La poesía del encarcelamiento de Raúl Zurita en el aula: una propuesta didáctica
Rut
1. RUT
Esta breve historia de los episodios domésticos de una familia está colocada en
nuestras Biblias inmediatamente después del libro de Jueces y con mucha razón, pues,
por una parte, refiere hechos sucedidos durante la época de los jueces y, por otra, enlaza
admirablemente con el Libro Primero de Samuel, por la breve genealogía desde Rut
hasta David, que aparece al final. No se nos refieren aquí milagros, leyes, guerras ni
revoluciones, sino las peripecias de dos mujeres: Noemí, primero en su aflicción y
después en su consuelo; Rut, primero en su conversión a la fe de Israel y después en su
promoción a figurar en la genealogía del Mesías. El propósito de este libro es: I.
Mostrarnos la admirable línea que la providencia de Dios sigue hasta en los menores
detalles de nuestra vida (v. 1 S. 2:7 8; Sal. 113:7–9). II. Llevarnos a Cristo, descendiente
de Rut (Mt. 1), parte de cuya genealogía hallamos al final de este libro. En la conversión
de Rut la moabita y su inclusión entre los antepasados de Jesús, hallamos como un tipo
del llamamiento de los gentiles a entrar a su debido tiempo en comunión con nuestro
Señor Jesucristo. En el capítulo 1 vemos las aflicciones de Noemí y Rut. En el 2,
algunos ejemplos de la laboriosidad y humildad de estas mujeres. En el 3, la alianza que
vinieron a concertar con Booz. Y en el 4, el feliz asentamiento en aquel lugar.
Recordemos que la escena se lleva a cabo en Belén, lugar donde nació nuestro Salvador.
CAPÍTULO 1
En este capítulo vemos la aflicción de Noemí: I. Forzada a emigrar al país de Moab,
a causa del hambre que se abatió sobre Israel (vv. 1, 2). II. Luego la vemos de luto por
la muerte de su esposo y de sus dos hijos (vv. 3–5). III. Como buena suegra, deseosa de
hacer el bien a sus nueras (vv. 6–18). IV. Como pobre anciana, que regresa a su país de
origen (vv. 19–22).
Versículos 1–5
Las primeras palabras del libro nos fijan la fecha de este relato: Aconteció en los
días en que gobernaban los jueces (v. 1). Y, por cierto, debió de ocurrir hacia el
comienzo de dicha época, ya que Booz el que se casó con Rut, era hijo de Rahab, la que
recibió a los espías en tiempo de Josué. (Nota del traductor: Si la genealogía de 4:21–
22—así como la de Mt. 1:5—carece de «huecos», resulta muy difícil aceptar la cifra de
340 años, propuesta por L. Wood, Charles Ryrie, etc., para el período de los jueces.
Tiene mayores probabilidades la opinión de que varios jueces actuaron en diversas
partes del país con lo que las respectivas fechas se solaparían lo suficiente para darnos
una cronología aceptable.) La fecha más probable es la de tiempos de Gedeón, pues sólo
en su tiempo leemos que se cerniese sobre Israel el hambre a causa de la invasión de los
madianitas (Jue. 6:3–4).
I. Vemos, pues, hambre en el país de Canaán, que fluía leche y miel. Éste era uno de
los castigos con que Dios había amenazado a su pueblo a causa de sus pecados (Lv.
26:19, 20). Tenía el país reposo, pero no tenía pan, ni siquiera en Belén, que significa
casa del pan. Una tierra fértil se torna estéril, para correctivo y freno de la lujuria y vana
ostentación de sus habitantes.
II. Relato de una familia azotada por el hambre: la de Elimélec, que significa mi
Dios es rey. Su mujer se llamaba Noemí, que significa dulce, amable o placentera. Pero
los nombres de los hijos eran (hebr.) Mahlón y Khilyón, que significan,
respectivamente, enfermizo y consumido, quizá por alguna debilidad congénita.
III. Traslado de la familia de Belén a Moab, al otro lado del Jordán, a causa del
hambre (vv. 1, 2). Parece ser que había suficientes víveres en Moab, mientras en Israel
reinaba la escasez. Allá se fue Elimélec a vivir por algún tiempo, como lo habían hecho,
en ocasiones similares, Abraham a Egipto e Isaac al país de los filisteos.
2. 1. El interés de Elimélec por proveer para su familia, llevándose consigo a su mujer
y a sus dos hijos, lo cual es digno de alabanza.
2. Pero ya no es tan recomendable su traslado al país pagano de Moab. Al estar
Israel bien aposentado en Canaán, ¿qué motivo tenía él para emigrar a Moab, que no lo
tuvieran también sus vecinos? Igual que muchos de sus paisanos, si se hubiese
contentado con la misma parquedad de provisiones y hubiese tenido esperanza de
mejores días, no habría deshonrado a Dios con su impaciencia, ni habría debilitado las
manos de sus hermanos con este mal ejemplo. Cansarse pronto del lugar en que Dios
nos ha colocado, y pensar en traslados tan pronto como surge el menor inconveniente,
es señal de un ánimo inestable, desconfiado y descontentadizo. Y, si tenía que
trasladarse, ¿por qué al país de Moab? Si hubiese preguntado e investigado, es muy
probable que hubiese hallado acomodo y sustento en alguna tribu de Israel,
especialmente en las del otro lado del Jordán, que lindaban precisamente con el país de
Moab.
IV. Casamiento de sus dos hijos con dos moabitas, después de la muerte de él (v. 4).
Esto estuvo mal hecho, en lo que están de acuerdo los comentaristas. La versión caldea
dice: Transgredieron el decreto de la palabra de Dios al tomar mujeres extrañas. No se
ve que las mujeres fuesen prosélitas de la religión israelita, pues de Orfá se nos dice que
se volvió a sus dioses (v. 15). Una tradición, sin fundamento alguno, de los judíos dice
que Rut era hija de Eglón, rey de Moab.
