Segóbriga continuó siendo una importante ciudad visigoda con obispos que asistieron a los concilios de Toledo entre 589 y 693 d.C. Data de esta época una gran basílica y una extensa necrópolis que la rodea, aunque la vida urbana debió reducirse. Los obispos segobrigenses estuvieron documentados en los concilios toledanos durante más de un siglo. La ciudad sufrió numerosas transformaciones en su aspecto urbano durante la Antigüedad Tardía.
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Créditos
CONSEJO
DE
ADMINISTRACIÓN
PRESIDENTE
Santiago Fisas Ayxelà
VOCALES
Luis Alberto de Cuenca y Prado
Bartolomé González
Concepción Guerra Martínez
Arsenio Lope Huerta
José Luis Martínez-Almeida Navasqüés
Clara Eugenia Núñez Romero-Balmas
Isabel Rosell Volart
SECRETARÍA
Cristina Torre-Marín Comas
MUSEO
DIRECTOR
Enrique Baquedano
ASESOR TÉCNICO
Manuel Santonja
JEFE DE ÁREA DE CONSERVACIÓN
Antonio F. Dávila Serrano
JEFA DEL ÁREA DE DIFUSIÓN
Rosario Pérez
AUTORES
Lorenzo Abad Casal
Juan Manuel Abascal
Miguel Alba Calzado
Martín Almagro Gorbea
Darío Bernal Casasola
Luis Balmaseda Muncharaz
Julia Beltrán de Heredia
Michael Bonifay
Pablo Cánovas Guillén
Manuel Castro Priego
Rosario Cebrián Fernández
Blanca Gamo Parras
Amaya Gómez de la Torre-Verdejo
Josep M. Gurt Esparraguera
Sonia Gutierrez Lloret
Joseph María Macía Solé
Pedro Mateos Cruz
Lauro Olmo Enciso
Sebastián Rascón Martínez
Albert V. Ribera i Lacomba
Ana Lucía Sánchez Montes
Isabel Sánchez Ramos
Isabel Velázquez Soriano
Gisela Ripoll López
Alvaro Sanz Paratcha
Armin U. Stylow
Jaime Vizcaíno Sánchez
Maquetación
MCF Textos
JEFE DE ÁREA DE ADMINISTRACIÓN
Antonio Esteban Parente
Impresión
B.O.C.M.
PUBLICACIÓN
EDITOR CIENTÍFICO
Lauro Olmo Enciso
ISSN
1579-7384
COORDINACIÓN
Amaya Gómez de la Torre-Verdejo
Juan L. Bonor
Depósito Legal
M-
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Índice
9 Presentación
SANTIAGO FISAS AYXELÀ
Consejero de Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid
11 Reflexiones recopolitanas
ENRIQUE BAQUEDANO
Director del Museo Arqueológico Regional
13 Prólogo
SOLEDAD HERRERO
Consejera de Cultura de Castilla-La Mancha
15 A Ricardo Francovich, arquéologo
LAURO OLMO ENCISO
17 Recópolis y la ciudad en la época visigoda: introducción a un paisaje histórico
LAURO OLMO ENCISO
BLOQUE I: RECÓPOLIS
22 Fuentes escritas y primeras investigaciones sobre Recópolis
LAURO OLMO ENCISO
40 Recópolis: una ciudad en una época de transformaciones
LAURO OLMO ENCISO
64 Recópolis y su justificación científica: la secuencia estratigráfica
LAURO OLMO ENCISO, MANUEL CASTRO PRIEGO, AMAYA GÓMEZ DE LA TORRE-VERDEJO,
ÁLVARO SANZ PARATCHA
76 La muralla de Recópolis
AMAYA GÓMEZ DE LA TORRE-VERDEJO
88 La cerámica de época visigoda de Recópolis: apuntes tipológicos desde un
análisis estratigráfico
LAURO OLMO ENCISO, MANUEL CASTRO PRIEGO
98 Recópolis, paradigma de las importaciones africanas en el visigothorum regnum.
Un primer balance
MICHAEL BONIFAY, DARÍO BERNAL CASASOLA
116 La actividad artesana en Recópolis: la producción de vidrio
MANUEL CASTRO PRIEGO, AMAYA GÓMEZ DE LA TORRE-VERDEJO
130 Los hallazgos numismáticos de Recópolis: aspectos singulares de su integración
en la secuencia histórica del yacimiento
MANUEL CASTRO PRIEGO
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142 La escultura de Recópolis
LUIS J. BALMASEDA MUNCHARAZ
158 Las inscripciones de Recópolis
ARMIN U. STYLOW
164 Vida después de la muerte: los contextos cerámicos de Recópolis en época emiral
ÁLVARO SANZ PARATCHA
BLOQUE II: CIUDADES EN ÉPOCA VISIGODA
182 Las ciudades hispanas durante la antiguëdad tardía: una lectura arqueológica
JOSEP M. GURT I ESPARRAGUERA, ISABEL SÁNCHEZ RAMOS
204 Toletum vs. Recópolis. ¿Dos sedes para dos reyes?
GISELA RIPOLL LÓPEZ, ISABEL VELÁZQUEZ SORIANO
220 Segóbriga visigoda
JUAN MANUEL ABASCAL FERNÁNDEZ, MARTÍN ALMAGRO-GORBEA, ROSARIO CEBRIÁN PALAZÓN
242 Urbanismo de la ciudad de Complutum los siglos VI y VII
SEBASTIÁN RASCÓN MARQUÉS, ANA LUCÍA SÁNCHEZ MONTES
260 El paisaje urbano de Emerita en época visigoda
MIGUEL ALBA CALZADO, PEDRO MATEOS CRUZ
274 Barcino durante la antigüedad tardía
JULIA BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO
292 Tarracona visigoda. ¿Una ciudad en declive?
JOSEP MARÍA MACIAS SOLÉ
302 La ciudad de Valencia durante el período visigodo
ALBERT VICENT RIBERA I LACOMBA
322 Una ciudad en el camino: pasado y futuro de El Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete)
LORENZO ABAD CASAL, SONIA GUTIÉRREZ LLORET, BLANCA GAMO PARRAS, PABLO CÁNOVAS GUILLÉN
338 Carhago Spartaria, una ciudad hispana bajo el dominio de los milites romani
JAIME VIZCAÍNO SÁNCHEZ
362 Ciudades del Fretum Gaditanum tardoantiguo Pesquerías y comercio transmediterráneo
en época bizantina y visigoda
DARÍO BERNAL CASASOLA
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Resumen
Segóbriga es una de las ciudades romanas mejor conservadas del occidente del Imperio Romano y el más importante conjunto arqueológico de la Meseta. Inicialmente sería un castro
celtibérico que, tras su conquista romana a inicios del siglo II a. C. se convirtió en un oppidum. En el siglo IV ya se abandonan sus principales monumentos siendo prueba de su progresiva conversión en un centro rural. En época visigoda, a partir del siglo siguiente era
todavía una ciudad importante, con obispos que acudían a los concilios de Toledo entre los
años 589 y 693 d.C. De estos años es una gran basílica y la extensa necrópolis que la circunda, pero la vida urbana debió ser cada vez más reducida. Esta situación prosiguió hasta la invasión islámica, cuando obispos y élites gobernantes huirían a los reinos cristianos del
norte.
Palabras clave: Segóbriga, Cabeza del Griego, sede episcopal, basílica, obispos, sepulcros
Abstract
Segobriga is one of the best conserved Roman cities in the western part of the Roman Empire and the most important arqueological site in the Central Plain. In the beginning it was a
celtiberic “castro” and after the Roman conquest at the beginning of the 2nd century A.D. Segobriga was transformed into an oppidum. During the 4th century the main monuments are
abandoned as a sign of ruralisation of the city. In the Visigothic Period it was still an important city. The bishops of Segobriga attended the Council of Toledo during the years 589 to
693 A.D. The Basilicum is of this period and an extensive necropolis around it but the urban
life was being reduced. This situation would prevail until the muslim invasion of the Peninsula when bishops and the elite moved to the northern Christian kingdoms of the north.
