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HERÁLDICA ESCUDO ACADEMIA DE HISTORIA MILITAR
El Escudo de la Academia Nacional de Historia Militar tiene en el interior de un círculo ornado por
laureles, un libro abierto y sobre él una espada.
El libro simboliza las altas tareas que cumplen los historiadores iluminando la vida de los pueblos
con sus investigaciones que se hacen conocer a la sociedad con sus libros y escritos.
La espada simboliza lo militar. La presencia y acción de los militares en la historia de los pueblos,
del Ecuador, de América y del mundo. La espada es un sable que es insignia de mando, de
autoridad. Más que un arma ofensiva es símbolo de cuanto caracteriza lo militar: jerarquía,
disciplina, y valores, tan necesarios en tiempo de paz como en acciones bélicas.
Los laureles que orlan libros y espada son símbolo de gloria y triunfos. Los triunfos que se espera
de las tareas académicas militares a medida de las victorias logradas por las Fuerzas Armadas en su
gloriosa historia.
Todo ese componente de símbolos está encerrados por cenefa circular en que se lee el nombre de la
Academia. Ese círculo es, a su vez, símbolo de integración y unidad.
El color del sable es el oro, símbolo de virtudes y de riquezas; en este caso las virtudes de los
militares que han hecho profesión de amor a la historia y la riqueza espiritual que han cobrado en
sus estudios y transmitirán a la sociedad.
El libro es blanco. El blanco simboliza la pureza de miras que caracterizan a los historiadores
militares y esa paz que sus trabajos históricos contribuirán a fortalecer.
Las ramas de laurel son de sínople, el verde a la vida, con lo que importa de creatividad y
crecimiento.
El círculo que todo lo engloba con el nombre de Academia es dorado, con el color que simboliza, a
más de riqueza, sabiduría, lo que caracteriza las tareas que la Academia de Historia Militar ha
emprendido.
Himno de la Academia Nacional de Historia Militar
Academia, tu voz y presencia
representen la eterna memoria,
que reviva y difunda la historia
con lenguaje patriota y veraz.
En ti vive la Patria sagrada
con su acervo de pródiga historia,
y perdura el honor y la gloria
en escritos con tinta inmortal;
documentos antiguos e informes,
expedientes, también manuscritos,
y los partes de guerra son hitos
que pregonan los hechos de ayer.
En la fiel expresión del presente
tú revives por siempre el pasado,
pues la Patria en tu esfuerzo ha confiado
nos recuerdes su gloria y valor;
porque aquellas gloriosas hazañas,
perpetuadas con sangre preciada,
en la voz de la pluma y la espada
hoy proclaman la paz y el honor.
Que la fuerza genial de la idea
Busque y trace el ansiado camino,
y después que se enfrente al destino
y al dilema de ser o no ser;
nuestra Patria y las Fuerzas Armadas
en constante y estoica vigilia,
en tu esfuerzo tendrán la semilla
germinando a la luz del deber.
Tcrn. (sp) Edison Macías Núñez
esde el inicio del siglo XX se originaron ya las inquietudes de historiar la participación histórica del
Ejército en el convivir nacional:
En efecto, durante el gobierno alfarista fue contratada la Misión Militar chilena, presidida por el
mayor Luis Cabrera Negrete. En cuanto llegó a país, la mencionada misión militar inició su tarea
docente, de asesoramiento, instrucción y de planificación de reformas importantes, reformas que
fueron registradas y agrupadas en el Proyecto de la Ley Orgánica Militar, presentada en junio de
1902.
En aquella ley se propuso la creación de una Dirección de Servicios Técnicos, integrada por cuatro
secciones. La tercera sección se refería a Informaciones y en ésta constaba el conocimiento de la
Historia Militar del país. Es decir, en el denominado Proyecto de la Ley Orgánica Militar se incluía
oficialmente, y por primera vez, una sección de Historia Militar, haciendo constar además, el
personal que la integraría: un jefe, y subjefe, jefe de taller de fotografía, jefe de tipografía y el
“personal de obreros, asimilados a la clase de individuos de tropa, que exijan las necesidades del
servicio, calificados por el Jefe del Estado Mayor General.”
En 1924, mediante decreto Ejecutivo de fecha 16 de octubre se crea el reglamento a la Ley
reformada en que se otorga tareas explícitas a la Sección de Historia, entre estas tareas constan:
“Recolección, ordenamiento, estudio y conservación de los documentos militares, redacción y
publicación de los trabajos de carácter histórico-militar.
Sin embargo, antes de la firma y vigencia del decreto que da vida a un organismo de Historia, el
coronel Isaac Chiriboga por iniciativa propia, fundaba en 1922 en la ciudad de Quito, la revista
Ejército Nacional, que publicaba además de las actividades que se desarrollan en diferentes
unidades del país, artículos de connotados personajes civiles relacionados con temas históricos
nacionales, regionales, continentales e incluso del ámbito universal. Desgraciadamente la revista
desapareció en 1932, creándose un vacío en el estudio y análisis de temas militares.
Con el transcurrir del tiempo, las ramas de las Fuerzas Armadas Ecuatorianas organizaban
plautinamente, a pesar de las evidentes limitaciones económicas, a sus diferentes organismos
creados con el propósito de escribir la historia en sus diferentes campos: llámanse historia militar,
historia naval o historia aérea.
Desde la década del setenta hasta los años noventa del siglo pasado, el Comando Conjunto de las
Fuerzas Armadas mantenía al Departamento de Historia y Geografía, encargado de editar los
denominados Boletines Históricos, además de la revista de las Fuerzas Armadas.
Cuando el Departamento de Historia y Geografía evidenciaba notorio debilitamiento, decide el
Comando del Ejército crear un organismo que se dedique al estudio y la difusión de la Historia
Militar ecuatoriana.
CREACIÓN Y PRESENCIA DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DEL
EJÉRCITO
Antes de emitirse la Orden de Comando correspondiente, se analizó las tres posibles
denominaciones que se había propuesto: Servicio Histórico del Ejército, Centro de Investigaciones
Históricas del Ejército y Centro de Estudios Históricos del Ejército, habiéndose seleccionado esta
última denominación.
Con Orden de Comando Nº 9100013-SGE de junio de 1991, publicada en la Orden General Nº 131
del 11 de julio del mismo año se disponía en la creación del Centro de Estudios Históricos del
Ejército, dependiente de la Dirección de Educación de la Fuerza Terrestre. La Orden de Comando
fue firmado por el general José Gallardo Román, Comandante General del Ejército.
De inmediato fueron definidos los objetivos y los orgánicos estructural, numérico y funcional que
regularían el funcionamiento normal del Centro.
Uno de los objetivos que podría resumir la filosofía y plan de acción del nuevo organismo creado,
especifica textualmente: “Recuperar la Historia del Ejército, mediante la reimpresión de obras de
1924
70's - 90's
mérito actualmente agotadas, y la elaboración y publicación de obras nuevas, que completen y
amplían el panorama histórico en conjunto”.
Al respecto del orgánico numérico, el director debía ser un general en servicio pasivo; el
subdirector, un oficial superior en retiro; tres investigadores que cumplirían servicios ocasionales;
una secretaria y un especialista en archivo y biblioteca; puntualizando que el director y subdirector
debían ser historiadores o investigadores. No obstante, el orgánico fue con el transcurso del tiempo,
modificándose de acuerdo con las necesidades que iban paulatinamente descubriéndose.
Para la función de director fue designado el general Marcos Gándara Enríquez, pero antes, mediante
Acuerdo Ministerial Nº 2936 de fecha 1 de noviembre de 1991 y firmado por el ministro de
Defensa, general Jorge Félix Mena, fue nombrado Asesor de Planificación Militar 3.