V. Muerte de Elimélec y de sus dos hijos, y la condición de desconsuelo a la que se
vio reducida, por ello, Noemí. Murió su marido (v. 3) y, poco después de casarse,
murieron sus dos hijos (v. 5). La versión caldea dice: Sus días fueron acortados; sin
duda, por haber transgredido la ley al casarse con mujeres extranjeras. Al perder al
marido, Noemí dependía completamente de sus hijos. ¡Cuán desconsolada debió de
quedar Noemí al verse desamparada de sus dos hijos y de su marido! Al venir estas dos
cosas de repente, pérdida de hijos y viudez, ¿quién la consolará? (Is. 47:9; 51:19). Sólo
Dios puede consolar a quienes de tal manera se hallan abatidos.
Versículos 6–18
I. El afecto que Noemí conservaba hacia su país de origen (v. 6). Aunque el país de
Moab le había ofrecido por algún tiempo sustento y cobijo en días de necesidad, no
pensaba en permanecer allí para siempre; sólo podía satisfacerla la tierra santa, en la que
se hallaba el santuario de Dios.
1. Dios, por fin, tuvo misericordia de su pueblo y les visitó dándoles pan (v. 6). La
abundancia es don de Dios. Su misericordia en visitarles con pan, es decir, con alimento
corporal, era tanto más apreciada cuanto más severa había sido el hambre, pues los
bienes se aprecian mejor cuando nos han faltado anteriormente.
2. Noemí recibió, pues, buenas noticias de que en Belén había pan; así que pensó
volver de inmediato allá. Aunque tengamos razones buenas para hallarnos en algún mal
lugar, no debemos quedarnos allí cuando las razones han cesado de existir. Una
ausencia forzada de las ordenanzas de Dios, y una presencia forzada entre los malvados,
son grandes aflicciones; pero sólo se convierten en pecado cuando cesa la fuerza mayor,
y la persona continúa allí por su propia elección. El país de Moab se había convertido
para Noemí en un lugar de melancolía, y desea volver a Canaán. Si la tierra nos resulta
amarga es para que suspiremos por ir al Cielo.
II. El afecto que le profesaban sus nueras, especialmente Rut, al que ella
correspondía con el mismo afecto.
1. Fueron tan amables que se ofrecieron a acompañarla en el viaje de regreso a la
región de Judá. Con esto vemos, por una parte que ella, como fiel israelita, se había
portado amablemente con ellas y se había ganado su cariño y, por otra parte, que Orfá y
3. Rut tenían un justo sentido de la amabilidad de su suegra. Habían permanecido unidas,
aun después de la muerte de aquellos por quienes les venía la mutua relación. Aunque
las nueras retenían su devoción a los dioses del país (v. 15), y Noemí se mantenía fiel al
Dios de Israel, esta discrepancia no era obstáculo al afecto que se tenían, mostrado en la
práctica de los mutuos deberes. Nueras y suegras se hallan, con frecuencia, enfrentadas
(Mt. 10:35), por lo que resulta más digno de alabanza el que convivan en paz y amor.
2. Cuando habían caminado juntas algún trecho, Noemí las invitó tiernamente a que
volvieran cada una a la casa de su madre (v. 8), con esto les sugirió que sus respectivas
madres les resultarían más agradables que la suegra, especialmente cuando sus madres
tenían casa y ella no tenía por ahora ni siquiera un lugar propio donde reclinar la cabeza.
Las despidió, pues:
(A) Con agradecimiento: Jehová haga con vosotras misericordia, como la habéis
hecho con los muertos y conmigo (v. 8).
(B) Con oración. Cuando dos amigos se despiden, bueno es que se despidan con
oración. Las despide con una bendición en que menciona por dos veces el nombre de
Jehová, el Dios de Israel, único Dios verdadero, a fin de exhortarlas a que alcen sus ojos
a quien es la única fuente de todo bien (Stg. 1:17). Y añade: Os conceda que halléis
descanso, cada una en casa de su marido (v. 9); con ello les deseaba un feliz y próspero
nuevo matrimonio.
(C) Con gran afecto: Las besó, y desea tener mucho más y mejor que dejarles, pues
no tenía ni plata ni oro. No obstante este beso de despedida era el sello de una profunda
y sincera amistad.
3. Las dos jóvenes viudas no querían separarse de su buena suegra, tan fuertemente
las había ganado la buena conducta de esta piadosa israelita: Ciertamente nosotras
iremos contigo a tu pueblo (v. 10). Es un ejemplo, poco frecuente, de afecto a una
suegra y una evidencia de que, a través de ella, se habían formado una buena opinión
del pueblo de Israel. Incluso Orfá, que después se volvió a sus dioses, parecía ahora
resuelta a marchar con Noemí.
4. Noemí resolvió disuadirlas de que marchasen con ella (vv. 11–13).
(A) Les hizo ver la desolación en que se hallaba. Si hubiese tenido otros hijos en
Canaán con quienes ellas pudieran casarse de nuevo, les serviría de aliento para esperar
asentarse cómodamente en Belén. Pero una de las mayores penas que sentía era que, en
la pobre condición a la que se veía reducida, no estaba en su mano hacer por ellas lo que
desearía, por lo que se lamenta de la aflicción que, por esta causa, les había sobrevenido
a ellas. Los ánimos generosos soportan sus propios reveses mejor que el pesar que de
ellos se les deriva a otras personas. Noemí soportaba su indigencia mejor que el pesar de
sus nueras.
(B) ¿Hizo bien Noemí al tratar de disuadir a sus nueras de que marchasen con ella,
cuando habría podido salvarlas de la idolatría de Moab y llevarlas a la fe y a la
adoración de Israel si hubiesen venido con ella? No cabe duda de que Noemí lo deseaba,
pero: (a) Si venían con ella, no podía tomarlas a su cargo ni imponerles las creencias.
Quienes hacen profesión de fe sólo por complacer a sus parientes o amigos, suelen ser
conversos de poco valor y de corta duración. (b) Si venían con ella, había de ser porque
así lo deseaban libremente y, en tal caso, convenía que se sentasen primero a calcular el
costo, como deben hacer todos los que profesan la fe cristiana.
