Paul Krugman la economia madoff-the new york times-19dic09
1. The New York Times
Diciembre 19 - 2008
LA ECONOMIA MADOFF
Paul Krugman
La revelación en cuanto a que Bernard Madoff -- inversionista brillante (o así lo creyó
casi todo el mundo), filántropo, pilar de la comunidad -- fue un farsante, ha
impactado al mundo, y es comprensible. Es difícil entender la escala de su presunto
plan Ponzi de 50 mil millones de dólares.
No obstante, seguro que no soy la única persona que ha planteado la pregunta
obvia: ¿realmente, qué tan diferente es la historia de Madoff de la del sector de las
inversiones en su conjunto?
El sector de los servicios financieros ha reclamado una parte siempre en aumento del
ingreso del país en la última generación, haciendo que la gente que lo opera sea
increíblemente rica. No obstante, en este momento, pareciera que gran parte del
sector ha estado destruyendo el valor y no creándolo. Y no sólo es una cuestión de
dinero: las vastas riquezas logradas por quienes manejaron el dinero de otras
personas ha tenido un efecto corruptor en nuestra sociedad en su conjunto.
Empecemos con esos salarios. El año pasado, el sueldo promedio de los empleados
de "títulos, contratos de materias primas cotizadas e inversiones" fue de más de
cuatro veces el salario promedio en el resto de la economía. Ganar un millón de
dólares no era nada especial, e, incluso, ingresos de 20 millones de dólares o más
eran bastante comunes. El ingreso de los estadounidenses más acaudalados ha
explotado en la última generación, incluso a medida que los sueldos de los
trabajadores comunes se han estancado; la paga elevada en Wall Street fue una
causa importante de esa divergencia.
Sin embargo, sin duda que esas superestrellas financieras debieron haberse estado
ganando esos millones, ¿cierto? No, no necesariamente. El sistema de pagos en Wall
Street recompensa con esplendidez la aparición de la ganancia, aun si esa aparición
después resulta haber sido una ilusión.
Hay que considerar el ejemplo hipotético de un administrador de dinero que
apalanca el dinero de sus clientes con una gran cantidad de deuda, entonces invierte
el total agrandado en activos muy productivos, pero riesgosos, como dudosos títulos
respaldados con hipotecas. Por un rato -- por decir, mientras una burbuja de la
vivienda sigue aumentando _, él (casi siempre es un él) obtendrá grandes ganancias
y recibirá bonos enormes. Entonces, cuando revienta la burbuja y sus inversiones
resultan ser desperdicio tóxico, sus inversionistas perderán a lo grande, pero él
conservará esos bonos.
Está bien, quizá mi ejemplo no fue hipotético después de todo.
2. Entonces, ¿qué tan diferente es, en lo general, lo que Wall Street hizo en relación
con el asunto Madoff? Bueno, supuestamente, Madoff se brincó algunos pasos, y
simplemente se robó el dinero de sus clientes en lugar de cobrar honorarios
excesivos mientras exponía a los inversionistas a riesgos que no comprendían. Y
mientras Madoff fue un fraude aparentemente tímido, muchas personas en Wall
Street creyeron su propia promoción exagerada. No obstante, el resultado final fue el
mismo: los administradores de dinero se hicieron ricos; los inversionistas vieron
desaparecer su dinero.
Estamos hablando de muchísimo dinero. En los últimos años, el sector financiero
representó ocho por ciento del PIB de Estados Unidos, más del cinco por ciento
respecto de una generación anterior. Si ese tres por ciento extra fue dinero para
nada -- y es probable que así fuera _, estaríamos hablando de unos 400 mil millones
de dólares al año en desperdicio, fraude y abuso.
Sin embargo, es seguro que los costos de la era Ponzi en Estados Unidos hayan ido
más allá del desperdicio directo de dólares y centavos.
En el nivel más crudo, las ganancias mal habidas corrompieron, y lo siguen haciendo,
a la política, en una forma amablemente bipartidista. Desde funcionarios del
gobierno de Bush, como Christopher Cox, presidente de la Comisión de Valores y de
la Bolsa, que se hizo de la vista gorda a medida que se acumulaba la evidencia del
fraude financiero, hasta los demócratas que todavía no han cerrado el indignante
hueco fiscal que beneficia a los ejecutivos de los fondos de cobertura de riesgos y
firmas de patrimonios privados, los políticos han caminado cuando ha hablado el
dinero.
Entre tanto, ¿qué tanto ha sido dañado el futuro de nuestro país con el jalón
magnético de la rápida riqueza personal, que por años ha atraído a muchos de
nuestros mejores y más brillantes jóvenes a la banca de inversiones, a costa de la
ciencia, el servicio público y casi todo lo demás?
Más que nada, las vastas riquezas que se están ganando -- o quizá que deberían
"ganarse" -- en nuestro sector financiero inflado minaron nuestro sentido de la
realidad y degradaron nuestro juicio.
Hay que pensar en la forma en la que casi todo el mundo importante pasó por alto
los signos de advertencia de una crisis inminente. ¿Cómo fue eso posible? ¿Cómo,
por ejemplo, pudo Alan Greenspan haber declarado, hace apenas unos años, que "el
sistema financiero en su conjunto ha adquirido mayor capacidad de recuperación" --
gracias a los derivados, ni más ni menos? La respuesta, creo yo, es que existe una
tendencia innata por parte de incluso la élite a idolatrar hombres que están haciendo
muchísimo dinero, y a suponer que saben lo que están haciendo.
Después de todo, esa es la razón por la que muchas personas confiaron en Madoff.
Ahora, a medida que estudiamos el desastre y tratamos de comprender cómo fue
que las cosas pudieron salir tan mal, tan rápido, la respuesta es en realidad bastante
simple: lo que ahora vemos, son las consecuencias de un mundo hecho Madoff.