La autora ha sido una lectora desde muy pequeña, cuando recibió Cuentos de Andersen a los 4 años. Leía todo lo que podía y disfrutaba de libros como El Quijote desde una edad temprana. En la adolescencia, la lectura se volvió una obligación escolar, aunque aún apreciaba los esfuerzos de sus profesores. Ahora, como maestra y madre, regresa a la literatura infantil y encuentra placer en redescubrirla junto a sus estudiantes.