2. 2
Texto: Verónica Edith Oliva
Ilustraciones: Veo.
ISBN: 978-1-300-91980-3
COPYRIGHT 2013- licencia Standard-
Primer Edición: Abril de 2013
3. 3
Prefacio:
“Ella”
La protagonista de esta novela es una mujer
joven, que bien podría ser cualquier mujer que
conozcas, quien siente haber llegado a la
mitad de la vida y conocido la desesperación
y la soledad, vagando por todos los matices a
los que se ve expuesta la humanidad. Justo
en ese momento en un día como cualquier
otro conoce a Ella y nos invita a entrar con
mirada tierna a través de sus once capítulos a
la forma fascinante en que descubre la vida,
el amor y la magia que la rodean,
reconociéndose diferente encuentra su
camino, Acompañada de este ser misterioso
que le revela secretos mágicos y enseñándole
a estar atenta la empuja a su propia salvación
para descubrir su identidad en las últimas
palabras. Nos enseña amorosamente y con la
crudeza de la realidad cotidiana que todo es
posible, incluso los sueños por que ellos son
el motor que sostiene a la humanidad. Solo es
cuestión de proponérselo y no bajar jamás los
brazos aunque parezca no haber salida.
4. 4
Cada capítulo encierra una parte de su vida,
está escrito de forma que termina al finalizar
el capítulo para volver a comenzar en el
siguiente, siendo independientes uno de otro
invitándonos a formar parte de las emociones
y sensaciones por las que transita
Es un recorrido por los sentimientos que nos
unen y nos separan, los recuerdos, el miedo,
la desilusión, la soledad, la esperanza, la
enfermedad, la muerte, la magia, el misterio,
el silencio, los secretos, las creencias, lo
invisible e imperceptible.
Ella es el camino de aprendizaje sobre la vida
de una mujer que no se conformó ni se dio
por vencida.
Todos tenemos un ser interior que nos
acompaña y nos completa, pero... ¿Cuántas
veces podemos mirarlo a los ojos? Locura o
cordura, realidad o fantasía, vida o muerte,
valor o cobardía no importa el camino; ella,
sabrá encontrarnos.
6. 6
Este libro es una obra de ficción. Los
nombres, personajes e incidente que retrata
es producto de la imaginación del autor.
Cualquier parecido con personajes,
situaciones o lugares reales es pura
coincidencia.
7. 7
Prólogo:
Algunos de nosotros sentimos desde
siempre que vinimos a este mundo con un
destino prefijado, hay quienes hablan de tener
una misión, unos se quedan en la eterna
búsqueda, otros, encuentran un camino y
permanecen fieles a él, todos deseamos solo
una cosa...
Descubrir y recorrer los giros de la vida
atesorando la mayor cantidad de bienes
posibles, coleccionando todo aquello que
pinta de colores nuestro transitar, la sonrisa
de nuestros niños, el abrazo tierno de quien
nos ama, la mirada de nuestra madre, el
respaldo y empuje de nuestro padre, la
sabiduría de los ancianos, los secretos de
nuestros antepasados, el calor de un amigo,
la mano sobre nuestro hombro de un
hermano.
Dichoso aquel que como Ella pueda abrir la
puerta de su corazón y enfrentarse a los
oscuros y endemoniados rincones que
ocultamos dentro del alma saliendo
victoriosos aprendiendo de las derrotas y los
fracasos, jamás bajando los brazos.
Alcanzando el bien más preciado, la paz
interior que invade de emociones el corazón
al saber que no importa lo que suceda
8. 8
mañana, hasta hoy hicimos todo lo mejor que
podíamos hacer y el amor pinta nuestros
amaneceres y se despide en cada ocaso de
nuestro ser.
9. 9
Agradecimientos:
Son siempre los mismos ojos tiernos de
nuestros hermanos y amigos, manos suaves
de nuestros padres y traviesas sonrisas de
nuestros hijos, los que día a día me invitan a
seguir mirando hacia delante, seguir creyendo
en la magia y disfrutando de cada giro que
juntos o en la distancia compartimos.
A todos ellos y cada uno en particular que
espiaron estas páginas antes que otros y me
motivaron y contuvieron en el paseo por esta
aventura.
A todos ellos gracias por acompañarme,
gracias por amarme.
¡¡Los amo!!
10. 10
Capítulo l
Ella
¡Hola! Sabía que estabas por llegar.
Demoraste bastante en encontrarme pero no
demasiado como para que fuera tarde o yo
me hubiera cansado de esperar, sino lo
suficiente como para estar listos.
Me alegra que seas vos, que sos el más
indicado.
No quería compartir tantos secretos y
misterios con un total desconocido,
necesitaba que fuera alguien así como vos,
casi igual a mí cuando todo esto comenzó.
Con tu misma edad y un corazón igual al tuyo
empujado por un alma llena de preguntas sin
responder.
Vení acercate, hacete uno conmigo, no te
separes de mí hasta el final del camino.
¡Sh! Guardá mis secretos hasta que
encuentres a alguien así como nosotros, del
mismo modo como yo se los guardé a ella
hasta encontrarme con vos.
Recuerdo aquel día como si hubiese sido
ayer,
¿Qué digo ayer?
11. 11
Hace unas horas, unos minutos, unos
instantes, no... como si estuviese ocurriendo
en este preciso momento.
Afuera llovía torrencialmente, el agua
golpeaba el suelo como azotándolo enojada
llena de furia arrancándole burbujas de dolor.
Esas mismas burbujas que contábamos con
mi abuela sentadas junto al ventanal del
primer piso del caserón de Villa Urquiza,
recuerdo su piel de papiro y sus ojos vivaces
tratando de señalarme con su mirada las
burbujas para que siempre ganara yo.
La casa se volvió helada y decidí subir al
altillo a revisar la caldera.
Mientras subía me pareció percibir un suave
aroma a flores casi imperceptible... podía ser
cualquier cosa, pero se parecía mucho a un
recuerdo.
A medida que subía las escaleras pude ver
con mayor claridad una luz tenue mezcla de
resplandor y arcoiris.
El sonido de la caldera era el de siempre por
lo que no sentí preocupación y ahora lo
pienso, inconscientemente aminoré la
marcha.
Si hasta me demoré en el descanso donde
cuelgo la ropa para verificar si se habían
secado o no las medias de lana que cada año
12. 12
me teje mamá, ella es de los que piensan que
si los pies están tibios el cuerpo no siente frío;
Aunque ese día hasta mis pies abrigados
protestaban por el frío.
Dos escalones más y tuve la habitación
completa a mi vista.
Sentada sobre sus talones estaba ella junto a
la caldera.
Pensé que sería alguno de los chiquillos que
se cuelan a diario a jugar en mi casa y cuando
los descubro entre risitas se escapan y... me
equivoqué no fue la primera ni la última vez,
pero me equivoqué.
Levantó la vista y me miró directo a los ojos.
Una sonrisa se instaló en su rostro, yo me
seguí acercando y cuando estuve justo a su
lado me senté sobre mis talones y la escuché
decir:
¡Hola! Sabía que estabas por llegar.
Demoraste bastante en encontrarme pero no
demasiado como para que fuera tarde o yo
me hubiera cansado de esperar, sino lo
suficiente como para estar listos.
No me di cuenta como pasaron las horas,
hablamos del universo entero y recorrimos
todos los tiempos, nos conocimos como solo
puede conocerse una persona a sí misma, no
sentí frío y le prometí jamás revelar su
13. 13
nombre por que en él se esconde la chispa
que hace posible lo imposible, la magia de lo
invisible, el universo de una partícula de
azúcar, lo infinito de la creación.
Ella se convirtió en mi mejor amiga, nunca
supe a donde iba o de donde venía, nunca
imaginé como buscarla, jamás entendí como
lo hacía y cada vez que la necesitaba Ella
aparecía.
Ese día cuando nos despedíamos, yo estaba
parada a punto de bajar la escalera, me di
vuelta y le pregunté:
- ¿Por qué me esperabas a mí?
Ella dibujó una sonrisa casi escondida en su
rostro y extendió su mano para entregarme
una piedra mientras decía:
-Por fin me preguntaste... temí que te
marcharas sin darte cuenta.
Tomé la piedra, la miré en mi mano y no me
animé a decir nada por que Ella me miraba
sonriente como quien cumple una importante
misión encomendada.
Le devolví la sonrisa y bajé sin decir nada
pero con la certeza de que Ella ya no estaba.
Después de un rato de dar vueltas y vueltas
por la casa y cambiar la piedra de un mueble
a una mesa, la repisa, el tocador, un cajón y
por fin mi escritorio, la casa estaba tibia, me
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acerqué a la ventana y comprobé que afuera
seguía lloviendo fatigosamente, otra vez vino
la abuela a mi mente soplando burbujas de
detergente y corriéndome por el patio de la
casona de Villa Urquiza.
Desvié la vista y me encontré con mi piedra,
sobre mi escritorio junto a mis papeles y un
portarretratos con una bellísima foto de mi
mamá, una de las mujeres más hermosas que
conocí jamás.
¿Qué hubieras hecho vos con un obsequio
como éste?
Una piedra, color piedra, de piedra, con forma
de piedra...
No sé por qué me acerqué, prendí la luz de la
lámpara y saqué mi lupa para estudiarla,
jamás supe nada de piedras, ni de
arqueología, ni de nada que se le parezca
pero allí estaba yo... debe ser esa alma de la
que te hablaba que empuja al corazón en
busca de respuestas y para mi sorpresa ante
mis ojos apareció un grabado diminuto tallado
sobre su superficie, me llevó días transcribirlo,
no comí ni dormí, pasé largas horas sentada
frente al lago sobre una piedra esperando
encontrar una razón a lo que sentía, lo que
ante mis ojos pasaba, dejándome hipnotizar
por el suave movimiento del agua cristalina,
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esto nuevo de lo que era protagonista y no
podía comprender me devoraba la necesidad
de saber, caminaba por horas entre los
árboles buscando Nuevas señales, me
dedicaba a mirar a la gente pasar por la
ventana de Un café mientras saboreaba un
dulce chocolate caliente, pasaron muchos
días hasta lograrlo y lo hice... lo logré.
Decía exactamente esto:
“Ningún día es igual a otro,
cada mañana tiene su milagro,
su momento mágico en el que
se desvanecen viejos universos
y nacen nuevas estrellas... Y tú...
Tu tendrás estrellas
Como nadie las ha tenido...
Tu tendrás estrellas que... Saben reír.”
Mi corazón comenzó a latir por primera vez y
mi respiración se hizo consciente, la vida
atravesó mi ser, ésta fue la primera vez que
encontré una respuesta.
Reflexioné sobre mi vida hasta ese momento,
como un collar roto, solo quedaban cuentas
desparramadas por doquier.
Lo que estaba pasando era la tanza que
uniría todas las cuentas sueltas y encontraría
las perdidas, algunas en mi memoria, otras en
mi futura vida sin que morir fuera necesario.
17. 17
Capítulo ll
El Mensaje en la piedra
Llevé la piedra a todas partes como si no
pudiese separarme de ella.
Cuando podía aislarme de la gente y
quedarme un rato mirando el Lago o como
corrían las nubes por el cielo metía mi mano
en el bolsillo y la tocaba, como si pudiera
mantener conmigo algún tipo de
conversación.
Una y otra vez los hechos de los últimos días
rondaban mis pensamientos.
Me sentía como el día, cuando siente la
proximidad de un temporal aunque éste no se
vea en el horizonte.
Todo parecía extraño a mí y comencé a notar
cosas que antes me habían pasado
inadvertidas.
Cómo la anciana de la casa más próxima a la
mía, nuestras casas estaban separadas por
una pradera y desde mi ventana se veía el
humo de su chimenea asomando entre los
árboles que la protegían celosamente de las
miradas curiosas que pasaban por el camino.
Único acceso al pueblo a pocos kilómetros.
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Una de las razones por las que cada vez eran
más las personas extrañas que se acercaban
a preguntar las cosas más insólitas.
Recuerdo una mañana que me despertó un
fuerte bocinazo y al asomarme vi a una
señora con peluca en un auto muy moderno
con un cigarrillo entre sus dedos y a los gritos
diciendo que se había perdido por que
después de varias horas mi casa era lo único
habitado que encontraba y le habían hablado
de un pueblo con mucha riqueza histórica.
Después de varias tazas de café y la mitad de
mi mejor torta supe que era una historiadora
jubilada que había decidido pasar sus años de
retiro recorriendo lugares con historia para
luego volcarlo en sus libros...
Mi anciana vecina había desarrollado toda
una estrategia para espantar turistas,
Se hacía la sordomuda y después de dejarlos
gritar un rato y poner cara de no entender
nada todos optaban por venir a mi casa o
seguir el camino.
Una tarde la vi juntando leña, corrí a saludarla
y ayudar con su fatigosa tarea, la carga
parecía pesada y la anciana se veía cansada.
Yo admiraba su fuerza de voluntad.
