislada, es por tanto la base de una "ley de asociación" general. David Ricardo formuló por primera vez esta ley como ley del coste comparativo en el contexto de la teoría del comercio exterior. Economistas posteriores como Pareto, Edgeworth, Seligman y Mises sostuvieron que se trataba en realidad de una ley general del intercambio. Mises acuñó la expresión "ley de asociación". La ética de la producción de dinero Sin dinero, la gente intercambiaría sus productos en trueque; por ejemplo, Jones cambiaría su manzana por dos huevos de Brown. En un mundo así, el volumen de los intercambios - en otras palabras, el alcance de la cooperación social- está limitado por las restricciones tecnológicas y por el problema de la doble coincidencia de deseos. Los intercambios de trueque sólo tienen lugar si cada socio comercial tiene una necesidad personal directa del bien que recibe en el intercambio. Pero incluso en los casos en que se da la doble coincidencia de necesidades, los bienes suelen ser demasiado voluminosos y no pueden subdividirse para acomodarlos a las necesidades. Imaginemos a un carpintero
  • 27. 27 que intenta comprar diez libras de harina con una silla. La silla es mucho más valiosa que la harina, así que ¿cómo se puede organizar un intercambio? Cortar la silla en, digamos, veinte trozos no le proporcionarían objetos que valen sólo una vigésima parte del valor de una silla; más bien, tal "división" de la silla destruiría todo su valor. Por tanto, el intercambio no tendría lugar. 2. EL ORIGEN Y LA NATURALEZA DEL DINERO Estos problemas pueden reducirse mediante lo que se ha llamado "intercambio indirecto". En nuestro ejemplo, el carpintero podría cambiar su silla por 20 onzas de plata, y luego comprar las diez libras de harina a cambio de un cuarto de onza de plata. El resultado es que la necesidad de harina del carpintero, que de otro modo habría quedado insatisfecha, se satisface ahora mediante un intercambio adicional y el uso de un "medio de cambio" (aquí: la plata). De este modo, el intercambio indirecto proporciona a nuestro carpintero oportunidades adicionales de cooperación con otros seres humanos. Amplía la división del trabajo. Y contribuye así al progreso material, intelectual y espiritual de cada persona. A lo largo de la historia de la humanidad, ha habido una gran variedad de mercancías: ganado, conchas, clavos, tabaco, algodón, cobre, plata y oro, etc., se han utilizado como medio de intercambio. En las sociedades más
  • 28. 28 desarrolladas, los metales preciosos han acabado prefiriéndose a todos los demás bienes porque sus características físicas (escasez, durabilidad, divisibilidad, aspecto y sonido distintivos, homogeneidad en el espacio y el tiempo, maleabilidad y belleza) los hacen especialmente adecuados para esta función. Cuando un medio de cambio goza de aceptación general en la sociedad, se denomina "dinero". ¿Cómo se convierte en dinero una mercancía como el oro o la plata? Esto sucede a través de un proceso gradual, en el curso del cual cada vez más participantes en el mercado, cada uno por su cuenta, deciden utilizar oro y plata en lugar de otras mercancías en sus intercambios indirectos. Así pues, la selección histórica del oro, la plata y el cobre no se hizo mediante ningún tipo de contrato o convención social. Más bien, fue el resultado de la convergencia espontánea de muchas elecciones individuales, una convergencia que fue impulsada por las características físicas objetivas de los metales preciosos. Para ser adoptada espontáneamente como medio de cambio, una mercancía debe ser deseada por sus servicios no monetarios (por sí misma) y ser comercializable, es decir, debe poder comprarse y venderse ampliamente. Los precios que se pagan inicialmente por sus servicios no monetarios permiten a los posibles compradores estimar los precios futuros a los que se puede esperar razonablemente revenderla. Los precios pagados por su uso no monetario son, por así decirlo, la base empírica para su uso en el
  • 29. 29 intercambio indirecto. Sería extremadamente arriesgado comprar una mercancía para el intercambio indirecto sin conocer sus precios pasados; en consecuencia, la aparición espontánea de un medio de intercambio es prácticamente imposible cuando se carece de tal conocimiento. En cambio, cuando existe, puede surgir una demanda monetaria de la mercancía en cuestión. La demanda monetaria se añade entonces a la demanda no monetaria original, de modo que el precio de la mercancía-dinero contiene un componente monetario y un componente no monetario. Aunque en una economía desarrollada es probable que el primero tenga bastante más peso que el segundo, es importante tener en cuenta que el uso monetario de una mercancía depende en última instancia de su uso no monetario. Los escolásticos medievales llamaban al dinero res fungibilis et primo usu consumptibilis. Estaba en la naturaleza misma del dinero ser una cosa comerciable que tenía su uso principal en el consumo. 3. EL DINERO NATURAL Podemos denominar "dinero natural" a cualquier tipo de dinero que se utiliza mediante la cooperación voluntaria de personas que actúan.3 Según nuestra definición, cooperar voluntariamente significa prestarse ayuda mutua sin violar la propiedad ajena y disfrutar de la inviolabilidad de la propiedad propia. El papel de la propiedad privada como institución
  • 30. 30 fundamental de la sociedad humana es, por supuesto, un elemento básico de la experiencia histórica y de las ciencias sociales. También lo es del pensamiento social cristiano, enraizado en el Sexto y el Noveno Mandamientos. En el seno de la Iglesia católica, los papas hicieron hincapié en la inviolabilidad de la propiedad privada, no por dogmatismo jurídico a favor de los ricos, sino porque consideraban que esa inviolabilidad era la primera condición para mejorar el nivel de vida de las masas5 . La defendieron incluso en los casos en que los propietarios no utilizan, de hecho, sus medios privados para promover el bien de toda la sociedad. Y la defendieron en aquellos casos en los que los propietarios ni siquiera tenían la más mínima intención de perseguir el bien común. En resumen, los papas defendieron la distinción entre justicia y moral, entre el derecho a poseer bienes y la obligación moral de hacer un buen uso de ellos.6 La violación de la obligación moral no podría justificar la más mínima infracción de los derechos de propiedad. La propiedad privada es sagrada aunque se abuse de ella o no se utilice: La justicia llamada conmutativa ordena el respeto sagrado a la división de las posesiones y prohíbe la invasión de los derechos de los demás mediante la superación de los límites de la propiedad propia; pero el deber de los propietarios de utilizar su propiedad sólo de forma correcta no entra dentro de este tipo de justicia, sino que en virtud de otras virtudes, cuyas obligaciones 'no pueden hacerse valer por vía judicial'.
