Este documento discute la indiferencia de la sociedad ante el mal y la necesidad de que las personas buenas tomen acción para ayudar a los demás. Señala que la indiferencia es más dañina que la maldad en sí y cita la parábola del buen samaritano para enfatizar que todos debemos ayudar a quienes lo necesitan en lugar de ignorarlos. Concluye instando a las personas a ser más sensibles y a hacer el bien siempre que tengan la oportunidad.
1. OJOS PERO NO VEN, OIDOS PERO NO OYEN
La otra noche, una discípula me consulta para una tarea del colegio, ¿SI DIOS RESPONDE POR EL BIEN, COMO
RESPONDERIAS TU POR EL MAL QUE HAY EN EL MUNDO? Esta sencilla pregunta, me llevo a recordar las palabras
del Mahatma Gandhi, “no me asusta la maldad de los malos, me aterroriza la indiferencia de los buenos”.
Lo más perjudicial para la humanidad, no es la acción de los que hacen daño, sino la indiferencia de aquellos que
podrían evitarlo, o corregirlo. De aquellos que transfieren a Dios la responsabilidad de sus actos, aquellos que
están esperando que Dios actúe, pero no hacen nada para remediarlo.
Esa la enseñanza central de la parábola del buen samaritano, que enseñó Jesús; alguien le hace mal a una
persona, pero los demás siguen de largo; nadie hace nada por ayudar; están muy ocupados en sus propias
prioridades e intereses. ¿Quién se va a manchar sus ropas limpias con la sangre de ese pobre hombre que yace
tendido en el piso? Que venga otro a socorrerlo.
Cada uno dará cuenta de sus actos; muchos dirán: Yo hago el bien. Pero no es suficiente solo hacer el bien, hay
que vencer con el bien, el mal; es tomar la decisión de ser parte de la solución y no del problema; no basta con
hacer o cumplir con el mínimo esperado, hay que estar dispuesto a caminar la milla extra.
Sin pretender asumir posturas de salvadores, redentores del mundo, ni andar presumiendo de un complejo
mesiánico; sino de hacer el bien, al menos a aquellos que por alguna razón Dios cruza en el camino, o de
aquellos que a ruegos nos piden una ayuda, y que nada nos cuesta brindarla, ya que contamos con el poder para
hacerlo.
Dios siempre nos pide lo poco, ser fieles en lo poco, él se encarga de lo mucho; es un poco de levadura la que
leuda toda la masa; es suficiente un destello de luz, para iluminar en medio de la oscuridad, donde abunda el
mal, el pecado, tiene que sobreabundar la gracia, el bien.
Esta es una tarea que demanda vocación, entrega, sacrificio, pero ante todo amor y respeto por la persona
humana; y esta es una tarea continua, es la fe traducida en obras; es el testimonio de la “palabra de fe que
predicamos”; sin ese testimonio, ¿Cuál palabra? ¿Cuál fe? ¿Cuál predicación? Es la indiferencia lo que mas daño
hace a la humanidad; aquellos que teniendo ojos no ven, oídos no oyen, manos y no ayudan, corazón y no
aman.
La tarea es ardua, y por tanto, fatigante; bien decía Pablo, “no nos cansemos, pues, de hacer el bien, porque a su
tiempo segaremos sino desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y
mayormente a los de la familia de la fe”.
Que preocupante es la indiferencia en que está sumida la sociedad; hay una falta de sensibilidad abismal; cada
uno está demasiado ocupado en tantas cosas, atendiendo sus asuntos triviales e intrascendentes, persiguiendo
sus intereses, enredados en sus negocios; ojala que cuando despertemos, no sea tarde para muchos.