Keywords: Segobriga, Cabeza del Griego, Basilicum, Bishop sites.
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Segobriga visigoda
Juan Manuel Abascal Palazón*, Martín Almagro Gorbea**, Rosario Cebrián Fernández***
Tras su borroso pasado celtibérico y una etapa romana cada vez mejor conocida entre los siglos I a.C. y III d.C., Segobriga 1 sufrió en la tardía romanidad numerosas mutaciones físicas en su aspecto urbano. En la primera mitad de esa
centuria aún se erigían estatuas sobre pedestales en el foro
y se mantenían las restauraciones sobre los mosaicos de las
termas monumentales flavias. Significa esto que la ciudad
disponía aún de una élite capaz de sostener los niveles normales de la actividad administrativa y urbana, aunque tales
desembolsos se debieron interrumpir poco después.
A lo largo del siglo IV cesaron las actividades ordinarias en
el teatro y en el anfiteatro (Sánchez-Lafuente, 1995: 177183); el expolio del material constructivo de la basílica del foro comenzó en el siglo IV, acaeciendo el derrumbe del edificio hacia el oeste entre la segunda mitad de esa centuria y
principios del V d.C. (Noguera, Abascal y Cebrián, 2005); del
mismo modo, la explanada del foro fue amortizada en el si-
* Universidad de Alicante, juan.abascal@ua.es
** Universidad Complutense, anticuario@rah.es
glo V por viviendas y talleres que reaprovecharon los edificios preexistentes (Abascal, Almagro-Gorbea y Cebrián,
2002: 123-161).
En el siglo VI, en gran parte de la zona excavada sobre la
superficie del foro se observa que sobre los niveles de abandono y expolio han comenzado a surgir viviendas de arquitectura muy modesta que, con frecuencia, reaprovechan los
materiales que en otro tiempo dieron vistosidad a la arquitectura pública de la ciudad. Inscripciones, incluídos algunos
pedestales, capiteles y fustes de columna, fragmentos de arquitrabes e incluso elementos epigráficos traídos de las necrópolis, arman esos muros que parecen indicar que sobre
la ladera de Cabeza del Griego subsiste un espacio urbano
de la misma superficie que el de época altoimperial pero netamente menos monumental.
A finales de esa centuria, Segobriga era ya cabeza de un
obispado visigodo y, seguramente, la basílica que hasta hoy
caracteriza esa etapa de la ciudad llevaba en pie varias décadas, si no un siglo. Fuentes tardías como el Ravenate (4,
42, 44) o San Isidoro (Etim. 16,4) mencionan la ciudad por
su posición viaria y su antigua riqueza en lapis specularis,
aunque huelga decir que estas referencias deben ser préstamos de escritores anteriores 2.
*** Universidad de Valencia, segobriga@jccm.es
1. Las excavaciones en Segobriga forman parte del programa financiado por
la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y el Instituto Nacional de Empleo bajo la dirección de Juan Manuel ABASCAL, Martín ALMAGRO-GORBEA y Rosario CEBRIÁN. La redacción de este trabajo se ha realizado como complemento al tema principal en el marco del proyecto HUM2006-07904 financiado
por el Ministerio de Educación y Ciencia y fondos FEDER.
2. Fuentes antiguas: Frontino, Strat., 3, 10, 6 y 3, 11, 4 (Viriato); Estrabón 3,
4, 13; Plin., Nat. hist. 3, 25 (caput Celtiberiae) y 36, 160 (lapis specularis; de
ahí, Isid., Etym. 16, 4); Ptol. 2, 6, 57; Rav. 313, 8-13 (IV 44) (vías). Cf. además Almagro Basch, 1983a: 33 s.; Alföldy, 1987: 74, n. 231.
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Recópolis y la ciudad en la época visigoda
Figura 1: Vista general de
Segobriga desde el norte;
en primer término, el Centro de Interpretación; tras
él, el área funeraria y la
basílica visigoda; al fondo,
el casco urbano.
Figura 2: La basílica visigoda de Segobriga, desde el noroeste (febrero de
2006).
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JUAN MANUEL ABASCAL PALAZÓN, MARTÍN ALMAGRO GORBEA, ROSARIO CEBRIÁN FERNÁNDEZ / Segobriga visigoda
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Figura 3: Tumbas visigodas
tras el antiguo Museo.
Los obispos segobrigenses están documentados en los
concilios toledanos durante más de un siglo (589-693 d.C.),
aunque el núcleo episcopal pudo continuar existiendo nominalmente incluso hasta después de la presencia árabe: baste recordar que en la vecina Ercavica, el último de sus obispos, Sebastián, fue expulsado el año 866 y se refugió en
León, siendo nombrado obispo de Orense.
A la época visigoda, además de la basílica, pertenece parte de una extensa necrópolis que ocupa el llano situado entre este edificio y el antiguo Museo; en este espacio se ordenan de norte a sur, es decir, desde la zona más alejada
de la ciudad hacia sus cercanías, las tumbas de los siglos IV
a IX d.C., incluyendo un buen número de sepulturas formadas con materiales romanos reaprovechados y que han proporcionado ajuares visigodos (Almagro Basch, 1975; EbelZepezauer, 2000: 276-278). A este respecto, merece citarse
la presencia en una parte de las tumbas de la zona septentrional de monedas en buen estado de conservación de finales del siglo IV d.C. (Abascal et alii, 2004: 415-433), lo que
vendría a indicar que también la zona de enterramientos de
la basílica e incluso un primitivo mausoleo podrían remontarse a fechas más tempranas de las que habitualmente manejamos.
Al formarse en Uclés el dominio bereber de al-Fath ben
Musa ben Din-Num, que se sublevó contra el emirato de
Córdoba el 775 de la era, Segobriga quedó convertida en
una torre circundada de su foso, dependiente a partir de
entonces del castillo de Uclés, situado a sólo 10 km. A partir del siglo XII, por circunstancias históricas que no vienen
ahora al caso, los titulares de la diócesis de Albarracín-Se-
gorbe pasaron a considerarse sucesores de la sede segobrigense
La sede episcopal de Segobriga
Segobriga entró en los estudios arqueológicos de la Hispania visigoda a finales del siglo XVIII; los primeros descubrimientos conocidos en la zona de la llamada «basílica visigoda» extramuros datan de 1760 y las excavaciones
promovidas desde el monasterio santiaguista de Uclés se realizaron en 1789 y 1790. Ya en 1769 el padre Enrique Flórez se había ocupado de ordenar la lista de los obispos segobrigenses (Flórez, 1769: 110-116), pero sólo los hallazgos
de las sepulturas de los obispos Nigrino y Sefronio relanzarían los estudios sobre la sede episcopal con una amplia y
nutrida bibliografía en la que no faltaron los debates sobre el
nombre antiguo de la ciudad 3.
Las excavaciones de 1789-1790 pusieron al descubierto
la planta de la basílica 4 caracterizada por la presencia de los
sepulcros episcopales, en cuyo alrededor se encontraron diversas sepulturas; en los trabajos se recuperaron además un
3. El tema está ampliamente tratado en Almagro Basch 1983, donde se recoge el elenco de obras, el análisis de los diferentes puntos de vista y la secuencia de las excavaciones. Este libro es básico para cualquier aproximación
a los estudios sobre la ciudad.
