1. Inclusión Laboral de los
discapacitados
En la República Argentina muchas personas
discapacitadas sufren la exclusión del sistema laboral.
La discriminación o la creencia de que una persona
con capacidad disminuida no puede desarrollar
diversas tareas, es un concepto erróneo que ha ido
instalándose, cada vez con más fuerza, en la
sociedad.
2. • es posible afirmar que diversas organizaciones
han luchado a lo largo de los años por insertar a
los discapacitados en el mercado laboral, y que
hoy, miles de personas de nuestro país han
podido obtener un trabajo digno, acorde con sus
habilidades.
• Si bien no se conoce con exactitud cuál es la
cantidad de personas con capacidades
diferentes que hoy conforma el grupo de los
desempleados, existen datos del 2003,
generados por el Instituto Nacional de
Estadística y Censos (INDEC), que dan cuenta
de la falta de empleo que sufre este grupo
vulnerable (Encuesta Nacional de Personas con
Discapacidad ENDI).
3. Obstáculos y discriminación
• Quienes manejan el tema afirman que las
actitudes son las barreras más difíciles de
romper, pero no las únicas.
También existe la discriminación laboral
amparada bajo el requisito de “buena presencia”
que exigen algunas empresas y la baja
remuneración que algunos discapacitados
reciben.
“Hay personas discapacitadas que han logrado
obtener hasta postgrado y ganan un salario
ínfimo”
4. • Por otro lado, no todas las personas con
discapacidad pueden conseguir empleo.
En diferentes calles, es posible ver a
personas con muletas o en sillas de rueda
vendiendo pastillas. Otros, simplemente,
piden limosna.
La baja preparación académica de
muchos de ellos es el principal obstáculo
para acceder a un puesto de trabajo, pues
no cumplen con los perfiles que solicitan
las empresas.
5. • Este es un problema que se debe, en parte, a que por
muchos años se consideró a estas personas como
individuos que no podían valerse por sí mismos, afirma
Sheyla Sánchez Lay, directora de Industrias de Buena
Voluntad.
Sánchez dice que el 58% de los discapacitados no ha
terminado la primaria, por lo que ellos han iniciado
programas que les permita integrarse, al menos, en
puestos rutinarios de servicios y producción. Esa
institución, donde hoy interactúan personas con y sin
discapacidad, estableció un convenio con el Ministerio
de Educación y crearon un primer ciclo que atiende a
400 alumnos.
• La persona discapacitada tiene que desarrollar sus
habilidades, terminar su bachillerato, y si puede, el nivel
universitario”, añade Sánchez.
6. • Uno de los momentos más dramáticos en la vida
de una persona con discapacidad ocurre cuando
debe abandonar la seguridad que le brindan el
hogar y la familia. Ello sucede, por ejemplo,
cuando el niño debe insertarse en algún centro
educativo, pasando a convivir con personas con
las que hasta el momento no había compartido
instancia alguna.
Teniendo en cuenta que las instituciones
educativas son uno de los principales agentes
socializantes, es importante observar la brecha
existente en el acceso a estos centros por parte
de las personas discapacitadas y de aquellas
que no lo son.
7. • Si se toman las edades comprendidas entre los
4 y los 15 años, el 88% de los discapacitados
concurre a algún establecimiento educativo, lo
que es 7 puntos porcentuales menor que el
registrado para la población sin discapacidad. Si
se excluye la educación inicial y se adicionan las
edades correspondientes al ciclo secundario
completo, la brecha de puntos porcentuales
aumenta a 9%, 81,8% y 90,6% respectivamente.
Por último, el alto porcentaje de personas con
discapacidad de 25 o más años, que carece o
tiene muy bajo nivel de instrucción (37,7%),
contrasta con el observado en la población sin
discapacidad (12,6%).