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Colegio Ascensión NicolDepartamento de Letras<br />Hnas. Misioneras Dominicas del RosarioFilosofía y Psicología<br />Profesor Jonathan Segovia S.<br />IV Medio<br />Los Métodos en Filosofía (II Parte)<br />4. BÚSQUEDA DE SUPUESTOS<br />Supuesto es algo que estamos aceptando como verdad sin estar debidamente  demostrado. <br />El ideal de la Filosofía debiera ser ir demostrando racionalmente todas las  verdades a las cuales va llegando. Hemos visto cómo Descartes quiere deshacerse  de todos sus supuestos: -creencia en Dios, creencia en la existencia del mundo- y partir absolutamente en blanco, sin aceptar nada como verdadero si no se le presenta en forma evidente. Es el caso más claro de rechazo a los supuestos. <br />Sin embargo, a Descartes se le ha criticado que el recurrir a Dios para afirmar la existencia de la sustancia extensa se debe a supuestos de los cuales él no se ha podido deshacer y que, de alguna manera, él ha forzado su razonamiento para poder afirmar la existencia de Dios y del mundo. <br />Cada cultura parte de algunos supuestos que parecieran, para personas de esa cultura, verdades obvias, por lo cual no se sienten en la necesidad de demostrarlas  y que tiñen todo su pensamiento. <br />Ejemplo de algunos supuestos: <br />•Los griegos suponían que la materia era eterna por lo cual su cuestionamiento  del mundo se centraba, especialmente, en los cambios. <br />•Los judeo-cristianos parten del supuesto que Dios es el origen del mundo por lo cual uno de los problemas que más les preocupa es el de la existencia del  mal. <br />Cuando estudiamos el pensamiento de un filósofo, generalmente nos envuelve su coherencia lógica y podemos convencernos de pensamientos muy  opuestos. Es siempre interesante, para entenderlo bien, buscar de donde parte,  cuáles son sus supuestos. En el pensamiento ético son especialmente fuertes los  supuestos y, muchas veces, causa del rechazo o condena a otros que parten de otros supuestos.<br />Actividad<br />1.- Hacer una lista de supuestos de nuestra cultura. <br />2.- Analizarlos en grupo, y determinar si son supuestos o están demostrados. <br />3.- Compararlos con supuestos de otras culturas. <br />4.- Contraponer supuestos diferentes de las distintas clases sociales o de las distintas generaciones.<br />5. RAZONAMIENTOS A PARTIR DE SITUACIONES FICTICIAS O DE LA VIDA REAL<br />La Filosofía, veíamos anteriormente, se pregunta y busca respuestas que atañen a la vida misma del hombre, por lo que trabaja, a menudo, sobre situaciones vitales. Lo vemos muy claro en los existencialistas: Sartre, por ejemplo, se plantea el problema de la libertad del hombre para aceptar o no la guerra; Heidegger filosofa sobre el aburrimiento; Camus, sobre el suicidio. <br />Pero la Filosofía pone también situaciones ficticias para poder analizar mejor ciertas problemáticas humanas. Hemos visto a Platón situando a los hombres encadenados en una caverna subterránea para poder entender mejor la condición humana y su necesidad de elevarse al mundo de lo perfecto. Camus nos habla de Sísifo para expresar el sin sentido y varios existencialistas escriben novelas y obras de teatro en cuyas situaciones ficticias quieren expresar, en forma de sugerencias, sus ideas. <br />El filósofo español Ortega y Gasset, para desarrollar el tema de la voluntad, comienza por plantear una situación de vida real. <br />63721-2540quot;
El acto en que el guardia (de la circulación) nos prohíbe el paso no se origina espontáneamente en él, por motivos personales suyos, y no lo dedica a nosotros de hombre a hombre. En cuanto hombre e individuo, tal vez prefiera el buen gendarme ser amable con nosotros y permitimos la travesía, pero se encuentra con que no es él quien engendra sus actos; ha suspendido su vida personal, por tanto, su vida estrictamente humana, y se ha transformado en un autómata que se limita a ejecutar lo más mecánicamente  posible actos ordenados en el reglamento de circulación. quot;
 José Ortega y Gasset, El Hombre y la Gente, Alianza Editorial, Madrid, 198000quot;