4. Camps, 1940: 436 ss y 493; Schlunk, 1945: 305-319; Puertas, 1967, 4980; Palol, 1967: 93-97; Ulbert, 1978, 128; Schlunk y Hauschild, 1978: 43 (Abb.
21) y 52 s.; Caballero, 1981; Mayer, 1983: 211-228; Alföldy, 1987: 85, nota 282;
Caballero, 1989: 122-127; Alonso Sánchez, 1991: 283; Ebel-Zepezauer, 2000:
276-278; Caballero, 2000: 101-102; Sotomayor, 2003: 98; Ubric, 2004: 166.
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Recópolis y la ciudad en la época visigoda
buen número de elementos decorativos entre los que se encuentran restos de pilastras, columnas, placas decoradas,
fragmentos de cancel, etc. Este edificio no parece una basílica episcopal propiamente dicha, sino más bien un martyrium extramuros en el centro de una necrópolis con inhumación ad sanctos de algunos obispos (Ubric, 2004: 166;
Sotomayor, 2003: 98); de hecho, casi dos siglos después,
en 1971-1972, M. Almagro Basch llevaría a cabo la excavación de la extensa necrópolis visigoda situada al sur de la
basílica (Almagro Basch, 1975), lo que confirmó plenamente
que todo este espacio tuvo uso funerario durante varias centurias, alcanzando la época islámica; los trabajos de limpieza de la basílica en 1981 proporcionaron también un importante volumen de materiales decorados (Fig. 21) cuyo estudio
ha sido realizado en fecha reciente (Gutiérrez Lloret y Sarabia, 2006). Aún en 2000 y 2001 tuvimos oportunidad de excavar una parte del espacio funerario situado entre la basíli-
ca y la zona estudiada por Almagro Basch, obteniendo como resultado una ampliación del arco temporal de inhumación, que parece iniciarse ya a finales del siglo IV a juzgar por
los testimonios numismáticos y los ajuares recuperados
(Abascal et alii, 2004: 415-433); no es descartable, de hecho, que el edificio fuera originariamente el mausoleo de los
obispos ya citados y que sólo en una segunda fase surgiera la basílica, empleando ese martyrium como cabecera (Caballero, 1981; id., 2000: 101).
La basílica está situada a unos 750 metros al norte de la
muralla de Segobriga, en una zona llana atravesada por la
vía que procedía de Complutum. El edificio mide 45,3 m de
longitud y 23,2 m de anchura; está formado por un aula de
tres naves, siendo la central de anchura muy superior a las
laterales, de las que la separan dos series de diez columnas
a juzgar por las descripciones del siglo XVIII que aún no tienen confirmación arqueológica moderna.
Figura 4: Planta de la basílica visigoda tras las excavaciones de 1789-1790 según Fernández 1790a: fol. 31;
RAH-9-5597-1.
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Figura 5: Planta parcial de la basílica visigoda según interpretación de Juan Antonio Fernández durante la excavación; en el lado norte se observa un gran número de sepulturas (Diario de excavaciones de Juan Antonio
Fernández, 1790d, RAH-11-8109-4k).
Al oriente del aula se encuentra un espacio rectangular que
fue definido como crucero en los trabajos antiguos y que, en
realidad, es un pasillo a cota inferior que el aula, que forma
ya parte de la cripta y que no alcanza en longitud la anchura total del edificio. El efecto visual de gran crucero que trasladaron los dibujos de Cornide (1799: lám. 8) es resultado de
la consideración como obra visigoda de algunas construcciones medievales que se añadieron al primitivo edificio (Fig.
9). A esa cripta se desciende por una escalera situada en su
extremo norte y los dibujos de sus excavadores (Fig. 6) dan
a entender que era subterránea, y no sólo un espacio situado a una cota inferior, algo que aún tienen que demostrar las
excavaciones actualmente en curso.
En el extremo sur de esa cripta convertida por Cornide en
crucero se encontraron las dos laudas funerarias de Nigrinus
y Sefronius (IHC 166). La peculiaridad del hallazgo radica en
que la descripción del descubrimiento (vid. infra y Fig. 7) indica que ambas estaban emparejadas y sostenidas sobre
peanas en forma de altar; si a ello unimos que sólo presentan textos en su extremo superior, la expresión hic sunt sepulcra sanctorum... y el que Sefronius posea su propia lauda sepulcral métrica en otro lugar (IHC 165), deberíamos
estar ante un altar con relicario y no ante las tumbas propiamente dichas.
El ábside, que sólo conocemos en la cota de la cripta por
las excavaciones antiguas, es circular al interior y poligonal al
exterior según luego veremos (Fig. 4). En su interior se recuperaron dos sarcófagos, uno de ellos con inscripción (IHC
168) (Figs. 7 y 19) y sostenido sobre dos peanas.
Al oeste de la cripta, las ilustraciones del siglo XVIII dibujan una serie de machones rectangulares que podrían tener
como función el apoyo del piso superior de la nave central
en el caso de que la cripta fuera de mayores dimensiones;
por ahora no podemos confirmar si estos elementos existieron o forman parte de la fantasía de los excavadores.
En el grabado de Melchor de Prado y López Enguídanos
todo el edificio aparece dibujado como obra de sillería muy
regular, aunque los pocos paramentos que subsisten sólo
muestran el empleo de la cantería bien escuadrada en la cimentación de la cripta y en la escalera de acceso desde el
norte. Otro tanto hay que decir de la cota conservada en el
siglo XVIII; aunque sabemos por la correspondencia mantenida desde Saelices con la Real Academia de la Historia que
hubo un expolio acusado en el siglo XIX, también es cierto
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Figura 6: Sección transversal de la «cripta» de la basílica visigoda desde el sur, según la interpretó Juan Antonio Fernández durante la excavación (Diario de excavaciones de Juan Antonio Fernández, 1790d, RAH-11-8109-4k).
Figura 7: Plano de detalle de la zona oriental de la
basílica al termino de los trabajos de 1790, según Juan
Antonio Fernández (RAH-9-7953-1/41).
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JUAN MANUEL ABASCAL PALAZÓN, MARTÍN ALMAGRO GORBEA, ROSARIO CEBRIÁN FERNÁNDEZ / Segobriga visigoda
que hoy no queda huella alguna de la tapia que se mandó
construir en 1790 ni de los fabulosos alzados, incluyendo arcos in situ que aparecen en la publicación de Cornide.
Los elementos decorativos recuperados en el siglo XIX por
Juan de Dios de la Rada y Fidel Fita llevaron a Schlunk a
considerar que el edificio debió tener una primera fase quizá
del V (Schlunk, 1945: 314), aunque habría sufrido modificaciones que llegarían hasta los siglos VII-IX (Caballero, 2000:
101).
La arquitectura y decoración de la basílica visigoda
según las excavaciones del siglo XVIII
«Las raras, y extrañas circunstancias que precedieron, y han
ocurrido en el progreso de la excavación de que se da noticia en este breve discurso, apenas parece que las podía preparar la casualidad: la Providencia sin duda las dispuso acor-
227
dadamente para sacar del olvido à dos santos obispos que
hasta ahora no eran conocidos, siendo propios de España,
y para otros fines que ceden en honor de este Reino».
Así empieza el relato inédito de Juan Antonio Fernández
sobre las excavaciones llevadas a cabo en la basílica visigoda de Segobriga en el otoño de 1789 y en el invierno
de 1789-1790 (Fernández, 1790a). Las «extrañas circunstancias» a que se refiere Fernández no son otras que la
coincidencia en Uclés del prior Antonio Tavira –interesado
en ordenar el archivo de la Orden de Santiago custodiado
en el monasterio de esta localidad– con el propio Juan Antonio Fernández, archivero del obispo de Tudela y reclamado por el citado prior para llevar a cabo la ordenación
deseada.