Su sede inicial de labores estuvo ubicada en una de las instalaciones del Instituto Geográfico
Militar, por cierto, poco funcional especialmente por lo reducido del espacio físico disponible.
Con el propósito de superar aquella falencia, el director del Centro, general Marcos Gándara, inició
en enero de 1999 las gestiones orientadas a conseguir de la superioridad militar instalaciones
propias. Con este propósito, mediante carta 990007-DEFT-CEHE de fecha 18 de enero de 1999,
solicita al Comando General del Ejército, general Telmo Sandoval, que “el Cuerpo de Ingenieros o
el organismo que corresponda, determine el lugar más apropiado de los terrenos del antiguo Colegio
Militar en el que puede edificarse el Centro”.
Paralelamente, se disponía que el Centro de Estudios Históricos del Ejército dependa del Comando
General de la Fuerza Terrestre, por lo que el director de Educación general Carlos Raúl López, con
fecha 3 de agosto, envía al Comando del Ejército un proyecto de la Orden de Comando en el que
ratifica dos importantes decisiones: el cambio de sede a la Escuela Superior Militar “Eloy Alfaro” y
la dependencia orgánica y administrativa al Comando de la Fuerza Terrestre. Esta última
disposición fue ratificada por el director de Educación al director del Centro, mediante telegrama de
fecha 20 de agosto.
Sin embargo, como tratando de evidenciar la alternabilidad de dependencia, el nuevo Comandante
General del Ejército, general Norton Narváez, con fecha 13 de septiembre de 2001 comunica al
Director del Centro la incorporación de este organismo a la Dirección de Doctrina de la Fuerza
Terrestre, con el propósito de que sirva como ente de apoyo en la elaboración de reglamentos
militares y en la revisión, estudio y análisis de la Doctrina que convendría adoptar, decisión que,
según el director del Centro, “sería afectada la autonomía intelectual del Centro” por lo que
amenazó inclusive dejar el cargo que le fue conferido.
Con el propósito de coordinar actividades programadas con institutos compatibles con su
idiosincrasia y filosofía de acción, el Centro de Estudios Históricos del Ejército planificó la
realización del Primer Encuentro de Centro Culturales de las Fuerzas Armadas”, evento que se
desarrolló el 21 de marzo de 2002, con la participación de delegados del Instituto Nacional de
Historia marítima, del Instituto de Estudios Históricos de la Policía, representantes de la Fuerza
Aérea, de la Subsecretaria de Desarrollo del Ministerio de Defensa y del Centro de Estudios
Históricos del Ejército.
Al término del evento que duró dos días, se suscribió una corta de compromiso en la que, entre
otros aspectos importantes, se resaltó la necesidad de realizar un fluido intercambio de
publicaciones y experiencias, y recomendar al Comando de la Fuerza Aérea Ecuatoriana considere
la creación de un Centro de Investigación Histórica, similar a los que disponen el Ejército, la
Marina y la Policía Nacional.
Conforme iba extendiendo su radio de acción, dentro del plan de actividades y sugerencias para el
año siguiente, el Centro presentó al Comando del Ejército el orgánico que sugería se ponga en
vigencia. En dicho orgánico se incrementaba el personal de investigadores, con la manifiesta
intencionalidad de priorizar e impulsar la publicación y difusión de trabajos de temas
correspondientes a la Historia Militar.
En marzo del año 2003, los estamentos de la superioridad militar pretendieron se cambie el
conocido nominativo de Centro de Estudios Históricos del Ejército por el de Centro de Estudios
Históricos de la Fuerza Terrestre, intención que fue refutado por el general Marcos Gándara con el
argumento de que al Ejército “más fácilmente le identifica la mayoría de los ecuatorianos,
considerando que las palabras “Fuerza Terrestre” están bien traídas para homologar la designación
de los componentes de las FF.AA. y no para su señalamiento dentro del medio civil y más aún
dentro del campo cultural.”
En el Reglamento Orgánico para el quinquenio 2003-2007, elaborado por el Comando del Ejército,
nuevamente el Centro aparece dependiendo del Comando General de la Fuerza Terrestre, con una
organización reducida en la que consta como miembros integrantes: El director, dos investigadores
de historia, asesor de Planificación Militar (investigador), supervisor administrativo, secretaria,
auxiliar de servicios generales, contador, bibliotecario, dibujante y digitador.
Conocedor de la nueva subordinación y del orgánico que dispone el Centro, sus personeros
sugirieron el director que se incluya como una de la tareas afines el control de los museos militares
para que no se rijan únicamente con documentos de inventario de activos, sino se acojan a la Ley de
Patrimonio Cultural en vigencia, publicado en el Registro oficial Nº 865-2 de julio de 1979, para
que no se desestime a las reliquias y otros vestigios de valor histórico allí existentes.
A partir del año 2002 el Centro de Estudios Históricos del Ejército intenta y logra mantener
relaciones de trabajo, intercambiar ideas y experiencias y reforzar el apoyo correspondiente entre
los diferentes institutos afines de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.
En efecto, para cumplir el objetivo propuesto, lideró la organización de los llamados “Encuentro de
los Institutos Culturales” de las mencionadas fuerzas, hasta conseguir que a partir del 2004 sean
organizados estos eventos de forma alternativa por las instituciones incursas en este quehacer
histórico-cultural.
Igualmente, organizó bajo su responsabilidad y conducción seminarios sobre manejo y
conservación de archivos históricos, bibliotecas, museos militares y conocimiento de temas de
historia militar, con la participación no solo de los institutos de estudios Históricos de las fuerzas
sino también de delegados de institutos de formación y perfeccionamiento de las Fuerzas Armadas y
Policía Nacional.
La alternativa de dependencia que tuvo el Centro durante su corta existencia, se hizo evidente otra
vez cuando en la Orden de Comando Nº 012 –SGFT-IX-2005, publicada en la Orden general Nº 172
del 14 de septiembre del año 2005, la superioridad militar con el propósito de impulsar la
modernización institucional, considera que el sistema educativo deberá estar conformado por los
siguientes ámbitos: “Docencia, Instrucción, Entrenamiento, Capacitación, Doctrina y el Centro de
Estudios Históricos del Ejército”. El mencionado sistema Educativo pasó a ser parte del Comando
de Educación y Doctrina de la Fuerza Terrestre, que ocupó una parte de las instalaciones de la
Escuela de Perfeccionamiento del Ejército en Salgolquí.
No obstante, los continuos cambios estructurales y de organización que afrontó el Centro, no
constituyeron limitante alguno para que su tarea de producción y difusión investigativa continuase
dinámica y fecunda: ha preparado ya la colección de ocho tomos sobre la Historia General del
Ejército Ecuatoriano, como exteriorización de su filosofía de hacer conocer al elemento civil y
militar la presencia paradigmática de nuestra institución, convertida en columna vertebral de la
defensa y el desarrollo del país.
Heráldica del Escudo del Centro de Estudios Históricos del Ejército
Los símbolos heráldicos del Centro de Estudios Históricos del Ejército se encuentran en la parte
interna de la estructura del escudo del Ejército, porque es parte constitutiva de esta institución
mayor.
El escudo del centro tiene tres grandes cuarteles (cuartel en lenguaje heráldico significa espacio
interno), que representan a la bandera nacional.
En el cuartel superior, de color amarillo, destaca el nacimiento del sol con su peculiar esplendor;
significa que sus rayos de luz iluminan el amplio, apasionante y fructífero horizonte de la
investigación histórica.
En el cuartel del centro se encuentra un pebetero, que sirve de base a una llama que arde
imperturbable y con majestuosa vivacidad; representa a la historia como una ciencia que mantiene
latente el recuerdo de los hechos pasados, como un medio idóneo y eficaz para conocer las raíces
ancestrales de nuestra nacionalidad, para analizar el presente espacial y avizorar lo que nos puede
esperar en el futuro o qué se podría hacer en beneficio de las generaciones que vendrán.