El acto en que el guardia (de la circulación) nos prohíbe el paso no se origina espontáneamente en él, por motivos personales suyos, y no lo dedica a nosotros de hombre a hombre. En cuanto hombre e individuo, tal vez prefiera el buen gendarme ser amable con nosotros y permitimos la travesía, pero se encuentra con que no es él quien engendra sus actos; ha suspendido su vida personal, por tanto, su vida estrictamente humana, y se ha transformado en un autómata que se limita a ejecutar lo más mecánicamente  posible actos ordenados en el reglamento de circulación. quot;
 José Ortega y Gasset, El Hombre y la Gente, Alianza Editorial, Madrid, 1980<br />RESUMEN<br />La Filosofía, como toda ciencia humana, utiliza métodos o caminos en su búsqueda de la verdad. Hemos distinguido cinco métodos: análisis y síntesis; desarrollo y crítica de argumentos; diálogo; búsqueda de supuestos y razonamientos a partir de situaciones ficticias o de la vida real.<br />Estos métodos no son exclusivos de la Filosofía, pero hemos visto ejemplos de cómo son empleados en ella y los hemos separado unos de otros para su mejor entendimiento, aunque algunos ejemplos, como el diálogo de Platón, participan también de otros métodos.<br />El Mito de Sísifo <br />Albert Camus<br />          Los dioses habían condenado a Sísifo a subir sin cesar una roca hasta la cima de una montaña desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.<br />         Si se ha de creer a Homero, Sísifo era el más sabio y prudente de los mortales. No obstante, según otra tradición, se inclinaba al oficio de bandido. No veo en ello contradicción. Difieren las opiniones sobre los motivos que le llevaron a convertirse en el trabajador inútil de los infiernos. Se le reprocha, ante todo, alguna ligereza con los dioses. Reveló los secretos de éstos. Egina, hija de Asopo, fue raptada por Júpiter. Al padre le asombró esa desaparición y se quejó a Sísifo. Este, que conocía el rapto, se ofreció a informar sobre él a Asopo con la condición de que diese agua a la ciudadela de Corinto. Prefirió la bendición del agua a los rayos celestiales. Por ello le castigaron enviándole al infierno. Hornero nos cuenta también que Sísifo había encadenado a la Muerte. Plutón no pudo soportar el espectáculo de su imperio desierto y silencioso. Envió al dios de la guerra, quien liberó a la Muerte de las manos de su vencedor.<br />        Se dice también que Sísifo, cuando estaba a punto de morir, quiso imprudentemente poner a prueba el amor de su esposa. Le ordenó que arrojara su cuerpo insepulto en medio de la plaza pública. Sísifo se encontró en los infiernos y allí, irritado por una obediencia tan contraria al amor humano, obtuvo de Plutón el permiso para volver a la tierra con objeto de castigar a su esposa. Pero cuando volvió a ver el rostro de este mundo, a gustar del agua y del sol, de las piedras cálidas y del<br />mar, ya no quiso volver a la oscuridad infernal. Los llamamientos, las iras y las advertencias no sirvieron de nada. Vivió muchos años más ante la curva del golfo, la mar brillante y las sonrisas de la tierra. Fue necesario un decreto de los dioses.<br />      Mercurio bajó a la tierra a coger al audaz por el cuello, le apartó de sus goces y le llevó por la fuerza a los infiernos, donde estaba ya preparada su roca. Se ha comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es tanto por sus pasiones como por su tormento. Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser se dedica a no acabar nada. Es el precio que hay que pagar por las pasiones de esta<br />tierra. No se nos dice nada sobre Sísifo en los infiernos. Los mitos están hechos para que la imaginación los anime. Con respecto a éste, lo único que se ve es todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la enorme piedra, hacerla rodar y ayudarla a subir una pendiente cien veces recorrida; se ve el rostro crispado, la mejilla pegada a la piedra, la ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de arcilla, de un pie que la calza, la tensión de los brazos, la seguridad enteramente humana de dos manos llenas de tierra. Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. Sísifo ve entonces cómo la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que habrá de volver a subirla hasta las cimas, y baja de nuevo a la llanura.<br />       <br />  Sísifo me interesa durante ese regreso, esa pausa. Un rostro que sufre tan cerca de las piedras es ya él mismo piedra. Veo a ese hombre volver a bajar con paso lento pero igual hacia el tormento cuyo fin no conocerá jamás. Esta hora que es como una respiración y que vuelve tan seguramente como su desdicha, es la hora de la conciencia. En cada uno de los instantes en que abandona las cimas y se hunde poco a poco en las guaridas de los dioses, es superior a su destino. Es más fuerte que su roca.