Es cierto que el descubrimiento de la basílica visigoda fue
una feliz casualidad, pues nada más iniciarse la clasificación
Figura 8: Boceto de la basílica de Segobriga en 1794
según Melchor de Prado (RAH-9-4130-37).
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Recópolis y la ciudad en la época visigoda
Figura 9: Grabado de V. López Enguídanos para la edición
de Cornide 1999, lám. 8 a partir del boceto de Melchor de
Prado (aquí, figura 8).
de los papeles del monasterio aparecieron datos sobre la
existencia en el cerro de Cabeza del Griego (Segobriga) de
diferentes restos de antigüedades que llamaron la atención
de ambos. Esos descubrimientos de archivo dieron lugar a
una visita al lugar el 17 de octubre de 1789 y al comienzo
inmediato de las excavaciones.
Por los datos de Juan Antonio Fernández sabemos que ya
en 1760 se habían realizado algunos descubrimientos casuales en el lugar, incluyendo algunos fragmentos de la inscripción métrica del obispo Sefronius (IHC 165 + 398; ICERV
276) que le fueron enseñados a Tavira en la tarde del 17 de
octubre de 1789 (Fernández, 1790a: fol. 22) por conservar-
se en la vecina localidad de Saelices (Cuenca), a cuyo término pertenecen las ruinas de Segobriga 5.
De la atenta lectura de los diarios de excavación de esa
campaña se puede deducir que la planta que a través de
Cornide (1799: lám. 8) ha llegado hasta nosotros (figura 9)
incluye un gran número de elementos inseguros y que no
fueron revisados con suficiente detalle ni en los trabajos de
5. Detalle de las referencias bibliográficas de estos trabajos en Almagro
Basch, 1983a: 86 ss. Sobre las actividades arqueológicas de finales del siglo
XVIII, cf. Almagro-Gorbea y Maier, 2003: 20, con algunos de los documentos
generados por los trabajos y guardados en la Real Academia de la Historia.
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JUAN MANUEL ABASCAL PALAZÓN, MARTÍN ALMAGRO GORBEA, ROSARIO CEBRIÁN FERNÁNDEZ / Segobriga visigoda
campo de 1789, ni en la visita que José Andrés Cornide y el
dibujante Melchor de Prado realizaron al lugar en 1794 por
encargo de la Real Academia de la Historia, que había tomado la dirección de los trabajos desde finales de 1789 por
indicación de Floridablanca.
Disponemos de cuatro dibujos de la planta de la basílica
visigoda de Segobriga, todos ellos fechados entre 1789 y
1794.
El primero de los planos, el más antiguo y al mismo tiempo el más exacto, es el realizado por el propio Fernández du-
229
rante las excavaciones de 1789-1790 (figura 4). En su pie
puede leerse J(uan) A(ntonio) Fern(ande)z Tutelanus fecit.
Forma parte de su informe final de excavaciones (Fernández
1790a: fol. 31; RAH-9-5597-1) y tiene la particularidad de
que el exterior del ábside se dibuja de forma poligonal al
tiempo que indica la posición de los sarcófagos.
En este boceto se presenta un edificio de tres naves –la
central mucho más ancha que las laterales– que concentra
todos los sepulcros de la llamada «cripta» por los excavadores en la zona oriental, cerca de la cabecera; aunque en el
Figura 10: Hallazgos de relieves visigodos
y piezas romanos reaprovechadas durante
la excavación del día 11 de diciembre de
1789 en la basílica visigoda (Diario de excavaciones de Juan Antonio Fernández,
1790d, RAH-11-8109-4k).
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Recópolis y la ciudad en la época visigoda
plano sólo aparecen unas escaleras de acceso en el costado septentrional, el dibujo da a entender que pudo haber otro
acceso occidental.
El dibujo depende de dos apuntes tomados durante la excavación por el propio Fernández (RAH-9-8109-4k), uno de
planta (Fig. 5) y otro en sección de la zona excavada (Fig. 6),
donde da la impresión que, efectivamente, la llamada «cripta» fue realmente un espacio subterráneo. De otros elementos representados en el plano, como los apoyos de columnas, no tenemos seguridad de que existieran o, al menos,
de que su número y colocación, fueran los reales, pues los
diarios de excavación no llegan a tratar de los trabajos en la
zona occidental del edificio y es probable que primero Fernández y luego Melchor de Prado restituyeran la serie columnada a partir de lo visto en la cabecera de la nave.
El segundo es el referido únicamente a la parte oriental del
edificio, incluyendo la cabecera y el crucero meridional (RAH9-7953-1/41); como el resto de la serie dibujada por Fernández, data de finales de 1789 y primeros meses de 1790.
El interés de este documento radica en que sitúa con precisión el lugar de hallazgo de la doble lauda sepulcral de Nigrinus y Sefronius (IHC 166) en el extremo del crucero meridional (Fig. 7), al tiempo que en el ábside ubica con el n.º 1
el sarcófago con inscripción exterior IHC 168.
Los planos tercero y cuarto son obra de Melchor de Prado; el primero es el boceto realizado in situ (RAH-9-4130-37)
durante su visita al lugar (Fig. 8) acompañando a Cornide entre el 28 de junio y el 15 de julio de 17946; el segundo es la
versión grabada por V. López Enguídanos (Fig. 9) a partir de
ese boceto y que sería empleada para editar el informe de
Cornide (1799: lám. 8). Ambos planos, que idealizan una parte de los restos hallados para darles un aspecto más canónico, presentan además el inconveniente de que se confundieron con las estructuras visigodas algunos muros
posteriores que pasan sobre ellas y que hoy aún son visibles
en el terreno, lo que generó un crucero de proporciones muy
superiores a las reales, cuando en las excavaciones de Fernández y Tavira este elemento es incluso más corto que el
ancho total del aula.
De los diarios de excavación se desprenden algunos datos interesantes sobre la decoración interior del edificio. En
diferentes páginas del texto aparecen dibujadas piezas con
6. De aquel viaje surgieron dos manuscritos: el primero de ellos es el diario
personal en que Cornide va relatando las etapas de su viaje y las impresiones
y comentarios que oye; esta pieza quedó inédita a su muerte (RAH-9-391214, fol. 157-196); el segundo es la versión literaria del citado viaje, mucho más
extensa, realizada ya con el manejo de bibliotecas, anotada y ampliada con el
amplio estudio de la Celtiberia, que se publicaría finalmente en Memorias de
la Real Academia de la Historia 3, Madrid 1799, 71-244; este segundo manuscrito luego editado se conserva archivado en la propia Academia como
parte del legado Luis José Velázquez de Velasco, Marqués de Valdeflores
(RAH-9-4130, tomo 37) y no presenta novedades científicas, más allá de algunas curiosidades.
decoraciones típicamente visigodas unidas a otras que son
manifiestamente romanas; la razón hay que buscarla en el
reempleo de materiales procedentes de la ciudad que formaron parte de los muros de la basílica, incluyendo un buen
número de inscripciones, columnas, fragmentos de arquitrabes y capiteles, etc. Especialmente ilustrativa es la lámina referida a los hallazgos del día 11 de diciembre de 1789 (Fig.
10). Muchas de esas piezas aparecen dibujadas sin especificar el lugar exacto del descubrimiento. A falta de un estudio de detalle pendiente aún de hacer, nos quedaremos aquí
con una ilustración referida a la jamba de entrada al ábside,
rematada en una columna con decoración superior de dos
arcos y con un capitel formado con semicírculos concéntricos que el autor indica que formaban el «poste q(u)e es el
derecho al entrar a la rotonda» (Fig. 11).