Siempre es bueno que se nos advierta del lado oscuro de las cosas, no sólo del lado
rosa. Éste es el método que siguió nuestro Salvador con aquel que, en un momento de
gran entusiasmo, le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. «Ven, ven—vino
a decirle el Señor—, ¿te atreves a llevar la vida que yo llevo? El Hijo del Hombre no
tiene dónde recostar su cabeza. Toma nota de esto, y considera luego si tendrás corazón
4. para compartir su suerte» (Mt. 8:19, 20). Y así es como trata Noemí con sus nueras. Los
pensamientos que maduran en resoluciones mediante seria consideración llevan las de
perdurar en el corazón, mientras que los que maduran demasiado pronto suelen
corromperse con suma facilidad.
5. Orfá no necesitó muchas razones para persuadirse a seguir la corrupción de su
corazón y volverse a su país, a la casa de su padre y a su parentela y, con ello, a sus
dioses falsos, ahora que tenía la oportunidad de escuchar un llamamiento eficaz para
dejarlos. Ambas alzaron otra vez su voz y lloraron (v. 14), profundamente
impresionadas por las palabras de Noemí. Pero tuvieron en una y otra un efecto distinto:
mientras los inconvenientes expuestos por Noemí retrajeron a Orfá y la inclinaron a
volverse a su país, a Rut la corroboraron en su resolución de marchar con su suegra. En
efecto:
(A) Orfá besó a su suegra, esto es, se despidió afectuosamente de ella, pero la dejó
para siempre. Este beso mostraba que sentía mucho partirse de ella, pero no lo suficiente
para dejar su país en atención a ella. Así es como muchos tienen cierta estima de Cristo
y sienten algún afecto hacia Él, pero no llegan a salvarse por falta de decisión a dejarlo
todo, o lo que más aman, por seguirle. Le aman, pero le dejan, porque no le aman lo
suficiente para preferirlo a todo lo demás, como le pasó al joven rico que se marchó,
aunque triste, de Cristo (Mt. 19:22).
(B) Pero Rut se quedó abrazada a ella. No se nos dice si ya tenía resuelto seguirla
desde el momento en que salieron de casa, pero lo cierto es que tomó su resolución
correcta en el momento oportuno.
6. Todavía intentó Noemí persuadir a Rut a que se volviera, tratando de convencerla
con el ejemplo de su compañera: He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus
dioses; vuélvete tú tras ella (v. 15). Como si dijese: «Si has de volverte, ésta es la hora.
Ésta es la prueba más dura de tu constancia; si pasas esta prueba, serás mi hija para
siempre».
7. Rut pone fin a este debate con la más solemne profesión de la decisión que había
tomado de no dejarla y de no volver a su país ni a sus dioses: No me insistas (lit.), donde
el hebreo usa el adverbio fuerte al para expresar la negativa (vv. 16, 17).
(A) No existen expresiones más hermosas ni valientes que las que usa Rut en esta
ocasión. Como dice el Dr. Ryrie, «la afirmación que hace Rut de su compromiso es
quizá la más bella de toda la literatura». Y el profesor barcelonés C. Muñoz Espinalt ha
escrito que una mujer que no se emocione al leer este pasaje denota un nivel muy bajo
de femineidad. Ahora precisamente que su cuñada se ha marchado, parece Rut cobrar
nuevos ánimos y expresarse con mayor valentía, lo cual es un ejemplo de la inclinación
que la gracia de Dios puede llevar a cabo en un corazón para que resuelva escoger la
mejor parte, como María de Betania. (a) Suplica a su suegra: No me insistas a que te
desampare para volverme de seguirte (lit.). No quiere de ningún modo que siga
rogándole que se marche de ella. (b) Especifica con todo detalle su resolución de
adherirse a ella y no dejarla jamás; habla el lenguaje de quien ha resuelto entregarse a
Dios e ir al Cielo. Primero, irá con ella adondequiera que vaya, aunque sea a un país
que nunca ha visto, por muy lejos que esté de su propio país y por áspero que sea el
camino que su suegra siga. Segundo, vivirá con ella dondequiera que viva, aunque sea
en una cabaña y aun con un alojamiento similar al de Jacob cuando éste tuvo una piedra
por almohada. Tercero, compartirá los intereses, los gozos y las penas de su pueblo: Tu
pueblo será mi pueblo. Cuarto, lo que es más importante, renuncia para siempre a los
ídolos y abraza la fe del verdadero Dios, el Dios de Israel: Y tu Dios será mi Dios.
Quinto, no sólo quiere estar unida a su suegra en vida, sino también en muerte y
sepultura: Donde tú mueras, moriré yo y allí seré sepultada. Está gozosa de dormir el
5. sueño de la muerte en el mismo lecho de su suegra, sin desear que ni aun sus huesos
sean devueltos a su país de origen, Moab. (c) Finalmente, respalda su resolución con un
voto solemne: Así me haga Jehová, y aun me añada (antigua forma de imprecación),
que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos.
(B) La actitud de Rut es un modelo de conversión absoluta a Dios. Como ella,
nosotros también hemos de estar dispuestos: (a) A tomar al Señor por nuestro Dios para
siempre y ser consecuentes con esta decisión. (b) Al tomar al Señor por Dios nuestro,
hemos de tomar también por nuestro su pueblo, sin condiciones, aunque sean pobres,
despreciados, imperfectos. (c) Resueltos a compartir la suerte del pueblo de Dios,
hemos de soportar las vicisitudes y adversidades que ellos hayan de soportar, y
compartir sus penas y sus alegrías.
8. Noemí no tuvo nada más que replicar a las palabras de Rut: Y viendo Noemí que
estaba tan resuelta a ir con ella, no dijo más (v. 18). Esto era precisamente lo que
Noemí deseaba; que Rut tomase conciencia de lo que significaba marchar con ella a un
país extraño y resolviese acompañarla con toda libertad.
Versículos 19–22
Noemí y Rut, tras un fatigoso viaje, llegaron, por fin, a Belén. Y llegaron muy a
tiempo: al comienzo de la siega de la cebada (v. 22), que era la primera de las cosechas,
antes de la del trigo. Así tenían la oportunidad de proveerse para el invierno.