Le pregunté por que lo hacía y como un niño
se encogió de hombros, a lo que respondí
19. 19
diciéndole si sabía que me venían a molestar
con las preguntas a mí y con una enorme
sonrisa respondió:
-¡Vaya! Qué jovencita antisociable.
No pude más que sonreírle por lo visto era
mucho lo que tenía para enseñarme además
siempre tenía razón por más que dedicara
horas en hacerle entender que estaba
equivocada.
Un día la vi arrastrando un tronco por la parte
más delgada, el otro extremo se atoraba con
las piedras y el pasto.
Me acerqué a ayudarla tratando de explicarte
que era mejor tomar bajo el brazo el otro
extremo ya que la delgada rama en la que
terminaba no se atascaría con las piedras.
Me miró con el ceño fruncido, un gesto
permanente en su rostro, tiro el tronco al
suelo y con una mano me invitó a hacerlo a mi
modo.
Me acompañó un tramo sin decir nada, el
tronco era pesado así que al estar a pocos
pasos de su casa me detuve a descansar.
En el momento en que me detuve ella tomo el
otro extremo y dándome las gracias por el
trayecto que le había ahorrado continuó
arrastrándolo a su modo hasta el leñero a un
lado de la casa.
20. 20
Doña Selene tenía cerca de ochenta y tantos
años y vivía sola.
Algunas veces podía ver autos muy modernos
estacionados en su tranquera y con el tiempo
me contó que eran sus nietos, tenía la
desgracia de haber sobrevivido a seis hijos y
un marido, pero gozaba de veintidós nietos ya
todos adultos con familias hermosas al
parecer.
Una vez al año para su aniversario de
nacimiento todos venían a verla y ella pasaba
el día entero en su reposera contando
historias de antaño, le gustaba exagerar y
también crear clima de suspenso entre sus
relatos, lo cual tenía a los bisnietos con los
ojos casi tan abiertos como la boca y corrían a
preguntar a sus padres si lo que la Abú
contaba era cierto.
Una tarde recuerdo que escuché música
cerca de mi tranquera, al acercarme vi a Doña
Selene desparramando migas de pan
mientras entonaba una melodía muy
pegadiza...
Eee Nu Rah, Eee Nu Rah, Eee Nu Rah, Zay.
Pronunciaba iii niu ra muy dulcemente y
repitiéndolo tres veces para terminar con un
sey que hacía zumbar la ese.
21. 21
Me quedé mirándola sentada en mi tranquera
y escuchando esa tonada tan peculiar sin
poder definir su origen le pregunté:
-Abú ¿Qué estás haciendo?-
-Mi nombre es Selene, me encanta
escucharlo y ya todos deciden ser mis nietos
y nadie me llama por el nombre... ¿es que no
queda nadie más anciano que yo en este
mundo?-
-Selene... ¿Qué estás haciendo?
-Alimento a las aves... les gusta más venir
cerca de tu casa... creo que es el sol... o que
el aire es más joven... ¡Vaya uno a saber por
que bajan acá y no en mi casa!-Estuve a
punto de explicarle que solo venían a mi
tranquera por que ella las alimentaba
justamente allí, pero decidí no contrariarla.
-Selene y esa tonada ¿Qué canción es?-
-Canción... ¡no! Quiere decir: “Traigo todo mi
ser, mente, emociones, cuerpo y alma, juntos
en compañía de los ángeles”. Tendrías que
aprenderlo.
Durante varios días dude si contarle lo que
había visto en la piedra o mostrársela
directamente, esa tarde estaba resuelta a
hacerlo, no tenía ningún sentido quedarme
esperando encontrar sin buscar.
22. 22
Me asomé a la ventana y vi que su chimenea
humeaba sobre los álamos, busqué mi abrigo
una bandeja con masitas de nuez que son las
favoritas de Selene y salí con paso sereno.
Antes de llegar Selene ya se asomaba a la
puerta me pareció extraño que estuviera tan
atenta y predispuesta a recibirme pero pensé
que estaría aburrida.
Me distraje, con las fotos sobre su aparador y
más de una vez me pareció que Selene se
alejaba hablando sola, más me sorprendió
cuando sirvió tres vasos de licor de
frambuesas pero lo tomé como una de esas
costumbres que tienen algunas ancianas
después de tantos años de viudez.
Cuando ya no quedaba ninguna galletita de
nuez me acusó de haber comido sus galletas
favoritas y bromeó diciendo que en la próxima
visita pondría pan y se guardaría las galletas
para cuando me marchara, estaba más jocosa
que de costumbre.
Terminó de sorprenderme cuando le dije que
me marchaba y no se preparó para
acompañarme hasta la mitad del camino
como lo hacia siempre.
Simplemente me acompañó con una sonrisa
hasta la puerta me despidió con un abrazo y
mirando hacia fuera dijo en un suspiro:
23. 23
-Yo me quedo tranquila hija hoy estás muy
bien acompañada-
Miré hacia fuera y vi a mi perra echada en la
escalera de la entrada, me pareció raro por
que Selene siempre criticaba a mi mascota e
insistía en ser ella la que me acompañara con
su escopeta bajo el brazo por si algún
animalito desorientado y hambriento se nos
acercaba en el trayecto entre una y otra casa,
tal vez ese atardecer había tomado más licor
que de costumbre influyendo en su
percepción sobre mi querida y fiel perra Pulky.
Al día siguiente vi que tenía a uno de sus
nietos de visita y no me acerqué para no
invadir su intimidad me llamó la atención ver
que no se marchó esa noche ni la siguiente y
que otros nietos también llegaron entonces
decidí acercarme.
Preparé un canasto lleno de pan casero bien
esponjoso y salado como le gustaba a Selene
y un queso de campo.
Me acerqué tarareando su melodía que ya la
había aprendido y me salía sin pensarlo, todo
estaba muy tranquilo, uno de los nietos
menores estaba en mi tranquera repartiendo
migas de pan por todas partes.
24. 24
Lo Saludé con una sonrisa y me señaló a los
pájaros que se acercaban confiados a
alimentarse.
Cuando llegué a la puerta de su casa algunos
de los nietos estaban con sus hijos en la
escalera de la entrada, jugaron con Pulky que
corría de uno a otro sacudiendo la cola de
alegría y uno de ello me dijo casi en secreto,
la Abú está enferma creemos que está muy
cansada pero no quiere dejar la casa.
Pregunté por que no me habían ido a buscar y
me comentaron que ella les había dicho que
no me molestaran por que estaba con una
visita, traté de hacerles comprender que era
un error pero insistieron en que ella les había
hablado del señor gentil que me acompañó a
visitarla unos días atrás
Y que les había comentado que a él no le
gustaba el licor de frambuesa por que ni
siquiera lo había probado.
Les pedí que me permitieran saludarla,
cuando me vio entrar miró detrás de mí como
buscando a alguien y después me sonrió.
Se veía muy tranquila y luminosa.
Le dije que no entendía por que había
inventado lo de mi acompañante y ella me
miró sorprendida, después de un minuto
suspiró diciendo vos también vas a poderlo
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ver pronto, es mayor, se lo ve fuerte va a
cuidarte bien.
Me retiré de su lado y me senté en el sillón
junto a su cama, ¿estaba devariendo o era
realmente lo que veía?
Levantó su mano para llamarme, me acerqué
y con una sonrisa me dijo:
-¡AH! Esa piedra, creo que ya es hora que la
pongas en algún lugar de adorno no sea cosa
que de tanto hacerla pasear en tu bolsillo
termines perdiéndola.
Sacó del cajón de su mesita de luz una cajita
con tapa de cristal y extendiéndola hacia mí
agregó
- si no me equivoco entra justito y se acomodó
para dormir.
Yo me quedé mirando la caja una finísima
pieza de roble y cristal hecha a mano con
engarces de bronce, metí mi mano en el
bolsillo y allí estaba la piedra, me había
olvidado de ella, lo cual me confundió.
Me preguntaba como supo Selene si yo nunca
lo había mencionado.
Sentí que tenía un millón de preguntas para
hacerle pero al levantar la vista me pareció
verla muy cansada, me devolvió la mirada y
susurró:
26. 26
-Andá tenes muchas cosas que hacer y yo ya
te dediqué demasiado tiempo mis hijos me
están esperando y tengo que atenderlos.
Le di un beso en la frente y sentí como
respiraba profundamente, me alejé en silencio
mientras caminaba vi caer la noche y
encenderse todas las estrellas.
Guardé la piedra en su caja y descansé
serenamente.
A media mañana golpearon mi puerta Selene
no había vuelto a despertar...
28. 28
Capítulo lll
La montaña olvidada
Me levanté temprano, inusualmente
temprano, más desde que decidí que el mejor
lugar en donde quedarme el domingo por la
mañana era entre las sábanas perfumadas y
las mantas de polar. Livianas y tibias, con las
primeras luces del día asomándose
tímidamente por las ventanas, llevándose la
escarcha de los vidrios recuerdos de una
larga noche helada.
Salí a caminar con mi fiel acompañante
adelantándose unos pasos y deteniéndose
para verificar que seguía en el camino.
La brisa fría besaba mi rostro acunando
pensamientos lentos, distantes, perdidos.
En la orilla de un arroyo jugando con el viento
estaba ella, me detuve a mirarla iluminada por
los tenues rayos del sol de invierno parecía
irreal, casi un sueño.
No me moví ni un milímetro, estoy segura que
hasta contuve la respiración, pero siempre
sabe que estoy ¿Cómo lo hace? Ese era uno
de los secretos que iríamos compartiendo con
el correr de los tiempos.
29. 29
Sin mirarme se dirigió a mí con tono animado.
-Te levantaste temprano. Me alegra que
hayas venido quiero mostrarte algo, vamos.
Cómo ya se me hizo una costumbre la seguí
sin preguntar.
Extendió hacia mí un saco de dormir
prolijamente cerrado y ella cargó otro.
Recorrimos senderos atravesamos arroyos y
trepamos por terrenos no muy amigables,
más de una vez me detuve y retomé mi
marcha cuando casi se perdía de mi vista,
nunca miró hacia atrás como si supiera de
antemano que yo la seguiría hasta el final.
Al fin se detuvo y con su mano extendida
hacia el otro lado del lago, detrás de un
frondoso bosque señaló una cumbre.
-¿La vez?
Asentí con la cabeza ya que no quedaba en
mis pulmones ni un insignificante átomo de
oxígeno.
-¡Sigamos!
Ordenó retomando la marcha.
No pude seguirla esta vez y caí de rodillas en
el suelo cubierto por un suave mantillos de
hojas de todos colores, con una mano sobre
mi pecho y otra en alto llamé su atención.
Ella corrió hasta mí, se dejó caer de rodillas y
poniendo sus manos sobre mis hombros
30. 30
busco mi mirada, apenas pude susurrarle que
solo estaba cansada y necesitaba respirar un
poco.
Recuerdo sus ojos parecían estallar, no se
perdonaba olvidar mis límites y llevarme tan
cerca del abismo, le dolía olvidar con tanta
facilidad todo aquello que nos hacía
diferentes.
En un rato me sentí lista para continuar
busqué a mí alrededor, no podía verla donde
estaba, caminé dando vueltas por el bosque y
ahí estaba sentada frente a una gigante
piedra.
-¡Hola! Ya estoy bien podemos seguir.
-¡SHH!!!
Obedecí; a estas alturas nada me sorprendía.
En unos segundos se puso de pié, dio un
paso hacia la piedra apoyó su mano y
susurro...
-¡gracias!.
Estoy segura que eso fue lo que dijo.
Al finalizar la jornada estábamos al pié de la
montaña, ahora me parecía mucho más alta
de lo que imaginé a la distancia, algo me daba
escalofrío.
Ella se sentó bajo un árbol, uno de los pocos
que estaban en nuestro paso, yo saqué mi
31. 31
bolsa de dormir y la acomodé junto a un
tronco que me resguardaba del viento del sur.
Armamos una fogata y apilamos suficientes
leños como para una noche fría, no me llevó
mucho esfuerzo ya que cada vez que
regresaba a la pila ésta se había
multiplicado...
Ella sonreía y cuando por fin decidí sentarme
a contemplar las luces danzantes me
preguntó burlona
- ¿terminaste?.
Aprendí una de tantas lecciones esa noche,
nos quedamos en silencio, en contemplación,
escuchando los sonidos de la noche como
una orquesta tocando sus instrumentos que
avanzaba sigilosamente.
En pocos minutos necesité cerrar mis ojos,
centré toda mi atención en ellos, aquietando
mi mente, perdiéndome en su universo.
Los sonidos comenzaron a separarse y pude
distinguir cada uno como único.
Mis oídos fueron acariciados por la memoria
del tiempo.
Reconocí la voz del viento y escuche lo que
decía.
Ella comenzaba a compartir conmigo sus
secretos.
32. 32
En la mañana me despertó un riquísimo
aroma a café, pan tostado y creí escuchar la
risa de una pequeña, me sentí llena de vida y
lista a seguir.