Entre los elementos recuperados en las excavaciones se
encontraban también un buen número de columnas, algunas
de las cuales aparecieron dentro del ábside. Aunque se encuentran reproducidas en diferentes bocetos del manuscrito
RAH-9-8109-4k, el llamado Diario de excavaciones (Fernández, 1790d), Fernández reunió algunas de ellas en una sola
lámina para que Tavira pudiera incluirlas en sus envíos de documentación a Floridablanca (RAH-9-7953-1/46) (Fig. 12). La
situada a la izquierda de la figura 12 fue descubierta en el
ábside a poco de comenzar los trabajos; las que llevan los
Figura 11: Poste q(u)e es el derecho al entrar a la rotonda: q(u)e hace uniformidad aunq(u)e no en la labor a los tres restantes; están labrados por todas
partes con diferentes labores (Diario de excavaciones de Juan Antonio Fernández, 1790d, RAH-11-8109-4k).
17. 14. Segobriga visigoda:Recopolis
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Figura 12: Columnas recuperadas en la excavación de la
basílica en 1789-1790, según Juan Antonio Fernández
(RAH-9-7953-1/46).
n..º III y IV, la primera de ellas decorada, son piezas esperables en el contexto temporal de los hallazgos. También aquí
se recuperaron algunos objetos de uso cotidiano, incluyendo una hebilla de cinturón de aspecto típicamente visigodo
(Fig. 13).
El descubrimiento de los sepulcros episcopales
Además de la planta, cuyo estado real conoceremos tras los
trabajos que se van a desarrollar en el edificio en este mismo año 2006, de las excavaciones de 1789-1790 nos ha llegado un significativo volumen de hallazgos y una pormenorizada descripción sobre el descubrimiento de los sepulcros
episcopales visigodos, acompañada de algunas ilustraciones
nunca publicadas hasta la fecha y que merecen ser dadas a
conocer.
1. El hallazgo de las laudas de Nigrinus y Sefronius
(IHC 166; ICERV 264a-b)
En su relato de las excavaciones de 1789, Juan Antonio
Fernández dice lo siguiente (Fernández, 1790a, fol. 33-34 y
1790b):
«El descubrimiento más apreciable se hizo en la tarde del día
14 de diciembre a presencia del dicho Prior [i.e. Antonio Tavira] y
de otras personas de autoridad. Finalizaba el crucero del lado de
la epístola en una pared que desmontada ofreció a la vista una
especie de mesa altar proporcionada y con la superficie igual,
compuesta de dos lápidas con una inscripción que ocupaba las
dos y decía [IHC 166]:
+ HIC SVNT SEPVL
CRA SANCTORVM
+I D NIGRINVS EPISC
+ SEFRONIVS EPISC
Estos eran dos sepulcros unidos, hechos de piedras sin labrar,
y quitadas las lápidas se extrajeron los huesos que se hallaron en
ellos y practicaron algunas diligencias que constan en el Acta que
se escribió de esta invención...»
El lugar de hallazgo fue el extremo sur del llamado «crucero» y las inscripciones fueron descubiertas in situ. Como
ya hemos dicho (vid. supra) y como puede verse en uno de
los planos de aquellos trabajos (Fig. 7), la inscripción ocupaba sólo el extremo superior de estas lápidas que formaban
«una especie de mesa altar»; es decir, no se trataba propiamente de sepulcros, sino probablemente de un altar con relicario. A esta opinión contribuye el que Fernández omita
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Recópolis y la ciudad en la época visigoda
Figura 13: Hebilla de cinturón descubierta en las excavaciones de la basílica en
1789-1790, según Fernández (RAH-9-7953-1/37) y
copiada por Palomares
(RAH-9-5939).
cualquier referencia a la decoración que pudieran contener
los sepulcros o a cómo se formaron las paredes de los mismos, tema sobre el que es más explícito en el descubrimiento
de un sepulcro anónimo que nos ocupará a continuación.
2. El hallazgo del sepulcro anónimo de placas de mármol
En el relato escrito por Juan Antonio Fernández figura un
descubrimiento sensacional que ha pasado casi desapercibido debido a las importantes modificaciones que hiciera
Melchor de Prado de los dibujos originales de Fernández y
de las copias de Palomares. El texto del excavador dice así
(Fernández, 1790a, fol. 23-24 y 1790b):
«El día cuarto se manifestó un sepulcro en la siguiente forma:
la primera superficie era de piedras toscas cogidas con cal; debajo de ésta había otra de una argamasa blanca de cal y canto
menudo de dos dedos de elevación, contenida con un bordecito
o marco de piedra negra de la misma altura, que rodeaba el sepulcro.... Quitada ésta, quedó descubierta una lápida de alabastro [i.e. mármol] terso y fino, con vetas cárdenas, siete pies y medio de larga y poco más de una pulgada de gruesa, y removida
se vio el interior del sepulcro, formado de otras lápidas iguales en
la materia y grueso, pero con labores y colores bien conservados:
en dos de ellas se registran nueve puntos que ocupan a lo ancho toda la parte superior, y debajo dos delfines sobre unas ondas, con una cruz roja a modo de lábaro según la usaron los primeros cristianos; todo ello grabado a excepción de lo que sigue
hasta abajo, que en la una son ocho corazones encarnados y en
la otra unas florecillas y lazos, que es de relieve. En las restantes
hay figuradas un ánfora o ampolla con asas, pie y cubierta; tiene
la boca dada de color rojo o de sangre, como la cruz o monograma del nombre de Christo que está en el medio, entre dos florecitas; una columna, con una que parece palma, según aquí se
muestra.
Dentro de este sepulcro se halló un esqueleto completo, pero
sus huesos que por la antigüedad que denotaban se deshacían
fácilmente al tocarlos, no cuidaron los excavadores de recogerlos,
sino que los esparcieron entre la tierra que sacaban. No tenía inscripción alguna...»
Las placas decoradas a que se refiere Fernández las reprodujo en color en los dibujos enviados a la Real Academia
de la Historia (Fig. 14), luego copiados por Francisco Javier
de Santiago Palomares para mantener una segunda copia
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Figura 14: Placas decoradas que formaban un sarcófago descubierto en la basílica en 1789 (según Fernández, RAH-9-7953-1/42, 43 y 45).
de reserva en el archivo de la institución (RAH-5939: fol. 112113) y más tarde adaptadas por Melchor de Prado para la
publicación de Cornide (1799: lám. 4, n..º 4); esta adaptación para permitir el grabado por parte de V. López Enguídanos produjo una simplificación absoluta de los motivos, de
forma que la ilustración empleada por Schlunk (1945: 306,
fig. 1) a partir de Cornide ya no guarda apenas relación con
el original.
La descripción facilitada por Fernández y el dibujo que hace de las placas «de alabastro» (es decir, de mármol) son
coincidentes, pero siguen existiendo serias dudas sobre cuáles de las seis que aparecen en sus dibujos (RAH-9-7953-
1/42, 43 y 45) pertenecían a un mismo sepulcro como dicen
los encabezamientos de las citadas ilustraciones, pues hay
una pequeña diferencia con los datos proporcionados en el
informe final de RAH-5597-1 (Fernández, 1790a).
En cualquier caso, los esquemas compositivos de filiación
cristiana y claramente visigodos que aparecen en las citadas
ilustraciones permiten deducir que una o varias de estas placas poseían únicamente una decoración vegetal con hojas
de hiedra rematada en sus extremos con un crismón entre
dos peces; no puede descartarse que la decoración no fuera continua y que en el centro hubiera un motivo distinto para invertir el orden decorativo. La otra (u otras) placa se ca-
Figura 15: Reconstrucción ideal de las piezas presentadas por Fernández en RAH-9-7953-1/42, 43 y 45 (aquí, figura 14).