Sobre la llama, en un estético arco de letras, sobresale el lema del Centro; es decir, la filosofía de su
justificación de existir: CUSTODIO Y DIFUSOR DE LA HISTÓRIA.
El CEHE, es un verdadero emporio de documentos que guardan el pasado histórico del Ejército y
de la Patria en general. Una de sus variadas responsabilidades es buscar, analizar, seleccionar,
concentrar, conservar y ser CUSTODIO de todo el fondo documental que tiene bajo su
responsabilidad; tarea bastante delicada porque de por medio está la custodia de ciertos documentos
considerados como patrimonio cultural de la nación.
Pero además de conservar tan importante acervo documental, de alimentar o incrementar
constantemente su archivo histórico, prepara temas selectivos basados en la importancia, la
cronología coyuntural o periodos espaciales, para editarlos y DIFUNDIRLOS entre jóvenes
estudiantes civiles y militares, institutos culturales y personajes que son parte importante del
quehacer histórico nacional.
En el cuartel inferior, de color rojo, se destaca un pergamino que representa uno de los recursos del
cual el investigador extrae la información primaria. La pluma de avestruz y el rústico tintero
representan los instrumentos con los cuales el historiador y el escritor en general, perpetúan sus
investigaciones, experiencias y narraciones a través de sus abundantes, novedosos e importantes
escritos.
Tres libros de pasta dura pretenden dar el significado de la presencia bibliográfica moderna,
difundida copiosamente en todas las latitudes del universo.
Finalmente en la parte inferior, en una cinta amarilla semi desplegada se distinguen, en letras
negras, la siglas del Centro de Estudios Históricos del Ejército.
Reseña histórica del Ejército ecuatoriano
La historia del Ejército ecuatoriano va de la mano con la gesta imperecedera del 10 de Agosto de
1809, cuando al albor de la libertad, nace el Ejército ecuatoriano, cuya labor en más de dos siglos ha
contribuido indiscutiblemente a la edificación del Ecuador democrático y soberano.
Las campañas independentistas fueron el preámbulo de una organización y de una estructura militar
más coherente y cercana a lo que debía ser un ejército. Es innegable que el nivel de poder y
autonomía económica que paulatinamente fueron logrando los criollos les hacía imposible convivir
bajo la tutela de una corona española, de por sí ya convertida en una amenaza a ese gran grupo de
poder, anhelante de caminar de manera libre y soberana por todo el continente. Las ideas
progresistas del quiteño Javier Eugenio de Santa Cruz y Espejo, fiel representante de la Ilustración
en América, del influjo del espíritu de la Revolución Francesa y de la independencia de los Estados
Unidos, fue el ente motivador para que luego, en la fecha épica del 10 de Agosto de 1809, naciera
no solo una nueva etapa para Quito y el continente, sino el inicio de lo que hoy conocemos como el
Ejército ecuatoriano.
Uno de los próceres del 10 de Agosto, el capitán Juan Salinas, merecidamente reconocido como el
primer comandante del Ejército ecuatoriano, fue un noble oficial, sensible e instruido; maestro en
filosofía y estudios en jurisprudencia, supo percibir las necesidades del pueblo, sobre todo de los
más pobres. El jueves 9 de agosto de 1809 Salinas fue ascendido al grado de coronel y se le
encargó el mando de la “Falange de Quito”, conduciendo acciones militares en contra de la corona
española. Salinas, también ha pasado a la historia por ser la persona comisionada por la Junta
Suprema para elaborar el llamado: “Plan de defensa de Quito y sus provincias”, que involucró
redefinir los ámbitos político, económico y militar de la nueva nación que en ciernes emergía.
La Falange Quiteña se reorganizó y retomó fuerza, a raíz de la masacre de los héroes el 2 de Agosto
de 1810, con el retorno del coronel Carlos Montúfar, nombrado comandante de las fuerzas de Quito.
Luego del triunfo en contra de las fuerzas realistas en Pasto en 1811, se inicia una etapa de la cual
no habría marcha atrás. El 9 de Octubre de 1820 el Ejército nacional, al mando del coronel Luis
Urdaneta, hace que Guayaquil proclame su independencia; días más tarde, el 3 de noviembre, lo
hace Cuenca, bajo el liderazgo del teniente José Ordóñez.
Dentro de ese contexto, América ve emerger a Simón Bolívar, aquel insigne hombre que emprende
su campaña libertaria junto a un joven general de 26 años, Antonio José de Sucre, delegado por el
Libertador para que integre las tierras de la Real Audiencia de Quito a Colombia. El 21 de abril de
1821 con la victoria de Tapi, en Riobamba, se abre el camino para que Sucre, ponga el sello final en
la Batalla de Pichincha, el 24 de Mayo de 1822, donde entrega su vida el joven Abdón Calderón,
otro de los héroes del Ejército ecuatoriano.
Tiempo después, en el Portete de Tarqui, el 27 de febrero de 1829, cuando cuatro mil soldados
grancolombianos vencieran a ocho mil peruanos, se consolida la libertad de nuestro país y toma
forma el Ejército ecuatoriano, como parte de las fuerzas grancolombianas. Hoy, esa fecha, a más de
ser establecida como Día Clásico del Ejército ecuatoriano, ha sido motivo para celebrar el Día del
Civismo y de la Unidad Nacional.
La formación del Ecuador como república en 1830 afirma la identidad del Ejército y lo formaliza
como un ente con espíritu constitucional, cuando en Riobamba, el 11 de septiembre de 1830, al
albor de la primera Carta Magna, queda establecido en el artículo 35, 4to inciso, lo siguiente:
“Disponer de una milicia nacional para la seguridad interior, y del Ejército para la defensa del
país…”. “Art. 51. El destino de la fuerza armada es defender la independencia de la Patria, sostener
sus leyes y mantener el orden público. Los individuos del ejército y armada están sujetos en sus
juicios a sus peculiares ordenanzas”. El Ejército nace constitucionalmente mediante mandato de la
primera Constitución de la República.
Poco a poco la evolución institucional toma forma en el tiempo. Vicente Rocafuerte crea en 1838 el
Colegio Militar, luego en 1861 nace la Escuela Regimentaria de Artillería. Bajo Gabriel García
Moreno aparece la Escuela Práctica de Cadetes. En 1888 se reabre el Colegio Militar, durante el
período de Antonio Flores Jijón. La Revolución Liberal de 1895 marcó a no dudarlo un antes y
después en la República; el general Eloy Alfaro, el Viejo luchador, incansable reformista, es uno de
los artífices en perfilar un Ejército innovador y moderno. Alfaro se esfuerza para que el Colegio
Militar definitivamente, y sin intermitencias, pueda desarrollarse en el tiempo; desde allí jamás ha
dejado de funcionar, hasta la presente. Otra acción destacable de la administración liberal, dirigida a
consolidar el Ejército como institución profesional, fue la presencia de la primera misión de
oficiales chilenos en 1899, la cual influyó indiscutiblemente para la profesionalización de la
institución.
En 1922 arriba al país otra misión militar, esta vez la italiana, que aporta significativamente a la
conformación de un Ejército cada vez más profesional y actualizado. Fruto de ello fue el nacimiento
de la Escuela de Ingenieros Civiles y de la Academia de Guerra del Ejército, el 15 de abril de 1923.
La misión italiana tuvo un influjo importante en la ideología progresista de varios jóvenes oficiales,
un grupo de ellos quienes fueron a la larga los artífices para que el 9 de julio de 1925 se diera la
Revolución Juliana, un hito de cambio nunca antes visto, que elevó de la “Edad Media” al siglo XX
al Estado ecuatoriano.