  • 31. 31 Por lo tanto, están en un error quienes afirman que la propiedad y su uso correcto están limitados por las mismas fronteras; y está mucho más lejos de la verdad sostener que el derecho a la propiedad se destruye o se pierde por el abuso o la falta de uso. En el caso de una sociedad en la que la propiedad privada es invio- lable, podemos hablar de una "sociedad completamente libre" y su aspecto eco- nómico puede llamarse entonces "mercado libre" o "economía libre". El corolario monetario de tal sociedad es, como hemos dicho, el dinero natural -o más bien todos los diferentes dineros naturales que existirían en tal sociedad, ya que hay buenas razones para suponer que una sociedad libre albergaría una variedad de dineros diferentes, que serían todos dineros naturales en nuestro sentido. Obsérvese que el dinero natural es una institución eminentemente social. Lo es no sólo en el sentido de que se utiliza en los intercambios interpersonales (todos los dineros se utilizan así), sino también en el sentido de que deben su existencia exclusivamente al hecho de que satisfacen las necesidades humanas mejor que cualquier otro medio de intercambio. En cuanto esto deje de ser así, los participantes en el mercado optarán por descartarlos y adoptar otros dineros. Esta libertad de elección asegura, por así decirlo, una selección democrática de base de los mejores dineros disponibles: los dineros naturales. Cuando se violan los derechos de propiedad, especialmente
  • 32. 32 cuando se violan de forma sistemática, ya no podemos hablar de una sociedad completamente libre. Es posible que los dineros naturales sigan utilizándose en tales sociedades, es decir, en la medida en que las violaciones de los derechos de propiedad no afecten a la elección del dinero. Pero allí donde la gente no es libre de elegir el mejor dinero disponible, surge un tipo diferente de dinero: el "dinero forzado". Su rasgo característico es que debe su existencia a la violación de los derechos de propiedad. Se utiliza, al menos hasta cierto punto, porque no se pueden utilizar monedas alternativas superiores sin exponer al usuario a la violencia. De ello se deduce que tales monedas están contaminadas desde un punto de vista moral. Pueden seguir siendo beneficiosas y utilizarse en intercambios indirectos, pero en cualquier caso son menos beneficiosas que las monedas naturales, porque deben su existencia a las violaciones de la propiedad privada, más que a su relativa superioridad para satisfacer las necesidades humanas por sí solas. El oro, la plata y el cobre han sido monedas naturales durante varios miles de años en muchas sociedades humanas. La razón es, como hemos dicho, que sus características físicas los hacen más adecuados para servir como dinero que cualquier otra mercancía. Sin embargo, los llamamos dinero natural, no por sus características físicas, sino porque los seres humanos libres los han seleccionado espontáneamente para ese uso. En resumen, no se puede
  • 33. 33 decir a priori cuál es el dinero natural de una sociedad. La única forma de averiguarlo es dejar que la gente se asocie libremente y elija el mejor medio de intercambio entre los alter- nativos disponibles. Si observamos la historia, veremos que, en la mayoría de los tiempos y lugares, la gente ha elegido la plata. El oro y el cobre también se han utilizado como moneda, aunque en menor medida. 4. DINERO CRÉDITO El dinero natural debe poseer dos cualidades. En primer lugar, debe tener un valor previo a su uso monetario y, además, debe ser físicamente apto para ser utilizado como medio de cambio (en cualquier caso, más apto que las alternativas). Las monedas históricas que hemos mencionado hasta ahora derivan su valor previo de su uso en el consumo. Incluso en el caso de los metales preciosos es así. Es cierto que no se destruyen en el consumo, como por ejemplo el tabaco y el algodón, pero sin embargo se consumen como joyas, ornamentos y en diversas aplicaciones industriales. Ahora bien, hay otras monedas que no derivan su valor previo del consumo. Los casos más importantes son el papel moneda y el dinero electrónico, a los que nos referiremos más adelante. Pero también existe el dinero crediticio, objeto de la presente sección. Como su nombre indica, el dinero a crédito surge cuando se utilizan instrumentos financieros en intercambios indirectos. Supongamos que Ben presta 10
  • 34. 34 onzas de plata a Mike durante un año, y que a cambio Mike le da un pagaré (te debo). Supongamos además que este pagaré es un billete de papel con la inscripción "Debo al portador de este billete la suma de 10 oz, pagadera el 1 de enero de 2010 (firma)". Entonces Ben podría intentar utilizar este pagaré como medio de cambio. Esto podría funcionar si los posibles compradores del pagaré también confían en la declaración de Mike de devolver el crédito tal y como prometió. Si la reputación de Mike es buena entre determinadas personas, es probable que éstas acepten su pagaré como pago por sus bienes y servicios. El pagaré de Mike se convierte entonces en dinero a crédito. El dinero a crédito nunca puede tener una circulación igual a la del dinero natural. La razón es que conlleva el riesgo de impago. Los cambios de efectivo proporcionan un control inmediato sobre el dinero físico. Pero el emisor de un pagaré puede quebrar, en cuyo caso el pagaré sería sólo un trozo de papel. No es sorprendente, por tanto, que el dinero a crédito haya alcanzado una mayor circulación sólo cuando el crédito estaba denominado en términos de algún dinero mercancía, cuando la reputación del emisor estaba fuera de toda duda y cuando era la única forma de proporcionar rápidamente al gobierno los fondos necesarios para llevar a cabo una guerra a gran escala. Este fue el caso, por ejemplo, de los Continentales americanos que financiaron la Guerra de Independencia y de los assignats franceses que financiaron
  • 35. 35 las guerras de los revolucionarios franceses contra el resto de Europa. En los primeros tiempos, el dinero a crédito también se emitía en otras formas distintas del papel. En concreto, los pagarés de cuero se utilizaron repetidamente como dinero a partir del siglo IX.9 El dinero a crédito es sólo un tipo de dinero derivado. Recibe su valor de una futura redención esperada en alguna mercancía. En este sentido, difiere radicalmente del papel moneda, que se valora por sí mismo. Y esto nos lleva al siguiente tema. 5. EL PAPEL MONEDA Y EL LIBRE MERCADO Hasta ahora hemos elegido los metales preciosos para ilustrar nuestra discusión porque, históricamente, los metales preciosos han sido el dinero del mercado libre, y también porque en la actualidad ninguna otra mercancía parece ser más adecuada para ser utilizada como medio de cambio. Pero la afirmación de que el oro, la plata y el cobre son las mejores monedas disponibles parece contradecirse por el hecho de que, hoy en día, no hay prácticamente ningún país en el mundo que utilice metales preciosos como moneda. Esta práctica universal parece tener una fácil explicación en la observación de que el papel moneda es incluso más ventajoso que los metales preciosos, al menos por tres razones: (1) sus costes de producción son mucho más bajos; (2) su cantidad puede modificarse fácilmente para adaptarse a las necesidades del comercio; y (3) su cantidad
  • 36. 36 puede modificarse fácilmente para estabilizar el valor de la unidad monetaria. Antes de analizar con más detalle estas supuestas ventajas, tenemos que abordar la cuestión aún más fundamental de si el papel moneda es, en primer lugar, un fenómeno de mercado. ¿Debe su existencia a la libre elección de los usuarios del dinero o a privilegios legales? En el primer caso, el papel moneda no parece tener nada de malo, sino todo lo contrario. Pero si sólo existe debido a la coacción y la coerción, es decir, debido a la violación de los derechos de propiedad, sus supuestas ventajas deben examinarse con mucho cuidado. Ahora bien, si nos fijamos en los datos empíricos, nos enfrentamos al duro hecho de que, en ningún período de la historia de la humanidad, el papel moneda ha surgido espontáneamente en el mercado libre.11 Ningún escritor occidental anterior al siglo XVIII parece haber considerado siquiera posible la existencia del papel moneda. La idea sólo surgió cuando los certificados de papel para oro y plata adquirieron una mayor circulación, especialmente en el contexto de la financiación gubernamental a gran escala.12 En los siglos XVIII, XIX y XX, se han llevado a cabo diversos experimentos con papel moneda en Occidente.13 Los gobiernos han emitido papel moneda junto con la obligación legal de que cada ciudadano lo acepte como moneda de curso legal. Los gobiernos han emitido papel moneda junto con la obligación legal de que cada ciudadano lo acepte