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Figura 16: Lauda funeraria con texto métrico del obispo Sefronius copiada por Palomares (RAH-9-5939) sobre boceto de Fernández a falta del fragmento con
parte de la datación.
21. 14. Segobriga visigoda:Recopolis
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JUAN MANUEL ABASCAL PALAZÓN, MARTÍN ALMAGRO GORBEA, ROSARIO CEBRIÁN FERNÁNDEZ / Segobriga visigoda
racteriza por una composición de flores y cruces aspadas insertas dentro de un juego de líneas rectas que dejan libes
espacios rectangulares; esta decoración se repite en dos de
los fragmentos, mientras que un tercero incluye elementos
más originales como un rombo o una cruz inscrita en círculo, también rodeados de líneas rectas; el dibujo de esta pieza no llegó a estar coloreado.
Por la descripción que Fernández hace del hallazgo, parece tratarse de las placas de mármol con las que estaba formado el sepulcro (sic), lo que induce a pensar que se trata
de materiales reempleados de una construcción anterior, en
cuyo caso podrían ser pilastras decorativas de una primera
etapa del edificio. No puede descartarse, sin embargo, que
el sepulcro de este personaje anónimo se formara con piezas independientes labradas al efecto y luego unidas con argamasa como se dice en el texto. El estado fragmentario de
las piezas nos impide conocer su estructura decorativa completa; a modo de ejemplo sobre su aspecto original podría
pensarse en soluciones como las que presentamos en la
figura 15.
Las inscripciones de época visigoda
1. La inscripción métrica del obispo Sefronius (IHC 165 +
398; ICERV 276). Una revisión cronológica
La lauda sepulcral de Sefronius ha sido y es el elemento determinante para la datación del conjunto arqueológico de la
basílica visigoda, donde se produjeron hallazgos casuales en
1760 y donde se excavó sistemáticamente entre 1789 y
1790. Una parte de los fragmentos se halló en una fecha imprecisa de 1760; el resto apareció en las excavaciones el 4
de enero de 1790; de aquel día data un dibujo de Juan Antonio Fernández conservado en la Real Academia de la Historia (RAH-11-8109-4j y 4k; copia en RAH-9-7953-1/51) en
el que se esboza ya la lápida a excepción del fragmento que
contenía la primera parte de la numeración de la era consular hispana (Abascal, 2000-2001), que sólo sería conocido un
tiempo después, aunque había sido descubierto en 1760.
Restituída casi al completo con los fragmentos conocidos, la
lauda contiene un texto métrico referido a la muerte de Sefronius, datado en su parte final con una mención de era consular hispana, con fuertes similitudes con otro texto toledano del mismo tipo (Gimeno y Velázquez, 2004: 198-211).
Desde el hallazgo de tres de los fragmentos en 1790 la inscripción ha sido objeto de múltiples comentarios, tanto por parte de aquellos primeros excavadores como por editores posteriores, aunque son menos las ediciones completas en las que
aparecen todas las piezas y es posible dar sentido al texto 7.
7. Fragmentos aislados sin el que incluye la fecha: Juan Antonio Fernández,
Diario de las excavaciones, 1789 (inédito: RAH-11-8109-4k, fol. 12v. y 43);
Capistrano, 1795: 6 (reproducidos en Almagro Basch, 1984: 393, fig. 4). Ver-
235
Mientras en Saelices tenían lugar las excavaciones, es decir,
en 1789 y 1790, el párroco de Azañón, Francisco Fuero, descubrió por casualidad en un pajar de la localidad de Montalbo
los fragmentos hallados en 1760, entre los que se encontraba
la pieza con la cronología (Capistrano, 1795: 3-4). Fuero copió
aquellos objetos en un papel, indicando el lugar en que se encontraban y en qué circunstancias los había visto, pero no publicó esas notas. Sin embargo, su manuscrito cayó en manos
de Jacome Capistrano de Moya, párroco de la Fuente de Pedro Naharro, quien en 1802 publicó el texto completo de la inscripción de Sefronius dando a conocer ya la datación en el año
550 de nuestra era (Capistrano, 1802: 123). Desde la edición
de la obra de Capistrano se dispone, por tanto, de una versión
completa del texto (así en Fernández-Guerra, 1877: 138, del
que dependen IHC 398 y el resto de las ediciones posteriores).
Según todos los editores desde Hübner, en la inscripción
aparece como fecha de defunción de Sefronius el 16 de junio de la era 588, es decir, del año 550 d.C. Tal opinión es
resultado de aceptar la lectura que Capistrano de Moya hizo del manuscrito de Francisco Fuero, algo que, como veremos, no es del todo posible.
Desde Capistrano, el texto fue pasando de obra en obra
sin alteraciones, dando por sentada aquella lectura. Sin embargo, el manuscrito de Fuero, la única persona que vio físicamente la pieza, fue unido en algún momento imprecisable
del siglo XIX a los documentos guardados en la Real Academia de la Historia bajo el epígrafe de Fondos para la continuación de la España Sagrada, la obra que hizo célebre al
padre Enrique Flórez. No sabemos cómo llegó hasta allí ni
quien lo recuperó; es posible incluso que se lo regalara a Flórez alguien del entorno de Capistrano. Lo cierto es que el papel ha pasado desapercibido durante casi dos siglos hasta
su reciente descubrimiento en la Academia.
El citado manuscrito atribuible a Fuero (RAH-9-7567-I-13)
dice en su encabezamiento: Trozos de unas lápidas sepulcrales halladas recientemente en cabeza del Griego junto a
Saelices, y hoy existen en la villa de Montalbo en casa del
Licenciado Don Josef Illescas, Abogado de los Reales Consejos y alcalde mayor de dicha villa... Entre ellos se encuentra el ángulo inferior izquierdo de la lauda métrica de Sefronius (IHC 165 + supp. 398) en donde no dice era DLXXX sino
sión de conjunto sin la pieza referida a la fecha: Juan Antonio Fernández, ms.
inédito RAH-11-8109-4j; id., dibujo inédito en RAH-9-7953-1/51, de enero de
1790: lápida sepulcral de alabastro hallada en el sitio de la excavación de Cabeza el Griego; los fragmentos 1, 2, y 3 el año 1760; y los tres restantes el
día 4 del mes de enero de 1790; Cornide 1799: 177 ss., tab. 4, 2. Fragmentos, incluyendo el de la fecha: Francisco Fuero, ms. inédito RAH-9-7567-I-13:
Trozos de unas lápidas sepulcrales halladas recientemente en cabeza del Griego junto a Saelices, y hoy existen en la villa de Montalbo en casa del Licenciado Don Josef Illescas, Abogado de los Reales Consejos y alcalde mayor
de dicha villa (El manuscrito aparece citado en Capistrano 1795: 3-4). Versión
completa pero con error en el numeral: Capistrano, 1802: 123 (reproducidos
en Almagro Basch, 1984: 393, fig. 4); Almagro Basch, 1984: 392-404, con
ilustraciones de ediciones anteriores.
22. 14. Segobriga visigoda:Recopolis
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Recópolis y la ciudad en la época visigoda
Figura 18: Fragmentos de la inscripción IHC 167 según el dibujo realizado el
día del hallazgo (Diario de excavaciones de Juan Antonio Fernández, 1790d,
RAH-11-8109-4k).
parte superior 9. Fueron descubiertas el 14 de diciembre de
1789 (Fernández, 1789a, 1789b, 1790b) y hoy se encuentran perdidas (vid. supra). El texto decía:
Figura 17: Manuscrito atribuible a Francisco Fuero (RAH-9-7567-I-13) con la
observación personal de la datación sobre uno de los fragmentos de la inscripción sepulcral de Sefronius.
era DCXXX, lo que al juntarlo con el fragmento derecho permite reconocer la era DCXXXVIII, es decir el año 600 d.C. y
no el 550 d.C. como se creía hasta ahora 8 (Fig. 17). En realidad, el autor del texto omitió en la primera versión la letra
C, añadiéndola después sin demasiado cuidado pero de forma claramente legible.