I. La conmoción del vecindario de Belén ante la llegada de ellas: Toda la ciudad se
conmovió por causa de ellas (v. 19). Sus convecinas se reunieron en torno de ella, para
darle la bienvenida y preguntarle cómo se hallaba. Al verla ahora viuda y sin hijos, y
acompañada de una nuera, también viuda, suscitó la compasión del vecindario de la
pequeña ciudad. Por eso decían: ¿No es ésta Noemí? Como dice el adagio español:
¡Quién te ha visto y quién te ve! Quienes la conocían de antiguo estaban sorprendidas
de verla envejecida y alterada por las aflicciones. Los pesares y las aflicciones alteran el
rostro de las personas hasta hacerlas irreconocibles. Dios, por medio de su gracia, nos
prepara para tales cambios, especialmente para el gran cambio que es la muerte.
II. La reacción de Noemí ante las preguntas de antiguas vecinas y compañeras: No
me llaméis Noemí (que significa placentera), sino llamadme Mara (es decir, amarga),
porque en grande amargura me ha puesto el Shadday (Todopoderoso o, mejor,
Todosuficiente) (v. 20).
1. Menciona primero, aunque sin murmurar contra la Providencia, su cambio de
situación económica: me fui llena (al menos, con el marido y los hijos vivos), pero
Jehová me ha vuelto con las manos vacías: viuda y sin hijos y, probablemente, sin otros
bienes que el vestido que llevaba, después de haber tenido que vender sus bienes y sus
enseres (v. 21). En esto reconoce la mano de Dios, lo cual es una buena consideración,
pues quien tiene fe en el Dios que vacía, puede confiar en el Dios que sabe cómo volver
a llenar.
2. En conformidad con este cambio que se ha obrado en su situación, les pide que no
la llamen por su antiguo nombre, sino con otro que cuadre mejor a su estado actual: «No
me llaméis Noemí pues ya no hay en mí nada placentero, ni para mí misma ni para mis
amistades, sino llamadme Mara, pues estoy llena de amargura». Si Dios ha decidido
amargarla de momento, se somete a sus inescrutables designios. Una aflicción bien
llevada, siempre nos hace bien: «La tribulación produce paciencia» (Ro. 5:3).
CAPÍTULO 2
I. La humildad y laboriosidad de Rut al espigar, y cómo la Providencia la dirigió al
campo de Booz (vv. 1–3). II. E1 gran favor que Booz le mostró en varias ocasiones (vv.
4–16). III. E1 regreso de Rut a casa de su suegra (vv. 18–23).
Versículos 1–3
6. Noemí se halla ahora aposentada en Belén entre sus antiguas amistades. Se nos hace
referencia:
I. De un pariente suyo rico, Booz: «hombre fuerte de riqueza o fuerza» (v. 1, lit.),
como su propio nombre designa, pues Booz (hebreo Bóaz) significa en él (hay) fuerza.
Este hombre era de la familia de Elimélec, el difunto marido de Noemí, tan venida a
menos ahora.
II. De su pobre nuera, Rut:
1. Su condición era muy humilde y pobre, lo cual es siempre una dura prueba para
un joven prosélito. Noemí y su nuera no tenían otro medio de proveerse de víveres que
espigando.
2. Su carácter, que, en estas condiciones, era admirable (v. 2). No siente nostalgia de
su país nativo; de no ser así, ahora se sentiría tentada a volverse allá. El Dios de Israel
ha de ser su Dios pase lo que pase; en Él ha de confiar y nunca le ha de dejar. Así qué le
dice a su suegra: Te ruego que me dejes ir al campo y recogeré espigas donde me
acojan benévolamente.
3. El ejemplo que de ella hemos de tomar: (A) De su humildad. Al verse pobre por
la mano de la Providencia, no dijo: «De mendigar, me avergüenzo». No le dice a su
suegra que no la criaron para vivir de migajas. Aunque no fue educada para mendigar,
no tiene inconveniente en rebajarse a espigar, ni le resulta difícil el oficio de pordiosera.
(B) De su laboriosidad: «Recogeré espigas». Una disposición diligente sirve mucho,
tanto para este mundo como para el otro. No hemos de avergonzarnos de ningún oficio,
por modesto que sea, con tal que sea honesto. (C) De su consideración hacia su suegra.
Aunque no era madre suya, se porta con ella como si lo fuera y aun mejor que muchas
hijas con sus madres. (D) De la dependencia que mostró de la Providencia: «recogeré
espigas en donde me acojan benévolamente». No sabe qué camino tomar, ni a qué
campo llegar, pero confía que Dios le proporcionará alguna persona que la acoja
benévolamente. Y le fue muy bien, por cierto, pues «aconteció que aquella parte (a la
que fue a espigar) del campo era de Booz» (v. 3). Quizá le pareció una casualidad, pero
la Providencia guió sus pasos al campo aquel. Muchas bendiciones nos han venido
mediante lo que parecían pequeñas coincidencias, pero el propósito de la Providencia
era seguro.
Versículos 4–16
Entra en escena Booz, y también con rasgos muy favorables:
I. Por lo que respecta a su relación con los criados y demás empleados en la cosecha
de su grano. El tiempo de la recolección es tiempo de mucha ocupación y se requieren
muchas manos para esa labor. Booz es modelo de buen amo: 1. Tenía un mayordomo a
cuyo cargo estaban los demás criados (v. 6), pero: 2. Él mismo vino a ver cómo se
llevaba el trabajo, lo cual era una señal de prudencia y de amabilidad. 3. El intercambio
de saludos con los segadores fue muy piadoso: (A) Les dijo: Jehová sea con vosotros. Y
ellos respondieron: Jehová te bendiga (v. 4). Esto expresaba: (a) El mutuo respeto que
se tenían. Hay muchas probabilidades de que las cosas marchen bien en una casa en que
hay tal respeto entre el amo y los criados. (b) Su común dependencia de Dios, pues
expresaban su buena voluntad mutua mediante una oración. (B) Aprendamos de aquí:
(a) a ser corteses en nuestros saludos, (b) a ser piadosos en nuestros saludos, y cuidemos
únicamente de que tales expresiones religiosas no se conviertan en mero formulismo. 4.
Obtuvo de su mayordomo información acerca de Rut y ordenó a sus criados que no la
molestaran (v. 9), ni la avergonzaran (v. 15), sino que la permitieran incluso recoger
espigas de entre las gavillas.
