1) La educación en la antigua Atenas estaba dominada por los sofistas, que enseñaban retórica a cambio de dinero, y Sócrates, que enseñaba a través del diálogo y cuestionaba las opiniones establecidas. 2) Sócrates se diferenciaba de los sofistas en que creía que el conocimiento y la virtud estaban relacionados, mientras que los sofistas veían el éxito como sinónimo de virtud. 3) Finalmente, Sócrates fue condenado a muerte por corromper a los jóvenes
1. SÓCRATES Y LOS SOFISTAS.
La Atenas del s.V a.C. era una democracia radical, restringida pero directa. Los ciudadanos adultos y varones
-excluidos los niños, mujeres y esclavos- no sólo tenían el derecho a hablar en la asamblea, sino que era para ellos un
deber: discutir, escuchar y decidir. Incluso, ante los jueces en caso de ser juzgados, debían defenderse por sí mismos,
jamás por boca de otros. El dominio de la palabra constituía la mejor garantía para vivir en comunidad, para defender
derechos propios y ajenos, y para dirigir el destino de la polis convenciendo a los demás ciudadanos de tomar
determinadas decisiones.
Los Sofistas eran profesionales que cobraban por sus enseñanzas, de índole práctica, como el enseñar a hablar en
público y a persuadir (retórica). En su mayoría extranjeros, excluidos del derecho de ciudadanía, no podían hablar en la
asamblea, pero lo harán por boca de sus alumnos, para quienes el triunfo social es la máxima aspiración. Un éxito que es
sinónimo de virtud y que se adquiere a través del "Eu legein", del buen discurso. Asistimos así al nacimiento del "logos"
entendido como poder, el lenguaje es poder y saber hablar bien el medio de alcanzar el poder o destacar entre los
ciudadanos.
Sócrates se ocupó de los mismos temas que los sofístas pero desde una concepción del mundo radicalmente distinta.
Para el primero, la verdadera sabiduría consiste en remontarse desde las cosas bellas, buenas, justas, hasta la belleza,
la bondad y la justicia, es decir, en llegar a la esencia de esas cosas, a la definición universal. Saber equivale a ser
bueno, ya que la nitidez intelectual coincide con la rectitud ética (intelectualismo socrático) conocimiento y virtud se
identifican. De ahí que insista Sócrates frente a los sofistas en que la virtud es la perfección del espíritu hasta el
máximo, y no el logro de honores, de dinero o de poder.
Lo cierto es que todos los diálogos socráticos de Platón son aporéticos (no llegan a ninguna conclusión). De ahí que la
única conclusión válida a la que suele llegar Sócrates en sus conversaciones, sea al rechazo de las opiniones admitidas
sin previo análisis y al reconocimiento de la ignorancia de todos los interlocutores; sobre todo, en cuanto a lo que es, en
definitiva, la virtud sometida a examen, que al no verse resuelta plenamente, provoca la incitación socrática a
comprometerse en proseguir la búsqueda sin cesar. Es sabio quien conoce lo que es la virtud, pero en eso consiste
también ser virtuoso. Si para Sócrates no puede hacerse el mal sino por ignorancia, tampoco es posible que un
ignorante haga el bien, puesto que saber y virtud se identifican.
Para ser exactos diremos que también Sócrates y los sofistas se interesaron, en cierto modo, por la relación entre lo
eterno y los permanente, por un lado, y lo que fluye, por el otro. Lo que ocurre es que se interesaron por éstas
cuestiones en lo que se refiere a la moral de los seres humanos y a los ideales o virtudes de la ciudad.
Hay un recelo socrático (y también platónico) ante los sofistas cosmopolitas y desarraigados que degeneran la paideia
(educación) al ponerla a la altura de los nuevos tiempos, la de la hegemonía comercial de la Atenas de Perícles. Al mismo
tiempo, es claramente perceptible la franca admiración socrática por los más eminentes sofístas, como es el caso de
Protágoras e incluso se sabe que en alguna ocasión llegó a pagar por las lecciones del ya no tan admirado Pródico; junto
al sumo desprecio de Platón por la mayoría de dichos enseñantes ambulantes.
En el proceso de Sócrates se juzgó y condenó, por impiedad y corromper a los jóvenes, a un hombre concreto. Pero se
le condenó, porque se creyó ver en él, equivocadamente, una figura representativa de la sofística. Se juzgó y condenó
en su persona a aquellos personajes que ponían en duda la existencia de los dioses, cuestionaban la autoridad de los
padres y relativizaban los más firmes principios sobre los que se asentaba la sociedad. En su defensa, el Sócrates
platónico comenzará rechazando las acusaciones que le hace, no ya el tribunal, sino la sociedad ateniense, falsa opinión
de la gente de Atenas reflejada por boca del comediógrafo Aristófanes en su obra -Las Nubes-. Estas acusaciones de
la sociedad son las que se le harían a un sofista, la de hacer más fuerte el argumento más débil y enseñar esto a los
jóvenes (Apol.17a-20a).