Me acerqué al fogón no había nadie más,
necesité saber y pregunté:
-¿Con quien estabas? Escuché risas.
-Mmmm, ¿risas?
-Sí claramente como las de una niñita.
-Vaya, vaya mira que tenes mucha
imaginación, pudo haber sido el viento entre
las ramas sus sonidos siempre hacen pensar
en otras cosas.
-Bueno, ¿Cómo sigue todo esto?
Ella se sentó en un tronco frente a mí y
comenzó a contarme:
En lo alto del cerro cuyo nombre nadie
recuerda, algunas veces, vemos pasear a una
niña.
Sus cabellos son largos y dejan ver el sol.
Algunos dicen que es un ángel que cuida la
montaña, otros creen que algo terrible paso
aquella noche oscura de agosto cuando las
lluvias no cesaban y todo lo vivo moría de frío.
Yo creo... que es el espíritu de la montaña
que como una sombra de niña espera que
alguien diga su nombre... así podrá
33. 33
marcharse sabiendo quien es y a qué lugar
volver.
Lo que sé es que nunca sale de su lugar.
Si hacemos mucho silencio la podremos
escuchar reír con las aves y correr con las
liebres jugando entre los fuertes Alerces,
Abedules y Araucarias confundiéndose con el
viento, la brisa que se aproxima o se despide.
Cuando el sol se asoma en el bosque sus
largos cabellos brillan y desaparecen en la
niebla de la mañana, dicen haberla visto
ayudando a las aves que perdieron la
ubicación de sus nidos.
Los cazadores ya desistieron hace años de
dejar sus trampas... ellas... aparecen
cerradas, sin presas. Y todos sabemos que
allí abundan los animales pero jamás se vio
morir uno o marchitarse una planta o caer un
árbol...
Me contaron que hace varios años unos
cazadores después de poner las trampas
armaron una fogata y se sentaron a tomar y
contar anécdotas por no faltar a las
costumbres; tanto fue el vino que el sueño los
cubrió y todos se quedaron dormidos. Como
es de suceder una rama se corrió del fogón
descuidado por los hombres y comenzó a
34. 34
extenderse el fuego como buscando por
donde salir a conocer el mundo.
En un instante entre gritos y llanto, todos
corrían, los vecinos más cercanos se
acercaban en auxilio fue en ese momento, ni
un segundo antes ni un segundo después
que...
La calma lo invadió todo y una nube de polvo
y tierra se elevó ante sus ojos tras ella
parecían ver a la niña y claramente todos
escucharon su risa, convertida en tierra y
polvo cubriéndolo todo y sin dejar rastro
alguno del fuego que segundos antes hubo.
No sé lo que ustedes pensarán... yo sé lo que
creo.
Creo que tan solo un nombre necesita esa
niña para su montaña.
Sus ojos brillaban intensamente y creí que
estaba a punto de llorar pero se levantó y
preguntó si estaba lista para regresar.
¿Regresar? No entendí, pero Ella ya se había
marchado diciendo:
- siempre dicen lo que hay que hacer y nadie
se decide a hacerlo...
Yo había escuchado las risas estaba segura,
por que no me despertó para que la viera, o al
menos me creyó cuando se lo conté en lugar
de decir que fue mi imaginación.
35. 35
Que sucedió me llevó varios días
comprender... después de una semana desde
que decidí que el mejor lugar en donde
quedarme el domingo por la mañana era entre
las sábanas perfumadas y las mantas de
polar.. Livianas y tibias, con las primeras luces
del día asomándose tímidamente por las
ventanas, llevándose la escarcha de los
vidrios recuerdos de una larga noche helada.
Llevé mi desayuno a la cama, el diario de la
localidad y agregué un leño al fuego de la
chimenea. Junto al chisporroteo y destellos de
luz en mi cuarto me dispuse a leer, la noticia
de la primera plana me dejó perpleja: Me
había convertido en el único testigo de lo que
Ella era capaz de hacer.
Los Guarda Parques habían encontrado
escondidos entre piedras y hojas una madera
casi petrificada dibujada con jeroglíficos
tallados con dientes de jabalí que, al parecer,
indicaban el nombre que una tribu de
aborígenes de la zona le daba al cerro hace
muchísimos años: “Olvidado”
37. 37
Capítulo lV
Lo siento
Frente a un hecho inesperado encontré un
aprendizaje que cambió el modo de valorar
las cosas, una nueva respuesta, una más
entre tantas que estaban por llegar.
Estoy sorprendida...
Me sentí burlada en mi inocencia y credulidad,
sentí que estaba jugando con mi mente y
contaminando mis pensamientos.
A veces la gente me asusta y busco
esconderme en mi refugio, único lugar donde
estoy segura y lejos del mundo, envuelta por
el bosque, rodeada de magia, custodiada por
duendes, gnomos y hadas .Una persona
conocida se acercó a mí, alguien que ya
había ganado mi confianza y afecto, formando
parte del ambiente cotidiano que me rodea.
Lo recibí con una sonrisa como de costumbre,
pero esta vez fue diferente y en un instante
comenzó a incomodarme, no sé... la
proximidad, el brillo en sus ojos, el aroma de
su piel.
Creo que mi rostro se convirtió en una
interrogación mezcla de sorpresa inocente y
Temerosa confusión.
38. 38
Me robó un distraído, tibio y dulce beso, un
roce de almas solitarias encendiéndose en
una sola chispa inesperada.
Busco un lugar en la sala donde dejar sus
cosas y disponerse a trabajar sumergido en
papeles, libros, revistas y notas
desprolijamente ordenadas.
No hubo palabras... gestos y miradas
estuvieron ausentes.
Lo observé con disimulo, me preguntaba si
antes lo había mirado de esa forma diferente
que miramos las mujeres para invitar a soñar
con nosotras.
Me sentí avergonzada y responsable de mis
acciones, sabía que era un error y uno iba a
salir lastimado inevitablemente.
¿Por qué no reaccioné? me dejé llevar y
ahora me arrepentía.
Por fin en un susurro que intentaba disimular
enojo se volvió para decirme:
-Fue un impulso, no pude detenerlo.-
Con una mano en la nuca y mirándome
pensativo, buscando una explicación
coherente intentó armar un argumento:
-Es que... tus ojos dejan ver una sensualidad
irresistible y tu sonrisa invita a desear beber
de tu boca...
39. 39
Yo me sonreí en mi inocencia me sonaba más
a broma que a una declaración por más
improvisada que fuera nunca imaginé
escuchar hablar así de mí menos a mi tosco
amigo, parecía inspirado por mil poetas del
romanticismo.
Cerró los ojos y girando sobre sus talones me
dio la espalda esta vez sin disimular su enojo
agregó:
-¿Nunca actúas por impulso? ¿Ni siquiera si
te muestran una prenda de seda
perfumada?... así se ve tu piel para mí.
Me di cuenta que decía más de lo que en
realidad estaba diciendo y sentí miedo ¿a
dónde me llevaría esto?
Esta vez logró incomodarme por completo y
noté que el fino bretel de mi vestido se había
deslizado por mi hombro cayendo sobre mi
brazo.
Acomodé mi ropa y me puse un saquito muy
liviano de algodón que había llevado por si
refrescaba
Casi en un suspiro de arrepentimiento terminó
diciendo:
-Sé que no debí acercarme tanto... pero era
imposible evitarlo.
El silencio frío y solitario entró en la habitación
para adueñarse de todo.
40. 40
Entré en un torrente de imágenes olvidadas y
recuerdos caprichosos que golpearon mi
mente, uno en particular junto a la cara
enojada de mi abuela gritándome:
-¡Es que no podes contenerte!
Y no... Nunca pude contener la tentación de
poner el dedo en la crema para adueñarme de
un poco cada vez que ella preparaba esas
únicas natillas.
Mis pensamientos me alejaron de lo que sin
sentido estaba ocurriendo. Mi actitud era
sensual y provocativa, cada mañana dedicaba
tiempo extra para verme hermosa, más
hermosa y gustarle a todos los ojos que me
vieran... ¿Qué estaba haciéndome mi
vanidad? Acaso era esto lo que
inconscientemente estaba buscando ¿esto?
Las horas resultaron ser más lentas que otros
días, el tiempo se volvió pesado, siempre que
algo se me mete en el alma el tiempo cambia
su ritmo como si no quisiera acompañarme y
se aleja sin tiempo de mí, para regresar
cuando todo acabara.
Recuerdo las horas que no rodaban en un
sillón duro de la habitación 118 junto a mamá
a quien nunca podré decir adiós, sino hasta
pronto, porque se que está esperando
reencontrarnos en ese lugar misterioso del
41. 41
que nada nos dicen, nada nos cuentan, nadie
nos habla, no pasan las horas y jamás se
regresa.
Volví a casa con la mente revuelta y el
corazón apretado, sentí mi confianza
traicionada, invadida mi inocencia y estúpida
por no haberme dado cuenta, me preguntaba
si hubiese podido evitarlo, si no fui clara, si
envié un mensaje confuso o era yo la que me
confundía sin razón.
La sorpresa fue mayor...
Dos enormes y perfumadas rosas, una roja
terciopelo y otra increíblemente blanca
estaban atadas a un pañuelo de seda al
picaporte de mi puerta.
Una tarjeta las acompañaba. Con dos
palabras, solo dos, envueltas en el más
profundo silencio, solo dos, dos palabras:
“Lo siento.”
¿Quién las había atado así a mi puerta?
¿Quién se para frente a mi casa en la
oscuridad?
¿Quién es capaz de perturbar mi mundo sin
dar su nombre?
Puse las flores en una botella que había
guardado por su forma original sobre la mesa
con un centro blanco de algodón y puntillas
42. 42
que bordó mi abuela para mi primer
matrimonio.
El pañuelo lo dejé caer sin darme cuenta, algo
ocurrió, ¿alguna vez te pasó que dejaste algo
en un lugar con seguridad y después fue
imposible encontrarlo?
Estoy segura que lo dejé caer frente a la
puerta.
El día se mezcló melancólicamente con la
noche en un abrazo oscuro, impenetrable.
El cansancio le ganó a mi cuerpo llevándolo
entre almohadas al reposo acunado por la
música que acompaña la vida.
Yo estaba allí parada con todo mi cuerpo
apoyado en esa pared infinita de ladrillos,
cientos, miles, todos.
Con los brazos abiertos a los lados como
intentando convertirme en un ladrillo más de
esa pared, no había nada frente a mí, sobre
mí, solo oscuridad, no podía ver donde
comenzaba ni donde terminaba, estaba frío,
húmedo y oscuro todo oscuro.
En un arrojo de valor separé mi cabeza de los
ladrillos y me animé a mirar hacia abajo.
Mis pies estaban juntos y tensos como
queriendo desprender de ellos raíces y
aferrarse al único ladrillo fuera de sitio que los
soportaba.
43. 43
Mis ojos lo recorrieron todo en un grito
ahogado sin poder ver.
No había donde ir, ni que hacer, si cerraba los
ojos... si mis piernas ya no resistían... iba a
caer.
Ese agujero infinito parecía tirar de mí.
Cuando ya nada podía ser peor, sentí que el
único ladrillo que me sostenía comenzaba a
desplazarse, buscando volver a la pared.
¡No! ¡No! No quiero caer... mis pies ya no
tuvieron sustento y sentí el crujir de mis uñas
al romperse contra la pared... caí... caí.
-¡Vamos, vamos no podes hacerme esto!
Vamos abrí los ojos, ¿para qué me llamas si
pensas ir a otro lugar?
-¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? .Reaccioné
lentamente
-Vaya ¡Esta vez me asustaste! ¿Estás bien?
Estás helada, dale, ponete esto y vamos.
Miré de reojo mi reloj, eran las tres. Ella
estaba parada junto a mi cama con un abrigo
en sus manos y una mirada entre preocupada
y apurada.
Dejó el abrigo sobre mis piernas y se sentó a
mi lado.
-¿Te asustaste?
-Si, mucho, no entiendo, fue horrible, estaba...
-Cayendo, lo sé.
44. 44
-Sí.
-Casi llego tarde, a veces también cometo
errores.
Ella volvió a levantarse haciendo un gesto
para que la acompañara pero no pude evitar
pensar que era la noche ya muy entrada.
Volví la vista hacia ella y la vi observando mi
torpeza con esa sonrisa escondida en su
rostro y los ojos brillando en la penumbra,
más vivos que nunca.
No se como lo logra pero siempre termino
haciéndole caso.
En un rato estábamos caminando en medio
del bosque iluminadas por la luna, supe que
iba hacia algún lado preciso ya pensado por el
ritmo de sus pasos, solo la seguí.
Los últimos pasos fueron casi sin aliento.
Al fin se detuvo sobre una piedra enorme con
sus manos extendidas al cielo.