  • 37. 37 como moneda de curso legal. Los gobiernos han anulado las estipulaciones de los contratos privados y han obligado a los acreedores, por ejemplo, a aceptar pagos en "billetes verdes" de papel en lugar de en oro o plata. En la mayoría de los casos, sin embargo, los gobiernos han transformado los certificados de papel preexistentes de oro y plata en papel moneda prohibiendo el uso del oro y la plata, y de todas las demás mercancías y certificados adecuados. La experiencia de otras culturas y épocas cuenta la misma historia. El papel moneda se introdujo en China en el siglo XII, también por obligación y coerción del gobernante.14 En todos los casos históricos conocidos, el papel moneda ha llegado a existir a través de la violación de contratos y otras violaciones de los derechos de propiedad privada patrocinadas por el gobierno. Nunca ha sido una criatura del libre mercado. Por supuesto, la historia no ofrece un veredicto decisivo sobre la cuestión de si el papel moneda puede surgir espontáneamente en un mercado libre. ¿Podemos zanjar la cuestión sobre bases teóricas? Aquí entra en juego la siguiente consideración. Por su propia naturaleza, el papel moneda sólo presta servicios monetarios, mientras que el dinero mercancía presta dos tipos de servicios: monetarios y mercantiles. Por lo tanto, los precios del papel moneda pueden reducirse a cero, mientras que el precio del dinero mercancía siempre será positivo mientras atraiga una demanda no monetaria. Si los precios pagados por un papel moneda caen a cero, este dinero nunca podrá volver a
  • 38. 38 monetizarse, porque sin un sistema de precios ya existente los participantes en el mercado no podrían evaluar la unidad monetaria. Así pues, el uso de papel moneda conlleva el riesgo de una aniquilación total y permanente de su valor. Este riesgo no existe en el caso del dinero mercancía, que siempre conlleva un precio positivo y que, por lo tanto, siempre puede volver a monetizarse. No hace falta mucha fantasía para predecir las implicaciones prácticas de este hecho. En un mercado verdaderamente libre, el papel moneda no podría resistir la competencia del dinero mercancía. Los participantes en el mercado más previsores y prudentes se desharían primero de su papel moneda, y los demás les seguirían a su debido tiempo. Al final de este proceso, que podría resumirse en unos pocos segundos, pero que también podría durar algunos años, el papel moneda quedaría completamente erradicado.15 El análisis anterior lleva a la conclusión de que ninguna moneda puede seguir en circulación sólo porque lo ha estado hasta ahora. La fuente última de su valor -la base de su valor- tiene que ser algo más que el mero hecho de que, hasta ahora, la gente haya estado dispuesta a aceptarlo.16 Todo tipo de motivaciones psicológicas pueden proporcionar esa fuente durante un tiempo, pero todas se derrumbarán bajo la presión de un proceso de sustitución del tipo que hemos descrito anteriormente. ¿Y entonces? ¿Puede el poder armado del gobierno mantener el dinero en circulación? El fíat del gobierno puede, en efecto, conferir
  • 39. 39 valor al papel moneda: el valor de no meterse en problemas con la policía.17 Pero esta observación sólo confirma nuestro punto de vista de que el papel moneda no es un fenómeno de mercado. No puede florecer en el aire fresco de una sociedad libre. Sólo se utiliza cuando el poder de la policía suprime a sus competidores, de modo que los miembros de la sociedad se ven ante la dura disyuntiva de utilizar el papel moneda del gobierno o renunciar por completo a los beneficios de una economía monetaria. 5. DINERO ELECTRÓNICO Las observaciones anteriores pueden aplicarse directamente al caso del dinero electrónico. Es poco probable que un bien económico que se define enteramente en términos de bits y bytes se produzca espontáneamente en un mercado libre, por los mismos motivos que acabamos de exponer en el caso del papel moneda. Y a pesar de los denodados esfuerzos de varias personas y asociaciones, nunca se ha producido este tipo de dinero desde que la creación de Internet hizo posibles los pagos electrónicos. En la actualidad, sólo se ha producido dinero gubernamental en formato electrónico; y como en el caso del papel moneda, los gobiernos sólo han podido hacerlo porque tienen la posibilidad de suprimir la competencia. En el mercado libre, las nuevas tecnologías de la información han sido incapaces de crear dinero nuevo. En cambio, han podido desarrollar varios instrumentos nuevos para acceder
  • 40. 40 al dinero y transferirlo. Estas nuevas técnicas electrónicas de manejo del dinero son muy eficaces y beneficiosas, pero no deben fusionarse con la creación de dinero electrónico.
  • 41. 41 2 CERTIFICADOS MONETARIOS 1. CERTIFICADOS INTEGRADOS FÍSICAMENTE CON EL DINERO os metales preciosos se habrían convertido en dinero, aunque nunca se hubiera inventado la moneda, porque incluso en forma de lingotes sus ventajas físicas superan a las de todas las alternativas. las de todas las alternativas. Sin embargo, no cabe duda de que la acuñación de moneda aumentó las ventajas derivadas del intercambio indirecto y que, por tanto, contribuyó a la difusión de los intercambios monetarios. La acuñación de moneda permite intercambiar metales preciosos sin tener que realizar el laborioso proceso de pesar el metal y fundirlo. Se puede determinar el peso de un metal simplemente contando las monedas.1 La acuñación de monedas dota a una masa de metal precioso de una impresión que certifica su peso. La impresión típica dice algo así como que la moneda pesa en total tantos gramos u onzas (peso bruto), con tal o cual proporción o
  • 42. 42 contenido absoluto de metal precioso (peso fino). Por eso, los nombres de las monedas solían ser nombres de pesos, por ejemplo, la libra, el marco, el franco o el ecu. Obsérvese que el servicio depende totalmente de la confianza del certificador, es decir, del acuñador. Si los participantes en el mercado no pueden confiar en el certificado, preferirán prescindir de la moneda y pasar por la molestia adicional de pesar el metal y posiblemente fundirlo para determinar su contenido de metal fino. Por ejemplo, una moneda de plata de 1 onza de confianza es más valiosa que 1 onza de lingotes de plata.2 Por lo tanto, la gente paga precios más altos por las monedas que por los lingotes, y el acuñador vive de este margen de precios3. Dado que el valor del certificado depende de la fiabilidad del acuñador, las monedas suelen utilizarse en zonas geográficas limitadas. Sólo las personas que conocen al acuñador aceptan sus monedas. Todos los demás insistirán en que se les pague en lingotes o en monedas de su confianza. Esto no significa que, en la práctica, cada pueblo necesite un juego de monedas diferente. El radio geográfico en el que se utiliza una moneda puede ser muy amplio e incluso abarcar todo el mundo si el acuñador goza de una excelente reputación. Este fue el caso, por ejemplo, de las monedas mexicanas de un dólar que a principios del siglo XIX circulaban libremente en la mayor parte de EE.UU. y que han legado su nombre a la moneda actual de este país. Históricamente, los acuñadores han ofrecido servicios
  • 43. 43 adicionales que complementan la certificación de pesos. Así, uno de los eternos problemas de la acuñación de metales preciosos es que las monedas usadas pueden contener una cantidad menor de metal precioso que las monedas recién acuñadas. Si esto ocurre, la gente tiende a guardarse las monedas buenas y a comerciar sólo con las malas. Para superar este problema, los acuñadores podrían ofrecer sus monedas en combinación con un servicio de seguro: podrían ofrecer cambiar cualquier moneda ligeramente usada por una nueva. Esta política garantizaría la estabilidad y homogeneidad de la acuñación a lo largo del tiempo. De este modo, las monedas aseguradas se negociarían a precios aún más altos, a partir de cuyo diferencial de precios (el pre- mium) se podrían pagar los gastos de sustitución. Un gran número de pensadores monetarios, desde la Edad Media hasta nuestros días, han sostenido que la acuñación de moneda debía confiarse a los príncipes o gobiernos, que, por ser los líderes naturales de la sociedad, eran también las personas en las que naturalmente había que confiar. Los escolásticos medievales sabían muy bien que los príncipes abusaban con frecuencia de esta confianza, imprimiendo, por ejemplo, "una onza" en una moneda que sólo contenía media onza, embolsándose la otra media onza. Por ello, Nicolás Oresme postuló que los príncipes no tenían derecho a alterar las monedas en absoluto, a menos que contaran con el con- tenido de toda la comunidad, es decir, de toda la comunidad de usuarios del dinero.