II. Booz se portó muy amablemente con Rut, inducido a ello por el buen informe
que de ella recibió y por lo que él mismo pudo ver.
7. 1. El mayordomo dio a Booz un buen informe de ella, con lo que la recomendó al
favor de él (vv. 6, 7). Le dijo: (A) Que era extranjera y, por ello, de aquellas a las que la
ley de Dios permitía espigar y rebuscar (Lv. 19:9, 10). (B) Que estaba relacionada con
la familia de él, pues había vuelto con Noemí, mujer de Elimélec, pariente de Booz. (C)
Que era prosélita, pues había venido a morar en Israel. (D) Que era modesta, pues no
había comenzado a espigar hasta que le dieron permiso. (E) Que era muy laboriosa,
pues había estado espigando desde la madrugada, sin descansar ni aun por un momento
.
2. Ante este informe, Booz se portó muy amablemente con ella. (A) Le pidió que se
juntase a las criadas de él y no fuese a espigar a otro campo (v. 8). (B) Ordenó a sus
criados que la respetaran aun siendo una extranjera, y es probable que su lenguaje y
aderezo personal fuesen diferentes de los de ellos. (C) Le dio la bienvenida a su mesa
(v. 14), después de haberle permitido beber del agua que sacaban los criados (v. 9). Él
mismo le dio del potaje que comían. (D) La alabó mucho por el comportamiento que
había tenido hacia su suegra, por lo que él había oído (v. 11). La alabó, sobre todo, por
haber dejado padre, madre y patria, y haber venido a refugiarse bajo las alas de Jehová,
el Dios de Israel (vv. 11, 12). (E) Oró por ella: Jehová recompense tu obra (v. 12).
Quienes, por fe, se refugian bajo las alas de la gracia divina, pueden estar seguros de
que tendrán plena recompensa por ello. Los judíos describen a un prosélito como
alguien que se ha juntado bajo las alas de la majestad divina. (F) La animó a que
continuase espigando y ordenó a sus criados que la dejasen espigar incluso entre las
gavillas.
3. Rut recibió estas señales de amabilidad con gran humildad y gratitud. Le mostró
el máximo respeto y le dio el honor acostumbrado en el país (v. 10): Bajando su rostro,
se inclinó a tierra. Y se declaró indigna de tales mercedes, ya que era extranjera (v. 10)
e inferior a las criadas de él (v. 13). Sólo le pide continuar hallando gracia a los ojos de
él (v. 13). Y, cuando Booz la invitó a compartir su mesa, comió lo suficiente (v. 14), e
inmediatamente se levantó para volver a espigar (v. 15).
Versículos 17–23
I. Rut termina su tarea cotidiana (v. 17). 1. Puso interés en no perder el tiempo, pues
estuvo espigando hasta la noche. 2. Puso también interés en no perder nada de lo que
había recogido, ella misma lo desgranó, a fin de llevarlo más fácilmente a casa y tenerlo
presto para el uso. Había recogido espiga por espiga, pero cuando lo juntó todo, era
como un efa de cebada (v. 17), unos 35 litros, con lo que las dos mujeres tenían para
comer varios días.
II. Tan pronto como llegó a casa, mostró a su suegra lo que había recogido, así como
lo que le había sobrado de la comida. Le contó todo lo sucedido aquel día y los favores
que la Providencia le había concedido. Noemí le preguntó dónde había espigado (v. 19),
y ella le dio informe detallado del magnífico trato que había recibido de Booz y del
favor que todavía esperaba de él, pues le había concedido que continuase espigando allí
con sus criadas «hasta que hayan acabado toda mi siega» (v. 21).
III. Noemí bendijo a Booz por haberse portado tan bien con Rut aun antes de saber
quién era (v. 19), y le recomendó ante Rut por lo bien que él se había portado
igualmente con los ya fallecidos. También le dijo a Rut el parentesco que las ligaba a
aquel hombre: Nuestro pariente es aquel varón (v. 20). Obsérvese el contraste y la
cadena de providencias: Rut habla de Booz como de alguien que ha sido tan amable con
ella, y Noemí habla de Booz como de alguien que es pariente cercano y, por tanto, uno
de los que pueden rescatar la hacienda y casarse con Rut. Por ello, exhorta a Rut a que
continúe espigando en el campo de Booz y no marche a otro campo (v. 22). ¿Nos ha
mostrado Dios su bondad y munificencia? No permitamos ser hallados en otro campo,
8. buscando felicidad y satisfacción en las criaturas. Rut observó fielmente las
instrucciones de su suegra, pues continuó espigando, no sólo hasta el final de la siega de
la cebada, sino también de la del trigo (v. 23), y preparó para el invierno, como la
hormiga en el verano (Pr. 6:6–8).
CAPÍTULO 3
I. Instrucciones que dio Noemí a Rut sobre el mejor modo de reclamar a Booz por
esposo (vv. 1–5). II. La puntual observancia con que cumplió Rut esas instrucciones
(vv. 6–7). III. El amable trato que le dispensó Booz (vv. 8–12). IV. Regreso de Rut a
casa de su suegra (vv. 16–18).
Versículos 1–5
I. Es admirable y digno de imitación el interés que tiene Noemí por el bienestar de
su nuera, y está decidida a verla bien casada. En su prudencia, planeó para su nuera lo
que la modestia de ésta le impedía planear para sí misma (v. 1). Obró así: 1. En atención
al hijo difunto, para que alguien levantase descendencia por la que se preservara de la
extinción la familia. 2. En atención y gratitud a la propia nuera, que tan fiel y
respetuosamente se había comportado con ella. «Hija mía—le dice, considerándola
como hija suya—, ¿no he de buscar hogar (lit. Lugar de descanso) para ti donde te
vaya bien?»; es decir, el acomodo de un buen matrimonio, ya que el estado matrimonial
es, o debería ser, un estado de descanso, no de ocio, para la juventud. Es así como se
asientan los afectos volubles y reposa el corazón. Son verdaderamente casquivanos los
que no se asientan con el matrimonio.
II. El método que usó para procurar el matrimonio de su nuera fue muy
extraordinario y hasta puede parecer sospechoso. Si en él se halla algo impropio, la
culpa ha de cargarse a Noemí, quien empujó a su nuera a ello, sabiendo, o debiendo
saber, mejor que Rut, los usos y costumbres de Israel.