Caminé a su alrededor intentado entender,
tenía el rostro iluminado como si la luz de
todas las estrellas alumbrara sobre ella, sus
manos abiertas acariciaban el cielo mientras
decía casi en un suspiro, son un regalo
mientras sigan allí tendremos esperanzas.
-¡Mirá! Gritó llamando mi atención y
sacándome de un tirón de la total absorción
que su imagen me había provocado.
45. 45
Pude ver un cometa, nunca había visto uno
antes, sentí frío y fui conciente de la vida
corriendo por mis venas, escuché el eco de mi
corazón y vi los dibujos de mi respiración
mezclándose con el aliento del bosque.
La busque con mi mirada, estaba sentada
como lo hace siempre con sus codos en las
rodillas y las manos sosteniendo su rostro.
-Gracias me encantó.-
Pude decirle ahogada de emoción, teñida de
sorpresa, envuelta en cansancio.
Pensaba explicarle que era la primera vez que
veía tan claramente un acontecimiento de
esta dimensión y... no pude.
Ella lo supo, siempre sabía lo que yo
pensaba, claro aún no lo había notado pero
comenzaba a sospechar que así era, ahora lo
comprendo pero todavía no estas preparada a
escucharlo.
Preguntó por mi día, como para abrirle la
puerta a la angustia que se anudaba en mi
garganta y agregó casi burlonamente:
-A veces pasan cosas extrañas y nos
confundimos un poco.
Yo suspiré y parte de mi alma pareció
asomarse.
46. 46
Sus palabras parecieron susurros, fueron
envolviéndome y dominando todos mis
sentidos...
-A veces, esgrimís armas que no conoces y
podes hacerte mucho daño como dañar a
otros.
-No entiendo, entonces...
Mis pensamientos fueron en cámara lenta.
Levantó su cabeza, se puso de pié caminó
hacia mí con el ceño fruncido y tomándome
por el hombro preguntó:
-¿Acaso no te lo dijeron?
-¿qué tenía que saber yo?
Ahora si que estaba confundida y
desbordada.
Ella sonrió como quien tiene una buena
noticia para contar y me guió hasta la orilla de
un manantial a pocos pasos oculto por el
bosque.
En un gesto suave dejó caer una piedra a
unos metros, los círculos se fueron dibujando
y abriendo hasta llegar a la orilla.
-¡Es tan claro como eso!
Dijo señalando el dibujo en el agua y
mirándome insistente a los ojos.
-Es el equilibrio de las cosas, causa y efecto.
Como toda buena partida de ajedrez.
47. 47
-Ahora desearía borrar lo que ocurrió y
comenzar de nuevo el día.
Sonriendo, amplia y extrovertidamente
señalándome con su dedo índice dijo:
-Dicho y hecho.
Y siguió riendo.
Me guiñó un ojo, por un momento quedé
suspendida en esas palabras, mis sentidos se
expandieron como las ondas en el agua y
mientras el cielo se aclaraba, aclaraba mi
mente.
-¡Vamos! Comienza el día y solo te quedan
unas horas de sueño, sería bueno que
vuelvas a tu cama.
Otra vez me guió de regreso por esos
senderos dibujados por la noche a la orilla del
nuevo día.
Sin darme cuenta como guiada por un
hipnotismo secreto me metí en mi cama y me
arropó, besó mi frente y dijo a mi oído... sé
feliz... con ese eco me zambullí en el pacífico
y placentero dormir.
Comenzaba un nuevo día, un día que
pensaba vivir intensamente.
Si supiéramos que cada acción que
cometemos provoca el mismo efecto de la
piedra en el agua, seríamos mucho más
reflexivos y responsables.
48. 48
Una taza de café me esperaba, algo había
cambiado en mi interior, me sentí segura de
mi misma como si una presencia invisible me
estuviera abrazando para que nada me
tocara.
Entré sonriente como es mi costumbre, saludé
sin hacer diferencias, junté mis cosas y seguí
mi camino.
Noté la expectativa y llamó mi atención el
pañuelo que él llevaba anudado en su cuello,
hubiese jurado que lo vi en otro sitio...
Espero que comprenda, que no confunda lo
que busca con lo que tiene, cegado por esa
inmensa necesidad que todos tenemos de dar
y recibir amor... espero que la encuentre.
Sé que en algún lugar lo están esperando.
Todos tenemos alguien que nos espera en
algún lugar, en cualquier lugar y cuando esta
persona nos encuentra todo el pasado y todo
el futuro desaparecen para que solo exista
ese momento mágico.
Yo encontré mi destino.
Esos ojos en los que elijo día a día reflejarme,
porque él sabe como tomar mi mano en
momentos difíciles y conducirme con
experiencia y amor verdadero en medio de las
noches oscuras de la vida.
49. 49
Él conoce mis secretos y no teme a mi magia.
Juntos compartimos el mismo camino de
conocimientos.
Solo por tener la certeza de su existencia, es
por lo que continuo existiendo.
Frente a un hecho inesperado, encontré un
aprendizaje que cambió el modo de ver las
cosas, una nueva respuesta, una más entre
tantas que estaban por llegar.
51. 51
Capitulo V
Luz interior
El día comenzó como cualquier otro día, a
menudo olvidamos que ocupamos nuestro
cuerpo solo temporalmente y actuamos como
eternos como si siempre hubiese un mañana
dejándonos encapsular en la rutina.
Mecanizando nuestras mentes y siguiendo
aún más dormidos al despertar.
Las cosas se sucedieron de la forma
esperada, nada llamó mi atención, no hubo ni
un solo pensamiento creativo que insinuara
como la vida continuaba invitándome a vivirla,
rogando que abriera los ojos del alma.
Varios días grises y silenciosos se fueron
sucediendo.
No recuerdo el cielo ni aromas ni sonidos solo
silencio y quietud como si mi esencia se
hubiese apagado... una mente más
desconectada en un mar de mentes dormidas.
Había dejado de pensar en Ella, ya no la
buscaba ni la llamaba con mis pensamientos.
No eran buenas épocas estaba afrontando
una fuerte tormenta y otras vidas dependían
de mí.
52. 52
Yo no encontraba la forma de sostenerme sin
caer, de salir.
Seis de la tarde. Hora de poner la llave en la
cerradura, entrar a mi casa oscura y tomar
algo caliente frente a la ventana por la que se
asoma un universo que no podía ver, la
mirada perdida en un sueño eterno, el cuerpo
cansado moviéndose por inercia...
La pantalla de la computadora abrió una
ventana un sonido quebró el silencio
haciéndome girar la cabeza hacia la máquina.
Estaba programada y respondía a su propia
rutina, el reloj marcaba las ocho, cualquier
otra hora hubiese sido igual...
La taza estaba helada en mis manos, en
algún momento entre el primer y el tercer
sorbo olvidé que estaba allí y me perdí...
Un aroma llegó a mí, dulce, conocido, una
mezcla lejana que algo había significado o
significaría, chocolate y ron delicadamente
mezclado con tabaco fresco.
Algo se movió a mi espalda, di vuelta sobre
mis talones como impulsada por un resorte,
sentí el calor en mis mejillas y el corazón
golpeando mi pecho.
Una sombra, no fue nada, un reflejo, ya pasó,
siempre pasan sin quedarse.
53. 53
Otra vez me sumergí en el silencio, prendí
algunas velas.
La luz eléctrica hacía días que molestaba mis
ojos provocándoles un fuerte dolor e intenso
ardor.
No recordaba cuando había comido por última
vez ni que había sido, igual ahora tampoco
tenía deseos de hacerlo.
Un chasquido como el de una chispa me sacó
nuevamente de lugar.
Algo había allí junto a mí observando mi
oscura soledad, no podía ver en torno a mí,
mi casa vacía llena de cosas que hablaban de
una vida que no recordaba.
Todo ocupaba un lugar elegido por alguna
razón, motivos que se habían perdido en mi
interior.
Una sensación de pánico comenzó a tomar mi
cuerpo haciéndolo prisionero de la oscuridad.
El dolor apretó mi garganta y un mar de
cristales barrió mis mejillas.
-Estás cansada, el agotamiento provoca
síntomas que resultan difíciles de expresar,
voy a darte algo para que te puedas relajar, la
vida nos somete a mucha presión.
Extendí la mano para recibir el elixir milagroso
muy bien y prolijamente presentado lo que
siguió diciéndome fue solo un eco.
54. 54
Los médicos siempre dan buenos consejos.
Lo acompañé a la puerta y vi alejarse al
delantal blanco en un auto blanco con luces
de colores en su frente, se alejó,
desapareció...
Pasé por la cocina y dejé caer todas las
recomendaciones en el tacho vacío de basura
lo que me hizo pensar que era más tiempo del
que imaginaba que estaba ausente.
Papá me decía que un buen baño siempre es
la solución a todo, recuerdo el eco de su risa
diciéndome que dejara la ducha golpear mi
cabeza así se acomodaban mis ideas.
Eso fue precisamente lo que decidí hacer, con
mis manos apoyadas en la pared de azulejos
perfumados y fríos, el agua tibia recorría en
mil caricias mi piel, sentí su consuelo y permití
que el vapor me abrazara hasta hacerme
desaparecer.
Envuelta en toallas secas con el calor pegado
a mi cuerpo salí del baño.
Una ventana se había abierto y el frío de la
casa me devolvió la conciencia, el vapor se
hizo invisible y yo me volví a ver.
En un primer momento pensé que el efecto lo
causaban las velas, tal vez sus reflejos,
quizás mis ojos se habían acostumbrado a
esa luz oscura o solo era una ilusión.
55. 55
Observé mis manos detenidamente
esperando que algo cambiara, enfocando la
mirada de formas diferentes, todo seguía
igual, era real a pesar de mi resistencia a ver
no podía dejar de mirar.
Fui apagando las velas una a una y cuando
menos luz había mayor era su intensidad.
Cuando apagué la última todo a mí alrededor
estaba iluminado.
De pronto recordé a mis compañeras de
trabajo entrando a mi salón y prendiendo la
luz mientras sonreían, diciendo que me había
tocado el mejor salón ya mientras los otros
estaban oscuros el mío siempre tenía luz
natural, pero a cierta hora... la luz, se debía
encender igual.
Recordé como al encender la luz yo no
notaba ninguna diferencia pero había decidido
callar y dejarme llevar.
Caminé por la casa observando los reflejos en
los vidrios de las ventanas.
Me paré frente al espejo en la puerta de mi
dormitorio y dejé caer las toallas al piso.
Mis ojos no daban crédito a lo que veían,
encerrada en la sorpresa y la confusión
buscaba una explicación racional y lógica que
jamás pude hallar, mientras continúe
buscando desde ese lugar.
56. 56
Allí estaba yo reflejándome en el espejo y
observando con mis propios ojos como una
luz blanca con destellos multicolores salía de
toda mi piel.
Un cosquilleo provocó mi risa y no pude
detener las carcajadas.
¿Estaba histérica? No, de ningún modo.
Frente a mí saliendo de mi interior estaba,
brotando de mi piel aquello que no puede
valuarse, lo único irremplazable e irrepetible,
lo más valioso y menos conciente, sutil,
efímero, eterno.
Pude escuchar a mi propia esencia
gritándome vida a través de la piel y
regalándome el más bello y antiguo
sentimiento.
La felicidad que nace del amor.
Nada volvió a ser igual, todo había cambiado,
ya no volvería a dormir, mis propios sueños
me habían rescatado.
Volvieron los recuerdos, el cielo se llenó de
estrellas, era conciente, estaba parada en la
orilla observando un mar de mentes dormidas,
al que la mía ya no pertenecía.
Me alejé del espejo lentamente y a medida
que la distancia se interponía mi imagen fue
desdibujándose para darle lugar a la sombra
de la noche.
57. 57
Mi cuerpo estaba tibio y revitalizado me
encontraba relajada y confiada.
Con el tiempo comprendí que es la sensación
previa a recibir una enseñanza y tomó sentido
la frase tan trillada:
“Cuando el alumno está listo se presenta el
maestro”.
Lo que no sabía es que tiene mil caras e
infinitas formas de presentarse solo cuando
estés listo sabrás reconocerlo, yo lo estaba la
desesperación me había guiado de su mano,
el tener que pensar que de mí dependía la
vida de otros me había obligado a sujetarme
con más fuerza a esta vida y la tormenta
estaba amainando.
Me dejé caer en mi cama y encendí la radio,
un medio poco usado por mí, es el alumno el
que debe estar preparado y yo estaba lista
experimentando un nuevo aprendizaje al que
necesitaba ponerle palabras.
No tuve que buscar en el dial de inmediato me
atrapó una voz profunda relatando un cuento
muy breve en donde encontré las palabras
que estaba buscando.
...”Dícese que un día El Señor del universo
cansado de todo consultó a sus seres más
sabios y respetados, los maestros,
explicándoles su sentir les pidió que lo
58. 58
ayudaran a ocultarse de los hombres una
especie que usaba su nombre para
absolutamente todo aún sin razón, la
asamblea duró muchas estrellas y muchas
fueron las propuestas estudiadas.