En 1928, bajo la administración del doctor Isidro Ayora, se crea el Servicio Geográfico Militar,
erigido en 1947 por el doctor José María Velasco Ibarra a la condición de Instituto. La labor del
Ejército en este ámbito ha sido innumerable y meritoria, propendiendo al desarrollo científico, al
levantamiento de la Cartografía Nacional y del archivo de datos geográficos, como demás aportes
en bien del desarrollo del país.
El conflicto de 1941 encontró a un Ejército poco operativo, que lamentablemente por intereses
políticos no pudo repeler la acción de un enemigo mejor armado. Los hechos a posterior de este
acontecimiento han sido juzgados por la historia, pero sin menoscabo de la acción valiente y heroica
de sus soldados que ofrendaron sus vidas por la defensa de nuestra territorialidad, y que décadas
más tarde sería reivindicada por el triunfo en el Alto Cenepa. Han quedado como ejemplo de
heroísmo de 1941 los nombres del capitán Galo Molina, del teniente Carlos Díaz Terán, del teniente
César Chiriboga, del subteniente Hugo Ortiz y del cabo Luis Minacho.
En 1944 se da la Revolución de Mayo, también llamada la Gloriosa, que quiso rehacer la amarga
decepción de 1941; sin embargo, este y otros hechos, como el de 1941, no impidieron que el país
siga avanzando, sobre todo gracias al advenimiento del boom del banano, el que permitió cambios
visibles en la sociedad ecuatoriana. Bajo la presidencia del doctor Velasco Ibarra el Ejército vivió
una transformación interesante, se comenzó a equipar de mejor manera, con armamento moderno e
innovador para esa época. El tiempo avanzó y en 1956 arribó al Ecuador la segunda misión militar
chilena, en la cual constaba el mayor Augusto Pinochet, quien a la postre sería Presidente de la
República de Chile. Este grupo de oficiales apoyaron sobremanera en la parte docente en la
Academia de Guerra del Ejército. Ese mismo año, el por ese entonces capitán Alejandro Romo,
realiza el primer salto en paracaídas, dando inicio al grupo élite, el de fuerzas especiales del
Ejército. Doce años más tarde, en 1968, por decreto del presidente Velasco Ibarra, se crea el Cuerpo
de Ingenieros del Ejército, cuya gestión dirigida a la obra pública ha beneficiado al país en más de
cuarenta años. Ya en la década de los años setenta se inicia la era petrolera, actividad impulsada por
el Gobierno Militar de ese entonces. El oro negro cambiaría la faz del país como nunca antes. Un
año después, el 19 de octubre de 1973, nace la Dirección de Industrias del Ejército, grupo
empresarial dirigido a ámbitos de la defensa, el cual ha colaborado indiscutible y decididamente en
el desarrollo socio-económico del país.
El aparecimiento de un nuevo conflicto de envergadura con el vecino del sur tuvo que esperar
varios años, hasta 1981, cuando la invasión peruana fue repelida por el Ejército ecuatoriano,
quedando escrito este acontecimiento en la historia institucional, asociado hasta hoy a los campos
perennes de Paquisha, Mayaycu y Machinaza y de las vidas del cabo Nicolás Quiroz y el soldado
Daniel de Jesús Martínez.
No obstante, no fue hasta el año de 1995, cuando las Fuerzas Armadas y su Ejército logran el
triunfo histórico e indiscutible en el Alto Cenepa, constituyéndose en el hecho de más gloria del
siglo XX.
Héroes de esta épica victoria y que siempre serán recordados son el capitán Geovanni Calles, el
sargento primero Luis Hernández, el cabo segundo Héctor Pilco y demás voluntarios que
ofrendaron sus vidas en bien de la patria. El Cenepa es un acontecimiento único, que elevó la
autoestima de lo ecuatorianos, los unió y marcó, paradójicamente, el inicio de una nueva época en
las relaciones bilaterales entre ambos pueblos, construida esta vez bajo las armas de la paz, la
armonía y la mutua convivencia. “Cenepa gloria de la patria”, es un eslogan que hoy se incluye
merecidamente y por siempre en el escudo de armas del Ejército. A partir de 1995 se demostró que
el Ejército es una institución diferente, sólida, férreamente cohesionada, con visión de futuro;
preparada en el nuevo milenio para enfrentar con éxito los retos que el Ecuador y el mundo obligan.
Ya en siglo XXI, el Ejército ecuatoriano es considerado un referente de los ejércitos del continente,
modernizándonos de manera permanente y procurando la mayor operatividad posible. El plan
estratégico institucional vigente permite articular nuevos objetivos, estrategias, indicadores,
proyectos y programas, dentro de un marco estructurado y coherente con la Agenda Política de
Defensa Nacional y con los escenarios geopolíticos y estratégicos internacionales, proyectándolo de
manera ordenada, sistemática y planificada. Se puede decir que hoy se han institucionalizado
muchas actividades estructurales, como el liderazgo proactivo e innovador, la gestión, bajo un estilo
transparente y dinámico, en procura siempre de la rendición de cuentas.
En cuanto a la normativa legal el Ejército la está actualizando, en concordancia con la Constitución
aprobada en el año 2008, atendiendo a la equidad de género, respetando los méritos, la estabilidad y
la profesionalización de sus miembros; continuando con mayor ahínco en el ejercicio de su misión
fundamental, que es la defensa de la soberanía e integridad territorial.
Cuando la Academia Nacional de Historia Militar, fundada en el 2009, dirigida por el Gral. F.
Dobronski, se impuso la tarea de escribir la Historia militar del Ecuador, respondía a la necesidad
que teníamos de contar con un cuerpo de conocimientos que vinieran a sumarse a la Historia
General de un pequeño país, cien veces invadido, al que inclusive se le discutió las razones de su
existencia y sin embargo logró mantener su identidad y un espacio geográfico. Misión cumplida:
“Historia militar del Ecuador” (Quito, 2010). Buen formato, pulcritud editorial. En la contratapa,
una estupenda reproducción del mapa del P. Fritz sobre “El gran río Marañón o Amazonas”, 1707:
documento fundamental de la obra civilizadora de la Real Audiencia de Quito con su brazo ejecutor
los misioneros jesuitas. Sus autores: dos civiles y 14 militares desde generales hasta un suboficial, y
una capitana Rosita Chacón. Todos ellos bien informados, familiarizados con el ejercicio de leer y
escribir, ciudadanos cultos. Quienes organizaron el índice temático de la historia militar de nuestro
país tuvieron la lucidez de comenzar por esas evidencias de una nacionalidad ya definida:
Atahualpa, el emperador quiteño; Rumiñahui, el plebeyo general quiteño; la columna vertebral de
las tropas quiteñas: los ‘guaguacunas’, los hijos de los degollados en Yahuarcocha. Nada de mentes
afiebradas: los soldados quiteños imponiéndose hasta llegar al Cusco a paso de vencedores. Mi
atención se concentró en los capítulos relacionados con la derrota del 41 y la victoria del Alto
Cenepa de 1995, pasando por la frustración de Paquisha en 1981. Sus autores, los generales Paco
Moncayo y José Gallardo; objetivos, de comentarios sin concesiones, de razonamientos rigurosos.
Luces y sombras. El final: las FF.AA. de un pequeño país que se habían preparado para resistir otra
invasión y se impuso a la hora de la verdad. Un final, digo yo, que nos permitió llegar a la paz con
la cara limpia, respetables ante nosotros mismos. En esa historia militar, incluidos capítulos de
nuestra historia diplomática, lo que no encontré por ninguna parte es la respuesta que debimos darle
al canciller brasileño Aranha cuando estábamos por firmar el Protocolo de Río de Janeiro. “¿Qué
actos de posesión han hecho ustedes durante cien años en los territorios que reclaman?”.