El mismo Protágoras tuvo que sufrir también un proceso por impiedad, al igual que, dos generaciones más adelante, el
propio Aristóteles, quien huyó de Atenas “para no dar a los atenienses ocasión de atentar por segunda vez contra la
filosofía”. Pese a que la crítica de la tradición estaba bastante aceptada socialmente, en contadas ocasiones, la osadía
de los pensadores rebasaría los límites de lo permisible y provocaría una reacción que, generalmente, exceptuando el
caso de Sócrates, se saldaría con la huida del encausado hacia otros territorios hasta que la irritación suscitada
contra él se fuese apagando. Las contadas acusaciones de impiedad escondían en realidad recelos políticos, como las
2. acusaciones a Anaxágoras y Aspasía, al amigo y a la compañera de Pericles, el gobernante demócrata, como un medio de
sus rivales aristócratas de dañar al oponente político perjudicando a sus allegados. El caso de Sócrates fue el inverso,
algunos de sus discípulos (como Cármides, Crítias y Alcibíades) formaron parte del partido oligárquico y dañaron
notablemente a la democracia y a sus partidarios, de manera que el proceso de Sócrates tenía un transfondo político,
se quería perjudicar al pensador a causa de los males que habían provocado algunos de sus díscolos y desobedientes
discípulos a los partidarios de la democracia.
Al juzgar a Sócrates, era difícil que se consiguiera la culpabilidad y más aún la pena de muerte, pero para salvar ambas
cosas tenía que humillarse y echar a perder la imagen de rectitud moral cuyo ejemplo era su propia vida. Según el
sistema judicial ateniense, para salvarse tendría que haber reconocido su culpabilidad y haber propuesto una pena
contra sí mismo, (como por ejemplo el destierro). Lógicamente esto no iba a suceder y, por tanto, no quedaba al
tribunal otro camino que condenar al acusado de acuerdo con la propuesta del acusador. La muerte 1 de Sócrates
quedaría, de este modo, como ejemplo imperecedero, de la necesidad moral para el hombre de defender sus
convicciones más que su vida
LA ENSEÑANZA Y LA IRONÍA SOCRÁTICAS.
La insistencia de Sócrates en ser considerado como un buscador de la verdad, en lugar de como un representante de la
sabiduría, en oposición a los sofistas, marca un apartamiento de esa tradición en que el sabio aparecía como un
didáskalos tês aretês (maestro de la virtud), como un maestro de excelencia, al decir de Protágoras. El rechazo de la
opinión general, la doxa (opinión), como criterio de referencia valorativa hace que Sócrates se sitúe como un individuo
marginal, un tipo a menudo paradójico, respecto a sus conciudadanos, dentro o fuera de la ciudad. Pero que no renuncia
a desempeñar su papel de guía de la comunidad hacia el objetivo general: una existencia justa y feliz. Sócrates no se
dedica a enseñar, sino a dialogar, porque reconoce a todo el mundo que él lo único que sabe es que no sabe nada. Su
método de enseñanza es procurar y ayudar al discípulo a que desarrolle sus propias ideas, en lugar de inculcar una
doctrina prestablecida.
Si confrontamos la frecuente manifestación socrática de ignorancia con la declaración del oráculo de Delfos
consultado por Querefonte, que lo tenía por el hombre más sabio de Grecia (Apol.20e), podemos atribuir su constante
aseveración de ignorancia, no sólo a una gran humildad, sino al ejercicio de otro de los elementos fundamentales de su
método dialéctico: la ironía, junto a la convicción de que no se puede ser sabio sino a lo sumo amar (buscar) la
sabiduría. Sócrates no se tiene por sabio (sophós) sino por amante del saber (filo-sofos). Ironiza al proclamar que no
sabe y que quiere que los demás le enseñen y de esta forma dialoga con muchos hombres (entre ellos numerosos
sofistas y alumnos de sofistas) llevándoles de aporía en aporía y obligándoles a reconocer que en realidad no saben
aquello que pretenden enseñar, y que aún están lejos de la sabiduría que creían poseer (Apol.21c-d).
LA EDUCACIÓN EN ROMA
ÉPOCA ANTIGUA (hasta el siglo II a. C.).