En el fondo del mar, en lo alto de las
montañas, en las miradas de los niños, en los
retoños de primavera, en las brisas del otoño,
en el canto de los delfines.
Por fin uno de los maestros más ancianos
que había permanecido todo el tiempo en
profundo silencio dio la propuesta final... dijo:
Los hombres son curiosos e intrépidos son
buscadores por destino y nada los detendrá,
pero ese espíritu aventurero es su mayor
virtud y su peor defecto... existe un lugar el
único en donde jamás buscarían.
Elige a algunos, unos cuantos que tengan una
característica en común y ocúltate en lo más
profundo de sus corazones, mézclate con su
esencia e ilumina sus almas. En su interior es
el único lugar donde nunca buscarán.
Así fue, el Señor del Universo escuchó
respetuosa y atentamente al maestro. Su luz
estalló en cientos de destellos y cada uno de
ellos busco el interior de un humano donde
ocultarse, nunca más los hombres pudieron
hallarlo.
59. 59
Excepto esos pocos que fueron marcados y
se convertirán en los dragones guerreros de
su luz.
Yo comenzaba a serlo...
Nunca jamás hubo a partir de entonces un
solo día que se pareciera a otro.
61. 61
Capítulo Vl
Señales
Yo había elegido la soledad.
La quietud y el silencio se volvieron mi
santuario, un hogar tranquilo vestido y
perfumado de familia y amistad.
Me sentía segura, se curaban mis heridas
lentamente se alejaban los fracasos y las
frustraciones que surgen espontáneamente
de las malas decisiones cuando ya es
demasiado tarde para volver las cosas atrás.
Lentamente iba amigándome con mi niña
interior que aún seguía caminando por las
cornisas y hablando con las estrellas y
arrancando la máscara que llevaba
incorporada después de tanto tiempo
asumiendo ser quien nunca fue.
Dicen que un duelo dura dos años yo creo
que nunca volvemos a ser los mismos yo
comencé a ser desconfiada y reservada a ver
en cualquiera la posibilidad oculta de una
traición.
Buscaba consuelo y seguridad con
desesperación y busqué en mi interior por que
fui lo único que me quedó.
Comencé a conocer otra gente que hablaba
62. 62
entre líneas de otras cosas que no se
mencionan abiertamente, aprendí a distinguir
en las miradas a los amigos fieles y me rodee
de gente con buenos sentimientos y
corazones blancos.
Aprendí a leer las señales, interpretarlas con
el corazón abierto y el alma en las manos.
El sol brillaba sonriente sobre las montañas el
aire olía a retoños y tierras húmeda del
bosque.
Era un día especial todo lo señalaba, al
levantarme sentí una corriente de alegría
corriendo por todo mi ser.
Algunos rayos entraban por las ventanas
jugando con las cortinas, las risas de mis hijos
saltaban en mi cama y se escondían entre mis
sábanas.
Compartimos el mejor desayuno que sería el
primero de una vida llena de ellos.
Ella estaba esperando junto a la chimenea
sonriente como el día, salimos juntas a
caminar, yo debía cumplir con algunas tareas
hogareñas que no podía postergar.
-¿Cómo te sentís?-deteniéndose a atarse los
cordones en una piedra preguntó y cuando
hacía este tipo de preguntas era inútil evitar
una respuesta sincera.
-Extraño –
63. 63
Respondí por que me daba cuenta que me
costaba encontrar la forma de administrar
todo lo que me daba cuenta que aprendía día
a día, siendo conciente de lo mucho y rápido
que estaba cambiando.
Hacía tiempo que nos reuníamos un grupo de
personas de distintas edades y profesiones.
Fuimos conociéndonos todos casi
accidentalmente por no usar la palabra
casualidad ya que no creo en absoluto que
exista.
Después de algún tiempo comenzamos a
vernos más seguido y terminamos por
organizarnos una vez en la casa de cada uno
semanalmente, todos esperábamos ese día y
ninguno fallaba a la cita.
Tomábamos el té, probábamos las delicias de
la tía Mara, una de las chicas más jóvenes,
con sus cabellos blancos siempre recogidos
en un hermoso rodete y sus lentes redondos
apoyados sobre sus pómulos rosados
prominentes, los ojos muy celestes, me
recordaban a mi abuelo paterno y hablaban
de una vida observando cosas que hoy
estaban listos a contar.
Su sabiduría la llevó a ser la consejera de
todos profundamente conectada con los
ángeles y seres celestiales.
64. 64
Antonio, atlético escalador con varios records
en su haber, su presencia era imponente, alto
casi un metro noventa, cabello largo y muy
rubio ojos muy verdes la piel morena por el
sol todo el año, voz muy profunda, profesor de
educación física excelente cebador de mate y
estudioso de ciencias alquímicas.
Estos conocimientos nos salvaron de
indigestiones hasta algunos otros males
mayores.
Ingrid, el cascabel del grupo, escaso metro
cincuenta y toneladas de risas y ocurrencias
que siempre nos sacaban de contexto, su
cabello rojo parecía un eterno atardecer,
cayendo en una cascada de bucles hasta la
cintura, su mirada profunda y muy oscura, era
mejor que riera por que cuando estaba triste
era capaz de pasar días enteros sin dejar de
llorar. Era el ingrediente de optimismo a cada
situación. Estudiaba la cábala.
Nahuel un hombre con raíces aborígenes y
esas cosas que se pasan de generación en
generación, bajito y regordete, cabello
renegrido muy espeso, callado y muy
reservado, a veces parecía que ni con
sacacorchos se le podía robar una reflexión,
pero, cuando comenzaba con sus leyendas
todos extremábamos el silencio para que no
65. 65
dejara de hablar, era mágico escuchar tantas
experiencias.
Astrid la gordita del grupo, profesora de
música, historiadora, investigadora de
ciencias ocultas, hermetista, interesada en
todo tipo de profecías y revelaciones.
Romántica por sobre todo, una de mis
mejores amigas.
Tomás o como todos le decían, “el oso”, ex
jugador de rugby, yo no recuerdo haber
conocido a alguien tan gigante, experto
cazador, que un día decidió bajar sus trofeos
de las paredes y colgar sus armas, comenzó
a estudiar veterinaria y se convirtió en uno de
los más reconocidos y renombrados médicos
veterinarios del pueblo, muchas veces
supimos que venían a buscarlo desde lugares
remotos por su fama y conocimiento, su
mayor interés estaba en la vida extraterrestre.
Después de algún tiempo no sé por que
siempre terminábamos reuniéndonos en mi
casa, ya que a todos les quedaba de mano
justo el día elegido en el horario acordado.
Nos reuníamos a tomar mate, contarnos
nuestras cosas y siempre alguno traía algún
texto para compartir.
66. 66
Con el tiempo hasta organizamos el modo de
quedarnos todo con fotocopias de lo que
compartíamos.
Teníamos algo en común habíamos
encontrado distintas excusas para descubrir la
magia que llevamos dentro y vivir el hechizo
del universo.
Después de estos encuentros la sensación
era de satisfacción como de estar completo
en uno mismo.
Me quedaba observando la noche avanzar
repasando todo lo que me habían dejado.
Conocí duendes, hadas, gnomos, esenciales,
ángeles, misterios, secretos y revelaciones.
Una tarde la reunión se suspendió y también
la siguiente y las demás, pasaron varios
meses nos seguimos viendo ocasionalmente,
nos cruzábamos todo el tiempo y nadie
preguntó jamás.
-Extraño-dije.
-hoy estuve todo el día pensando en Astrid,
nos habíamos hecho buenas amigas y me
gustaba leer lo que traía aprendí mucho de
ella-
-Astrid lo sabe, vendrá a visitarte-Esa tarde
Ella no vino como de costumbre pero mi
amiga sí y con ella un presente que me iba a
identificar y acompañar por siempre.
67. 67
Nos sentamos a tomar algo bajo los
manzanos.
Astrid me comentó que había soñado con un
hombre cuya descripción me era totalmente
desconocida, él en su visita le había pedido
que viniera a verme y que me trajera un
obsequio que gracias al detalle que él le dio y
sus conocimientos, pudo encontrar con
facilidad y saber de qué se trataba, ya que su
significado era muy particular...
El símbolo egipcio de la vida eterna.
Astrid tenía una voz muy dulce y su mirada
era cristalina. Recuerdo el brillo de sus ojos
cuando extendió sus manos para
entregármelo.
-Si me necesitas solo debes pensar en mi,
eso dijo, yo voy a saberlo y ayudarte desde
donde este. Él va a volver y cuando lo veas
vas a saber quien es, porque tendrá tu marca
en su cuello-.
-¿cómo pensar en alguien cuya descripción
no se ajustaba a nadie que hubiese conocido
ni conocía?
Me quedé sin aliento al observarlo, debía ser
muy importante para ella cumplir con el
pedido de aquel hombre que la visitó en
sueños ya que la pieza era bañada en oro y
parecía por su estuche algo realmente caro.
68. 68
Lo acerqué a mi nariz por que me llamó la
atención el aroma fuerte a tabaco dulce y
fresco.
Astrid levantó el envoltorio de papel que yo
había dejado caer al suelo sin advertirlo.
Después se disculpó por el aroma que, según
ella, tenia toda impregnada desde aquel
sueño, para ella había sido tan real que no
pude contradecirla y puse en mi cuello con su
ayuda el sello.
Toda la tarde estuvo repitiendo una y otra vez
su descripción y ayudándome a buscar en mi
memoria... no pudimos encontrarlo no tenía ni
idea de quien sería.
Desde entonces la llevo conmigo.
Esa fue la última vez que la vi, al día siguiente
recibió una carta de Uruguay diciendo que
debía ir, allí vivía su padre.
Un hombre sabio muy anciano.
La acompañamos al micro que la llevaría al
puerto de Buenos Aires desde donde partiría
en la lancha de su familia.
Muchas veces la recuerdo.
Muchas veces en medio de la multitud
escuché una voz que me hizo recordarla.
Muchas veces le pedí en mis pensamientos
que me ayudara a encontrar una solución,
siempre ocurrió.
69. 69
Muchas veces creí verla cerca pero... no era
ella o talvez... sí.
Tengo entendido por nuestra última
conversación hace ya, como un año que iría a
vivir a Perú,
Estoy pensando en buscarla, hoy todo es
posible en Internet y así poder recuperar
nuestras jugosas conversaciones.
Mara se mudó a Roma, hace cuatro o tres
meses me envió una bellísima postal con sus
saludos.
Al queridísimo Antonio nunca volví a verlo
igual que a Tomás, un día simplemente me
percaté del tiempo que hacía que nada sabía
de ellos y nunca más supe.
La inquieta Ingrid al final encontró el amor y
en una nube de estrellas se mudó a Estambul,
a veces aún cruzamos mails.
Nahuel falleció, la noticia fue un sacudón en
nuestros corazones, partió con una sonrisa
dibujada en su rostro colmado de paz.
Todos siguen acompañándome en mis
recuerdos, un susurro sordo en lo profundo de
mi mente.
71. 71
Capítulo Vll
Recuerdos imborrables
La primavera asomaba por todas las ventanas
invitándonos desde las ramas de los árboles a
disfrutar de sus colores brillantes y aromas
dulces esparcidos con gentileza y bondad por
la brisa fresca del amanecer.
Siempre siento que algo renace en nuestro
interior al volver este tiempo tan lleno de
ternura para acunar todas nuestras
sensaciones.
Me recosté en los sillones de algarrobo de la
sala de estar, contemplando el despliegue
imponente del amanecer en la montaña,
cuentas viejas leyendas que cuando el sol se
asoma se puede oír el suspiro de la vida
agudizando nuestros oídos, es como el
chistido de la tierra seca al recibir las gotas
del rocío y el canto de las hojas de los árboles
al acariciar los primeros soplos del viento los
sonidos del bosque los animalitos asomando
sus hocicos para saludar el sol, respiré
72. 72
profundo como llenándome de primavera y
me dejé caer en los mullidos almohadones.
Muchas veces vuelvo a la cama y sigo
durmiendo pero ese día tenía ganas de
quedarme allí.
Busqué un libro y llené una taza de humeante
café con leche.
Comencé a recorrer sus páginas como lo
hacía de niña esperando que el susurro de las
hojas me pudiese anticipar si resultase
interesante la lectura, me detuve en una que
otra ilustración, miré la fotografía del autor.
Siempre repito el mismo rito antes de
comenzar un nuevo libro.
Por fin me sumergí en sus páginas y recorrí el
camino llevada de la mano de su fascinante
escritor...
Recordé una mañana de invierno en cuarto
grado, la maestra me había retirado del salón
y debía cumplir una penitencia de pie junto a
la puerta por no estar atenta en clase.
La bibliotecaria, una anciana, más en
apariencia que en edad, pude saber que se
acercaba a mí por el perfume a jazmines que
siempre la antecedía.