¡Rocafuerte, señor!, a orillas del Napo cuando es plenamente navegable. Hasta una escuelita tenía
para los hijos de los colonos que se dedicaban a la agricultura y ganadería y sus productos llegaban
a Iquitos y Manaos. Conservo fotos, documentales, tomadas por mi padre cuando estuvo en
Rocafuerte como médico del Batallón Vencedores, unidad enviada con el propósito de hacernos
valer en ese puesto crucial de la línea de frontera, cuando el statu quo de 1936.

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Historia militar alvear

  • 1. HERÁLDICA ESCUDO ACADEMIA DE HISTORIA MILITAR El Escudo de la Academia Nacional de Historia Militar tiene en el interior de un círculo ornado por laureles, un libro abierto y sobre él una espada. El libro simboliza las altas tareas que cumplen los historiadores iluminando la vida de los pueblos con sus investigaciones que se hacen conocer a la sociedad con sus libros y escritos. La espada simboliza lo militar. La presencia y acción de los militares en la historia de los pueblos, del Ecuador, de América y del mundo. La espada es un sable que es insignia de mando, de autoridad. Más que un arma ofensiva es símbolo de cuanto caracteriza lo militar: jerarquía, disciplina, y valores, tan necesarios en tiempo de paz como en acciones bélicas. Los laureles que orlan libros y espada son símbolo de gloria y triunfos. Los triunfos que se espera de las tareas académicas militares a medida de las victorias logradas por las Fuerzas Armadas en su gloriosa historia. Todo ese componente de símbolos está encerrados por cenefa circular en que se lee el nombre de la Academia. Ese círculo es, a su vez, símbolo de integración y unidad. El color del sable es el oro, símbolo de virtudes y de riquezas; en este caso las virtudes de los militares que han hecho profesión de amor a la historia y la riqueza espiritual que han cobrado en sus estudios y transmitirán a la sociedad. El libro es blanco. El blanco simboliza la pureza de miras que caracterizan a los historiadores militares y esa paz que sus trabajos históricos contribuirán a fortalecer. Las ramas de laurel son de sínople, el verde a la vida, con lo que importa de creatividad y crecimiento. El círculo que todo lo engloba con el nombre de Academia es dorado, con el color que simboliza, a más de riqueza, sabiduría, lo que caracteriza las tareas que la Academia de Historia Militar ha emprendido. Himno de la Academia Nacional de Historia Militar Academia, tu voz y presencia representen la eterna memoria,
  • 2. que reviva y difunda la historia con lenguaje patriota y veraz. En ti vive la Patria sagrada con su acervo de pródiga historia, y perdura el honor y la gloria en escritos con tinta inmortal; documentos antiguos e informes, expedientes, también manuscritos, y los partes de guerra son hitos que pregonan los hechos de ayer. En la fiel expresión del presente tú revives por siempre el pasado, pues la Patria en tu esfuerzo ha confiado nos recuerdes su gloria y valor; porque aquellas gloriosas hazañas, perpetuadas con sangre preciada, en la voz de la pluma y la espada hoy proclaman la paz y el honor. Que la fuerza genial de la idea Busque y trace el ansiado camino, y después que se enfrente al destino y al dilema de ser o no ser; nuestra Patria y las Fuerzas Armadas en constante y estoica vigilia, en tu esfuerzo tendrán la semilla germinando a la luz del deber. Tcrn. (sp) Edison Macías Núñez esde el inicio del siglo XX se originaron ya las inquietudes de historiar la participación histórica del Ejército en el convivir nacional: En efecto, durante el gobierno alfarista fue contratada la Misión Militar chilena, presidida por el mayor Luis Cabrera Negrete. En cuanto llegó a país, la mencionada misión militar inició su tarea docente, de asesoramiento, instrucción y de planificación de reformas importantes, reformas que fueron registradas y agrupadas en el Proyecto de la Ley Orgánica Militar, presentada en junio de 1902. En aquella ley se propuso la creación de una Dirección de Servicios Técnicos, integrada por cuatro secciones. La tercera sección se refería a Informaciones y en ésta constaba el conocimiento de la Historia Militar del país. Es decir, en el denominado Proyecto de la Ley Orgánica Militar se incluía oficialmente, y por primera vez, una sección de Historia Militar, haciendo constar además, el personal que la integraría: un jefe, y subjefe, jefe de taller de fotografía, jefe de tipografía y el “personal de obreros, asimilados a la clase de individuos de tropa, que exijan las necesidades del servicio, calificados por el Jefe del Estado Mayor General.”
  • 3. En 1924, mediante decreto Ejecutivo de fecha 16 de octubre se crea el reglamento a la Ley reformada en que se otorga tareas explícitas a la Sección de Historia, entre estas tareas constan: “Recolección, ordenamiento, estudio y conservación de los documentos militares, redacción y publicación de los trabajos de carácter histórico-militar. Sin embargo, antes de la firma y vigencia del decreto que da vida a un organismo de Historia, el coronel Isaac Chiriboga por iniciativa propia, fundaba en 1922 en la ciudad de Quito, la revista Ejército Nacional, que publicaba además de las actividades que se desarrollan en diferentes unidades del país, artículos de connotados personajes civiles relacionados con temas históricos nacionales, regionales, continentales e incluso del ámbito universal. Desgraciadamente la revista desapareció en 1932, creándose un vacío en el estudio y análisis de temas militares. Con el transcurrir del tiempo, las ramas de las Fuerzas Armadas Ecuatorianas organizaban plautinamente, a pesar de las evidentes limitaciones económicas, a sus diferentes organismos creados con el propósito de escribir la historia en sus diferentes campos: llámanse historia militar, historia naval o historia aérea. Desde la década del setenta hasta los años noventa del siglo pasado, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas mantenía al Departamento de Historia y Geografía, encargado de editar los denominados Boletines Históricos, además de la revista de las Fuerzas Armadas. Cuando el Departamento de Historia y Geografía evidenciaba notorio debilitamiento, decide el Comando del Ejército crear un organismo que se dedique al estudio y la difusión de la Historia Militar ecuatoriana. CREACIÓN Y PRESENCIA DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DEL EJÉRCITO Antes de emitirse la Orden de Comando correspondiente, se analizó las tres posibles denominaciones que se había propuesto: Servicio Histórico del Ejército, Centro de Investigaciones Históricas del Ejército y Centro de Estudios Históricos del Ejército, habiéndose seleccionado esta última denominación. Con Orden de Comando Nº 9100013-SGE de junio de 1991, publicada en la Orden General Nº 131 del 11 de julio del mismo año se disponía en la creación del Centro de Estudios Históricos del Ejército, dependiente de la Dirección de Educación de la Fuerza Terrestre. La Orden de Comando fue firmado por el general José Gallardo Román, Comandante General del Ejército. De inmediato fueron definidos los objetivos y los orgánicos estructural, numérico y funcional que regularían el funcionamiento normal del Centro. Uno de los objetivos que podría resumir la filosofía y plan de acción del nuevo organismo creado, especifica textualmente: “Recuperar la Historia del Ejército, mediante la reimpresión de obras de 1924 70's - 90's
  • 4. mérito actualmente agotadas, y la elaboración y publicación de obras nuevas, que completen y amplían el panorama histórico en conjunto”. Al respecto del orgánico numérico, el director debía ser un general en servicio pasivo; el subdirector, un oficial superior en retiro; tres investigadores que cumplirían servicios ocasionales; una secretaria y un especialista en archivo y biblioteca; puntualizando que el director y subdirector debían ser historiadores o investigadores. No obstante, el orgánico fue con el transcurso del tiempo, modificándose de acuerdo con las necesidades que iban paulatinamente descubriéndose. Para la función de director fue designado el general Marcos Gándara Enríquez, pero antes, mediante Acuerdo Ministerial Nº 2936 de fecha 1 de noviembre de 1991 y firmado por el ministro de Defensa, general Jorge Félix Mena, fue nombrado Asesor de Planificación Militar 3. Su sede inicial de labores estuvo ubicada en una de las instalaciones del Instituto Geográfico Militar, por cierto, poco funcional especialmente por lo reducido del espacio físico disponible. Con el propósito de superar aquella falencia, el director del Centro, general Marcos Gándara, inició en enero de 1999 las gestiones orientadas a conseguir de la superioridad militar instalaciones propias. Con este propósito, mediante carta 990007-DEFT-CEHE de fecha 18 