El P. Querbes viajó a Roma para obtener la aprobación pontificia para su sociedad de catequistas. Tras varios meses de reuniones y revisiones de los estatutos con consultores en Roma, la Congregación de obispos y regulares aprobó finalmente los estatutos el 21 de septiembre de 1838, otorgando la aprobación pontificia buscada. Esto aseguró el futuro de la sociedad y su desarrollo con una estructura de derecho pontificio.
1. Nº 7
Correo Querbes
LUIS QUERBES EN ROMA
La Sociedad de los Catequistas de San
Viator apenas alcanza los siete años de
existencia desde la aprobación episcopal
de Monseñor de Pins en 1831, cuando el
P. Querbes ya sueña en una aprobación
pontificia para asegurar el futuro de su
sociedad y su desarrollo. Apoyado por el
P. Renault S.J. y los vicarios de Lyon, Sres.
Cholleton y Barou, completa y revisa los
estatutos fundamentales para presentarlos
en Roma. Pretende resolverlo todo por
correspondencia. Pero sus superiores
consiguen convencerle para que se presente
allí personalmente. El mismo Mons. de Pins
le prepara cartas de presentación para las
P. Luis Querbes, por Nicolas Khvalinsky
instancias romanas.
El 8 de mayo de 1831, deja Vourles camino de Roma. El viaje duró 7 días,
en diligencia y en barco. En su correspondencia, manifiesta su admiración:
“Roma, la ciudad de las maravillas, manantial de sentimientos y
de emociones cristianas y sacerdotales para el que tiene la dicha de
conocer los lugares santos a su llegada”.
Pero el P. Querbes no es un turista. Apenas in situ, es recibido por el
P. Roothan, superior general de los Jesuitas, que le envía al P. Rosaven,
ponente de la Congregación de obispos y regulares.
Lamentablemente, el Cardenal Sala, prefecto de esta Congregación,
se encuentra ausente por esas fechas. Querbes conseguirá remitirle los
documentos para un examen en profundidad. Entre tanto, consigue que el
párroco de Vourles sea recibido en audiencia por Gregorio XVI la mañana
del 20 de junio, en la que el podrá presentar su sociedad, los asociados, los
catequistas y el patrón San Viator. ¡Qué atención! ¡Qué esperanza!
Pero el trabajo no está acabado, los estatutos pasados por el tamiz,
necesitan ser completados y revisados en profundidad.
Eso será ocupación del P. Rosaven, del P. Querbes y de otros consultores
desde finales de junio, durante el mes de julio y hasta mediados de agosto.
Posteriormente, será preciso obtener el aval de Mons. de Pins respecto a
2. CORREO QUERBES Nº 7
las correcciones antes de someter
la nueva edición del texto a la
Congregación. El P. Querbes
escribe a M. de Pins el 6 de agosto
para solicitar su autorización. La
carta llega a Lyon el 15 de agosto;
monseñor responde el mismo día
con un sí generoso. Además añade
que suscribe por adelantado todo
cambio eventual a fin de activar
la solución de este asunto. Esta
Isla Tiberina en Roma- Iglesia San Bartolomé
respuesta no le llegaría a nuestro
fundador hasta el 23 de agosto.
En carta al P. Faure, Luis Querbes escribe: “Mi salud está deteriorada,
una irritación de vientre me desgarra y me destroza. Orad por mí”.
Se vio forzado incluso a guardar cama del 15 al 22 de agosto. Los allegados
al Vaticano no dejan de recordarle que en Roma, “el Tíber se desliza
lentamente”.
Tras recibir la respuesta de Mons. de Pins, el P. Querbes, a pesar de su
debilidad, encuentra ánimos y fuerza para completar y hacer imprimir la
documentación. Envía todo al Cardenal prefecto y se retira durante unos
días “a las alturas de Albano”. En cuanto al éxito de la empresa, se
entrega a la Providencia.
El P. Querbes sabía que la Congregación de los obispos y regulares tendría
una sesión a mediados de septiembre y que la agenda vendría muy cargada.
Como medida de urgencia, encuentra aún energía para escribir al Papa y a
algunos cardenales influyentes para agilizar su proyecto.
La reunión de la Congregación tuvo lugar el 21 de septiembre. Los
estatutos fueron aprobados. El decreto, firmado el 27 de septiembre de 1838.
Ese mismo día con ocasión de una audiencia, Luis Querbes se despidió de
Gregorio XVI, dio las gracias a sus fieles protectores y salió hacia Lyon.
“Entonad el Te Deum” fue la exclamación de corazón que dirigió a los
suyos de Vourles. Estaría entre ellos diez días más tarde.
Jean-Louis Bourdon, c.s.v.
¿POR QUÉ ROMA?
¿A qué se debió tanto empeño en el párroco Querbes por lograr la
aprobación romana? Refiriéndome a Robert Bonnafous en su biografía
crítica, es cierto que el asunto de la sotana tropezó con nuestro fundador.