<br />       Si este mito es trágico lo es porque su protagonista tiene conciencia. ¿En qué consistiría, en efecto, su castigo si a cada paso le sostuviera la esperanza de conseguir su propósito? El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo. Pero no es trágico sino en los raros momentos en que se hace consciente. Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde, conoce toda la magnitud de su miserable condición: en ella piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no se venza con el desprecio.<br />       Por lo tanto, si el descenso se hace algunos días con dolor, puede hacerse también con alegría. Esta palabra no está de más. Sigo imaginándome a Sísifo volviendo hacia su roca, y el dolor estaba al comienzo. Cuando las imágenes de la tierra se aferran demasiado fuertemente al recuerdo, cuando el llamamiento de la felicidad se hace demasiado apremiante, sucede que la tristeza surge en el corazón<br />del hombre: es la victoria de la roca, la roca misma. La inmensa angustia es demasiado pesada para poder sobrellevarla. Son nuestras noches de Getsemaní. Pero las verdades aplastantes perecen de ser reconocidas. Así, Edipo obedece primeramente al destino sin saberlo, pero su tragedia comienza en el momento en que sabe. Pero en el mismo instante, ciego y desesperado, reconoce que el único vínculo que le une al mundo es la mano fresca de una muchacha. Entonces resuena una frase<br />desmesurada: quot;
A pesar de tantas pruebas, mi avanzada edad y la grandeza de mi alma me hacen juzgar que todo está bienquot;
. El Edipo de Sófocles, como el Kirilov de Dostoievski, da así la fórmula de la victoria absurda. La sabiduría antigua coincide con el heroísmo moderno.<br />     No se descubre lo absurdo sin sentirse tentado a escribir algún manual de la felicidad. quot;
¡ Eh, cómo! ¿Por caminos tan estrechos...?quot;
 Pero no hay más que un mundo. La felicidad y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra. Son inseparables. Sería un error decir que la dicha nace forzosamente del descubrimiento absurdo.<br />     Sucede también que la sensación de lo absurdo nace de la dicha. “Juzgo que todo está bienquot;
, dice Edipo, y esta palabra es sagrada. Resuena en el universo feroz y limitado del nombre. Enseña que todo no es ni ha sido agotado. Expulsa de este mundo a un dios que había entrado en él con la insatisfacción y la afición a los dolores inútiles. Hace del destino un asunto humano, que debe ser arreglado entre los hombres.<br />     Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa. Del mismo modo, el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace callar a todos los ídolos. En el universo súbitamente devuelto a su silencio se elevan las mil vocecitas maravilladas de la tierra. Llamamientos inconscientes y secretos, invitaciones de todos los rostros constituyen el reverso<br />necesario y el premio de la victoria. No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche. El hombre absurdo dice quot;
síquot;
 y su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos, no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable. Por lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca, en ese ligero giro, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierte en su destino, creado por él, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por<br />su muerte. Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo que es humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca sigue rodando.<br />     Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. El también juzga que todo está bien.                  Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada fragmento mineral de esta montaña llena de oscuridad, forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a<br />Sísifo dichoso.<br />Actividad<br />1.- Reconozca las ideas filosóficas presentes en el texto y luego coméntelas.<br />2.- ¿Cómo entiende Camus el concepto de absurdo? Explíquelo.<br />3.- ¿Es posible que el ser humano actual experimente el sentimiento de lo trágico? ¿Por qué?<br />4.- ¿En qué sentido el mito de Sísifo se refleja en el hombre contemporáneo? Comente.<br />