  • 44. 44 La ciencia económica nos ha permitido comprender que la acuñación competitiva es una forma aún mejor de preservar la fiabilidad de las monedas. No hay ninguna razón económica para no permitir que cada ciudadano privado entre en el negocio de la acuñación y ofrezca sus propias monedas. Es cierto que un acuñador privado también podría abusar de la confianza que sus clientes depositan en él y en sus monedas. Pero el castigo es inmediato: perderá a todos esos clientes. La gente empezará a utilizar otras monedas emitidas por personas en las que tienen motivos para confiar más. En cierto modo, este proceso competitivo también cumple el postulado de Oresme de que toda la comunidad de usuarios de dinero decide sobre la acuñación. Sostenía que "el dinero es propiedad de la comunidad "4. En un mercado libre, los propietarios del dinero pueden hacer valer este derecho de propiedad sin problemas y con rapidez. Toda persona que ya no confíe en el acuñador A simplemente deja de utilizar las monedas de A y empieza a utilizar las monedas del acuñador B. De este modo abandona la comunidad A y se une a la comunidad B. La competencia en la acuñación de moneda no es una panacea. Los abusos son siempre posibles y en muchos casos no pueden repararse fácilmente. La virtud de la competencia es que ofrece la posibilidad de minimizar el alcance de los posibles abusos. Y su gran encanto es que implica a toda la comunidad de usuarios del dinero, no sólo a algunos cargos designados o autodesignados. Aquí en la Tierra, esto parece
  • 45. 45 ser todo lo que podemos esperar. 2.CERTIFICADOS FÍSICAMENTE DESCONECTADOS DEL DINERO Si los certificados pueden añadir valor a los lingotes, los certificados pueden tener valor por sí mismos. Por lo tanto, también pueden negociarse sin estar físicamente integrados con el metal precioso cuya cantidad certifican. Entonces son sustitutos del dinero. La emisión de estos sustitutos del dinero fue la práctica generalmente aceptada en las ciudades de Ámsterdam y Hamburgo durante casi dos siglos. El Banco de Ámsterdam (fundado en 1609) emitía billetes de papel que certificaban que el titular del billete era el propietario legal de tal o cual cantidad de plata fina depositada en las cámaras acorazadas del banco. Estos billetes podían canjearse en cualquier momento en las ventanillas del Banco, a simple demanda del propietario actual.5 En consecuencia, se comerciaba con ellos en lugar de con la propia plata. En lugar de intercambiar plata física, la gente hacía sus compras con los billetes que certificaban la propiedad de una suma de plata depositada en el Banco. Aparte de los billetes de papel, los principales tipos de estos sustitutos son las monedas simbólicas, los certificados de depósito, las cuentas corrientes, las tarjetas de crédito y las cuentas bancarias electrónicas en Internet. A pesar de la
  • 46. 46 variedad física de estos tipos, cada uno de ellos presenta tres características fundamentales: la intermediación, los títulos y la tenencia de "reservas".6 La certificación en el presente caso no es tan integral como en el caso de las impresiones que se acuñan en el propio material monetario, las monedas normales que hemos analizado anteriormente. Más bien, el sustituto del dinero se refiere a una cantidad de dinero que se sustrae a los ojos de los participantes en el intercambio. El dinero en sí se guarda en otro lugar, es decir, en el banco o en el departamento del tesoro o en cualquier otra organización que haya emitido el certificado. Por lo tanto, en este caso no sólo existe intermediación monetaria en el sentido débil de que un tercero certifica las cantidades de dinero intercambiadas por las otras dos partes, sino también en el sentido fuerte de que este tercero controla físicamente el dinero en el momento del intercambio. Además, los sustitutos del dinero no sólo certifican la existencia física de una determinada cantidad de metal precioso, sino que también son un título legal sobre esa cantidad. El propietario legítimo de un billete de una onza de plata, por ejemplo, es el propietario legítimo de una onza de plata depositada en las cámaras acorazadas de la institución que emitió el billete. Por último, las reservas monetarias en poder del emisor de los sustitutos se denominan "reservas". Esta terminología está establecida en la ciencia económica, pero debe utilizarse
  • 47. 47 con cierta cautela. Muchos estudiosos del dinero y la banca creen que los certificados, como las anotaciones en las cuentas bancarias, son el dinero real, porque se utilizan realmente en los intercambios diarios, mientras que el dinero en poder de las instituciones que realizan las anotaciones en cuenta son sólo las reservas. Pero la verdad es bien distinta. En todos estos casos, las llamadas reservas son de hecho el dinero real, mientras que las anotaciones en cuenta son sólo sustitutos del dinero. ¿Cuáles son las ventajas y los inconvenientes de los certificados desconectados del propio dinero? La principal ventaja es que se pueden reducir los costes de almacenamiento, transporte y certificación (acuñación). La principal desventaja es que las posibilidades de abuso son mayores que en el caso de la moneda metálica. Los banqueros fraudulentos pueden malversar los bienes de sus clientes mucho más fácilmente que los acuñadores fraudulentos. Una mirada a la historia de las instituciones revela que esta tentación era prácticamente imposible de resistir, especialmente cuando la certificación no era competitiva. En el caso del Banco de Hamburgo, pasaron casi 150 años antes de que se produjeran abusos (en cualquier caso, antes de que se hicieran manifiestos). Otros banqueros cayeron en desgracia mucho más rápidamente. Por ejemplo, los orfebres que a mediados del siglo XVI se habían hecho con el negocio de la certificación en la ciudad de Londres, después de que el rey inglés hubiera robado el
  • 48. 48 oro depositado en la Torre, muy pronto empezaron a utilizar los depósitos en sus operaciones de préstamo. Así se convirtieron en "banqueros de reservas fraccionarias", lo que significa que sólo una parte (una fracción) de su emisión estaba cubierta por las reservas monetarias subyacentes. En resumen, el abuso potencial de los sustitutos es una desventaja muy considerable. Por lo tanto, cabe dudar con razón de que en un mercado libre hubieran podido conseguir una mayor circulación. Incluso David Ricardo, el gran defensor de la moneda de papel, admitió que era poco probable que tales sustitutos pudieran resistir la competencia de las monedas. La única forma segura de poner en circulación billetes de papel era imponerlos a los ciudadanos: "Si los que usan billetes de una y dos libras, e incluso de cinco, tuvieran la opción de usar guineas, no cabe duda de que preferirían una u otra".8 Pero no se trata de especular sobre la importancia que tendrían los certificados de papel en el mercado libre. Simplemente queremos señalar que los certificados de papel y las monedas simbólicas podrían desempeñar un papel en este caso, y que se han utilizado mucho en el pasado, aunque muy a menudo bajo algún tipo de imposición. En una sociedad libre, los participantes en el mercado sopesarían constantemente las ventajas e inconvenientes de los distintos productos de certificación. Es cierto que no podrían evitar todos los abusos. Pero, de nuevo, la cuestión es que un sistema competitivo minimiza los posibles daños.
  • 49. 49
  • 50. 50 3 EL DINERO EN EL PROCESO DE MERCADO 1. PRODUCCIÓN DE DINERO Y PRECIOS l hecho económico básico de la vida humana es la condición universal de escasez. Nuestros medios no bastan para realizar todos nuestros fines. En particular, nuestro tiempo es limitado y, por tanto, tenemos que decidir cómo emplearlo, ya sea en el trabajo remunerado, en actividades familiares o comunitarias, o en el ocio personal. Pero todos los demás medios de que disponemos también son limitados: nuestro dinero en efectivo, nuestros activos financieros, el tamaño y la calidad de nuestros coches y casas, etcétera. Así pues, hagamos lo que hagamos, tenemos que elegir cómo utilizar estos recursos, lo que también significa que decidimos al mismo tiempo cómo no utilizarlos. Ahora bien, el uso de todos los medios de acción está condicionado por la ley del valor marginal decreciente. Según esta ley, la importancia relativa de cualquier unidad de un bien económico para su propietario -o, como dicen los
  • 51. 51 economistas, el valor marginal de cualquier unidad- disminuye a medida que llegamos a controlar un mayor suministro global de este bien, y viceversa. La razón es que cada unidad adicional nos permite perseguir nuevos objetivos que de otro modo no habríamos elegido. Por lo tanto, estos objetivos son necesariamente menos importantes para la persona que actúa que los objetivos que habría perseguido con un suministro menor. De ello se deduce, por ejemplo, que el valor marginal de un bocado adicional de agua es muy diferente para una persona que viaja por un desierto que para la misma persona que nada en un lago. Y el valor marginal de una habitación de 200 pies cuadrados añadida a nuestra casa es muy diferente, dependiendo de si el tamaño pres- puesto de nuestra casa es de 500 o de 5.000 pies cuadrados. Del mismo modo, el valor marginal de un dólar adicional depende de cuántos dólares tenga ya su propietario en su saldo de caja. De ello se deduce que la producción de cualquier unidad adicional de dinero hace que el dinero sea menos valioso para el propietario de esta unidad adicional de lo que habría sido de otro modo. En concreto, se vuelve menos valioso para él en comparación con todos los demás bienes y servicios. En consecuencia, como comprador de bienes y servicios, tenderá a pagar más dinero a cambio de esos otros bienes y servicios; y como vendedor de bienes y servicios, tenderá a pedir un pago en dinero más alto. En resumen, la producción de dinero conlleva una tendencia