Miré a mí alrededor siempre me gustaron los
jazmines y las fresias pero jamás tuve
ninguna de esas plantas en mi jardín.
73. 73
Sin embargo todos opinan que tengo más
plantas de las que pueden caber y yo veo que
las que más me gustan no están.
¿Cuántas cosas parecen a veces abundar en
nuestras vidas y sin embargo solo evidencian
lo que nos falta?
Revisé mis cosas y encontré más faltas de las
que estaba dispuesta a tolerar espero que no
te pase lo mismo.
Volví a mi recuerdo y la Señorita vistiendo su
trajecito sastre de color gris que había
adoptado como uniforme para su puesto en la
biblioteca, e inclinándose me preguntó por
que estaba parada junto a la puerta sin entrar
ni salir.
Envuelta en una profunda congoja le expliqué
que había sido descubierta escribiendo en
lugar de prestar atención y extendí hacia ella
un papel arrugado que sostenía fuertemente
en mi mano derecha manchada de tinta.
-A ver, a ver...
La señorita Concepción siempre repetía las
frases supongo que era el resabio de haber
dedicado tantos años a los más pequeños de
la escuela.
-Mmmm, “estrellas misteriosas ojos del
universo”...
¿Estabas intentando escribir poesía? O...
74. 74
¿Es que te estás enamorando pequeñita?
Fue imposible ocultar el rubor de mis mejillas
ante esta pregunta.
Yo sabía muy bien por que me lo había dicho
mi abuela, que el amor da dolores de cabeza
y no tenía ninguna intención de buscarme un
dolor tan pequeña, prefería seguir jugando
con mis muñecas y soñando con un príncipe
que me rescataba de la torre mayor del
castillo de un malvado villano.
La bibliotecaria se asomó por la ventana para
revisar las caritas de los niños y preguntó cuál
era, el de cabellos colorados o aquel que no
deja de meterse los dedos en la nariz o tal vez
aquel que al escribir asoma la punta de su
lengua...
Por supuesto que no; nada de eso y le conté
que tenia un príncipe azul imaginario, ella
sonrió y tomándome de la mano me invitó a
su castillo de paredes cubiertas de libros con
pasillos estrechos, al ingresar dejó su bastón
en un gancho junto a la puerta y noté que
podía caminar sin dificultas al mirarme pude
ver que junto al bastón había colgado
fácilmente una veintena de años en ese lugar
había magia y ella me la estaba mostrando.
Con los brazos extendidos acariciaba los
lomos de los libros mientras respirando
75. 75
profundamente me decía que el aroma de los
libros era la fragancia del saber.
Me llevó frente a un estante y señaló algunos
de los libros, recuerdo, Corazón, Mujercitas,
los caballeros de la mesa redonda...
Después me mostró una colección más
pequeña con encuadernación económica de
tapas blandas y mucho colorido en todas las
tapas estaba el mismo personaje robusto
sosteniendo una espada con cabellos largos,
cara de malo y un enorme dragón a su
espalda.
-Este es un príncipe. Señaló.
-Si quieres puedes leerlos o pedirlos para
llevar a tu casa, podrían prepararte una libreta
de retiro.-
-Sus aventuras son fantásticas, mis hijos las
leyeron todas. -
Me quedé el resto de la hora leyendo en ese
castillo de libro donde la señorita Concepción
recuperaba su juventud.
Cuando tocó la campana volví a mi salón de
clases con todo ese dando vueltas por mi
cabeza de pequeña buscadora.
La hora se hizo eterna esperando volver a
escuchar la campana que me llevara al
encuentro con mi príncipe.
76. 76
Todos los días desde aquel día ese fue el
lugar de encuentro.
Obtuve mi libreta de lectora y los libros iban y
venían junto a mí, llevando al príncipe de mis
sueños.
Lo acompañé en todas sus proezas y libré
batallas a su lado mientras mis compañeras
jugaban con sus muñecas.
Al regresar a casa le conté a mi mamá y
desde aquel día no paró de regalarme libros
éste que comenzaba a leer era el último que
me compró.
Me lo había regalado para el último
cumpleaños que pude compartir con ella.
Mamá tenía una personalidad muy peculiar se
mostraba fuerte y severa pero si mirabas
fijamente a sus ojos podías ver el alma más
noble y tierna que pudieras imaginar, la
franqueza la anteponía a todo no importaba lo
que esto pudiera causar.
Una enorme sonrisa se dibujó en mi cara
cuando recordé sus palabras al entregarme el
libro:
-Mirá no tengo ni idea de que se puede tratar,
pero lo compré por dos cosas, una por que sé
que lees mucho de este autor (todos los libros
me los había comprado ella, por
recomendación de una amiga) y segundo por
77. 77
que tiene tu nombre junto al título, lástima que
no se le ocurrió algo mejor... al lado de un
nombre tan hermoso es una barbaridad
semejante título.
Forma extraña si le hay de decirme que tenía
un hermoso nombre pero esa era mi mamá y
yo ya sabía entenderla y amarla así como era.
El libro resultó muy interesante y no
precisamente por que el personaje principal
se pareciera a mí en algún sentido
caprichoso.
Decidí hace algunos años armar una
biblioteca, después de amontonar libros sobre
cuanto mueble había en mi dormitorio y
darme cuenta que comenzaba a invadir el
resto de la casa.
No fue nada sencillo, primero intenté
clasificarlos por género, dentro de cada
género los autores y la cosa se complicaba.
Por un tiempo opté por acomodarlos según su
tamaño y resultó que me llevaba horas
encontrar el que buscaba. Ella me ayudó
mucho y me enseñó qué:
Algunos sabios antiguos decían que cuando
escribimos es por que debemos enviar un
mensaje a alguien que no conocemos y por
más que cientos o miles lean ese escrito solo
78. 78
uno recibirá el mensaje, aquel para quien fue
escrito.
Es curioso pero todos los libros que llegaron a
mis manos tuvieron algo preciso que ver con
el momento exacto que estaba viviendo y
dejaron huella en mí.
Éste libro que comenzaba a leer tenía como
introducción una reflexión que sin duda
alguna traía un mensaje para mí, no sé si el
resto del libro me dijese algo.
A veces una palabra sobra para indicar el
momento exacto y yo estaba parada
justamente en ese momento.
“...es muy grande la diferencia entre encontrar
el camino y hallar el valor para decidirse a
transitarlo...”
80. 80
Capítulo VIII
Malos Augurios
Estaba totalmente sumergida en la lectura
entremezclada de recuerdos que acudían a
mí cuando un golpe seco llamó mi atención.
Pensé que podría ser una rama pero no había
suficiente viento como para desprenderla y
que golpeara el vidrio de la ventana.
Me asomé con curiosidad por un ventanal y
por el otro, al no notar nada me quedé de pie
junto al ventanal de frente como esperando
descubrir algún movimiento que me diera un
indicio de lo que estaba sucediendo.
Luego de unos minutos que parecieron
eternos en los cuales mis ojos recorrieron
todos los senderos, escudriñaron entre los
árboles del bosque más próximos a la casa y
dibujaron cada nube en el cielo, algo se movió
en el suelo húmedo todavía por el rocío del
amanecer.
Era un ave del tamaño de una paloma
pequeña totalmente negra desde donde yo la
miraba.
Salí corriendo de la casa nunca un ave se
había estrellado contra una de mis ventanas,
81. 81
tenía que ver si se había hecho daño y si
pudiese curarla.
Estaba allí muy quieta abría sus pequeños
ojitos enmarcados de color como suplicando
ayuda, sentí su dolor y la tomé entre mis
manos.
Al hacerlo pude notar con asombro que no era
toda de ese color negro intenso que me había
sorprendido sino aún más bella.
Todo su pecho lucía un plumaje
extremadamente suave de un color tan
intenso como era posible semejante al fuego
con que se pinta el horizonte al atardecer.
Lo acerqué a mi pecho intentando pensar que
hacer cuando escuché el silbido característico
de Don Hilario, quien levantando la mano
saludaba con su bastón esquivando a sus
cabras:
-¡¡¡Buen día niña!!!
-Don Hilario acérquese necesito que me
ayude-El anciano, una de las reliquias más
antiguas atesoradas por nuestro pueblo corrió
entre las piedras a mi llamado.
Cuando estuvo cerca se detuvo y observó con
gran seriedad quitándose el sombrero y
meneando la cabeza.
-¿Cómo pasó esto niña?
82. 82
-No lo sé yo solo estaba leyendo junto a la
ventana y se estrelló frente a mí-
-Niña, niña, esto es muy malo...
Se dejó caer sobre sus rodillas junto a mí y
dejando su bastón en el suelo apoyó sus dos
manos sobre las delgadas y huesudas rodillas
repitiendo que era un mal augurio.
Comenzó a hablarme muy ligero y me
resultaba difícil seguirlo tuve que pedir que
comenzara de nuevo para entenderlo.
Lo primero que señaló fue el color del pecho
del pájaro con sus rústicos dedos, diciéndome
que se trataba de un cardenal, un ave que es
extranjera en nuestras tierras pero cuando se
presenta es por que trae una tarea que
cumplir.
Arranqué con mi mano izquierda algunos
yuyos y los amontoné en el descanso de la
puerta de entrada de mi casa, le pedí a Don
Hilario que se tranquilizara y lo invité con una
taza de café recién molido y una porción de
pastel.
El anciano miraba a sus cabras por la
ventana, estaba inquieto y varias veces repitió
que tal vez no tendría que haber entrado.
Después de tranquilizarnos le pedí que me
contara que se trataba todo esto del ave que
83. 83
aparece solo si tiene un cometido que cumplir
y así me lo contó:
Mientras de tanto en tanto observábamos al
ave inmóvil en su nido improvisado junto a mi
puerta.
Dícese desde que el tiempo es tiempo que los
cardenales son una señal de mal augurio,
ellos acompañan a las almas que parten de
esta tierra pero antes que eso pueden salvar
a un alma y brindarle su protección es por eso
que aparecen un tiempo antes de que las
cosas malas sucedan.
Cuando se conectan con el alma que buscan
para llevarse mueren junto a ella...
Don Hilario enjugó sus lágrimas y dejando su
tasa de café junto a la ventana se dispuso a
marcharse.
-¡¡Espere!! Anciano le pedí que me dijera todo
y solo me contó una parte esa ave cardenal o
como quiera que se llame aún no murió eso
que significa.
El Anciano bajo la cabeza y en voz baja casi
en un susurro explicó que si el cardenal batía
sus alas y se elevaba en vuelo mi alma sería
salvada pero cerca se hallaba el alma que
llevaría en los próximos días consigo.
No podía dar crédito a lo que mis oídos
acababan de escuchar.
84. 84
Algo tenía que hacer urgente salí a la puerta y
me puse de rodillas junto al pájaro moribundo,
pensé en suplicarle pero ¿qué significaría eso
para quien por siglo cumplía con semejante
destino?
Un mar de lágrimas brotó de mí, colmada de
impotencia, no era así como lo había
imaginado, no era esto lo que quería que
ocurriera.
Las lágrimas cayeron sobre el lomo del pájaro
moribundo quien se sacudió y extendió sus
alas poniéndose de frente a mí erguido y
desafiante como si me estuviese
provocando... batió sus alas y se elevó en un
vuelo circular que nunca antes había visto.
Me quede de pie observando con esa
sensación de cansancio que queda después
de las situaciones de gran tensión.
Al bajar la vista la vi a Ella, se acercaba
caminando lentamente al acercarse a mí
señaló el cielo y dijo:
-Parece que asustaste a nuestro amigo.-
Un calor intenso mezcla de ira y disgusto
subió hasta mi rostro.
-¿Qué estás diciéndome? Estuviste viéndolo
todo sabías de lo que se trataba y no te
acercaste a ayudarme... ¿Qué clase de amiga
se supone que resultaste?
85. 85
-Lo hiciste bien eso es lo que cuenta, yo no
estoy para ayudarte sino para enseñarte y no
necesitaste que te enseñara nada.-
No, no lo había necesitado por que la vida y el
destino la había puesto a Don Hilario en el
camino, para decirme justo lo que tenía que
oír ni más ni menos y Ella lo sabía.
Ese día estuve irritable y no le permití a los
niños que jugaran afuera, la noche siguiente
no pude dormir, después de varias noches de
insomnio caí en el más profundo y pesado
sueño.
Casi al medio día la risa de los niños me
despertó con un bellísimo canto de ave de
fondo, me desperté con una sonrisa como si
una amnesia temporal se hubiera apoderado
de mí, miré por la ventana y allí estaban mis
pequeños jugando felices en las hamacas de
los árboles que les había construido la
primavera anterior, uno de los nietos que se
había quedado a vivir en la casa de Doña
Selene luego de su partida.
Al mirar hacia las ramas buscando de donde
venía tan bello trino vi al ave de mis pesadillas
posada en ellas entonando los más bellos
sonidos.