En esta época antigua de la historia de Roma, la educación de los muchachos se limitaba a la preparación que
podía darle su padre. Se trataba de una educación de campesinos, basada fundamentalmente en el respeto a las
costumbres de los antepasados (mos maiorum). Desde la más tierna infancia se les enseñaba que la familia de la cual
eran miembros constituía una auténtica unidad social y religiosa, cuyos poderes estaban todos concentrados en la
cabeza, en el paterfamilias, que era el propietario de todo, con derecho de vida y muerte sobre todos los miembros de
la familia.
Hasta los siete años era la madre la encargada de la educación de los hijos. La madre es la maestra en casa.
Ejerce, pues, un papel de suma importancia: no se limita sólo a dar a luz al hijo, sino que luego continúa su obra cuidándolo
física y moralmente. Por eso su influencia en el hijo será importante durante toda la vida de éste.
A partir de los siete años era el padre quien tomaba la responsabilidad de la educación de los hijos. Un padre
enseñaba a su hijo -puer- a leer, escribir, usar las armas y cultivar la tierra, a la vez que le impartía los fundamentos de las
buenas maneras, la religión, la moral y el conocimiento de la ley. El niño acompaña a su padre a todas partes: al campo, a los
convites, al foro, etc.
3. Por su parte, la niña -puella- sigue bajo la dirección y el cuidado de su madre, que la instruye en el telar y en las
labores domésticas.
El definitivo perfeccionamiento a su formación lo daba el ejército, en el que se ingresaba a la edad de 16 o 17
años. La fuerza del ejército romano residía en su disciplina: el cobarde era azotado hasta morir, el general podía decapitar
a cualquiera por la menor desobediencia, a los desertores se les cortaba la mano derecha, y el rancho consistía en pan y
legumbres.
Esquemáticamente, la organización del sistema educativo es, pues, la siguiente:
Nivel de Edad de los Nombre del Planes de Metodología
estudios alumnos profesor estudio
Locales
7-11 Lectura, Pergulae = azoteas Memorización,
Elemental
(primario)
escritura, o tabernae = castigos
(En el Imperio, cuentas y tiendas corporales: se usa
para pobres memoriza-ciones la férula
había escuelas sencillas. Ley de
gratuitas) las Doce Tablas.
Ludi magister o
Litterator Objetivo: cultura
básica y actitud
cívica.
12-16 Explicaciones de Tabernae a lo Comentario de
(secundario)
poetas griegos y largo del foro, texto total:
Medio
(ricos o romanos. abiertas al público gramática,
privilegiados) métrica
Se persigue el
perfecto dominio historia
de la lengua
Grammaticus
mitología,geo-
grafía.
Memorización
Superior (uni-
17-20 Oratoria: reglas, Pórticos del foro.
versitario)
fórmulas, Desde el Imperio
dicursos, el Estado facilita Ejercicios
(alumnos que
declamaciones. hermosas aulas. prácticos:
aspiran al cursus
suasoriae
honorum
-carrera Objetivo: formar
política-). para la controversiae
Rhetor
elocuencia
a) Enseñanza primaria.
La enseñanza primaria ocupaba a los niños desde los siete años hasta los once o doce. Esta primera enseñanza
podía recibirse en casa, con profesores particulares, pero la mayoría de niños y niñas acudía a la escuela del litterator.
4. El niño acudía a la escuela muy temprano, acompañado del
paedagogus, generalmente griego. La jornada solía ser de seis horas,
con descanso a mediodía, y un día festivo cada nueve días -nundinae- .
El curso comenzaba el mes de marzo, y había vacaciones estivales
(desde julio hasta los idus -el 15- de octubre).
Las escuelas eran locales muy humildes, donde había sillas o
bancos sin respaldo para los alumnos, que escribían con las tablillas
apoyadas en las rodillas.
En la escuela primaria se aprendía a leer, escribir y contar,
bajo una férrea disciplina que castigaba con severidad cualquier falta.
La enseñanza b) Enseñanza secundaria.
secundaria, impartida por el grammaticus, acogía a niños y niñas desde los once o doce años hasta los dieciséis o
diecisiete. Se centraba en el estudio de la teoría gramatical, lectura de autores clásicos griegos y latinos y comentario
de los textos leídos. A partir del comentario del texto se enseñaba a los niños geografía, mitología, métrica, física, etc.
c) Enseñanza superior.
Finalizada la enseñanza del grammaticus, el joven que decide dedicarse a la oratoria y a la actividad pública pasa a
la escuela del profesor de retórica (rhetor), generalmente griego.