  • 52. 52 al aumento de los precios del dinero. Esta tendencia se manifestará al principio en los precios pagados por el propio productor de dinero. Pero luego se extenderá al resto de la economía, porque los individuos que vendieron sus bienes y servicios al productor de dinero ahora también tienen mayores saldos en efectivo de los que habrían tenido en otras circunstancias. Por lo tanto, también para ellos el valor relativo del dinero disminuirá y tenderán a pagar precios más altos por los bienes y servicios que desean. A continuación, otras personas dispondrán de saldos en efectivo más elevados que en otras circunstancias, lo que dará lugar a una nueva ronda de subidas de precios, y así sucesivamente. Este proceso continúa hasta que todos los precios monetarios se han ajustado a la mayor oferta monetaria. Es cierto que, por razones demasiado especiales para justificar nuestra atención en este momento, algunos precios pueden disminuir en este proceso. Pero la tendencia general es que los precios aumenten. Por lo tanto, la tendencia general de la producción de dinero es aumentar los precios por encima del nivel que habrían alcanzado de otro modo. Esto implica, a su vez, que el poder adquisitivo de cualquier unidad de dinero disminuye. Subrayemos de nuevo que el proceso por el que la producción de dinero tiende a aumentar el nivel de precios se extiende en el tiempo. Por lo tanto, afecta a los diferentes precios en diferentes momentos del tiempo: no hay un aumento simultáneo de todos los precios. Además, no hay
  • 53. 53 ninguna razón para que los precios cambien uniformemente o en una proporción fija a la variación de la oferta monetaria. Por lo tanto, la producción de dinero implica una tendencia al alza de los precios, pero este aumento se produce paso a paso en un proceso que se extiende a lo largo del tiempo y afecta a cada precio en distinta medida. 2. ALCANCE Y LÍMITES DE LA PRODUCCIÓN DE DINERO ¿Cuánto dinero se producirá en el mercado? ¿Cuántas monedas? ¿Cuántos certificados en papel? Los límites de la acuñación de moneda y de todos los demás servicios monetarios vienen dados en gran medida por las preferencias de los participantes en el mercado. Como en todas las demás ramas de la industria, los mineros y acuñadores realizarán inversiones adicionales y ampliarán su producción si, y sólo si, creen que no tienen a mano ninguna alternativa mejor. En la práctica, esto suele significar que ampliarán la producción de monedas si la rentabilidad monetaria esperada de las inversiones en minas y fábricas de moneda es al menos tan alta como la rentabilidad monetaria de las fábricas de calzado, panaderías, etcétera. Los rendimientos de las distintas ramas de la industria humana dependen, en última instancia, de cómo los ciudadanos individuales deciden utilizar los escasos recursos que poseen. En su calidad de consumidores, los
  • 54. 54 ciudadanos eligen gastar su dinero en determinados productos en lugar de en otros, determinando así el lado de los ingresos de todas las ramas de la industria. En su calidad de propietarios de recursos productivos (trabajo, capital, tierra), los ciudadanos eligen dedicar estos recursos a determinadas empresas en lugar de a otras, determinando así el lado de los costes de todas las ramas de la industria. En última instancia, por tanto, son los ciudadanos los que, a través de sus elecciones personales, determinan la rentabilidad relativa de todas las empresas productivas. Cada ciudadano coopera con algunos de sus semejantes y, del mismo modo, rechaza la cooperación de otros. Este proceso de selección o proceso de mercado abarca todas las empresas productivas y, por lo tanto, crea una interdependencia mutua entre todas las personas y todas las empresas. En un mercado libre, la producción de dinero está plenamente integrada en esta división general del trabajo. Se producen monedas adicionales siempre que esta producción ofrezca los mejores rendimientos disponibles para los recursos invertidos en ella. Se restringe en la medida en que otras ramas de la industria ofrecen mejores perspectivas. Además, al igual que las elecciones de los ciudadanos determinan el alcance relativo de la producción de dinero, en comparación con otras producciones, también determinan el número de monedas diferentes que se producirán. Antes hemos dicho que el dinero es un medio
  • 55. 55 de intercambio generalmente aceptado. No es sólo concebible que se utilicen paralelamente varias monedas; de hecho, ésta ha sido la práctica universal hasta el siglo XX. En la Edad Media, las monedas de oro, plata y cobre, así como sus aleaciones, circulaban en redes de intercambio superpuestas. En la mayoría de las épocas y lugares de la historia de Europa Occidental, las monedas de plata eran las más extendidas y dominantes en los pagos diarios, mientras que las monedas de oro se utilizaban para pagos mayores y las de cobre en transacciones muy pequeñas. En la antigüedad, esta era también la situación normal. La producción y el uso paralelos de diferentes monedas de metales preciosos es, por tanto, el estado natural de las cosas en una economía libre. Oresme advertía constantemente de la alteración de las monedas, pero subrayaba que la introducción de un nuevo tipo de monedas no constituía tal alteración mientras no fuera acompañada de la ilegalización de la moneda antigua. 3. EFECTOS DE DISTRIBUCIÓN A la hora de describir los efectos distributivos derivados de la producción de dinero, los economistas desde los tiempos de Nicolás Oresme y Juan de Mariana suelen citar sólo uno de ellos. Señalan que el aumento de la oferta de dinero provoca una tendencia al aumento de todos los precios del dinero, es decir, una caída del poder adquisitivo del dinero. Luego argumentan que la reducción del poder adquisitivo
  • 56. 56 beneficia a los deudores, porque la cantidad de deuda que tienen que devolver ahora vale menos que antes, y que por lo tanto este beneficio se produce necesariamente a expensas de los acreedores. Esta forma de presentar las cosas no es del todo correcta. Es cierto que un aumento de la oferta monetaria tiende a provocar un aumento de los precios del dinero y, por lo tanto, disminuye el poder adquisitivo de cada unidad de dinero. Pero no es cierto que este proceso opere necesariamente a favor del deudor y en detrimento del acreedor. Un acreedor puede no verse perjudicado en absoluto por una disminución del 25% del poder adquisitivo del dinero si ha previsto este hecho en el momento en que prestó el dinero. Supongamos que desea obtener un rendimiento del 5% sobre el capital que prestó, y que anticipó la depreciación del 25% del poder adquisitivo; entonces estaría dispuesto a prestar su dinero sólo por el 30%, para compensarle por la pérdida de poder adquisitivo. En economía, esta compensación se denomina "prima de precio", es decir, una prima que se paga además del tipo de interés "puro" por el aumento anticipado de los precios del dinero. Esto es exactamente lo que puede observarse en aquellos momentos y lugares en los que la depreciación del dinero es muy elevada. De hecho, un acreedor podría beneficiarse de prestar dinero aunque el poder adquisitivo disminuya. En nuestro ejemplo anterior, esto ocurriría si la depreciación resultara ser del
  • 57. 57 15%, en lugar del 25% que él esperaba. En este caso, el 30% de interés que le paga su deudor tiene tres componentes: (1) un tipo de interés puro del 5%, (2) una prima de precio del 15% que le compensa por la depreciación y (3) un "beneficio" del 10%. Las mismas observaciones pueden hacerse, mutatis mutandis, para los deudores. No se benefician necesariamente de una depreciación del poder adquisitivo del dinero, e incluso pueden obtener un "beneficio" cuando el poder adquisitivo del dinero aumenta si el aumento resulta ser menor que aquel en el que se basaba el tipo de interés contractual. Todo depende de la exactitud de sus expectativas. Sin embargo, la producción de dinero tiene otro efecto distributivo. Este efecto es mucho más importante que el que acabamos de describir porque no depende de las expectativas de los participantes en el mercado. Es un efecto que los participantes en el mercado no pueden evitar mediante una mayor inteligencia o circunspección. Para entender este efecto de distribución debemos considerar que el intercambio y la distribución no son actividades desconectadas. En el proceso de mercado, no son más que un mismo acontecimiento. Brown vende su manzana por la pera de Green. Tras el intercambio, la distribución de manzanas y peras es diferente de la que habría sido de otro modo. Por lo tanto, todo intercambio implica una modificación de la "distribución" de recursos