de enero de 1999, solicita al Comando General del Ejército, general Telmo Sandoval, que “el Cuerpo de Ingenieros o el organismo que corresponda, determine el lugar más apropiado de los terrenos del antiguo Colegio Militar en el que puede edificarse el Centro”. Paralelamente, se disponía que el Centro de Estudios Históricos del Ejército dependa del Comando General de la Fuerza Terrestre, por lo que el director de Educación general Carlos Raúl López, con fecha 3 de agosto, envía al Comando del Ejército un proyecto de la Orden de Comando en el que ratifica dos importantes decisiones: el cambio de sede a la Escuela Superior Militar “Eloy Alfaro” y la dependencia orgánica y administrativa al Comando de la Fuerza Terrestre. Esta última disposición fue ratificada por el director de Educación al director del Centro, mediante telegrama de fecha 20 de agosto. Sin embargo, como tratando de evidenciar la alternabilidad de dependencia, el nuevo Comandante General del Ejército, general Norton Narváez, con fecha 13 de septiembre de 2001 comunica al Director del Centro la incorporación de este organismo a la Dirección de Doctrina de la Fuerza Terrestre, con el propósito de que sirva como ente de apoyo en la elaboración de reglamentos militares y en la revisión, estudio y análisis de la Doctrina que convendría adoptar, decisión que, según el director del Centro, “sería afectada la autonomía intelectual del Centro” por lo que amenazó inclusive dejar el cargo que le fue conferido. Con el propósito de coordinar actividades programadas con institutos compatibles con su idiosincrasia y filosofía de acción, el Centro de Estudios Históricos del Ejército planificó la realización del Primer Encuentro de Centro Culturales de las Fuerzas Armadas”, evento que se desarrolló el 21 de marzo de 2002, con la participación de delegados del Instituto Nacional de Historia marítima, del Instituto de Estudios Históricos de la Policía, representantes de la Fuerza Aérea, de la Subsecretaria de Desarrollo del Ministerio de Defensa y del Centro de Estudios Históricos del Ejército. Al término del evento que duró dos días, se suscribió una corta de compromiso en la que, entre otros aspectos importantes, se resaltó la necesidad de realizar un fluido intercambio de
  • 5. publicaciones y experiencias, y recomendar al Comando de la Fuerza Aérea Ecuatoriana considere la creación de un Centro de Investigación Histórica, similar a los que disponen el Ejército, la Marina y la Policía Nacional. Conforme iba extendiendo su radio de acción, dentro del plan de actividades y sugerencias para el año siguiente, el Centro presentó al Comando del Ejército el orgánico que sugería se ponga en vigencia. En dicho orgánico se incrementaba el personal de investigadores, con la manifiesta intencionalidad de priorizar e impulsar la publicación y difusión de trabajos de temas correspondientes a la Historia Militar. En marzo del año 2003, los estamentos de la superioridad militar pretendieron se cambie el conocido nominativo de Centro de Estudios Históricos del Ejército por el de Centro de Estudios Históricos de la Fuerza Terrestre, intención que fue refutado por el general Marcos Gándara con el argumento de que al Ejército “más fácilmente le identifica la mayoría de los ecuatorianos, considerando que las palabras “Fuerza Terrestre” están bien traídas para homologar la designación de los componentes de las FF.AA. y no para su señalamiento dentro del medio civil y más aún dentro del campo cultural.” En el Reglamento Orgánico para el quinquenio 2003-2007, elaborado por el Comando del Ejército, nuevamente el Centro aparece dependiendo del Comando General de la Fuerza Terrestre, con una organización reducida en la que consta como miembros integrantes: El director, dos investigadores de historia, asesor de Planificación Militar (investigador), supervisor administrativo, secretaria, auxiliar de servicios generales, contador, bibliotecario, dibujante y digitador. Conocedor de la nueva subordinación y del orgánico que dispone el Centro, sus personeros sugirieron el director que se incluya como una de la tareas afines el control de los museos militares para que no se rijan únicamente con documentos de inventario de activos, sino se acojan a la Ley de Patrimonio Cultural en vigencia, publicado en el Registro oficial Nº 865-2 de julio de 1979, para que no se desestime a las reliquias y otros vestigios de valor histórico allí existentes. A partir del año 2002 el Centro de Estudios Históricos del Ejército intenta y logra mantener relaciones de trabajo, intercambiar ideas y experiencias y reforzar el apoyo correspondiente entre los diferentes institutos afines de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. En efecto, para cumplir el objetivo propuesto, lideró la organización de los llamados “Encuentro de los Institutos Culturales” de las mencionadas fuerzas, hasta conseguir que a partir del 2004 sean organizados estos eventos de forma alternativa por las instituciones incursas en este quehacer histórico-cultural. Igualmente, organizó bajo su responsabilidad y conducción seminarios sobre manejo y conservación de archivos históricos, bibliotecas, museos militares y conocimiento de temas de historia militar, con la participación no solo de los institutos de estudios Históricos de las fuerzas sino también de delegados de institutos de formación y perfeccionamiento de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional. La alternativa de dependencia que tuvo el Centro durante su corta existencia, se hizo evidente otra vez cuando en la Orden de Comando Nº 012 –SGFT-IX-2005, publicada en la Orden general Nº 172 del 14 de septiembre del año 2005, la superioridad militar con el propósito de impulsar la modernización institucional, considera que el sistema educativo deberá estar conformado por los
  • 6. siguientes ámbitos: “Docencia, Instrucción, Entrenamiento, Capacitación, Doctrina y el Centro de Estudios Históricos del Ejército”. El mencionado sistema Educativo pasó a ser parte del Comando de Educación y Doctrina de la Fuerza Terrestre, que ocupó una parte de las instalaciones de la Escuela de Perfeccionamiento del Ejército en Salgolquí. No obstante, los continuos cambios estructurales y de organización que afrontó el Centro, no constituyeron limitante alguno para que su tarea de producción y difusión investigativa continuase dinámica y fecunda: ha preparado ya la colección de ocho tomos sobre la Historia General del Ejército Ecuatoriano, como exteriorización de su filosofía de hacer conocer al elemento civil y militar la presencia paradigmática de nuestra institución, convertida en columna vertebral de la defensa y el desarrollo del país. Heráldica del Escudo del Centro de Estudios Históricos del Ejército Los símbolos heráldicos del Centro de Estudios Históricos del Ejército se encuentran en la parte interna de la estructura del escudo del Ejército, porque es parte constitutiva de esta institución mayor. El escudo del centro tiene tres grandes cuarteles (cuartel en lenguaje heráldico significa espacio interno), que representan a la bandera nacional. En el cuartel superior, de color amarillo, destaca el nacimiento del sol con su peculiar esplendor; significa que sus rayos de luz iluminan el amplio, apasionante y fructífero horizonte de la investigación histórica. En el cuartel del centro se encuentra un pebetero, que sirve de base a una llama que arde imperturbable y con majestuosa vivacidad; representa a la historia como una ciencia que mantiene latente el recuerdo de los hechos pasados, como un medio idóneo y eficaz para conocer las raíces ancestrales de nuestra nacionalidad, para analizar el presente espacial y avizorar lo que nos puede esperar en el futuro o qué se podría hacer en beneficio de las generaciones que vendrán. Sobre la llama, en un estético arco de letras, sobresale el lema del Centro; es decir, la filosofía de su justificación de existir: CUSTODIO Y DIFUSOR DE LA HISTÓRIA. El CEHE, es un verdadero emporio de documentos que guardan el pasado histórico del Ejército y de la Patria en general. Una de sus variadas responsabilidades es buscar, analizar, seleccionar, concentrar, conservar y ser CUSTODIO de todo el fondo documental que tiene bajo su responsabilidad; tarea bastante delicada porque de por medio está la custodia de ciertos documentos considerados como patrimonio cultural de la nación. Pero además de conservar tan importante acervo documental, de alimentar o incrementar constantemente su archivo histórico, prepara temas selectivos basados en la importancia, la cronología coyuntural o periodos espaciales, para editarlos y DIFUNDIRLOS entre jóvenes estudiantes civiles y militares, institutos culturales y personajes que son parte importante del quehacer histórico nacional.