1. Es cierto que Booz, al ser pariente cercano del muerto y (por lo que Noemí sabía)
el más próximo de los vivos, estaba obligado por la ley a casarse con la viuda de
Mahlón, hijo mayor de Elimélec, y muerto sin descendencia. Noemí viene a decir:
«¿Por qué no le hemos de recordar la obligación que tiene?»
2. Era el tiempo apropiado para recordarle esto a Booz, ahora que él se había puesto
en contacto con Rut por estar ella continuamente espigando durante toda la siega, y él se
disponía a aventar las cebadas en la era (v. 2).
3. Noemí pensó que Rut era la persona apropiada para hacer la petición; quizás era
la costumbre en el país que fuese la mujer quien tomase la iniciativa en la propuesta de
matrimonio en casos como éste, como parece respaldado por Deuteronomio 25:7–9.
«Lávate, pues, y úngete, y vistiéndote tus vestidos, vete a la era» (v. 3), le dijo. Es
probable que estuviese invitada a cenar allí. Pero no debía hacer saber sus propósitos
hasta que se dispersara la compañía y se retirase Booz a descansar.
4. La forma en que Rut se acercó a Booz para descubrirle los pies y acostarse junto a
él, parece a primera vista sospechosa y no muy casta; pero no cabe duda de que esas
expresiones son correctas y no implican un eufemismo para cubrir el acto sexual. Noemí
no pretendió otra cosa, ni Rut la llevó a cabo, que dar a entender a Booz que le
correspondía tomar por esposa a Rut. Por otra parte, sabía que Booz era un hombre
virtuoso y temeroso de Dios, y que Rut era una joven modesta, casta y cuidadosa de su
casa (Tit. 2:5). Si lo que Rut hizo hubiese implicado algo poco decente, podemos estar
seguros de que Noemí no habría sido tan imprudente como para incitar a su nuera a ello
y enajenarse así el afecto y la amistad de un hombre tan bueno y tan importante como
Booz. Por otra parte, Rut tenía el suficiente sentido y más que la suficiente virtud para
haber rechazado la idea de Noemí si en ella hubiese visto algo pecaminoso. Al ser algo
correcto, Rut no dudó en responder a su suegra: Haré todo lo que tú me mandes (v. 5).
9. Versículos 6–13
I. Cuán bien llevaba Booz su negocio. 1. Como era costumbre, estaba con sus
criados, mientras éstos aventaban la parva, para dirigir la faena y hacer que se llevase a
cabo con el debido esmero. 2. Al haber mayor faena que de ordinario, trataba a sus
criados de modo también más que ordinario y, para animarles, comía y bebía con ellos.
3. Después de la cena y, probablemente, de una breve sobremesa, Booz se retiró a
dormir a hora conveniente, ya que había tenido su primer sueño a medianoche (v. 8). 4.
Tenía su lecho a un lado del montón de grano (v. 7). Era sencillo, como su antepasado
Jacob y, como él, si era conveniente, podía dormir en el granero o sobre la paja.
II. Vemos también cuán perfectamente cumplió Rut con lo que su suegra le había
mandado. Al despertar Booz y percatarse de que alguien dormía a sus pies, preguntó
quién era; a lo que Rut respondió declarándole su nombre y el objetivo que perseguía
(v. 9): ponerse bajo su protección, ya que él era la persona designada por la ley de Dios
para tal cometido: «Extiende el borde de tu capa sobre tu sierva, por cuanto eres
pariente cercano (lit. redentor) y, por tanto, tienes el derecho y el deber de redimir de la
ruina una familia y una hacienda».
III. El favor que Rut halló a los ojos de Booz. Éste sabía que la petición de ella era
justa y honesta, y correspondió como debía, sabedor que no era una pasión sensual lo
que la había llevado a los pies de él, por lo que mantuvo valientemente su honor y el de
ella.
1. La alabó y le habló amablemente, llamándola «hija mía» (v. 10), como a mujer de
virtud eminente, pues había obrado excelentemente al dejar su propio país y venirse a
Israel con su suegra, para vivir con ella y mantenerla. Ya la había bendecido por esto
(2:12); pero ahora dice: Has hecho mejor tu postrera gracia que la primera (v. 10),
puesto que no se había visto atraída por deseos juveniles, sino por el bien de la familia,
al desear un segundo casamiento.
2. Le prometió casarse con ella (v. 11): «No temas que yo te reproche o
menosprecie; yo haré contigo lo que tú digas, pues eso es lo que la ley demanda y no
tengo razón alguna para rehusar, pues toda la gente de mi pueblo sabe que eres mujer
virtuosa» (v. 11).
3. Se lo prometió condicionalmente, ya que había otro pariente, más próximo que él,
a quien pertenecía el derecho de redención (v. 12). Booz mismo se ofreció a hacerle al
otro la propuesta y ver cómo pensaba. Si el otro rehusaba cumplir con su obligación, él
estaba dispuesto a redimir la hacienda, casarse con la viuda y reconstruir así la familia.
El obispo Hall compendia así todo el asunto: «Booz, en lugar de tocarla como un
lascivo, la bendice como un padre, la anima como amigo, se ofrece como pariente
cercano, la recompensa como patrono y la despide cargada de esperanzas y regalos, no
menos casta, sino más feliz de lo que vino».
Versículos 14–18
I. Cómo despidió Booz a Rut. 1. Con una buena advertencia (v. 14): No se sepa que
vino la mujer a la era, no tanto por visos de indecencia como para respetar el derecho
del otro pariente más cercano. Aunque el texto parece insinuar que Booz dijo estas
palabras en su interior, caben pocas dudas de que también se lo dijo a Rut. 2. Con un
buen presente, muy apreciable para su suegra, prueba evidente de que la enviaba sin
disgusto, sino muy complacido con la visita de Rut. Hizo que ella se quitara el manto (o,
más bien, velo grueso) que llevaba encima, y en él depositó Booz seis medidas de
cebada. Si atendemos al peso que podía llevar una mujer, aun siendo joven y fuerte,
estas medidas no podían ser efás (habrían sido un peso de unos 250 kilos), sino omeres
(unos 20 litros) o seahs (unos 70 litros) y aun esto último sería demasiado peso para
ella. Es, por ello, lo más probable que la medida fuese el omer.