  • 58. 58 que se habría producido de otro modo. De ello se deduce que toda producción de bienes y servicios suplementarios repercute necesariamente en la distribución. La nueva oferta de productos reorienta la distribución de la riqueza a favor del productor. Consideremos el caso de la producción de dinero. También en este caso, las cantidades adicionales que salen del proceso de producción, cuando se venden, benefician en primer lugar al primer propietario: el productor. Éste puede comprar más bienes y servicios de los que hubiera podido comprar de otro modo, y su gasto en estas cosas aumenta a su vez los ingresos de sus proveedores por encima del nivel que hubieran alcanzado de otro modo. Pero la producción adicional de dinero reduce el poder adquisitivo del dinero. Por lo tanto, también crea perdedores, es decir, aquellos participantes en el mercado cuyos ingresos monetarios no aumentan al principio, sino que tienen que pagar de inmediato los precios más altos que resultan cuando la nueva oferta monetaria se extiende paso a paso en la economía. Por lo tanto, la producción de dinero redistribuye la renta real de los propietarios posteriores del nuevo dinero a los anteriores. Como hemos señalado, esta redistribución no puede neutralizarse mediante expectativas. Ni siquiera los participantes en el mercado que son conscientes de ella pueden evitar que se produzca. Simplemente pueden intentar mejorar su propia posición relativa en ella,
  • 59. 59 suministrando a los primeros propietarios del nuevo dinero, preferiblemente al propio productor del dinero. Este efecto de distribución es clave para entender las economías monetarias. Es la causa principal de casi todos los conflictos que giran en torno a la producción de dinero. Como veremos con más detalle, también es de vital importancia para la adecuada valoración moral de las instituciones monetarias. Sin embargo, para evitar posibles malentendidos, subrayemos que los efectos distributivos derivados de la producción no son indeseables en sí mismos. Son un elemento esencial del proceso de libre mercado, que prima la producción continua al servicio de los consumidores y no recompensa la inactividad. 4. LA ÉTICA DE LA PRODUCCIÓN DE DINERO Aristóteles subrayó el carácter beneficioso de los intercambios monetarios, que facilitan y amplían la división del trabajo. Se limitó a denunciar la práctica de convertir el dinero en un fetiche y de desearlo por sí mismo. Los escritores escolásticos de la Edad Media adoptaron en general el mismo punto de vista, pero también fueron más allá de Aristóteles, que se centró en la ética del uso del dinero, al discutir la ética de la producción de dinero.5 Los escolásticos no cuestionaron la legitimidad de la producción de dinero per se. Los escolásticos no cuestionaron la legitimidad de la
  • 60. 60 producción de dinero per se. Sin embargo, al igual que en el caso del uso del dinero, afirmaron que la producción de dinero debía respetar ciertas normas éticas. Nicolás Oresme y otros insistieron en que todas las monedas debían distinguirse claramente unas de otras. En particular, no sería lícito que un acuñador produjera monedas que por su nombre, impresión u otras características se parecieran a otras monedas que contuvieran metales más preciosos.6 En otras palabras, los beneficios de la competencia en la acuñación de monedas se derivan de una aplicación estricta del Noveno Mandamiento: "No levantarás falso testimonio contra tu prójimo". Esta es la razón por la que las monedas hasta principios de la Edad Moderna tenían tradicionalmente nombres de peso como marco y franco. La palabra "ecu", por ejemplo, se utilizaba, por un lado, en el mismo sentido en que hoy usamos la palabra "onza": era el nombre de un peso. Pero también era el nombre de una moneda de oro que (originalmente) debía equivaler a una onza de plata. Imagínese lo que significaría si hoy tuviéramos una moneda de plata consistente en monedas de 1 onza de plata a las que llamáramos "onzas". La expresión "onza" sería entonces inadecuada para ser utilizada en el establecimiento de contratos porque es ambigua. Es diferente si hablamos de pesos certificados, como en las monedas, o de pesos no certificados, como en las pepitas de oro. Por lo tanto, habría que especificar en cada contrato si el pago se hace en onzas
  • 61. 61 de peso o en onzas de moneda. Pero entonces la práctica de utilizar nombres de peso para las monedas pierde su sentido. El mero nombre del peso como tal no es suficientemente específico. Esto no significa, por supuesto, que el contenido en peso del metal fino no deba imprimirse en la moneda. Al contrario, esto es exactamente lo que los acuñadores de éxito han hecho en el pasado, lo que hacen ahora y lo que harán en el futuro. La cuestión es que no tiene sentido llamar a una moneda por su contenido de metal fino; un nombre así no reduce las ambigüedades, sino que las aumenta. La acuñación de monedas en un sistema competitivo tendría que basarse en una diferenciación escrupulosa de los productores de monedas. No bastaría con que cada acuñador imprimiera en su moneda algo como "esta moneda contiene cinco gramos de plata fina" porque, como hemos visto, algunos acuñadores ofrecerían servicios adicionales como el cambio de monedas usadas por nuevas. Por lo tanto, sería necesario, como mínimo, el nombre del acuñador y toda la información complementaria necesaria para identificarlo. Las monedas de oro actuales, como las Krugerrand, las Eagles y las Maple Leaf, ya cumplen este requisito: llevan un nombre único e indican el peso de oro fino que contiene la moneda. 5. LA ÉTICA DEL USO DEL DINERO La tradición católica advertía en los términos más estrictos
  • 62. 62 contra los abusos del dinero, pero no negaba que, si se practicaba dentro de los límites morales correctos, el uso del dinero y el pago y cobro de intereses eran elementos naturales de la sociedad humana.8 El propio Jesús, al explicar las recompensas otorgadas a los creyentes en el próximo Reino de los Cielos, utilizó una ilustración relacionada con el uso positivo del dinero y la banca. Afirmó que el Reino de los Cielos sería paralelo a la recompensa otorgada por la buena administración del dinero, y que el infierno esperaría a aquellos que no hicieran ningún uso del dinero. Dos mayordomos que utilizaron el dinero que se les había confiado en el comercio y obtuvieron un beneficio del 100%, encontraron la alabanza del amo y fueron invitados a compartir su alegría. Pero un mayordomo que enterró en la tierra el dinero que se le había dado fue severamente reprendido por "malvado" y "perezoso". El amo le señaló que podría haber convertido el dinero en algún beneficio simplemente depositándolo en un banco: "¿No deberías entonces haber puesto mi dinero en el banco para que yo pudiera recuperarlo con intereses a mi regreso?". Por eso ordenó a sus otros criados que le quitaran el dinero a este criado y lo echaran de casa: "Y echad a este siervo inútil a las tinieblas de fuera, donde habrá llanto y rechinar de dientes" (Mateo 25: 26-30). Así pues, el uso del dinero y de los bancos puede considerarse legítimo desde el punto de vista cristiano. En cualquier caso, en el presente trabajo estamos interesados
  • 63. 63 principalmente en la eco- nómica y la ética de la producción de dinero más que en el uso del dinero en las transacciones crediticias.9 Por lo tanto, podemos evitar discutir uno de los problemas más enojosos de la doctrina social católica, a saber, el problema de la usura. A grandes rasgos, la usura es un interés excesivamente alto por el dinero prestado. Esto plantea, por supuesto, la cuestión de cómo distinguir el interés "excesivo" legítimo del ilegítimo. Los teólogos han agotado prácticamente todas las respuestas posibles. Algunos teólogos medievales llegaron a afirmar que cualquier interés era usura. Otros, como Conrad Summenhardt, sostenían que prácticamente ningún pago de intereses acordado voluntariamente por los participantes en el mercado podía considerarse usura. El magisterio de la Iglesia Católica ha repudiado la primera opinión sin pronunciarse sobre la segunda. Rechaza la "usura" pero permite el pago de "intereses" por varios motivos que son independientes (extrínsecos) del problema de la usura10 . Afirma que cobrar y pagar intereses no es moralmente malo per se, pero al mismo tiempo conserva la autoridad para condenar algunos pagos de intereses como usurarios. Esto afecta especialmente al caso de los créditos al consumo, ya que el pago de intereses podría constituir una violación de la caridad. Del mismo modo, aunque los intereses de los préstamos a empresas son legítimos per se, algunos préstamos a empresas podrían ser ilegítimos debido a circunstancias particulares. A continuación, seguiremos a
  • 64. 64 Bernard Dempsey al argumentar que los pagos de intereses derivados de la banca de reservas fraccionarias equivalen a "usura institucional".