Esta nueva datación del epígrafe que refiere la muerte del
obispo Sefronius permite insertar su posesión de la mitra entre los obispos Proculus y Porcarius, que conocemos por las
actas de los concilios toledanos, pero no antes de ellos. Es
decir, en estos momentos, no hay evidencias documentales
del episcopado segobrigense anteriores al año 589 d.C.
2. Las inscripciones funerarias de los obispos Nigrinus y
Sefronius (IHC 166; ICERV 264a-b)
Se trata de dos laudas que cubrían ambos sepulcros, colocadas de forma contigua y escritas sólo en dos líneas de la
+ Hic sunt sepulcra sanctorum
+ I(—) D(—) Nigrinus episc(opus), Sefronius episc(opus)
3. La inscripción del obispo Caonius (IHC 167;
ICERV 264c)
La única noticia de este prelado son dos fragmentos de inscripción contiguos de una lápida de mayor tamaño. Fue descubierta en la basílica visigoda el 14 de diciembre de 1789
en las excavaciones de Antonio Tavira y Juan Antonio Fernández; en el informe de éste último aparecen dibujados en
varias ocasiones 10. En el texto sólo puede leerse: Caonius
episc(opus) (Fig. 18).
4. Inscripción funeraria anónima (IHC 168)
Uno de los descubrimientos mejor localizados de las excavaciones de 1789 en la basílica de Segobriga es un sarcófago sobre dos patas, adosado al lado norte del ábside del
edificio. En su costado exterior, es decir, el que miraba hacia el sur, presentaba una inscripción seguramente graba-
9. Sobre la inscripción, cf. Almagro Basch, 1984: 404-410, n..º C-2, con el
resto de la bibliografía y toda la tradición historiográfica.
8. Hübner IHC 165 + supp. 398; Diehl ILCV 1093; Vives ICERV 276; Almagro Basch, 1984: 392 ss., n.º C-1; id., 1983: 291-316; cfr. Palol, 1967: 93;
Schlunk y Hauschild, 1978: 24. Sólo los editores anteriores a Hübner conocieron los fragmentos de la lauda, que se encuentran hoy perdidos.
10. Fernández, 1790b y 1790d; RAH-11-8109-4b; RAH-11-8109-4k, fol. 12r.;
RAH-9-7953-1/39. Sobre la inscripción, cf. Almagro Basch, 1984: 404-410,
n..º C-2.
23. 14. Segobriga visigoda:Recopolis
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Figura 19: Sarcófago con la inscripción IHC 168
descubierto en el ábside de la basílica visigoda de
Segobriga el día 12 de diciembre de 1789; en el
texto se dice que la inscripción estaba en lo exterior del costado derecho del sepulcro; sobre el dibujo del sarcófago se lee: sepulcro al lado izquierdo de la rotonda q(u)e hacia corresp(ponden)cia
con otro. (Diario de excavaciones de Juan Antonio
Fernández, 1790d, RAH-11-8109-4k).
da en una cartela y no en toda su superficie como supuso
Cornide; el texto fue construido en dos columnas, reservándose la derecha para la mención de la fecha de defunción del difunto, en la que falta la era consular hispana, y
que sólo dice: sub die idus (hedera) novembr(es) (i.e. 13 de
noviembre).
El diario de las excavaciones de 1789 11 indica que el hallazgo se produjo el 12 de diciembre de 1789, al tiempo que
transcribe el texto y explica la forma del sarcófago y su ubicación en el ábside (Fig. 19).
za permite reconocer la voz eclesia, pero no dar sentido al
texto12 (Fig. 20).
5. Guía de cancel con inscripción (IHC 169)
Entre las piezas descubiertas en la excavación de 17891790 se encuentra un bloque con ranuras laterales seguramente preparadas para recibir el lateral de los canceles
de la basílica. Presenta inscripciones de difícil interpretación en sus caras frontal y superior, aparentemente distintas; en la superior se lee un texto cristiano, no funerario,
en el que se reconoce el nombre personal (H)onoratus, sin
que podamos identificar si se trata de un diácono o un
obispo; en la frontal, lo recogido por quienes vieron la pie-
Los obispos de Segobriga
La relación de los obispos y diáconos segobrigenses asistentes a los concilios toledanos incluye ocho personajes que
vivieron en el período comprendido entre los años 589 y 693.
A esa nómina hay que sumar a Nigrinus y Sefronius, que por
aparecer citados en este orden en IHC 166 debemos suponer también en ese orden temporal.
Según la revisión de la cronología de IHC 165 que hemos
expuesto más arriba, Sefronius debería situarse entre Procu-
6. Inscripción de naturaleza desconocida (IHC 170)
Un fragmento rectangular dibujado por Juan Antonio Fernández contiene dos líneas de texto aparentemente completamente legibles pero que carecen de sentido; ninguno de
los editores del texto ha dado razón del contenido, que debió ser mal leído por quienes vieron la pieza antes de perderse13.
12. Fernández 1790b; RAH-9-7953-1/39. Sobre la inscripción, cf. Almagro
Basch, 1984: 413-416, n..º C-4.
11. Fernández 1790d (RAH-11-8109-4k, fol. 3r). Cf. también Fernández
1790b; RAH-9-7953-1/39. Sobre la inscripción, cf. Almagro Basch, 1984: 410413, n..º C-3.
13. RAH-9-7953-1/39. Sobre la inscripción, cf. Almagro Basch, 1984: 417418, n.º C-5.
24. 14. Segobriga visigoda:Recopolis
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Recópolis y la ciudad en la época visigoda
Figura 20: Bloque con inscripción y posibles guías par canceles copiado por
Palomares (RAH-9-5939) sobre bocetos de Fernández.
lus y Porcarius por haber fallecido el año 600; esto significa
que entre Proculus y Sefronius debió ocupar la sede Nigrinus, si este último no lo hizo incluso antes de Proculus.
1. Proculus (589 d.C.). Asistió el año 589 d.C. al III Concilio de Toledo, en el que Recaredo abjuró del arrianismo. Su firma aparece en el puesto 23, delante de
otros 38 obispos, lo que podría indicar que gobernaba la diócesis desde hacía bastante tiempo (Flórez,
1769: 110-111).
2 (?). Nigrinus
3. Sefronius
4. Porcarius (610 d.C.). Asistió el año 610 d.C. al Concilio convocado por Gundemaro, en el que se acordó
convertir a la iglesia de Toledo en metropolitana de toda la provincia Cartaginense, firmando en undécimo
lugar (Flórez, 1769: 111-112).
5. Antonius (ca. 633-638 d.C.). Asistió el año 633 d.C.
al IV Concilio de Toledo, firmando en el puesto 46 y
por delante de únicamente 16 obispos. En los concilios V (636 d.C.) y VI (638 d.C.) estuvo representado
por un diácono de nombre Pedro, quien en las actas
del 638 d.C. dice ser conocido también como Wamba (Wamba Diaconus, qui et Petrus, Ecclesiae Segobricensis, agens vicem Antonii Episcopi) (Flórez, 1769:
112-113).
6. Floridius (653 d.C.). Asistió como obispo de Segobriga al VIII Concilio de Toledo (653 d.C.), firmando en el
puesto n..º 15 de entre los 52 asistentes (Flórez, 1769:
113).