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Métodos en filosofía ii

  • 1. Colegio Ascensión NicolDepartamento de Letras<br />Hnas. Misioneras Dominicas del RosarioFilosofía y Psicología<br />Profesor Jonathan Segovia S.<br />IV Medio<br />Los Métodos en Filosofía (II Parte)<br />4. BÚSQUEDA DE SUPUESTOS<br />Supuesto es algo que estamos aceptando como verdad sin estar debidamente demostrado. <br />El ideal de la Filosofía debiera ser ir demostrando racionalmente todas las verdades a las cuales va llegando. Hemos visto cómo Descartes quiere deshacerse de todos sus supuestos: -creencia en Dios, creencia en la existencia del mundo- y partir absolutamente en blanco, sin aceptar nada como verdadero si no se le presenta en forma evidente. Es el caso más claro de rechazo a los supuestos. <br />Sin embargo, a Descartes se le ha criticado que el recurrir a Dios para afirmar la existencia de la sustancia extensa se debe a supuestos de los cuales él no se ha podido deshacer y que, de alguna manera, él ha forzado su razonamiento para poder afirmar la existencia de Dios y del mundo. <br />Cada cultura parte de algunos supuestos que parecieran, para personas de esa cultura, verdades obvias, por lo cual no se sienten en la necesidad de demostrarlas y que tiñen todo su pensamiento. <br />Ejemplo de algunos supuestos: <br />•Los griegos suponían que la materia era eterna por lo cual su cuestionamiento del mundo se centraba, especialmente, en los cambios. <br />•Los judeo-cristianos parten del supuesto que Dios es el origen del mundo por lo cual uno de los problemas que más les preocupa es el de la existencia del mal. <br />Cuando estudiamos el pensamiento de un filósofo, generalmente nos envuelve su coherencia lógica y podemos convencernos de pensamientos muy opuestos. Es siempre interesante, para entenderlo bien, buscar de donde parte, cuáles son sus supuestos. En el pensamiento ético son especialmente fuertes los supuestos y, muchas veces, causa del rechazo o condena a otros que parten de otros supuestos.<br />Actividad<br />1.- Hacer una lista de supuestos de nuestra cultura. <br />2.- Analizarlos en grupo, y determinar si son supuestos o están demostrados. <br />3.- Compararlos con supuestos de otras culturas. <br />4.- Contraponer supuestos diferentes de las distintas clases sociales o de las distintas generaciones.<br />5. RAZONAMIENTOS A PARTIR DE SITUACIONES FICTICIAS O DE LA VIDA REAL<br />La Filosofía, veíamos anteriormente, se pregunta y busca respuestas que atañen a la vida misma del hombre, por lo que trabaja, a menudo, sobre situaciones vitales. Lo vemos muy claro en los existencialistas: Sartre, por ejemplo, se plantea el problema de la libertad del hombre para aceptar o no la guerra; Heidegger filosofa sobre el aburrimiento; Camus, sobre el suicidio. <br />Pero la Filosofía pone también situaciones ficticias para poder analizar mejor ciertas problemáticas humanas. Hemos visto a Platón situando a los hombres encadenados en una caverna subterránea para poder entender mejor la condición humana y su necesidad de elevarse al mundo de lo perfecto. Camus nos habla de Sísifo para expresar el sin sentido y varios existencialistas escriben novelas y obras de teatro en cuyas situaciones ficticias quieren expresar, en forma de sugerencias, sus ideas. <br />El filósofo español Ortega y Gasset, para desarrollar el tema de la voluntad, comienza por plantear una situación de vida real. <br />63721-2540quot; El acto en que el guardia (de la circulación) nos prohíbe el paso no se origina espontáneamente en él, por motivos personales suyos, y no lo dedica a nosotros de hombre a hombre. En cuanto hombre e individuo, tal vez prefiera el buen gendarme ser amable con nosotros y permitimos la travesía, pero se encuentra con que no es él quien engendra sus actos; ha suspendido su vida personal, por tanto, su vida estrictamente humana, y se ha transformado en un autómata que se limita a ejecutar lo más mecánicamente posible actos ordenados en el reglamento de circulación. quot; José Ortega y Gasset, El Hombre y la Gente, Alianza Editorial, Madrid, 198000quot; El acto en que el guardia (de la circulación) nos prohíbe el paso no se origina espontáneamente en él, por motivos personales suyos, y no lo dedica a nosotros de hombre a hombre. En