Una transpiración fría corrió mi espalda y
sentí que estaba a punto de desmayarme,
86. 86
justo en ese momento Ella entró en la
habitación saludándome con serenidad.
Corrí hacia su encuentro para mostrarle lo
que me aterraba, Ella sonrió nuevamente
preguntando:
-No es realmente hermoso el canto del
cardenal.-
Pasaron varios días más, con su presencia
junto a nuestra casa, con su canto dándonos
los buenos días y sus vuelos en círculos al
anochecer dibujándose en el horizonte para
perderse entre los árboles del bosque.
Empecé a pensar que si lo atendía bien y lo
recibía y alimentaba demoraría que cumpliera
con su cometido y estaba regalándole un
poco más de tiempo quien sabe a quien
mientras pensaba alguna forma de desviar
ese destino.
Así lo hice, le construí un comedero de
colores y mis hijos reían mientras le
rellenábamos de agua un tachito colgando del
aromo.
Con el tiempo comenzó a formar parte de
nuestras vidas y confundirse con las risas
hasta se acercaba a nosotros cuando
comíamos afuera y nuestra perra no lo
ahuyentaba con sus ladridos.
87. 87
Un día pensé en fabricarle una jaula pero de
inmediato llega a mí la duda de lo que
sucedería si esto le provocaba la muerte
entonces... me llevaría indefectiblemente con
él.
Hubo algunos días de tormenta y a pesar de
mi asombro el cardenal seguía allí.
Entre las ramas del aromo había construido
una especie de nido poco convencional lo que
me dejaba tranquila por que podría llegar a
significar que pensaba quedarse un tiempo
más.
Un turista pasó por casa como acostumbran a
hacerlo para preguntar por las rutas que se
une y no están señalizadas lo que genera
confusión entre los que visitan por primera
vez el lugar desorientándolos.
Creo que es un capricho de los más ancianos
del pueblo quitar de noche las señales
pensando que eso le devolverá la calma de
antaño a su lugar.
Bajó de su auto con sombrero y botas de
cazador, pude ver que llevaba un rifle de los
que usan para la caza de ciervos, nunca me
gustó que maten a esos bellos animalitos, tal
vez por que soy de una generación marcada
por Bambi.
88. 88
Lo Atendí con mi mejor cara de malos amigos
y ni siquiera le ofrecí un café como suelo
hacer con la gente que va de camino.
A mi hijo le causo curiosidad un par de
prismáticos que llevaba colgando de su cuello
y al abrir un bolso para sacar un mapa en el
que me pedía que ubicara su posición actual
para poderse guiar de aquí en adelante, pude
ver un montón de folletos de aves... ¿sería
una señal?
Mi cara cambió y decidí tratarlo como a todo
forastero que golpea a mi puerta.
Lo invité a pasar y se detuvo bajo cada árbol
desde la tranquera hasta la casa... todos
menos el aromo.
Intenté llamar la atención hacia ese árbol en
particular haciendo comentarios sobre el
exquisito aroma que desprendía en esa época
del año a lo que el forastero respondió casi
con indiferencia.
Al pasar a la casa dejó jugar a mis hijos con
sus prismáticos y su pipa, la nena cada vez
que lo tenía cerca le tironeaba de sus largos y
finos bigotes.
Yo sentí que no hacía otra cosa que atajar las
cosas por el aire y pedir disculpas todo el
tiempo nunca se habían portado tan mal.
89. 89
Llegó un momento que no me importaba ya la
información que me pudiera dejar para
conocer a mí emplumado enemigo solo
deseaba que siguiera su camino y mis hijos
se calmaran.
Este personaje mezcla de safari y científico
observó por horas todos los alrededores hasta
que ya los niños no encontraron más gracia
en juguetearle y lo dejaron en paz dándome a
mí también un descanso.
Cuando me preguntaba si por fin se decidiría
a marcharse vi que sacaba una serie de
elementos del baúl de su auto, trípodes,
cámaras fotográficas con filtros diferentes un
grabador y una filmadora.
Me acerqué con el propósito de enterarme
que pretendía con todo ese equipo.
Gentilmente me explicó que estaba encantado
de ese lugar dijo algo así como que yo vivía
en un paraíso.
Señaló el cielo justo en el momento en que
una bandada de gaviotas se dirigían al lago a
pocos kilómetros de allí.
Me pidió permiso para acampar un par de
noches y desde su campamento observar las
aves, parece ser que preparaba un artículo
sobre aves en migración para una revista
científica de renombre.
90. 90
Supuse que no sería tan mala idea, igual le
advertí que el bosque en esta época era poco
seguro, hacía varias noches uno de los
becerros de los vecinos había desaparecido y
sospechábamos de un puma hambriento a tal
punto que se arriesgó a acercarse a los
corrales; poco común en ellos.
Pareció no importarle, cargó su arma y armó
una tienda enorme que yo podía ver con
facilidad desde la ventana de mi cocina.
Era curioso pero por más temprano que me
levantara siempre notaba que él estaba ya
trabajando en su investigación.
Me acostumbré a preparar doble ración de
café cargado y alcanzárselo con alguna
porción de pastel que devoraba sin respirar.
Al tercer día le pregunté si podía enseñarme
algo más de los pájaros con los que
convivíamos y con muy buena predisposición
me dio una clase magistral trazando dibujos
en la tierra con una rama me explicó algo de
las migraciones y conductas.
Me contó algunas cosas interesantes sobre
las conductas de algunas aves como que por
ejemplo las que vuelan en forma de ve corta
es para ahorrar esfuerzos, si según parece al
frente va la más fuerte y el aleteo de las que
siguen detrás van impulsando a las últimas
91. 91
como si formaran una corriente entre ellas
que las empuja con mayor facilidad.
También aprendí que si una cae herida otras
dos la acompañan en su caída y se quedan
con ella hasta que muere.
Me contó que existe un lenguaje de aves muy
popular entre ciertas corrientes orientales y
que cuando ven dos aves solas volando dicen
que simboliza lágrimas en relación con lo que
yo acababa de aprender sobre sus
costumbres.
Preparé unos emparedados de carne, jugos y
alfajores.
Salimos a avistar aves y seguir aprendiendo
historias hermosas sobre sus hábitos.
Los niños correteaban y descubrieron más de
un nido del que quedaron encargados de
vigilar y avisar si algo se movía en ellos.
Fue una tarde cálida y soleada por unas
cuantas horas olvide la existencia del
Cardenal que robaba mis sueños y rompía la
tranquilidad de mi alma.
Al regresar esa tarde sin viento decidimos
hacer la primera fogata de la temporada ya
que sabíamos que hacia el verano nos
ausentaríamos y pocas más podríamos hacer.
Acomodamos los troncos y armamos el
círculo de piedras, los niños corrieron por leña
92. 92
y en pocos minutos todo estaba listo para
encender y disfrutar.
Supimos entonces que hay aves nocturnas y
algunas historias sobre ellas.
Cuando estábamos relajados y disfrutando
algo llamó mi atención y la del visitante.
Muy cerca de nosotros nítidamente se oía el
más bello canto.
Era él había vuelto y se hacía presente, el
hombre a mi derecha corrió a buscar una de
sus cámaras, susurrando que no podía creer
esto.
No salía de su asombro y repetía que no
cantan los cardenales de noche y que
además son de lugares muy lejanos a este
-¿Cómo llegó hasta aquí? Preguntó en voz
alta.
A mi se me escapó decir que había venido en
busca de un alma como don Hilario me
enseño, por supuesto esto causó una
carcajada en el forastero y me sentí muy
avergonzada yo sabía que había cosas que
no podían comentarse con cualquiera.
Al levantar la vista no pude verlo como
siempre entre las ramas del aromo, esto me
inquietó y dejé de prestarle atención al resto
de las cosas...
93. 93
¿Desde donde nos estaba inquietando con su
canto?
Por más que lo buscamos no pudimos verlo
después de intentarlo con los sofisticados
elementos de nuestro amigo, parecía que
cambiaba todo el tiempo de lugar y desistimos
por esa noche.
Nos propusimos buscarlo al día siguiente, no
le sería tan fácil ocultarse a la luz del sol.
Cerca del mediodía del día siguiente se
notaba que no habíamos dormido con
tranquilidad, nuestros ojos estaban irritados y
nuestros rostros pálidos, tratando de ocultar
uno que otro bostezo fuera de lugar.
Los niños eran los únicos con toda la energía
de un nuevo día, ellos corrieron hacia la
tienda a despertar al investigador que por
primera vez en cuatro días se había quedado
profundamente dormido.
Al fin, tras la insistencia de los niños asomó
una mano y luego la otra, para por fin salir y
saludar forzándose por mantener sus ojos
abiertos y aceptando que lo ocurrido la noche
anterior le había quitado el sueño y desvelado
por completo.
Salimos a la búsqueda del ave misteriosa y
cuando estaba saliendo del bosque camino a
la casa por unos refrescos pude ver a mi hijo
94. 94
correr hacia mí con sus brazos abiertos y una
enorme sonrisa gritando:
-“¡Lo encontré mami viene tras de mí!”
Al mirar tras de él pude verla en pleno vuelo
dirigiéndose directamente a su cabeza.
Una transpiración fría me recorrió la espalda,
mis ojos se nublaron y corrí a su encuentro
arrancando cuanta rama se cruzaba en mi
camino llegué primero hasta él y lo abrigué
entre mis brazos gritando con una voz ronca
que salía de mi más oscuro interior.
-No lo permito, a él nunca.
Abrí mis ojos y pude mirar a los ojos rojos
como su pecho al condenado animal, no sentí
miedo muy por el contrario sentí poder correr
por mis venas, levanté la mano derecha hacia
el cielo y con esa voz que no reconocía como
mía pero que salía de mí, señalé al animal
que descendió para posarse a pocos pasos
de mí.
-Este es mi mundo y no hay lugar para
demonios en él. ¡¡¡Vete!!! ¡¡¡VETEEEEE!!!
Sentí como una fuerte vibración recorría todo
mi cuerpo y como si de mis pies brotaran
raíces que me afirmaban a mi lugar.
Comencé a sudar un sudor frío que corría por
todo mi cuerpo y mi vista comenzó a
distorsionarse solo veía colores girando en
95. 95
torno a mí, no sabía si lo que estaba haciendo
sirviese pero de algo estaba segura jamás
soltaría a mi hijo y lo sujetaba cada vez más y
más fuerte a mí.
De pronto un profundo silencio lo cubrió todo
como si el tiempo se hubiese paralizado y
pude ver la cara de espanto de los que nos
rodeaban, el forastero y mi hija se habían
quedado con sus bocas abiertas mirando fijo
al ave muerta a mis pies.
No podían explicar lo que habían visto pero
algo les decía que quizás era mejor no
preguntar.
Mi hijo se puso a llorar diciendo que yo lo
había asustado, creo que asusté a todos
contesté riendo, una brisa se levantó sobre
las montañas y la temperatura comenzó a
bajar en pocas horas tuvimos que subir todas
las estufas, el cielo se tiño de color negro y la
noche llegó.
Comprendí que el día que decidí tener hijos
acepté tener por el resto de mi vida el corazón
fuera de mi cuerpo.
El forastero se despidió dejándoles de regalo
a mis niños sus prismáticos y unos folletos de
aves, lo acompañamos a la salida y lo vimos
alejarse.
96. 96
La mañana siguiente todo estaba cubierto de
nieve, la última nevada del año acariciaba mi
montaña y me devolvía la calma.
A Don Hilario nunca más lo volvimos a ver.
Nadie sabe bien que sucedió, sus cabras
regresaron solas.
Salieron a buscarlo varios días seguidos y
nadie pudo encontrarlo.
Yo me pregunto si habrá sido el Cardenal
quien lo llevó consigo, si fuese él a quien
venía buscando.
98. 98
Capítulo lX
Fotografiando el alma
Por las tardes a la hora del atardecer ella y yo
nos encontrábamos a conversar y cada
encuentro tenía consigo un regalo mágico
para mí.
Ella se convirtió en mi más fiel amiga y mi
confidente, siempre tenía una forma
maravillosa de ver las cosas, me enseño que
la felicidad se encuentra en la mitad del vaso
lleno y que lo mejor es pensar cómo llenar la
mitad vacía sin llorar ni lamentarse por ella.
Este día en particular su rostro se veía
diferente con un gesto de preocupación poco
común.
Ese gesto que se nos pega cuando estamos a
punto de rendir un examen y a pesar de haber
estudiado más de lo necesario tenemos la
duda de pasar exitosos el desafío.
El afecto que crecía día a día en mi me llevó a
preguntarle si algo estaba mal o si tenía algún
problema a lo que como siempre respondió
con una sonrisa.
99. 99
Me preguntó cómo yo podía haber percibido
que algo andaba mal si antes todo no hubiese
estado bien.
Comenzó a mostrarme como cada cosa tiene
una dualidad necesaria para que exista él
todo en perfecto equilibrio.