  • 7. En el cuartel inferior, de color rojo, se destaca un pergamino que representa uno de los recursos del cual el investigador extrae la información primaria. La pluma de avestruz y el rústico tintero representan los instrumentos con los cuales el historiador y el escritor en general, perpetúan sus investigaciones, experiencias y narraciones a través de sus abundantes, novedosos e importantes escritos. Tres libros de pasta dura pretenden dar el significado de la presencia bibliográfica moderna, difundida copiosamente en todas las latitudes del universo. Finalmente en la parte inferior, en una cinta amarilla semi desplegada se distinguen, en letras negras, la siglas del Centro de Estudios Históricos del Ejército. Reseña histórica del Ejército ecuatoriano La historia del Ejército ecuatoriano va de la mano con la gesta imperecedera del 10 de Agosto de 1809, cuando al albor de la libertad, nace el Ejército ecuatoriano, cuya labor en más de dos siglos ha contribuido indiscutiblemente a la edificación del Ecuador democrático y soberano. Las campañas independentistas fueron el preámbulo de una organización y de una estructura militar más coherente y cercana a lo que debía ser un ejército. Es innegable que el nivel de poder y autonomía económica que paulatinamente fueron logrando los criollos les hacía imposible convivir bajo la tutela de una corona española, de por sí ya convertida en una amenaza a ese gran grupo de poder, anhelante de caminar de manera libre y soberana por todo el continente. Las ideas progresistas del quiteño Javier Eugenio de Santa Cruz y Espejo, fiel representante de la Ilustración en América, del influjo del espíritu de la Revolución Francesa y de la independencia de los Estados Unidos, fue el ente motivador para que luego, en la fecha épica del 10 de Agosto de 1809, naciera no solo una nueva etapa para Quito y el continente, sino el inicio de lo que hoy conocemos como el Ejército ecuatoriano. Uno de los próceres del 10 de Agosto, el capitán Juan Salinas, merecidamente reconocido como el primer comandante del Ejército ecuatoriano, fue un noble oficial, sensible e instruido; maestro en filosofía y estudios en jurisprudencia, supo percibir las necesidades del pueblo, sobre todo de los más pobres. El jueves 9 de agosto de 1809 Salinas fue ascendido al grado de coronel y se le encargó el mando de la “Falange de Quito”, conduciendo acciones militares en contra de la corona española. Salinas, también ha pasado a la historia por ser la persona comisionada por la Junta Suprema para elaborar el llamado: “Plan de defensa de Quito y sus provincias”, que involucró redefinir los ámbitos político, económico y militar de la nueva nación que en ciernes emergía. La Falange Quiteña se reorganizó y retomó fuerza, a raíz de la masacre de los héroes el 2 de Agosto de 1810, con el retorno del coronel Carlos Montúfar, nombrado comandante de las fuerzas de Quito. Luego del triunfo en contra de las fuerzas realistas en Pasto en 1811, se inicia una etapa de la cual no habría marcha atrás. El 9 de Octubre de 1820 el Ejército nacional, al mando del coronel Luis Urdaneta, hace que Guayaquil proclame su independencia; días más tarde, el 3 de noviembre, lo
  • 8. hace Cuenca, bajo el liderazgo del teniente José Ordóñez. Dentro de ese contexto, América ve emerger a Simón Bolívar, aquel insigne hombre que emprende su campaña libertaria junto a un joven general de 26 años, Antonio José de Sucre, delegado por el Libertador para que integre las tierras de la Real Audiencia de Quito a Colombia. El 21 de abril de 1821 con la victoria de Tapi, en Riobamba, se abre el camino para que Sucre, ponga el sello final en la Batalla de Pichincha, el 24 de Mayo de 1822, donde entrega su vida el joven Abdón Calderón, otro de los héroes del Ejército ecuatoriano. Tiempo después, en el Portete de Tarqui, el 27 de febrero de 1829, cuando cuatro mil soldados grancolombianos vencieran a ocho mil peruanos, se consolida la libertad de nuestro país y toma forma el Ejército ecuatoriano, como parte de las fuerzas grancolombianas. Hoy, esa fecha, a más de ser establecida como Día Clásico del Ejército ecuatoriano, ha sido motivo para celebrar el Día del Civismo y de la Unidad Nacional. La formación del Ecuador como república en 1830 afirma la identidad del Ejército y lo formaliza como un ente con espíritu constitucional, cuando en Riobamba, el 11 de septiembre de 1830, al albor de la primera Carta Magna, queda establecido en el artículo 35, 4to inciso, lo siguiente: “Disponer de una milicia nacional para la seguridad interior, y del Ejército para la defensa del país…”. “Art. 51. El destino de la fuerza armada es defender la independencia de la Patria, sostener sus leyes y mantener el orden público. Los individuos del ejército y armada están sujetos en sus juicios a sus peculiares ordenanzas”. El Ejército nace constitucionalmente mediante mandato de la primera Constitución de la República. Poco a poco la evolución institucional toma forma en el tiempo. Vicente Rocafuerte crea en 1838 el Colegio Militar, luego en 1861 nace la Escuela Regimentaria de Artillería. Bajo Gabriel García Moreno aparece la Escuela Práctica de Cadetes. En 1888 se reabre el Colegio Militar, durante el período de Antonio Flores Jijón. La Revolución Liberal de 1895 marcó a no dudarlo un antes y después en la República; el general Eloy Alfaro, el Viejo luchador, incansable reformista, es uno de los artífices en perfilar un Ejército innovador y moderno. Alfaro se esfuerza para que el Colegio Militar definitivamente, y sin intermitencias, pueda desarrollarse en el tiempo; desde allí jamás ha dejado de funcionar, hasta la presente. Otra acción destacable de la administración liberal, dirigida a consolidar el Ejército como institución profesional, fue la presencia de la primera misión de oficiales chilenos en 1899, la cual influyó indiscutiblemente para la profesionalización de la institución. En 1922 arriba al país otra misión militar, esta vez la italiana, que aporta significativamente a la conformación de un Ejército cada vez más profesional y actualizado. Fruto de ello fue el nacimiento de la Escuela de Ingenieros Civiles y de la Academia de Guerra del Ejército, el 15 de abril de 1923. La misión italiana tuvo un influjo importante en la ideología progresista de varios jóvenes oficiales, un grupo de ellos quienes fueron a la larga los artífices para que el 9 de julio de 1925 se diera la Revolución Juliana, un hito de cambio nunca antes visto, que elevó de la “Edad Media” al siglo XX al Estado ecuatoriano.