cuanto hombre e individuo, tal vez prefiera el buen gendarme ser amable con nosotros y permitimos la travesía, pero se encuentra con que no es él quien engendra sus actos; ha suspendido su vida personal, por tanto, su vida estrictamente humana, y se ha transformado en un autómata que se limita a ejecutar lo más mecánicamente posible actos ordenados en el reglamento de circulación. quot; José Ortega y Gasset, El Hombre y la Gente, Alianza Editorial, Madrid, 1980<br />RESUMEN<br />La Filosofía, como toda ciencia humana, utiliza métodos o caminos en su búsqueda de la verdad. Hemos distinguido cinco métodos: análisis y síntesis; desarrollo y crítica de argumentos; diálogo; búsqueda de supuestos y razonamientos a partir de situaciones ficticias o de la vida real.<br />Estos métodos no son exclusivos de la Filosofía, pero hemos visto ejemplos de cómo son empleados en ella y los hemos separado unos de otros para su mejor entendimiento, aunque algunos ejemplos, como el diálogo de Platón, participan también de otros métodos.<br />El Mito de Sísifo <br />Albert Camus<br /> Los dioses habían condenado a Sísifo a subir sin cesar una roca hasta la cima de una montaña desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.<br /> Si se ha de creer a Homero, Sísifo era el más sabio y prudente de los mortales. No obstante, según otra tradición, se inclinaba al oficio de bandido. No veo en ello contradicción. Difieren las opiniones sobre los motivos que le llevaron a convertirse en el trabajador inútil de los infiernos. Se le reprocha, ante todo, alguna ligereza con los dioses. Reveló los secretos de éstos. Egina, hija de Asopo, fue raptada por Júpiter. Al padre le asombró esa desaparición y se quejó a Sísifo. Este, que conocía el rapto, se ofreció a informar sobre él a Asopo con la condición de que diese agua a la ciudadela de Corinto. Prefirió la bendición del agua a los rayos celestiales. Por ello le castigaron enviándole al infierno. Hornero nos cuenta también que Sísifo había encadenado a la Muerte. Plutón no pudo soportar el espectáculo de su imperio desierto y silencioso. Envió al dios de la guerra, quien liberó a la Muerte de las manos de su vencedor.<br /> Se dice también que Sísifo, cuando estaba a punto de morir, quiso imprudentemente poner a prueba el amor de su esposa. Le ordenó que arrojara su cuerpo insepulto en medio de la plaza pública. Sísifo se encontró en los infiernos y allí, irritado por una obediencia tan contraria al amor humano, obtuvo de Plutón el permiso para volver a la tierra con objeto de castigar a su esposa. Pero cuando volvió a ver el rostro de este mundo, a gustar del agua y del sol, de las piedras cálidas y del<br />mar, ya no quiso volver a la oscuridad infernal. Los llamamientos, las iras y las advertencias no sirvieron de nada. Vivió muchos años más ante la curva del golfo, la mar brillante y las sonrisas de la tierra. Fue necesario un decreto de los dioses.<br /> Mercurio bajó a la tierra a coger al audaz por el cuello, le apartó de sus goces y le llevó por la fuerza a los infiernos, donde estaba ya preparada su roca. Se ha comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es tanto por sus pasiones como por su tormento. Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser se dedica a no acabar nada. Es el precio que hay que pagar por las pasiones de esta<br />tierra. No se nos dice nada sobre Sísifo en los infiernos. Los mitos están hechos para que la imaginación los anime. Con respecto a éste, lo único que se ve es todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la enorme piedra, hacerla rodar y ayudarla a subir una pendiente cien veces recorrida; se ve el rostro crispado, la mejilla pegada a la piedra, la ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de arcilla, de un pie que la calza, la tensión de los brazos, la seguridad enteramente humana de dos manos llenas de tierra. Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. Sísifo ve entonces cómo la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que habrá de volver a subirla hasta las cimas, y baja de nuevo a la llanura.