10. II. Cómo recibió Noemí a Rut. Le preguntó: ¿Qué hay, hija mía? (v. 16). Como si
dijese: «¿Eres ya novia o no? ¿Hemos de regocijarnos o no?» Así que Rut le contó
cómo estaba el asunto (v. 17), a lo que la suegra: 1. Le aconsejó que estuviese satisfecha
con lo hecho hasta entonces (v. 18): Estate tranquila, hija mía, hasta ver cómo acaba la
cosa. 2. Le aseguró que Booz era digno de toda confianza como hombre que habría de
hacer cuanto estuviese en su mano para llevar a feliz término este asunto: porque ese
hombre no descansará hasta terminar hoy mismo este asunto.
CAPÍTULO 4
I. Booz se deshace limpiamente de su rival (vv. 1–8). II. Se casa con Rut y la boda
se celebra solemnemente y acompañada de los buenos deseos del vecindario (vv. 9–12).
III. El feliz resultado de este matrimonio, con el nacimiento de Obed, el abuelo de
David (vv. 13–17). IV. El libro termina con una breve genealogía de David (vv. 18–22).
Versículos 1–8
I. Booz, tan pronto como pudo, llamó al otro pariente más cercano de Elimélec, para
que acudiese a la puerta (esto es, al tribunal del pueblo) a discutir el asunto de Rut. Es
muy probable que Booz fuese uno de los ancianos o jueces del pueblo. Podemos
preguntarnos: ¿Por qué tenía Booz tanta prisa en solventar el caso, cuando Rut era una
extranjera y, además, pobre? Lo que había enamorado a Booz y le espoleaba a resolver
cuanto antes este asunto era que «toda la gente de mi pueblo sabe que eres mujer
virtuosa» (3:11). No era día de tribunal, pero él buscó con toda diligencia diez varones
de los ancianos de la ciudad (v. 2) para discutir el asunto junto a la puerta. Diez es el
número requerido, según la costumbre de los judíos, para formar un grupo. Aun hoy
(1986), no se puede comenzar el servicio religioso, propiamente dicho, en las sinagogas
judías, mientras no se hallan presentes diez varones judíos. Este detalle arroja bastante
luz sobre el hecho de que Abraham no siguió adelante en sus rebajas al llegar a diez
(Gn. 18:32).
II. Reunido el consejo de los diez, Booz invitó a su rival a escuchar la propuesta de
rescate (v. 1). Es probable que la hacienda de Noemí estuviese ahora bajo hipoteca, por
la necesidad de emplear dinero para comprar víveres durante la época de hambre en el
país (v. 3): Noemí … vende una parte de las tierras que tuvo nuestro hermano Elimélec.
De este modo, Booz comunica al otro pariente la materia que se debate, a fin de que el
anónimo «fulano de tal» (hebreo ploní almoní) del v. 1 tuviese conocimiento legal de la
causa y expusiera delante del tribunal su deseo de rescatar o de rehusar. Como hace
notar L. Wood, aun cuando el término aj = hermano del v. 3, no se puede tomar siempre
al pie de la letra, es probable que Booz fuese realmente hermano de Elimélec, así como
el «fulano» aludido (quien, en tal caso, sería mayor que Booz. Nota del traductor). Así
se explicaría mejor lo del v. 17: Le ha nacido un hijo a Noemí. En cuanto a la extraña
expresión «fulano» del v. 1, es lo más probable que Booz lo llamase por su nombre, al
ser pariente tan cercano, pero el redactor del libro lo omitió, ya fuese por serle
desconocido, como opinan algunos, ya por no merecer la pena el citarlo a causa de su
egoísmo y tacañería al rechazar casarse con Rut.
III. El pariente más cercano estaba dispuesto a redimir la hacienda (v 4), pero al oír
que, en tal caso, tendría que casarse con la viuda, se echó para atrás, ya que la hacienda
era conveniente para aumentar la heredad de los hijos que ya tenía, mientras que el
casamiento daría lugar a tener mayor número de herederos entre quienes repartirla. Así
lo dijo con toda claridad, y renunció de este modo al derecho que le asistía (v. 6).
IV. Cumplidos los requisitos necesarios, Booz quedó así con derecho legal a redimir
tanto la hacienda como la viuda. Si este desconocido pensó que hacía mal negocio con
tal matrimonio, a nadie tuvo que echar la culpa si después se arrepintió de no haber
tomado una mujer de tal valía como Rut, mientras que Booz le quedaría sumamente
11. agradecido por haberle cedido el derecho a una hacienda y, sobre todo, a una mujer a la
que ya amaba de todo corazón. En aquel tiempo no existía aún la costumbre de poner
por escrito estas transacciones, como lo fue después (v. Jer. 32:10 y ss.), por lo que,
como señal de cesión de derechos, el uno se quitaba el zapato y lo daba a su compañero
(v. 7), con lo que se simbolizaba que el nuevo dueño podía «pisar», entrar y salir por la
heredad transferida. Y esto es lo que se hizo en este caso (v. 8).
Versículos 9–12
Con el camino libre para cumplir plenamente su promesa, Booz toma por testigos
del contrato, a las puertas de la ciudad, a los ancianos y a todo el pueblo (ya que
cualquiera podía presenciar estos juicios). Todos fueron testigos de que Booz redimía,
no sólo la hacienda, sino también a la viuda, Rut la moabita, para restaurar el nombre
del difunto. Con respecto a este matrimonio de Booz con Rut, vemos que:
I. Fue solemnizado o, al menos, publicado delante de muchos testigos (vv. 9, 10).
Booz declara: 1. Que se hace cargo de la hacienda que fue propiedad de Elimélec y de
sus hijos (v. 9). 2. Que también rescata (hebreo qaniti = he adquirido) a Rut, la viuda de
Mahlón. Bien puede decir que la adquiere por suya, ya que Rut no tenía dote que aportar
al matrimonio. Pero ella valía para él más que la dote de una millonaria. Al casarse con
ella, deseaba preservar la memoria del difunto de forma que el nombre de Mahlón fuese
preservado así de desaparecer, a pesar de no haber dejado descendencia. Obsérvese que,
por haber cedido Booz este derecho, para que el nombre de Mahlón fuese preservado,
Dios hizo que el nombre de Booz fuese honrado al ser incluido en la genealogía del
Salvador por lo que su familia adquirió una dignidad superior a la de todas las demás
familias de Israel, mientras que el otro pariente tan temeroso de perder algo si se casaba
con la viuda, perdió la hacienda, una mujer virtuosa, el honor de su familia y hasta su
nombre fue dado al olvido, de forma que no apareciese en las Sagradas Escrituras.