  • 9. En 1928, bajo la administración del doctor Isidro Ayora, se crea el Servicio Geográfico Militar, erigido en 1947 por el doctor José María Velasco Ibarra a la condición de Instituto. La labor del Ejército en este ámbito ha sido innumerable y meritoria, propendiendo al desarrollo científico, al levantamiento de la Cartografía Nacional y del archivo de datos geográficos, como demás aportes en bien del desarrollo del país. El conflicto de 1941 encontró a un Ejército poco operativo, que lamentablemente por intereses políticos no pudo repeler la acción de un enemigo mejor armado. Los hechos a posterior de este acontecimiento han sido juzgados por la historia, pero sin menoscabo de la acción valiente y heroica de sus soldados que ofrendaron sus vidas por la defensa de nuestra territorialidad, y que décadas más tarde sería reivindicada por el triunfo en el Alto Cenepa. Han quedado como ejemplo de heroísmo de 1941 los nombres del capitán Galo Molina, del teniente Carlos Díaz Terán, del teniente César Chiriboga, del subteniente Hugo Ortiz y del cabo Luis Minacho. En 1944 se da la Revolución de Mayo, también llamada la Gloriosa, que quiso rehacer la amarga decepción de 1941; sin embargo, este y otros hechos, como el de 1941, no impidieron que el país siga avanzando, sobre todo gracias al advenimiento del boom del banano, el que permitió cambios visibles en la sociedad ecuatoriana. Bajo la presidencia del doctor Velasco Ibarra el Ejército vivió una transformación interesante, se comenzó a equipar de mejor manera, con armamento moderno e innovador para esa época. El tiempo avanzó y en 1956 arribó al Ecuador la segunda misión militar chilena, en la cual constaba el mayor Augusto Pinochet, quien a la postre sería Presidente de la República de Chile. Este grupo de oficiales apoyaron sobremanera en la parte docente en la Academia de Guerra del Ejército. Ese mismo año, el por ese entonces capitán Alejandro Romo, realiza el primer salto en paracaídas, dando inicio al grupo élite, el de fuerzas especiales del Ejército. Doce años más tarde, en 1968, por decreto del presidente Velasco Ibarra, se crea el Cuerpo de Ingenieros del Ejército, cuya gestión dirigida a la obra pública ha beneficiado al país en más de cuarenta años. Ya en la década de los años setenta se inicia la era petrolera, actividad impulsada por el Gobierno Militar de ese entonces. El oro negro cambiaría la faz del país como nunca antes. Un año después, el 19 de octubre de 1973, nace la Dirección de Industrias del Ejército, grupo empresarial dirigido a ámbitos de la defensa, el cual ha colaborado indiscutible y decididamente en el desarrollo socio-económico del país. El aparecimiento de un nuevo conflicto de envergadura con el vecino del sur tuvo que esperar varios años, hasta 1981, cuando la invasión peruana fue repelida por el Ejército ecuatoriano, quedando escrito este acontecimiento en la historia institucional, asociado hasta hoy a los campos perennes de Paquisha, Mayaycu y Machinaza y de las vidas del cabo Nicolás Quiroz y el soldado Daniel de Jesús Martínez. No obstante, no fue hasta el año de 1995, cuando las Fuerzas Armadas y su Ejército logran el triunfo histórico e indiscutible en el Alto Cenepa, constituyéndose en el hecho de más gloria del siglo XX.
  • 10. Héroes de esta épica victoria y que siempre serán recordados son el capitán Geovanni Calles, el sargento primero Luis Hernández, el cabo segundo Héctor Pilco y demás voluntarios que ofrendaron sus vidas en bien de la patria. El Cenepa es un acontecimiento único, que elevó la autoestima de lo ecuatorianos, los unió y marcó, paradójicamente, el inicio de una nueva época en las relaciones bilaterales entre ambos pueblos, construida esta vez bajo las armas de la paz, la armonía y la mutua convivencia. “Cenepa gloria de la patria”, es un eslogan que hoy se incluye merecidamente y por siempre en el escudo de armas del Ejército. A partir de 1995 se demostró que el Ejército es una institución diferente, sólida, férreamente cohesionada, con visión de futuro; preparada en el nuevo milenio para enfrentar con éxito los retos que el Ecuador y el mundo obligan. Ya en siglo XXI, el Ejército ecuatoriano es considerado un referente de los ejércitos del continente, modernizándonos de manera permanente y procurando la mayor operatividad posible. El plan estratégico institucional vigente permite articular nuevos objetivos, estrategias, indicadores, proyectos y programas, dentro de un marco estructurado y coherente con la Agenda Política de Defensa Nacional y con los escenarios geopolíticos y estratégicos internacionales, proyectándolo de manera ordenada, sistemática y planificada. Se puede decir que hoy se han institucionalizado muchas actividades estructurales, como el liderazgo proactivo e innovador, la gestión, bajo un estilo transparente y dinámico, en procura siempre de la rendición de cuentas. En cuanto a la normativa legal el Ejército la está actualizando, en concordancia con la Constitución aprobada en el año 2008, atendiendo a la equidad de género, respetando los méritos, la estabilidad y la profesionalización de sus miembros; continuando con mayor ahínco en el ejercicio de su misión fundamental, que es la defensa de la soberanía e integridad territorial. Cuando la Academia Nacional de Historia Militar, fundada en el 2009, dirigida por el Gral. F. Dobronski, se impuso la tarea de escribir la Historia militar del Ecuador, respondía a la necesidad que teníamos de contar con un cuerpo de conocimientos que vinieran a sumarse a la Historia General de un pequeño país, cien veces invadido, al que inclusive se le discutió las razones de su existencia y sin embargo logró mantener su identidad y un espacio geográfico. Misión cumplida: “Historia militar del Ecuador” (Quito, 2010). Buen formato, pulcritud editorial. En la contratapa, una estupenda reproducción del mapa del P. Fritz sobre “El gran río Marañón o Amazonas”, 1707: documento fundamental de la obra civilizadora de la Real Audiencia de Quito con su brazo ejecutor los misioneros jesuitas. Sus autores: dos civiles y 14 militares desde generales hasta un suboficial, y una capitana Rosita Chacón. Todos ellos bien informados, familiarizados con el ejercicio de leer y escribir, ciudadanos cultos. Quienes organizaron el índice temático de la historia militar de nuestro país tuvieron la lucidez de comenzar por esas evidencias de una nacionalidad ya definida: Atahualpa, el emperador quiteño; Rumiñahui, el plebeyo general quiteño; la columna vertebral de las tropas quiteñas: los ‘guaguacunas’, los hijos de los degollados en Yahuarcocha. Nada de mentes afiebradas: los soldados quiteños imponiéndose hasta llegar al Cusco a paso de vencedores. Mi atención se concentró en los capítulos relacionados con la derrota del 41 y la victoria del Alto Cenepa de 1995, pasando por la frustración de Paquisha en 1981. Sus autores, los generales Paco Moncayo y José Gallardo; objetivos, de comentarios sin concesiones, de razonamientos rigurosos. Luces y sombras. El final: las FF.AA. de un pequeño país que se habían preparado para resistir otra invasión y se impuso a la hora de la verdad. Un final, digo yo, que nos permitió llegar a la paz con
  • 11. la cara limpia, respetables ante nosotros mismos. En esa historia militar, incluidos capítulos de nuestra historia diplomática, lo que no encontré por ninguna parte es la respuesta que debimos darle al canciller brasileño Aranha cuando estábamos por firmar el Protocolo de Río de Janeiro. “¿Qué actos de posesión han hecho ustedes durante cien años en los territorios que reclaman?”. ¡Rocafuerte, señor!, a orillas del Napo cuando es plenamente navegable. Hasta una escuelita tenía para los hijos de los colonos que se dedicaban a la agricultura y ganadería y sus productos llegaban a Iquitos y Manaos. Conservo fotos, documentales, tomadas por mi padre cuando estuvo en Rocafuerte como médico del Batallón Vencedores, unidad enviada con el propósito de hacernos valer en ese puesto crucial de la línea de frontera, cuando el statu quo de 1936.