  • 65. 65 4 CONSIDERACIONES UTILITARISTAS SOBRE LA PRODUCCIÓN DE DINERO 1. LA SUFICIENCIA DE LA PRODUCCIÓN NATURAL DE DINERO Hasta ahora hemos descrito cómo funcionaría un sistema de dinero mercancía en un mercado libre y cómo se ve este sistema desde un punto de vista ético. También hemos argumentado que nuestras actuales monedas de papel y monedas electrónicas no podrían sobrevivir en un mercado verdaderamente libre frente a la competencia de las monedas mercancía. Se siguen utilizando porque gozan del privilegio de una protección legal especial frente a sus competidores naturales, el oro y la plata. En ningún momento de la historia se ha producido papel moneda en un mercado competitivo. Cuando y dondequiera que surgió, sólo existió porque los tribunales y la policía suprimieron las alternativas naturales. alternativas naturales. En otras palabras, tener papel moneda significa permitir que el gobierno recorte significativamente las libertades
  • 66. 66 personales de sus ciudadanos. Significa recortar la libertad de asociación y la libertad contractual de una forma que afecta a los ciudadanos a diario y a escala masiva. Significa enviar a la policía y utilizar a los tribunales para combatir la cooperación humana con "monedas naturales" como el oro y la plata, monedas en uso desde los tiempos bíblicos. Estas circunstancias pesan mucho en contra del papel moneda. Utilizar las fuerzas armadas del Estado para poner a toda una nación ante la dura disyuntiva de utilizar el dinero del gobierno o renunciar por completo a los beneficios de los intercambios monetarios no es, desde luego, un asunto fácil, sino que requiere una justificación convincente e inatacable. Para defender moralmente el papel moneda o el dinero electrónico, hay que demostrar que aportan ventajas significativas a la comunidad de sus usuarios (la "nación"), ventajas que podrían compensar sus graves deficiencias morales. La cuestión, por tanto, es si existen tales ventajas. ¿Pueden justificarse el papel moneda y el dinero electrónico por motivos utilitarios? A esta pregunta nos referimos ahora. Es un hecho significativo que, antes de que surgiera el papel moneda, ningún filósofo del dinero criticara nunca las mercancías monetarias existentes por motivos utilitaristas. Es cierto que Platón propuso prohibir la propiedad privada de los dineros naturales -oro y plata- por motivos políticos, es decir, para garantizar que cada individuo dependiera económicamente del gobierno.1 Pero ni siquiera Platón
  • 67. 67 afirmó que el oro y la plata fueran inadecuados como dinero, o que los dineros impuestos por el gobierno pudieran prestar mayores servicios monetarios. Y tampoco encontramos tal pensamiento en Aristóteles o en los escritos de los padres de la Iglesia y los escolásticos. Todo lo contrario. El obispo Nicholas Oresme sostenía que la oferta monetaria era irrelevante para los intercambios monetarios per se. Los cambios de la oferta monetaria nominal -la "alteración de los nombres"- no hacían que el dinero fuera más adecuado para ser utilizado en los intercambios indirectos, ni menos; tales cambios simplemente afectaban a las condiciones de los pagos aplazados (contratos de crédito), razón por la que Oresme también se oponía a ellos. Por lo tanto, antes del siglo XVI no había aparentemente ningún problema de atesoramiento, o de precios rígidos, y aparentemente ninguna necesidad de estabilizar el nivel de precios, el poder adquisitivo o la demanda agregada. Pero los defensores del papel moneda están lejos de ver la importancia de este hecho. El oro y la plata, argumentan, eran suficientes para las economías primitivas que prevalecieron hasta la Alta Edad Media. Pero las economías capitalistas que surgieron en el Renacimiento requerían otro tipo de dinero. Y las nuevas teorías que explican esta necesidad surgieron junto con las nuevas monedas de papel. ¿Qué hacer con estas nuevas teorías? Debemos examinarlas una a una, aunque en el presente trabajo sólo podemos abordar las principales, confiando en que el lector se apoye
  • 68. 68 para todo lo demás en otras obras. Pero antes de explicar las falacias que encierran las justificaciones más extendidas del papel moneda, señalemos que los escritos monetarios posteriores a 1500 no sólo inundaron el mundo con tales justificaciones, sino que también proporcionaron las réplicas. Ya hemos mencionado que Oresme sostenía que la oferta monetaria era irrelevante, en el sentido de que los servicios derivados del intercambio monetario no dependían de la cantidad de dinero utilizada. Los intelectuales del Renacimiento y de la época mercantilista nunca pudieron eludir esta idea fundamental. Incluso aquellos que justificaban de otro modo diversos esquemas inflacionistas tuvieron que reconocerlo.3 Después, los economistas clásicos afirmaron muy claramente que, en principio, cualquier cantidad de dinero valdría; aunque matizaron esta propuesta a la luz de diversas doctrinas falsas que habían heredado de sus predecesores mercantilistas.4 El primer economista que tuvo una clara comprensión científica de la cuestión fue John Wheat- ley, el brillante crítico del pensamiento monetario de Hume, Steuart y Smith.5 Pero Wheatley nunca presentó una doctrina sistémica por escrito. En el siglo XX, Ludwig von Mises y Murray Rothbard llenaron este vacío. El resultado práctico de su análisis monetario es que no se pueden derivar beneficios sociales del control gubernamental sobre la oferta monetaria. En palabras de Rothbard: Concluimos, por tanto, que la determinación de la oferta de
  • 69. 69 dinero, como la de todos los demás bienes, es mejor dejarla al libre mercado. Aparte de las ventajas morales y económicas generales de la libertad sobre la coerción, ninguna cantidad dictada de dinero hará mejor el trabajo, y el libre mercado fijará la producción de oro de acuerdo con su capacidad relativa para satisfacer las necesidades de los consumidores, en comparación con todos los demás bienes productivos. De nuevo, como hemos señalado, esto es cualquier cosa menos una novedad en la historia del pensamiento. Oresme vio claramente que el aumento de la masa monetaria nominal enriquecería a los príncipes a expensas de la comunidad. Pero, salvo en situaciones de emergencia muy raras y excepcionales, no era ése el precio que había que pagar por un beneficio que no podía obtenerse de otro modo. Los aumentos nominales de la masa monetaria eran innecesarios desde el punto de vista de toda la riqueza común. La alteración nominal de la moneda, decía Oresme, . . . no evita el escándalo, sino que lo engendra . . . y tiene muchas consecuencias incómodas, algunas de las cuales ya se han mencionado, mientras que otras aparecerán más adelante, ni hay ninguna necesidad o conveniencia en hacerlo, ni puede beneficiar a la mancomunidad. La verdad es a menudo engañosamente simple. Son los errores los que son múltiples y complicados. Así ocurre, en cualquier caso, en el caso del dinero. La verdad simple es que no hay necesidad de intervención política para imponer
  • 70. 70 monedas diferentes de las que los participantes en el mercado habrían elegido de todos modos. Pero se han inventado muchas doctrinas para justificar precisamente esa intervención.8 No es necesario que las refutemos todas en este trabajo. No es necesario refutarlas todas en el presente trabajo. A continuación, nos limitaremos a los siete errores más extendidos. 2 CRECIMIENTO ECONÓMICO Y OFERTA MONETARIA La falacia monetaria más extendida es probablemente la creencia ingenua de que el crecimiento económico sólo es posible en la medida en que vaya acompañado del correspondiente crecimiento de la oferta monetaria.9 Supongamos que la economía crece a un ritmo anual del 5 por ciento. Supongamos que la economía crece a un ritmo anual del 5%. Entonces, según esta falacia, es necesario aumentar la oferta monetaria también en un 5% porque, de lo contrario, los bienes y servicios adicionales no podrían venderse. Los defensores de esta falacia señalan entonces que tales tasas de crecimiento de la masa monetaria son más bien excepcionales para los metales preciosos. El oro y la plata son, por tanto, inadecuados para servir como dinero de una economía moderna dinámica. Es mejor sustituirlos por papel moneda, que puede incrementarse de forma flexible a costes extremadamente bajos para adaptarse a cualquier tasa de crecimiento de la economía. Este argumento es erróneo porque cualquier cantidad de
  • 71. 71 bienes y servicios puede intercambiarse con prácticamente cualquier oferta monetaria. Supongamos que la oferta monetaria de nuestro ejemplo no cambia. Si se ofrece en el mercado un 5% más de bienes y servicios, lo único que ocurrirá es que los precios monetarios de estos bienes y servicios disminuirán. El mismo mecanismo permitiría el crecimiento económico, aunque disminuyera la cantidad de dinero. Por lo tanto, cualquier tasa de crecimiento puede acomodarse a prácticamente cualquier oferta de dinero natural, como el oro y la plata. El calificativo "prácticamente" tiene en cuenta el hecho de que existen ciertas limitaciones tecnológicas en el uso de los metales preciosos. Supongamos que se producen altas tasas de crecimiento durante un largo periodo de tiempo. En este caso, podría ser necesario reducir el tamaño de las monedas hasta tal punto que producirlas y utilizarlas resultara poco práctico. Este problema es muy real en el caso del oro. Nunca ha existido en el caso de la plata, razón por la cual muchos escritores bien informados consideran que la plata es el dinero por excelencia. En cualquier caso, estos problemas tecnológicos no plantean ningún problema. Como explicó el obispo Oresme hace más de 700 años, lo que hay que hacer en estos casos es simplemente abandonar el uso de las monedas poco prácticas, por ejemplo, las de oro, y cambiar a otro metal precioso, por ejemplo la plata. No es necesaria ninguna intervención política para apoyar este proceso. Una variante más sofisticada de la doctrina de que el
  • 72. 72 crecimiento requiere más dinero admite que cualquier cantidad de bienes y servicios podría intercambiarse prácticamente con cualquier oferta monetaria. Pero estos defensores argumentan que, si los empresarios se ven obligados a vender sus productos a precios más bajos, estos precios podrían ser demasiado bajos en comparación con los gastos de coste. Vender las existencias de productos a precios de ganga supone la quiebra de los empresarios. Pero esta variante es igualmente insostenible, porque se basa en una imagen mecanicista del espíritu empresarial. El hecho es que los empresarios pueden anticipar cualquier reducción futura de los precios de venta de sus productos. A la luz de tales anticipaciones, pueden recortar los precios de oferta de sus propios gastos de coste y prosperar así en épocas de precios a la baja. Esto no es una mera posibilidad teórica, sino el estado normal de las cosas en periodos de un nivel de precios estable o a la baja. Por ejemplo, en las tres últimas décadas del siglo XIX, tanto Alemania como EE.UU. experimentaron altas tasas de crecimiento con niveles de precios al consumo estables y a la baja. Lo mismo se observa más recientemente en el mercado de ordenadores y tecnologías de la información, el más vibrante desde los años 80, que ha combinado un rápido crecimiento con una caída constante de los precios de los productos.