Nuestro Señor Jesucristo es nuestro Goel o Redentor, un Redentor eterno, quien, a
semejanza de Booz con Rut, nos miró con tierna compasión y nos sacó del deplorable
estado de miseria y de pecado en que nos hallábamos. A muy alto precio, al precio de su
sangre, nos compró (1 P. 1:18–19) para una herencia eterna, hipotecada por el pecado y
puesta en manos de la justicia divina, de la que nadie ni nada la habría podido rescatar
jamás.
II. El casamiento fue acompañado de las oraciones y bendiciones de los ancianos y
del pueblo presente a la ceremonia (vv. 11, 12).
1. Es de suponer que el anciano más viejo recitase la bendición y que los demás
ancianos, con el resto del pueblo, se uniesen a él por lo que parece como si todos
hubiesen pronunciado las bendiciones que aparecen en el texto sagrado, ya que, en las
oraciones públicas, aunque sea uno solo el que ore en voz alta, o varios por turno, todos
los presentes deben orar interiormente con él. También hemos de aprender de aquí a
bendecir y acompañar con oraciones los casamientos de los creyentes. Hemos de orar
unos por otros, a fin de que el Señor prospere y bendiga nuestras familias.
2. La oración-bendición de los vv. 11–12 contiene tres partes: (A) En la primera se
le desea a Rut, la nueva israelita una fecundidad parecida a la de Raquel y Lea, las
esposas de Jacob. (B) En la segunda, se le desea a Booz que adquiera nuevo lustre y
nueva fuerza (hebreo jayil), que le hagan prosperar en los negocios familiares y le den
honor, sabiduría y éxito entre todas las familias de Belén de Efrata. (C) En la tercera, se
desea a la familia de Booz y Rut una descendencia como la de Fares (o Peres), el
primogénito de Judá, como si dijesen: «Que tu casa sea como la de Fares, tan numerosa
e ilustre como la de Fares». Los de Belén eran descendientes de Fares. Ahora oraban
para que la familia de Booz, que era una sola de las familias de Belén, se hiciese, al
12. correr de los años, tan numerosa e ilustre como era ahora la descendencia entera del
patriarca.
Versículos 13–22
Tenemos aquí a Rut:
I. Como esposa. Booz la tomó y, tras las solemnidades de costumbre, la llevó a su
casa, y ella fue su mujer (v. 13). Booz había orado que esta piadosa prosélita recibiese
plena recompensa del Dios de Israel por su bravura y constancia, ya que había venido a
refugiarse bajo las alas de Jehová (2:12). Ahora era él precisamente el instrumento
ordenado por Dios para darle a Rut la recompensa que Booz había deseado para ella. La
plegaria de Booz había sido escuchada y respondida.
II. Como madre. Jehová le dio que concibiese y diese a luz un hijo, porque es
recompensa de Dios el fruto del vientre (Sal. 127:3).
III. Como nuera. Rut seguía siendo nuera de Noemí, pues ésta no sólo no había
quedado relegada al olvido, sino que era ahora la principal partícipe en la alegría y las
alabanzas de las mujeres de Belén. Así como el matrimonio fue dirigido y celebrado por
medio de una oración, así también el nacimiento del hijo fue celebrado con acción de
gracias. Es una pena que el piadoso lenguaje que leemos en estos versículos esté ausente
de las solemnidades de los creyentes o haya degenerado en rutinario formalismo.
«Loado sea Jehová—dicen a Noemí las mujeres de Belén—, que hizo que no te faltase
hoy un pariente redentor …» (vv. 14, 15). El niño pasa ahora a ser «el redentor» o goel,
porque significa el porvenir seguro de la familia, hijo de una nuera que ama a su suegra
más que a su madre, y es de más valor para ella que siete hijos. Los lazos del amor son
más fuertes que los de la naturaleza. Noemí responde tomando al niño en su regazo y
siendo su aya (v. 16). Si Booz era hermano de Elimélec, lo cual entra dentro de lo
probable, conforme a lo dicho en el comentario al versículo 3, el poner al niño en su
regazo sería un símbolo de adopción del niño por Noemí, aunque esto no puede
afirmarse con seguridad. En todo caso, las vecinas: 1. Llaman al niño hijo de Noemí (v.
17). 2. Le ponen por nombre Obed = «servidor» (se sobrentiende, de Dios). Si no
fueron directamente las vecinas quienes le pusieron el nombre (pues ello es muy poco
probable), al menos lo sugirieron. El nombre era muy apropiado para el hijo de unos
padres tan piadosos.
IV. Finalmente, Rut entra así a formar parte del linaje de antepasados de David y de
Jesucristo, lo cual fue su mayor honor. En los vv. 18–22 tenemos un compendio de
genealogía, que va desde Fares a Obed, y de Obed a David. Ya hemos aludido en otro
lugar de este comentario al libro de Rut a la dificultad de incluir una genealogía
«completa» desde Salmón a David si se admite, para la época de los Jueces, un espacio
de 340 años. Otra solución de esta dificultad puede hallarse si aceptamos como
incompleta (lo mismo que en otras ocasiones) la genealogía que aquí se nos ofrece.
Tenemos un ejemplo claro de esto en Mt. 1:8, donde Mateo (quizá por razones de
simetría = 14 + 14 + 14. V. Mt. 1:17) se salta nada menos que tres generaciones entre
Joram y Uzías, a saber, Ocozías, Joás y Amasías, como puede verse con una somera
lectura del 2 Libro de Reyes.