Aprendí que la dicha es solo la mitad que
junto a la desdicha forman un todo.
Fuimos recorriendo el cielo y la tierra, el día y
la noche, el amor y el odio.
¿Cómo saber en que mitad me encuentro si
ignoro que existe la otra?
Nada es tan malo ni tan bueno, todo es
necesario por algo y el secreto es saber verlo.
El dolor nos advierte que algo nos está
haciendo daño, viéndolo así no es malo, es
una señal a la que hay que atender y
escuchar.
Esa es la diferencia de mirar las cosas o ver
en ellas.
Te propongo algo es divertido, aunque
cuando yo lo aprendí no me resultó tan
divertido.
Todo ocurrió una tarde de feria en el pueblo.
Llevé a mis hijos a los juegos de tiro al blanco
junto a unas amigas y sus hijos.
100. 100
Todos estábamos esperando nuestro turno
cuando un niñito de apenas cuatro años cruzó
de la mano de su madre frente a mí.
El chiquillo se quedó mirándome y tironeando
de la pollera de su madre que hablaba muy
efusivamente con un señor de barba y
sombrero.
Yo noté que me señalaba insistente y no pude
dejar de mirarlo, lentamente me acerqué con
el único propósito de escuchar lo que gritaba
y ante mi desconcierto pude oír que lo que
repetía una y otra vez era:
-¡Mamá, mirá esa señora es toda violeta!-
Todos lo tomaron a risa y preguntaba a ver yo
entonces de que color soy a lo que el pobre
niñito respondía todos son como yo y ella es
violeta...
Escuché las risas y las bromas, no pude
ocultar la angustia que me causó.
Al regresar a casa Ella estaba esperándome,
como siempre para escuchar y enseñarme
algo más.
Esto fue lo que hicimos y así entendí lo que
ese pequeño había logrado ver en mí.
Siéntate frente a una planta en tu casa crea
un ambiente cómodo y relájate hasta sentirte
confiado cuanto más tenue sea la luz con
mayor facilidad podrás lograrlo.
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Mirá fijamente tu planta y permití que
lentamente tu mirada se vaya de foco
centrándote en los contornos después de un
rato podrás ver la energía de la vida fluir a su
alrededor.
Con el tiempo y la práctica podrás hacerlo con
cualquier ser vivo y saber de ese modo su
estado de ánimo y hasta su intención.
Todos podemos hacer esto, las enseñanzas
verdaderas llegarán a su debido tiempo.
Así pasamos nuestros atardeceres, nunca
más volví a mirar sin ver, ni escuchar sin oír,
ni pensar sin creer.
Nunca más hubo casualidades en mi vida sino
razones bien concebidas.
Así pude sobrellevar las tormentas de este
mundo y refugiarme en mis secretos,
confiando en que esta fuerza que crecía en mi
me protegería y guiaría.
Ella me enseñó a descubrirlo y disfrutarlo,
también me contó que podemos reconocernos
por que llevamos una luz brillante sobre
nuestro hombro derecho, recuerdo el día que
la pude ver por primera vez...
Tuvimos una charla tranquila, acompañada de
música Ancestral, fue una de las lecciones
más lindas que recuerdo, al final Ella me
enseñó a reconocer nuestra luz y después se
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despidió diciendo que su tarea había llegado
al fin pero que todavía íbamos a encontrarnos
una vez más.
El gesto que me había llamado la atención en
su rostro ahora apareció en el mío...
Acaso, sería yo la que me vería enfrentada a
una prueba.
Algo nos estaba llevando a un nuevo punto en
el camino, la vida nuevamente estaba girando
y sentí que en este giro Ella soltaba mi mano.
¿Alguna vez es suficiente lo que aprendemos
para sentirnos realmente preparados?
Me quedé pensativa observando su partida,
las nubes estaban tan bajas que casi
acariciaban el suelo y nada se veía a más de
unos pocos metros.
Cuando ya no pude verla más me esforcé y
noté una luz como la de una luciérnaga justo
sobre su hombro alejándose lentamente en
medio de la oscuridad.
Fui me a dormir tranquila...
Todavía nos veríamos una vez más.
Di muchas vueltas antes de conciliar el sueño,
la casa estaba silenciosa y todo parecía más
quieto que de costumbre al entrar al
dormitorio recordé un aroma de hace algún
tiempo chocolate y ron con una mezcla
delicada de tabaco fresco, en algún momento
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había sentido ese aroma pero no podía
recordar cuando, a decir verdad ya me era
habitual pero no podía descubrir que lo
originaba.
Revisé los libros y miré los objetos del
dormitorio, abrí y cerré varias veces las
puertas del placard... sentí que alguien estaba
observando desde afuera de la casa e intenté
sin lograrlo mirar por las ventanas pero las
nubes estaban cubriéndolo todo.
Decidí apartarlo de mi mente y desplegué
sobre mí un manto de protección.
En la montaña, los viejos aldeanos comentan,
que noches como ésta, en el momento en que
las nubes tocan el suelo se levantan los
muertos y salen a recorrer los lugares que les
eran familiares.
No podía dormir así que decidí no esforzarme
y fui a la cocina a preparar una leche tibia con
un poco de Licor de chocolate.
Me acomodé en mi sillón y comencé a pasar
las hojas del libro que había comenzado a
leer...
Había mucho silencio ya todos dormían así
que decidí dar una vuelta por las habitaciones
para asegurarme que todos estaban bien,
revisé todas las puertas y ventanas, algo me
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intranquilizaba y había aprendido a prestar
atención a estas sensaciones.
Puse música muy, muy bajito y me quedé
viendo las fotografías de la pared de los
afectos, una idea que me había dado mamá
cuando me mudé a mil setecientos kilómetros
de todas aquellas personas a las que
realmente amaba.
Todas las fotografías habían sido
seleccionadas con mucho cuidado y solo
podía compartir este lugar aquellos que me
acompañarían por el resto de mi vida, aún
aquellos que la muerte se hubiera llevado, así
que podrás imaginar que las mismas caras se
repetían en distintas situaciones riquísimas de
recuerdos.
Una foto me llevó de regreso a mi infancia,
fue la época más feliz que recuerdo.
Tenía dos hermanas y vivíamos con lo
necesario pero jamás faltaba nada, yo
siempre sentí que algo me hacía distinta a los
demás, nunca tuve muchos amigos ni
demasiada vida social, mis permisos eran
bastante acotados.
Pasaba tardes enteras en la terraza
observando el cielo, descubriendo las formas
de las nubes jugando a ser una sacerdotisa.
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Por insólito que parezca no jugaba como las
otras niñas a ser mamá o maestra, yo había
sido venerada por un pueblo muy, muy
antiguo anterior a los primeros pueblos como
a una diosa por que podía hablar con el cielo
y él respondía a mis emociones, si era feliz mi
pueblo tenía
hermosos días cálidos, si estaba triste, las
lluvias no cesaban, si se me ofendía o
enojaba los rayos golpeaban sin piedad la
tierra quemándolo todo... recuerdo salir
corriendo cuando estaba por llegar una
tormenta y caminar por las cornisas con los
brazos abiertos recibiendo al viento.
O subir en las noches de verano a conversar
con las estrellas.
Una risa se instaló en mi rostro y mis ojos
buscaron recuerdos en otras fotos.
Me observé en otras más recientes, mis ojos
se veían más apagados, en algún lugar, esa
niña, llena de sueños que la hacían sentir
distinta a las demás, se había dormido y
esperaba que fuera por ella a rescatarla.
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Capítulo X
Predestinados
Casi de madrugada, después de una noche
muy larga, me sentí vencida por el cansancio,
mi cuerpo parecía pesar toneladas y mi mente
no podía enviar señales para coordinar los
movimientos sin torpeza, una profunda
sensación de somnolencia me tomó por
completo, llevándome a un profundo y pesado
sueño.
Afuera en medio del más absoluto silencio
algo quebró una rama y creí que debía salir a
ver, me sentí fuerte y segura, salí de la cama,
abrí la ventana y salté hacia fuera.
Con los pies descalzos y algo separados
firmemente parada, me quedé un momento,
mis labios pronunciaron palabras jamás antes
pronunciadas...
“JAKIN BOAZ PAZ INVERENCIAL...”
Extendí las manos uniéndolas frente a mí,
como impulsada por un misterioso
conocimiento implantado en mi subconsciente
y comencé a separarlas lentamente viendo
como la niebla se corría como una cortina
108. 108
dejando ver un sendero hacia una luz muy
tenue en la distancia.
Mis labios pronunciaban conjuros antiguos
que no recuerdo haber aprendido jamás ni me
está permitido transmitir.
Caminé sin dudar.
¿Qué encontraría junto a esa luz?
Llevó unos cuantos minutos llegar hasta allí,
no aparté mi mirada del punto al que me
dirigía.
Cuando estaba a unos cuantos metros me di
cuenta que la luz venía de una fogata en
medio de los árboles bien preparada como de
niña me enseño mi padre, rodeada de piedras
y el terreno barrido a su alrededor.
Recordé el tiempo que me llevó lograr que no
se derrumbara y desparramaran las brazas y
lo satisfecha que me sentí la primera vez que
lo logré, también recordé cuanto disfruté al
enseñárselo del mismo modo a mi hijo y el
mismo orgullo que debe haber sentido mi
padre al ver que lo lograba ya sin mi ayuda.
Algo se movió en la oscuridad y llamó mi
atención, ahora el olor era muy bien definido y
penetrante. Salió caminando de un costado
cargando leña en sus brazos, con una pipa en
la boca y tarareando una canción que me
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resultó muy familiar aunque creí que era la
primera vez que la oía.
Cuando estuvo más cerca pude entender lo
que entonaba:
Eee Nu Rah, Eee Nu Rah, Eee Nu Rah, Zay...
Un día en la distancia esa canción también
había sido mía, mía...
Se detuvo, dejó caer la leña y se sentó en un
tronco elegido y puesto cerca de la fogata
junto a otros dos.
Algo en su cuello reflejaba los destellos del
fuego.
A lo lejos parecía un hombre solitario, robusto,
alto de espalda ancha y brazos fuertes.
Con ropas raídas en condición muy humilde.
Su cabeza cubierta hacía imposible ver su
rostro ni precisar su edad... me acerqué un
poco más empujada por la curiosidad.
En una fracción de segundos y sin darme
tiempo a ocultarme levanto su cabeza y clavó
los ojos en mi mirada con el gesto más
amenazante que jamás había visto yo.
Sentí que me había paralizado, hubiese
querido gritar pero mi voz me abandonó como
si el universo se hubiese vuelto
endemoniadamente sordo lo que me invadía y
controlaba no era miedo, sino una fuerza
indescriptiblemente mayor.
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Su cabeza quedó descubierta, el cabello caía
sobre sus hombros, sus ojos tenían luz
propia, parecían iluminarlo todo y poder
atravesar las cosas con una mirada, se puso
de pie y sentí que me hacía muy pequeña.
Comenzó a caminar a mi encuentro...
En ese momento me di cuenta de lo
imprudente que estaba siendo pero era tarde
me tenía fuertemente tomada de un brazo,
intenté dar un paso hacia atrás y me sostuvo
diciendo:
...”Señora tu pié está sangrando y estás
helada.”
Ahora mis pensamientos se detuvieron, la voz
era gruesa, tierna, profunda y cálida.
Soltó mi brazo y se arrodillo para mirar de
cerca mi herida, yo no la había notado pero
desde que lo mencionó el dolor era casi
insoportable y temía que me iba a ser
imposible dar un solo paso más.
Al ponerse nuevamente de pié hizo girar en el
aire la manta que lo cubría dejándola caer
suavemente sobre mis hombros.
Al girar sobre mí su color se tornó violeta de
suave textura entonces pude verlo
directamente a los ojos ya no eran
amenazadores sino casi celestiales.
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Deslizó su mano por mi cuello y la dejó sobre
mi sello, cerró los ojos suspirando y sonrió.
Recordé a mi vieja amiga Astrid de quien
nunca más supe nada y su sueño vino a mi
mente como estrellándose entre
pensamientos...
Por instinto miré sobre su hombro buscando
ver por segunda vez lo que esa misma tarde
se me había enseñado... podemos
reconocernos por que llevamos una luz
brillante sobre nuestro hombro derecho, fue
imposible, se movía muy rápido y yo era una
principiante que no sabía ni que estaba
haciendo allí.
...”No temas”... dijo tomándome en brazos y
acercándome al fuego.
Guardé silencio y descubrí de donde provenía
ese aroma que me acompañaba de casi toda
la vida, el olor, ahora recordaba... era el
mismo que mi sello tenía impregnado y aún
hoy si lo acerco a mi nariz me parece poderlo
oler.
Buscó algo en sus bolsillos, preparó
dedicadamente su pipa y bebió un largo sorbo
de su jarro de barro pensé que
deliberadamente me estaba ignorando
cuando con una sonrisa amable extendió su
mano hacia mí ofreciéndome un chocolate.