7. Eusicius (ca. 655-656 d.C.). Estuvo presente en los
concilios IX (655 d.C.) y X (656 d.C.) de Toledo, firmando en los lugares 13 y 14 respectivamente. Flórez (España Sagrada, tomo III, tratado XXIII, 97-117)
supone que debió morir hacia 673 (Flórez, 1769: 113114).
8. Memorius (ca. 675-681 d.C.). Asistió a los concilios XI
(675 d.C.) y XII (681 d.C.) de Toledo como obispo de
Segobriga; mientras en el primero de ellos firmó en antepenúltimo lugar, quizá por su reciente nombramiento, en el del año 681 firmó en el puesto décimo (Flórez, 1769: 114-115).
9. Olipa (ca. 683-684 d.C.). En noviembre del año 683
d.C. asistió al XIII Concilio de Toledo y volvió a hacerlo en el XIV el año 684 d.C. En ambas ocasiones firmó en antepenúltimo lugar (Flórez, 1769: 115).
10. Anterius (ca. 688-693). Estuvo presente en los concilios XV (688 d.C.) y XVI (693 d.C.) de Toledo; en el primero ocupó el puesto 47 en el orden de firma, mientras que en el segundo lo hizo en el 23 (Flórez, 1769:
115-116).
Así pues, con el decimosexto Concilio de Toledo terminan
las noticias documentales sobre el obispado de Segobriga,
aunque aún será mencionado en las listas posteriores de sedes episcopales que sólo representan una tradición eclesiástica. En dichas listas los obispados se citan en un orden
(Valentia, Valeria, Segobriga, Ercavica, Complutum) que coincide con el de la Hitación de Wamba, ya del siglo XII. En ese
documento, los límites que se citan de la sede segobrigense son, Tarabella, con la diócesis de Valeria, por el Este; Obviam o Ovia, con Ercavica, por el Norte, y Toga o Toza y Breca, por el Sur y Oeste.
Las evidencias arqueológicas en el caso urbano
Hallazgos antiguos en Segobriga
Del espacio intramuros de Segobriga proceden algunos fragmentos de piezas decoradas de época visigoda que han hecho pensar en la existencia de una basílica urbana aún por
descubrir.
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El mayor número de evidencias procede de las excavaciones realizadas por R.H. Thomson y Pelayo Quintero en 1892
(Quintero, 1913: 91-98; Schlunk, 1945: 315); las placas decoradas halladas en aquella campaña, y conservadas en el
Museo Arqueológico Nacional, son consideradas por Schlunk como parte de un repertorio decorativo de la segunda
mitad del siglo VII que nada tiene que ver con los materiales
recuperados en las excavaciones del siglo XVIII en la basílica visigoda extramuros.
De este punto dominante de la colina de Cabeza del Griego en donde excavaron Thonson y Quintero proceden otros
materiales ornamentales visigodos recuperados en los últimos años de las pedreras acumuladas por las viejas exca-
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vaciones y expolios; en este conjunto, se repiten los fragmentos de placas decoradas, lo que ha hecho pensar tradicionalmente en la existencia de esa basílica urbana para la
que, hoy por hoy, no hay evidencias.
En un intento por determinar si la ermita situada hoy en
Cabeza del Griego era evidencia de un uso religioso de este espacio desde la antigüedad, se llevaron a cabo aquí varias campañas de excavaciones entre 1995 y 1998; sin embargo, los trabajos demostraron que la iglesia de época
medieval y renacentista está construída directamente sobre
un conjunto termal de época flavia (Almagro-Gorbea y Abascal, 1999: 103-112; Abascal, Almagro-Gorbea y Cebrián,
2002: 146-157).
Figura 21: Algunos de los fragmentos decorados
recuperados en 1981 durante los trabajos de
limpieza de la basílica visigoda.
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Recópolis y la ciudad en la época visigoda
En las excavaciones llevadas a cabo en diferentes zonas
del casco urbano en la última década (1996-2005) han aparecido algunos fragmentos de piezas decoradas de filiación
visigoda; se trata siempre de materiales reempleados en
construcciones posteriores, ya pertenecientes a la etapa árabe y medieval cristiana del emplazamiento, en donde estos
fragmentos, como otros muchos materiales de época romana, fueron reempleados para levantar muros de mampostería. El reempleo de materiales es una práctica bien documentada en Segobriga y en otros muchos enclaves (Caballero
y Sánchez, 1990: 431-485), por lo que el hallazgo intramuros
de estas piezas carece de valor topográfico; más aún, entre
los materiales romanos recuperados en muros de viviendas
se encuentran incluso inscripciones funerarias romanas traídas de las necrópolis altoimperiales del entorno, lo que permite decir que durante la época medieval la ciudad se nutrió
para sus rudimentarias construcciones con materiales acarreados de construcciones más antiguas y que, en consecuencia, el descubrimiento de piezas visigodas fuera de contexto en el casco urbano no puede ser considerado como
indicio de la ubicación aquí de una basílica, que hubiera constituido la sede del episcopado segobricense y que se ajustaría a los patrones de ubicación que conocemos para otras
ciudades hispanas (García Moreno, 1977-78: 311-321).
Las excavaciones modernas
Además de las evidencias ya citadas y de las proporcionadas por la basílica y la necrópolis cercana, Segobriga ha proporcionado más testimonios de su pasado de época visigoda en las excavaciones aún inéditas llevadas a cabo en el
foro y en los edificios anexos.
Ninguno de los elementos excavados en esta zona puede
ser asociado a un espacio monumental de época visigoda;
más aún, es difícil determinar si alguno de los pobres recintos domésticos situados sobre los niveles de amortización
del foro y cortados por silos islámicos es claramente de época visigoda, pues todas las estructuras se encontraron muy
arrasadas en las excavaciones de los años 2004 y 2005 y
sólo algunos contextos cerámicos parecen contener algunas
piezas de filiación visigoda.
Entre esos contextos cerámicos se puede citar la UE 7729
(año 2004) 14, un relleno de zanja de expolio en la basílica civil romana, en la que junto a materiales cerámicos tardorromanos se encuentra un fragmento de botella de cerámica
común usual en contextos del siglo VI en adelante (Gutiérrez,
1996: 106, fig. 37); del mismo paquete proceden algunos
fragmentos informes con decoración incisa ondulada así como una base de una botellita hecha a mano o torneta lenta.
14. La datación de los conjuntos cerámicos de Segobriga que se citan en este trabajo ha sido realizada por Daniel Sanfeliú, técnico del equipo de excavaciones en la ciudad.
A la primera mitad del siglo VI d.C. corresponde la UE 7735,
un conjunto cerámico perteneciente a la colmatación de un
recinto tardorromano en la basílica forense, que incluye el
borde de un plato con ala de terra sigillata clara D, Ostia III,
128 (Atlante II, 1981, tav. XLVI, VIII y pp. 100-101), un fragmento de una botella de época visigoda y cerámica común
y de cocina, fundamentalmente ollas con borde de sección
triangular. Otro tanto se puede decir del expolio del aedes
meridional de la basílica, sellado por la UE 7816 (año 2005),
que incluye un borde de una fuente de terra sigillata clara D
(Hayes 90) del siglo VI d.C.
La misma impresión temporal se obtiene en uno de los niveles superiores del sector doméstico tardoantiguo excavado al interior de la muralla, cerca del teatro. De hecho, el nivel de ocupación UE 2902 (año 2005) proporcionó un
considerable volumen de material datable en el siglo VII d.C.
que incluye una variante tardía de un contenedor Keay III, un
perfil bastante completo de un spatheion de pequeñas dimensiones y el borde de una marmita a mano o torneta lenta que cuadra bien con esta cronología visigoda.
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