<br /> <br /> Sísifo me interesa durante ese regreso, esa pausa. Un rostro que sufre tan cerca de las piedras es ya él mismo piedra. Veo a ese hombre volver a bajar con paso lento pero igual hacia el tormento cuyo fin no conocerá jamás. Esta hora que es como una respiración y que vuelve tan seguramente como su desdicha, es la hora de la conciencia. En cada uno de los instantes en que abandona las cimas y se hunde poco a poco en las guaridas de los dioses, es superior a su destino. Es más fuerte que su roca.<br /> Si este mito es trágico lo es porque su protagonista tiene conciencia. ¿En qué consistiría, en efecto, su castigo si a cada paso le sostuviera la esperanza de conseguir su propósito? El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo. Pero no es trágico sino en los raros momentos en que se hace consciente. Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde, conoce toda la magnitud de su miserable condición: en ella piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no se venza con el desprecio.<br /> Por lo tanto, si el descenso se hace algunos días con dolor, puede hacerse también con alegría. Esta palabra no está de más. Sigo imaginándome a Sísifo volviendo hacia su roca, y el dolor estaba al comienzo. Cuando las imágenes de la tierra se aferran demasiado fuertemente al recuerdo, cuando el llamamiento de la felicidad se hace demasiado apremiante, sucede que la tristeza surge en el corazón<br />del hombre: es la victoria de la roca, la roca misma. La inmensa angustia es demasiado pesada para poder sobrellevarla. Son nuestras noches de Getsemaní. Pero las verdades aplastantes perecen de ser reconocidas. Así, Edipo obedece primeramente al destino sin saberlo, pero su tragedia comienza en el momento en que sabe. Pero en el mismo instante, ciego y desesperado, reconoce que el único vínculo que le une al mundo es la mano fresca de una muchacha. Entonces resuena una frase<br />desmesurada: quot; A pesar de tantas pruebas, mi avanzada edad y la grandeza de mi alma me hacen juzgar que todo está bienquot; . El Edipo de Sófocles, como el Kirilov de Dostoievski, da así la fórmula de la victoria absurda. La sabiduría antigua coincide con el heroísmo moderno.<br /> No se descubre lo absurdo sin sentirse tentado a escribir algún manual de la felicidad. quot; ¡ Eh, cómo! ¿Por caminos tan estrechos...?quot; Pero no hay más que un mundo. La felicidad y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra. Son inseparables. Sería un error decir que la dicha nace forzosamente del descubrimiento absurdo.<br /> Sucede también que la sensación de lo absurdo nace de la dicha. “Juzgo que todo está bienquot; , dice Edipo, y esta palabra es sagrada. Resuena en el universo feroz y limitado del nombre. Enseña que todo no es ni ha sido agotado. Expulsa de este mundo a un dios que había entrado en él con la insatisfacción y la afición a los dolores inútiles. Hace del destino un asunto humano, que debe ser arreglado entre los hombres.<br /> Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa. Del mismo modo, el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace callar a todos los ídolos. En el universo súbitamente devuelto a su silencio se elevan las mil vocecitas maravilladas de la tierra. Llamamientos inconscientes y secretos, invitaciones de todos los rostros constituyen el reverso<br />necesario y el premio de la victoria. No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche. El hombre absurdo dice quot; síquot; y su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos, no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable. Por lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca, en ese ligero giro, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierte en su destino, creado por él, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por<br />su muerte. Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo que es humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca sigue rodando.<br /> Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. El también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada fragmento mineral de esta montaña llena de oscuridad, forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a<br />Sísifo dichoso.<br />Actividad<br />1.- Reconozca las ideas filosóficas presentes en el texto y luego coméntelas.<br />2.- ¿Cómo entiende Camus el concepto de absurdo? Explíquelo.<br />3.- ¿Es posible que el ser humano actual experimente el sentimiento de lo trágico? ¿Por qué?<br />4.- ¿En qué sentido el mito de Sísifo se refleja en el hombre contemporáneo? Comente.<br />