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3. Nº 7 CORREO QUERBES
Este “problema” creado por ciertos
párrocos y por uno de los vicarios de
Lyon, llevaba a que se prohibiese a
los Viatores llevar la sotana. Al entrar
en una nueva diócesis, el P. Querbes
podría temer que se añadiesen otras
restricciones, según las condiciones
locales y la voluntad del obispo. La
unidad de dirección, y la estabilidad de
Ciudad pequeña, por Jacques Villon
su pequeña sociedad se encontrarían
debilitadas.
Otra razón pudo intervenir: el estado de salud del fundador dejaba que
desear desde hacía unos meses, hasta el punto de hacerle temer la muerte.
Se puede entender que se viese movido a aligerar el paso para proteger su
instituto antes de que fuese demasiado tarde. En cuanto al resultado de sus
esfuerzos, vuelve de Roma con una congregación religiosa de “derecho
pontificio”, si bien tuvo que renunciar al matiz laico de su fundación.
Édouard Séguin, c.s.v.
EL PAPA GREGORIO XVI
¿Quién era este papa al frente de la Iglesia en tiempos de Luis Querbes?
Bartolomeo Alberto Cappellari había nacido en Bellune, Italia el 18 de
septiembre de 1765. A los 18 años ingresó en los Camaldulenses de San
Romualdo, rama reformada de la Orden benedictina, donde hizo profundos
y largos estudios. Subió los escalones de las dignidades de su Orden.
El papa Pío VII le nombró consultor de la Congregación de asuntos
extraordinarios en la que tuvo el cargo de examinar los títulos de los candidatos
al episcopado y de visitar las universidades. León XII le ascendió a cardenal
y le nombró prefecto de la Propaganda, cargó
que desempeñó admirablemente. El siguiente
papa Pío VIII, murió el 30 de noviembre de 1830
después de un breve reinado. El cónclave se
reunió el 14 de diciembre, y después de 50 días
y 100 escrutinios, eligió al cardenal Cappellari,
que se convirtió en jefe de la Iglesia y de los
Estados pontificios el 2 de febrero de 1831, con
el nombre de Gregorio XVI.
Pero a partir del 4 de febrero, estallaron dos
motines en Bolonia, y la insurrección conquistó
las Marcas, la Romaña y la Umbría. El nuevo
papa empleó en vano buenas palabras, pero tuvo
Papa Gregorio XVI, Roma
que resignarse a llamar a las tropas austriacas,
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4. CORREO QUERBES Nº 7
que liquidaron la insurrección en pocos días. Gregorio XVI puso en
orden resueltamente el papado en el campo de los defensores del orden
establecido, y consiguió mantener la independencia de la Santa Sede contra
la ingerencia de las grandes potencias.
Los historiadores coinciden al decir que este papa no era apuesto: nariz
demasiado gruesa y violácea, labios prominentes, cejas muy arqueadas. En
cambio, estaba dotado de majestad e inteligencia. Era jovial y bromeaba
con sus cercanos, incluso los cardenales. Gregorio XVI supo rodearse de
colaboradores prudentes y competentes. Bajo su pontificado se reorganizó
la jerarquía, se reformaron Órdenes antiguas, vieron la luz varias Órdenes
nuevas. Dio un nuevo empuje a las Misiones extranjeras para extender la
Iglesia por el mundo.
Este papa era de constitución robusta, formado en la ruda disciplina de
los hijos de san Romualdo, hombre esforzado y gran trabajador. Conservó en
Roma su estilo de monje, durmiendo sobre un colchón de paja y comiendo
frugalmente. A los que censuraban sus singularidades, les replicaba con
humor: “Yo no he cambiado de estómago al convertirme en papa”.
Gregorio XVI falleció el 1 de junio de 1846. Su pontificado duró por tanto
quince años. Le sucedió Pío IX.
Jean-Louis Bourdon, c.s.v.
PACIENCIA EN LA PRUEBA
Caer enfermo en el extranjero, como todo el mundo sabe, no significa una
situación ideal, como tampoco el hecho de vivir esperando el desenlace de
una misión que se eterniza. Fue sin embargo, unida a la canícula romana,
la prueba que atravesó el P. Querbes. Algo que no le impedía pensar en sus
feligreses. Al P. Faure, su suplente en la parroquia, le
confiaba su preocupación: Con frecuencia me asalta
esta idea: que quince años de trabajos hubieran
debido dar como resultado un pueblo de santos.
Dios ha negado hasta el momento a mis miserias,
esta gracia. Usted corregirá, durante mi ausencia,
con el fervor de sus oraciones, la negligencia de las
mías. Más que nunca en esta situación, me atrevo a
pedirle su ayuda para que Dios se digne concederme
la paciencia en el despojo total de fuerzas a que me
encuentro reducido, en las pruebas a las que tiene
a bien someterme, y en la espera a la que estoy
condenado. ¡Bendita sea su santa voluntad!” Peregrino, iconografía romana
Bruno Hébert, csv.
Editado por la Provincia de los C.S.V. de Canadá - Traducido en la Comunidad viatoriana de España
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