  • 73. 73 3. ACOSO Las consideraciones anteriores se aplican también al fenómeno del atesoramiento. Es imposible utilizar el dinero sin poseer una cierta cantidad, por lo que todo participante en una economía monetaria atesora dinero. La razón por la que a veces se utiliza el término peyorativo "atesoramiento" en lugar del más neutro "tenencia" es que, en opinión del comentarista, las cantidades de dinero que posee tal o cual persona son excesivas. La pregunta crucial es: ¿con qué criterio? Es posible dar una definición significativa del acaparamiento en términos morales. Algunas personas tienen una propensión neurótica a guardar su riqueza en efectivo. Son avaros que atesoran su dinero incluso cuando gastarlo redundaría en su interés personal. Descuidan la ropa, la vivienda, la educación, la caridad, etc.; y así se privan a sí mismos de su pleno potencial humano y, a su vez, privan a los demás de los beneficios que se derivan de los vínculos sociales con un ser humano desarrollado. Obsérvese que esta definición del acaparamiento como comportamiento patológico no se refiere no se refiere a cantidades absolutas de dinero. Más bien se refiere a las cantidades de dinero que se tienen en relación con otras formas alternativas de invertir la riqueza. De hecho, hay muchas situaciones en las que es aconsejable - tanto para una persona individual como para grupos- tener grandes sumas de dinero en efectivo. Durante siglos, la
  • 74. 74 tenencia de grandes cantidades de monedas de oro y plata fue una forma importante de que la gente ahorrara sus propios fondos de pensiones privados, y en muchas épocas y lugares era la única forma de hacer frente a la vejez y a situaciones de emergencia. Del mismo modo, en épocas de auge bursátil e inmobiliario, suele ser prudente mantener una gran parte del patrimonio en efectivo. Es cierto que hay otras situaciones en las que incluso mantener sumas muy pequeñas de dinero puede ser excesivo. La cuestión es si los saldos en efectivo son simplemente "dinero guardado" o si se trata de un "atesoramiento de dinero" patológico. La forma correcta de tratar el acaparamiento excesivo de dinero es hablar con las personas en cuestión y persuadirlas de que cambien su comportamiento. ¿Y si estas personas siguen siendo obstinadas? ¿Es entonces aconsejable aplicar medios políticos como la expropiación o el aumento artificial de la oferta monetaria? La respuesta a estas preguntas es negativa. El acaparamiento per se puede ser patológico, pero no priva a otras personas de lo que les pertenece por derecho. Y, en particular, no impide el funcionamiento eficaz de la economía. Como hemos dicho antes, la oferta monetaria absoluta de una economía es prácticamente irrelevante. La economía puede funcionar, y funcionar bien, con prácticamente cualquier cantidad de dinero. El acaparamiento sólo implica una reducción de los precios del dinero; el acaparamiento a gran escala sólo implica una gran reducción de los precios
  • 75. 75 del dinero. Consideremos el escenario (completamente irreal) de una nación que atesora tanta plata que la plata restante tendría que ser acuñada en cantidades microscópicamente pequeñas para ser utilizada en los intercambios.12 En una sociedad libre, los participantes en el mercado simplemente cambiarían a otras monedas. En lugar de pagar con monedas de plata, empezarían a utilizar monedas de oro y de cobre. Supongamos ahora que, a pesar de las consideraciones anteriores, un gobierno empeñado en luchar contra la acumulación de dinero se propusiera aumentar artificialmente la oferta monetaria. ¿Conseguiría esta política su objetivo? No necesariamente. Existe al menos la misma probabilidad de que esta política fomente el atesoramiento. El aumento de la oferta monetaria elevaría los precios del dinero que se pagan en el mercado por encima del nivel que habrían alcanzado de otro modo. Y esto hace necesario que la gente mantenga mayores saldos de efectivo. Ahora bien, es cierto que el aumento de los saldos en efectivo de los particulares no guarda necesariamente una proporción estricta con el aumento del nivel de precios. Por lo tanto, es posible que la gente, en términos relativos, reduzca su demanda de dinero como consecuencia de esta política. Pero es igualmente probable que la política no tenga tal efecto, o que en realidad produzca el efecto contrario. Así pues, concluimos que el atesoramiento no puede servir de pretexto para la ampliación artificial de la oferta
  • 76. 76 monetaria. En algunos casos extremos podría merecer la atención de líderes espirituales y psicólogos. Pero nunca es un problema monetario. 4. LUCHAR CONTRA LA DEFLACIÓN Otra variante de la misma falacia básica que acabamos de comentar es la supuesta necesidad de luchar contra la deflación. La palabra "deflación" puede definirse de varias maneras. Según la definición más aceptada hoy en día, la deflación es una disminución sostenida del nivel de precios. Los autores más antiguos han utilizado a menudo la expresión "deflación" para denotar una disminución de la oferta monetaria, y algunos autores contemporáneos la utilizan para caracterizar una disminución de la tasa de inflación. Todas estas definiciones son aceptables, dependiendo del propósito del análisis. Sin embargo, ninguna de ellas se presta a justificar un aumento artificial de la oferta monetaria. El carácter nocivo de la deflación es hoy uno de los dogmas sagrados de la política monetaria.13 Los defensores de la lucha contra la deflación suelen presentar seis argumentos para defender su postura.14 En primer lugar, para ellos es una cuestión de experiencia histórica que la deflación tiene repercusiones negativas en la producción agregada y, por tanto, en el nivel de vida. Para explicar esta supuesta experiencia histórica, sostienen, en segundo lugar, que la
  • 77. 77 deflación incita a los participantes en el mercado a posponer las compras porque especulan con precios cada vez más bajos. Además, consideran, tres, que un nivel de precios decreciente hace más difícil el servicio de las deudas contraídas a un nivel de precios más alto en el pasado. Estas dificultades amenazan con provocar, cuatro, una crisis en el sector bancario y, por tanto, una drástica restricción del crédito. Cinco, afirman que la deflación junto con los "precios rígidos" da lugar al desempleo. Y por último, seis, consideran que la deflación podría reducir los tipos de interés nominales hasta tal punto que una política monetaria de "dinero barato", para estimular el empleo y la producción, ya no sería posible, porque el tipo de interés no puede disminuir por debajo de cero. Sin embargo, las pruebas teóricas y empíricas que corroboran estas afirmaciones son escasas o inexistentes15. En primer lugar, históricamente, la deflación no ha tenido un claro impacto negativo en la producción agregada. Los descensos a largo plazo del nivel de precios no se correlacionaron sistemáticamente con tasas de crecimiento inferiores a las que prevalecieron en periodos comparables y/o en países con niveles de precios crecientes. Incluso si nos centramos en las perturbaciones deflacionistas procedentes del sistema financiero, la evidencia empírica no parece justificar la afirmación general de que la deflación perjudica el crecimiento a largo plazo16. En segundo lugar, es cierto que una deflación